Eterno V
La Joya de los Dioses II
(338 a. C)
Calístenes, el Sabio |
El mar Egeo se
extiende ante ellos, agitado y misterioso, mientras los compañeros de Alejandro
se embarcan en dos barcazas rumbo a la isla perdida. En una barcaza Clito y sus
tres mercenarios y en la otra Ptolomeo, Hefestión, Calístenes y Filotas. El
viento azota sus rostros y las olas danzan a su alrededor, llevándolos hacia lo
desconocido.
La barcaza que guía
Ptolomeo pierde a la de su compañero Clito mientras se mece en las aguas
turbulentas, desafiando los elementos mientras se adentran en la vastedad del
mar. El cielo se tiñe de colores dorados al atardecer, creando un telón de
fondo impresionante para su travesía.
Con maestría
inigualable, Ptolomeo surca las aguas tumultuosas al timón de la barcaza,
inspirando confianza en sus camaradas debido a su destreza sin igual. Crates el
leal halcón de Hefestión se yergue en vuelo, trazando un camino guía para los
intrépidos viajeros, sin embargo, únicamente la embarcación que responde al
toque de su dueño logra mantener el ritmo, mientras la nave de Clito se
desvanece entre las olas del mar Egeo.
El viaje es una
combinación de emociones, desde la excitación de la aventura hasta la
incertidumbre del destino desconocido. La tripulación lucha contra las
corrientes y las ráfagas de viento, manteniendo el rumbo hacia la isla perdida.
A medida que avanzan,
la barcaza navega entre islotes solitarios, algunos cubiertos de vegetación
exuberante y otros apenas aflorando del mar como rocas desnudas. La bruma
envuelve la escena, agregando un toque de misterio y anticipación.
Finalmente, avistan
la silueta borrosa de la isla perdida en el horizonte. Es un remanso de
tranquilidad, rodeado de acantilados majestuosos y playas de arena dorada. La
barcaza se acerca a la orilla, encontrando un lugar seguro para desembarcar y
comenzar su exploración en esta tierra olvidada.
Clito, el Negro |
La isla desierta
donde se esconde Demetrios no tiene un nombre específico, pero se encuentra en
las cercanías de la costa de Grecia y es conocida como un lugar remoto y
difícil de alcanzar.
Es un lugar apartado
y misterioso a unas semanas de cualquier lugar civilizado, perdido en el mar.
Está ubicada en medio del mar Egeo, rodeada de aguas cristalinas y salpicada de
pequeñas bahías y calas escondidas.
La isla es bastante
pequeña, con una extensión de solo unas pocas millas cuadradas, y está cubierta
por densos bosques de pinos y robles.
La mayoría de las
playas de la isla son de arena blanca y fina, y en ellas se pueden encontrar
pequeñas cuevas y grutas escondidas entre las rocas. La isla parece estar
deshabitada, pero hay algunas ruinas de edificios antiguos que sugieren que en
algún momento hubo alguna forma de asentamiento humano en el pasado. A pesar de
que la isla está aislada, su belleza natural es cautivadora y la hace un lugar
perfecto para esconderse de aquellos que quieren hacer daño.
Un frondoso bosque
rodea la isla. Es denso y oscuro, con altos árboles de hojas verdes y frondosas
que se entrelazan en lo alto, creando un dosel que filtra la luz del sol y crea
un ambiente sombrío y misterioso. Los troncos de los árboles están cubiertos de
musgo y helechos, y el suelo está cubierto de hojas secas y ramas rotas. El
aire está lleno del sonido de pájaros y animales nocturnos, y el suave murmullo
de un arroyo cercano. A medida que los personajes avanzan por el bosque, se
sienten como si estuvieran siendo observados, y pueden notar movimiento en la
maleza y ramas a su alrededor.
Filotas avanza con
valentía al frente, trazando un camino a través del frondoso bosque. Sus dos
fieles canes, únicos sobrevivientes de la trágica masacre de la camada en
Olimpia, siguen el rastro impregnado en el aire, quizás el de aquel a quien
anhelan encontrar.
Ptolomeo, armado con
escudo y lanza, se erige como una figura recuperada de sus heridas, alerta y en
la vanguardia de la expedición, liderando con firmeza.
Hefestión, arco en
ristre, sigue los pasos de Ptolomeo, preparado para desatar flechas certeras. A
lo alto, su leal halcón Crates planea majestuosamente, vigilando desde el
cielo.
Calístenes, cerrando
las filas del grupo, se sumerge en la experiencia con meticulosidad. Cada
detalle es capturado en la cámara de su mente, esperando plasmarla más tarde en
sus escritos, eternizando así esta jornada épica. Entre sus notas, registra los
tipos de árboles que podrían proporcionar la madera más robusta, capaz de
forjar lanzas de una fortaleza sin igual.
Finalmente, llegan al
borde del bosque, donde ven la entrada del laberinto en ruinas frente a ellos.
Los leales Ira y
Rabia, los fieles perros de Filotas, se detienen abruptamente, lo que obliga a
todos a detenerse en sus pasos justo en el umbral de las ruinas del laberinto
ancestral. Filotas, inquieto, se pregunta si se encontrarán con la temida
bestia mitad hombre, mitad toro, el Minotauro. Un nervioso rastro de risas se
escapa entre los aventureros, conscientes de que tal vez sus temores no sean
infundados.
En ese instante,
Calístenes asume el papel del narrador y relata la fascinante historia que
envuelve al laberinto del Minotauro. Sus palabras fluyen con un tono solemne y
cautivador, llenando el aire con la leyenda de cómo el laberinto, tejido por
Dédalo, se convirtió en la prisión de la criatura monstruosa, y cómo los
jóvenes atenienses eran sacrificados en su interior hasta que finalmente Teseo,
con astucia y valentía, logró enfrentarse al Minotauro y salir victorioso.
Las palabras de
Calístenes tejen un velo de misterio y asombro alrededor de las ruinas,
evocando la magnitud de la antigua leyenda mientras los corazones de los
aventureros laten con una mezcla de emoción y aprensión ante lo desconocido que
yace en el interior del laberinto.
Filotas, el Salvaje |
Se dan cuenta de que
están rodeados por paredes altas y retorcidas que forman una red de pasillos
estrechos y oscuros. El aire es frío y húmedo, y el suelo está cubierto de
musgo y líquenes que crecen en las piedras antiguas.
Las paredes del
laberinto se alzan imponentes, alcanzando alturas que equivalen a dos hombres
apilados uno sobre otro. La estructura parece extenderse hacia el infinito, sin
rastro de un techo que la cierre.
Ptolomeo escudriña el
inicio del laberinto en busca de alguna señal distintiva, pero sus esfuerzos
resultan en vano, dejando una pizca de frustración en el aire. Calístenes se
suma a la búsqueda, su mirada detenida en las grandes piedras fragmentadas que
yacen dispersas en el suelo. Allí, descubre letras cuidadosamente talladas que
forman un nombre: "Pan", el dios fauno.
Mientras intenta
calcular el posible alcance del laberinto, Calístenes llega a la conclusión de
que, a pesar de su grandiosidad, no parece ser tan espacioso como se podría
esperar. Sigue examinando cada piedra en busca de inscripciones que puedan
revelar más pistas ocultas en el laberinto.
Filotas avanza
acompañado por sus leales perros, cuyos agudos sentidos olfativos buscan
ansiosamente un rastro entre los recovecos. Es entonces cuando Hefestión hace
un importante hallazgo: unas huellas frescas que marcan un camino concreto.
Siguiendo esta pista, los perros de Filotas empiezan a rastrear el sendero con un
coraje renovado, guiándolos hacia lo desconocido con la promesa de revelar lo
que el laberinto oculta en su interior.
A medida que avanzan,
se dan cuenta de que el laberinto es mucho más grande de lo que parecía desde
fuera. Los muros altos y enrevesados parecen guiarte hacia el centro del
laberinto, pero no hay una ruta clara. El camino se bifurca y se retuerce,
haciendo que Ptolomeo y Calístenes se confundan y casi se pierdan, gracias a
los perros de Filotas permanecen todos juntos.
La luz del sol apenas
llega a los rincones del laberinto, y la oscuridad es opresiva. Los personajes
pueden sentir los ojos de alguien siguiéndolos, escuchan susurros y risas en la
distancia, pero cuando intentan encontrar la fuente, no hay nadie a la vista.
Calístenes alza la
voz, su tono cargado de una mezcla de curiosidad y desafío. "¡Que los que
nos observan se muestren!", declara en un intento de desentrañar el
misterio que los rodea. Sin embargo, un silencio profundo se cierne sobre el
laberinto, y las palabras parecen ser absorbidas por las paredes de piedra y el
suelo de tierra, sin respuesta ni indicio de la presencia que podría estar
acechando.
La atmósfera es
opresiva, y la sensación de ser observados se intensifica a medida que los
personajes avanzan. A veces, la sensación de que hay algo acechando en la
oscuridad les hace saltar y mirar hacia atrás, pero solo encuentran las paredes
del laberinto.
Rabia e Ira, los leales
compañeros caninos de Filotas, exhiben un comportamiento agitado y agitado. Sus
orejas se erizan y sus hocicos se alzan, captando la tensión que flota en el
aire. Sus movimientos inquietos revelan una percepción aguda de peligro, aunque
su fuente sigue siendo un misterio.
Mientras tanto, la
preocupación se refleja en los ojos de Hefestión, el cual comparte un lazo
profundo con su halcón, Crates. Aunque sus plumas danzan en la distancia, la
conexión entre ellos se hace tangible, y su llamado lleva consigo una nota de
angustia. Un atisbo de temor se dibuja en el rostro de Hefestión, una
preocupación que trasciende las palabras mientras lucha por comprender la
amenaza que puede acechar a su compañero emplumado.
La sensación de
Hefestión cambia abruptamente, como si su conciencia se desvaneciera, cediendo
el paso a una presencia ajena. Es Meir, el vástago, quien se acomoda en su
interior, aprovechando sus habilidades en Auspex para agudizar los sentidos y
revelar un espectro de auras doradas chispeantes. Estas luces etéreas sugieren
que algo de naturaleza espiritual y mágica los observa atentamente. La mente de
Hefestión se torna un campo compartido, donde Meir se conecta con la esencia
del lugar, capturando el posible origen de estas presencias misteriosas.
Meir, después de
haber explorado a través de la percepción de Hefestión, transfiere su
entendimiento a Calístenes cuando la posesión cesa. Este nuevo saber fluye en
la mente de Calístenes, como si las revelaciones de Meir hubieran sido
trascendentalmente inscritas en su intelecto. Hefestión, al recuperar su
control, ofrece una explicación: este conocimiento debe haber sido captado en
algún texto antiguo o escrito divino, y gracias a las bendiciones de los
dioses, la información ha iluminado sus mentes.
Esta cadena de
percepción compartida y comprensión recíproca conecta a los aventureros en una
sinfonía de sabiduría sobrenatural, a medida que se enfrentan a la presencia de
entidades espirituales y mágicas. La incursión en lo desconocido se torna aún más
profunda, mientras los protagonistas se adentran en una danza mística de
secretos y poderes que desafían los límites de su comprensión.
Finalmente, llegan al
centro del laberinto, donde se encuentra el templo en ruinas. Pero la sensación
de que alguien los está observando no desaparece. Pueden sentir la presencia de
alguien, pero no pueden ver a nadie. ¿Quién los está siguiendo en el laberinto
y por qué?
El Minotauro
Después de adentrarse
en el laberinto, Calístenes nota ciertos rastros de invocación a algo oscuro y
poderoso. Puede ver marcas extrañas en las paredes del laberinto, círculos de
piedra y velas apagadas. En el aire se siente una tensión creciente, una
energía oscura que se intensifica a medida que avanzan.
Meir, nuevamente,
proyecta su influencia sobre la mente de Calístenes, entrando en su ser y
tejiendo un tapiz de pensamientos e intuiciones. En su posesión temporal, Meir
reflexiona sobre los restos extraños que han encontrado y las auras doradas
chispeantes que los rodean. Finalmente, llega a la reveladora conclusión de que
no se trata de una entidad espiritual, como inicialmente se había pensado, sino
de algo físico, una criatura que ha sido invocada desde el plano espiritual al
mundo material.
En un momento de
sincronización perfecta, Calístenes recobra su conciencia y da voz a los
conocimientos que Meir ha compartido con él. Sus palabras resuenan con una
sabiduría inusual, como si hubiera absorbido la experiencia y la comprensión
directamente de un reino más allá de lo terrenal. Mientras habla, su escudo cae
de su espalda para acomodarse en su brazo izquierdo, y en su mano derecha
empuña una espada con firmeza.
La transformación de
Calístenes, tanto en palabras como en su disposición física, refleja el impacto
profundo de la percepción compartida con Meir. La unión de sus mentes y la
incorporación de conocimiento divino han forjado una conexión poderosa,
permitiendo que el grupo se prepare para enfrentar la criatura malévola que ha
emergido del plano espiritual. La escena está cargada de tensión y preparación,
mientras los aventureros se preparan para el enfrentamiento que se avecina.
Neb-Nesut, expectante
en la mente de su anfitrión, se apodera momentáneamente de Ptolomeo en un
intento de descubrir el enigma que los rodea. Sin embargo, sus esfuerzos no
obtienen los resultados deseados, ya que la esencia de la intriga persiste
inquebrantable. Pese a su poder, el capitán griego se encuentra perplejo,
incapaz de discernir la causa detrás de la situación que enfrentan.
Ptolomeo, una vez
liberado de la influencia de Neb-Nesut, percibe la ligera alteración en su
conciencia, un breve resquicio en su pensamiento. Un atisbo de desconcierto
cruza su rostro mientras intenta racionalizar el lapso, aunque no encuentra
explicación lógica que justifique tal desliz. La tensión palpable en el
ambiente, sumada a la incertidumbre de la travesía, se convierte en la única
respuesta aparente.
Orison experimenta un
cambio abrupto en su conciencia, encontrándose ahora en el cuerpo de Filotas. A
través de esta conexión única, trasmite a Filotas un conocimiento urgente: algo
ha sido invocado, una presencia extremadamente peligrosa se ha manifestado en
su entorno, un Minotauro. La sensación de alarma y amenaza se filtra a través
de su mente compartida.
Un Minotauro, una
criatura mitad hombre, mitad toro que habitaba en laberintos subterráneos en la
mitología griega. Podría haber sido invocado como protector debido a su fuerza
y ferocidad en la batalla.
El Minotauro |
Al regresar a su
propio ser, Filotas retiene la percepción de que algo ha sido convocado, pero
está desconcertado por la fuente de esta comprensión. No puede explicar cómo
adquirió tal conocimiento, ya que no se basa en ninguna experiencia pasada ni
en su propia investigación. Sin embargo, la advertencia persiste en su mente,
una voz interior que le advierte sobre la gravedad de la situación.
La incertidumbre y el
enigma que rodea este misterio se profundizan, a medida que Orison intenta
reconciliar su nuevo entendimiento con la realidad. Las piezas del rompecabezas
parecen encajar de manera extraña, y los aventureros enfrentan un desafío que
va más allá de su comprensión. Cada revelación y cada pista los acercan a un
enfrentamiento inminente con una entidad desconocida y potencialmente
catastrófica.
Ragabash igualmente
toma el control de Hefestión para ver si puede aportar algo nuevo pero
solamente da un escalofrió a su anfitrión que se siente igual de confundido que
sus compañeros que viven esta experiencia.
De repente, el suelo
comienza a temblar y un rugido atronador sacude el laberinto. De las sombras
aparece una figura enorme y musculosa: el Minotauro. Su cuerpo es el de un
hombre, pero su cabeza es la de un toro, con cuernos afilados y ojos rojos como
la sangre. Empuña dos enormes hachas y gruñe con furia al ver a los intrusos en
su laberinto.
Ragabash se adentra
en la mente de Hefestión, en busca de respuestas adicionales que puedan arrojar
luz sobre el misterio que los rodea. Sin embargo, su intento de exploración se
topa con una barrera sutil pero palpable. Un escalofrío recorre la columna
vertebral de Hefestión, dejando tras de sí una sensación de inquietud y
confusión.
A pesar de los
esfuerzos de Ragabash, la conexión no revela nuevos detalles significativos. La
incertidumbre persiste, y la sensación de desconcierto se propaga entre los
aventureros como una sombra inasible. La experiencia que está viviendo supera
su comprensión y desafía sus habilidades individuales.
La enigmática
situación se intensifica, ya que los protagonistas continúan luchando por
desentrañar la trama de eventos inexplicables que los rodea. Las piezas del
rompecabezas parecen esquivas y el peligro latente agrega una urgencia aún
mayor a su búsqueda de respuestas. De momento solo saben que un Minotauro
podría estar rondando…
Efectivamente, frente
a ellos aparece un Minotauro, una criatura mitad hombre, mitad toro, con un
cuerpo musculoso y fornido y una cabeza de toro con cuernos afilados. Su piel
es gruesa y peluda, y su cuerpo está cubierto de cicatrices y heridas de
batalla. Sus ojos son grandes y oscuros, con una mirada feroz e intimidante.
La tensión en el aire
alcanza su punto máximo cuando Hefestión apunta con su arco, fijando su mirada
en el temible Minotauro. La flecha queda tensa, lista para ser disparada en
cualquier momento, y su valor resuena en cada fibra de su ser.
Calístenes toma la
vanguardia de la defensa, alzando su escudo con habilidad y sosteniendo su
espada en posición de ataque. Sus músculos se tensan, preparados para contrarrestar
la embestida de la criatura. A su lado, Filotas muestra una resuelta
disposición, escudo en ristre y flanqueado por sus leales perros, listos para
luchar junto a él.
La arremetida
comienza cuando Ptolomeo lanza su lanza con precisión, impactando en el brazo
izquierdo del Minotauro. Un grito de dolor escapa de la bestia herida, su furia
se intensifica, y su mirada se enfoca en los aventureros con una mezcla de
rabia y sed de venganza.
El Minotauro carga
hacia adelante, cada paso resonando como un trueno mientras avanza con audacia
hacia el grupo de defensores. Los corazones laten acelerados, la adrenalina
fluye y la batalla se desata en toda su ferocidad. El enfrentamiento se
convierte en una danza mortal de acero y fuerza, mientras los aventureros
luchan por sobrevivir y prevalecer ante la amenaza que ahora se abalanza sobre
ellos.
La criatura se mueve
con una agilidad sorprendente, gracias a sus poderosas patas de toro. Es un
luchador formidable, capaz de derribar a cualquier enemigo con un solo golpe de
sus cuernos o sus puños. Además, tiene una gran resistencia y puede soportar
una cantidad impresionante de daño antes de caer en la batalla. Su rugido es
fuerte y gutural, lo que puede hacer temblar a cualquier valiente que se cruce
en su camino.
El Minotauro, con su
formidable figura, carga hacia los aventureros portando dos hachas de tamaño
colosal. Sus armas son extensiones de su propia ferocidad, y el resplandor de
los filos amenaza con desencadenar una devastación mortal en su camino.
La figura aterradora
del Minotauro irradia un miedo palpable entre los aventureros, un temor que se
enreda en sus mentes y amenaza con paralizarlos. Incluso los valerosos
Hefestión y Ptolomeo, ante la magnitud de la criatura mitológica que enfrentan,
sienten cómo la duda y el temor insidioso empiezan a cernirse sobre ellos. La
perspectiva de un enemigo tan colosal y mortífero es abrumadora, y la idea de
la muerte inminente se cierne como una sombra amenazante.
Sin embargo, en medio
de este miedo colectivo, Filotas y Calístenes emergen como una fortaleza
inquebrantable. Sus miradas se cruzan en un instante de compenetración, un
vínculo que trasciende las palabras. Juntos, mantienen firmes sus escudos y su
posición, preparados para el impacto del Minotauro que carga hacia ellos con
ferocidad.
A medida que la
criatura se acerca, el éxtasis de la batalla se apodera de ellos, una oleada de
coraje que los envuelve en una corriente eléctrica de coraje. Este es su
momento de verdad, un instante donde el miedo se transforma en fuerza y
audacia. Cada latido del corazón, cada respiración agitada, se convierte en un
testimonio del poder del espíritu humano ante la adversidad más abrumadora.
La camaradería y la
conexión que comparten Filotas y Calístenes se convierten en un faro de
valentía, un faro que ilumina el camino a seguir mientras enfrentan al
Minotauro en su cargada embestida. La batalla se convierte en un baile épico
entre la vida y la muerte, con la osadía incansable de estos dos compañeros
actuando como un combustible imparable en su lucha por la supervivencia y la
victoria.
El choque es brutal y
desgarrador cuando el Minotauro arremete contra Filotas con una fuerza
titánica. Los dos cuerpos chocan con un estruendo ensordecedor, y la tierra
tiembla bajo la impactante colisión. La ferocidad de la embestida arrastra a
Filotas varios metros, su resistencia luchando contra la embestida de la
criatura mitológica.
El escudo de Filotas,
que antes parecía una barrera sólida, es destrozado como papel ante la fuerza aplastante
del Minotauro. Un pitón afilado del ser bestial se clava en el pecho de
Filotas, traspasando su armadura con una facilidad inquietante. Aunque la
penetración es mínima, el dolor se convierte en una sensación abrumadora, una
quemazón que parece eterna y torturadora.
Filotas queda herido
y aturdido, enfrentándose directamente al Minotauro. La confrontación épica ha
dejado una huella indeleble en su cuerpo y mente, y se encuentra en un
enfrentamiento directo con la criatura cuyos rugidos retumban en el aire. La
sangre y la adrenalina inundan su ser, mientras lucha por mantener su
compostura y encontrar una manera de sobrevivir en medio del caos que lo rodea.
Con un coraje
indomable, Calístenes avanza audazmente hacia el Minotauro mientras este ataca
a Filotas, su espada en mano y su objetivo claro: apuntar al corazón de la
bestia. Sin embargo, en un giro inesperado, su golpe se encuentra con una
resistencia asombrosa. La espada, que una vez fue una extensión de su voluntad,
se quiebra en mil pedazos como si fuera de cristal frágil al impactar con el
cuerpo imponente del Minotauro.
El sonido de la
espada quebrándose es ensordecedor, un eco trágico de la lucha desesperada.
Calístenes se queda con los fragmentos rotos en la mano, desarmado y vulnerable
ante la furia del Minotauro. Su única defensa ahora es su escudo, y sus ojos
reflejan sorpresa mientras se enfrenta a la amenaza descomunal sin arma alguna.
La lucha se convierte
en una batalla de supervivencia, donde la valentía y la tenacidad de Calístenes
se ponen a prueba al límite. A pesar de la adversidad, se mantiene firme,
agarrado a su escudo y enfrentando la embestida del Minotauro con una
resolución indomable. La situación se vuelve aún más crítica, y cada movimiento
se convierte en una cuestión de vida o muerte mientras los aventureros luchan
por mantenerse de pie ante la inquebrantable amenaza que los rodea.
Hefestión, en un
intento por marcar un impacto crucial en la batalla, tensa su arco con
precisión y apunta a la cabeza del Minotauro. La flecha vuela rauda, su
trayectoria perfectamente calculada para alcanzar su objetivo. Sin embargo, en
un giro desolador, la flecha impacta sobre uno de los astas de la criatura,
estallando en pedazos al no hacer ni siquiera un rasguño en su piel impenetrable.
La escena se
desenvuelve en un instante de frustración y asombro. Hefestión queda
momentáneamente congelado, mirando incrédulo cómo su flecha se desintegra en el
aire. La magnitud de la resistencia del Minotauro ante el ataque es
desconcertante, y la realidad de la amenaza que enfrentan se vuelve más
apremiante que nunca.
Calístenes, en medio
del frenesí de la batalla, recuerda la posibilidad de disolver la invocación
del Minotauro. La idea de romper las marcas del ritual resuena en su mente como
una solución potencial a la amenaza que enfrentan. Su arrojo lo lleva a buscar
desesperadamente los símbolos del ritual, sabiendo que la clave para detener al
Minotauro podría estar en deshacer las marcas de su invocación.
Su mirada escudriña
las paredes del laberinto en busca de cualquier signo de los símbolos mágicos.
Finalmente, sus ojos captan un destello en una pared lejana, una marca que
parece estar relacionada con el ritual. Sin pensarlo dos veces, Calístenes
señala con urgencia el símbolo en la roca, intentando atraer la atención de sus
compañeros que están inmersos en la intensa batalla.
El grito de
Calístenes se mezcla con el estruendo de los choques de espadas y los rugidos
del Minotauro. La información compartida puede ser la clave para dar un vuelco
en la situación y poner fin a la invocación que amenaza sus vidas. Con su voz
luchando por superar el ruido de la contienda, Calístenes hace un esfuerzo por
comunicar la esperanza que podría cambiar el curso de la batalla, un momento
crítico donde la atención y la coordinación se vuelven esenciales en su lucha
por la supervivencia.
Ptolomeo,
respondiendo al grito urgente de Calístenes, desenvaina su espada con decisión
y sigue la dirección de la mirada de su compañero. Sin embargo, mientras busca
el símbolo en la roca que Calístenes señala, su mirada se encuentra con una
vista confusa y desorientadora. La tensión del momento y la agitación de la
batalla dificultan su percepción, y la imagen que busca se evade
momentáneamente de su vista.
La confusión nubla su
juicio, y la oportunidad para atacar al Minotauro se desvanece en un instante.
Ptolomeo, momentáneamente distraído por la búsqueda del símbolo mágico, pierde
el momento preciso para actuar contra la criatura mitológica que los enfrenta.
La frustración y el arrepentimiento se mezclan en su mente mientras el tiempo
se desvanece, dejándolo con una sensación de oportunidad perdida en medio del
caos de la batalla.
El enfrentamiento
alcanza un nivel aterrador cuando la gran cabeza del Minotauro se cierne sobre
Filotas, su aliento ardiente y fétido llenando el aire. Con valentía
implacable, Filotas busca una apertura, intentando clavar su espada en el ojo
de la criatura en un intento desesperado por repeler su ataque. Sin embargo, en
un giro cruel del destino, el Minotauro reacciona con una fuerza devastadora.
Un hachazo brutal cae
sobre la cabeza de Filotas, rompiendo su casco y partiendo su protección por la
mitad. La impactante violencia del golpe deja a Filotas gravemente herido y
agonizante en el suelo, su cabeza abierta y sangrando profusamente. El dolor y
la confusión se entrelazan en su mente mientras lucha por mantener la
consciencia en medio de la brutalidad del asalto.
Hefestión, en medio
del caos y la desesperación, se arma con una nueva flecha, tensando su arco con
precisión mortal. Su mirada fija en el objetivo, apunta directamente a la
cabeza del Minotauro. La flecha se lanza con una velocidad impresionante,
encontrando su camino hacia el cuello del ser mitológico.
La punta de la flecha
se hunde en el cuello del Minotauro con un impacto fulminante. Un grito furioso
y enfurecido rasga el aire, llenando el espacio con una nota discordante de ira
y dolor. La criatura, herida y desafiada, se contorsiona en respuesta a la
agresión, su furia palpable en cada uno de sus movimientos.
La intervención
valiente de Hefestión no solo inflige un daño significativo al Minotauro, sino
que también se convierte en un momento de resistencia y esperanza para los
aventureros. La lucha por la supervivencia se intensifica, y cada golpe, cada
acto de valentía, lleva consigo la posibilidad de cambiar el rumbo de la
batalla. Enfrentados contra un enemigo formidable, los protagonistas luchan con
coraje inquebrantable, dispuestos a defenderse y a prevalecer en medio de la
adversidad abrumadora.
Calístenes, impulsado
por un instinto valeroso, corre hacia la runa señalada en la pared con su
escudo en mano. Su coraje lo guía mientras se lanza hacia adelante, sus pies
golpean el suelo con fuerza mientras se prepara para el impacto crucial. Con un
salto audaz, se eleva en el aire y su escudo se alza sobre su cabeza, listo
para golpear con fuerza la runa y deshacer el hechizo que mantiene al Minotauro
en el mundo material.
Ptolomeo, en un acto
de intrépida audacia, carga directamente hacia el Minotauro con su espada
desenvainada, la valentía en su mirada. La criatura mitológica y el valiente
guerrero se encuentran cara a cara en un enfrentamiento de fuerza y voluntad.
El estruendo de sus pisadas y el crujido del suelo bajo la presión del choque
llenan el aire.
Las dos figuras
chocan con una fuerza abrumadora, una batalla de titanes donde el hombre y la
bestia se miden en una lucha de fuerza bruta. Ptolomeo sostiene su espada con
firmeza, su músculos tensos mientras hace frente al poderoso Minotauro. El ser
mitológico, por su parte, emite un gruñido desafiante mientras intenta superar
la resistencia del valiente guerrero.
La situación se
vuelve aún más desesperada cuando Filotas yace en el suelo, gravemente herido y
en un estado cercano a la inconsciencia. Sus fieles perros, Ira y Rabia, se
convierten en su última línea de defensa, saltando valientemente hacia el
Minotauro en un intento desesperado por proteger a su dueño. La escena es un
testimonio conmovedor de la lealtad inquebrantable de los animales hacia su amo
en su momento de mayor necesidad.
Sin embargo, la
tragedia se cierne sobre ellos cuando Ira es partido por la mitad por un
brutal hachazo del Minotauro. El aullido de dolor y el último suspiro del leal
compañero llenan el aire, un sacrificio heroico que deja un eco de tristeza y
pérdida. Mientras tanto, Rabia, valiente y tenaz, se aferra al muslo de la
criatura, mordiendo con todas sus fuerzas.
El escudo de
Calístenes se conecta con la runa en un choque resonante, una explosión de
energía mágica y física que parece sacudir el entorno mismo. El impacto es
poderoso, y Calístenes siente la vibración a través de sus brazos mientras
lucha por mantener el equilibrio en medio de la descarga de energía.
El resultado de su
acción se vuelve evidente cuando el Minotauro emite un rugido atronador, su
forma titubea y parpadea por un instante. La realidad parece temblar a su
alrededor, y la criatura se desvanece lentamente, su presencia debilitándose
hasta que desaparece por completo.
La sensación de
victoria se mezcla con el asombro y el agotamiento, y Calístenes cae de nuevo
al suelo, recuperando el aliento después de su valiente esfuerzo. La batalla,
que parecía inquebrantable, ha llegado a su fin, y los aventureros son testigos
del impacto directo de su valentía en el resultado de la lucha. El triunfo es
un testimonio del coraje y la unidad del grupo, quienes enfrentaron una amenaza
mitológica con fuerza inquebrantable y resolvieron el enigma que los había
rodeado.
Un drama de vida y
muerte, donde la valentía y la solidaridad prevalecen ante la amenaza mortal
que enfrentan. Mientras Rabia protege al moribundo Filotas, Hefestión toma
medidas desesperadas para detener la hemorragia y salvar su vida. La situación
es sombría y crítica, pero la intervención de Meir a través de Calístenes trae
un rayo de esperanza.
Meir, en el cuerpo de
Calístenes, con su vasto conocimiento médico, interviene con precisión en la
herida grave de Filotas. La intervención es tensa y meticulosa, con cada
puntada y cada movimiento crucial para estabilizar al herido. Con cuidado cosen
y vendan la herida, trabajando en equipo para luchar contra el reloj y evitar
que la vida de Filotas se apague.
Mientras Filotas
percibe dolor, oscuridad y frio. Calístenes reza en hebreo, idioma que solo
sabe Meir: “Señor los dos sabemos que no es su momento. Su camino acaba de
empezar. Muestra algo de clemencia. Deja que cumpla su destino.”
En medio de la
oscuridad y el frío que Filotas percibe, las palabras de Calístenes rezando en
hebreo resuenan en su mente. La súplica por clemencia y el llamado al destino
se convierten en un eco de esperanza en medio de su lucha por sobrevivir. La
conexión entre los amigos, la intervención médica y la oración crean un
ambiente cargado de emoción y significado.
Es un momento de
triunfo y alivio cuando Filotas despierta, sus ojos se posan en los rostros
familiares que le dan la bienvenida con alegría y alivio. Aunque su cuerpo no
puede moverse, su espíritu se llena de gratitud mientras se da cuenta de la
victoria sobre la muerte que acaban de lograr juntos. La camaradería y el apoyo
mutuo se convierten en el núcleo de esta experiencia desafiante, donde el poder
de la amistad y la voluntad de sobrevivir prevalecen sobre todas las adversidades.
El templo
El pequeño templo
derruido se encontraba en una zona llena de arbustos en el centro del
laberinto. El edificio de piedra estaba cubierto de musgo y enredaderas, lo que
sugería que había estado abandonado durante mucho tiempo. A pesar de su ruinoso
estado, todavía se podía ver que el templo tenía un diseño clásico griego, con
columnas de estilo dórico y una gran entrada en forma de arco. En su interior,
había un altar de piedra con marcas y grabados que Calístenes dató de hace
muchos siglos. La sensación en el aire dentro del templo era de una energía
antigua y mística, como si estuviera imbuido de la presencia de los dioses.
Era un templo
dedicado a Pan, un dios griego de los bosques, la naturaleza, los pastores y
los rebaños, reconocido por su apariencia de cabra y su amor por la música y la
danza.
Los personajes
llegaron al templo de Pan, pero se encontraron con que el lugar estaba
abandonado y en ruinas. Sin embargo, en un rincón del templo, vieron una figura
misteriosa sentada en una roca…
Pan
A medida que se
acercaron, se dieron cuenta de que, efectivamente era una criatura mitad hombre
y mitad cabra, con cuernos retorcidos y una mirada intensa en sus ojos oscuros.
Era el mismísimo dios Pan, que había aparecido para probar la valentía y la
sabiduría de sus nuevos invitados.
Pan es un dios de la
mitología griega, una figura salvaje con rasgos animales, mitad humano y mitad
cabra, con cuernos retorcidos y una barba larga y desaliñada. Sus patas también
son de cabra y tiene una cola peluda. Lleva una flauta que toca con gran
pericia. Es el dios de los bosques y la naturaleza, y se cree que tiene la
capacidad de controlar a los animales. Se le asocia con la fertilidad y la
sexualidad, y se le suele representar persiguiendo a ninfas y doncellas. Pero
aquí no hay ninguna…
Pan, Dios Griego |
Pan se presentaba
como el guardián del templo y el protector de la naturaleza, y les planteó un
acertijo para poner a prueba su sabiduría.
Cuando todos estaban
en su presencia sin preámbulos les pregunto:
–¿Qué animal camina
por la mañana con cuatro patas, por la tarde con dos patas y por la noche con
tres patas?
Los aventureros
tomaron un momento para pensar en la respuesta, mientras Pan los observa con
sus intensos ojos. Después de un momento, Calístenes tenía la respuesta:
–El ser humano. Gatea
en la infancia, camina en la adultez y usa un bastón en la vejez.
–Muy bien, tienes una
mente astuta. –Dijo Pan con voz melodiosa mientras sonreía y aplaudía– Pero la
sabiduría no se mide solo por la respuesta correcta, sino también por la
reflexión y el análisis que haces de la misma. ¿Qué puedes aprender de esta
adivinanza?
–El tiempo es efímero.
–Respondió sabiamente Calístenes dejando perplejos a sus compañeros– Puede ser
que las cosas cambien y evolucionen a lo largo del tiempo, y que la perspectiva
que tengamos de las mismas también cambie según la fase de nuestra vida.
–Exactamente. Siempre
hay que estar abiertos al cambio y a nuevas perspectivas, y no aferrarnos a
nuestras ideas preconcebidas. –Expresó Pan moviéndose con gracia sobre sus
pezuñas.
–Ahora, ¿qué los trae
por aquí? –preguntó el dios.
–Buscamos una joya
que ha desatado una búsqueda sin fin en el mundo –dijo Hefestión haciéndose el
interesante y llamando la atención de Pan.
–Estamos buscando a
Demetrios, ha robado la joya y queremos ayudarlo a protegerla de aquellos que
la buscan para fines malvados. –Dijo Ptolomeo dando un paso al frente.
–Muy bien… –añadió
Pan– Demetrios se encuentra en una pequeña cabaña en lo más profundo del bosque.
Pero cuidado, la isla está protegida por criaturas místicas y peligrosas, y la
joya tiene un poder que puede desatar consecuencias terribles…
–¿Qué poderes tiene
la joya? –preguntó Ptolomeo intentando sacarle información al dios.
–Pregunta acertada a
la persona equivocada –respondió Pan sonriendo pícaramente a Ptolomeo.
Con un suspiro
melódico que parece resonar en todo el templo, la figura misteriosa en la roca
se alza lentamente, revelando su verdadera naturaleza. La forma se contornea y
se retuerce, una metamorfosis en movimiento que comienza a transformarse ante
los asombrados ojos de los aventureros.
De repente, la figura
se expande, su forma humana se estira y alarga de manera sobrenatural. Las
extremidades toman una apariencia más tosca, más peluda y rugosa. La ropa que
la cubría se desvanece en un torbellino de hojas y viento, dejando al
descubierto una piel cubierta de pelaje oscuro y rústico.
Los ojos de los
aventureros se ensanchan mientras contemplan la asombrosa transformación. La
cabeza se ensancha y se adorna con cuernos retorcidos que emergen con elegancia
de la frente. Los rasgos humanos se difuminan, cediendo paso a una apariencia
más salvaje y animal. La criatura que antes parecía un viajero solitario en el
templo ahora se revela como el propio dios Pan.
En un momento de
éxtasis, Pan alza su cabeza y emite un rugido que parece fusionar el clamor de
la naturaleza misma.
–Os deseo suerte en
su búsqueda. –Dijo el dios sonriendo ampliamente.
Un viento suave y
fragante envuelve la escena, y las sombras danzan a su alrededor, formando un
halo etéreo que ilumina su forma majestuosa.
Y luego, en un último
y espectacular destello, Pan parece fundirse con la bruma que impregna el
templo. Su forma se difumina y se desvanece, como si el propio aliento de la
naturaleza lo hubiera reclamado. Los aventureros se quedan atónitos, con el
corazón latiendo en sus pechos mientras presencian el desvanecimiento del dios
ante sus ojos.
Un silencio reverente
llena el aire, como si el mismo tiempo se hubiera detenido para dar paso a la
magnificencia del evento. La figura de Pan, ahora una memoria resplandeciente,
se disuelve en la atmósfera, dejando tras de sí una sensación de asombro y
gratitud. Los aventureros han sido testigos de un momento verdaderamente
divino, una conexión con el mundo antiguo y espiritual que les recuerda la
grandeza y el misterio de los dioses que gobiernan la naturaleza misma.
Los héroes se
dirigieron hacia un frondoso bosque a través de una abertura externa del templo
que había sucumbido al paso del tiempo.
Avanzaron con
precaución a través del denso bosque, sorteando la vegetación que parecía
cerrarse a su paso. Cada paso que daban estaba acompañado por el suave susurro
de las hojas y el canto de los pájaros que llenaba el aire. Los rayos del sol
apenas lograban filtrarse entre las ramas, tejiendo una mágica penumbra en el
camino.
A medida que se
adentraban más en la frondosidad, el terreno se volvía más desafiante, con
raíces serpenteantes y arbustos retorcidos que obstaculizaban su camino. El
murmullo de un arroyo cercano se volvía cada vez más claro, como una guía
sonora que los conducía a través de esta maraña de naturaleza.
Hefestión y Ptolomeo
lideraron con destreza a la pequeña expedición a través del bosque espeso.
Finalmente, después
de un arduo recorrido, los héroes emergieron en un pequeño claro. Frente a
ellos, como una joya escondida en medio del bosque, se alzaba la modesta cabaña
de Demetrios. Sus paredes de madera cruda y el tejado de hojas y ramas se
fusionaban perfectamente con el entorno, como si la propia naturaleza hubiera
construido este refugio.
La cabaña, tal como
les había indicado Pan, exudaba una sensación de bienvenida y calidez, como un
refugio seguro en medio de la naturaleza indómita.
Con valentía en sus
corazones, los héroes se acercaron a la entrada de la cabaña. El crujido suave
de hojas bajo sus pies era el único sonido que rompía el silencio, además del
murmullo constante del arroyo cercano. La expectación flotaba en el aire
mientras cruzaban el umbral hacia el interior de la morada de Demetrios, listos
para descubrir los secretos que les esperaban en su interior.
Hefestión, el Bello |
La cabaña de
Demetrios era pequeña y modesta, construida con troncos de árboles y cubierta
por un tejado de paja. Se encontraba en un claro del bosque, rodeada de árboles
altos y frondosos. En su interior, hay una única habitación con paredes de madera,
que sirve como sala de estar y dormitorio al mismo tiempo.
En el centro de la
habitación había una pequeña mesa de madera, sobre la cual se encuentran varios
rollos de pergamino y documentos antiguos. En una esquina, había una cama de
madera con una sencilla colcha y una almohada de plumas. Un pequeño armario de
madera con puertas correderas se encuentra en otra esquina de la habitación,
donde Demetrios guarda sus pocas pertenencias y los documentos que escondió de
aquellos que buscan la joya.
La iluminación en la
cabaña era escasa, ya que sólo había una pequeña ventana en la pared de la
habitación que deja pasar la luz natural. La estufa de hierro fundido situada
en la esquina opuesta proporcionaba calor durante las noches frías. En general,
la cabaña tenía un aspecto rústico y sencillo, pero se sentía cálida y
acogedora en su simplicidad.
Demetrios
Al entrar,
encontraron al sacerdote sentado en una silla, en la penumbra, con una capucha
que cubría su rostro.
Demetrios era un
hombre mayor, de unos sesenta años, de estatura media y complexión delgada.
Tenía el pelo y la barba canosos, y su rostro estaba marcado por las arrugas
propias de su edad. A pesar de su apariencia frágil, Demetrios tenía una mirada
profunda y decidida que demostraba su coraje. Vestía con togas sencillas y
holgadas, y llevaba consigo un pequeño cajón de madera.
–Demetrios, por
favor, devuélvenos la joya –susurró Calístenes con amabilidad.
Demetrios aferró su
pequeño cajón, perdido en sus pensamientos.
–¿Por qué usaste la
joya en el templo? –preguntó Calístenes a Demetrios.
–Debía presentarla a
los dioses. –Respondió Demetrios con una voz profunda y serena.
–¿Y por qué te la
llevaste? –inquirió Hefestión.
–Agea me indicó que
debía hacerlo –respondió Demetrios, dejando a todos desconcertados. No conocían
a esta figura llamada Agea, pero en las profundidades de sus mentes, los seres
sobrenaturales que los acompañaban sí la reconocían. Era una Archimaga, aliada
de su causa y guardiana de Alejandro, una conexión que revelaba una trama aún
más profunda y enigmática.
A pesar de su difícil
situación, Demetrios se mostraba sereno y confiado en su conversación con los
personajes, y parecía tener una gran sabiduría y conocimiento sobre los asuntos
sagrados de la ciudad de Olimpia.
–Gracias por venir a
ayudarme. –Dijo Demetrios levantándose de la silla con dificultad– Sé que sois
los elegidos por Pan para encontrar la joya y protegerla de aquellos que la
buscan.
–La joya tiene un
poder oscuro y peligroso, y que su posesión puede desatar consecuencias
terribles. –Dijo el anciano acariciando su caja inconscientemente– Es una
reliquia muy antigua, se dice que tiene el poder de controlar la mente y el
corazón de quienes la poseen. Quienes la buscan, lo hacen para usarla con fines
oscuros y maléficos.
–No podía dejarla en
manos del rey, ni del príncipe Alejandro, les llevaría a la ruina. –Continuó
Demetrios muy alterad– Fue un regalo de una embajadora persa… era un buen
caballo de Troya activado años después de haber sido regalada.
–La robaste. No te
pertenece. Si no puede tenerla Alejandro, ni Filipo ¿Quién puede? ¿Quién está
detrás de todo esto? –preguntó Ptolomeo.
Demetrios no emite
respuesta a Ptolomeo y con decisión se dispone a abrir la caja que había
protegido con tanto celo.
La Joya de los Dioses |
Demetrios les muestra
la joya, una piedra de un intenso color azul oscuro que parece estar iluminada
desde su interior. A medida que la observan, sienten una extraña atracción
hacia ella, como si estuviera llamándolos.
Neb-Nesut se apodera
del cuerpo de Ptolomeo, y sus ojos se posan en la joya con una ambición
desmedida que brilla en su mirada. El Vástago egipcio solo podía pensar en el
poder que tendrá tan ansiada reliquia.
Es una pieza
impresionante, de un tamaño considerable y una belleza extraordinaria. Está
hecha de un metal dorado y pulido, adornado con una serie de relieves
intrincados que representan escenas de batallas y mitos antiguos. En el centro
de la joya, una piedra de un azul profundo y brillante se encuentra enmarcada
por un aro dorado, lo que le da un aspecto casi mágico.
La Criatura
En ese momento, la
cabaña comienza a temblar y un fuerte viento empieza a soplar desde el
exterior. Demetrios les indica que deben salir de allí rápidamente, ya que
alguien ha descubierto su escondite.
Los personajes se
lanzan en una carrera desesperada hacia el exterior, sintiendo una fuerza
desconocida pisándoles los talones. En medio de la carrera frenética, Filotas
pierde el equilibrio y cae al suelo, aún aquejado por sus heridas graves.
Calístenes y Ptolomeo acuden rápidamente en su ayuda, ofreciéndole su apoyo
para que se reincorpore y continúe la huida. Juntos, luchan contra la
adversidad, impulsados por la urgencia de escapar de la amenaza que los
persigue.
En el bosque, se encontraron
con una criatura aterradora, un ser humanoide con garras y dientes afilados que
parecía haber sido enviado para recuperar la joya.
La criatura
aterradora era un ser humanoide de gran estatura, de aspecto aterrador. No poseía
piel, si no musgo que había crecido cubriendo parte de sus huesos deformados y
músculos correosos que se dejan ver de forma grotesca. Parecía un ser sin
acabar, como si una deidad no la hubiera terminado y se hubiese quedado
incompleta. No poseía rostro si no una gran calavera animal con enormes
colmillos en sus fauces. Sus ojos claramente sobrenaturales eran de color verde
luminoso y brillantes que parecían escanear su entorno en busca de presas. Sus
extremidades eran largas y aparatosas terminando en garras sobredimensionadas y
afiladas como cuchillas que brillan bajo la luz de la luna. Parecía ser
increíblemente ágil y rápido, moviéndose como un felino a través del bosque. Su
presencia emanaba una sensación de peligro y maldad, y su mirada parecía
penetrar en el alma de aquellos que osaban enfrentarse a ella.
La Criatura |
Mientras los demás se
preparaban para el combate inminente, Calístenes quedó inmóvil, con la mirada
perdida y los ojos en blanco, como si una fuerza superior lo hubiera
petrificado en el lugar. Su mente parecía distante, absorta en un mundo ajeno
al presente...
“Meir descendía cautelosamente por una escalera de
caracol esculpida en piedra sólida y pulida. La única iluminación provenía de
la lámpara que sostenía firmemente en su mano. El ambiente húmedo y fresco se
intensificaba a medida que descendía más y más hacia las profundidades
desconocidas. El sacerdote colocaba cada pie con sumo cuidado en los peldaños
desgastados, consciente de que un resbalón o un mal paso podría resultar en una
caída fatal.
Mientras
descendía, la luz de la lámpara proyectaba sombras danzantes en las paredes de
piedra, creando un efecto inquietante y misterioso en el espacio confinado. El
aire parecía más denso a medida que se adentraba en las entrañas del lugar, y
la humedad se hacía palpable en su piel y en su respiración. Meir sintió un escalofrío
recorriendo su espalda y no estaba seguro de si era a causa del frío o de la
sensación de inquietud que lo invadía.
El
eco de sus pasos resonaba en el silencio, interrumpido únicamente por el
ocasional goteo de agua que se filtraba a través de las grietas en las paredes
y el techo. Con cada peldaño que descendía, Meir sentía que se alejaba cada vez
más del mundo exterior y se adentraba en un reino oscuro y desconocido. Sin
embargo, la curiosidad lo impulsaba a seguir avanzando, consciente de la importancia
de su misión y de los secretos que podrían revelarse en las profundidades de
aquel lugar olvidado.
Después
de un descenso que a Meir le pareció interminable, finalmente llegó a su
destino: una capilla secreta dedicada a su dios, Yahvé. El espacio, un
habitáculo circular y modesto, había sido hábilmente excavado en la roca
sólida. La cúpula abovedada que se alzaba sobre su cabeza estaba formada por
dos cuerpos superpuestos, dando la impresión de un cielo estrellado tallado en
piedra.
Las
paredes de la capilla estaban adornadas con intrincadas signos en belurio
antiguo, símbolos de poder relacionados con la protección y la fuerza. En lugar
de imágenes o altares típicos, el recinto contenía únicamente unos bancos de
piedra, donde los fieles podían sentarse a meditar y buscar consuelo. La tenue
luz de dos antorchas enfrentadas iluminaba el espacio, dando vida a las runas y
creando un ambiente de reverencia y misticismo.
En el
centro de la capilla, un pequeño estanque redondo de agua cristalina y perfectamente
quieta reflejaba la luz de las antorchas, creando un efecto tranquilizador en
el entorno. Este estanque simbolizaba la pureza del alma tras haber rezado a Yahvé,
y servía como recordatorio de la búsqueda constante por la purificación
espiritual.
El
silencio y la serenidad del lugar envolvieron a Meir, proporcionándole un
respiro de la tensión y el miedo que había sentido durante su descenso. En este
santuario subterráneo, se sentía protegido y guiado por la presencia de su
dios, Yahvé, y se llenó de una renovada audacia para enfrentarse al desafío que
le esperaba.
En uno de los cuatro bancos de piedra, lo
suficientemente amplios para acomodar cómodamente a cinco personas, se
encontraban sentadas dos figuras enigmáticas. La escasa iluminación del lugar
no permitía verlos con gran claridad, pero la diferencia en sus vestimentas era
evidente.
La primera figura estaba envuelta en una toga
sacerdotal oscura, con una capucha que ocultaba su rostro por completo y las
manos metidas en los bolsillos. Su apariencia era casi fantasmal, como si fuera
un espectro que animaba un manto negro en lugar de un ser humano.
El segundo individuo vestía como un noble
cortesano. Sus botas relucían en la tenue luz, y sus pantalones granates
combinaban perfectamente con su elegante chaqueta, adornada con botones
nacarados. Una capa carmesí, finamente confeccionada, reposaba sobre los
hombros del joven apuesto, cuyo rostro reflejaba un semblante frío y
calculador.
La presencia de estas dos figuras en la capilla
secreta de Yahvé, tan diferentes en apariencia y vestimenta, generaba una
atmósfera intrigante y misteriosa. El silencio entre ellos parecía cargado de
tensión, como si estuvieran a la espera de un acontecimiento crucial o de
alguna revelación que cambiaría el curso de sus vidas. Sin embargo, en ese
refugio sagrado, la influencia de su dios parecía unirlos, al menos por el
momento, en una búsqueda compartida por la guía y protección divina.”
El ser emitió un
rugido ensordecedor mientras se abalanzó sobre los personajes. Su mirada
despiadada les dejó claro que no se trataba de un enemigo fácil de vencer. El
sonido de los gruñidos y los chillidos se mezclaba con el de los árboles
agitándose por la fuerza del viento.
Orison, tomando
posesión del cuerpo de Filotas, canalizó su energía y poder en una
manifestación sorprendente. Concentrándose intensamente, invocó una nube de
oscuridad que envolvía a la criatura, ocultándola de la vista de todos. Sin
embargo, los ojos luminosos y verdes de la criatura parecían traspasar el
sudario de sombras sobrenaturales, brillando como antorchas en medio de la
oscuridad.
La criatura se lanzó
en una carrera frenética en dirección a Demetrios, su objetivo aparentemente
claro a pesar de la negrura que la rodeaba. Con rapidez sobrenatural, el ser
gigante se plantó frente al anciano sacerdote de Zeus. La figura que había sido
protectora de la joya ahora se encontraba en el suelo, librando una lucha
desesperada por su vida mientras enfrentaba la furia de la criatura.
La criatura ejecutó
un ataque letal con precisión mortal, impactando directamente en Demetrios y
arrancándole el corazón de su pecho. En un instante, la vida abandonó el cuerpo
del anciano sacerdote de Zeus, dejando su forma inerte en el suelo en un silencio
ominoso. La tragedia se desplegó de manera implacable, marcando un punto de
inflexión en el enfrentamiento y dejando a los presentes en un estado de
conmoción y asombro ante la rapidez y ferocidad del desenlace. El aire mismo
parecía contener un pesado lamento mientras todos eran testigos de la caída de
quien había sido el protector de la joya y ahora se había convertido en una
víctima de las fuerzas oscuras que acechaban.
Ptolomeo, movido por
un impulso valeroso, arrojó su lanza con fuerza y la clavó en el pecho de la
criatura, pero apenas logró hacerle un rasguño. Con una fuerza sobrenatural, la
criatura arrancó la lanza de cuajo como si fuera un simple juguete.
Calístenes, tras haber tenido la vivencia del pasado de Meir, volvió en sí y se mantuvo
alerta y listo, escudo y lanza en posición, preparado para el siguiente
movimiento. Mientras tanto pensaba en lo que los dioses le habían mostrado.
Hefestión apuntó con
su arco, concentrando toda su destreza en el disparo. La flecha impactó en la
cabeza de la criatura, pero se partió al entrar en contacto con la dura
calavera de la bestia.
Filotas, herido de
muerte por el ataque del Minotauro, tomó una decisión sabia. Reconociendo su
debilidad, optó por retirarse, acompañado por la protección leal de Rabia,
quien lo guió con precaución hacia un lugar seguro en el bosque.
Ptolomeo no se
amilanó y se lanzó valientemente contra la criatura. Con un salto decidido,
clavó su espada en el corazón del ser, que palpitaba con fuerza mientras la
criatura lanzaba un grito desgarrador de dolor, una melodía en los oídos del
capitán griego.
Calístenes, lleno de
osadía, corrió hacia la criatura y la embistió con un certero lanzazo también
dirigido al corazón herido por Ptolomeo. La criatura, ya malherida, emitió otro
grito de agonía mientras el impacto resonaba.
Hefestión, observando
con astucia, identificó la vulnerabilidad del corazón, que se mostraba a través
de sus huesos descarnados. Apuntó su arco una vez más, y su flecha se hundió en
el mismo corazón, sellando el destino del ser oscuro. La criatura se deshizo en
un humo negro que se disipó rápidamente, dejando tras de sí una sensación de victoria.
Ptolomeo, sintiendo
la urgencia, se dirigió hacia la caja de Demetrios. Con valentía, la recogió y
la mantuvo en su posesión, asegurándose de que quedara resguardada de manera
segura. La batalla había concluido, y los héroes habían triunfado, pero la
sombra de la amenaza y la misteriosa joya persistían, dejando un aura de
incertidumbre en el aire.
En ese momento, los
personajes se dieron cuenta de que la joya sagrada podía ser más peligrosa de
lo que pensaban. Debían decidir rápidamente qué hacer con ella antes de que
caiga en manos equivocadas. Sabían que si la entregan a los patrocinadores, podía
ser utilizada con fines maléficos, pero si intentan mantenerla oculta, podían
estar en peligro constante y sin saber cómo protegerla adecuadamente.
Debían evaluar
cuidadosamente los riesgos y las posibilidades antes de tomar una decisión,
pero el tiempo corría en su contra y debían actuar con rapidez si querían
evitar que la joya cause más daño.
Había muchas
preguntas sin responder ¿Qué hacía la joya, no lo sabían? ¿Donde podrían
encontrar este saber? ¿Y los manuscritos de Demetrios?
Ptolomeo, el Salvador |
Finalmente, los
héroes llegaron a la cabaña de nuevo. Al adentrarse en su interior, sus miradas
se posaron en un manuscrito que yacía sobre una mesa. Era el legado dejado por
Demetrios, el cual contenía secretos y revelaciones que podrían arrojar luz
sobre la enigmática situación en la que se encontraban.
Calístenes tomó el
manuscrito entre sus manos y lo hojeó con atención, sus ojos recorriendo las
páginas en busca de pistas. Con voz clara y firme, comenzó a leer en alto los
pasajes más intrigantes y relevantes para sus compañeros. Cada palabra
pronunciada resonaba en el aire, cargada de significado y misterio, mientras
todos escuchaban con atención, ansiosos por descubrir las verdades ocultas
entre las líneas del manuscrito de Demetrios. El ambiente en la cabaña estaba
impregnado de anticipación y curiosidad, mientras Calístenes compartía con sus
compañeros las revelaciones que el anciano sacerdote había dejado atrás.
Los manuscritos
secretos de Demetrios son una colección de documentos escritos a mano que
describen la historia y los misterios detrás de la joya sagrada. Contienen
información sobre la procedencia de la joya, su poder y los posibles peligros que
se derivan de su uso indebido.
La joya tiene la
capacidad de conceder un gran poder a su portador, pero a un gran costo. Cada
vez que se utiliza, el portador debe sacrificar una parte de su alma, lo que
puede llevar a su eventual degradación y corrupción. Además, la joya tiene la
capacidad de atraer a seres malévolos y oscuros que buscan su poder para sus
propios fines. Es por eso que Demetrios quería mantenerla alejada del mundo, ya
que teme que su uso desate consecuencias terribles y peligrosas.
Además, los
manuscritos también incluyen notas y teorías de Demetrios sobre cómo proteger
la joya y mantenerla alejada de aquellos que buscan utilizarla para fines
malévolos. Contienen información sobre posibles lugares seguros donde se puede
ocultar la joya y cómo evitar que caiga en manos equivocadas.
Los manuscritos
secretos de Demetrios son un tesoro invaluable para aquellos que buscan
proteger la joya y mantenerla alejada de aquellos que buscan utilizarla para
fines oscuros. Son un legado del sacerdote que sacrificó su vida por proteger
la reliquia y evitar que caiga en manos equivocadas.
En unos documentos a
modo de diario, Demetrios tiene anotadas varias opciones para la joya, sin
saber bien cuál sería la repercusión de las mismas:
Demetrios, Sacerdote de Zeus |
Transcripción del
diario de Demetrios:
Hoy he traído la joya sagrada al templo de Pan. Sé que
hay quienes buscan su poder, este será el lugar más seguro, el Minotauro que he
invocado se encargará de ello.
La joya es una reliquia peligrosa, con el poder de controlar
la mente y el corazón de quienes la poseen. No podía dejarla en manos del rey o
del príncipe Alejandro, les llevaría a la ruina.
He descubierto unos antiguos escritos que podrían revelar
el origen de la joya y su conexión con los dioses Apolo y Atenea. Además, he
encontrado una tablilla de arcilla grabada con inscripciones que podrían
contener información crucial sobre el verdadero poder de la joya. Me encuentro
ansioso por dedicar mi tiempo a traducir estos textos y obtener información
valiosa que pueda ayudarnos a entender mejor el objeto y su influencia en
aquellos que lo poseen. Sin embargo, el tiempo es un factor crítico, ya que
existe una amenaza constante por aquellos que buscan apoderarse de la joya y su
poder oscuro y peligroso.
Estoy investigando cómo proteger la joya del mal que
intenta apoderarse de ella. Pero no se cuanto tiempo tendré hasta ser
descubierto, al menos una criatura invocada por oscuros poderes me persigue
para recuperar la joya, lo presiento. Temo que pueda llegar en cualquier
momento, si me encuentra no sé si seré capaz de defenderme ante el...
Considero varias posibilidades para lidiar con la
peligrosa joya y su poder oscuro. Podría devolverla al templo de Zeus en
Olimpia, pero no estoy seguro de que los sacerdotes puedan garantizar su
seguridad. También podría intentar destruirla, pero eso podría ser difícil ya
que es una reliquia de los dioses.
Una opción podría ser esconderla en un lugar secreto y
seguro, pero necesito encontrar un lugar en el que nadie pueda encontrarla. O
quizás pueda controlar su poder y usarlo para ayudar a la humanidad en lugar de
causar daño... pero no sé si eso será posible.
Debo tomar una decisión pronto, antes de que sea
demasiado tarde. Espero que los compañeros de Alejandro, sus valientes
generales lleguen pronto y demuestren ser dignos del dios Pan y venzan al
Minotauro. Ellos quizás me ayuden a encontrar una solución para proteger la
joya sagrada y evitar que caiga en manos equivocadas...
Su verdadero poder
Mientras Calístenes
exploraba los manuscritos de Demetrios, su mirada se iluminó al descubrir que
contenían información sumamente valiosa acerca del auténtico poder de la joya y
su misterioso origen. En ese instante, Meir cobró conciencia desde el interior
del cuerpo de Calístenes y, utilizando sus vastos conocimientos, comenzó a
traducir los textos escritos en diversas lenguas antiguas y olvidadas.
Con cada página que
leía, Meir desentrañaba los secretos ocultos detrás de la joya y su conexión
con fuerzas sobrenaturales. Una tras otra, las palabras antiguas cobraban vida
a través de la voz de Calístenes, y los detalles revelados eran asombrosos y
aterradores a partes iguales. Una trama de intrigas y magia se tejía ante los
oídos de los compañeros, quienes escuchaban con asombro mientras Meir compartía
sus descubrimientos.
Una vez que la
traducción estuvo completa, Meir explicó a sus compañeros las revelaciones que
había desentrañado de los manuscritos. Les habló sobre el origen ancestral de
la joya, su conexión con seres de poder más allá de su comprensión y las
implicaciones que esto tenía para su búsqueda. Cada palabra pronunciada por
Meir resonaba con un aire de solemnidad, conscientes de que estaban en
presencia de un conocimiento profundo y antiguo que podría cambiar el curso de
sus destinos.
La cabaña se llenó de
un aura intensa mientras Meir compartía sus descubrimientos, y los héroes
asimilaban la magnitud de lo que habían descubierto. El enigma que habían
estado persiguiendo comenzaba a desvelarse lentamente, revelando un panorama
mucho más amplio y peligroso de lo que habían imaginado.
La joya es conocida
por tener múltiples habilidades y poderes que han sido objeto de estudio y
debate durante siglos. Se dice que su capacidad para controlar la mente y el
corazón de quienes la poseen es solo una de sus muchas habilidades.
Además, se cree que
la joya tiene la capacidad de influir en las emociones y decisiones de otros,
incluso de controlar sus acciones y pensamientos. Se dice que aquellos que la
poseen pueden usarla para manipular a los demás y obtener lo que quieren.
Pero la joya no solo
es conocida por su capacidad para controlar a otros, sino también por su
capacidad para canalizar energías espirituales o mágicas. Se cree que aquellos
que la poseen pueden obtener habilidades sobrenaturales y capacidades que van
más allá de lo humano.
Sin embargo, su uso
inadecuado o sin control puede ser extremadamente peligroso, como se ha visto
en el pasado. La joya ha sido utilizada por personas ambiciosas y
malintencionadas para obtener poder y riqueza a cualquier costo, lo que ha
resultado en consecuencias desastrosas para aquellos que la rodean. Por lo
tanto, es importante tener precaución al manejarla y considerar cuidadosamente
todas las opciones antes de decidir qué hacer con ella.
Su Origen
La creación de la
joya fue un acto de amor y reverencia hacia la diosa Atenea, y se dice que su
poder fue imbuido por Apolo para que pudiera mostrar su devoción. La joya es
considerada como una de las más poderosas y místicas reliquias de los dioses, y
su legado ha sido transmitido a través de generaciones.
Se cuenta que la joya
ha pasado por muchas manos a lo largo de los siglos, y ha sido utilizada tanto
para el bien como para el mal. Aquellos que la han poseído han sido seducidos
por su poder, y algunos han caído bajo su influencia, convirtiéndose en seres
malvados y tiránicos.
A medida que el
tiempo pasaba, la joya se fue convirtiendo en un objeto de leyenda y mito, y su
verdadero poder se volvió cada vez más desconocido. Algunos creían que la joya
tenía el poder de conceder la inmortalidad, mientras que otros creían que era
capaz de convocar a las fuerzas del mal.
A lo largo de los
siglos, la joya ha sido buscada por muchos, pero ha sido protegida y escondida
por aquellos que conocían su verdadero poder. La joya ha sido el objetivo de
muchas guerras y ha llevado a la caída de reinos enteros. La búsqueda de la
joya ha llevado a muchos a la locura, la obsesión y la muerte.
Ahora, los personajes
se enfrentan a la tarea de decidir qué hacer con esta reliquia peligrosa y
poderosa. ¿Serán capaces de resistir su seducción y usarla para el bien, o
caerán bajo su influencia y corromperán su propósito?
Y la joya consiguió
lo que la batalla no había conseguido: sembrar discordia entre los compañeros
de Alejandro.
Discrepancias
Los protagonistas se
hallaron en un tenso debate, reunidos en una cueva mientras el fuego crepitaba
y lanzaba sombras danzantes en las paredes. El manuscrito de Demetrios había
arrojado luz sobre el verdadero poder de la joya, pero también había desatado
una intensa disputa sobre su destino.
Ptolomeo, arraigado
en la creencia de que la joya podía otorgarles un poder sin igual, estaba
decidido a ocultarla para su propio beneficio. Sin embargo, tanto Hefestión
como Calístenes, preocupados por el oscuro influjo que la joya ejercía sobre
él, lo instaron a reconsiderar sus intenciones y a prevenir una posible
corrupción.
La discusión se
volvió acalorada y casi llegó al punto de ruptura cuando Ptolomeo estuvo a
punto de abandonar el grupo, determinado a retener la joya por sí mismo. En ese
momento, la llegada inesperada de Clito y sus compañeros cambió la dinámica,
llevando consigo noticias de su propia travesía y un enfoque en la utilización
personal de la joya.
Clito, compartiendo
la perspectiva de Ptolomeo, sugirió que la joya debería ser empleada para su
propio beneficio, argumentando que él era el candidato más apto para manejar su
poder. La tensión aumentó mientras debatían sobre el destino de la joya,
alternando entre esconderla, destruirla o utilizarla estratégicamente.
Filotas, todavía
debilitado por sus heridas, permanecía en un segundo plano, descansando y
tratando de recuperarse. Mientras tanto, Calístenes se esforzaba por extraer
más información de los manuscritos de Demetrios, pero sus intentos no revelaron
nada más sobre la joya.
Ptolomeo, sin soltar
la caja que contenía la joya, la abrió para mostrar su contenido a Clito y al
grupo. Clito, intrigado por el objeto, compartió su opinión y sugirió diversas
opciones, desde entregarla al templo de Artemisa hasta regalarla a Agea, la
Archimaga que había estado involucrada en su alejamiento de Macedonia.
El debate se volvió
más intenso mientras las voces se alzaban en favor de distintos destinos para
la joya. Neb-Nesut, tomando momentáneamente el control de Ptolomeo, propuso
esconderla en las pirámides de Egipto, considerándolas el lugar más seguro.
Hefestión abogó por arrojarla al mar Egeo, mientras Clito y Ptolomeo se
mantuvieron firmes en su deseo de usarla para su propio beneficio.
En un giro
sorprendente, Meir tomó el control de Calístenes y aportó una nueva
perspectiva. Sugirió que llevaran la joya a Creta, donde un sabio ciego de
confianza podría ocultarla sin que nadie supiera su paradero. La idea resonó en
la mente de todos como una posibilidad viable.
A pesar de las
diversas propuestas, no lograron alcanzar un consenso. La joya había dividido
sus opiniones de manera profunda e irreconciliable. Mientras las voces seguían
chocando en la cueva, era evidente que la influencia del poder de la joya
trascendía sus deseos individuales y sembraba la discordia entre los compañeros
de Alejandro.