Capítulo 50: Eterno V: La Joya de los Dioses II (338 a. C.)


Eterno V

La Joya de los Dioses II

(338 a. C)

 

Calístenes, el Sabio
Mar Egeo

El mar Egeo se extiende ante ellos, agitado y misterioso, mientras los compañeros de Alejandro se embarcan en dos barcazas rumbo a la isla perdida. En una barcaza Clito y sus tres mercenarios y en la otra Ptolomeo, Hefestión, Calístenes y Filotas. El viento azota sus rostros y las olas danzan a su alrededor, llevándolos hacia lo desconocido.

La barcaza que guía Ptolomeo pierde a la de su compañero Clito mientras se mece en las aguas turbulentas, desafiando los elementos mientras se adentran en la vastedad del mar. El cielo se tiñe de colores dorados al atardecer, creando un telón de fondo impresionante para su travesía.

Con maestría inigualable, Ptolomeo surca las aguas tumultuosas al timón de la barcaza, inspirando confianza en sus camaradas debido a su destreza sin igual. Crates el leal halcón de Hefestión se yergue en vuelo, trazando un camino guía para los intrépidos viajeros, sin embargo, únicamente la embarcación que responde al toque de su dueño logra mantener el ritmo, mientras la nave de Clito se desvanece entre las olas del mar Egeo.

El viaje es una combinación de emociones, desde la excitación de la aventura hasta la incertidumbre del destino desconocido. La tripulación lucha contra las corrientes y las ráfagas de viento, manteniendo el rumbo hacia la isla perdida.

A medida que avanzan, la barcaza navega entre islotes solitarios, algunos cubiertos de vegetación exuberante y otros apenas aflorando del mar como rocas desnudas. La bruma envuelve la escena, agregando un toque de misterio y anticipación.

Finalmente, avistan la silueta borrosa de la isla perdida en el horizonte. Es un remanso de tranquilidad, rodeado de acantilados majestuosos y playas de arena dorada. La barcaza se acerca a la orilla, encontrando un lugar seguro para desembarcar y comenzar su exploración en esta tierra olvidada.

 

Clito, el Negro
La isla

La isla desierta donde se esconde Demetrios no tiene un nombre específico, pero se encuentra en las cercanías de la costa de Grecia y es conocida como un lugar remoto y difícil de alcanzar.

Es un lugar apartado y misterioso a unas semanas de cualquier lugar civilizado, perdido en el mar. Está ubicada en medio del mar Egeo, rodeada de aguas cristalinas y salpicada de pequeñas bahías y calas escondidas.

La isla es bastante pequeña, con una extensión de solo unas pocas millas cuadradas, y está cubierta por densos bosques de pinos y robles.

La mayoría de las playas de la isla son de arena blanca y fina, y en ellas se pueden encontrar pequeñas cuevas y grutas escondidas entre las rocas. La isla parece estar deshabitada, pero hay algunas ruinas de edificios antiguos que sugieren que en algún momento hubo alguna forma de asentamiento humano en el pasado. A pesar de que la isla está aislada, su belleza natural es cautivadora y la hace un lugar perfecto para esconderse de aquellos que quieren hacer daño.

Un frondoso bosque rodea la isla. Es denso y oscuro, con altos árboles de hojas verdes y frondosas que se entrelazan en lo alto, creando un dosel que filtra la luz del sol y crea un ambiente sombrío y misterioso. Los troncos de los árboles están cubiertos de musgo y helechos, y el suelo está cubierto de hojas secas y ramas rotas. El aire está lleno del sonido de pájaros y animales nocturnos, y el suave murmullo de un arroyo cercano. A medida que los personajes avanzan por el bosque, se sienten como si estuvieran siendo observados, y pueden notar movimiento en la maleza y ramas a su alrededor.

Filotas avanza con valentía al frente, trazando un camino a través del frondoso bosque. Sus dos fieles canes, únicos sobrevivientes de la trágica masacre de la camada en Olimpia, siguen el rastro impregnado en el aire, quizás el de aquel a quien anhelan encontrar.

Ptolomeo, armado con escudo y lanza, se erige como una figura recuperada de sus heridas, alerta y en la vanguardia de la expedición, liderando con firmeza.

Hefestión, arco en ristre, sigue los pasos de Ptolomeo, preparado para desatar flechas certeras. A lo alto, su leal halcón Crates planea majestuosamente, vigilando desde el cielo.

Calístenes, cerrando las filas del grupo, se sumerge en la experiencia con meticulosidad. Cada detalle es capturado en la cámara de su mente, esperando plasmarla más tarde en sus escritos, eternizando así esta jornada épica. Entre sus notas, registra los tipos de árboles que podrían proporcionar la madera más robusta, capaz de forjar lanzas de una fortaleza sin igual.

Finalmente, llegan al borde del bosque, donde ven la entrada del laberinto en ruinas frente a ellos.

Los leales Ira y Rabia, los fieles perros de Filotas, se detienen abruptamente, lo que obliga a todos a detenerse en sus pasos justo en el umbral de las ruinas del laberinto ancestral. Filotas, inquieto, se pregunta si se encontrarán con la temida bestia mitad hombre, mitad toro, el Minotauro. Un nervioso rastro de risas se escapa entre los aventureros, conscientes de que tal vez sus temores no sean infundados.

En ese instante, Calístenes asume el papel del narrador y relata la fascinante historia que envuelve al laberinto del Minotauro. Sus palabras fluyen con un tono solemne y cautivador, llenando el aire con la leyenda de cómo el laberinto, tejido por Dédalo, se convirtió en la prisión de la criatura monstruosa, y cómo los jóvenes atenienses eran sacrificados en su interior hasta que finalmente Teseo, con astucia y valentía, logró enfrentarse al Minotauro y salir victorioso.

Las palabras de Calístenes tejen un velo de misterio y asombro alrededor de las ruinas, evocando la magnitud de la antigua leyenda mientras los corazones de los aventureros laten con una mezcla de emoción y aprensión ante lo desconocido que yace en el interior del laberinto.

 

Filotas, el Salvaje
El laberinto

Se dan cuenta de que están rodeados por paredes altas y retorcidas que forman una red de pasillos estrechos y oscuros. El aire es frío y húmedo, y el suelo está cubierto de musgo y líquenes que crecen en las piedras antiguas.

Las paredes del laberinto se alzan imponentes, alcanzando alturas que equivalen a dos hombres apilados uno sobre otro. La estructura parece extenderse hacia el infinito, sin rastro de un techo que la cierre.

Ptolomeo escudriña el inicio del laberinto en busca de alguna señal distintiva, pero sus esfuerzos resultan en vano, dejando una pizca de frustración en el aire. Calístenes se suma a la búsqueda, su mirada detenida en las grandes piedras fragmentadas que yacen dispersas en el suelo. Allí, descubre letras cuidadosamente talladas que forman un nombre: "Pan", el dios fauno.

Mientras intenta calcular el posible alcance del laberinto, Calístenes llega a la conclusión de que, a pesar de su grandiosidad, no parece ser tan espacioso como se podría esperar. Sigue examinando cada piedra en busca de inscripciones que puedan revelar más pistas ocultas en el laberinto.

Filotas avanza acompañado por sus leales perros, cuyos agudos sentidos olfativos buscan ansiosamente un rastro entre los recovecos. Es entonces cuando Hefestión hace un importante hallazgo: unas huellas frescas que marcan un camino concreto. Siguiendo esta pista, los perros de Filotas empiezan a rastrear el sendero con un coraje renovado, guiándolos hacia lo desconocido con la promesa de revelar lo que el laberinto oculta en su interior.

A medida que avanzan, se dan cuenta de que el laberinto es mucho más grande de lo que parecía desde fuera. Los muros altos y enrevesados ​​parecen guiarte hacia el centro del laberinto, pero no hay una ruta clara. El camino se bifurca y se retuerce, haciendo que Ptolomeo y Calístenes se confundan y casi se pierdan, gracias a los perros de Filotas permanecen todos juntos.

La luz del sol apenas llega a los rincones del laberinto, y la oscuridad es opresiva. Los personajes pueden sentir los ojos de alguien siguiéndolos, escuchan susurros y risas en la distancia, pero cuando intentan encontrar la fuente, no hay nadie a la vista.

Calístenes alza la voz, su tono cargado de una mezcla de curiosidad y desafío. "¡Que los que nos observan se muestren!", declara en un intento de desentrañar el misterio que los rodea. Sin embargo, un silencio profundo se cierne sobre el laberinto, y las palabras parecen ser absorbidas por las paredes de piedra y el suelo de tierra, sin respuesta ni indicio de la presencia que podría estar acechando.

La atmósfera es opresiva, y la sensación de ser observados se intensifica a medida que los personajes avanzan. A veces, la sensación de que hay algo acechando en la oscuridad les hace saltar y mirar hacia atrás, pero solo encuentran las paredes del laberinto.

Rabia e Ira, los leales compañeros caninos de Filotas, exhiben un comportamiento agitado y agitado. Sus orejas se erizan y sus hocicos se alzan, captando la tensión que flota en el aire. Sus movimientos inquietos revelan una percepción aguda de peligro, aunque su fuente sigue siendo un misterio.

Mientras tanto, la preocupación se refleja en los ojos de Hefestión, el cual comparte un lazo profundo con su halcón, Crates. Aunque sus plumas danzan en la distancia, la conexión entre ellos se hace tangible, y su llamado lleva consigo una nota de angustia. Un atisbo de temor se dibuja en el rostro de Hefestión, una preocupación que trasciende las palabras mientras lucha por comprender la amenaza que puede acechar a su compañero emplumado.

La sensación de Hefestión cambia abruptamente, como si su conciencia se desvaneciera, cediendo el paso a una presencia ajena. Es Meir, el vástago, quien se acomoda en su interior, aprovechando sus habilidades en Auspex para agudizar los sentidos y revelar un espectro de auras doradas chispeantes. Estas luces etéreas sugieren que algo de naturaleza espiritual y mágica los observa atentamente. La mente de Hefestión se torna un campo compartido, donde Meir se conecta con la esencia del lugar, capturando el posible origen de estas presencias misteriosas.

Meir, después de haber explorado a través de la percepción de Hefestión, transfiere su entendimiento a Calístenes cuando la posesión cesa. Este nuevo saber fluye en la mente de Calístenes, como si las revelaciones de Meir hubieran sido trascendentalmente inscritas en su intelecto. Hefestión, al recuperar su control, ofrece una explicación: este conocimiento debe haber sido captado en algún texto antiguo o escrito divino, y gracias a las bendiciones de los dioses, la información ha iluminado sus mentes.

Esta cadena de percepción compartida y comprensión recíproca conecta a los aventureros en una sinfonía de sabiduría sobrenatural, a medida que se enfrentan a la presencia de entidades espirituales y mágicas. La incursión en lo desconocido se torna aún más profunda, mientras los protagonistas se adentran en una danza mística de secretos y poderes que desafían los límites de su comprensión.

Finalmente, llegan al centro del laberinto, donde se encuentra el templo en ruinas. Pero la sensación de que alguien los está observando no desaparece. Pueden sentir la presencia de alguien, pero no pueden ver a nadie. ¿Quién los está siguiendo en el laberinto y por qué?

 

El Minotauro

Después de adentrarse en el laberinto, Calístenes nota ciertos rastros de invocación a algo oscuro y poderoso. Puede ver marcas extrañas en las paredes del laberinto, círculos de piedra y velas apagadas. En el aire se siente una tensión creciente, una energía oscura que se intensifica a medida que avanzan.

Meir, nuevamente, proyecta su influencia sobre la mente de Calístenes, entrando en su ser y tejiendo un tapiz de pensamientos e intuiciones. En su posesión temporal, Meir reflexiona sobre los restos extraños que han encontrado y las auras doradas chispeantes que los rodean. Finalmente, llega a la reveladora conclusión de que no se trata de una entidad espiritual, como inicialmente se había pensado, sino de algo físico, una criatura que ha sido invocada desde el plano espiritual al mundo material.

En un momento de sincronización perfecta, Calístenes recobra su conciencia y da voz a los conocimientos que Meir ha compartido con él. Sus palabras resuenan con una sabiduría inusual, como si hubiera absorbido la experiencia y la comprensión directamente de un reino más allá de lo terrenal. Mientras habla, su escudo cae de su espalda para acomodarse en su brazo izquierdo, y en su mano derecha empuña una espada con firmeza.

La transformación de Calístenes, tanto en palabras como en su disposición física, refleja el impacto profundo de la percepción compartida con Meir. La unión de sus mentes y la incorporación de conocimiento divino han forjado una conexión poderosa, permitiendo que el grupo se prepare para enfrentar la criatura malévola que ha emergido del plano espiritual. La escena está cargada de tensión y preparación, mientras los aventureros se preparan para el enfrentamiento que se avecina.

Neb-Nesut, expectante en la mente de su anfitrión, se apodera momentáneamente de Ptolomeo en un intento de descubrir el enigma que los rodea. Sin embargo, sus esfuerzos no obtienen los resultados deseados, ya que la esencia de la intriga persiste inquebrantable. Pese a su poder, el capitán griego se encuentra perplejo, incapaz de discernir la causa detrás de la situación que enfrentan.

Ptolomeo, una vez liberado de la influencia de Neb-Nesut, percibe la ligera alteración en su conciencia, un breve resquicio en su pensamiento. Un atisbo de desconcierto cruza su rostro mientras intenta racionalizar el lapso, aunque no encuentra explicación lógica que justifique tal desliz. La tensión palpable en el ambiente, sumada a la incertidumbre de la travesía, se convierte en la única respuesta aparente.

Orison experimenta un cambio abrupto en su conciencia, encontrándose ahora en el cuerpo de Filotas. A través de esta conexión única, trasmite a Filotas un conocimiento urgente: algo ha sido invocado, una presencia extremadamente peligrosa se ha manifestado en su entorno, un Minotauro. La sensación de alarma y amenaza se filtra a través de su mente compartida.

Un Minotauro, una criatura mitad hombre, mitad toro que habitaba en laberintos subterráneos en la mitología griega. Podría haber sido invocado como protector debido a su fuerza y ferocidad en la batalla.


El Minotauro

Al regresar a su propio ser, Filotas retiene la percepción de que algo ha sido convocado, pero está desconcertado por la fuente de esta comprensión. No puede explicar cómo adquirió tal conocimiento, ya que no se basa en ninguna experiencia pasada ni en su propia investigación. Sin embargo, la advertencia persiste en su mente, una voz interior que le advierte sobre la gravedad de la situación.

La incertidumbre y el enigma que rodea este misterio se profundizan, a medida que Orison intenta reconciliar su nuevo entendimiento con la realidad. Las piezas del rompecabezas parecen encajar de manera extraña, y los aventureros enfrentan un desafío que va más allá de su comprensión. Cada revelación y cada pista los acercan a un enfrentamiento inminente con una entidad desconocida y potencialmente catastrófica.

Ragabash igualmente toma el control de Hefestión para ver si puede aportar algo nuevo pero solamente da un escalofrió a su anfitrión que se siente igual de confundido que sus compañeros que viven esta experiencia.

De repente, el suelo comienza a temblar y un rugido atronador sacude el laberinto. De las sombras aparece una figura enorme y musculosa: el Minotauro. Su cuerpo es el de un hombre, pero su cabeza es la de un toro, con cuernos afilados y ojos rojos como la sangre. Empuña dos enormes hachas y gruñe con furia al ver a los intrusos en su laberinto.

Ragabash se adentra en la mente de Hefestión, en busca de respuestas adicionales que puedan arrojar luz sobre el misterio que los rodea. Sin embargo, su intento de exploración se topa con una barrera sutil pero palpable. Un escalofrío recorre la columna vertebral de Hefestión, dejando tras de sí una sensación de inquietud y confusión.

A pesar de los esfuerzos de Ragabash, la conexión no revela nuevos detalles significativos. La incertidumbre persiste, y la sensación de desconcierto se propaga entre los aventureros como una sombra inasible. La experiencia que está viviendo supera su comprensión y desafía sus habilidades individuales.

La enigmática situación se intensifica, ya que los protagonistas continúan luchando por desentrañar la trama de eventos inexplicables que los rodea. Las piezas del rompecabezas parecen esquivas y el peligro latente agrega una urgencia aún mayor a su búsqueda de respuestas. De momento solo saben que un Minotauro podría estar rondando…

Efectivamente, frente a ellos aparece un Minotauro, una criatura mitad hombre, mitad toro, con un cuerpo musculoso y fornido y una cabeza de toro con cuernos afilados. Su piel es gruesa y peluda, y su cuerpo está cubierto de cicatrices y heridas de batalla. Sus ojos son grandes y oscuros, con una mirada feroz e intimidante.

La tensión en el aire alcanza su punto máximo cuando Hefestión apunta con su arco, fijando su mirada en el temible Minotauro. La flecha queda tensa, lista para ser disparada en cualquier momento, y su valor resuena en cada fibra de su ser.

Calístenes toma la vanguardia de la defensa, alzando su escudo con habilidad y sosteniendo su espada en posición de ataque. Sus músculos se tensan, preparados para contrarrestar la embestida de la criatura. A su lado, Filotas muestra una resuelta disposición, escudo en ristre y flanqueado por sus leales perros, listos para luchar junto a él.

La arremetida comienza cuando Ptolomeo lanza su lanza con precisión, impactando en el brazo izquierdo del Minotauro. Un grito de dolor escapa de la bestia herida, su furia se intensifica, y su mirada se enfoca en los aventureros con una mezcla de rabia y sed de venganza.

El Minotauro carga hacia adelante, cada paso resonando como un trueno mientras avanza con audacia hacia el grupo de defensores. Los corazones laten acelerados, la adrenalina fluye y la batalla se desata en toda su ferocidad. El enfrentamiento se convierte en una danza mortal de acero y fuerza, mientras los aventureros luchan por sobrevivir y prevalecer ante la amenaza que ahora se abalanza sobre ellos.

La criatura se mueve con una agilidad sorprendente, gracias a sus poderosas patas de toro. Es un luchador formidable, capaz de derribar a cualquier enemigo con un solo golpe de sus cuernos o sus puños. Además, tiene una gran resistencia y puede soportar una cantidad impresionante de daño antes de caer en la batalla. Su rugido es fuerte y gutural, lo que puede hacer temblar a cualquier valiente que se cruce en su camino.

El Minotauro, con su formidable figura, carga hacia los aventureros portando dos hachas de tamaño colosal. Sus armas son extensiones de su propia ferocidad, y el resplandor de los filos amenaza con desencadenar una devastación mortal en su camino.

La figura aterradora del Minotauro irradia un miedo palpable entre los aventureros, un temor que se enreda en sus mentes y amenaza con paralizarlos. Incluso los valerosos Hefestión y Ptolomeo, ante la magnitud de la criatura mitológica que enfrentan, sienten cómo la duda y el temor insidioso empiezan a cernirse sobre ellos. La perspectiva de un enemigo tan colosal y mortífero es abrumadora, y la idea de la muerte inminente se cierne como una sombra amenazante.

Sin embargo, en medio de este miedo colectivo, Filotas y Calístenes emergen como una fortaleza inquebrantable. Sus miradas se cruzan en un instante de compenetración, un vínculo que trasciende las palabras. Juntos, mantienen firmes sus escudos y su posición, preparados para el impacto del Minotauro que carga hacia ellos con ferocidad.

A medida que la criatura se acerca, el éxtasis de la batalla se apodera de ellos, una oleada de coraje que los envuelve en una corriente eléctrica de coraje. Este es su momento de verdad, un instante donde el miedo se transforma en fuerza y audacia. Cada latido del corazón, cada respiración agitada, se convierte en un testimonio del poder del espíritu humano ante la adversidad más abrumadora.

La camaradería y la conexión que comparten Filotas y Calístenes se convierten en un faro de valentía, un faro que ilumina el camino a seguir mientras enfrentan al Minotauro en su cargada embestida. La batalla se convierte en un baile épico entre la vida y la muerte, con la osadía incansable de estos dos compañeros actuando como un combustible imparable en su lucha por la supervivencia y la victoria.

El choque es brutal y desgarrador cuando el Minotauro arremete contra Filotas con una fuerza titánica. Los dos cuerpos chocan con un estruendo ensordecedor, y la tierra tiembla bajo la impactante colisión. La ferocidad de la embestida arrastra a Filotas varios metros, su resistencia luchando contra la embestida de la criatura mitológica.

El escudo de Filotas, que antes parecía una barrera sólida, es destrozado como papel ante la fuerza aplastante del Minotauro. Un pitón afilado del ser bestial se clava en el pecho de Filotas, traspasando su armadura con una facilidad inquietante. Aunque la penetración es mínima, el dolor se convierte en una sensación abrumadora, una quemazón que parece eterna y torturadora.

Filotas queda herido y aturdido, enfrentándose directamente al Minotauro. La confrontación épica ha dejado una huella indeleble en su cuerpo y mente, y se encuentra en un enfrentamiento directo con la criatura cuyos rugidos retumban en el aire. La sangre y la adrenalina inundan su ser, mientras lucha por mantener su compostura y encontrar una manera de sobrevivir en medio del caos que lo rodea.

Con un coraje indomable, Calístenes avanza audazmente hacia el Minotauro mientras este ataca a Filotas, su espada en mano y su objetivo claro: apuntar al corazón de la bestia. Sin embargo, en un giro inesperado, su golpe se encuentra con una resistencia asombrosa. La espada, que una vez fue una extensión de su voluntad, se quiebra en mil pedazos como si fuera de cristal frágil al impactar con el cuerpo imponente del Minotauro.

El sonido de la espada quebrándose es ensordecedor, un eco trágico de la lucha desesperada. Calístenes se queda con los fragmentos rotos en la mano, desarmado y vulnerable ante la furia del Minotauro. Su única defensa ahora es su escudo, y sus ojos reflejan sorpresa mientras se enfrenta a la amenaza descomunal sin arma alguna.

La lucha se convierte en una batalla de supervivencia, donde la valentía y la tenacidad de Calístenes se ponen a prueba al límite. A pesar de la adversidad, se mantiene firme, agarrado a su escudo y enfrentando la embestida del Minotauro con una resolución indomable. La situación se vuelve aún más crítica, y cada movimiento se convierte en una cuestión de vida o muerte mientras los aventureros luchan por mantenerse de pie ante la inquebrantable amenaza que los rodea.

Hefestión, en un intento por marcar un impacto crucial en la batalla, tensa su arco con precisión y apunta a la cabeza del Minotauro. La flecha vuela rauda, su trayectoria perfectamente calculada para alcanzar su objetivo. Sin embargo, en un giro desolador, la flecha impacta sobre uno de los astas de la criatura, estallando en pedazos al no hacer ni siquiera un rasguño en su piel impenetrable.

La escena se desenvuelve en un instante de frustración y asombro. Hefestión queda momentáneamente congelado, mirando incrédulo cómo su flecha se desintegra en el aire. La magnitud de la resistencia del Minotauro ante el ataque es desconcertante, y la realidad de la amenaza que enfrentan se vuelve más apremiante que nunca.

Calístenes, en medio del frenesí de la batalla, recuerda la posibilidad de disolver la invocación del Minotauro. La idea de romper las marcas del ritual resuena en su mente como una solución potencial a la amenaza que enfrentan. Su arrojo lo lleva a buscar desesperadamente los símbolos del ritual, sabiendo que la clave para detener al Minotauro podría estar en deshacer las marcas de su invocación.

Su mirada escudriña las paredes del laberinto en busca de cualquier signo de los símbolos mágicos. Finalmente, sus ojos captan un destello en una pared lejana, una marca que parece estar relacionada con el ritual. Sin pensarlo dos veces, Calístenes señala con urgencia el símbolo en la roca, intentando atraer la atención de sus compañeros que están inmersos en la intensa batalla.

El grito de Calístenes se mezcla con el estruendo de los choques de espadas y los rugidos del Minotauro. La información compartida puede ser la clave para dar un vuelco en la situación y poner fin a la invocación que amenaza sus vidas. Con su voz luchando por superar el ruido de la contienda, Calístenes hace un esfuerzo por comunicar la esperanza que podría cambiar el curso de la batalla, un momento crítico donde la atención y la coordinación se vuelven esenciales en su lucha por la supervivencia.

Ptolomeo, respondiendo al grito urgente de Calístenes, desenvaina su espada con decisión y sigue la dirección de la mirada de su compañero. Sin embargo, mientras busca el símbolo en la roca que Calístenes señala, su mirada se encuentra con una vista confusa y desorientadora. La tensión del momento y la agitación de la batalla dificultan su percepción, y la imagen que busca se evade momentáneamente de su vista.

La confusión nubla su juicio, y la oportunidad para atacar al Minotauro se desvanece en un instante. Ptolomeo, momentáneamente distraído por la búsqueda del símbolo mágico, pierde el momento preciso para actuar contra la criatura mitológica que los enfrenta. La frustración y el arrepentimiento se mezclan en su mente mientras el tiempo se desvanece, dejándolo con una sensación de oportunidad perdida en medio del caos de la batalla.

El enfrentamiento alcanza un nivel aterrador cuando la gran cabeza del Minotauro se cierne sobre Filotas, su aliento ardiente y fétido llenando el aire. Con valentía implacable, Filotas busca una apertura, intentando clavar su espada en el ojo de la criatura en un intento desesperado por repeler su ataque. Sin embargo, en un giro cruel del destino, el Minotauro reacciona con una fuerza devastadora.

Un hachazo brutal cae sobre la cabeza de Filotas, rompiendo su casco y partiendo su protección por la mitad. La impactante violencia del golpe deja a Filotas gravemente herido y agonizante en el suelo, su cabeza abierta y sangrando profusamente. El dolor y la confusión se entrelazan en su mente mientras lucha por mantener la consciencia en medio de la brutalidad del asalto.

Hefestión, en medio del caos y la desesperación, se arma con una nueva flecha, tensando su arco con precisión mortal. Su mirada fija en el objetivo, apunta directamente a la cabeza del Minotauro. La flecha se lanza con una velocidad impresionante, encontrando su camino hacia el cuello del ser mitológico.

La punta de la flecha se hunde en el cuello del Minotauro con un impacto fulminante. Un grito furioso y enfurecido rasga el aire, llenando el espacio con una nota discordante de ira y dolor. La criatura, herida y desafiada, se contorsiona en respuesta a la agresión, su furia palpable en cada uno de sus movimientos.

La intervención valiente de Hefestión no solo inflige un daño significativo al Minotauro, sino que también se convierte en un momento de resistencia y esperanza para los aventureros. La lucha por la supervivencia se intensifica, y cada golpe, cada acto de valentía, lleva consigo la posibilidad de cambiar el rumbo de la batalla. Enfrentados contra un enemigo formidable, los protagonistas luchan con coraje inquebrantable, dispuestos a defenderse y a prevalecer en medio de la adversidad abrumadora.

Calístenes, impulsado por un instinto valeroso, corre hacia la runa señalada en la pared con su escudo en mano. Su coraje lo guía mientras se lanza hacia adelante, sus pies golpean el suelo con fuerza mientras se prepara para el impacto crucial. Con un salto audaz, se eleva en el aire y su escudo se alza sobre su cabeza, listo para golpear con fuerza la runa y deshacer el hechizo que mantiene al Minotauro en el mundo material.

Ptolomeo, en un acto de intrépida audacia, carga directamente hacia el Minotauro con su espada desenvainada, la valentía en su mirada. La criatura mitológica y el valiente guerrero se encuentran cara a cara en un enfrentamiento de fuerza y voluntad. El estruendo de sus pisadas y el crujido del suelo bajo la presión del choque llenan el aire.

Las dos figuras chocan con una fuerza abrumadora, una batalla de titanes donde el hombre y la bestia se miden en una lucha de fuerza bruta. Ptolomeo sostiene su espada con firmeza, su músculos tensos mientras hace frente al poderoso Minotauro. El ser mitológico, por su parte, emite un gruñido desafiante mientras intenta superar la resistencia del valiente guerrero.

La situación se vuelve aún más desesperada cuando Filotas yace en el suelo, gravemente herido y en un estado cercano a la inconsciencia. Sus fieles perros, Ira y Rabia, se convierten en su última línea de defensa, saltando valientemente hacia el Minotauro en un intento desesperado por proteger a su dueño. La escena es un testimonio conmovedor de la lealtad inquebrantable de los animales hacia su amo en su momento de mayor necesidad.

Sin embargo, la tragedia se cierne sobre ellos cuando Ira es parti​do por la mitad por un brutal hachazo del Minotauro. El aullido de dolor y el último suspiro del leal compañero llenan el aire, un sacrificio heroico que deja un eco de tristeza y pérdida. Mientras tanto, Rabia, valiente y tenaz, se aferra al muslo de la criatura, mordiendo con todas sus fuerzas.

El escudo de Calístenes se conecta con la runa en un choque resonante, una explosión de energía mágica y física que parece sacudir el entorno mismo. El impacto es poderoso, y Calístenes siente la vibración a través de sus brazos mientras lucha por mantener el equilibrio en medio de la descarga de energía.

El resultado de su acción se vuelve evidente cuando el Minotauro emite un rugido atronador, su forma titubea y parpadea por un instante. La realidad parece temblar a su alrededor, y la criatura se desvanece lentamente, su presencia debilitándose hasta que desaparece por completo.

La sensación de victoria se mezcla con el asombro y el agotamiento, y Calístenes cae de nuevo al suelo, recuperando el aliento después de su valiente esfuerzo. La batalla, que parecía inquebrantable, ha llegado a su fin, y los aventureros son testigos del impacto directo de su valentía en el resultado de la lucha. El triunfo es un testimonio del coraje y la unidad del grupo, quienes enfrentaron una amenaza mitológica con fuerza inquebrantable y resolvieron el enigma que los había rodeado.

Un drama de vida y muerte, donde la valentía y la solidaridad prevalecen ante la amenaza mortal que enfrentan. Mientras Rabia protege al moribundo Filotas, Hefestión toma medidas desesperadas para detener la hemorragia y salvar su vida. La situación es sombría y crítica, pero la intervención de Meir a través de Calístenes trae un rayo de esperanza.

Meir, en el cuerpo de Calístenes, con su vasto conocimiento médico, interviene con precisión en la herida grave de Filotas. La intervención es tensa y meticulosa, con cada puntada y cada movimiento crucial para estabilizar al herido. Con cuidado cosen y vendan la herida, trabajando en equipo para luchar contra el reloj y evitar que la vida de Filotas se apague.

Mientras Filotas percibe dolor, oscuridad y frio. Calístenes reza en hebreo, idioma que solo sabe Meir: “Señor los dos sabemos que no es su momento. Su camino acaba de empezar. Muestra algo de clemencia. Deja que cumpla su destino.”

En medio de la oscuridad y el frío que Filotas percibe, las palabras de Calístenes rezando en hebreo resuenan en su mente. La súplica por clemencia y el llamado al destino se convierten en un eco de esperanza en medio de su lucha por sobrevivir. La conexión entre los amigos, la intervención médica y la oración crean un ambiente cargado de emoción y significado.

Es un momento de triunfo y alivio cuando Filotas despierta, sus ojos se posan en los rostros familiares que le dan la bienvenida con alegría y alivio. Aunque su cuerpo no puede moverse, su espíritu se llena de gratitud mientras se da cuenta de la victoria sobre la muerte que acaban de lograr juntos. La camaradería y el apoyo mutuo se convierten en el núcleo de esta experiencia desafiante, donde el poder de la amistad y la voluntad de sobrevivir prevalecen sobre todas las adversidades.

 

El templo

El pequeño templo derruido se encontraba en una zona llena de arbustos en el centro del laberinto. El edificio de piedra estaba cubierto de musgo y enredaderas, lo que sugería que había estado abandonado durante mucho tiempo. A pesar de su ruinoso estado, todavía se podía ver que el templo tenía un diseño clásico griego, con columnas de estilo dórico y una gran entrada en forma de arco. En su interior, había un altar de piedra con marcas y grabados que Calístenes dató de hace muchos siglos. La sensación en el aire dentro del templo era de una energía antigua y mística, como si estuviera imbuido de la presencia de los dioses.

Era un templo dedicado a Pan, un dios griego de los bosques, la naturaleza, los pastores y los rebaños, reconocido por su apariencia de cabra y su amor por la música y la danza.

Los personajes llegaron al templo de Pan, pero se encontraron con que el lugar estaba abandonado y en ruinas. Sin embargo, en un rincón del templo, vieron una figura misteriosa sentada en una roca…

 

Pan

A medida que se acercaron, se dieron cuenta de que, efectivamente era una criatura mitad hombre y mitad cabra, con cuernos retorcidos y una mirada intensa en sus ojos oscuros. Era el mismísimo dios Pan, que había aparecido para probar la valentía y la sabiduría de sus nuevos invitados.

Pan es un dios de la mitología griega, una figura salvaje con rasgos animales, mitad humano y mitad cabra, con cuernos retorcidos y una barba larga y desaliñada. Sus patas también son de cabra y tiene una cola peluda. Lleva una flauta que toca con gran pericia. Es el dios de los bosques y la naturaleza, y se cree que tiene la capacidad de controlar a los animales. Se le asocia con la fertilidad y la sexualidad, y se le suele representar persiguiendo a ninfas y doncellas. Pero aquí no hay ninguna…


Pan, Dios Griego


Pan se presentaba como el guardián del templo y el protector de la naturaleza, y les planteó un acertijo para poner a prueba su sabiduría.

Cuando todos estaban en su presencia sin preámbulos les pregunto:

–¿Qué animal camina por la mañana con cuatro patas, por la tarde con dos patas y por la noche con tres patas?

Los aventureros tomaron un momento para pensar en la respuesta, mientras Pan los observa con sus intensos ojos. Después de un momento, Calístenes tenía la respuesta:

–El ser humano. Gatea en la infancia, camina en la adultez y usa un bastón en la vejez.

–Muy bien, tienes una mente astuta. –Dijo Pan con voz melodiosa mientras sonreía y aplaudía– Pero la sabiduría no se mide solo por la respuesta correcta, sino también por la reflexión y el análisis que haces de la misma. ¿Qué puedes aprender de esta adivinanza?

–El tiempo es efímero. –Respondió sabiamente Calístenes dejando perplejos a sus compañeros– Puede ser que las cosas cambien y evolucionen a lo largo del tiempo, y que la perspectiva que tengamos de las mismas también cambie según la fase de nuestra vida.

–Exactamente. Siempre hay que estar abiertos al cambio y a nuevas perspectivas, y no aferrarnos a nuestras ideas preconcebidas. –Expresó Pan moviéndose con gracia sobre sus pezuñas.

–Ahora, ¿qué los trae por aquí? –preguntó el dios.

–Buscamos una joya que ha desatado una búsqueda sin fin en el mundo –dijo Hefestión haciéndose el interesante y llamando la atención de Pan.

–Estamos buscando a Demetrios, ha robado la joya y queremos ayudarlo a protegerla de aquellos que la buscan para fines malvados. –Dijo Ptolomeo dando un paso al frente.

–Muy bien… –añadió Pan– Demetrios se encuentra en una pequeña cabaña en lo más profundo del bosque. Pero cuidado, la isla está protegida por criaturas místicas y peligrosas, y la joya tiene un poder que puede desatar consecuencias terribles…

–¿Qué poderes tiene la joya? –preguntó Ptolomeo intentando sacarle información al dios.

–Pregunta acertada a la persona equivocada –respondió Pan sonriendo pícaramente a Ptolomeo.

Con un suspiro melódico que parece resonar en todo el templo, la figura misteriosa en la roca se alza lentamente, revelando su verdadera naturaleza. La forma se contornea y se retuerce, una metamorfosis en movimiento que comienza a transformarse ante los asombrados ojos de los aventureros.

De repente, la figura se expande, su forma humana se estira y alarga de manera sobrenatural. Las extremidades toman una apariencia más tosca, más peluda y rugosa. La ropa que la cubría se desvanece en un torbellino de hojas y viento, dejando al descubierto una piel cubierta de pelaje oscuro y rústico.

Los ojos de los aventureros se ensanchan mientras contemplan la asombrosa transformación. La cabeza se ensancha y se adorna con cuernos retorcidos que emergen con elegancia de la frente. Los rasgos humanos se difuminan, cediendo paso a una apariencia más salvaje y animal. La criatura que antes parecía un viajero solitario en el templo ahora se revela como el propio dios Pan.

En un momento de éxtasis, Pan alza su cabeza y emite un rugido que parece fusionar el clamor de la naturaleza misma.

–Os deseo suerte en su búsqueda. –Dijo el dios sonriendo ampliamente.

Un viento suave y fragante envuelve la escena, y las sombras danzan a su alrededor, formando un halo etéreo que ilumina su forma majestuosa.

Y luego, en un último y espectacular destello, Pan parece fundirse con la bruma que impregna el templo. Su forma se difumina y se desvanece, como si el propio aliento de la naturaleza lo hubiera reclamado. Los aventureros se quedan atónitos, con el corazón latiendo en sus pechos mientras presencian el desvanecimiento del dios ante sus ojos.

Un silencio reverente llena el aire, como si el mismo tiempo se hubiera detenido para dar paso a la magnificencia del evento. La figura de Pan, ahora una memoria resplandeciente, se disuelve en la atmósfera, dejando tras de sí una sensación de asombro y gratitud. Los aventureros han sido testigos de un momento verdaderamente divino, una conexión con el mundo antiguo y espiritual que les recuerda la grandeza y el misterio de los dioses que gobiernan la naturaleza misma.

Los héroes se dirigieron hacia un frondoso bosque a través de una abertura externa del templo que había sucumbido al paso del tiempo.

Avanzaron con precaución a través del denso bosque, sorteando la vegetación que parecía cerrarse a su paso. Cada paso que daban estaba acompañado por el suave susurro de las hojas y el canto de los pájaros que llenaba el aire. Los rayos del sol apenas lograban filtrarse entre las ramas, tejiendo una mágica penumbra en el camino.

A medida que se adentraban más en la frondosidad, el terreno se volvía más desafiante, con raíces serpenteantes y arbustos retorcidos que obstaculizaban su camino. El murmullo de un arroyo cercano se volvía cada vez más claro, como una guía sonora que los conducía a través de esta maraña de naturaleza.

Hefestión y Ptolomeo lideraron con destreza a la pequeña expedición a través del bosque espeso.

Finalmente, después de un arduo recorrido, los héroes emergieron en un pequeño claro. Frente a ellos, como una joya escondida en medio del bosque, se alzaba la modesta cabaña de Demetrios. Sus paredes de madera cruda y el tejado de hojas y ramas se fusionaban perfectamente con el entorno, como si la propia naturaleza hubiera construido este refugio.

La cabaña, tal como les había indicado Pan, exudaba una sensación de bienvenida y calidez, como un refugio seguro en medio de la naturaleza indómita.

Con valentía en sus corazones, los héroes se acercaron a la entrada de la cabaña. El crujido suave de hojas bajo sus pies era el único sonido que rompía el silencio, además del murmullo constante del arroyo cercano. La expectación flotaba en el aire mientras cruzaban el umbral hacia el interior de la morada de Demetrios, listos para descubrir los secretos que les esperaban en su interior.

 

Hefestión, el Bello
La cabaña

La cabaña de Demetrios era pequeña y modesta, construida con troncos de árboles y cubierta por un tejado de paja. Se encontraba en un claro del bosque, rodeada de árboles altos y frondosos. En su interior, hay una única habitación con paredes de madera, que sirve como sala de estar y dormitorio al mismo tiempo.

En el centro de la habitación había una pequeña mesa de madera, sobre la cual se encuentran varios rollos de pergamino y documentos antiguos. En una esquina, había una cama de madera con una sencilla colcha y una almohada de plumas. Un pequeño armario de madera con puertas correderas se encuentra en otra esquina de la habitación, donde Demetrios guarda sus pocas pertenencias y los documentos que escondió de aquellos que buscan la joya.

La iluminación en la cabaña era escasa, ya que sólo había una pequeña ventana en la pared de la habitación que deja pasar la luz natural. La estufa de hierro fundido situada en la esquina opuesta proporcionaba calor durante las noches frías. En general, la cabaña tenía un aspecto rústico y sencillo, pero se sentía cálida y acogedora en su simplicidad.

 

Demetrios

Al entrar, encontraron al sacerdote sentado en una silla, en la penumbra, con una capucha que cubría su rostro.

Demetrios era un hombre mayor, de unos sesenta años, de estatura media y complexión delgada. Tenía el pelo y la barba canosos, y su rostro estaba marcado por las arrugas propias de su edad. A pesar de su apariencia frágil, Demetrios tenía una mirada profunda y decidida que demostraba su coraje. Vestía con togas sencillas y holgadas, y llevaba consigo un pequeño cajón de madera.

–Demetrios, por favor, devuélvenos la joya –susurró Calístenes con amabilidad.

Demetrios aferró su pequeño cajón, perdido en sus pensamientos.

–¿Por qué usaste la joya en el templo? –preguntó Calístenes a Demetrios.

–Debía presentarla a los dioses. –Respondió Demetrios con una voz profunda y serena.

–¿Y por qué te la llevaste? –inquirió Hefestión.

–Agea me indicó que debía hacerlo –respondió Demetrios, dejando a todos desconcertados. No conocían a esta figura llamada Agea, pero en las profundidades de sus mentes, los seres sobrenaturales que los acompañaban sí la reconocían. Era una Archimaga, aliada de su causa y guardiana de Alejandro, una conexión que revelaba una trama aún más profunda y enigmática.

A pesar de su difícil situación, Demetrios se mostraba sereno y confiado en su conversación con los personajes, y parecía tener una gran sabiduría y conocimiento sobre los asuntos sagrados de la ciudad de Olimpia.

–Gracias por venir a ayudarme. –Dijo Demetrios levantándose de la silla con dificultad– Sé que sois los elegidos por Pan para encontrar la joya y protegerla de aquellos que la buscan.

–La joya tiene un poder oscuro y peligroso, y que su posesión puede desatar consecuencias terribles. –Dijo el anciano acariciando su caja inconscientemente– Es una reliquia muy antigua, se dice que tiene el poder de controlar la mente y el corazón de quienes la poseen. Quienes la buscan, lo hacen para usarla con fines oscuros y maléficos.

–No podía dejarla en manos del rey, ni del príncipe Alejandro, les llevaría a la ruina. –Continuó Demetrios muy alterad– Fue un regalo de una embajadora persa… era un buen caballo de Troya activado años después de haber sido regalada.

–La robaste. No te pertenece. Si no puede tenerla Alejandro, ni Filipo ¿Quién puede? ¿Quién está detrás de todo esto? –preguntó Ptolomeo.

Demetrios no emite respuesta a Ptolomeo y con decisión se dispone a abrir la caja que había protegido con tanto celo.

 

La Joya de los Dioses
La joya

Demetrios les muestra la joya, una piedra de un intenso color azul oscuro que parece estar iluminada desde su interior. A medida que la observan, sienten una extraña atracción hacia ella, como si estuviera llamándolos.

Neb-Nesut se apodera del cuerpo de Ptolomeo, y sus ojos se posan en la joya con una ambición desmedida que brilla en su mirada. El Vástago egipcio solo podía pensar en el poder que tendrá tan ansiada reliquia.

Es una pieza impresionante, de un tamaño considerable y una belleza extraordinaria. Está hecha de un metal dorado y pulido, adornado con una serie de relieves intrincados que representan escenas de batallas y mitos antiguos. En el centro de la joya, una piedra de un azul profundo y brillante se encuentra enmarcada por un aro dorado, lo que le da un aspecto casi mágico.

 

La Criatura

En ese momento, la cabaña comienza a temblar y un fuerte viento empieza a soplar desde el exterior. Demetrios les indica que deben salir de allí rápidamente, ya que alguien ha descubierto su escondite.

Los personajes se lanzan en una carrera desesperada hacia el exterior, sintiendo una fuerza desconocida pisándoles los talones. En medio de la carrera frenética, Filotas pierde el equilibrio y cae al suelo, aún aquejado por sus heridas graves. Calístenes y Ptolomeo acuden rápidamente en su ayuda, ofreciéndole su apoyo para que se reincorpore y continúe la huida. Juntos, luchan contra la adversidad, impulsados por la urgencia de escapar de la amenaza que los persigue.

En el bosque, se encontraron con una criatura aterradora, un ser humanoide con garras y dientes afilados que parecía haber sido enviado para recuperar la joya.

La criatura aterradora era un ser humanoide de gran estatura, de aspecto aterrador. No poseía piel, si no musgo que había crecido cubriendo parte de sus huesos deformados y músculos correosos que se dejan ver de forma grotesca. Parecía un ser sin acabar, como si una deidad no la hubiera terminado y se hubiese quedado incompleta. No poseía rostro si no una gran calavera animal con enormes colmillos en sus fauces. Sus ojos claramente sobrenaturales eran de color verde luminoso y brillantes que parecían escanear su entorno en busca de presas. Sus extremidades eran largas y aparatosas terminando en garras sobredimensionadas y afiladas como cuchillas que brillan bajo la luz de la luna. Parecía ser increíblemente ágil y rápido, moviéndose como un felino a través del bosque. Su presencia emanaba una sensación de peligro y maldad, y su mirada parecía penetrar en el alma de aquellos que osaban enfrentarse a ella.


La Criatura


Mientras los demás se preparaban para el combate inminente, Calístenes quedó inmóvil, con la mirada perdida y los ojos en blanco, como si una fuerza superior lo hubiera petrificado en el lugar. Su mente parecía distante, absorta en un mundo ajeno al presente...

 

Meir descendía cautelosamente por una escalera de caracol esculpida en piedra sólida y pulida. La única iluminación provenía de la lámpara que sostenía firmemente en su mano. El ambiente húmedo y fresco se intensificaba a medida que descendía más y más hacia las profundidades desconocidas. El sacerdote colocaba cada pie con sumo cuidado en los peldaños desgastados, consciente de que un resbalón o un mal paso podría resultar en una caída fatal.

Mientras descendía, la luz de la lámpara proyectaba sombras danzantes en las paredes de piedra, creando un efecto inquietante y misterioso en el espacio confinado. El aire parecía más denso a medida que se adentraba en las entrañas del lugar, y la humedad se hacía palpable en su piel y en su respiración. Meir sintió un escalofrío recorriendo su espalda y no estaba seguro de si era a causa del frío o de la sensación de inquietud que lo invadía.

El eco de sus pasos resonaba en el silencio, interrumpido únicamente por el ocasional goteo de agua que se filtraba a través de las grietas en las paredes y el techo. Con cada peldaño que descendía, Meir sentía que se alejaba cada vez más del mundo exterior y se adentraba en un reino oscuro y desconocido. Sin embargo, la curiosidad lo impulsaba a seguir avanzando, consciente de la importancia de su misión y de los secretos que podrían revelarse en las profundidades de aquel lugar olvidado.

Después de un descenso que a Meir le pareció interminable, finalmente llegó a su destino: una capilla secreta dedicada a su dios, Yahvé. El espacio, un habitáculo circular y modesto, había sido hábilmente excavado en la roca sólida. La cúpula abovedada que se alzaba sobre su cabeza estaba formada por dos cuerpos superpuestos, dando la impresión de un cielo estrellado tallado en piedra.

Las paredes de la capilla estaban adornadas con intrincadas signos en belurio antiguo, símbolos de poder relacionados con la protección y la fuerza. En lugar de imágenes o altares típicos, el recinto contenía únicamente unos bancos de piedra, donde los fieles podían sentarse a meditar y buscar consuelo. La tenue luz de dos antorchas enfrentadas iluminaba el espacio, dando vida a las runas y creando un ambiente de reverencia y misticismo.

En el centro de la capilla, un pequeño estanque redondo de agua cristalina y perfectamente quieta reflejaba la luz de las antorchas, creando un efecto tranquilizador en el entorno. Este estanque simbolizaba la pureza del alma tras haber rezado a Yahvé, y servía como recordatorio de la búsqueda constante por la purificación espiritual.

El silencio y la serenidad del lugar envolvieron a Meir, proporcionándole un respiro de la tensión y el miedo que había sentido durante su descenso. En este santuario subterráneo, se sentía protegido y guiado por la presencia de su dios, Yahvé, y se llenó de una renovada audacia para enfrentarse al desafío que le esperaba.

En uno de los cuatro bancos de piedra, lo suficientemente amplios para acomodar cómodamente a cinco personas, se encontraban sentadas dos figuras enigmáticas. La escasa iluminación del lugar no permitía verlos con gran claridad, pero la diferencia en sus vestimentas era evidente.

La primera figura estaba envuelta en una toga sacerdotal oscura, con una capucha que ocultaba su rostro por completo y las manos metidas en los bolsillos. Su apariencia era casi fantasmal, como si fuera un espectro que animaba un manto negro en lugar de un ser humano.

El segundo individuo vestía como un noble cortesano. Sus botas relucían en la tenue luz, y sus pantalones granates combinaban perfectamente con su elegante chaqueta, adornada con botones nacarados. Una capa carmesí, finamente confeccionada, reposaba sobre los hombros del joven apuesto, cuyo rostro reflejaba un semblante frío y calculador.

La presencia de estas dos figuras en la capilla secreta de Yahvé, tan diferentes en apariencia y vestimenta, generaba una atmósfera intrigante y misteriosa. El silencio entre ellos parecía cargado de tensión, como si estuvieran a la espera de un acontecimiento crucial o de alguna revelación que cambiaría el curso de sus vidas. Sin embargo, en ese refugio sagrado, la influencia de su dios parecía unirlos, al menos por el momento, en una búsqueda compartida por la guía y protección divina.”

 

El ser emitió un rugido ensordecedor mientras se abalanzó sobre los personajes. Su mirada despiadada les dejó claro que no se trataba de un enemigo fácil de vencer. El sonido de los gruñidos y los chillidos se mezclaba con el de los árboles agitándose por la fuerza del viento.

Orison, tomando posesión del cuerpo de Filotas, canalizó su energía y poder en una manifestación sorprendente. Concentrándose intensamente, invocó una nube de oscuridad que envolvía a la criatura, ocultándola de la vista de todos. Sin embargo, los ojos luminosos y verdes de la criatura parecían traspasar el sudario de sombras sobrenaturales, brillando como antorchas en medio de la oscuridad.

La criatura se lanzó en una carrera frenética en dirección a Demetrios, su objetivo aparentemente claro a pesar de la negrura que la rodeaba. Con rapidez sobrenatural, el ser gigante se plantó frente al anciano sacerdote de Zeus. La figura que había sido protectora de la joya ahora se encontraba en el suelo, librando una lucha desesperada por su vida mientras enfrentaba la furia de la criatura.

La criatura ejecutó un ataque letal con precisión mortal, impactando directamente en Demetrios y arrancándole el corazón de su pecho. En un instante, la vida abandonó el cuerpo del anciano sacerdote de Zeus, dejando su forma inerte en el suelo en un silencio ominoso. La tragedia se desplegó de manera implacable, marcando un punto de inflexión en el enfrentamiento y dejando a los presentes en un estado de conmoción y asombro ante la rapidez y ferocidad del desenlace. El aire mismo parecía contener un pesado lamento mientras todos eran testigos de la caída de quien había sido el protector de la joya y ahora se había convertido en una víctima de las fuerzas oscuras que acechaban.

Ptolomeo, movido por un impulso valeroso, arrojó su lanza con fuerza y la clavó en el pecho de la criatura, pero apenas logró hacerle un rasguño. Con una fuerza sobrenatural, la criatura arrancó la lanza de cuajo como si fuera un simple juguete.

Calístenes, tras haber tenido la vivencia del pasado de Meir, volvió en sí y se mantuvo alerta y listo, escudo y lanza en posición, preparado para el siguiente movimiento. Mientras tanto pensaba en lo que los dioses le habían mostrado.

Hefestión apuntó con su arco, concentrando toda su destreza en el disparo. La flecha impactó en la cabeza de la criatura, pero se partió al entrar en contacto con la dura calavera de la bestia.

Filotas, herido de muerte por el ataque del Minotauro, tomó una decisión sabia. Reconociendo su debilidad, optó por retirarse, acompañado por la protección leal de Rabia, quien lo guió con precaución hacia un lugar seguro en el bosque.

Ptolomeo no se amilanó y se lanzó valientemente contra la criatura. Con un salto decidido, clavó su espada en el corazón del ser, que palpitaba con fuerza mientras la criatura lanzaba un grito desgarrador de dolor, una melodía en los oídos del capitán griego.

Calístenes, lleno de osadía, corrió hacia la criatura y la embistió con un certero lanzazo también dirigido al corazón herido por Ptolomeo. La criatura, ya malherida, emitió otro grito de agonía mientras el impacto resonaba.

Hefestión, observando con astucia, identificó la vulnerabilidad del corazón, que se mostraba a través de sus huesos descarnados. Apuntó su arco una vez más, y su flecha se hundió en el mismo corazón, sellando el destino del ser oscuro. La criatura se deshizo en un humo negro que se disipó rápidamente, dejando tras de sí una sensación de victoria.

Ptolomeo, sintiendo la urgencia, se dirigió hacia la caja de Demetrios. Con valentía, la recogió y la mantuvo en su posesión, asegurándose de que quedara resguardada de manera segura. La batalla había concluido, y los héroes habían triunfado, pero la sombra de la amenaza y la misteriosa joya persistían, dejando un aura de incertidumbre en el aire.

En ese momento, los personajes se dieron cuenta de que la joya sagrada podía ser más peligrosa de lo que pensaban. Debían decidir rápidamente qué hacer con ella antes de que caiga en manos equivocadas. Sabían que si la entregan a los patrocinadores, podía ser utilizada con fines maléficos, pero si intentan mantenerla oculta, podían estar en peligro constante y sin saber cómo protegerla adecuadamente.

Debían evaluar cuidadosamente los riesgos y las posibilidades antes de tomar una decisión, pero el tiempo corría en su contra y debían actuar con rapidez si querían evitar que la joya cause más daño.

Había muchas preguntas sin responder ¿Qué hacía la joya, no lo sabían? ¿Donde podrían encontrar este saber? ¿Y los manuscritos de Demetrios?

 

Ptolomeo, el Salvador
El manuscrito

Finalmente, los héroes llegaron a la cabaña de nuevo. Al adentrarse en su interior, sus miradas se posaron en un manuscrito que yacía sobre una mesa. Era el legado dejado por Demetrios, el cual contenía secretos y revelaciones que podrían arrojar luz sobre la enigmática situación en la que se encontraban.

Calístenes tomó el manuscrito entre sus manos y lo hojeó con atención, sus ojos recorriendo las páginas en busca de pistas. Con voz clara y firme, comenzó a leer en alto los pasajes más intrigantes y relevantes para sus compañeros. Cada palabra pronunciada resonaba en el aire, cargada de significado y misterio, mientras todos escuchaban con atención, ansiosos por descubrir las verdades ocultas entre las líneas del manuscrito de Demetrios. El ambiente en la cabaña estaba impregnado de anticipación y curiosidad, mientras Calístenes compartía con sus compañeros las revelaciones que el anciano sacerdote había dejado atrás.

Los manuscritos secretos de Demetrios son una colección de documentos escritos a mano que describen la historia y los misterios detrás de la joya sagrada. Contienen información sobre la procedencia de la joya, su poder y los posibles peligros que se derivan de su uso indebido.

La joya tiene la capacidad de conceder un gran poder a su portador, pero a un gran costo. Cada vez que se utiliza, el portador debe sacrificar una parte de su alma, lo que puede llevar a su eventual degradación y corrupción. Además, la joya tiene la capacidad de atraer a seres malévolos y oscuros que buscan su poder para sus propios fines. Es por eso que Demetrios quería mantenerla alejada del mundo, ya que teme que su uso desate consecuencias terribles y peligrosas.

Además, los manuscritos también incluyen notas y teorías de Demetrios sobre cómo proteger la joya y mantenerla alejada de aquellos que buscan utilizarla para fines malévolos. Contienen información sobre posibles lugares seguros donde se puede ocultar la joya y cómo evitar que caiga en manos equivocadas.

Los manuscritos secretos de Demetrios son un tesoro invaluable para aquellos que buscan proteger la joya y mantenerla alejada de aquellos que buscan utilizarla para fines oscuros. Son un legado del sacerdote que sacrificó su vida por proteger la reliquia y evitar que caiga en manos equivocadas.

En unos documentos a modo de diario, Demetrios tiene anotadas varias opciones para la joya, sin saber bien cuál sería la repercusión de las mismas:

 

Demetrios, Sacerdote de Zeus
Diario

Transcripción del diario de Demetrios:

 

Hoy he traído la joya sagrada al templo de Pan. Sé que hay quienes buscan su poder, este será el lugar más seguro, el Minotauro que he invocado se encargará de ello.

La joya es una reliquia peligrosa, con el poder de controlar la mente y el corazón de quienes la poseen. No podía dejarla en manos del rey o del príncipe Alejandro, les llevaría a la ruina.

He descubierto unos antiguos escritos que podrían revelar el origen de la joya y su conexión con los dioses Apolo y Atenea. Además, he encontrado una tablilla de arcilla grabada con inscripciones que podrían contener información crucial sobre el verdadero poder de la joya. Me encuentro ansioso por dedicar mi tiempo a traducir estos textos y obtener información valiosa que pueda ayudarnos a entender mejor el objeto y su influencia en aquellos que lo poseen. Sin embargo, el tiempo es un factor crítico, ya que existe una amenaza constante por aquellos que buscan apoderarse de la joya y su poder oscuro y peligroso.

Estoy investigando cómo proteger la joya del mal que intenta apoderarse de ella. Pero no se cuanto tiempo tendré hasta ser descubierto, al menos una criatura invocada por oscuros poderes me persigue para recuperar la joya, lo presiento. Temo que pueda llegar en cualquier momento, si me encuentra no sé si seré capaz de defenderme ante el...

Considero varias posibilidades para lidiar con la peligrosa joya y su poder oscuro. Podría devolverla al templo de Zeus en Olimpia, pero no estoy seguro de que los sacerdotes puedan garantizar su seguridad. También podría intentar destruirla, pero eso podría ser difícil ya que es una reliquia de los dioses.

Una opción podría ser esconderla en un lugar secreto y seguro, pero necesito encontrar un lugar en el que nadie pueda encontrarla. O quizás pueda controlar su poder y usarlo para ayudar a la humanidad en lugar de causar daño... pero no sé si eso será posible.

Debo tomar una decisión pronto, antes de que sea demasiado tarde. Espero que los compañeros de Alejandro, sus valientes generales lleguen pronto y demuestren ser dignos del dios Pan y venzan al Minotauro. Ellos quizás me ayuden a encontrar una solución para proteger la joya sagrada y evitar que caiga en manos equivocadas...

 

Su verdadero poder

Mientras Calístenes exploraba los manuscritos de Demetrios, su mirada se iluminó al descubrir que contenían información sumamente valiosa acerca del auténtico poder de la joya y su misterioso origen. En ese instante, Meir cobró conciencia desde el interior del cuerpo de Calístenes y, utilizando sus vastos conocimientos, comenzó a traducir los textos escritos en diversas lenguas antiguas y olvidadas.

Con cada página que leía, Meir desentrañaba los secretos ocultos detrás de la joya y su conexión con fuerzas sobrenaturales. Una tras otra, las palabras antiguas cobraban vida a través de la voz de Calístenes, y los detalles revelados eran asombrosos y aterradores a partes iguales. Una trama de intrigas y magia se tejía ante los oídos de los compañeros, quienes escuchaban con asombro mientras Meir compartía sus descubrimientos.

Una vez que la traducción estuvo completa, Meir explicó a sus compañeros las revelaciones que había desentrañado de los manuscritos. Les habló sobre el origen ancestral de la joya, su conexión con seres de poder más allá de su comprensión y las implicaciones que esto tenía para su búsqueda. Cada palabra pronunciada por Meir resonaba con un aire de solemnidad, conscientes de que estaban en presencia de un conocimiento profundo y antiguo que podría cambiar el curso de sus destinos.

La cabaña se llenó de un aura intensa mientras Meir compartía sus descubrimientos, y los héroes asimilaban la magnitud de lo que habían descubierto. El enigma que habían estado persiguiendo comenzaba a desvelarse lentamente, revelando un panorama mucho más amplio y peligroso de lo que habían imaginado.

La joya es conocida por tener múltiples habilidades y poderes que han sido objeto de estudio y debate durante siglos. Se dice que su capacidad para controlar la mente y el corazón de quienes la poseen es solo una de sus muchas habilidades.

Además, se cree que la joya tiene la capacidad de influir en las emociones y decisiones de otros, incluso de controlar sus acciones y pensamientos. Se dice que aquellos que la poseen pueden usarla para manipular a los demás y obtener lo que quieren.

Pero la joya no solo es conocida por su capacidad para controlar a otros, sino también por su capacidad para canalizar energías espirituales o mágicas. Se cree que aquellos que la poseen pueden obtener habilidades sobrenaturales y capacidades que van más allá de lo humano.

Sin embargo, su uso inadecuado o sin control puede ser extremadamente peligroso, como se ha visto en el pasado. La joya ha sido utilizada por personas ambiciosas y malintencionadas para obtener poder y riqueza a cualquier costo, lo que ha resultado en consecuencias desastrosas para aquellos que la rodean. Por lo tanto, es importante tener precaución al manejarla y considerar cuidadosamente todas las opciones antes de decidir qué hacer con ella.

 

Su Origen

La creación de la joya fue un acto de amor y reverencia hacia la diosa Atenea, y se dice que su poder fue imbuido por Apolo para que pudiera mostrar su devoción. La joya es considerada como una de las más poderosas y místicas reliquias de los dioses, y su legado ha sido transmitido a través de generaciones.

Se cuenta que la joya ha pasado por muchas manos a lo largo de los siglos, y ha sido utilizada tanto para el bien como para el mal. Aquellos que la han poseído han sido seducidos por su poder, y algunos han caído bajo su influencia, convirtiéndose en seres malvados y tiránicos.

A medida que el tiempo pasaba, la joya se fue convirtiendo en un objeto de leyenda y mito, y su verdadero poder se volvió cada vez más desconocido. Algunos creían que la joya tenía el poder de conceder la inmortalidad, mientras que otros creían que era capaz de convocar a las fuerzas del mal.

A lo largo de los siglos, la joya ha sido buscada por muchos, pero ha sido protegida y escondida por aquellos que conocían su verdadero poder. La joya ha sido el objetivo de muchas guerras y ha llevado a la caída de reinos enteros. La búsqueda de la joya ha llevado a muchos a la locura, la obsesión y la muerte.

Ahora, los personajes se enfrentan a la tarea de decidir qué hacer con esta reliquia peligrosa y poderosa. ¿Serán capaces de resistir su seducción y usarla para el bien, o caerán bajo su influencia y corromperán su propósito?

Y la joya consiguió lo que la batalla no había conseguido: sembrar discordia entre los compañeros de Alejandro.

 

Discrepancias

Los protagonistas se hallaron en un tenso debate, reunidos en una cueva mientras el fuego crepitaba y lanzaba sombras danzantes en las paredes. El manuscrito de Demetrios había arrojado luz sobre el verdadero poder de la joya, pero también había desatado una intensa disputa sobre su destino.

Ptolomeo, arraigado en la creencia de que la joya podía otorgarles un poder sin igual, estaba decidido a ocultarla para su propio beneficio. Sin embargo, tanto Hefestión como Calístenes, preocupados por el oscuro influjo que la joya ejercía sobre él, lo instaron a reconsiderar sus intenciones y a prevenir una posible corrupción.

La discusión se volvió acalorada y casi llegó al punto de ruptura cuando Ptolomeo estuvo a punto de abandonar el grupo, determinado a retener la joya por sí mismo. En ese momento, la llegada inesperada de Clito y sus compañeros cambió la dinámica, llevando consigo noticias de su propia travesía y un enfoque en la utilización personal de la joya.

Clito, compartiendo la perspectiva de Ptolomeo, sugirió que la joya debería ser empleada para su propio beneficio, argumentando que él era el candidato más apto para manejar su poder. La tensión aumentó mientras debatían sobre el destino de la joya, alternando entre esconderla, destruirla o utilizarla estratégicamente.

Filotas, todavía debilitado por sus heridas, permanecía en un segundo plano, descansando y tratando de recuperarse. Mientras tanto, Calístenes se esforzaba por extraer más información de los manuscritos de Demetrios, pero sus intentos no revelaron nada más sobre la joya.

Ptolomeo, sin soltar la caja que contenía la joya, la abrió para mostrar su contenido a Clito y al grupo. Clito, intrigado por el objeto, compartió su opinión y sugirió diversas opciones, desde entregarla al templo de Artemisa hasta regalarla a Agea, la Archimaga que había estado involucrada en su alejamiento de Macedonia.

El debate se volvió más intenso mientras las voces se alzaban en favor de distintos destinos para la joya. Neb-Nesut, tomando momentáneamente el control de Ptolomeo, propuso esconderla en las pirámides de Egipto, considerándolas el lugar más seguro. Hefestión abogó por arrojarla al mar Egeo, mientras Clito y Ptolomeo se mantuvieron firmes en su deseo de usarla para su propio beneficio.

En un giro sorprendente, Meir tomó el control de Calístenes y aportó una nueva perspectiva. Sugirió que llevaran la joya a Creta, donde un sabio ciego de confianza podría ocultarla sin que nadie supiera su paradero. La idea resonó en la mente de todos como una posibilidad viable.

A pesar de las diversas propuestas, no lograron alcanzar un consenso. La joya había dividido sus opiniones de manera profunda e irreconciliable. Mientras las voces seguían chocando en la cueva, era evidente que la influencia del poder de la joya trascendía sus deseos individuales y sembraba la discordia entre los compañeros de Alejandro.