R.I.P. Ely Yahu, Malvavian

Ely Yahu, Profeta Malkavian

Yahvé llama al precursor

Ely Yahu, traducido como "mi Dios es Yahvé", también conocido como el “Precursor” por ser enviado para preparar el camino de los que están por venir.

Los dos bandos de cainitas luchaban a muerte uno contra el otro. Uno lo encabezaba Alara, el Dios Egipcio de las Serpientes de Set y el otro Assur, el Dios Asirio del nido de Águilas. Tras ellos sus ejércitos se medían matándose encarnizadamente unos a otros.

Los filos cortando la carne, las salpicaduras de sangre y los gritos de agonía eran detalles que conformaban la cruenta batalla que estaba aconteciendo en Jerusalén, capital de la satrapía persa de Yehud.

Ely Yahu, tras ver antes de que sucediera, en una de sus visiones, que todo iba a estallar en violencia, había salvado la no vida de su compañero Toreador Oded, ya que si se hubiera quedado entre ambos bandos lo hubieran aplastado como a un insecto. Aunque de poco le sirvió, ya que el Espectro, Assamita persa, lo rebanó por el estomago partiendo su cuerpo en dos mitades que rápidamente se convirtieron en cenizas.

Cenizas de Oded que cayeron sobre Ely y en ese preciso momento, el profeta Malkavian tuvo una de sus epifanías:

No era la primera vez que le ocurría. Ely se encontraba sumido en la oscuridad, no recordaba donde estaba ni cómo había llegado hasta allí, pero sentía que no se encontraba solo. El Ángel se encontraba ante él, solos los dos, era tan bello que era difícil compararlo con nada conocido. En sus ojos podía ver a Dios y la paz relajó al profeta de tal forma, que sabía que había llegado su hora, Yahvé lo llamaba para que se sentara a su lado.

Todo lo que ocurre a continuación pasa muy rápido. Sus dos cuervos, Caín y Abel, vuelan en círculos encima de ambos.  El cielo se cubre rápidamente y comienza a llover sangre.

A su alrededor imágenes traslucidas de combatientes muertos, que puede que vengan de alguna realidad donde acabaran de morir, entre ellos, un lobo ensangrentado: Fafner, masticando su propio corazón. Eso recordaba haberlo visto en alguna de sus visiones, en el pasado…

Se escuchaban armas que chocaban entre si, huesos quebrantados y salpicaduras de sangre caliente,  sonidos de una batalla eterna.

El ser divino y alado, aun se encontraba a su lado, le miró, le sonrió y pronunció las palabras que Ely quería escuchar:

–Ha llegado el momento. Ya puedes venir con Yahvé para cumplir con tu destino –y tras ello el Ángel le extendió la mano y el profeta la cogió, sintiendo el plácido calor del sol de la mañana.

No podría decir cuánto tiempo se prolongó ese estado de duermevela, pero sintió una paz digna de los vencedores.

Entonces Ely regresó a la realidad de los demás, al mundo de los hombres mundanos, y en aquella lucha encarnizada por la supervivencia, que sucedía ante el trono de Jerusalén, todos seguían matándose unos a otros.

El Espectro, invencible ante el poder del propio Malkavian, con una armadura a prueba de dagas, bastones y Dementación, rebanó el cuerpo del Malkavian, otorgándole la muerte definitiva.

Antes de morir, Ely recordó las palabras que le había dedicado a Jadua, el sacerdote que tanto lo veneró en su larga agonía de rezos ante el Templo:  

“Si la luz dispersa las tinieblas, estas sienten a la luz acercarse para poder correr a esconderse. No temas entrar en mi refugio, puesto que los siervos devotos de Yahvé no han de temer daño ninguno por mi parte, ni serán dañados si en mi mano está el poder evitarlo. Ningún verdadero hijo de Israel caerá presa de mi espada”.

 

R.I.P. Oded, Toreador

 

Muerte de un Toreador


–Bien… estamos jodidos
–dice Melkart a Enoc mirándole a los ojos. El mercader fenicio lleva varias horas explicando al cortesano judío, como les afectará la muerte del Vampiro que ha sido su señor hasta su asesinato, ayer por la noche. Ambos se encuentran derrotados por la desaparición del cainita que les alimentaba con sangre y con ella paralizó el reloj de su tiempo, inmortalizando sus cuerpos.

–Yo llevo mucho tiempo siendo ghoul y tengo exactamente tres semanas para buscar otro domitor que me quiera alimentar con sangre –explica Melkart– tú sin embargo fuiste ghoul hace solamente un año. Desde la última vez que bebimos de su sangre, son treinta noches para empezar a marchitarnos como una fruta seca al sol. Por eso debo buscar a otro Cainita que quiera adoptarme y darme de beber de su sangre, convirtiéndome en su ghoul.

Melkart, Mercader
Fenicio Ghoul de Oded
–Entonces yo solo envejeceré un año –dice Enoc pensativo– sin embargo tú varias décadas de golpe, ¿verdad?

–Eso es –responde Melkart confundido.

–Aun así me quedaré a tu lado –dice Enoc– una vez pruebas las mieles de la vida, no quieres dejar de saborearlas. Quiero seguir siendo ghoul. ¿Qué te parece Desdémona?

–¿La Brujah ciega? –responde Melkart absorto– con la mala suerte que revolotea al entorno de esa griega, estaríamos muertos en menos que canta un gallo.

–¿Y Abraham? –pregunta Enoc.

–¿Esa vieja momia? –responde Melkart– se pasa el tiempo entre rollos de papel escritos en hebreo y arameo.

–¿Meir? –pregunta Enoc rompiendo un silencio que duraba demasiado.

–Naaaaaa, la buena moza Donna ya no es ghoul suya, y ese Admiel nunca me ha caído bien ¡nacido para ser librero! –responde Melkart con una mueca de asco en su cara.

–¡Me rindo! –dice Enoc– quizás nadie sea digno de nuestros servicios…

Enoc, cortesano político Ghoul de Oded
–¡No! ¡cabeza de dátil! –dice Melkart enfadado.

–Solo intento decirte que estamos acostumbrados a ser los ghoules de un Toreador, los miembros de ese clan son amantes de la vida, sociables con los humanos… los mejores cainitas para ser domitores y por ende, ser sus ghoules es el mejor trabajo que tendremos nunca… –dice Melkart elocuentemente.

–Como se nota que tienes… ¿cuántos años tienes Melkart? –pregunta Enoc.

–Más que tu… ¡es todo lo que tienes que saber! –responde Melkart ocultándole que apenas tiene 20 años más que él, imposible de deducir por su aspecto de hombre de mediana edad.

 –¿En quién habías pensado? –pregunta Enoc.

–¡Elsh! –dicen ambos al mismo tiempo mientras se alegran por coincidir.

–Dirijámonos a Tiro pues –dice Melkart pensativo– tengo la caravana lista para partir.

– Melkart, tendrás que hablar tu con el viejo Elsh –dice Enoc dirigiéndose a la caravana– con tu labia conseguirás venderle nuestra situación, y su necesidad de adoptar a un par de ghoules ya formados, por otro Toreador de confianza, nuestro estimado Oded, protector de los agricultores de Jerusalén...

–Ansío probar el sabor de su Vitae –dice Melkart mirando al infinito y relamiéndose.

–¡Dicen que tiene mil años! –responde Enoc salivando como un niño sediento.

–Tenemos que pasar por Jericó para visitar a Asdrúbal –dice Melkart– solo era contacto de Oded, pero a lo mejor quiere apuntarse a nuestra empresa.

–Me parece buena idea –responde Enoc asintiendo.

Y ambos hombres se pierden en el horizonte abrazados como dos grandes amigos embriagados con demasiado vino.

Caravana hacia Tiro


Capítulo 43: Crónicas de Yehud IX, Contienda final (379-378 a. C.)

Crónicas de Yehud

IX

Contienda final

(379-378 a. C.)


379 a.C.

Segundo Templo de Jerusalén

El camino de Yahvé

Ely se encontraba cada vez más incómodo en la corte de Jerusalén: Demonios asesinando impunemente, seres divinos convirtiéndose en mundanos, extranjeros gobernando sobre los hijos de Israel… ¿Por qué Yahvé no le hablaba con la claridad de antes? Ahora sólo había susurros, ecos de las antiguas palabras que ensordecían sus oídos ¿Quizás su cobardía había enfadado al Señor?... ¡NO!

En el pasado, cuando su templanza flaqueó, el Señor siempre le asistió, cada vez que su Voz atronó en sus oídos, Ely había respondido ignorando su propia vida, Yahvé sabía que era sólo un hombre, pero uno que respondería sin vacilar ni temer ante nada si era su voluntad.

Debía recuperar el favor de Yahvé, debía encontrar de nuevo la senda del Señor. Quizás era incapaz de oír su palabra rodeado de impíos, si había un lugar dónde volver a escucharla, era arropado por los más cercanos y en el lugar más sagrado de Jerusalén: El Templo.

Pero desde que había vuelto había sido incapaz de acercarse al Templo, algo le impedía dirigir sus pasos hacia allí, incluso cuando su intención era ir hacia él, se encontraba caminando en dirección contraria, sin acordarse de haber cambiado de opinión. Seguramente eran los demonios los que trataban de confundirlo e impedirle la comunión con su Señor.

Ely se armó de todo su coraje, sin dejarse distraer ni desviar de su camino, y se dirigió hacia el Templo. Cuanto más se acercaba más desasosiego sentía, algo no iba bien. Su piel se llenó de gotas de sudor sangrientas, mientras su rostro sufría descompuesto en un rictus de dolor y terror. Recurriendo a toda su fuerza de voluntad, paso a paso, llego a la explanada del Templo, incapaz de avanzar más, noche tras noche, esperaba postrado en el callejón, a escasos metros de alcanzar su destino. La cara y las manos desolladas, el cuerpo lleno de ampollas, como si estuviera quemándose, la tez renegrida cómo si hubiese retozado sobre carbón caliente.

La última parte del camino siempre la hacía de rodillas, arrastrándose y dejándose la piel en el suelo. Un espectáculo desgarradoramente piadoso, o al menos eso opinaban los cada vez más numerosos curiosos que cada noche observaban su ritual. De seguro era un siervo de Yahvé, puesto que se arrastraba implorando su nombre y suplicándole, hasta que su piel se mellaba y se arrastraba cubierto por la sangre y el polvo. Nadie osaba interrumpir tamañas muestras de devoción.

Al principio se congregaban unos cuantos mirones, después una pequeña muchedumbre, cada noche un nuevo penitente se unía arrastrándose tras él, mientras los presentes invocaban salmos y oraciones. El reguero de sangre y piel que quedaba tras ellos era realmente inquietante.

Con el paso de los meses la escena se convirtió en algo tan cotidiano y habitual, que no despertaba el asombro de quienes por allí pasaban, aunque el número de seguidores y de quienes les acompañaban, en silenciosa oración, no parecía disminuir. Aun cuando el extraño penitente, parecía ciego y sordo ante las peticiones de aquellos que se acercaban a él, llamándole maestro para que los guiase en la expiación y arrepentimiento de sus pecados.

Sin embargo, no todos los espectadores que habían reparado en el espectáculo lo hacían desde la calle, ni eran tan ignorantes de las verdades de la  noche cómo los seguidores que se arrastraban tras aquel penitente.

Pronto un sacerdote, uno de los más devotos y sabios de los servidores del Templo, fue enviado a observar más de cerca a aquel ser que no debería buscar a Yahvé, sino ocultarse de Él, en los más profundos agujeros de la tierra, dónde ni el sol, ni su ira lo redujeran a cenizas.

Jadua, sacerdote del Templo
Y aunque nadie parecía ser capaz de seguir al penitente, una vez que abandonaba su autoinflingida tortura, desapareciendo cómo una sombra en la noche, el sacerdote, llamado Jadua hijo de Johanan, veía a través de sus engaños tan claro cómo a la luz del sol. Siguiéndolo hasta su guarida, se encontró de frente con Ely Yahu, quien le dirigió estas palabras:

“Si la luz dispersa las tinieblas, estas sienten a la luz acercarse para poder correr a esconderse. No temas entrar en mi refugio, puesto que los siervos devotos de Yahvé no han de temer daño ninguno por mi parte, ni serán dañados si en mi mano está el poder evitarlo. Ningún verdadero hijo de Israel caerá presa de mi espada”.

Jadua, impresionado por las palabras del ser, decidió entrar para indagar más sobre algo que debería comportarse de forma completamente diferente a como cabía esperar. Manteniendo las distancias, puesto que aunque místicamente sabía la verdad de las palabras del ser, también veía que ante su sola presencia temblaba y se retorcía de incomodidad.

Ely le invito a sentarse, y cogiendo un cántaro de agua, se dispuso a limpiarle sus pies, Jadua quedó atónito al ver cómo las manos del ser se llenaban de ampollas según tocaban sus pies, luego se ennegrecían cómo si estuvieran siendo abrasadas en una hoguera, si no fuera porque estaban sumergidas en agua casi juraría que habrían estallado en llamas justo antes de convertirse en polvo ante sus propios ojos. Mientras el ser, con una beatifica expresión en su rostro, no emitía una sola queja y con voz clara y brillante mientras oraba:

“Más yo soy gusano y no hombre;

Oprobiado y despreciado, desechado por los hombres;

Todos mis huesos están descoyuntados;

Mi corazón es como cera;

Derritiéndose en medio de mis entrañas.

Porque perros me han rodeado;

Me han cercado cuadrillas de malhechores;

Me horadarán las manos y los pies;

Puedo contar todos mis huesos.

Ellos me miran, me observan.

Vez tras vez, ofrecían sacrificios a las imágenes de Baal;

Gran pesar mientras el lobo devora su propio corazón;

Y de Egipto llamé al hijo;

Derramaré sangre sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén;

Espíritu de gracia y de oración;

Y me mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán.

La dorada luz iluminará la oscuridad;

Lo verán reyes y se levantarán;

Príncipes y se postrarán;

El cielo se cubrirá y lloverá sangre;

Hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia. 

Y así, la Voz vuelve a inundarme con su dorada luz, a mí, Ely Yahu, profeta de Yahvé.”

Y Jadua se dio inmediatamente cuenta de que se hallaba ante el verdadero Profeta Elías, resucitado de entre los muertos para traer la verdadera palabra de Yahvé, una vez más a su pueblo elegido.

Las manos del profeta sanaron milagrosamente delante de os ojos de Jadua. Ni rastro de macula en ellas, o dolor en el semblante de Ely, que con una sonrisa resplandeciente, dijo al joven sacerdote:

–Se avecinan tiempos convulsos para Jerusalén. Grandes amenazas se ciernen sobre nuestro pueblo, pero ni poniente ni levante importan. Egipto y Persia se alzarán y caerán, un nuevo Mesías está por venir y yo he de preparar su camino. Aunque puede que ninguno de nosotros estemos ya aquí cuando él llegue. Mi senda acabará en breve y con ella mi labor en la ciudad elegida por Yahvé.

Jadua comprendió que hasta la muerte de uno de los dos, permanecería a su lado, Yahvé así lo había planeado.


Enoc, cortesano político Ghoul de Oded

El molino de Oded

Oded se encuentra en la obra inacabada de su molino, futuro corazón de su aun inexistente huerto de olivos. Que dará aceite, tan necesario para la vida del pueblo.

Como actual regente de Jerusalén, acaba de enterarse de que Abraham y Elsh, dos ancianos que se encontraban en la ciudad regresan a Tiro. El Capadocio, para continuar con su búsqueda de la Torá Negra y el Toreador, para estar más cerca de sus maestros artesanos, viajan juntos para más seguridad ante posibles adversidades.

Oded se encuentra embelesado, acompañado de sus dos ghoules, Melkart y Enoc. Solamente iluminados por la luna y arropados por el silencio.

Melkart, Mercader Fenicio
El armazón que sujeta la estructura del futuro molino y la capilla, subterránea, casi acabada, muestra que cuando el sueño sea realidad, será una obra maestra.

–Observad como este sueño va materializándose –dice Oded a sus ghoules– para Jerusalén será algo importante y a partir de esto, todo cambiará. Y los tres tendremos un futuro prometedor a medida de que se haga realidad. Contemplémoslo.

Solo Oded es capaz de ver algo tan especial en una obra inacabada de un molino con una capilla escondida, los ghoules no son capaces de ver más que una obra abandonada. Pero al ver a su Señor admirarla y al estar vinculados de sangre a él, disfrutan del momento por extensión de su sangre.

Sin previo aviso, aparece por allí Ava, la Ventrue. Es la socia de Oded en este proyecto, digamos que la idea fue del Toreador pero el oro viene del bolsillo de la avispada comerciante. La mujer observa el lugar en silencio junto a Oded, sin ver nada más que una obra sin terminar, ahora está abandonada por no poder dirigir a ella los fondos que necesita.


Kothar, el Profeta, Matusalén Nosferatu,
Sire de Nahum

El rechazo del Nosferatu

Nahum decide visitar Hinnom y ver a su Sire y mentor Kothar. Por él, se entera de que su hermano Ephraim está muy molesto y dolido. Se siente desplazado de su trabajo de espía para Orión.

–Era cuestión de tiempo que ocurriera, –dice Kothar– lo sabía. Ha aprendido por las malas, que nada bueno viene de Jerusalén, nunca. A ti también te pasará Nahum.

Nahum insiste en hablar con su hermano Nosferatu Ephraim y este le cuenta que está muy molesto por haber sido utilizado. Cuando Nerea no estaba era visto como un aliado, y cuando esta regresó de la guerra, Orión ya no necesitaba un espía. Su amor por Nerea había nublado todos sus sentidos. Lo que Ephraim no sabía era que Nerea se lo había quitado de en medio para que no la viera hacer nada sospechoso, ya que iba a empezar ciertos movimientos “diplomáticos”... un tanto dudosos.

–No le guardo rencor –dice Ephraim– pero pensaba que era una amistad real, no interesada. Aunque en este momento pienso que a lo mejor lo era. Ahora está claro que Nerea no me quiere cerca de ellos y Orión me lo ha dado dejado claro diciéndome sin paños calientes que ya no les soy valioso. Así que he vuelto a Hinnom. Aquí me quedo, con mi familia, más querido y no utilizado, como nuestro Sire Kothar me alertó. Me dejo equivocarme y he aprendido la lección, te aseguro que así ha sido.

–A ti te pasara lo mismo Nahum –dice Ephraim apuntándole con el putrefacto dedo índice, al que le falta la uña– tiempo al tiempo. La civilización es un monstruo que te devora, te defeca y después te pisa. Aquí tendrás Hinnom y a tu verdadera familia para cuando eso ocurra.

–Lamento lo que te ha ocurrido –dice Nahum– gracias por la información. Tendré más cuidado e intentaré mejorar la civilización desde dentro...

–Buena suerte Nahum –dice Ephraim mientras se adentra en una de las cuevas y desaparece.

Nahum regresa a Jerusalén pensando en las palabras de su hermano, si ve que las cosas se tuercen no dudará en aceptar su oferta.

–Retomaremos la obra en cuando dejemos de pagar mercenarios atenienses para Egipto… –dice Ava a Oded– Me he pensado su ofrecimiento y he decidido quedarme a vivir en Jerusalén.

–Me alegra escuchar eso –dice Oded contento pero sin apartar la mirada de los capiteles inconclusos– Ten por seguro que ascenderás y conseguirás más renombre aquí, en la capital de Yehud.  Debes saber que aquí me tienes si me necesitas. Como sabes, me preocupa la llegada de los vampiros llamados a sí mismos Reyes, que se han instalado en varias ciudades secundarias de la satrapía. Si se unen contra nosotros, tenemos un problema, y más si no sabemos qué traman… la información es poder. Debemos estar atentos a posibles movimientos suyos. El comercio puede resentirse. El pastel es nuestro y no tenemos por qué compartirlo. Debemos tener este asunto controlado…

–¿Me estas pidiendo algo? –pregunta Ava.

–Ten vigilados a esos vampiros –responde Oded desde las sombras, mirando a los ojos a Ava por primera vez.

–Así será –responde la Ventrue.

–Supongo que por su número, no serán más que chiquillos o neonatos, no creo que sean peligrosos por su inexperiencia…. –dice Oded.

–Bicor, no es un chiquillo inexperto –dice Ava.

–Bicor no, pero no creo que los demás sean demasiado poderosos. Lo que tengo claro es que son los más ambiciosos de entre los suyos –dice Oded.

–Buenas noches Oded –dice Ava retirándose.

–Buenas noches Ava –responde Oded mientras sigue observando cada detalle del templo a oscuras, únicamente ayudado por su Auspex, sin cansarse en absoluto.

Oded se queda solo tras enviar a sus ghoules a hacer su trabajo. Ese es el momento en el que Nerea, la Toreador chiquilla de Orión, se presenta ante él y comienza a desnudarse. Ya tuvieron relaciones intimas hace años, cuando Nerea era solo una neonata, y se vincularon mutuamente, bebiendo sangre el uno del otro. Uniéndose de tal forma que no hay sentimiento que pueda igualarlo.

Las caricias llevan a besos y estos a sexo desenfrenado a la luz de la luna, sobre las obras del futuro molino de Oded. Se vinculan por segunda vez, bebiendo sangre de la muñeca el uno del otro y sintiendo un placer solo comparable con la vez que fueron abrazados a las tinieblas.


Ely Yahu, profeta Malkavian

El regreso del profeta

Nahum acaba de llegar de Hinnom y se encuentra ante Oded, que sentado en el trono de Jerusalén escucha atentamente al leproso. El Nosferatu le cuenta lo ocurrido en Hinnom y ambos hablan de ello cuando de pronto, todo se torna a un gran escándalo, originado por unos molestos graznidos de dos cuervos que han entrado por la ventana.

Los animales revolotean alterados volando en círculos y se posan en silencio callando sus molestos gritos. Se encuentran en ambos hombros del profeta Ely Yahu, cainita del clan Malkavian.  

Su aspecto es el de un sucio animal que se ha revolcado por la basura. Huele fatal, su barba está desaliñada, y hay restos de sangre y piel putrefacta en su roída túnica. Camina descalzo y sus pies negros, son la muestra de su falta de higiene.   

–Bienvenido Ely Yahu –dice Oded cuando le ve entrar por la puerta.

–Bien hallados siervos de Yahvé –responde el Malkavian.

–Cuanto tiempo sin verte por aquí, al menos cuatro o cinco años… ¿En qué has estado ocupando tu tiempo? –pregunta Oded.

–Había dejado de estar en comunión con Dios. Ya no oía su voz… –dice Ely– ¡pero ahora vuelve a hablarme!

–Ya eres digno –dice Oded.

–Siempre he sido digno. Soy su profeta. El habla mediante mi voz –dice Ely un tanto molesto.

–Espero que con un lenguaje menos errático –dice Oded con aire jocoso.

–Las palabras que digo, son las que el pronuncia Yahvé no las que yo quiero decir. –Dice Ely hablando en serio– no es fácil de entender…

–Veo que sois vos ahora quien se sienta en el trono… –continua el profeta– ¿qué ha pasado con el santo Meir?

–Meir se fue –contesta Oded– Orión llevo la ciudad unos años, y ahora me encuentro yo en el trono, de regente, a expensas de que vuelva su legítimo dueño, Meir, esto es cansado… tanta responsabilidad.

–Esa es otra de las razones por las que me he ausentado. –Responde Ely– ¿Quién es ese Orión, ese griego, para estar al mando de la ciudad santa de Yahvé?

–En nuestra ausencia le correspondía por posición vampírica. Era el primogénito Toreador –responde Oded defendiendo al miembro de su clan al que siempre apoya.

–¡Vergüenza os debería dar! –dice Ely malhumorado– ¡dejar el trono de la ciudad elegida por nuestro señor Yahvé! ¿Y eso de enviar oro a Egipto en vez de utilizarlo para mejorar el Templo?

–¿Cuál de los templos? –dice Oded mientras a Ely Yahu se le ponen los ojos en blanco, controlando que su bestia no tome el control de su cuerpo por tal ofensa.

–El único Templo, el de Yahvé, el de la cima –dice Ely conteniendo la rabia–¡Estériles serán nuestros esfuerzos si no son dirigidos hacia conseguir la gloria de Yahvé!

–Yahvé ya está en la gloria –responde Oded.

–¡Los imperios se alzaran y caerán!… ¡y nada quedara! Ni Egipto ni Persia –dice Ely declamando hacia arriba.

–Solo el Templo permanecerá –puntualiza Oded.

–Tampoco el Templo –corrige Ely con tono dramático– También caerá y volverá a ser reconstruido una y otra vez... nuestro oro debe utilizarse para venerar a Yahvé, no a extranjeros paganos.

–Nahum –dice Ely dirigiéndose al Nosferatu– Al menos creo que tu sí que dedicas tu vida a los designios del Señor. Defendiendo a los desfavorecidos en los bajos fondos, impones su ley, luchas entre los olvidados para impartir los mandamientos de Yahvé.

–Solo guió a los perdidos por el camino de la luz –dice Nahum.

–Hablando del camino de la luz… tuvimos que ajusticiar a Amal Faruk y su neonata ilegitima, una demonio. No sé si lo sabías… –dice Oded.

–Algo he oído… –dice Ely Yahu.

–¿Te parece bien no? –pregunta Oded– Exterminar demonios… aunque muriera Amal, el compañero Ravnos.

–Rompió las leyes de Caín y no creía en Yahvé –dice Ely– la muerte de un hereje, un pagano, ¿por qué me va a importar? Por mucho que le salvase siendo solo un bebe. Y encima consigue atraer con su muerte un montón de paganos más…

–Los zíngaros ya han partido de Jerusalén –aclara Oded–  De todos modos los extranjeros también pueden abrazar a Yahvé. Todos tienen derecho a saber del verdadero Dios al que seguir. Deberías pensar también en eso. Hay extranjeros en la ciudad y llegarán más, no podemos cerrar las puertas. Sería como temerles…

–Las puertas del Templo están abiertas para sus donativos –dice Ely– y a que se conviertan a la verdadera religión… ¡o ardan como los adoradores de Baal que son!

–¿Has visto la obra que estamos haciendo con el molino? –pregunta Oded cambiando de tema– hemos instalado en su sótano, una pequeña y hermosa capilla para que recen a Yahvé antes y después de trabajar.

–Me complace y enorgullece –responde Ely cogiendo el hombro del Toreador– ennoblece la construcción. Estoy orgulloso e ti Oded. Cuentas con toda mi admiración.

–¿Dónde vas a morar ahora que has regresado? –pregunta Oded al profeta.

–No me he ido de Jerusalén en ningún momento –responde sorprendiendo Ely.

–¿Te has recluido? –pregunta Oded.

–He estado en las calles adorando a nuestro Señor y escuchando los sermones de los sacerdotes… –dice Ely.

Cuando el profeta Malkavian está aclarando este punto a Oded, llega Desdémona con Fafner y Ely mira a la Brujah de forma indescifrable. Ambos cainitas se saludan breve y fríamente, y Desdémona saluda a sus compañeros. 

–Deberíamos preocuparnos por los nuevos Reyes de Yahvé, –dice Oded– esos cainitas que se han instalado en la ciudades importantes de la satrapía, reclamando la posición máxima en cada una de ellas…

–La tierra de Judá es sagrada. Solo debe ser habitada por los siervos de Yahvé –dice Ely de forma tajante.

–Yo no soy sierva de Yahvé –dice Desdémona.

–Pero sirves a los siervos de Yahvé, así que es como si lo fueras –dice Ely.

La Brujah asiente pensativa y pregunta:

–¿No deberíamos enterarnos de quiénes son?

–Sabemos poco de ellos, –dice Oded– supongo que no serán experimentados, Bicor no, pero él está en la ciudad más importante de todas ellas. Si todos fueran del calado de Bicor, tendríamos otro problema.

–Verdaderamente nos pueden hacer la vida imposible –dice Desdémona.

–Realmente no estamos a malas con los persas –recuerda Oded.

–Si tienes un solo palo, lo partes fácilmente. Pero si tienes siete palos a la vez, es difícil partirlos al mismo tiempo –dice Ely.

–Bien explicado –dice Desdémona.

–Pero los podemos quebrar… uno a uno –dice Ely con voz tenebrosa.

–Tengo a mi ghoul Melkart, visitando sus ciudades para que me cuente como está la cosa por allí, sobre todo en el ámbito comercial. –Dice Oded

–Podáramos organizar una fiesta e invitarles. Tenemos los medios dice Desdémona.

–Atentos a la zorra de Jezabel –alerta Ely– La Baali. Intentará menospreciar al trono de Jerusalén. Puede que se alíe con nuestros enemigos.

–Estos sátrapas están intentando presionar al gobierno vampírico de Jerusalén. –Continua Ely– Deberían presentarse ante el trono de la capital y si no, ser empalados al sol. Las llamas divinas de fuego abrasador sobre sus cabezas, eso sí que les hará recapacitar.

 

Umaskal, Caitiff libre
Regresa el Caitiff

Un misterioso vampiro que llevaba años fuera de Jerusalén, Umaskal, regresa a Jerusalén. Atrás quedaron los años de ghoul en los que solamente debía proteger durante el día a su Señor Innominat, Matusalén Assamita y príncipe de Jerusalén. Por esta condición fue secuestrado, junto a otros valiosos ghoules, por orden del enemigo de Innominat, el infernalista Enki. Este lo abrazó, marcando para siempre su espesa sangre negra. 

Umaskal viene de Egipto. Lo hace solo y malhumorado, no quiere hablar ni dar explicaciones. Solo se presenta ante el príncipe, siguiendo las Tradiciones.

Oded le recibe como regente y Desdémona lo interroga sobre su suerte en el reino de las serpientes. A la Brujah le parece relevante su posible contacto con los Seguidores de Set y Donna, la chiquilla de Meir, que fue a Egipto en busca de un protegido del Capadocio.

Ante la insistencia de Desdémona, Umaskal cuenta como aun enamorado de Donna y no correspondido, la siguió a cierta distancia durante su viaje a Egipto. Allí tuvo una pelea con Arang, chiquillo de Amal, que malinterpreto el discreto seguimiento de Umaskal a Donna. Todo quedó en un violento choque y Donna pidió a Umaskal que la dejase sola, orden que el Caitiff obedeció, regresando a Jerusalén y hundido en la miseria.

Esta historia la cuenta Umaskal, con los ojos enjuagados en sangre negra, por sus lágrimas de Vitae viscosa. Tras lo cual recibe las condolencias de Desdémona y del propio Oded, para dejarles tras su lacrimógena presentación.

Para terminar esta tensa noche, Desdémona propone a Oded ir ella misma, como embajadora de Jerusalén, a presentarse ante los Reyes Cainitas de las ciudades secundarias de Yehud. Sobre todo para dejarles caro el mensaje de que deben pleitesía al príncipe de la capital: Oded.

Oded secunda la idea, sin embargo corrige el mensaje que Desdémona debe darles, y es el siguiente: 

“Estamos aquí y somos de Jerusalén, la capital de Yehud. Queremos buenas relaciones con nuestros vecinos y Oded pide presentarse ante él, como primer paso de un futuro colaborativo y de mejoría para Yehud”

Así lo hará Desdémona, que viajará por Yehud, con Fafner y Astarté, visitando a estos sátrapas para conocerles y ver de qué pie cojea cada uno de ellos.

 

Nerea, Arconte Toreador,
Chiquilla de Orión
Comienza el plan de Nerea

Nerea como aliada de los Assamita, ya que le han dado la oportunidad de prosperar en la Estirpe, desea que Alamut mantenga el control de Jerusalén limpiando de enemigos y traidores la ciudad. Así que idea un plan para que todo acabe de una vez por todas:

Lo primero que hace la Toreador, es pedir a su Sire Orión que despida a Ephraim, su espía Nosferatu. Lo hace para no tenerle en medio, ya que si Kothar se enterase de sus planes y quisiera interceder, podría complicar las cosas.

Gracias a los detalles que Orión le da sobre el secreto de la alianza del gobierno de la noche de Jerusalén con Alara, Nerea confirma sus sospechas. Desdémona le mintió al respecto y se siente molesta por la traición de los suyos. La Toreador, fiel a Alamut, decide avisar a Bicor de que Jerusalén tiene una alianza secreta con Alara y que están ayudando a empoderar Egipto, comprando mercenarios Atenienses, seguramente para comenzar una inminente ofensiva contra Persia.

Nerea tiene claro lo que pretende conseguir: que Assur y los Assamita vengan a Jerusalén y arrasen con todo, incluido con su cobarde Sire.

Lo siguiente que hace, sabiendo que Alamut ya está preparando el ataque y vendrán en cuanto las condiciones se lo permitan, es avisar a Alara de que Jerusalén está aliada con Alamut. Poniendo en tela de juicio la palabra de Oded, actual regente de Jerusalén..

En las comunicaciones de Nerea con el Setita, Alara se molesta, no vaya a ser que la alianza de Jerusalén con Alamut no sea tan falsa como él pensaba. Y decide planear una visita, pero no será en caliente, ocurrirá en un momento en el que no le esperen, en el próximo cónclave de solsticio de invierno e irá sin avisar. Nerea le ayudará a llegar de forma secreta. La idea de Alara es escarmentar a la corte de Jerusalén, dándoles un susto para que vean de que puede ser capaz, pero tampoco le interesa poner en peligro su alianza con ellos. El Matusalén Setita, sigue teniendo la espina clavada de cuando se la jugaron una vez con la falsa palabra de Meir y no van a hacerlo otra.

 

Oded, Primogénito Toreador

El huerto de los olivos

Oded, con sus amplios conocimientos de agricultura, e invirtiendo todos sus ahorros, que no son muchos, comienza a plantar el huerto de olivos que después le otorgará ese preciado oro liquido, que pretende conseguir gracias al molino en construcción.

Se ayuda de la influencia que tiene entre los agricultores de la zona, para que le ayuden a darle forma, a pesar de la dureza de la tierra del lugar.

Comienza la siembra, pero esta crece muy poco a poco. Con mucho esfuerzo personal y tiempo, el Toreador consigue que comiencen a ver la luz los primeros olivos jóvenes.

Otra cosa que hace durante este año que transcurre, que no carece de importancia, es completar en vínculo de sangre con Nerea. La Toreador se cuela en su huerto y a la luz de la luna, y es poseída por Oded sobre la dura y fría tierra que ha de dar los frutos deseados por el Toreador. Allí, en el frenesí del acto sexual, ambos intercambian sangre completando el vínculo de sangre.

Lo que Oded no sospecha es que es todo una estratega de Nerea para tenerle esclavizado, ahora que su Vinculo de Sangre se ha completado. No se aprovecha de él, pero sabe que Oded dará la vida por ella si se lo pide. Ya segará el momento de demostrarlo.

Lo que el Toreador siente ahora por Nerea, es una atadura de su propia alma que hace que se obsesione con la mujer de tal modo, que no puede dejar de pensar en otra cosa. Sueña con ella, la huele, vive de recuerdos, la ve por todos lados… Oded está perdidamente enamorado de Nerea y sabe que estarán juntos hasta la muerte… y así será. Lo que no sabe es que ella no puede vincularse, debido a una extraña peculiaridad de su sangre, así que tiene la sartén por el mango y sin duda lo va a utilizar en su beneficio.

 

Nahum, Arconte Nosferatu

El leproso vigila

Nahum recorre las calles protegiendo a los desvalidos de los pecadores. Su cometido noche tras noche es vigilar la ciudad desde los tejados de la misma.

El Nosferatu espía al gobernador, sin que este se percate, parece que nada fuera de lo normal sucede en su entorno.

El leproso pasa noche tras noche también, espiando de lejos a Orión y a su chiquilla Nerea. Hay mucho movimiento entre su gente, criados que entran y salen de su refugio, pero nada parece alertar de que estén haciendo algo peligroso. Si es cierto que muchos mensajeros salen de su refugio para adentrarse en el desierto…

 


Las palabras del profeta

El profeta Malkavian predica cada noche para todo aquel que quiera escucharle. Lo hace cerca del templo, con el miedo recorriendo todo su cuerpo. El mensaje de Ely Yahu es intentar influir en sus feligreses, transmitiendo un mensaje de aceptación hacia los extranjeros, debida a la delicada situación con los egipcios. Yahvé le ha dado el mensaje de que para servir correctamente a Jerusalén deben obedecer al gobernador y no desobedecer al gobierno.

La muchedumbre humana le escucha y con sus palabras consigue calmar las aguas del odio. Estos creyentes se encargan de difundir su mensaje para que cale en la sociedad.

Debido a su fama entre los desfavorecidos, Ely consigue que el odio hacia los egipcios sea apagado como unas brasas con agua.

Yahvé desea esto y es el mensaje que Ely deja en el subconsciente colectivo de todo aquel que le escucha. Las algarabías en cales cercanas al templo atraen a mirones y creyentes que refuerzan el mensaje de Ely Yahu.

 

Kansbar, Sátrapa de Beth-Zur,
Assamita
El frío Kansbar

Desdémona y los suyos viajan por la satrapía de Yehud y empiezan por Beth-Zur, al igual que Jerusalén se encuentra al oeste del reino.

Allí se presentan ante Kansbar, Rey de Beth-Zur, vampiro del clan Assamita. Un hombre negro, calvo y con el semblante serio de un juez. Su cara está marcada con feas cicatrices de cortes que le dan una apariencia tremendamente imponente. Su túnica negra con cuello blanco, impecable, sin una arruga, cubre su musculoso cuerpo. La recepción transcurre en una pequeña torre donde Desdémona, Astarté y Fafner son invitados.

La primogénita Brujah da el mensaje de Oded y Kansbar lo recibe cortésmente, estando de acuerdo con el acercamiento de ambas ciudades, con la idea de que así pueden sacar algo fructífero, seguro.

La Brujah no es capaz de detectar doble intención en el Assamita, sus palabras parecen sinceras. Y con este buen sabor de boca en su primara visita, Desdémona continúa su cadena de encuentros diplomáticos.

 

Behrooz, Sátrapa de  En-Gedi,
Nosferatu
La ciénaga de Behrooz

La siguiente ciudad elegida es En-Gedi, situada en el sur de Yehud. Allí se encuentra con Behrooz, Rey de la ciudad. El dirigente es un horrible Nosferatu con un aspecto horripilante. Su piel es como la de un reptil, sus zarpas, huesudas y afiladas, parecen tremendamente peligrosas y su cara inhumana es más la de un demonio reptiliano, con una boca llena de colmillos afilados, y unas enormes orejas acabadas en punta. Con una oscura y amplia túnica negra, el ser remata su desagradable aspecto.

El encuentro sucede en una ciénaga poblada por una espesa niebla blanca, envuelta de ruidos de animales nocturnos y de chapoteos de criaturas reptantes. Los sonidos son constantes, un coro de gruñidos y rugidos que hacen difícil la concentración.

El ser es distante en el trato y cuando Desdémona le transmite el mensaje no parece muy colaborativo. La Brujah no le ve por la labor de querer salir de la ciudad para nada, incluida una presentación al príncipe Oded. El Nosferatu es muy prudente, y no se fía de las intenciones de Desdémona, a pesar de haberla dicho que acudirá a Jerusalén.

 

Ayesha, Sátrapa de Jericó, Ventrue
Ayesha la sátrapa

Desdémona y los suyos llegan a Jericó, situada al este de Yehud. Allí en un imponente plació, rodeado por las poderosas e impenetrables murallas de la ciudad, se encuentran con Ayesha, Reina de Jericó, cainita del clan Ventrue.

El aspecto de la altiva vampiresa es el de una princesa persa, bella, poderosa y enjoyada, con su tez blanca y sus labios rojos, luce un escotado vestido, cubierto de brillantes deslumbrantes.

La Ventrue mira por encima del hombro a ambas Brujah, y tras escuchar el mensaje de Desdémona la responde que no cree poder visitar la ciudad en breve. No parece malvada, pero si tremendamente tirana. Es una sangre azul persa de la corte aqueménida, únicos Señores del Imperio Persa. No tiene problema en confesar que no respeta a ningún vampiro del clan Brujah, y menos a unas mujeres de este clan, venidas de la anacrónica Jerusalén.

Ambas cainitas son invitadas a marcharse esa misma noche y lo hacen sin perder un minuto, no por miedo, si no por terminar la misión diplomática cuanto antes, ellas tampoco han disfrutado de la visita.

 

Navid, Sátrapa de Betel,
Toreador
Acogidas en Betel

Navid, Rey de Betel, vampiro del clan Toreador, acoge de muy buenas formas a las embajadoras Brujah venidas de Jerusalén. Son hospedadas en una bonita taberna con todo tipo de detalles artísticos.

Allí conocen a Navid, un joven apuesto de piel blanca y pelo largo de color castaño brillante y muy bien cuidado. El Toreador huele a perfume de flores exóticas y es muy correcto en su trato, un verdadero diplomático y tremendamente colaborativo.

Navid escucha el mensaje de Desdémona de buena gana, tras el cual invita a ambas mujeres a beber sangre recién cazada.  Las Brujah aceptan la invitación y beben a gusto con el Toreador, mientras un virtuoso músico interpreta una pegadiza tonada con su flauta.

Cuando ya se encuentran acomodadas y saciadas, son invitadas a pasar la noche con él, primero solo se lo ofrece a Desdémona, pero después amplia su invitación también a la bella neonata Astarté. La Brujah lo rechaza elegantemente pero se lo agradece. A lo que Navid sonríe… hasta que cambia de actitud cuando Astarté le lanza una mirada asesina, que no puede reprimir.

La actitud del Toreador cambia tras este feo detalle y el buen anfitrión les invita a salir de Betel, mañana en cuanto anochezca sin más dilación.

Desdémona, al ser ciega, no se ha percatado de que le ha hecho cambiar de parecer al Rey de Betel, pero al preguntárselo a su chiquilla Astarté, esta se lo aclara. Ella misma ha intimidado al cursi Toreador con una mirada de desprecio que no ha podido controlar. No le pareció adecuado su ofrecimiento de yacer con ambas y la bestia en su interior pedía su sangre. Astarté pudo reprimir su bestia pero no la mirada que atravesó el orgullo del engreído Toreador.

Desdémona, como su Sire, le reprende levemente para que otra vez tenga más tacto, pero sabiendo que la bestia Brujah es difícilmente controlable, acepta las sinceras disculpas de su arrepentida neonata y ordena disculparse con él cuando venga a Jerusalén. Astarté así lo promete.

 

Bicor, Sátrapa de Mizpa,
Assamita
Bicor, Rey de Mizpa

Por último Desdémona ha dejado al más importante y poderoso de todos los reyes de Yehud. Bicor, embajador de Alamut, actual Sátrapa de Mizpa, del clan Assamita, y viejo conocido de Jerusalén.

Mizpa está situada en el este y es el centro administrativo de la provincia de Yehud. Por su vital aspecto se diría que Mizpa es más prospera y avanzada que la propia capital de Jerusalén, y la razón sin duda es su activo comercio de especias.

Bicor se encuentra con las Brujah en un antiguo templo, rehabilitado como una ostentosa vivienda. El aspecto del poderoso Assamita es el de un dirigente de renombre, pero con su cara siempre tapada por un pañuelo, ocultando las cicatrices que desfiguran su faz.

Agradece la visita y el mensaje de Desdémona y le transmite que tanto Yehud, como Persia necesitan unidad. Desdémona está de acuerdo con Bicor y así se lo transmite.

El Assamita parece algo suspicaz y tenso en sus palabras. Hay algo que le inquieta y no va a tardar en transmitírselo a Desdémona. La Brujah le adelanta que si tiene algún mensaje político que darla, mejor que lo haga por escrito y ella se lo hará llegar al regente Oded, la primogénita solo es una mera mensajera. De esta forma Desdémona intenta evitar las incomodas preguntas de Bicor, seguramente sobre sus lealtades.

Bicor, escribe el mensaje y le dice a la Brujah lo que ha escrito:

“¿Tenéis lazos con Alara? Si la respuesta fuera afirmativa. Cortadlos ahora o más adelante será demasiado tarde.”

Desdémona agradece su hospitalidad a Bicor y esa misma noche se va, no quiere tener que responder a más incomodas preguntas, a las que tendrá que responder y no va a saber mentir.

 

378 a.C.

Meir, Príncipe Capadocio
Camino de Egipto

Meir ya ha tenido dos epifanías con su fe, una de humano y otra como vampiro.

Ahora con el tema de invocar al ángel y con su chiquilla y el hijo del cimerio en tierra de serpientes, prende peregrinaje hacia Egipto, algo le dice que es lo que debe hacer.

De humano superó la crisis y volvió con más fuerza. De vampiro rechazo dones paganos que poseía, pues creía que era lo que el Señor quería de él. Y ahora viaja dirección a Egipto de peregrino, con una fe más fuerte que nunca, porque aunque el ángel, Astarté, no era como se lo esperaba, no cabe duda de que fuera un ser invocado por el poder de su Dios Yahvé.

Antes de partir coge a Juicio y Castigo, sus reliquias hechas del bastón de Moisés, aquel que abrió la aguas del mar rojo. Juicio y Castigo son una estaca y un mazo y con ellos Meir va a donde realmente lo necesitan. Por el camino se encomienda a Yahvé y le reza intensamente.

También se lleva una copia de varios escritos vampíricos, que ha ido recopilando, pueden ser una buena moneda de negociación.

Viajar solo con Juicio y Castigo es un peligro que está dispuesto a correr en nombre de Yahvé.

Atraviesa dunas, se refugia en cuevas y se alimenta de animales que caza con cierta dificultad.

 

Garou tuerto
Tierra de Serpientes

Meir pasa la frontera a Egipto y en el reino del Nilo todo parece cambiar. En todo momento se siente observado y sufre un ataque premeditado por parte de los habitantes del lugar. Meir no opone resistencia, no desea dañar a nadie y es golpeado hasta la extenuación perdiendo el conocimiento, le quitan los escritos pero dejan sus armas… las va a necesitar.

Cuando despierta se encuentra en la más absoluta oscuridad, encerrado en una especie de templo. Podría estar el interior de una pirámide. Las paredes y el suelo son de piedra fría con jeroglíficos indescifrables. Todo el suelo está cubierto por un manto de huesos y calaveras. No es el primero qué es encerrado aquí y no vive para contarlo. Cura su cuerpo, se alimenta de serpientes que viven en el agujero y reza a Yahvé para que le indique el camino adecuado.

Pero no tarda en percatarse de que hay una bestia encerrada con él. Le han enviado a la muerte, lo han usado de carnaza muerta, hay nada menos que un hombre lobo, encerrado con Meir. El Capadocio empuña sus reliquias, Juicio y Castigo, y lucha furiosamente contra el Garou. Una tenue luz que proviene de una rendija del techo, le permite ver que el lupino es tuerto. Tiene el aspecto de chacal del dios de los Egipcios Anubis. Olisquea el aire cuando Meir, encomienda su alma a Yahvé y se lanza contra él. Ambos luchan a muerte. La bestia peluda le propina un fuerte garrazo en el pecho y Meir, como respuesta, hunde su estaca en su único ojo sano, dejándolo ciego. Después, esquivando a la cegada criatura, lo toca con su mano mortecina y usando su Disciplina de Mortis lo mata envejeciéndolo. Es el segundo lupino que mata de este modo.

A Meir le escuece mucho el garrazo propinado por el lupino, pero ha sobrevivido. Ahora solo queda salir de aquí…

Durante una eternidad, Meir vive preso sin poder si quiera hablar con su captor. De vez en cuando un mecanismo de piedra hace llegar cuerpos muertos de la superficie. Son mayormente animales y algún ser humano, de los que no se alimenta, dando una ceremonia de despedida, digna para encaminar sus almas perdidas.

No sabe el tiempo que pasó aquí, semanas, meses, años... Sin duda tuvo tiempo para pensar, rezar y hablar con el mismísimo Yahvé. Al menos Meir lo hacía esperando respuesta.

Entonces algo debió suceder en la superficie, por que dejó de llegar alimento.

La agonía de la evaporación de su Vitae fue un sufrimiento peor que la herida mortal del hombre lobo, tal que casi lo vuelve loco.

Pero lo que no te mata te vuelve más fuerte, así que Meir afrontó el sopor con dignidad sabiendo qué era lo que Yahvé tenía pensado para él.

 

Ushpa, joven aprendiz de bibliotecario
Yahvé en el reino del Nilo

El sabor de la Vitae especiada lo despertó. Hacía tiempo que no veía la luz, este caso de unas antorchas. Y ahora sí que no sabía cuánto había pasado.

Se encontraba en un templo y esta vez si podía ver las escenas esculpidas y pintadas en las paredes, columnas y techo, que representaban la muerte egipcia.

Los antiguos egipcios creían en la vida después de la muerte. Pensaban que el alma del difunto viajaba al Más Allá. Cuando una persona importante moría en el Antiguo Egipto, su cuerpo se conservaba por medio del proceso de la momificación.

Y todo esto es lo que Meir ve escenificado en el arte secuencial que lo rodea.

Adeben, cuyo nombre significa: nacido el número doce, Setita religioso, se presenta como un sacerdote judío, verdadero, muy sabio. Fue exiliado por su fe judía. Era consejero del Príncipe de Menphis.

Él ha despertado a Meir, con un brebaje de color amaríllenlo, que sabe a sangre. El fulgurante liquido no solo ha despertado, si no que ha recuperado la perdida física que el sopor se había cobrado de Meir, sintiéndose ahora saciado de Vitae y sin secuelas del letargo. Curiosa magia la de estos paganos.

Adeben le deja claro que vive gracias a él y que él puede hacer que recupere a su familia, al niño cimerio y a la mujer vampiresa que parece un cadáver.

Pacta con él. Tiene a Donna y a Ushpa, son sus esclavos… y ahora también tiene a Meir.

Es un creyente de Yahvé. Todo un sacerdote, como Meir, pero Setita, también los hay, le devolverá la libertad, y a su familia por un módico precio: una buena posición vampírica, de Antiguo, en su propia Jerusalén, después de todo es el príncipe y puede otorgársela. Adeben le cuenta a Meir que Alara ha pactado con Oded y han aceptado acoger a los de su clan, así que no haría nada en contra de los intereses de Jerusalén.

Meir negocia con él y sabiendo que sus opciones son limitadas y acepta las condiciones del Setita, otorgándole la posición de Antiguo en Jerusalén, sabiendo que aun estará por debajo de sus cainitas de confianza. El Setita cumple su palabra y Meir se reencuentra con su chiquilla Donna y con Ushpa, que con gran regocijo vuelven hacia Jerusalén con Adeben y su corte. Meir aumenta el camino de su humanidad, sintiéndose completo ya que al fin ha conseguido que su familia haya sido reunida, sana y salva.

El Setita pasa el viaje hablando con Meir y ambos consiguen una cierta familiaridad que los hace no ser extraños. Tienen varias cosas en común: Ambos son vampiros, sacerdotes judíos, creen en Yahvé y esperan sus indicaciones. Han pasado ya seis años desde que Meir abandonó el trono de Jerusalén y su regreso es inminente, pero no durará mucho tiempo…

 

Desdémona, Primogénita Brujah
Diplomacia Brujah

Desdémona regresa de su viaje diplomático por Yehud. Ha durado un año y ha sido todo un éxito. La Brujah transmite descubierto con pelos y señales todo lo que ha vivido, a su regente Oded, mientras Ely Yahu escucha atento a un lado del trono.

Desdémona da la carta de Bicor a Oded y este la lee en alto. Pone exactamente lo que Bicor le preguntó a Desdémona en Mizpa: “¿Tenéis lazos con Alara? Si la respuesta fuera afirmativa. Cortadlos ahora o más adelante será demasiado tarde.”

–¡Que llueva azufre sobre sus cabezas! –sentencia el profeta Malkavian cuando Desdémona acaba de contar sus viajes en las diferentes ciudades de Yehud.

–Bicor nos lo ha preguntado por nuestros lazos con Alara –dice Desdémona– Cuando visité a Nerea y al Espectro en Chipre, tras la guerra, la Toreador me preguntó por nuestra relación con Alara y me pillo que teníamos algo con él… a pesar de que no quería decírselo... así que deduzco que ha sido ella quien ha alertado a Bicor, y por eso nos pregunta por nuestra posible relación con Alara.

Ya sabíamos que este momento llegaría –dice Oded– no podemos matar a todos los reyes persas de Yehud, Persépolis se enteraría y nos mandarían asesinar por ello.

–¡El cielo se cubrirá y lloverá sangre! –grita Ely rompiendo la tensión en la mirada de Oded.

–¿No podrías hablar normal por una vez? –pregunta Desdémona cansada de las enigmáticas palabras del Malkavian.

Los tres vampiros vuelven a sus refugios ante la inminente llegada del amanecer.

 

Mercado de Jerusalén
Odio judío

Mientras los vampiros hacen sus movimientos de noche, por el día se empieza a palpar el odio de los judíos hacia los egipcios de la ciudad. Comienza a haber disturbios en las calles y queman vivas a familias inocentes de egipcios.

Esto no acaba aquí, ya que como represalia hay asesinatos de judíos y todo desemboca en cacerías de hordas de vengativos judíos, armados con antorchas y horcas. Cuando llega la noche las hogueras se han apagado, pero seguro que el odio renacerá con la llegada de un nuevo sol, reavivando los rescoldos del odio.

Ely Yahu, el profeta, molesto con estos sucesos y consciente de que pueden afectar negativamente a la corte vampírica, decide hacer lo mejor para su pueblo. Manipularlos para que dejen la violencia o sufrirán la ira de Yahvé sobre sus cabezas, en forma de lluvia de azufre y fuego purificador.

–No aborrecerás al egipcio, pues fuiste extranjero en su tierra… ¡difundid mi palabra o lloverá la ira de Dios! –predica Ely sobre una gran roca en el corazón de Jerusalén.

Sus fieles difunden su palabra y Ely apaga las llamas del rencor. La fama del  Profeta habla por él, Yahvé les ha hablado mediante su voz y desea calma, por no decir que seguro que es lo que quiere Meir, piensa el Malkavian.

Sus palabras hacen mella en los hombres de Jerusalén y se calman las aguas de la ira en las calles, al menos no irá a más.

 

Satrapías persas
Efímero Meir

Meir, y su familia, sana y salva, llegan por fin a Jerusalén. Hace seis años que el Capadocio marcho dirección Egipto, en aquel entonces era príncipe y no sabe cómo estará ahora la situación en la ciudad, pero lo que ve al llegar, no le gusta nada.

Todo parece estar bien, las murallas, el Templo, el mercado, pero hay restos de violencia en las calles. Cenizas, sangre seca, carne quemada… ha ocurrido por el día.

El Capadocio se encamina hacia el palacete del príncipe, inquieto y se encuentra en el trono a Oded, su senescal y a su alrededor Desdémona, Nahum y Ely Yahu.

Todos se saludan y el Capadocio, más integro que cuando partió, cuenta sus años de hazañas, luchas contra hombres lobo, secuestro, letargo y finalmente la libertad. Meir acaba su historia explicando su concesión, ahora Adeben, Setita judío, es Antiguo de Jerusalén. Gracias a él, ha podido traer sana y salva a su familia.

A su vez los cainitas de Jerusalén le ponen al día de la delicada situación actual entre Alamut y Egipto.

Tras charlar brevemente con ellos, Meir les cuenta que ha recuperado a su protegido y su chiquilla que era lo que debía hacer.  Y una vez a salvo en Jerusalén, va a volver a marcharse para buscar aliados en Grecia, entre los de su clan: los Capadocio. Tras lo cual se despide y sin haber pasado una sola noche desaparece en la negrura del desierto, dejando la corte de Jerusalén igual que cuando llegó.

 

Adeben, Sacerdote Seguidor de Set
El nuevo Seguidor de Set

Adeben, el sacerdote judío Setita, se presenta ante el trono del príncipe de Jerusalén, en el que se sienta Oded, que lo recibe junto a Desdémona y a Ely Yahu.

El Seguidor de Set, es un lúgubre y enigmático vampiro, que tiene el aspecto de un brujo de cuento. Al fin y al cabo, es un egipcio y es la primera vez que conocen a uno judío, quien les dice que no son así en Egipto.

Cuenta que ha sido denostado en tierra del Nilo y ahora acogido e invitado por su nuevo hermano Meir. Desea lo mejor para los judíos y los respeta y venera como los elegidos por Yahvé, él es uno de ellos. Es un hombre de fe, que ayudará a Meir en los asuntos sacerdotales en la ciudad, es lo único que sabe hacer…

Akil, Esclavista egipcio
Tiene un contacto en Jerusalén, Akil, un esclavista egipcio, a él acudió Ushpa justo antes de su viaje a Egipto. Pide protección para esta persona, es alguien a quien estima y lo hará Ghoul para que sea su ayudante, aquí en Jerusalén.

–Pido permiso al regente para hacer ghoul a Akil –dice Adeben arrodillado ante el Toreador.

–Sin problema. Puedes hacerlo, pero después de la fiesta del solsticio de invierno que se celebrará mañana –dice Oded.

–¡Por fin un hombre digno de Yahvé! –dice Ely contento.

–Una cosa Adeben –dice Desdémona– la situación con Alamut es jodida. El Espectro huele a los Setitas a distancia, así que por tu bien yo que tu, ocultaría mi clan. Si no, las vas a pasar putas. A nosotros no nos importa pero si Alamut manda asesinos, igual vuela tu cabeza…

–Entiendo –dice Adeben– ¿qué clan creéis que sería mejor adoptar?

–Capadocio sugiere Oded.

–No tengo aspecto de Capadocio –dice Adeben– quizás sea más apropiado Toreador, podría ser uno de ellos…

–Recuerda quedarte embobado ante el arte –dice Desdémona.

Venta de esclavos de Akil

–Recordad que Meir, tiene bajo su protección a una Caitiff, Donna –dice Ely– así que otro Caitiff no sería mal visto si se encuentra bajo la protección del príncipe Capadocio…

–Si te haces pasar por Toreador, ten cuidado con Nerea, la chiquilla del senescal Orión –dice Desdémona– ya que esta con los Assamita. Lo digo para que sepas a quien te acercas.

–Agradezco vuestros consejos –dice Adeben– los pondré en práctica todos ellos.

–Es por el bien de todos –dice Desdémona– ¿Y Donna? ¿habéis venido con ella verdad?

–Efectivamente, ha vendió con nosotros dice Adeben– se encuentra a salvo en su hogar. Es una gran vampiresa, entiendo porque Meir la abrazó después de tantos años de servidumbre. A veces los mejores esclavos se ganan un ascenso.

La presentación de Setita termina cordialmente y cada mochuelo a su olivo.

 

Valle de Hinnom,
Colonia Nosferatu
Palabras en Hinnom

Tras las presentaciones Desdémona decide hacer una visita a Kothar, para que le deje hablar con Ephraim, su chiquillo, por si tuviera información importante sobre la razón por la que ha dejado de ser espía de Orión.

Desdémona se encuentra con Ephraim en lo más profundo y oscuro de una de las cuevas de la colonia de leprosos.

–¿Qué ha sucedido Ephraim? –pregunta Desdémona al Nosferatu.

–Hipocresía –dice Ephraim– Tu mundo no es para mí, me ha escupido a la cara y he decidido volver con mi familia.

Desdémona detecta en sus palabras que el Nosferatu que se siente tremendamente defraudado.

–He decidido apartarse de la política –confiesa Ephraim.

Desdémona le da al leproso una palmadita de ánimo en la espalda, lo hace sin fuerza, pero a pesar de todo, su carne cruje y chasquea.

Ephraim, Nosferatu chiquillo de Kothar 

–Agradezco tus palabras Desdémona –dice Ephraim– debes saber que tu eres buena, pero estas rodeada de serpientes que cuando puedan te morderán e inocularan en ti el veneno de la civilización,  y entonces ya será tarde. Se está mejor en esta colonia de leprosos y olvidados, nadie nos molesta.  

–Aléjate del juego sucio de Orión y de Nerea –advierte el Nosferatu a la Brujah– no son buena influencia.

–Mas motivo para tenerlos cerca –responde Desdémona.

–Pásalo bien en la fiesta del solsticio dice Ephraim sonriendo y sabiendo que ya no tendrá que acudir a esos aburridos y peligrosos encuentros entre cainitas.


Salón del Trono del Príncipe, Jerusalén
Cónclave sangriento

Llega el cónclave del solsticio de invierno. Nahum decide no ir tras sopesar las palabras de su hermano Ephraim y su Sire Kothar, por las que denostaban una y otra vez a la corte cainita y su tremenda hipocresía, siendo según ellos, una enfermedad mortal para la civilización de Yahvé.

Nerea ha sido la responsable de organizar todo para que acudan tanto Alara, como Assur. Cuenta con que los Assamita acaben de una vez por todas con el problema de los insurrectos Vástagos de Jerusalén. Les costará cara la traición a Alamut, único y verdadero corazón del imperio persa, hegemonía del mundo conocido.

El cónclave del solsticio de invierno se ha convertido en toda una tradición en Jerusalén, desde que lo impusiera el príncipe Mudji hace ya una década. Orión ha delegado todo el trabajo de envío de invitaciones en Nerea, mientras que el se ha encargado de que todo en la ceremonia sea perfecto. Pero esta vez una cosa será diferente a otras fiestas, por idea de Nerea, solamente serán invitados Vástagos de Jerusalén y nada de humanos, excentricidad acogida sin importancia alguna por su Sire Orión.

Todo está listo: la música, la iluminación, la Vitae… Nerea sabe que es el momento de la verdad, pero solo lo sabe ella. El Matusalén Setita llamado Alara será castigado por Alamut y con él, todo el que se encuentre a su lado, presumiblemente el gobierno de Jerusalén. Y un nuevo orden comenzará en la capital de Yehud a partir de entonces, resurgiendo de las cenizas del viejo gobierno…

 

Orión, Primogénito Toreador

Invitados

Los invitados entran el salón del trono. Ava, con un vestido negro a la última moda de Persépolis, junto a ella Desdémona, sobria y concentrada, de su brazo, su impresionante chiquilla Astarté, siempre fiel a la Brujah y Fafner, que camina junto a Desdémona con la lengua fuera jadeando muy rápidamente.

Seguidamente llega el Seguidor de Set Adeben, con su siniestro aspecto de sacerdote judío, un tanto exótico, por ser egipcio. Camina despacio y junto a Donna, la guapísima chiquilla de Meir, tan blanca como un cadáver andante y vestida con un sencillo vestido blanco sin demasiada pompa.

Los siguientes en llegar son los anfitriones. Nerea, fría y distante vestida con un sobrio vestido gris, acompañada de su Sire Orión, muy emperifollado, perfumado y feliz, saludando a todos los presentes, con su impresionante chiquilla colgada de su brazo izquierdo.

Casi el último en llegar es Oded, regente actual de Jerusalén, que vestido como un verdadero rey, camina firme hasta su trono, en el que se sienta, saludando por el camino con la cabeza a todos los presentes. En el momento en el que se encuentra en el trono, solamente tiene ojos para Nerea, a quien mira descaradamente sin quitarla ojo, como si estuviera obsesionado con la Toreador, hecho que así es, debido al vínculo de sangre que le ata a ella, no así a ella con él.

El último en llegar es el profeta Ely Yahu, vestido con una túnica sacerdotal, medio limpia, pero con ese aspecto de desarrapado y esos ojos de loco que juzgan sin palabras. Sus cuervos vuelan por el exterior del palacio, preparados para avisar a su dueño de cualquier intruso hostil. El Malkavian camina decidido y se coloca a la derecha de Oded, tras el trono, observando a Nerea y a Orión, viendo como revolotean de grupo en grupo hablando de temas sin importancia alguna.

 

Donna, Capadocio,
Neonata de Meir

Conversaciones

La ceremonia transcurre con normalidad. No hay multitudes de humanos como otras veces, con lo cual, todo se resume a un puñado de pequeños grupos de no muertos, charlando de sus asuntos, amenizados, eso sí, por un grupo de buenos músicos que tocan sus instrumentos de forma exquisita. No faltan las copas de Vitae que sacian el hambre de todos los presentes, servidas en bandejas por raudos criados vestidos de impecable negro.

Oded se levanta del trono y junto con Desdémona y Astarté, se acercan a Donna, dándola la bienvenida a Jerusalén, ya que llevaba años en Egipto.  La pálida Capadocia se encuentra nerviosa y desentrenada. Disculpa la ausencia de su Sire Meir, ya que ha partió dirección Grecia para conseguir el apoyo del clan.

–Echaba de menos este tipo de celebraciones  confiesa Donna con una copa de Vitae en la mano.

–Yo no tanto –dice Oded brindando con su copa de sangre a la de Donna y sonriendo mientras la mira a los ojos. Aun así es evidente que el regente no deja de mirar a Nerea, debe saber que hace en todo momento.

–Cuando te encuentras en un reino lejano, donde no puedes ver las estrellas del firmamento de Jerusalén, esclavizada por otro Vástago… –dice Donna mirando melancólica por la ventana– entonces valoras mucho más tu pasado... estas fiestas incluidas.

–Me han dicho que lo has pasado mal –añade Desdémona– espero que al menos, lo que te pude enseñar en su día te sirviera.

–Por supuesto Desdémona –responde Donna– debo agradecer sus enseñanzas de defensa, me han sido de gran ayuda.

–Ahora te dejo, ya que estarás muy ocupada teniendo que saludar a los presentes… –dice Desdémona dando un paso atrás y sugiriendo de forma indirecta a la Capadocio que se relacione con los presentes.  

Donna, muy lista,  coge la indirecta al vuelo y comienza a socializar de forma cordial y humilde, saludando personalmente a todos los Vástagos presentes, interesándose por sus no vidas y contándoles superficialmente su viaje a Egipto.

Ely Yahu se acerca al Seguidor de Set, Adeben, que se encuentra incómodamente solo, ya que no conoce a nadie. El Malkavian, muy paranoico y utilizando su Auspex, con el que intensifica todos sus sentidos, habla con el sacerdote Setita sobre complejos asuntos de teología, centrándose en los  problemas de la llegada de egipcios a la ciudad. Adeben agradece la valiosa información, debido a que le concierne personalmente, ya que ha venido con unas cuantas familias egipcias. Yahvé llena en resto de la conversación, punto en el que ambos cainitas se encuentran en tremenda sintonía.


El Espectro, 
Guardián del gobernador,
Assamita
Últimos invitados

Dos Assamita entran ya empezada la celebración, rompiendo toda la etiqueta y faltando al respeto a los presentes y sobre todo a los anfitriones Toreador. Son Bicor, que viste a la altura de su cargo: embajador de Alamut y el Espectro, siempre enfundado en su vieja y mellada armadura, limpia pero ajada, con su yelmo puesto, nadie jamás ha visto el rostro del persa.

Caminan juntos, saludan cordialmente a Oded y permanecen en un segundo plano, como expectantes a lo que pudiera suceder y sin mantener conversaciones con nadie, solo observan.

Todos podían esperar al Espectro, compañero de Nerea estos últimos años. Pero nadie esperaba a Bicor, actual Rey de Mizpa, importante ciudad al norte de la satrapía.

 


Alara, Matusalén Setita

Irrumpe Alara

Pero la sorpresa mayúscula se produce entre los presentes, cuando un gigante entre los no muertos se presenta en persona en la fiesta: Alara, Faraón Egipcio y Matusalén de los Seguidores de Set. Su presencia es atronadora, es como si un Dios se hubiera dignado a pasear entre los mundanos humanos. La sencillez de sus ropajes de corte egipcio y su maquillaje característico, acentúan su intrigante mirada que se posa sobre el regente Oded.

Desdémona se acerca a un inquieto Oded y le susurra al oído:

–¿Ahora con quien estamos? –pregunta la Brujah con cierto tono jocoso, mientras Bicor mira impasible al Setita que camina hacia Oded.

Nadie se esperaba su presencia, sobre todo porque ningún vampiro milenario suele exponerse en persona ante los demás vampiros de la Estirpe.

Ely Yahu, pone sus ojos en blanco y comienza a tener una visión gracias a su poder Malkavian de Dementación. Con ojos del Caos, se transporta al futuro y se encuentra en este mismo salón, pero en lugar de una apacible reunión cortesana, acontece la batalla campal más cruenta que se pueda imaginar. Los vampiros se matan unos a otros y luchan a muerte dejando muchos de ellos la no vida en ello. El lugar se llena de sangre, muerte, cadáveres y cenizas... Ely despierta, ha sido como un parpadeo, pero el Malkavian no tiene nada claro cuándo sucederá este desalentador futuro… ¿será hoy? ¿dentro de un año? ¿de un siglo?...

Alara se acerca lentamente a Oded, como si de una serpiente se tratase. El Setita se ha presentado por sorpresa, ayudado en secreto por Nerea, que le propuso hacerlo. La idea de Alara es meterles un poco de miedo, en persona, para escarmentarles dándoles un susto y que tengan claro cuál es su posicionamiento con respecto a Alamut, por si tuvieran la tentación de traicionar nuevamente su acuerdo. Ya se la jugaron una vez con la falsa palabra de Meir y no van a hacerlo otra.

Ya ante Oded, Alara mira al regente con sus hipnotizantes ojos amarillos y el Toreador hace una torpe reverencia, que con los nervios hace que Oded se resbale y caiga al suelo de bruces.

La escena es ridícula, el regente tirado a los pies del Matusalén, que sonríe pensando si pisar la cabeza del humillado Toreador, o no. La bestia interior de Oded se rebela y estalla en frenesí, saltando del suelo con rabia, con sus colmillos fuera, su boca abierta y emitiendo un lamento gutural que procede del fondo de su alma.

Alara sin inmutarse, lo mira y con un juego de manos le hace levitar por los aires como si Oded fuera un pedazo de papel. Lo inmoviliza en el aire, a un par de metros del suelo. El Toreador en frenesí, da golpes al aire, mientras Alara le mira fijamente, divirtiéndose mientras lo mueve a distancia, solamente con los movimientos de sus manos. Todos los presentes observan la muestra de poder, y Oded grita impotente a lo que Alara, cierra su boca con solo mover uno de sus dedos.  

Tras unos minutos de tensión y silencio de los presentes, Orión se ha encargado de que los humanos del servicio y los músicos salieran del lugar, Oded se calma y desciende suavemente al suelo, cubierto de sudor de sangre por todo su cuerpo. El Toreador no sabe lo que acaba de ocurrir, una profunda amnesia lo ha borrado y solamente recuerda haberse caído ante Alara, que ahora se acerca hacia él y le tiende la mano para que se levante. Oded coge la mano firme del Faraón y se levanta mientras el Setita le susurra:

–Siempre es bueno tener un aliado que ayude cuando te encuentras en apuros ¿verdad? –dice Alara sarcásticamente a Oded.

–Gracias –responde Oded, un tanto confuso.

Mientras tanto Ely, agarra fuertemente su báculo y muy alerta, completamente emparanoiado comienza a orar:

–El Señor es mi pastor y nada temeré si voy de su mano… –reza Ely Yahu en bajo y con los ojos cerrados.

–Fíjate en Bicor y el Espectro –le susurra Desdémona a Astarté– ¿Qué actitud tienen?

–Están distantes de los demás invitados, pero no parecen tramar nada raro. –Responde Astarté mirando a los Assamita.

–No quites ojo a Alara tampoco –pide Desdémona a su chiquilla.

Alara se acerca a Oded, y con suaves palabras arrincona al regente, que piensa que el Setita puede hacerle daño y nervioso intenta que no sea así.

–Quizás este no sea el lugar propicio para comentar asuntos delicados… ¿no preferís que sea en privado? –pregunta Oded intentando que Alara no hable demasiado y Bicor pueda escucharlo emparentándolos.

–No tenemos nada que ocultar… –dice Alara en susurros solo audibles por Oded– Tengo una pregunta importante que hacerte Oded: Ahora que os lleváis tan bien con Alamut... no habréis olvidado nuestra especial relación, ¿verdad?

–Sigue vigente el acuerdo que tenemos –responde Oded en voz baja– y el mismo no implica llevarme mal con Alamut. Estoy rodeado por vampiros persas, situados en ciudades secundarias de Yehud. Debo lidiar la delicada situación con cabeza y sopesar las opciones…

–Yo me refería a la tentación de no haber elegido bando… –dice Alara susurrando al oído de Oded y acercándose al Toreador peligrosamente.

–No hablamos de nada tan concreto –dice Oded nervioso– pero si hay que hacerlo ahora, se elige bando...

–No tendrás la tentación de conseguir una alianza doble, ¿verdad? –pregunta Alara mirando a Bicor que los observa en lejanía.

–Obviamente no podemos hablar de mantener la misma línea por siempre… –explica Oded titubeante– En este momento es complicado… debo elegir un bando…

–Y dime Oded, ¿cuál es el bando que habéis elegido? –susurra Alara al oído del regente como haría una serpiente acorralando a su presa.

–Muerte y destrucción… se acerca una sangrienta batalla… –dice Ely profetizando el futuro.

–Mantengo el bando que elegí en su momento: Egipto –responde Oded– eso fue lo que pactamos y no excluye que nos tengamos que llevar mal con los persas.

 

Aššur-nasir-pal II
Matusalén Asirio, Assamita
Dos bandos

Cuando más tensa está la cosa entre Oded y Alara, momento en el que el Matusalén tiene al regente contra la pared, algo rompe la incómoda situación, algo histórico que seguramente nunca ha ocurrido: Aparece Assur, Matusalén Assamita, situando en la misma estancia a dos enemigos centenarios, Assur y Alara, que lo mira incrédulo.

Adeben, el Setita, se sitúa al lado de su Matusalén Alara, como atraído naturalmente por el anciano de su clan.

Oded, gracias a su Auspex, siente peligro de muerte pero no viene de Alara, si no de Assur.

En el momento en el que ambos némesis se miran, los cainitas presentes, comienzan configurarse en dos bandos perfectamente delimitados, a uno y otro lado del trono de Jerusalén. En uno está Assur muy serio, y en el otro un sonriente Alara, ambos gigantes, en el poder físico que emanan, como dos Dioses entre los mortales.

Desdémona no pierde el tiempo e invoca su lanza sagrada de Artemisa, que aparece en su mano derecha, brillante y ansiosa de sangre. Asarte, a su lado, lo ve y desenfunda con cuidado su daga ceremonial, y es algo que casi todos los vástagos presentes comienzan a hacer, armándose debidamente, mientras sus cuerpos empiezan a energizarse con sangre, preparándose para el encarnizado combate que se avecina.

–Oded… ¿qué buscabas en Mizpa en mi ausencia? se que tuviste espías husmeando en mi ciudad –pregunta Bicor a Oded añadiendo tensión a la ya delicada situación.

–Habla quien ha venido para hacer el trabajo sucio de su amo –dice Oded con desprecio refiriéndose a Assur.

–Alamut ha reconocido a Jerusalén como aliada tras la guerra en Chipre –dice Assur frente a Alara y mirando de reojo a Oded, que aun se encuentra en el centro de la estancia, inmóvil, junto a los demás cainitas de Jerusalén– Es el momento de posicionarse…

Los bandos empiezan a definirse y ante las atentas miradas de los presentes, algunos nerviosos, otros ansiosos y los más, atemorizados, ya que saben que la hora de la verdad ha llegado por fin.

A un lado del trono, el bando persa: un henchido Assur; A su lado izquierdo el

Espectro, siempre pétreo; Bicor, se encuentra al lado izquierdo de su Matusalén; Nerea fría y calculadora, y tras ellos y en su bando aparecen dos cainitas, hermanos, que hasta ahora habían permanecido ocultos a los presentes, Umaskal, llorando sangre negra y Arang, el chiquillo de Amal, sediento de venganza, por la incomprensión de ajusticiar a su traidor hermano Dante; Y Orión, con gran dificultad, mirando a Nerea, se sitúa a su lado y frente a sus compañeros de gobierno a los que acaba de traicionar por sus sentimientos hacia su chiquilla, que acaba de pedirle con un gesto, que se acuda junto a ella, cosa que su amado Sire hace sin pensar, pudiera ser que Orión estuviera vinculado de sangre, o simplemente está enamorado de la mujer, aunque cabe la posibilidad de que sean ambas cosas.

Nerea mira a Oded, vinculado a ella, y también le pide con su dedo que acuda a su lado, y el Toreador comienza a percibir como la cadena invisible del amor incondicional, empieza a tirar de él y camina hacia el bando de Assur, sin quererlo, cuando Oded se resiste con gran esfuerzo, y para en seco antes de llegar, pero su fuerza de voluntad no será infinita.

Al otro lado del trono, frente al bando persa de Assur, se encuentra el bando egipcio de Alara, y junto a él se sitúa Ava la primera. Lo hace con decisión y sin quitar ojo a sus rivales.

Donna y Adeben se encuentran ya cerca de Alara y se quedan con él. Tienen claro que lucharán contra los Assamita del bando persa y los suyos.

Astarté pregunta a Desdémona si cumplirán su palabra dada a Alara y su Sire responde:

–Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para morir –responde Desdémona y eleva la cara orientando su voz hacia Assur, diciéndolo en alto para que la oigan todos–  Esta noche es digna para morir ¡putos cobardes!

Desdémona, Fafner y Astarté se sitúan del bando de Alara, mientras que Ely Yahu se queda junto a Oded, ambos los únicos que siguen en el medio de ambos bandos. El Toreador sigue resistiéndose para no acudir junto a Nerea, que insiste en que luche a su lado, del bando Assamita, contra su compañera Desdémona, entre otros.

Ely Yahu, a su vez intenta hacer entrar en razón a Oded, que no le puede hacer caso, porque solo puede pensar en su amada Nerea y en cómo defenderla de la muerte.

Todos los Vástagos presentes tienen claro que la batalla que va a ocurrir a continuación, va a ser a muerte y asumen que así será, preparando sus cuerpos gastando sangre para potenciar sus aptitudes físicas.

–¡Despierta o hijo de Israel! –dice Ely a Oded viendo que se encuentran en medio del mortal choque entre bandos. Pero Oded no puede apartar la vista de Nerea, que le llama con la mirada. El Toreador solo puede resistirse a coste de su fuerza de voluntad, que disminuye a pasos agigantados.

–¿Quién mató a Mudji? –pregunta Ava en el momento de máxima tensión, justo antes de que ambos grupos se lancen uno contra otro. Mientras se miran y preparan sus armas. Ava piensa que en caliente, seguro que el culpable confiesa, ya poco tiene que perder… pero nadie se atribuye el merito del asesinato. Seguramente eso quiere decir que nadie presente lo ha hecho…

Ava no puede evitar pensar que si Nerea, por su cara de satisfacción, ha sido capaz de montar este encuentro para su beneficio, pudo preparar la muerte de Mudji y de su Sire, para ganarse la confianza de los Assamita.

Ava sospecha de ella y se lo dice en voz alta señalándola con el dedo:

–¡Fuiste tú! –Nerea no lo niega, solo sonríe.

Todos están listos para la batalla y Ely y Oded siguen entre ambos bandos, ahora mismo, en el lugar más peligroso para su integridad. Ely sigue intentando que deje de obsesionarse  con la furcia de Babilonia, como él la llama, insultándolo para que reaccione, pero Oded solo puede permanecer inmóvil, llorando sangre, mientras Nerea le lanza una mirada de odio que rompe su corazón.

Astarté, Diosa de la Naturaleza,
Chiquilla Brujah de Desdémona
–¿Cómo hacemos esto? –pregunta Astarté a su Sire Desdémona, mientras aprieta fuertemente su daga ritual con las dos manos.

–Esto va a ser, uno contra uno –dice Desdémona haciendo números en su cabeza– debes elegir contra quien lucharas y lanzarte a por él, o ella. Permanece cerca de mí, por si juegan sucio, porque si sucede así, nosotras también lo haremos.

Ely, se percata de que son los últimos instantes antes de la carga y usa su Disciplina vampírica de Dementación, dejando al borde de frenesí a Oded, al filo de la locura, pero esto servirá para que no sienta su Vinculo de Sangre, al menos que no piense en el. El Malkavian lo hace despotricando contra Nerea y parece que Oded deja de pensar en ella, sacando sus colmillos, arqueando su columna y apretando sus puños, la bestia del Toreador quiere sangre.

Ely agarra el brazo de Oded y lo conduce a toda prisa al bando de Alara, para pelear contra los defensores de Alamut, con Assur a la cabeza.

 

Ava, Ancillae Ventrue
Batalla a muerte

Tras un segundo más en silencio… ¡los gritos estallan y ambos bandos cargan contra el contrario! Las armas en alto, los colmillos al viento y la carrera mortal de todos pensando en cómo atestar el primer golpe al contrario.

Alara y Assur, los enemigos milenarios, son los primeros que chocan violentamente entre sí. El Setita porta una espada corta con jeroglíficos egipcios con un filo incandescente, como recién sacado de la forja. Además, su lengua y su boca, con granes colmillos, están agigantadas como las de un monstruo descomunal. Mientras que Assur no porta arma alguna, dado que sus manos cortan el aire como si fueran filos mortales, silbando cerca del cuello de Alara. La primera sangre la hace Alara, clavando su puñal mágico en corazón de Assur, hiriendo al Assamita, seguramente nadie lo hacía desde hacía siglos.

Ava y Nerea corren la una hacia la otra, mirándose con gran odio. Ava lleva unas  finas dagas plateadas y Nerea, unas dagas de filo negro, forjadas en Persépolis. Ava apuñala sagazmente a Nerea en el brazo derecho, y se lo traspasa, haciéndole muchísimo daño a la Toreador, que grita apretando los dientes.

Bicor corre en dirección a Desdémona, lleva dos espadas cortas con filos grabados y forjados en Damasco. Fafner, ruge y corre hacia el Assamita para proteger a su ama y salta hacia él para morder su cuello. Bicor, sin pensarlo dos veces junta sus espadas cortas, y a modo de gran tijera, parte por la mitad al pobre animal, salpicando sangre y tripas del ghoul en todas direcciones. El lobo de Desdémona ha fallecido defendiendo a su Señora, como no podía ser de otra forma.

Fafner, Ghoul de Desdémona
Umaskal, agarra fuertemente su espada curva con la mano derecha y una daga de Sumeria con la izquierda y llorando sangre negra, corre con rabia hacia una paralizada Donna, que no puede creerse lo que ve. La Capadocio sujeta una daga con una mano y una estaca con la otra y permanece en guardia, como la enseño Desdémona hace años. Donna recibe un corte de la espada de Umaskal, pero agarra fuertemente la estaca y traspasa el corazón roto de su hermano de sangre, que queda tendido en el suelo, empalado e inmovilizado. La Vitae que mana de la herida de la Capadocio es negra igual que la de Umaskal, ambos son hermanos abrazados del mismo Sire, igual que su hermano Arang.

Desdémona aprieta su preciosa y brillante lanza rojiza, viendo como su querido Fafner es destrozado en el aire por los filos del embajador de Alamut. Debe resistir las ganas de la bestia de salir a luchar, su sangre Brujah y su debilidad mandan, pero Desdémona es capaz de controlarse y encararse contra Bicor. La lucha entre ellos va a ser épica. El primer tajo lo da Bicor hiriendo de muerte a Desdémona, que agarra fuertemente su lanza para atestar el siguiente golpe o morirá en el intento. La cosa empieza mal para la Brujah.

Astarté eleva su serpenteante daga ritual y corre contra el primer cainita que viene por ella, que es Arang, el chiquillo exiliado de Amal. El Ravnos grita con su espadón por encima de la cabeza y sus intenciones son claras, matar a la Brujah. Astarté, espera diestramente y se abalanza sobre Arang, decapitando limpiamente al joven vampiro, que cae al suelo manchándolo de sangre negra y viscosa, surgida a borbotones de su cuello.

Adeben, el Setita recién llegado, agarra fuertemente con sus dos manos su bastón, que rezuma un líquido verduzco que despide un olor repugnante y humillo negro. El Seguidor de Set permanece a lado de su Matusalén Alara, para ayudarle en su lucha cuerpo a cuerpo contra Assur, el rey Asesino asirio. En realidad es como si una hormiga se pusiera junto a dos elefantes que luchan entre sí. Pero a pesar de lo peligroso, el viejo sacerdote parece dispuesto a morir por su superior, sin pensarlo dos veces y más contras sus enemigos, los odiados Assamita.

Ely Yahu, daga en una mano y báculo en la otra, eleva su báculo y lo orienta hacia Orión, desarmado, que se encaminaba hacia ellos con cierto recelo. El Malkavian le grita:

–¡Sufre la mano de fuego de Yahvé maldito extranjero! y diciendo esto Ely prende fuego a distancia a la cabeza de Orión. El Toreador grita mientras su barba se consume, la piel de su cara se deshace y sus ojos empiezan a derretirse del calor.

El Espectro que porta con elegancia un espadón curvo forjado en Damasco, corre hacia Oded con intención de acabar con el regente, representación del príncipe de Jerusalén, y máximo poder en la ciudad. Oded se da media vuelta y corre en dirección contraria huyendo del Assamita.

En milésimas de segundo, empleado su Disciplina de Celeridad, Assur acuchilla varios tajos mortales con sus manos desnudas a Alara y lo hace, literalmente pedazos. Los trozos de carne de Alara se deshacen tan rápido en cenizas, que en cuestión de un instante solo queda su ropa y sus cenizas que caen al suelo. La venganza del Assamita asirio se ha completado, tras siglos de disputas, Alamut ha obtenido la victoria sobre Egipto, y Assur henchido de placer disfruta el momento con una sonrisa de oreja a oreja, bajando la guardia.

También en Celeridad, Nerea amputa el brazo izquierdo a Ava, y lo hace con una de las dagas, ya que con la otra le apuñala en el pecho, dejando a la Ventrue muy mal herida.

El Espectro se aprovecha también de su extrema Celeridad y de dos certeros golpes decapita a Oded, cayendo sus cenizas por encima de Ely.

Desdémona, con su Celeridad, corre en milésimas de segundo, y de dos movimientos con su lanza sagrada parte al Bicor en dos, succionando parte de su sangre por medio de su lanza mágica. La Brujah, saboreando la sangre de Bicor por sus manos y moviéndose como un relámpago, se gira hacia donde ha escuchado la pelea entre Assur y Alara y le arroja su lanza con gran destreza y dificultad, atravesando su pecho y matándolo al instante. Solo un Matusalén puede caer tan rápido con un arma tan excepcional y con la descomunal Potencia que posee Desdémona, con la que sería capaz de tirar un obelisco egipcio de un solo golpe.

Lanza de Artemisa,
Arma Sagrada de Desdémona
Assur, el Dios asirio, se deshace en cenizas y en menos de un segundo. Ambos Matusalenes han muerto ya en la sangrienta batalla, pero esto no ha concluido aun.

Adeben, cubierto con las cenizas de Assur, queda petrificado y cierra los ojos, sabe que el siguiente en morir hubiera sido él, y no sabe ni que ha ocurrido exactamente, pero sabe que nadie le está golpeando y sigue con vida.

Orión corre ardiendo, el fuego de su cabeza se ha extendido y ahora la mitad superior de su cuerpo arde fuertemente.

El Espectro mira pensativo las cenizas de Oded, ¡acaba de matar al regente de Jerusalén! y esto le hace pensar mientras agarra fuertemente su espada.

Desdémona utiliza su sangre para curar parte de las heridas que le ha hecho la hiriente y mortal espada de Bicor, antes de morir, y parte de sus tejidos comienzan a regenerarse rápidamente. Astarté protege a su Sire mientras se cura y lo hace con su daga situada a la altura de su cara, nadie la dañará sin pasar por encima de su cadáver.

Ava y Nerea luchan a muerte y sus dagas chocan violentamente, saltando chispas, ambas pelean heridas de muerte y enzarzadas en un combate muy igualado, del que solo saldrá una con vida.

Donna se agacha en guardia con su daga en la mano derecha y gira sobre sí misma, encima el cuerpo inmóvil de Umaskal. No quiere que nadie lo dañe y la Capadocio lo protege, a pesar que la intención del cainita era atacar a Donna. La Capadocio coge con cuidado en brazos a Umaskal, aun empalado, y se fija en la salida. Lo hace sin llamar la atención y muy atenta a posibles ataques. La Capadocio se encamina hacia la puerta de salida.

Al no poder entablar contacto visual con los ojos del Espectro, debido a su yelmo, Ely Yahu no puede afectar su mente volviéndole loco con sus poderes, así que decide atacarle con su báculo y su daga. Que apenas rayan la armadura del Espectro emitiendo más ruido que otra cosa. El Malkavian se siente impotente por no poder hacer daño de ningún modo al Assamita. Momento en el que el Espectro le corta un brazo a Ely de un fuerte tajo, clavándole el espadón sobre sus costillas y dejándolo medio muerto. Y de un segundo espadazo mata a Ely atravesándole el pecho. Las cenizas del Malkavian cubren el suelo y el Espectro se ha cobrado su segunda víctima.

Nerea, mediante su celeridad, acuchilla repetidamente a Ava y esta logra parar todos los embistes de la Toreador con sus dagas. Pero con el último, de un fuerte y firme tajo, consigue decapitar a la Ventrue. Ava muere a manos de Nerea y la Toreador ha conseguido demostrar que es una verdadera Señora de la Guerra, forjada en varias batallas.

Orión continúa ardiendo, ahora el fuego se ha extendido por todo su cuerpo y corre por la estancia, sin rumbo fijo, como pollo sin cabeza. Da vueltas como un loco y agoniza ante el fuego de Ely. Se encuentra completamente fuera de control, y a la espera de su inminente muerte que no tarda en llegar, convirtiendo al senescal de Jerusalén en un montón de cenizas humeantes. Una baja póstuma para Ely Yahu, el profeta.

Desdémona corre para recoger su lanza, clavada sobre el mármol y grita a Astarté:

–¡Mata a Nerea!

Astarté se topa con el Espectro y luchan a muerte chocando sus armas. La Brujah aguanta los embistes del Assamita con su gran daga, pero el Espectro parece más fuerte que la neonata. Aun así, Astarté clava su daga en el pecho del Espectro, atravesando armadura, carne y hueso, sorprendiendo notablemente al Assamita.

En Celeridad, Desdémona agarra su lanza con las dos manos y carga hacia el Espectro, que lucha en un combate desigual contra su chiquilla. Y a traición, atraviesa al Assamita por la espalda y lo mata. El Assamita muere sin saber que lo mató, le hubiera gustado mirar a los ojos a su ejecutora, pero en el fragor de la batalla es difícil mantener honores. El Espectro se deshace en cenizas y solo queda su armadura hueca y agujereada.

Desdémona pone su lanza en el cuello de Nerea para que esta no se mueva, pero la Toreador es más rápida que la Brujah y le clava su daga de filo negro en el hombro, haciéndole un rasguño a la maltrecha Desdémona, herida de muerte…

Adeben ha alargado su lengua medio metro y con el aspecto de la de una gran serpiente se dirige hacia Nerea, única superviviente en pie del bando de Assur.

Astarté y Desdémona, ambas a la vez clavan sus armas a Nerea. Desdémona atraviesa su corazón y Astarté corta su cuello. La Señora de la Guerra muere irremediablemente, desangrándose sobre el suelo de mármol blanco, ahora cubierto de cadáveres, cenizas y restos de vampiros muertos.

 

Jerusalén Capital de la satrapía de Yehud
La nueva Reina de Jerusalén

Donna, con Umaskal en brazos, empalado e inmóvil, se encuentra ya en la puerta del salón y Astarté le dice a Desdémona que la Capadocio se está llevando a Umaskal.

Astarté, en pie, salpicada de sangre y sin un solo rasguño, altiva junto a su herida Sire, mira a Donna, herida en el abdomen, de donde mana sangre negra.

–¡Donna, quieta! –ordena Desdémona señalándola con su lanza.

La Capadocio se vuelve y mira a la Brujah ciega, compañera de su Sire Meir.

–Te podemos desempalar y te vas a comportar –dice Desdémona a Umaskal, a lo que el cainita cierra los ojos y los abre. Astarté le dice lo que ha hecho y Desdémona le pide a su chiquilla que quite la estaca de Umaskal.

Astarté se acerca a Donna, la mira a los ojos mientras aprieta su daga serpenteante y la Capadocio deja a Umaskal en el suelo, con mucha delicadeza.

Astarté le quita la estaca a Umaskal posándole su frío filo en el cuello. Donna la mira para que le quite la daga del cuello del vampiro, y Astarté accede. Umaskal permanece arrodillado, cabizbajo y sangrante de su herida en el corazón, un boquete hecho por la estaca de Donna.

–Astarté, estate un poco alerta por si acaso –pide Desdémona a su chiquilla, y esta se aparta de Donna, vigilando el entorno por si hubiera alguna sorpresa de última hora.

Adeben, el Setita permanece inmóvil. Su mirada se cruza con la de Astarté para permanecer quieto como una estatua. De momento no puede creerse seguir con vida, con el espectáculo sangriento que hay a su alrededor, ha ocurrido todo tan rápido, en apenas unos segundos.

–Una pregunta sencilla Umaskal –dice Desdémona– ¿realmente humeras sido capaz de matar a Donna?

Umaskal llora sangre y asiente avergonzado. Seguramente no es el mejor final a su amor por Donna, pero era el único que se le ocurrió en ese momento. La pálida y bella Capadocio se agacha ante él y lo abraza. Ambos lloran sangre negra y se besan apasionadamente.

–De los errores se aprende… –dice Desdémona escuchando el beso– ¿os quedareis en Jerusalén?

–Creo que después de lo ocurrido es mejor que nos vayamos –dice Donna abrazada a Umaskal.

–Por mi parte os podéis quedar, no tenéis de que avergonzaros –dice Desdémona.

Umaskal abatido, no es capaz de articular palabra y con un hilo de dudosa voz dice:

–Lo siento Donna… –y la Capadocio lo abraza sintiéndose culpable. Se hablan sin palabras, solo deben mirarse a los ojos para saber que ambos sienten lo mismo el uno por el otro, amor verdadero.

Rodeados de cadáveres de compañeros y enemigos, Astarté le toca el hombro a Desdémona y la pregunta en susurros: –¿Qué quieres que hagamos? ¿Quieres dejarles ir?

–Me parece una decisión cobarde, que después de lo ocurrido no os quedéis para hacer de Jerusalén una ciudad mejor. –Dice Desdémona– Si os vais de aquí, nunca estaréis en contra de Jerusalén ni de nosotros… pero os necesitamos, ahora que todo debe comenzar de nuevo…

Donna, pensativa, se acerca a Desdémona, con paso lento pero firme. Umaskal se queda en un segundo plano y la Capadocio acaricia la cara de la ciega Brujah.

–Debo agradecerte tu bondad, Desdémona –dice Donna– Nos quedaremos… –afirma la Capadocio sonriendo tras ser convencida por la Brujah, de que la mejor opción es quedarse y que ella les apoyará en su decisión.

Desdémona camina con dificultad, ayudada por Astarté y se sienta en el trono de oro, salpicado de sangre y cenizas de varios cainitas caídos.

–¿Alguno de los aquí presentes se atreve a cuestionar mi autoridad como Reina de Jerusalén? –pregunta Desdémona con voz firme.

Los cuatro cainitas se arrodillan ante la nueva reina de Jerusalén, Desdémona, coronada con la más sangrienta lucha que se recordará en mucho tiempo, aunque algunos se empeñen en no contarla.