La gruta del sinnor |
El plan secreto del rey David era atacar Jerusalén por el
"sinnor". Pero ¿Quién lo haría?
Cuatro grupos de los más leales hombres fueron elegidos
por David en persona. Se prepararon para la incursión bajo tierra a través del
sinnor. Solo uno de los cuarto grupos lo
consiguió y jamás se ha contado que ocurrió aquella oscura noche.
El tercer grupo fue el único superviviente y estaba
formado por los personajes protagonistas de esta historia. Héroes anónimos de
los que no se habla, pero que David recompensó nombrándoles sus consejeros por
su gran hazaña heroica.
Este tercer grupo estaba formado por cinco valientes
hombres:
-Jacob “Dios protege”, un decidido y exigente cantero
amigo personal de David. Jacob fue el encargado de liderar al grupo a través de
la gruta.
-Mikeas “Quien como Yawheh”, un enérgico e infame explorador que había guiado al
pueblo de David hasta Jerusalén, su futura capital.
-Gabriel “Fortaleza de Dios”, un metódico herrero manco
capaz de crear las más finas armas o realizar conquistas de mujeres imposibles.
-Isaac “El que ríe”, un amable carpintero influyente en
el gremio, con un corazón que no le cabe en el pecho.
-Eliseo “Dios es salvación”, un fiel soldado cuyo único
objetivo es servir y defender al Rey David. Se rumorea que Yawheh se comunica
con él.
Todos ellos fueron reunidos por David en secreto, quien
les confió su plan para conquistar la inexpugnable Jerusalén a través de la
gruta secreta del "sinnor".
Bajando al infierno
Fueron el tercer grupo en entrar en la gruta secreta y
fueron el único en salir. Eran pocos hombres para tomar una ciudad tan grande,
pero si conseguían colarse y abrir las puertas, la ciudad seria suya y David
estaría orgulloso de ellos.
Por la gruta oscura y fría los valientes hombres
alumbraban su camino con el fuego de una antorcha. La humedad les calaba hasta
los huesos y guiados por Mikeas el explorador, que portaba un arco cargado en
todo momento, llegaron a un lugar donde jamás hubieran querido llegar: el
infierno.
Escucharon los agónicos gritos de los compañeros del
grupo anterior. Eran de terror absoluto y solo duraron unos segundos, pero los
auyollidos les llegaron hasta el alma. Poco después de los gritos encontraron sus cuerpos descuartizados y
desparramados por el suelo de la cueva.
Un horripilante ser se les apareció surgido de la
oscuridad, como salido del averno, su semblante era el de un demonio escupido
por Satán y sus fauces eran enormes y sus garras de bestia estaban afiliadas
cómo cuchillos.
El valiente grupo luchó contra el horrible demonio y
gracias a las flechas, ungidas en aceite e incendiadas, de Mikeas el engendro
ardió en llamas y de deshizo en un abrir y cerrar de ojos.
Con el miedo aun en el cuerpo, encontraron los restos del
grupo que lideraba la incursión, habían sido desmembrados igual que el otro
desafortunado grupo.
Todos iban en sigilo cuando de pronto se encontraron con
dos seres luchando brutalmente entre ellos. Uno parecía un animal salvaje y sus
ojos eran candelas ardientes y el otro era un ser deforme parecido a un leproso
descompuesto. Ambos luchaban salvajemente y la sangre de sus golpes salpicaba
las paredes de la gruta. El grupo huyó despavorido de allí y al fin encontraron
la entrada a la ciudad en un pozo, por el que escalaron hasta llegar a la
superficie.
Una vez dentro de la silenciosa ciudad, ajenos a la
batalla infernal que se celebraba bajo tierra, los soldados jebuseos guardaban
Jerusalén. Mientras el resto del grupo llamaba la atención de los guardianes,
Mikeas el explorador, como una sombra,
llegó hasta la puerta principal y la abrió raudo y veloz.
El ejército de David, oculto y preparado, entró rápida y
eficazmente, tomando la ciudad sin apenas sangre ni violencia.
Jamás salió el cuarto grupo de incursión de la gruta de
la muerte, como fue bautizada por los conocedores de la historia. Los únicos
supervivientes los pertenecientes al tercer grupo de incursión, liderado por
Jacob el cantero.
El rey David nombró a todos los integrantes del tercer
grupo héroes locales y a ellos se les atribuyo la toma de Jerusalén. Fueron
nombrados también Maestros en sus artes y consejeros de confianza del propio
Rey David.