Ely Yahu, Profeta Malkavian |
Ely Yahu, traducido
como "mi Dios es Yahvé",
también conocido como el “Precursor” por ser enviado para preparar el camino de los que están
por venir.
Los dos bandos de
cainitas luchaban a muerte uno contra el otro. Uno lo encabezaba Alara, el Dios
Egipcio de las Serpientes de Set y el otro Assur, el Dios Asirio del nido de
Águilas. Tras ellos sus ejércitos se medían matándose encarnizadamente unos a
otros.
Los filos cortando la
carne, las salpicaduras de sangre y los gritos de agonía eran detalles que
conformaban la cruenta batalla que estaba aconteciendo en Jerusalén, capital de
la satrapía persa de Yehud.
Ely Yahu, tras ver
antes de que sucediera, en una de sus visiones, que todo iba a estallar en
violencia, había salvado la no vida de su compañero Toreador Oded, ya que si se
hubiera quedado entre ambos bandos lo hubieran aplastado como a un insecto.
Aunque de poco le sirvió, ya que el Espectro, Assamita persa, lo rebanó por el
estomago partiendo su cuerpo en dos mitades que rápidamente se convirtieron en
cenizas.
Cenizas de Oded que
cayeron sobre Ely y en ese preciso momento, el profeta Malkavian tuvo una de
sus epifanías:
No era la primera vez
que le ocurría. Ely se encontraba sumido en la oscuridad, no recordaba donde
estaba ni cómo había llegado hasta allí, pero sentía que no se encontraba solo.
El Ángel se encontraba ante él, solos los dos, era tan bello que era difícil
compararlo con nada conocido. En sus ojos podía ver a Dios y la paz relajó al profeta de
tal forma, que sabía que había llegado su hora, Yahvé lo llamaba para que se
sentara a su lado.
Todo lo que ocurre a
continuación pasa muy rápido. Sus dos cuervos, Caín y Abel, vuelan en círculos
encima de ambos. El cielo se cubre
rápidamente y comienza a llover sangre.
A su alrededor
imágenes traslucidas de combatientes muertos, que puede que vengan de alguna
realidad donde acabaran de morir, entre ellos, un lobo ensangrentado: Fafner,
masticando su propio corazón. Eso recordaba haberlo visto en alguna de sus
visiones, en el pasado…
Se escuchaban armas
que chocaban entre si, huesos quebrantados y salpicaduras de sangre caliente, sonidos de una batalla eterna.
El ser divino y alado,
aun se encontraba a su lado, le miró, le sonrió y pronunció las palabras que
Ely quería escuchar:
–Ha llegado el momento. Ya puedes venir con Yahvé para
cumplir con tu destino –y tras ello el Ángel le extendió la mano y el profeta
la cogió, sintiendo el plácido calor del sol de la mañana.
No podría decir
cuánto tiempo se prolongó ese estado de duermevela, pero sintió una paz digna
de los vencedores.
Entonces Ely regresó
a la realidad de los demás, al mundo de los hombres mundanos, y en aquella lucha
encarnizada por la supervivencia, que sucedía ante el trono de Jerusalén, todos
seguían matándose unos a otros.
El Espectro,
invencible ante el poder del propio Malkavian, con una armadura a prueba de
dagas, bastones y Dementación, rebanó el cuerpo del Malkavian, otorgándole la
muerte definitiva.
Antes de morir, Ely
recordó las palabras que le había dedicado a Jadua, el sacerdote que tanto lo
veneró en su larga agonía de rezos ante el Templo:
“Si la luz dispersa las tinieblas, estas sienten a la luz
acercarse para poder correr a esconderse. No temas entrar en mi refugio, puesto
que los siervos devotos de Yahvé no han de temer daño ninguno por mi parte, ni
serán dañados si en mi mano está el poder evitarlo. Ningún verdadero hijo de
Israel caerá presa de mi espada”.