Eterno XI
(334 a. C)
Alejandro Magno, Rey de Macedonia |
Alejandro había
escuchado a su padre hablar apasionadamente sobre el ataque a Anatolia durante
incontables jornadas. Ahora, estaba decidido a llevar a cabo esa hazaña él
mismo, confiando en su profundo conocimiento de los persas y sus estrategias.
Consciente del
comportamiento cohesivo del ejército persa bajo un líder carismático, Alejandro
planeó desestabilizar este pilar central. Sabía que privar a los persas de su
líder sería clave para debilitar su resistencia y facilitar la conquista del
vasto imperio.
Para prepararse,
Alejandro se enfocó en dos frentes. En primer lugar, fortaleció la frontera de
Grecia, reuniendo un formidable ejército de 12.000 infantes y 12.000 soldados
para protegerla.
Simultáneamente,
recuperó el antiguo anhelo de su padre de infligir una derrota decisiva a los
persas, quienes habían amenazado a Grecia en el pasado. Decidió iniciar una
expedición a Asia con el objetivo de invadir el gigante asiático y cumplir el
sueño no realizado de su padre.
Aunque incluso su
mentor, Aristóteles, intentó disuadirlo de tal empresa ambiciosa, Alejandro
estaba decidido. Nombró a Parmenión como comandante de un ejército de 10.000
hombres destinado a la conquista de Asia, liderará el ala izquierda del ejército
de su rey. Alejandro se preparó para afrontar una de las mayores campañas
militares de la historia antigua.
Parmenión, Capitán General de Alejandro |
Los compañeros más
cercanos
Alejandro
se encontraba rodeado por sus compañeros más cercanos, su guardia personal
compuesta por aquellos que habían compartido toda su vida junto a él. Eran más
que simples camaradas; eran hermanos de leche, protectores y amigos íntimos,
quienes ahora habían ascendido a generales y oficiales de confianza en su
ejército. Estaban completamente comprometidos a seguir a Alejandro hasta el
final.
Como
Comandante Supremo, Alejandro se aseguraba de personalmente establecer y
confirmar cada rol y responsabilidad antes de avanzar. Todo debía estar claro,
organizado y completamente asegurado para garantizar el éxito de cada
movimiento y campaña:
Parmenión, el
experimentado Capitán General de Alejandro, es la segunda figura más importante
en el ejército. Había servido fielmente a Filipo II, el padre de Alejandro, y
ahora estaba listo para sacrificarlo todo por su hijo. Sus tres hijos también
eran miembros destacados del ejército de Alejandro, lo que habla de la
confianza y la lealtad de toda la familia.
Parmenión es
reconocido como un estratega consumado y altamente eficaz. Es uno de los
líderes más respetados y confiables en el campo de batalla, gracias a su vasta
experiencia y lealtad inquebrantable. Su influencia en las decisiones
estratégicas y tácticas es notable, y su valentía y habilidades militares son
admiradas por todos. Es un líder militar respetado en todos los ámbitos, y su
reputación como estratega es insuperable.
Clito "El
Negro", lugarteniente y general de Alejandro Magno, ha sido un fiel
servidor desde su juventud. Comenzó su carrera al servicio de Filipo II, el
padre de Alejandro, y tras la muerte de Filipo, continuó su lealtad con
Alejandro, a quien consideraba como un hermano de leche y un amigo cercano. El
apodo "El Negro" se debe a su cabello azabache, que lo distinguía
entre los demás.
Nacido alrededor del
año 367 a.C. en Macedonia, Clito provenía de una familia acomodada. Su padre,
Drópidas, era un hombre de posición influyente y riqueza, lo que permitió a
Clito tener una educación completa. Desde joven, Clito se preparó para la
carrera militar y también adquirió conocimientos en literatura, geografía,
matemáticas y otras materias relevantes para su época.
La conexión de Clito
con la familia real era profunda; su hermana, Lanice, ejerció como nodriza del
príncipe Alejandro en su infancia, lo que fortaleció los lazos entre Clito y
Alejandro desde temprano.
Clito se destacó como
uno de los comandantes más valientes y leales en el ejército de Alejandro. Su
experiencia, valentía y dedicación a la causa macedonia lo convirtieron en una
figura respetada y confiable para Alejandro y sus compañeros de batalla.
Ptolomeo, un
destacado general y el biógrafo de Alejandro Magno, nació en Macedonia en una
familia con conexiones a la realeza. Su padre, Lagos, era un noble aunque su
linaje no había alcanzado gran prominencia en la historia. Su madre, Arsínoe,
tenía vínculos con la dinastía argéada, lo que otorgaba a Ptolomeo cierto
estatus en la corte.
Se rumoreaba que
Ptolomeo podría ser un hijo ilegítimo de Filipo, el padre de Alejandro, lo cual
él mismo podría haber difundido para elevar su prestigio personal. Estas
especulaciones sobre su origen real no disminuyeron su influencia y respeto en
la corte macedonia y en el ejército.
Desde joven, Ptolomeo
sirvió como escudero del príncipe Alejandro Magno, desarrollando una sólida
amistad y una lealtad inquebrantable hacia él. Su inteligencia política,
habilidades militares y ambición eran ampliamente reconocidas en el círculo
íntimo de Alejandro y entre sus compañeros de batalla.
Su papel como
biógrafo de Alejandro le otorgó una perspectiva única sobre la vida y las
hazañas del gran conquistador, permitiendo que las futuras generaciones
comprendieran mejor la historia y los logros de Alejandro Magno.
Filotas,
el Comandante de Caballería e hijo de Parmenión, destacó como uno de los
principales líderes militares en el ejército de Alejandro Magno. Su papel como
comandante de la caballería lo convirtió en uno de los colaboradores más
cercanos del rey Alejandro.
Filotas
era reconocido por su valentía en el campo de batalla y sus habilidades
tácticas excepcionales. Su liderazgo carismático y su profundo conocimiento
militar lo convirtieron en una figura respetada no solo entre sus compañeros
oficiales, sino también entre los soldados rasos del ejército macedonio. Su
influencia y habilidades estratégicas desempeñaron un papel crucial en
numerosas victorias militares de Alejandro.
Calístenes,
historiador de Alejandro y embajador, tuvo un papel destacado después del
asesinato de Filipo. Fue recomendado por su tío Aristóteles para ser el
historiador personal de Alejandro durante su futura campaña contra el Imperio
persa. Calístenes elogió las hazañas de Alejandro en sus narraciones,
incluyendo la afirmación del rey macedonio de ser hijo de Zeus. Sus registros
legendarios se reunieron en diez volúmenes titulados "Biografías de
Alejandro".
Calístenes no solo se
destacó como historiador, sino también como diplomático y embajador, con una
notable influencia en la corte macedonia. Su erudición y habilidades
diplomáticas le valieron reconocimiento y respeto entre los círculos políticos
y culturales de la época.
Hefestión, consejero
y ocasional comandante de caballería de Alejandro, acompañó al rey desde el
inicio de su campaña asiática, destacándose en la unidad de caballería. Aunque
no sobresalía como comandante en el campo de batalla, su verdadera fortaleza
residía en su profundo conocimiento logístico.
Cuando Alejandro
necesitaba la habilidad táctica de Hefestión en la batalla, este solía ir
acompañado de otros generales, a veces incluso del mismo Alejandro, para
garantizar la precisión en cada movimiento. Aunque su destreza como estratega
compensaba sus limitaciones en la batalla, especialmente cuando actuaba como
mano derecha de Alejandro.
Como confidente y
consejero cercano de Alejandro, Hefestión se convirtió en una figura influyente
tanto en la corte como en las campañas militares. Su valentía, inteligencia y
lealtad inquebrantable hacia Alejandro lo hicieron esencial en la toma de
decisiones cruciales y en el mantenimiento de la cohesión del ejército y del
reino.
Calístenes, Historiador y Embajador de Alejandro |
La principal
diferencia entre el biógrafo (Ptolomeo) y el historiador (Calístenes) de
Alejandro Magno radica en el enfoque de sus obras.
El biógrafo se centra
en la vida personal de Alejandro Magno, su carácter, sus hazañas militares y su
legado, con énfasis en su personalidad, decisiones y acciones. Los biógrafos
buscan retratar a Alejandro como una figura heroica e influyente, explorando su
vida desde una perspectiva más íntima.
Por otro lado, el
historiador de Alejandro Magno se enfoca en analizar y contextualizar los
eventos históricos que rodearon la vida y las conquistas del famoso líder
macedonio. Los historiadores buscan examinar los aspectos políticos, sociales y
militares de la época, así como el impacto de Alejandro en la historia antigua.
Mientras que el
biógrafo se enfoca en la figura individual de Alejandro Magno, el historiador
amplía su análisis para comprender el contexto histórico más amplio en el que
vivió y actuó.
Clito, el Negro, Lugarteniente y General de Alejandro |
Cada miembro del
círculo íntimo de Alejandro Magno asume su rol con responsabilidad y
compromiso. Hefestión, el más cercano a Alejandro, goza de una confianza
excepcional y se convierte en su mano derecha. Los demás integran su guardia
personal, cada uno desempeñando un papel crucial en su área de especialización.
En asuntos militares, Parmenión, Clito y Ptolomeo tienen la autoridad decisiva,
mientras que Calístenes es consultado en temas diplomáticos y académicos.
Filotas, por su parte, juega un papel fundamental en la gestión de la
infantería del ejército.
La expedición de
Alejandro no solo incluye soldados y oficiales, sino también una diversidad de
intelectuales y expertos. Biógrafos, botánicos, lingüistas, escribas y
cronistas forman parte del séquito, documentando meticulosamente cada hazaña del
gran líder. Estas crónicas son enviadas periódicamente a Macedonia, donde la
población, entusiasta, celebra las conquistas y triunfos de Alejandro. Este
flujo constante de información mantiene a todos al tanto del avance y éxito de
la campaña.
Calístenes se encarga
de abrir camino diplomáticamente, buscando posibles aliados y anticipando las
reacciones de enemigos y rivales. Además, documenta las aventuras de Alejandro,
investiga para mejorar el armamento y ensaya un nuevo sistema de comunicación
en el campo de batalla mediante banderas, comenzando con movimientos sencillos.
Ptolomeo, siempre
ambicioso, sabe que la conquista de Persia puede asegurarle una parte del vasto
imperio. Su motivación lo impulsa a desempeñarse con destreza en sus
responsabilidades.
Filotas se encarga de
entrenar a la caballería y motiva a sus hombres con historias sobre Alejandro,
haciéndolo el más accesible de los oficiales. Su cercanía inspira y tranquiliza
a aquellos que sienten miedo ante lo que les espera.
Parmenión, siempre atento
a los intereses de Alejandro, le ofrece su perspectiva estratégica y se
mantiene en continuo contacto con los compañeros. Es responsable de garantizar
que todo funcione como debe y a menudo juega a juegos de estrategia con
Alejandro y Calístenes.
Clito, por su parte,
mantiene una red de contactos orientada a evitar conspiraciones contra
Alejandro y su círculo cercano. Los oficiales fuera de este círculo lo temen,
conscientes de su interés en las artes ocultas y sus sacrificios de sangre al
dios Dionisio.
Hefestión se esfuerza
por llevarse bien con todos los miembros del círculo cercano de Alejandro.
Mantiene un contacto continuo con ellos y les ofrece su ayuda en lo que puede.
Es amigo y confidente de todos, especialmente de Alejandro, y le enseña estrategia
militar a Clito mientras él se encarga de mejorar su habilidad en logística.
Hefestión Consejero y Comandante de caballería |
Practicando
Alejandro y Hefestión
se enfrentan en un entrenamiento feroz en el bosque, solos con espadas y
escudos. La intensidad del combate crece hasta que Alejandro pierde el control
momentáneamente. En un rápido movimiento, Hefestión le quita el escudo y luego
la espada. Alejandro, en un estado de furia, parece decidido a derrotar a
Hefestión sin escuchar sus palabras de advertencia.
A pesar de ser menos
hábil que Alejandro, Hefestión lo derriba al suelo y le grita para que recupere
la compostura.
–¿Te das cuenta de
que estás luchando contra Darío? –le recordó Hefestión con seriedad.
–Para él, soy solo un
niño rey. Nuestro imperio aún es pequeño ante sus vastas fronteras. –Respondió
Alejandro dolido.
–El temerá cada paso
que des –responde Hefestión.
Agotados y sudorosos,
Alejandro finalmente comprende, besa y abraza a Hefestión. Bajo el cálido sol
del atardecer, se reconcilian, recordando la importancia de la perspectiva y la
humildad incluso en medio de la lucha.
Alejandro miro a los
ojos a su amigo le dijo a corazón abierto a Hefestión:
–Querido amigo, el
destino nos llama a desafiar a los persas, y confío en que juntos alcanzaremos
la grandeza que está destinada a ser nuestra. Tu valentía y lealtad son un
pilar fundamental en esta empresa, y confío en que juntos forjaremos nuestro
destino en las tierras de Asia. Que nuestra amistad nos guíe hacia la victoria
que aguarda más allá de las fronteras persas. ¡Hacia la gloria, Hefestión!
Olimpiade, Madre de Alejandro |
Cuando se prepara
para su campaña en Asia, su madre, portando una serpiente en la mano, le
promete revelarle un secreto asombroso sobre su vida. Muchos creen que se
refiere a la cuestión más profunda que solo Olimpiade puede responder: ¿es
Alejandro un hijo de los dioses o solo un mortal común?
En una ceremonia
vedada hasta entonces para él, Alejandro comparte un brebaje ceremonial con su
madre, y de repente se encuentran en un escenario desde donde se puede
contemplar claramente el monte Olimpo. Es entonces cuando ella le revela que es
hijo de Zeus, un secreto que cambia su perspectiva sobre su destino y su
legado.
Alejandro,
compartiendo esta revelación con su confidente Hefestión, decide continuar la
ofensiva iniciada por su padre y enfrentarse al soberano más poderoso de la
tierra: el rey persa Darío. Para él, no hay otra opción posible; su ambición y
su deseo de conquista no conocen límites.
Con una caricia hacia
Bucéfalo, su fiel compañero, Alejandro le anuncia que les espera un largo viaje
lleno de desafíos y glorias, como verdaderos amigos que son.
Ptolomeo, General y el Biógrafo de Alejandro |
Aprovechando una
ausencia de Alejandro, Hefestión organizó un banquete en el palacio real para
discutir un asunto importante con sus compañeros más cercanos.
Reunidos en el
comedor, todos disfrutaban de los mejores manjares y del mejor vino. Estaban
presentes Calístenes, Ptolomeo, Clito, Filotas, su padre Parmenión, y el propio
Hefestión.
–Tenía mis dudas
–dijo Hefestión, llamando la atención de todos–, pero creo que Alejandro
finalmente ha tenido una visión donde se le reveló que es hijo de Zeus. Creo
que puede ser real.
–Cuando aún era un
nonato en el vientre de su madre, le cayó un rayo a esta y ambos sobrevivieron
–dijo Calístenes–. El rayo es la marca de Zeus.
–Al fin se lo han
revelado –dijo Parmenión, sonriendo.
–Tiene sentido –dijo
Clito, apurando su copa de vino.
–El asesino de niños
ha puesto en marcha el plan –dijo Ptolomeo, con los ojos en blanco. Nadie
prestó atención a sus palabras, que en realidad provenían de Neb-Nesut, el
Vástago que descansaba en su interior. Todos pensaron que simplemente había
bebido demasiado y hablaba sin sentido.
–Como todos sabéis,
yo era amigo de su padre el rey Filipo –dijo Parmenión, recordando–. ¿Os he
contado cómo perdió el ojo? Una noche espiaba a su mujer Olimpiade y la vio en
el lecho con una tremenda serpiente, una de las formas que se le atribuyen a
Zeus en la tierra. Ella se percató de que su marido la espiaba y, mirándolo por
la cerradura, lo maldijo. En la siguiente batalla, Filipo perdió ese mismo ojo
con el que había espiado a su esposa.
–Por eso Filipo
trataba así a Olimpiade –dijo Calístenes.
–Habría muchas más
razones que desconocemos que alimentaban su odio mutuo –respondió Parmenión.
El ambiente se tornó
introspectivo mientras cada uno reflexionaba sobre las historias y las
creencias que rodeaban a su líder. Hefestión, observando a sus compañeros,
sabía que este banquete no solo era una reunión social, sino un recordatorio de
la misión divina que Alejandro había emprendido y del papel crucial que cada
uno de ellos desempeñaría en los tiempos venideros.
Calas, Hijo pequeño de Parmenión |
Los hijos de Parmenión
Parmenión tenía tres
hijos legítimos y uno bastardo. Filotas, el mayor de la misma edad que
Alejandro, con 21 años. Nicanor, de 20 años, el mediano, destacado general y
comandante de infantería conocido por su valentía. Calas, el menor con 19 años,
era un valiente soldado reconocido por sus habilidades tácticas aunque menos
conocido que sus hermanos. También contaba con Hegeloco, de 24 años, su hijo bastardo,
quien trabajaba como guardia personal.
Reunió a sus cuatro
hijos y les habló sobre la guerra inminente, enfatizando la importancia de la
unidad familiar. Hegeloco sería tratado como un hermanastro, ya que también era
su hijo. Aquí está lo que deseaba de cada uno de ellos:
Hegeloco, Hijo bastardo de Parmenión |
- Filotas: Como
compañero de Alejandro y comandante de caballería, se esperaba de él un
liderazgo
fuerte y estratégico en la batalla, manteniendo la disciplina y la
cohesión de la caballería en todo momento.
- Nicanor: Dada su destacada valentía y experiencia militar, se le encomendaba liderar la infantería con audacia, siendo un pilar crucial en las tácticas de batalla y en mantener las líneas del frente.
- Calas: A pesar de
ser menos conocido, sus habilidades tácticas eran valiosas. Se le pedía que
demostrara su valentía y que trabajara en estrecha colaboración con los otros
comandantes para garantizar la efectividad de las estrategias en el campo de
batalla.
Nicanor, Hijo mediano de Parmenión |
- Hegeloco: Como
guardia personal y parte de la familia, se esperaba de él lealtad
inquebrantable y un servicio impecable en proteger la vida de su padre y sus
hermanos durante los combates y las maniobras militares.
–Un brindis por mis
hijos –dijo Parmenión, levantando su copa de vino. Sus cuatro hijos lo
imitaron, alzando las suyas.
–Por mis hijos, con
mis mayores bendiciones. Por la unidad de la familia. Sois unos hijos de puta y
yo el mayor de todos ellos. He querido que os conozcáis mejor y disfrutéis
antes de la inminente guerra.
Después de compartir
risas y camaradería, los cinco decidieron continuar la noche en una casa de
putas, buscando una última noche de placer y diversión antes de enfrentarse a
las realidades de la guerra.
Filotas, Comandante de Caballería, Primogénito de Parmenión |
Falange macedonia |
334 a. C.
Dos años después de
la muerte de Filipo, Alejandro inició su gran aventura, continuando y
perfeccionando el innovador sistema militar que su padre había establecido.
Alejandro desarrolló
la famosa falange macedonia, una formación compacta compuesta por 16 filas de
infantes, armados principalmente con la larga lanza llamada sarisa. Esta
falange avanzaba como un bloque impenetrable, similar a un puercoespín, hacia
el enemigo, asegurando una presión continua e implacable.
La caballería, por
otro lado, representaba la movilidad y flexibilidad en el campo de batalla,
impidiendo que el enemigo pudiera maniobrar de manera efectiva. Esta estrategia
era conocida como el yunque y el martillo, con la caballería actuando como el
martillo que embiste y ataca al enemigo, mientras que la falange servía como el
yunque, una formación inamovible armada con mortales lanzas.
Aunque fue Filipo
quien concibió esta estrategia, Alejandro la perfeccionó a lo largo de esos dos
años, dedicados a resolver problemas internos y externos. Siguiendo la
tradición de los reyes antiguos, Alejandro lideraba desde la primera fila y
asumía las posiciones más arriesgadas en el campo de batalla. Esta práctica
fortalecía la moral de sus tropas, mostrando que él estaba dispuesto a asumir
los mismos riesgos que pedía a sus hombres.
Durante este tiempo,
Alejandro organizó extensas marchas, probó y entrenó diversas unidades de su
ejército para alcanzar su máximo potencial. Con un ejército creado por su padre
pero perfeccionado por él mismo, Alejandro inició su legendaria campaña
asiática.
Antes de partir,
Alejandro le comentó a Parmenión tras revisar las tropas:
–Parmenión, el peso
de nuestra empresa recae en la fuerza y disciplina de nuestra falange. Confío
en tu liderazgo y en la valentía de cada soldado bajo tu mando. Juntos,
formaremos un muro impenetrable que hará temblar a los persas. Que la historia
recuerde el valor de estos hombres que marchan a mi lado. La gloria nos
aguarda, Parmenión, ¡adelante hacia la victoria!
Átalo, General de Alejandro |
En un viaje hacia la
frontera asiática, Clito descubrió una inquietante verdad: Átalo, tío de
Cleopatra y general bajo el mando de Alejandro, había sido tentado por Darío.
El rey persa estaba poniendo a prueba su lealtad, sembrando dudas sobre
Alejandro y prometiendo a Átalo el trono a cambio de su traición.
Clito, siempre
alerta, decidió tener una conversación con Átalo para tantear su posición.
Durante esta charla, quedó claro que Átalo albergaba dudas sobre Alejandro y
consideraba tener un plan B. Átalo intentó medir las lealtades de Clito, lo que
solo acrecentó las sospechas de una posible traición.
Átalo había sido el
responsable de casar a Cleopatra con Filipo, y las tragedias de ambos, ya
fallecidos, aún repercutían en el presente. Fue debido a Átalo que Filipo casi
termina con la vida de Alejandro en el pasado, lo que llevó a su eventual
destierro.
Sin demora, Clito
informó primero a Parmenión y luego a Alejandro sobre esta situación.
Parmenión, un experimentado general y antiguo compañero de armas bajo el
liderazgo de Filipo, comprendió la gravedad del asunto. Aunque Alejandro recibió
una carta de Atalo donde rechazaba la oferta de Darío, la sombra de la traición
seguía presente.
Clito explicó a
Parmenión que Átalo se sentía marginado y quemado por estar tan apartado de la
política de la capital, en la frontera con los persas, lo que le hacía dudar de
Alejandro. Parmenión, como antiguo compañero de fatigas de Átalo, ambos
sirvieron como generales al rey Filipo, le comentó a Clito que,
independientemente de la decisión que se tomara, le gustaría hablar con Átalo personalmente.
–Necesitamos entender
su verdadera motivación y saber hasta qué punto sus dudas pueden afectar a
nuestras campañas futuras –dijo Parmenión.
–Coincido –respondió
Clito–. Es crucial abordar esto con tacto y prudencia.
La lealtad estaba en
juego, y el delicado equilibrio de confianza dentro del ejército macedonio
pendía de un hilo.
La cabeza de la
serpiente
Alejandro, despiadado
y a menudo considerado un tirano, ordena a Ptolomeo que se dirija a la frontera
con Asia para ejecutar a Átalo por traición, una acción que muchos consideran
necesaria pero brutal. Según Alejandro, la situación de Átalo se había vuelto
demasiado peligrosa para la estabilidad del imperio.
Deseando que el
castigo fuera ejemplar, Alejandro decide que Parmenión le dará a Átalo la
opción de elegir entre la espada o el veneno, una muestra de respeto por su
antiguo camarada.
Clito, Ptolomeo y
Parmenión parten hacia el encuentro con Átalo.
–Viejo amigo, no
traemos buenas noticias –dijo Parmenión con pesar, adelantándose mientras sus
compañeros permanecían atrás.
–¿Por qué? –preguntó
Átalo, con una mezcla de incredulidad y resignación.
–Sé que tienes dudas.
No te voy a juzgar. Eso ya ha sido hecho –respondió Parmenión, desenfundando su
espada.
–No me lo pongas
difícil, viejo amigo –añadió Parmenión.
–¡Hazlo! No me
aburras con tu palabrería –exclamó Átalo, dispuesto a enfrentar su destino.
–Esta será tu última
batalla –dijo Parmenión, poniéndose en guardia y permitiendo que Átalo desenfundara su espada.
Átalo cargó contra
Parmenión sin dudarlo. Tras un combate justo, Parmenión le cortó la mano
izquierda y lo decapitó para evitarle más sufrimiento.
Parmenión colocó la
cabeza de Átalo en una pica y la clavó en la frontera con los persas, a la
vista de todo el campamento macedonio. Al revisar los documentos de Átalo,
encontró una carta dirigida a Ptolomeo, en la que revelaba algo inesperado: su
sobrina había sentido algo por él. Lamentablemente, murió apenada por no haber
podido compartir una vida juntos. Átalo explicaba que, al ser viuda reciente y
debido a su delicada situación, no pudo expresar sus sentimientos abiertamente
a Ptolomeo antes de su fallecimiento.
Mientras Clito se
encargaba de reestructurar la cadena de mando en el campamento tras la muerte
de Átalo, Ptolomeo guardó la carta dirigida a él en secreto.
De regreso, Parmenión
informó a Alejandro de lo ocurrido y compartió sus preocupaciones.
–Alejandro, esto no
te dará buena fama –advirtió Parmenión–. Este castigo puede causar tensión
entre los tuyos.
–No estoy de acuerdo
–replicó Alejandro–. Este castigo será ejemplar. Así, nadie se atreverá a
traicionarme. Si se es fiel a mí, no hay nada que temer.
Parmenión observó a
Alejandro, conociendo su audacia y sabiendo que cualquier intento de cambiar su
opinión sería inútil. La ejecución de Átalo, aunque necesaria, había dejado una
marca en el ejército, y solo el tiempo diría si la estrategia de Alejandro
fortalecería o fracturaría su liderazgo.
Moira, la Bruja, esclava de Calístenes |
Moira y Darthmoorh
mantenían una relación clandestina, pese a la inusual inmunidad de la princesa
persa al toque mortal de Moira, una habilidad que envejecía a quienes la
recibían hasta la muerte. Moira había ocultado esta relación, pero Calístenes
temía que inadvertidamente estuviera revelando información al enemigo, algo que
ya estaba ocurriendo sin que Moira lo supiera.
Calístenes había
escuchado conversaciones entre Moira y Darthmoorh donde compartían detalles que
Moira consideraba triviales, pero que eran valiosos para una espía persa.
Decidió hablar con Moira para discutir este delicado asunto y sus posibles
implicaciones en la seguridad del grupo.
Un día, Calístenes
las pilló in fraganti y ordenó a los guardias que nadie saliera del lugar donde
se encontraban. Sin embargo, ya era demasiado tarde: Darthmoorh había
desaparecido. Calístenes mandó a otro guardia a avisar a Clito y se reunió con
él.
Clito valoró la
importancia de la información que la espía persa pudo haber extraído de la
esclava de Calístenes. Calístenes decidió encargarse personalmente del asunto y
ordenó apresar a Moira mientras Clito enviaba a uno de sus hombres, el tebano,
a buscar a Darthmoorh.
Dartmoorh, espía persa |
Moira confesó haber
hablado con la persa sobre conversaciones privadas de Alejandro con sus
oficiales acerca del posible despliegue de las tropas. También mencionó la
posible traición o lealtad dudosa del general Átalo, cercano a Alejandro. Esta
información podría ser crucial para los enemigos de Alejandro Magno,
permitiéndoles anticipar sus movimientos y preparar contramedidas estratégicas.
El tebano informó a
Clito que no había encontrado a Darthmoorh; parecía haberse esfumado sin dejar
rastro.
–¿Confías en ella?
–preguntó Alejandro a Calístenes.
–Sí –respondió
Calístenes.
Kallias, Asesino Tebano de Clito |
Moira se arrodilló
ante Alejandro, pidiendo clemencia, arrepentida y consciente de haber sido
engañada por la espía persa.
–Nos estamos
convirtiendo en tiranos, igual que los enemigos que queremos derrotar –le dijo
Ptolomeo a Alejandro.
Alejandro miró a
Hefestión, buscando consejo con la mirada.
–No lo ha hecho
queriendo. Es más útil para Calístenes viva de lo que sería muerta –dijo
Hefestión.
–Mujer, los dioses te
han sonreído hoy –declaró Alejandro, tocando la cabeza de Moira y perdonándola.
Alejandro abandonó la
estancia y Clito añadió:
–Me encanta
Darthmoorh. Juega duro.
–¿Cómo te ha tocado
la persa y no ha muerto? –preguntó Calístenes a Moira.
–No lo sé. Me sedujo
de noche y debió hechizarme de algún modo. Lo siento, Calístenes, no era mi
intención ponerte en este aprieto.
–No te preocupes
–respondió Calístenes–, verdaderamente pensaba que te perdía.
Ambos se abrazaron
ante las miradas críticas de los oficiales de Alejandro.
Lagrimas de ambición
Alejandro tenía una
ambición desmedida y un espíritu carismático que a menudo rozaba lo
sobrenatural. Se consideraba el heredero directo de los dioses y el gran
sucesor que tomó el testigo de Aquiles, el legendario héroe de Troya.
Sin embargo, su camino hacia la grandeza no estuvo exento de críticas y desafíos. Aunque muchos admiraban sus logros, otros cuestionaban sus decisiones, especialmente su deseo de conquistar el mundo conocido. Una leyenda cuenta que una noche, mientras cenaba junto a sus hombres alrededor de una hoguera, Alejandro fijó su mirada en el vasto firmamento y se sintió abrumado por la magnitud del universo. Las conversaciones sobre la infinidad de mundos posibles y estrellas parecían afectarlo profundamente. Con lágrimas en los ojos y un poco de vino en su cuerpo, Alejandro expresó su pesar:
–¿Cuántos mundos
habrá por conquistar, y yo apenas he comenzado a conquistar este?
Diógenes vive en un
barrilDiógenes
En Corinto, Alejandro
deseaba conocer a Diógenes de Sinope, el cínico que vivía en un tonel. Con su
escolta y un numeroso séquito, Alejandro se presentó ante él, esperando una
audiencia con el renombrado filósofo. Sin embargo, Diógenes no se dignó a
acudir a Alejandro, quien, intrigado por la sabiduría del cínico, decidió
buscarlo personalmente.
Al encontrarse frente
a Diógenes, Alejandro se presentó:
–Soy Alejandro. Con
un tono despreocupado, Diógenes respondió: –Y yo, Diógenes, el perro.
La audaz respuesta
provocó murmullos de asombro entre los acompañantes del rey, pues nadie se
atrevía a dirigirse a él de esa manera. Alejandro, fascinado, le preguntó por
qué lo llamaban "el perro". Diógenes explicó:
–Porque alabo a
quienes me dan, ladro a quienes no me dan, y a los malos les muerdo.
Sorprendido pero sin inmutarse, Alejandro le ofreció cumplir cualquier deseo.
La respuesta de Diógenes, simple pero impactante, fue:
–Quítate de donde
estás, que me tapas el sol. La petición, tan humilde, desconcertó a todos los
presentes.
Durante una serie de
intercambios, Diógenes cuestionó a Alejandro sobre su propia moralidad,
provocando una profunda reflexión en el joven rey. A pesar de las respuestas
directas y audaces de Diógenes, Alejandro admiró su sinceridad y valentía ante
el poder.
Aunque algunas
respuestas de Diógenes sobre la igualdad humana resultaron decepcionantes para
Alejandro, el rey continuó rodeándose de filósofos e intelectuales, demostrando
así su respeto por la sabiduría que trascendía su propio dominio. Esta
experiencia reforzó en Alejandro una apreciación por la diversidad del
pensamiento humano, mostrándole que el verdadero poder reside no solo en la
conquista de tierras, sino también en la conquista de la mente y el espíritu.
El simbolismo de
TroyaLa Tumba de Aquiles
Alejandro cruzó a
Asia y su primera parada simbólica fue en Troya. Aunque en esa época Troya era
apenas una pequeña ciudad, casi un villorrio, su significado cultural para los
griegos era inmenso. Allí se encontraba la tumba de Aquiles, el legendario
héroe de la guerra de Troya, cuyo legado era fundamental para Alejandro.
Uno de los temas centrales
en la mitología griega relacionada con Aquiles es la muerte de la amazona
Pentesilea. En la batalla, Aquiles lucha contra las amazonas y se enfrenta a
Pentesilea. Aunque la mata en combate, en ese momento sus ojos se encuentran y
Aquiles se enamora de la amazona, pero es demasiado tarde, ya que ella yace
muerta. Este tema tiene un profundo simbolismo para Alejandro, quien llevaba un
escudo personal que representaba esta escena.
La visita de
Alejandro a Troya estaba cargada de simbolismo. Para los griegos, la guerra de
Troya era un episodio crucial de su historia. La conquista y destrucción de
Troya por parte de los aqueos había sido un acontecimiento épico. Ahora,
Alejandro, descendiente de Aquiles y líder supremo de los griegos, llegaba a
Asia para conquistar a los descendientes de los troyanos, los asiáticos, como
un eco moderno de aquella gesta legendaria.
Este simbolismo era
de gran importancia para los griegos. No bastaba con tener un gran general;
también necesitaban creer que los dioses estaban de su lado. Por eso, ver a su
rey, descendiente directo de Aquiles, realizando estos rituales y honrando las
tradiciones ancestrales, les daba la confianza necesaria para emprender la
empresa de conquistar vastos territorios con un ejército comparativamente
pequeño de 35.000 a 50.000 hombres frente a las inmensas fuerzas persas, de
500.000 a 600.000.
La tumba de AquilesTumba de Aquiles
En su visita a Troya,
Alejandro buscó la tumba del legendario guerrero Aquiles, considerándose a sí
mismo descendiente de la divinidad y sintiendo que Zeus le favorecía. La
influencia de la Ilíada seguía marcando profundamente su visión y sus acciones.
Cuando encontró la
tumba, también halló el formidable escudo del guerrero Aquiles, un símbolo que
le acompañaría en sus próximas campañas militares.
Durante su paso por
la ciudad de Troya, Alejandro rindió honores no solo a la sagrada tumba de
Aquiles, sino también a la de su querido amigo y compañero, Patroclo, mostrando
así su respeto por las figuras legendarias que habían influenciado su propia
concepción de la grandeza y la heroicidad.
Sobre la tumba de
Aquiles, Alejandro pronunció las siguientes palabras:
–Oh fortuna, daría
cualquier cosa por haber sido como Aquiles.
Esta declaración
reflejaba el profundo respeto y admiración que Alejandro sentía por el
legendario guerrero, deseando haber alcanzado un nivel similar de fama y
valentía. Su reverencia hacia Aquiles no solo era una muestra de devoción a su
héroe, sino también una manifestación de su propio deseo de ser recordado como
uno de los grandes de la historia, inspirado por el legado inmortal de Aquiles.
La lanza en el
Helesponto
En el año 334 a.C.,
Alejandro Magno se preparaba para llevar a cabo su audaz plan de conquistar el
vasto Imperio Persa, una empresa que su padre, Filipo II, había comenzado antes
de su muerte y que ahora recaía sobre sus hombros como líder de Macedonia.
Realizando una
minuciosa revisión de sus fuerzas, Alejandro contaba con un impresionante
contingente de 40.000 infantes de élite, conformando las renombradas falanges
macedonias, así como 5.000 jinetes, incluida su propia guardia personal
conocida como los Compañeros. A estos se sumaban 35.000 soldados griegos, todos
ellos listos para emprender la conquista de Oriente.
A pesar de las
dificultades logísticas, Alejandro inició la invasión llevando consigo a sus
mejores hombres. Este paso crucial, que marcaría la historia conocida para
siempre, implicaba cruzar el Helesponto, el estrecho de agua que separa Europa
de Asia, ubicado en la actual Turquía.
El cruce era especialmente
peligroso debido a la potencial interferencia del clima y la superioridad naval
del rey persa Darío, quien poseía tres veces más barcos que Alejandro. Sin
embargo, con gran visión, Alejandro no se detuvo ante estos desafíos.
Sacrificando un toro a
Poseidón, dios del océano, en mitad de su travesía, el ejército de Alejandro
avanzó con éxito hacia Anatolia. Aprovechando la fortuna del buen clima y la
distracción de las tropas persas ocupadas en otras regiones, lograron
desembarcar con seguridad en la costa asiática.
En ese momento
simbólico, Alejandro clavó su lanza en la arena y proclamó a sus compañeros de
confianza:
–Los dioses me
entregan Asia. Juntos forjaremos nuestra leyenda en estas tierras. Este acto
marca el comienzo de nuestra gloriosa campaña hacia la grandeza. Nuestra
lealtad será recompensada con honores y riquezas más allá de nuestra
imaginación. Confío en cada uno de vosotros para forjar nuestro destino en
Asia.
Este gesto marcó el
inicio de la ambiciosa campaña de Alejandro por la conquista de todo el
continente, con Anatolia como su primera meta.
Liderando a sus
40.000 macedonios, este joven de poco más de veinte años se lanzó audazmente a
la conquista, logrando recuperar ciudades como Mileto y Halicarnaso, y
protegiendo así a las ciudades griegas afectadas por el dominio persa. Con cada
victoria, su leyenda se cimentaba aún más como uno de los más grandes líderes
militares y estrategas de la historia.
Preparando la batallaMemnón de Rodas, General del
ejercito persa, mercenario griego
En el año 334 a.C.,
Alejandro Magno enfrentaba uno de los mayores desafíos de su vida: la batalla
contra el poderoso Imperio Persa. Mientras el rey persa Darío III menospreciaba
a Alejandro como un presuntuoso destinado a la derrota, el joven rey macedonio
preparaba meticulosamente a sus tropas para lo que sería un momento crucial en
su campaña militar.
Darío delegó la
responsabilidad de enfrentar a Alejandro a Memnón de Rodas, un experimentado mercenario
griego. La ubicación elegida para el enfrentamiento fue estratégica: el río
Gránico, un terreno que Memnón creía favorable para sus tropas.
Alejandro dirigía a
su ejército, compuesto por 40.000 infantes de élite y 5.000 jinetes, a través
de una compleja operación de cruce hacia Asia. Desde la muerte de su padre
Filipo, la campaña contra los persas era inevitable, y se especulaba que
intrigas dentro del círculo cercano a Filipo podrían tener vínculos con
intereses persas.
Moviéndose hacia el
este y siguiendo la costa para asegurar el suministro marítimo de su ejército,
Alejandro avanzó sin retroceder. Al llegar al río Gránico, las fuerzas persas,
conformadas por unos 35.000 hombres y mercenarios griegos, se preparaban para
el enfrentamiento.
Parmenión, uno de los
más experimentados generales de Alejandro, aconsejaba precaución y evitar un
asalto frontal que podría poner en peligro la guerra. Sin embargo, Alejandro,
guiado por su audacia y orgullo, decidió avanzar.
Planeando una
estrategia audaz que aprendió de su padre, Alejandro organizó un ataque frontal
mientras lideraba personalmente un movimiento de flanqueo con su caballería.
Aunque muchos consideraban su estrategia temeraria, Alejandro confiaba en la
habilidad de sus tropas y en su propio liderazgo.
Enfrentando al
poderoso ejército persa, apoyado por numerosos mercenarios griegos, Alejandro
se preparaba para la batalla que determinaría el curso de la historia. A pesar
de las enormes fuerzas en su contra, se decía que de cinco a uno, Alejandro
estaba decidido a mostrar al mundo que su audacia y estrategia podían superar
cualquier desafío.
Calístenes buscó un
lugar en lo alto de una ladera desde donde divisaba el futuro campo de batalla.
Desde allí, apoyaría a Alejandro y a sus compañeros oficiales, utilizando un
novedoso sistema de señales con banderas para comunicar los movimientos del
enemigo. También llevaba consigo a un pintor para inmortalizar la épica escena
en un lienzo.
Alejandro y Clito
liderarían el ala derecha con la caballería, mientras Parmenión avanzaría por
el frente y Ptolomeo cubriría el flanco izquierdo. Hefestión, alertado por
Alejandro, le pidió que tuviera cuidado y no se expusiera demasiado en la
batalla, permaneciendo en retaguardia con arqueros por si fuera necesario apoyo
adicional.
Filotas acompañaba a su padre Parmenión en el liderazgo frontal, dispuesto a enfrentar el desafío con la valentía y la destreza que caracterizaban al ejército macedonio.
La batalla del rio
GránicoBatalla de Gránico
En mayo del 334 a.C.,
en el este de Anatolia, la Batalla del río Gránico se convirtió en un momento
crucial en la campaña de Alejandro Magno en Asia Menor. Los dos poderosos
ejércitos se prepararon para un enfrentamiento épico, mientras un tenso
silencio llenaba el aire.
Los persas, con una
posición defensiva fuerte debido a las abruptas orillas del río, confiaban en
su ventaja. Sin embargo, Alejandro, decidido a iniciar el ataque, se dirigió a
sus tropas con una arenga inspiradora:
–¡Mis amigos,
escuchadme! Nos encontramos al borde de la grandeza, ante un desafío que solo
los valientes y decididos podrán superar. El destino nos llama a forjar nuestro
nombre en la historia, a conquistar la gloria y la riqueza que aguardan más
allá de esta batalla. Quienes estén dispuestos a seguirme con coraje y lealtad
serán recompensados con honores y fortuna. ¡Hoy, juntos, alcanzaremos la
grandeza que está destinada a ser nuestra!
El ejército rugió en
respuesta, encendido por las palabras de su líder.
Clito, motivando a su
manera a su caballería, gritó:
–¡Una moneda por cada
dos persas muertos!
Risas y gritos a
favor destensaron el ambiente, preparándolos para el combate.
Alejandro, con 40.000
hombres frente a los 35.000 persas, decidió un movimiento audaz. Ordenó un
ataque de caballería en la tarde, liderando personalmente el ala derecha
mientras avanzaban hacia el río. Ni el rápido caudal ni las defensas persas
amilanaron su avance imparable.
El enfrentamiento
inicial fue feroz. Los macedonios se lanzaron al río, enfrentando las flechas y
embates persas. La valentía de Alejandro y su liderazgo mantuvieron alta la
moral de sus hombres.
Parmenión lideró el
ataque de la infantería, gritando:
–¡Por Macedonia y por
Alejandro, hasta la victoria!
Apoyado por Ptolomeo
y seguido por Filotas, quienes animaban a los soldados a poner en práctica las
órdenes de sus superiores.
Desde su colina,
Calístenes, con su sistema de señales de banderas, apoyaba a Filotas, avisando
a Parmenión sobre los movimientos persas. Hefestión, en la retaguardia,
esperaba cualquier señal de brecha en las líneas enemigas.
El ejército persa,
con su diversidad y poderío, resistió inicialmente el avance macedonio. Sin
embargo, Alejandro, dirigiendo personalmente la carga de caballería, rompió la
resistencia enemiga, permitiendo que la infantería cruzara el río.
El golpe decisivo
vino cuando la caballería macedonia atacó desde la retaguardia, bloqueando a
los jinetes persas y permitiendo que el grueso del ejército de Alejandro
avanzara con más seguridad. Alejandro y Clito lideraban este ataque con gran
destreza, seguidos de Hefestión y una guarnición de caballería auxiliar que los
apoyaba.
Parmenión, desatando
una furia implacable, decapitaba y amputaba persas con su vieja y fiel espada,
mientras Ptolomeo, rodeado por un grupo de persas, demostraba una habilidad
excepcional, acabando con ellos con su lanza y luego con su espada, guiado por
los dioses del Olimpo.
Finalmente, con la
infantería macedonia en tierra firme y la caballería asegurando la retaguardia,
Alejandro lideró una carga que desencadenó el colapso de las fuerzas persas en
el río.
Salvado por ClitoSalvado por Clito
En la ardiente carga
de caballería, Alejandro se destacaba como un faro de liderazgo y valor. Su
coraza de metal relucía bajo el sol, una rareza entre los soldados, y su
distintivo casco adornado con plumas blancas lo convertía en el blanco
predilecto de los enemigos.
Tres sátrapas persas
se lanzaron directamente hacia Alejandro, sabiendo que la gloria les aguardaba
si lograban eliminar al joven conquistador. En medio del caos de la batalla, un
golpe certero alcanzó su casco, derribándolo junto con su lanza. Rápidamente,
un soldado macedonio le entregó una nueva arma mientras Alejandro se preparaba
para enfrentar a un noble persa. Sin embargo, la muerte parecía inminente
cuando otro guerrero enemigo se abalanzó hacia él.
Hefestión, desde la
distancia, intentó ayudar arrojando su lanza, pero no logró impactar a los
atacantes.
En ese instante
crítico, surgió Clito "el Negro", uno de sus generales más cercanos y
queridos. Como un relámpago, Clito saltó de su caballo y su espada cortó el
brazo del sátrapa persa, salvando la vida de Alejandro en un acto de lealtad
inquebrantable. La historia de Clito y Alejandro tenía raíces profundas, pues
habían compartido la misma nodriza en su infancia, y Clito ya había demostrado
su valía salvando a Alejandro en su primera batalla contra los persas.
Hefestión, con
rapidez, cargó su arco y de un flechazo en el corazón ejecutó al atacante
herido en el suelo.
Alejandro rearmado,
se encargó de otro de los sátrapas atravesándolo con su lanza, mientras Clito
rebanaba el cuello del tercero, a pesar de haber recibido un pequeño rasguño en
el pómulo. Hefestión llegó rápidamente a ellos y, con emoción, abrazó a ambos,
agradeciendo a Clito por su heroica acción.
Los tres sátrapas
yacían muertos, y sobre sus cuerpos los tres compañeros se abrazaron, elevando
sus cabezas antes de montar nuevamente sus caballos para continuar la
contienda.
Impulsados por el
valor de los macedonios y el heroísmo de Clito, las líneas enemigas se
desmoronaron en la orilla del río. Los persas, desorientados por la rapidez y
la ferocidad de los movimientos macedonios, comenzaron a retirarse en desorden
ante la firmeza de las falanges y la furiosa caballería de Alejandro. La
batalla, salvada por el valor y la astucia, marcó otra victoria para el joven
conquistador macedonio.
Al acabar la batalla,
Alejandro se acercó a Clito y, mirándolo a los ojos, le dijo:
–¡Clito, amigo leal!
Hoy, como en tantas batallas pasadas, tu valentía y lealtad te han colocado en
peligro. Pero no temas, pues no permitiré que la muerte se lleve a un hombre
tan valioso como tú. Levántate y lucha a mi lado, pues juntos aún tenemos
grandes hazañas por realizar. Tu vida es preciosa para mí, y juntos
escribiremos una historia que resonará por los siglos. ¡A la victoria, Clito!
Los mercenarios
griegosAlejandro cruzando el río Gránico en cabeza
Los 5.000 mercenarios
griegos, rodeados y sin escapatoria, se ven obligados a pedir clemencia a
Alejandro. Con pragmatismo, expresan su disposición a cambiar de bando por un
pago equivalente, recordándole que, al fin y al cabo, son mercenarios.
Uno de los líderes de
los mercenarios le dice a Alejandro:
–Nuestro jefe se ha
ido. Si me pagas lo mismo, me paso a tu bando. No tengo inconveniente. Lucharemos
mientras podamos, pero somos mercenarios.
Alejandro,
decepcionado por su deslealtad, respondió con firmeza:
–Vuestra traición me
decepcionan profundamente. Como griegos, vuestro deber es defender Grecia, y no
hay nada más grave que luchar del lado del enemigo persa. Reflexionad sobre
vuestras acciones y asumed las consecuencias de vuestra traición. Nosotros,
vuestros compatriotas griegos, hermanos, tenemos un código de honor y lealtad
que esperaba lo hubierais seguido. Ahora... morid.
La respuesta de
Alejandro fue tajante. Rechazó cualquier oferta de rendición. En su fervor por
unificar Grecia contra los persas, decidió dar un claro mensaje: los griegos
que combatan del lado persa son considerados enemigos tanto como los propios
persas. Por ello, la mayoría de los mercenarios griegos, 4.000, fueron
masacrados en un acto que buscaba establecer una línea firme en su política
militar.
Clito, con una
sonrisa en el rostro, pagaba a sus hombres mientras veía morir a los traidores.
La dura lección quedó
sellada cuando los sobrevivientes fueron hechos prisioneros y posteriormente
convertidos en esclavos. Alejandro no toleraría deslealtades en su ejército ni
en sus compatriotas. Esta acción, aunque brutal, dejó en claro su postura y su
visión de una Grecia unida bajo su mando.
La batalla del Gránico, a pesar de los pronósticos en contra, culminó en una victoria contundente para Alejandro. Este primer enfrentamiento no solo fue estratégico, sino también un golpe de suerte que reforzó su posición ante el mundo y sus enemigos, marcando el comienzo de su ambición de conquistar Persia y demostrar su valía ante Darío.
Táctica en Gránico |