Capítulo 55: Eterno X: El Escarmiento de Tebas (335 a. C.)

Eterno X

 (335 a. C)

El Escarmiento de Tebas

 

Campaña Báltica

335 a. C

Mientras algunos de sus generales de confianza se ocupaban de sofocar la sublevación en Tracia, Alejandro y el resto de sus comandantes continuaron la campaña en la región del Báltico.

La noticia de la muerte del rey Filipo provocó un levantamiento en varios estados, incluyendo Tebas, Atenas, Tesalia y las tribus tracias al norte de Macedonia. Ante esta situación, Alejandro actuó con prontitud. A pesar de los consejos de sus asesores de recurrir a la diplomacia, reunió a 3.000 jinetes macedonios y se dirigió hacia el sur, hacia Tesalia, el vecino inmediato de Macedonia al sur.

 

Parmenión, General de Alejandro Magno
General Parmenión

En la tranquila intimidad de su tienda de campaña, Alejandro, con el aura de liderazgo que lo caracterizaba, describió con claridad la estrategia a Parmenión. Delineó los detalles de su plan, resaltando la importancia de cada movimiento y la necesidad de coordinación entre las diferentes unidades.

Sus ojos brillaban con la pasión de un líder comprometido con la victoria, mientras explicaba cómo aprovecharían la geografía del terreno para sorprender al enemigo. Hablaba con autoridad, transmitiendo confianza en su estrategia y en la capacidad de su ejército para llevarla a cabo con éxito.

Mientras compartía su visión con Parmenión, su primer general, Alejandro mostraba un profundo entendimiento de la guerra y una habilidad excepcional para adaptarse a las circunstancias cambiantes del campo de batalla. Su discurso estaba impregnado de una energía feroz y una confianza inquebrantable en la victoria final. En ese momento, en la tranquilidad de su tienda de campaña, quedaba claro que Alejandro no solo era un líder, sino un visionario militar cuya estrategia guiaría a su ejército hacia la gloria.

Parmenión, el experimentado general y aliado de confianza de Alejandro, se encontró con el desafío del ejército de Tesalia bloqueando el paso entre el Olimpo y el monte Ossa. Con astucia, Parmenión ordenó a sus hombres montar a través del Monte Ossa, una decisión audaz que sorprendió a los tesalios mientras dormían. Cuando los tesalios despertaron, se encontraron con Alejandro en su retaguardia, lo que los llevó a rendirse rápidamente. La habilidad estratégica y el liderazgo de Parmenión fueron esenciales en este momento crucial, asegurando una victoria decisiva mientras la caballería tesalia se unía a la fuerza de Alejandro en su avance hacia el Peloponeso.

 

Macedonia 336 a.C.
En las Termópilas

Acompañado por su leal amigo Filotas y respaldado por el renombrado general Parmenión, Alejandro detuvo su marcha en las históricas Termópilas. Allí, ante los ojos de las tribus griegas reunidas en la Liga Sagrada, su liderazgo fue reconocido con reverencia. La Liga, en sus orígenes una entidad religiosa, ahora se unía bajo el estandarte de Alejandro, confiando en su visión para proteger las libertades y tradiciones helénicas amenazadas por el avance persa.

Con la confirmación de su autoridad en la Liga Sagrada, Alejandro continuó su camino hacia el sur, hacia la bulliciosa ciudad de Corinto. Allí, Atenas, hasta ahora sublevada, deseosa de poner fin a las hostilidades, envió un emisario para negociar la paz.

El emisario de Atenas llegó a Corinto en medio de una mañana soleada. Era un hombre de semblante serio, con ropajes que revelaban su posición como enviado oficial de su ciudad. Sus pasos resonaban en el empedrado de las calles mientras se dirigía hacia el lugar acordado para la reunión.

Filotas, con su coraza de general macedonio, aguardaba en la plaza principal de Corinto, un espacio lleno de vida. Desde allí, observaba con atención cada movimiento, esperando la llegada del emisario ateniense.

Pella, capital de Macedonia

A los pies de Filotas, su fiel perro de guerra Rabia permanecía alerta ante la llegada del recién llegado. Tras Filotas, su guardaespaldas Demetrio “Pella”, así apodado por haber sido rescatado de la cárcel de Pella por Filotas. Demetrio de aspecto salvaje, dejaba siempre claro que nadie podía osar hacer daño a su señor.

Cuando el emisario finalmente se presentó ante él, Filotas, sin mostrar cortesía alguna y con evidentes titubeos, le dio la bienvenida a la ciudad. A regañadientes, lo condujo hacia el lugar designado para las negociaciones, dejando traslucir su falta de etiqueta, a pesar de ser el representante de Alejandro y de la coalición griega contra los persas. El enviado ateniense estuvo a punto de rechazar su compañía, pensando que no era quien decía ser. Filotas nunca había sido hábil con las palabras.

Con un gesto de clemencia que reflejaba su sabiduría política, Alejandro acogió al enviado ateniense y otorgó el perdón a aquellos que no habían participado en el levantamiento, allanando el camino hacia una reconciliación pacífica.

En reconocimiento a su liderazgo excepcional y su compromiso con la defensa de Grecia contra la amenaza persa, los líderes de Corinto otorgaron a Alejandro el prestigioso título de "Hegemón", designándolo como el comandante supremo de las fuerzas griegas. Este honor no solo reafirmó la confianza en su capacidad para liderar, sino que también fortaleció la unidad entre las polis griegas en la lucha común contra su verdadero enemigo: El Persa.

Sin embargo, mientras Alejandro se encontraba en Corinto, las noticias del aumento de las tensiones en el norte, en Tracia, llegaron a sus oídos. Afortunadamente, Alejandro podía contar con la mitad de sus leales compañeros generales para sofocar la revuelta tracia: Clito, Calístenes, Ptolomeo y Hefestión.

 

Alejandro Magno, Rey de Macedonia
Tracia

En la primavera del 335 a.C., Alejandro Magno se enfrentó a la revuelta tracia, mientras preparaba su avance hacia Asia. Su objetivo era salvaguardar la frontera norte de Macedonia, que estaba amenazada por los ilirios y los tribalios. Con el apoyo de los agrianos, una tribu tracia liderada por su amigo Lángaro, Alejandro avanzó hacia Tracia para enfrentarse a la revuelta.

El ejército macedonio se encontró con una guarnición tracia en el monte Hemo, donde los tracios habían construido una empalizada de carros como defensa. Alejandro ordenó a su infantería pesada marchar en formación suelta para neutralizar la amenaza de los carros. Mientras tanto, los arqueros macedonios abrieron fuego, permitiendo que la infantería macedonia pusiera en fuga a los tracios.

Al mismo tiempo, un gran ejército de tribalios liderado por su rey, Syrmus, avanzó hacia la retaguardia de Macedonia. Los tribalios se enfrentaron a la infantería ligera de Alejandro en un barranco, donde fueron derrotados por la infantería y la caballería macedonias.

Después de esta victoria, los macedonios llegaron al río Danubio, donde se encontraron con las tribus getas en la orilla opuesta. A pesar de las dificultades para cruzar el río, Alejandro y su ejército construyeron balsas improvisadas con tiendas de cuero y cruzaron el río. A pesar de enfrentarse a un ejército geta mucho más numeroso, los macedonios lograron una victoria decisiva, forzando la retirada de los getas y asegurando así la frontera norte de Macedonia.

Esta campaña fue liderada por los tres compañeros más cercanos a Alejandro: Ptolomeo, Clito y Calístenes. Clito se encargó de las negociaciones diplomáticas, Ptolomeo dirigió las fuerzas militares en el campo de batalla, mientras que Calístenes supervisó las estrategias y la implementación de la colonización macedonia en las fronteras tracias, una idea propuesta por Aristóteles.

Esta serie de campañas militares en Tracia demostró la habilidad diplomática y militar de Alejandro y su círculo íntimo, consolidando el control macedonio sobre las regiones fronterizas y preparando el terreno para sus futuras conquistas en Asia.

 

Reino Ilirio
Reino de Iliria

El Reino de Iliria se encontraba en las regiones costeras del mar Adriático, al norte de Macedonia, su posición geográfica estratégica los convertía en un vecino potencialmente peligroso para el vasto imperio de Alejandro Magno.

Numerosas tribus ilirias eran conocidas por su hostilidad hacia Macedonia, llevando a cabo incursiones en las fronteras septentrionales del imperio y ataques a las guarniciones macedonias. Esta constante amenaza representaba un desafío significativo para la estabilidad de los dominios de Alejandro.

Consciente de la necesidad de hacer frente a esta amenaza, Alejandro comprendió rápidamente la importancia de tomar medidas decisivas para contrarrestar la actividad iliria y salvaguardar la integridad de su imperio.

 

Ptolomeo, Compañero de Alejandro
Una Victoria y una Carta

En la batalla de Pelión, Ptolomeo emergió como una figura clave en el ejército de Alejandro Magno. Como estratega experto y líder militar consumado, Ptolomeo desplegó una serie de tácticas ingeniosas que contribuyeron significativamente a la victoria final sobre la alianza iliria de los taulantios y dardanios. Dirigió con maestría las tropas macedonias en el campo de batalla, coordinando movimientos estratégicos que desestabilizaron las defensas enemigas y aprovecharon las debilidades de sus oponentes.

Ptolomeo lideró ataques audaces que desmoralizaron al enemigo y rompieron sus líneas de defensa. Su visión estratégica y su habilidad para adaptarse rápidamente a las cambiantes condiciones del campo de batalla permitieron a las fuerzas macedonias ganar terreno de manera efectiva y mantener la presión sobre el enemigo.

El altivo general de Alejandro demostró un liderazgo inspirador que infundió valor en las filas macedonias, motivando a sus soldados a luchar con fervor en la batalla. Su presencia en el campo de batalla fue un testimonio de su dedicación a la causa de Alejandro y su compromiso con la defensa del Reino de Macedonia contra las amenazas externas.

Alejandro junto a Ptolomeo dirigió varias campañas militares hacia el norte para enfrentar a las tribus ilirias rebeldes. Utilizaron tácticas militares avanzadas, junto con su ejército bien entrenado, para derrotar a estas tribus y someterlas al control macedonio.

Al retornar triunfantes del campo de batalla, Ptolomeo fue abordado por un emisario de Pella, quien le entregó una carta personal dirigida a él:

 

Cleopatra, ex-reina de Macedonia

Querido Ptolomeo,

Si estás leyendo esta carta, es probable que ya esté muerta. Mis palabras te llegan en un momento de desolación y desesperanza, cuando el peso del dolor y la tragedia me han abrumado por completo. No tengo palabras para expresar la angustia que me embarga en este momento.

Es con el corazón roto que debo informarte que han asesinado a nuestro bebé. La inocencia de mi pequeño ha sido arrebatada de manera cruel y sin sentido. En mi mente, no hay duda de que Olimpiade, la madre del rey, está detrás de este acto atroz. Todo ha acabado, Ptolomeo. La luz se ha desvanecido en mi vida, y solo queda la oscuridad.

Lamento profundamente no haber escuchado tus advertencias y haber permanecido en la ciudad, aferrándome a la esperanza de una vida digna. Mi terquedad me ha costado cara…

Quiero agradecerte, Ptolomeo, todo lo que has hecho por mí. Tu apoyo ha sido un consuelo en medio de la tormenta. No tengo palabras para expresar mi gratitud por tu generosidad.

Que los dioses te acompañen en tu camino, querido amigo. Que encuentres la paz que tanto mereces. Que tu camino esté lleno de gloria y que encuentres felicidad en los días venideros.

Adiós, Ptolomeo. Que la luz eterna brille sobre ti.

Con amor y gratitud eterna,

 

Cleopatra de Pella

 

Hefestión, Compañero de Alejandro
Política en Iliria

Hefestión, el leal amigo y general de confianza de Alejandro, desempeñó un papel crucial en la implementación de la política de asentamiento en las tierras ilirias. Con su astucia estratégica y su compromiso con la visión de Alejandro, Hefestión coordinó meticulosamente la colonización de áreas estratégicas con población macedonia.

Consciente de la importancia de asegurar el control y la influencia macedonia en las regiones ilirias, Hefestión trabajó incansablemente para identificar los lugares óptimos para el establecimiento de colonias. Coordinó los esfuerzos logísticos para trasladar a los colonos macedonios a estas áreas y supervisó la construcción de asentamientos fortificados para garantizar su seguridad.

Además, Hefestión colaboró estrechamente con los líderes locales y las tribus aliadas para facilitar una transición pacífica y garantizar la aceptación de la presencia macedonia en la región. Su habilidad para negociar y establecer alianzas estratégicas fue fundamental para asegurar el éxito de la política de asentamiento de Alejandro en las tierras ilirias.

Reino de Irilia

En un encuentro tenso pero cargado de diplomacia, Hefestión, representante de Alejandro Magno, se reúne con los reyes de las tribus ilirias en un lugar neutral, una llanura abierta rodeada por altas montañas que sirven como testigos silenciosos de la negociación. Hefestión decide tener un gesto de buena fe como acto simbólico, un presente a cada uno de los reyes: una cabra de la mejor raza de la zona.

Los doce reyes ilirios, vestidos con túnicas adornadas con símbolos tribales, llegan montados en caballos negros, rodeados por una escolta de guerreros con armas relucientes. Algunos de sus rostros muestran desconfianza y otros curiosidad, mientras observan a Hefestión y su comitiva.

Hefestión, por su parte, irradia serenidad mientras se acerca con paso firme, vestido con una armadura reluciente que refleja la luz del sol. Su expresión es neutral pero amigable, sus ojos transmite respeto por sus interlocutores y su cometido es detectar quién está más o menos receptivo a sus gestos de diplomacia.

Hefestión se encontró frente a los doce reyes ilirios, y su presencia reflejaba la importancia de aquel momento crucial. Su discurso, lleno de elocuencia, tenía el claro propósito de ganarse su confianza y asegurar una alianza con Macedonia.

En medio de una inicial tensión palpable, Hefestión comenzó a exponer los beneficios que traería consigo aliarse con Alejandro Magno. Les aseguró que juntos prosperarían en paz y que la ayuda recíproca sería mutuamente beneficiosa. No obstante, también dejó en claro las consecuencias para aquellos que rechazaran esta oferta de paz. Advertirles de que no recibirían nada bueno de Macedonia sería, sin duda, una afrenta grave para el mismísimo Alejandro, quien era reconocido como el Hegemón de toda Grecia.

Estas palabras provocaron una intensa discusión entre los reyes ilirios, dividiéndolos claramente en dos facciones: aquellos a favor de la alianza y aquellos en contra. Hefestión, consciente de la gravedad de la situación, se dirigió directamente a los que se oponían a la paz. Les recordó que su rechazo no solo afectaría su propio destino, sino que arrastraría a los que sí deseaban la paz a una innecesaria guerra. Insistió en la importancia de la unidad, destacando los beneficios comerciales y la seguridad que Macedonia ofrecía.

Con audacia, concluyó su discurso enfatizando la cruda realidad: optar por la guerra significaba derramar sangre en el campo de batalla, con aquellos que desafiaran a Alejandro cayendo uno tras otro. Era una elección entre la prosperidad, o la destrucción.

Finalmente los reyes ilirios aceptaros las condiciones de Alejandro, aliándose con Macedonia por el bien común.

La campaña de Alejandro contra los ilirios logró someter a estas tribus y asegurar la estabilidad en las fronteras septentrionales de su imperio. Esta victoria contribuyó a su reputación como un comandante militar formidable y consolidó aún más su posición como gobernante de Macedonia.

Fue muy importante para Alejandro tomar este paso ya que proporcionaba fácil acceso a Iliria y Macedonia, que se necesita con urgencia con el fin de sofocar los disturbios en Grecia en este momento en Atenas y Tebas. Este fue un importante punto en el reinado temprano de Alejandro, ya que él se estableció como monarca entre las tribus del Danubio al norte. Tomando este lugar Alejandro permitió marchar a su ejército hacia el sur de Grecia con rapidez, dirección Tebas.

 

Polis de Tebas
Callejones del saber oscuro

En la penumbra de los estrechos callejones de los barrios bajos de Tebas, una misteriosa sacerdotisa se desliza como una sombra, sus ropajes oscuros apenas susurran contra el suelo polvoriento. Con paso sigiloso avanza hacia el lugar de encuentro acordado.

Clito, oculto en las sombras, aguarda con precaución, consciente del peligro que acecha en esta ciudad sublevada contra Alejandro. Su asesino tebano le ha ayudado a entrar en Tebas sin ser visto. Los murmullos de la rebelión resuenan en las paredes de piedra, pero Clito se mantiene oculto, esperando la llegada de la misteriosa mujer con la que ha quedado.

Finalmente, ella aparece, una figura etérea envuelta en un manto oscuro, su rostro apenas visible bajo el velo que la cubre. Su presencia irradia una aura de poder, y sus ojos brillan con una luz que parece provenir de un lugar más allá de lo terrenal.

Con gestos cautelosos, la sacerdotisa se acerca a Clito, susurros apenas audibles flotan en el aire cargado de tensión. Ella viene de parte de Olimpiade, la madre del rey Alejandro, portadora de conocimientos de artes oscuras que podrían cambiar el curso de la historia.

Ambos se sumergen en una conversación clandestina, intercambiando secretos y estrategias en medio de las sombras de la noche.

Sacerdotisa de Dionisio

La sacerdotisa tebana es sacerdotisa del misterioso dios Dionisio, el dios del vino, la fertilidad, y el teatro. Dionisio era venerado en Tebas con ceremonias secretas que involucraban rituales iniciáticos y celebraciones nocturnas. Su culto estaba rodeado de un aura de misticismo, y aquellos que servían como sacerdotisas en su nombre eran considerados guardianes de conocimientos y secretos ocultos. La sacerdotisa tebana, como devota de Dionisio, dice poseer un profundo entendimiento de los misterios divinos y es capaz de canalizar el poder del dios en su búsqueda por cambiar el curso de los acontecimientos en la tumultuosa ciudad de Tebas.

La sacerdotisa de Dionisio le pide a Clito un tributo inusual a cambio de sus conocimientos: su sangre. Con solemnidad, le entrega un puñal y un cáliz, objetos cargados de simbolismo antiguo y poder ritual. Clito, consciente de la seriedad del intercambio, se prepara para el sacrificio, sintiendo el filo frio y afilado del puñal contra la palma de su mano, que raja sin una sola mueca.

Con firmeza Clito realiza el corte sobre su propia carne, permitiendo que unas gotas de su sangre se derramen en el cáliz ofrecido por la sacerdotisa. El líquido carmesí se mezcla con la fragancia embriagadora del vino que ya reposaba en el recipiente, creando una mezcla de tintes sagrados.

La sacerdotisa, con ojos llenos de un conocimiento antiguo, toma el cáliz y bebe de él con reverencia, consumiendo la ofrenda de Clito con una ceremonia que trasciende lo terrenal. En ese momento de comunión entre la sangre y el vino, el pacto se sella, y el saber oculto de los misterios de Dionisio está listo para comenzar a fluir hacia Clito, impregnando su ser con un poder oscuro.

Cuando la sacerdotisa de Dionisio toca la frente de Clito con sus dedos fríos como el mármol, una sensación eléctrica recorre su cuerpo, envolviéndolo en un halo de energía misteriosa. En ese instante, el mundo tangible se desvanece ante sus ojos, y Clito se sumerge en un trance profundo, como si su mente fuera transportada a un reino de conocimiento ancestral.

En ese estado de ensoñación, Clito experimenta una conexión íntima con los secretos que se esconden más allá del velo de lo mundano. Imágenes y símbolos antiguos bailan en su mente, revelando verdades ocultas que yacen en las sombras del tiempo. Cada toque de la sacerdotisa parece abrir puertas hacia dimensiones desconocidas, desbloqueando pasajes hacia la comprensión más allá de lo ordinario.

A medida que el trance llega a su fin, Clito emerge del abismo del conocimiento oculto con una claridad renovada y una percepción agudizada. Detalles y enseñanzas que antes eran desconocidos ahora resplandecen en su mente, como si hubiera pasado años estudiando los misterios más profundos de la existencia.

Con un gesto sereno, la sacerdotisa se despide de Clito, dejándolo con la promesa de futuras lecciones y el eco de los secretos revelados resonando en su ser. Aunque su encuentro ha concluido por ahora, la llama del conocimiento oculto arde en el corazón de Clito, impulsándolo hacia un viaje de descubrimiento y comprensión más profundos.

Clito avanzó con valor por las sombrías callejuelas de Tebas, envuelto en la oscuridad que reflejaba su propia alma. Experimentó una sensación de poderío, como si estuviera al margen de cualquier ley humana. Era consciente de que esa era la primera vez que había considerado a una mujer como un mero objeto y se percibía a sí mismo como una marioneta en sus manos.

Penetró en un sórdido prostíbulo, ahogó sus pensamientos en vino y contrató los servicios de una prostituta, solo para sacrificarla más tarde en honor a Dionisio, en un oscuro rincón de la ciudad.

–¡Para ti, Padre! –exclamó Clito con un grito de devoción.

–Gracias, hijo. –Respondió una voz etérea desde lo profundo de lo invisible.

La sorpresa se reflejó en los ojos de Clito mientras murmuró incrédulo

–De nada.

Regresó al campamento macedonio empapado en la sangre del sacrificio, en una de las tiendas de los oficiales, se encontró con uno de sus esclavos, un experto asesino tebano. Le encomendó una tarea oscura y urgente: viajar a Pella y, si las circunstancias lo permitían, eliminar a Cleopatra y a su hijo, todo para salvaguardar el trono de Alejandro. Sin embargo, le dejó claro que podía abortar la misión si detectaba cualquier indicio de peligro inminente. El asesino partió sin titubear, y Clito se sumergió en un baño de agua caliente mientras su mente divagaba hacia la enigmática sacerdotisa de Dionisio.

 

Calístenes, sobrino de Aristóteles
Carta de Moira

Calístenes se sumergió en su tarea con devoción, capturando la grandeza de Alejandro Magno en sus crónicas. Registró cada detalle de batallas y momentos íntimos, buscando inmortalizar al líder macedonio. Cada palabra era un tributo a su grandeza y un intento de preservar su legado. A medida que avanzaba, se sentía más cerca de su objetivo de crear un relato perdurable. Su trabajo era monumental, pero persistió con fervor para inmortalizar las gestas de uno de los más grandes conquistadores.

El emisario, con paso firme y aura de importancia, portaba una carta sellada ante Calístenes. Vestido con ropajes impecables, denotaba su alta posición. Al entrar, hizo una reverencia y presentó la carta con seguridad. Explicó la urgencia del mensaje con claridad y respeto. Una vez entregada, esperó con calma mientras Calístenes la examinaba. Después se retiró con dignidad, dejando a Calístenes para reflexionar sobre el mensaje. La carta, sellada con la marca de una M, verificaba que no había sido abierto por el camino.

 

Moira la Bruja de Calístenes

Querido Calístenes,

Espero que estés bien. Lamento profundamente tener que comunicarte noticias tan desgarradoras desde Pella. Ha ocurrido una tragedia que ha sacudido los cimientos de nuestra corte.

Con gran pesar debo informarte que Cleopatra, la viuda de Filipo II, ha tomado la trágica decisión de quitarse la vida. El motivo de tan desgarradora acción ha sido el hallazgo del cuerpo sin vida de su bebé. La pérdida de una vida tan inocente ha sumido a Cleopatra en una desesperación sin límites, y su corazón no ha podido soportar semejante dolor.

En estos tiempos de duelo, te pido encarecidamente que tengas cuidado y te protejas de las intrigas que puedan surgir en la corte de Macedonia. La partida de Cleopatra ha dejado un espacio vulnerable que algunos podrían intentar aprovechar para sus propios fines.

Mantente alerta y cercano a aquellos en quienes confíes, y recuerda que tu seguridad es de suma importancia para todos nosotros. Estoy aquí para ti en caso de que necesites mi apoyo en cualquier momento.

Con todo mi aprecio:

 

Moira


Clito, el Negro, Compañero de Alejandro

La vía diplomática

En un giro inesperado, mientras Tebas, se levantaba en rebelión, Alejandro se encontraba ya en las orillas del Danubio, completamente al tanto de la situación. La noticia de la sublevación tebana no lo tomó por sorpresa.

Con una maestría táctica que dejó a los tebanos estupefactos, Alejandro apareció repentinamente ante las murallas de Tebas, desafiando las expectativas de aquellos que no creían posible que pudiera desplazarse tan rápidamente desde los confines septentrionales de su imperio hasta las puertas de la ciudad.

El asedio de Tebas por parte de Alejandro Magno trajo consigo una serie de desafíos y estrategias defensivas por parte de los tebanos, quienes estaban decididos a proteger su ciudad de la invasión macedonia.

A pesar de todos sus esfuerzos defensivos, la presión de las fuerzas macedonias finalmente comenzó a hacer mella en las defensas tebanas. El asedio se prolongó y las reservas de la ciudad se agotaron lentamente. A medida que las murallas comenzaron a ceder y las defensas se debilitaron, Tebas enfrentó la dura realidad de su inevitable caída ante el avance imparable de Alejandro Magno y su ejército.

Con una estrategia meticulosamente planificada, Alejandro movilizó a sus tropas hacia Tebas, aprovechando la sorpresa como una de sus armas más poderosas. Los tebanos, que no esperaban un ataque tan rápido y enérgico, se vieron superados por la velocidad de Alejandro y su ejército.

Una vez frente a las murallas de Tebas, Alejandro desplegó sus fuerzas con precisión militar, rodeando la ciudad y cortando sus líneas de suministro. La ciudad se encontró repentinamente sitiada, enfrentándose a una abrumadora superioridad numérica y táctica.

Los Tebanos de la antigua Grecia eran conocidos por su valentía y habilidades militares. Sobresalieron en batallas como la de Leuctra, donde el general tebano Epaminondas desarrolló innovadoras tácticas militares que les permitieron vencer a los espartanos, que en ese momento eran considerados invencibles en tierra.

Tebas situada en la región de Beocia en Grecia, destacó como una de las ciudades más influyentes y poderosas del momento. Ubicada al norte de Atenas, Tebas tuvo un papel destacado en la mitología, la historia política y militar griega.

En el ámbito mitológico, Tebas es reconocida por ser el escenario de importantes leyendas griegas. La tragedia de Edipo, relatada por Sófocles, es una de las historias más famosas asociadas con la ciudad. Además, Tebas es conocida por la épica narrativa de los Siete contra Tebas, donde siete héroes se enfrentaron a la ciudad en una batalla legendaria.

Reuniendo a sus tropas, Alejandro rodeó la ciudad, tomando a los tebanos completamente desprevenidos. A pesar de la magnitud del sitio, Alejandro no deseaba infligir daño innecesario a Tebas.

En una reunión con los generales de mayor confianza de Alejandro, Parmenión sugirió emplear la diplomacia con los tebanos. Clito, por otro lado, abogaba por una mano más dura y recomendaba a Alejandro ser más severo y, si la guerra era inevitable, aplastarlos con firmeza.

Alejandro optó por enviar múltiples embajadas solicitando la rendición de la ciudad en términos de clemencia.

La ciudad de Tebas estaba bajo el dominio de Macedonia y, por lo tanto, su forma de gobierno era influenciada por el reino macedonio. En ese período, Macedonia ejercía su hegemonía sobre las ciudades-estado griegas, incluida Tebas, después de la batalla de Queronea en el 338 a.C.

Bajo la influencia macedonia, Tebas estaba gobernada por un gobernador designado por el rey de Macedonia. La autoridad final residia en el rey macedonio, quien tenía una gran influencia sobre las decisiones políticas y militares en la ciudad.

Dada la situación de dominio macedonio en ese momento, la autonomía política de Tebas y otras ciudades griegas estaba limitada, y su gobierno local estaría subordinado a los intereses y políticas del reino de Macedonia.

Parmenión y Clito, fueron quienes se ofrecieron como voluntarios destacados, designados como embajadores para gestionar la rendición de Tebas en términos de clemencia. Aunque Clito ya había entrado previamente de manera secreta, en esta ocasión mostró cierto recelo y buscó la prudencia de Parmenión. Hefestión les encomendó recabar información detallada sobre las defensas tebanas, una medida estratégica para preparar posibles acciones militares en caso necesario. La reputación y el peso político de estos embajadores otorgaron profundidad al mensaje transmitido. Ante la incertidumbre de su retorno, Parmenión confió a Alejandro la protección de su legado, representado por destacados líderes militares como Filotas, Nicanor y Hegeloco, todos comprometidos con la causa de Alejandro Magno y su ejército.

La embajada, compuesta por representantes oficiales del reino macedonio designados por Alejandro Magno, llevó consigo el mensaje oficial de rendición y propuestas diplomáticas para establecer los términos de dicha rendición. Ataviados con indumentaria respetuosa y portando un aire de formalidad, los embajadores y su séquito fueron recibidos con cordialidad por las autoridades tebanas en el palacio de la ciudad.

Cuando los embajadores de Alejandro Magno entraron en Tebas para negociar su rendición, la ciudad se encontraba en un momento crítico de su historia.

En términos de su situación política, Tebas enfrentaba la presión y la amenaza de la expansión del Imperio de Alejandro Magno, que en ese momento era la potencia militar dominante en la región. La ciudad estaba consciente de la capacidad militar y las ambiciones de Alejandro, lo que hacía que la rendición fuese una opción sería a considerar para evitar un conflicto directo y potencialmente devastador.

Desde el punto de vista arquitectónico, Tebas contaba con destacados monumentos, entre los que se destaca el templo de Cadmea, dedicado a la diosa Atenea. Este templo, junto con otros edificios públicos y residenciales, reflejaba la riqueza cultural y el desarrollo urbano de la ciudad.

En cuanto a la disposición de la población y las autoridades tebanas, había división y debate interno sobre cómo responder a la llegada de los embajadores de Alejandro. Algunos sectores pretendian abogar por la resistencia y la defensa a ultranza, mientras que otros consideran la rendición como una opción pragmática para preservar la ciudad y evitar la destrucción y la pérdida de vidas.

Parmenión, flanqueado por Clito y su guardia de seis hombres de confianza, se presentó ante el gobernador y su círculo íntimo.

–Somos comandantes del ejército de Macedonia –comenzó Parmenión con autoridad. "Nuestro rey Alejandro ha enviado embajadores dignos para tratar con ustedes. No buscamos dañar a Tebas; somos hermanos griegos con intereses y enemigos compartidos. Evitemos la sangre y la destrucción de la ciudad.

–Alejandro tiene un interés especial en vosotros –intervino Clito, desafiando las formalidades–. Recordad Queronea; incluso con el doble de vuestro ejército aliado a los atenienses, no pudisteis contra nosotros. Si nos lo permitís, mostraremos clemencia.

Parmenión agregó conocimiento sobre Epaminondas y Pelópidas, destacando su importancia histórica.

–Epaminondas, innovador en tácticas militares, influyó en nuestras estrategias. Pelópidas, líder tebano y político clave en la liberación de Tebas.

–No buscamos dañaros –aseguró Parmenión con respeto.– Vuestra experiencia será esencial contra los persas, a nuestro lado.

El gobernador, visiblemente hostil, se negó a ceder Tebas. Parmenión respondió con una advertencia velada.

–Tu destino será ejemplar si persistes, –amenazó Parmenión señalándolo– Tu cabeza será expuesta en una pica en las puertas de Tebas cuando la tomemos.

Clito sugirió una solución pacífica. Parmenión, esperando cooperación, propuso consultar al pueblo.

–Dadnos siete días para resolverlo –solicitó el gobernador.

–Siete días. –Acordó Parmenión antes de retirarse con su séquito, dejando la posibilidad de una resolución pacífica sobre la mesa.

Mientras se retiraban de Tebas bajo la escolta de la guardia sagrada tebana, Parmenión, atendiendo a la solicitud de Hefestión, evaluaba detenidamente las defensas que protegían la ciudad.

Las murallas de Tebas, altas y robustas, se alzaban majestuosamente alrededor de la ciudad antigua. Construidas con bloques de piedra y reforzadas con torres de vigilancia, estas estructuras representaban la primera línea de defensa contra cualquier ataque enemigo. Desde lo alto de las murallas, los vigilantes tebanos escudriñaban el horizonte en busca de señales de la llegada de las tropas macedonias.

Las guarniciones de soldados tebanos, bien entrenados y resueltos, patrullaban constantemente a lo largo de las murallas y por las calles de la ciudad. Equipados con lanzas, arcos y catapultas, estaban preparados para repeler cualquier intento de invasión enemiga. El brillo de sus armaduras bajo el sol denotaba su disposición para el inminente combate.

Dentro de la urbe, los ciudadanos trabajaban incansablemente para fortificar sus defensas. Se almacenaban provisiones de alimentos, agua y suministros médicos en previsión de un prolongado asedio. Las calles rebosaban actividad, con artesanos fabricando armamento adicional y reparando las fortificaciones dañadas.

Al regresar al campamento macedonio, Parmenión detalló estas observaciones a Alejandro y Hefestión, consciente de la importancia de comprender las fortalezas y debilidades de la ciudad para el asedio futuro.

 

Clito propone una estrategia audaz a sus compañeros comandantes:

–Usando mi red de informantes y espías, podemos sembrar el temor en la ciudad para influir en la votación del pueblo ante la consulta del gobernador sobre la rendición.

Alejandro respalda la idea de Clito y le otorga plena autoridad para llevar a cabo esta estrategia.

Clito aprovecha sus conexiones dentro de Tebas, incluyendo contactos en el templo de Hades, relaciones en los bajos fondos con los esclavistas, su red de información, el asesino tebano y la sacerdotisa de Dionisio. Trabajando en conjunto, logran generar un clima de temor en toda la ciudad. Sus informantes confirman que el pueblo votará a favor de la rendición y en contra de la guerra, influenciado por el asedio macedonio y el ambiente tenso que han logrado crear.

Demetrio, Guardia de Filotas

Filotas, preocupado por las dificultades para entrar y salir de Tebas, envía a su guardaespaldas personal, Demetrio "Pella", a la ciudad para buscar a un recluso para que se una al grupo de la guardia salvaje de Filotas, un proyecto personal muy importante para el general de Alejandro.

Después de varios días infiltrado en Tebas, Demetrio regresa ileso y se encuentra con Filotas.

–Mi señor –exclama Demetrio, inclinando la cabeza–, encontré la cárcel, pero no pude entrar. Había una seguridad extrema, reforzada por el asedio a la ciudad. Lamento no haber podido obtener resultados.

Filotas comprende la situación y perdona a Demetrio, preparándose para futuros intentos.

 Una vez transcurrieron los siete días otorgados por los embajadores de Macedonia al gobernador de Tebas para decidir, regresaron a la ciudad acompañados por Hefestión, Filotas y su perro de guerra Rabia.

Rabia, perro de batalla de Filotas

Parmenión, Clito, Hefestión, Filotas y Rabia captaron todas las miradas al entrar al palacio de Tebas. Aunque la presencia del perro podría interpretarse como una ruptura de protocolo por parte de los embajadores, a pesar de todo confiaban en que los tebanos hubieran tomado una decisión sabia.

Cuando Parmenión indagó sobre la decisión, el gobernador respondió con firmeza:

–Solo obtendréis Tebas a través del fuego y la muerte.

Los oficiales de Alejandro partieron de Tebas con una conclusión clara: la élite tebana había sellado el destino de la ciudad, llevando a su pueblo hacia la destrucción y la muerte.


Asedio y toma de Tebas
por Alejandro Magno 
El escarmiento de Tebas

El Asedio de Tebas, liderado por Alejandro Magno, se destaca como un evento crucial en las campañas bélicas de Macedonia. Con Tebas en plena revuelta, Alejandro se embarcó personalmente en la misión de restaurar su dominio sobre la ciudad rebelde.

A pesar de la feroz resistencia de los tebanos, quienes defendieron con valentía sus imponentes murallas, la genialidad táctica de Alejandro prevaleció. Sus tropas, con habilidad, lograron abrir brechas en las defensas enemigas, desatando un asalto implacable.

En la vanguardia, Alejandro marchaba con 1000 jinetes, seguido por Clito al mando de 500 infantes y Filotas con otros 500. Parmenión, junto a Alejandro, dirigía a 700 hombres a caballo, mientras que Hefestión, con 300 arqueros, protegía la retaguardia.

Los tebanos, conocidos por sus astutas tácticas defensivas, empleaban destacamentos para hostigar a las avanzadas macedonias y retrasar su avance. Estos guerreros emboscaban patrullas enemigas, socavando la moral y minando la confianza de las tropas de Alejandro.

Alejandro inició con una incursión fallida en la puerta principal de Tebas, enfrentándose a la formidable primera fila del escuadrón sagrado tebano. A pesar del revés inicial, Parmenión, al percatarse de la complicada situación de Alejandro, acudió con sus 700 caballeros para asistirlo de forma brillante. Al fusionar sus fuerzas con las de Alejandro, lideró con maestría más de 1500 jinetes, cambiando el rumbo de la batalla de manera decisiva y abriendo paso en la puerta principal de Tebas como un puñal caliente en mantequilla.

Mientras tanto, los arqueros de Hefestión cubrían el flanco derecho de la ciudad, permitiendo que Clito y su infantería abrieran una brecha en esa zona de la muralla, generando una segunda entrada.

Simultáneamente, Filotas y su infantería abrían una tercera brecha en el flanco izquierdo, formando una pinza triple que penetraba la ciudad con la furia de los dioses.

Asedio y toma de Tebas
por Alejandro Magno

El combate fue encarnizado, con violentos enfrentamientos cuerpo a cuerpo en cada calle de Tebas. Sin embargo, la superioridad del ejército macedonio pronto se hizo evidente, abrumando a los tebanos con la contundencia de Alejandro y sus tropas.

En medio del caos de la batalla, Filotas se ve rodeado por diez tebanos del escuadrón sagrado, quienes lo identifican como oficial y lo persiguen con la intención de usar su cabeza como un símbolo para elevar la moral de sus defensores. Filotas, luchando con tenacidad, logra abatir a tres de los diez guerreros que lo atacan antes de ser herido en el pecho por una lanza y derribado de su caballo. Mientras siete tebanos se preparan para acabar con el joven comandante, Parmenión, su padre y experimentado general, observa la crítica situación desde lejos y acude rápidamente al rescate de su hijo.

Cabalgando con velocidad y maestría a través del campo de batalla, Parmenión irrumpe entre los enemigos que rodean a Filotas. Con movimientos expertos y una destreza letal, Parmenión elimina a los siete guerreros uno por uno, desplegando una danza de espadas que llena de sangre tebana en el suelo a sus pies, protegiendo así a su hijo herido.

Parmenión, cubierto de sangre enemiga, ayuda a Filotas herido y lo monta en su caballo detrás de él.

–Agárrate fuerte, hijo mío, –exclamó Parmenión con vigor.– Esto aun no ha acabado.

Juntos, padre e hijo, se dirigen de nuevo a la línea del frente, uniéndose a Alejandro y liderando a sus hombres en la encarnizada lucha contra Tebas.

Clito se enfrenta valerosamente a tres tebanos a caballo, desatando una lucha feroz que exhibe su habilidad incomparable. Con maestría, su espada decapita al primero, la lanza atraviesa al segundo desde abajo hacia arriba, arrancándole la columna vertebral, y su espada perfora el corazón del tercero, eliminándolos sin sufrir ni un rasguño. Sus hombres, contagiados por su fiereza, se lanzan a la batalla con igual coraje, conscientes de que no sobrevivirán si decepcionan a su líder.

Asedio y toma de Tebas
por Alejandro Magno
En un giro inesperado, Hefestión desmonta de su caballo y empuña un hacha encontrada en el suelo, perteneciente a un enemigo caído. Con movimientos ágiles y precisos, convierte el aire en una barrera contra las flechas enemigas, mostrando una destreza asombrosa. Sus soldados quedan asombrados por su habilidad con el hacha, una faceta desconocida de su habilidad en combate.

Mientras la batalla se intensifica, Clito, montado junto a Alejandro, observa la devastación de la ciudad en llamas. Pide permiso para salvar ciertos templos, a lo que Alejandro accede con la condición de no comprometer la victoria. Clito lidera a sus hombres para preservar los templos de Hades, Artemisa, Dionisio y Ares, agradeciendo a los dioses que lo han acompañado siempre.

Después de horas de batalla encarnizada, Tebas sucumbe ante la fuerza de Alejandro. La ciudad, antes desafiante y orgullosa, queda en ruinas como un recordatorio del poder del rey macedonio. Aunque la victoria es de Macedonia, la lección sobre la consecuencia de la resistencia es clara: cualquier ciudad que desafíe a Alejandro enfrentará la misma destrucción.

Asedio y toma de Tebas
por Alejandro Magno
Después de la caída de Tebas, Parmenión cumplió su promesa al buscar al gobernador derrotado y ejecutarlo personalmente. Con solemnidad, antes de decapitarlo, pronunció ante él:

–Te prometí algo.

Con decisión, clavó la cabeza del gobernador en una pica cerca de la puerta principal de la ciudad. La macabra exhibición sirvió como recordatorio de las consecuencias de desafiar a Macedonia, tanto en la política como en la guerra.

La ciudad sufrió duramente por su resistencia, pero aunque Alejandro mostró poca clemencia hacia los rebeldes durante la batalla, tras su victoria demostró misericordia al perdonar a los tebanos y permitirles reconstruir su hogar.

La devastación de Tebas estremeció la moral griega, marcando la firme intención de Alejandro por mantener el orden y la estabilidad en su imperio. Aunque su reputación entre los griegos se vio afectada, su objetivo era claro: evitar futuros desafíos a su autoridad.

La captura de Tebas fue un hito en la campaña de Alejandro por unificar Grecia y consolidar su poder como rey. Este suceso envió un mensaje claro a otras ciudades griegas sobre las consecuencias de oponerse a Macedonia.

Los griegos reconocieron en Alejandro a un líder incomparable, cuyo nombre resonaría en la historia. Sin embargo, su visión no se limitaba a Grecia; con audacia y conocimiento estratégico, anhelaba dirigir su campaña hacia Anatolia y enfrentar a los persas, siguiendo los pasos de su padre y forjando un legado que perduraría por siglos.

El asesino tebano regresó a Pella con malas noticias ante Clito. Había llegado tarde y trajo consigo la trágica noticia de la muerte de Cleopatra. La noticia fue desgarradora: ella se había suicidado al descubrir que su hijo había sido asesinado. Clito preguntó al asesino sobre la destrucción de Tebas, su lugar de origen, esperando encontrar algún rastro de remordimiento o pesar en el asesino. Sin embargo, la respuesta fue fría y desapegada. El asesino no mostró ningún signo de arrepentimiento, afirmando que Tebas merecía su destino por su arrogancia y desprecio hacia él en el pasado. Era evidente que no guardaba ningún apego emocional hacia la ciudad que alguna vez fue su hogar, lo que añadió una capa más de tragedia a la situación.

 

Filotas, Compañero de Alejandro
Traición en la familia

336 a.C.

Filotas, gravemente herido por el lanzazo tebano en su pecho, yacía inconsciente en su lecho. Su padre, Parmenión, aguardaba junto a él, ansioso por su recuperación. No podría perdonarse su pérdida, lamentando no haberlo llevado a recibir atención en lugar de montarlo en su caballo de guerra hasta el final de la batalla.

Tras rezar en el templo de Ares, Parmenión, devastado por la idea de perder a su hijo, prometió sacrificar mil almas por su salvación.

Ptolomeo regresó de sus hazañas en Irilia y compartió con Clito una carta que suponía la muerte de Cleopatra. Con sarcasmo, Clito preguntó quién podría cometer un acto tan atroz como matar a un niño.

Filotas despertó abruptamente, como si un mensaje del más allá lo hubiera alcanzado. Reunió a Alejandro y a sus compañeros oficiales alrededor de su lecho y relató una revelación:

El primo de Alejandro, Amintas, había estado intentando establecer pactos con los persas, demostrando una ambición desmedida por el trono. La situación se complicaba debido a su reclamación legítima al trono macedonio, basada en la regencia de su tío, Filipo II, ahora fallecido. Algunos veían esto como una usurpación del trono que le correspondería a Amintas por su línea de sucesión.

Alejandro se retiró para verificar la veracidad de esta revelación. Parmenión afirmó que Ares había devuelto la vida a su hijo Filotas y le había brindado esa información veraz. Aunque incrédulo por la traición de su primo Amintas, Alejandro debía confirmarlo.

Calístenes informó sobre la muerte de Cleopatra, confirmada en una carta de Moira.

Ptolomeo envió en busca de Amintas, quien se encontraba en Pella, capital de Macedonia.

 Los compañeros de Alejandro se reunieron alrededor de la cama de Filotas para discutir la información conocida sobre Amintas, primo de Alejandro, a quien el rey tenía en alta estima. Amintas, un año mayor que Alejandro y con 22 años, era padre de un niño de cuatro años llamado Neoptólemo.

Calístenes preguntó a los presentes si alguno tenía relación con la muerte de Cleopatra, a lo que Clito respondió negativamente, explicando que su asesino llegó demasiado tarde para el crimen. Parmenión sugirió que posiblemente la madre de Alejandro, Olimpiade, hubiera actuado antes que otros en relación con ese asunto.

Clito propuso la ejecución inmediata de Amintas para evitar que su caso sentara precedente. Filotas, Ptolomeo y Parmenión estuvieron de acuerdo, aunque Hefestión expresó sus dudas sobre la medida, preocupado por sus implicaciones en términos de popularidad y justicia.

Calístenes argumentó a favor de tener un chivo expiatorio, sugiriendo acusar a Amintas del asesinato del bebé de Cleopatra.

Después de confirmar la veracidad de la situación de Amintas, Alejandro regresó y consultó a sus compañeros y generales de confianza, obteniendo diferentes opiniones:

- Hefestión propuso el exilio para Amintas y su hijo.

- Ptolomeo abogó por difundir la noticia de que Amintas había asesinado al bebé de Cleopatra, independientemente de la veracidad de los hechos.

- Alejandro, cansado de intrigas y conspiraciones, defendió un juicio justo para Amintas por traición, ofreciéndole el beneficio de la duda.

- Calístenes estuvo de acuerdo con la propuesta de Alejandro.

Se debatió sobre la forma de llevar a cabo la justicia. Algunos sugirieron ejecutar públicamente a Amintas como castigo ejemplar, mientras que otros propusieron hablar con él en privado antes del juicio. Alejandro prefirió confrontar a su primo directamente, confiando en su palabra y esperando una resolución que evitara un escándalo público.

 

Palacio de Pella
Juicio de sangre

Alejandro convocó una reunión privada con Amintas en el palacio de Pella,  en la que confrontó abiertamente las traiciones y conspiraciones de su primo. En esta conversación, Alejandro dejó claro que las acciones de Amintas ponían en peligro la unidad y la seguridad de Macedonia. Argumentó que Amintas había intentado pactar con los persas, lo que podía llevar a una invasión y a la subyugación de su pueblo. Además, señaló la legítima reclamación de Amintas al trono, ya que Filipo II había asumido el poder como regente, lo que en su opinión equivalía a una usurpación.

A pesar de la relación familiar, Alejandro, ahora en el papel de rey, sabía que debía tomar una decisión firme.

Amintas, Primo de Alejandro Magno

Amintas, debemos hablar sobre las acusaciones que pesan sobre ti. –Dijo Alejandro con voz firme– Me han llegado informes alarmantes de tus intentos de pactar con los persas y de tus ambiciones de reclamar el trono macedonio.

Alejandro, te ruego que me escuches. –Respondió Amintas nervioso intentando mantener la compostura– No es como parece. He estado buscando una forma de proteger a Macedonia, de asegurarnos un futuro próspero.

¿Proteger a Macedonia? ¿Cómo es que pactar con nuestros enemigos persas puede ser una forma de proteger a nuestra patria? –añadió Alejandro frunciendo el ceño.

Filipo me arrebató el trono, Alejandro. Como bien sabes, yo soy el legítimo heredero. Solo intentaba recuperar lo que me pertenece por derecho. –Respondió Amintas desesperado.

Entiendo tu reclamo, Amintas, pero estas acciones solo traen más discordia a nuestro reino. –Dijo Alejandro con tristeza en sus ojos– Mi padre Filipo asumió el poder como regente para unificar a Macedonia, no como una usurpación.

Lo sé, Alejandro. –Dijo Amintas abatido– Pero he sentido que mis oportunidades se están desvaneciendo. Los persas son poderosos, y no puedo soportar la idea de que Macedonia sea sometida a ellos.

–¿Y por eso se has vendido a ellos? –preguntó Alejandro mirando a los ojos a su primo– Amintas, esta situación me duele profundamente. Pero debemos considerar el bienestar de nuestro pueblo. Las acciones que has tomado podrían poner en peligro a todos los macedonios.

–No me he vendido. –Aseguró Amontas tragando saliva– Solo pretendía utilizarlos para después desprenderme de ellos… ¿Qué planeas hacer, Alejandro?

Debo seguir el camino que asegure la estabilidad de Macedonia. –Dijo Alejandro con pesar– Debo proteger a nuestro pueblo y a nuestro legado. Por ello, Amintas, te acusaré de traición y deberás enfrentar las consecuencias.

Entiendo, primo. Haces lo que crees que es mejor para Macedonia. –Concluyó Amintas derrotado con la cabeza baja y derramando una lagrima de tristeza, síntoma inequívoco que asumía su equivocación ante su primo Alejandro, el rey de Macedonia.

Después de una discusión intensa y dolorosa, en la que se evidenciaron las pruebas de las traiciones de Amintas, Alejandro anunció su decisión de ejecutarlo por traición a Macedonia.

La ejecución se llevó a cabo siguiendo un proceso establecido. Amintas fue juzgado ante un consejo de nobles y militares, donde se presentaron las pruebas de sus intentos de traición y pactos con los persas. Aunque algunos expresaron su preocupación por la relación de parentesco entre Amintas y Alejandro, prevaleció la necesidad de salvaguardar la estabilidad del reino.

El día de la ejecución fue sombrío y solemne. Alejandro, como rey, tuvo que cumplir con su deber a pesar del peso emocional que implicaba ejecutar a su propio primo. La ejecución se realizó de acuerdo con las costumbres de la época, y Amintas fue condenado a muerte por traición. Este acto drástico, aunque doloroso, envió un mensaje claro a aquellos que pudieran intentar desafiar el reinado de Alejandro Magno: no se tolerarían conspiraciones ni traiciones, independientemente del parentesco.

La ejecución de Amintas marcó el inicio de una era de gobierno decidido y audaz por parte de Alejandro Magno, quien estaba decidido a asegurar su autoridad y unificar el reino macedonio bajo su liderazgo.

 

Juicio a muerte de Amintas en Pella

Templo de Apolo, Delfos
Consulta al Oráculo

Noviembre del año 335 a.C.

La ambición ardía en el corazón de Alejandro, quien había fijado su mirada en lo que se convertiría en su propósito de vida: la conquista de Persia.

No obstante, antes de emprender esta titánica empresa, Alejandro decidió seguir la tradición de su padre y consultar al oráculo de Delfos. Buscaba la confirmación divina de su destino, la bendición de los dioses para su empresa. Para él, se sentía como un descendiente de linaje divino, destinado a dejar una huella indeleble en la historia.

A diferencia de su padre, quien solía enviar emisarios en su nombre, Alejandro optó por ir en persona, acompañado de su círculo más cercano de confidentes y amigos.

Sin embargo, a su llegada a Delfos, se encontró con una desalentadora noticia: estaba en la época equivocada. Durante los meses de invierno, el oráculo no estaba disponible para consultas. Le dijeron que debía regresar en primavera.

Pero Alejandro no era alguien que aceptara un rechazo fácilmente. Determinado a obtener su respuesta, se dirigió a la sacerdotisa y, en un acto impulsivo, intentó llevarla a la fuerza hasta el templo. Finalmente, ante su inquebrantable insistencia, la sacerdotisa cedió y, en un arrebato, pronunció las palabras que él ansiaba escuchar:

"Eres invencible, hijo mío."

Con estas palabras, el deseo de Alejandro por una confirmación divina encontró su respuesta. Decidió que no necesitaba más profecías ni bendiciones; él ya tenía la guía que buscaba para emprender su audaz y ambiciosa empresa.

 

Sacerdotisa del Oráculo de Delfos