Preludio de Amal Faruk
En algún lugar cercano a Jerusalén, bajo un
manto de estrellas, dos figuras iluminadas vagamente por la luz de la luna en
su fase creciente.
“Te
contare lo poco que sé, pero te advierto: no creo que ello satisfaga tu
angustia. Hay partes que ni yo sé cómo explicar…”
Lo primero que recuerdo es sentir algo frío y
húmedo que cubría todo mi ser, la oscuridad era plena y me sentía como flotar
en un océano en la inmensidad. Durante horas intente moverme pero mi cuerpo
parecía estar paralizado, la presión sobre mi ser era extrema. Notaba cada
extremidad inmovilizada y una repentina luz cegadora dejo mi mente en blanco.
Sin saber cómo me encontraba en
un prado de un verdor indescriptible, alce la vista para vislumbrar un cielo
violeta, en él una inmensa luna. Para mi sorpresa estaba acompañada por otra luna
morada de menor tamaño, ambas iluminaban el firmamento dando un tono violáceo,
tornándose más oscuro en la lejanía.
Comencé a vagar por tal extraño
edén. Las maravillas que este lugar albergaba eran de una belleza suma y se
notaba que tenían una enigmática procedencia. No me planteaba cómo era posible
la existencia de esos árboles de colores imposibles, de esas ignotas criaturas
voladoras o incluso los extraños insectos que revoloteaban sobre flores de
colores exóticos con los que adornaban el hermoso lugar. No había más seres que
animales en su hábitat natural. La paz me rodeaba y hasta que las lunas dejaron
de otearse en el horizonte me sentí uno
con el universo.
Volví de nuevo a la oscuridad, volvió la
sensación de flotabilidad, inmerso en esa extraña tranquilidad, absorto por
preguntarme que estaba ocurriendo. Volví a intentar moverme con el
satisfactorio resultado de que ya era capaz de hacerlo, poco a poco cada una de
mis extremidades. Primero una pierna, después un brazo, luego la otra pierna y
por fin comencé a moverme entre la tierra, quería salir a lo que imaginaba seria
el exterior.
Se me hizo eterno, pero hora tras hora
conseguía avanzar en un terreno que solo podría describir como lodoso. Por fin
creí agarrar algo firme, eran ramas y maleza que aparentaban nunca acabar. De
nuevo una luz cegadora me saco de este agobiante entorno.
Vuelvo a estar en el prado, la
luz de las lunas acarician mi piel de color ¿violáceo?, me sorprendo mirando
mis manos que hasta entonces ni me había molestado en comprobar, observe lo que
pude de mi cuerpo y me acerque a un estaque de aguas cristalinas, el cual
pareció inexplicablemente tornarse en una superficie reflectante, como si de un
espejo se tratara.
Mire detenidamente mi rostro,
me toque la cara para comprobar si era yo el de ese reflejo, estaba totalmente
atónito y confundido. ¿Qué era?, ¿quién era? ¿cuál era mi nombre? ¿Dónde me
encontraba? ¿y por que cambiaba de uno a otro? Y lo más importante ¿cuál de los
dos lugares era el real?
Amal Faruk, Ravnos |
No podía más con la sensación
de dualidad... aunque eran grandes preguntas, no estaba inquieto y la calma me embargaba,
sentía más sorpresa que miedo al nuevo mundo que estaba descubriendo.
Mi piel era tersa y morada o de
un color violáceo según se mirara, mis ojos verdes esmeralda, los cuales
parecían brillar al más mínimo reflejo dándoles aspecto de piedras preciosas.
Mi cabello blanco y largo, unas orejas extremadamente puntiagudas sobresalían
de mi pelo. Así que este era yo entonces, bien ¿y de dónde procedo? La nueva
pregunta me hizo mirar a mí alrededor pensando en si era capaz de recordar
algún lugar, cuando de pronto el suelo empezó a temblar.
Para mi asombro de la tierra
emergió un puente y al final de éste apareció una puerta. Mirando a mi
alrededor, sorprendido, ya que era el mismo puente y puerta que estaba
imaginando en ese instante.
Todo esto me hizo pensar en
cómo antes el estanque pareció adaptarse a mis necesidades, cruce el mismo
puente que hace un momento estaba solo en mi cabeza, llegue a la puerta sin
ninguna aclaración sobre mis dudas y la abrí sin más preámbulos, solo quería
saber, el resto de cosas me daban igual. Al cruzar el umbral la oscuridad
volvió.
Y otra vez en la inmensidad. Recordaba lo que
estaba haciendo en esta cenagosa realidad, así que continúe hasta que conseguí
sacar la cabeza, con un gran esfuerzo salí completamente, consumiendo las pocas
fuerzas de las que este cuerpo disponía.
Fue una ardua tarea intentar finalizar mi
lucha contra el barro y las interminables raíces que me envolvían. Me quede
tendido en el cenagal mirando el cosmos mientras descansaba, sorprendido al ver
que este cielo parecía algo diferente al del “otro lado”.
Me alcé en cuanto recupere las fuerzas, lleno
de barro y raíces, con ropajes totalmente harapientos, no eran más que trazos
de otra vida. Mire el cielo y vi una gran y única luna en un firmamento repleto
de estrellas con un fondo cósmico de un color negro azulado. Pensé que ambos cielos
eran hermosos a pesar de sus diferencias, bellos a su manera.
¿Dónde me encontraba? ¿Y porque estaba
enterrado? No tenía las respuestas pero si sabía una cosa, estaba dispuesto a
averiguar cada una de ellas, así que me puse manos a la obra, me adecente como
pude y busque un lugar donde poder centrarme y averiguar qué ocurría. Es
curioso que recordará varias cosas que no sabría explicar muy bien, sabía que
necesitaba para sobrevivir.
Por el día como si fuera en
sueños, el “otro lado” me arrastraba hacia sus aguas cristalinas. Volví a estar
en el prado pero la sensación era diferente esta vez, era como si ese lugar
fuera una extensión de mí, mi poder sobre él era total, me sentía como si fuera
un Dios.
Disfrute con la sensación, use
mi poder para crear las más inexplicables cosas, cambie sus leyes naturales y
modifique cada textura y cada ser. Sentía que era mi propia alma lo que
modificaba y descubrir esto me hizo enormemente feliz.
Por las noches vivía en otra realidad, una en
la que me alimentaba de la sangre de cualquier bestia con la que me topaba, una
en la que mi poder no es como el del “otro lado”, aunque si creía ser capaz de
traer un poco de ese mundo a este, enriqueciéndolo.
Amal Faruk con aspecto mundano |
Viajé durante semanas y por fin encontré los
primeros indicios de civilización, un pequeño poblado. Al adentrarme por sus
caminos oscuros, los lugareños me observaban. Yo hacía lo mismo con ellos, ya
que su aspecto se me hacía familiar, pero extraño, eran muy diferentes a mí.
Para mi dicha, ellos no eran conscientes de mi verdadero aspecto.
En el poblado había una bella mujer, de la que
me sentí gratamente atraído y no pude evitar el dirigirme a ella para
conocerla. El magnetismo de la hembra era superior a mis fuerzas, acabe
seduciéndola y encamándome con ella. También me alimente de su tentador cuello,
pero el ansia no humana me hizo perder el control y acabe matando a tan bello
ser, llore lágrimas de sangre y grite alertando al pueblo de tan fatídico
acontecimiento.
Cuando salí de la estancia, con mis ropajes
ensangrentados, mi boca chorreaba su líquido vital. Los lugareños se
horrorizaron y me amenazaron con hoces, horcas y antorchas. Yo solo desee que
ardieran para que me dejaran con mi angustia. Un fuego azulado se manifestó
provocando una estampida entre la gente, estaban aterrados al ver a varios de
ellos ardiendo y pereciendo prendidos en llamas fantasmales.
Desde ese episodio me volví más cauteloso y
reducí mis encuentros con los mundanos, salvo en lo más estrictamente
necesario.
Otros aspectos mundanos de Amal Faruk |
Pasaron meses y visité varios pueblos de la
zona. No me quedaba mucho junto a los lugareños, ya que veía que yo podía ser
un peligro para ellos. Mi sed de sangre a veces me hacía pensar cosas que no me
gustaban y el recuerdo de mi primer encuentro hacía que tuviera muy presente
que no soy como ellos.
Sin embargo las mujeres bellas eran mi debilidad
y siempre acababa seduciendo a alguna hermosa incauta. Más de una vez me
pregunte porque ellas tenían tal disposición a complacer mis apetitos más
oscuros, era como si estuvieran hechizadas por mi presencia, pero tan rápido
como me lo preguntaba esa duda perdía interés al conseguir lo que deseaba, como
un niño con un juguete nuevo.
Otra noche, mientras viajaba, me topé con una
caravana de carromatos. Me acerque amistosamente y ellos me rechazaron solo con
sus hostiles miradas. Un tipo que pertenecía a la compañía me hizo señas para
que entrara en su carro con él y sin pensarlo demasiado lo hice.
Era un señor mayor con extraños atuendos y
varios colgantes de simbología más extraña todavía. Su tez era oscura y era
totalmente calvo. Su barba rizada era de
un color canoso. Increíblemente la estancia era mucho mayor de lo que
aparentaba por fuera, de hecho el carro por dentro tenía el aspecto de un gran
salón de un gran hogar.
El anciano me dijo que él podía ver mi
verdadero aspecto, que sabía lo que era y que me estaba esperando. Me ofreció
cobijo durante el tiempo que precisara. Se presentó como Muraguri “el vidente eterno”. Era un mago de un
culto antiguo que comprendía el fluir del tiempo y sus bifurcaciones. Para
ellos el tiempo era como un río, eran capaces de ver ambos lados pero la
corriente te hace navegar solo por uno de ellos.
Muraguri, Vidente Eterno |
Me dijo que me llamaba “Amal Faruk” y hablo de mi estirpe, de los vástagos y sus clanes,
concretamente hizo hincapié en los cainitas Ravnos, a los cuales yo pertenecía.
Me hablo de mi extraño aspecto debido a que mi verdadero ser surgió en mi
renacer como vampiro, ya que yo originariamente era
un Changeling de la casta de los “Shide”
de la “Corte Oscura”, una especie de Hada
o duende que pertenecía a otro plano de existencia llamado Arcadia. Mi herencia Shide me otorgaba cualidades fuera de lo
común para este mundo, cualidades que según me comento el viejo mago me serían muy
útiles para mí camino en este lado. Cualidades que él me enseñaría a
controlar si lo deseaba, ofrecimiento al que accedí con sumo gusto.
Empezó explicándome el porqué la gente no se
alarmaba con mi aspecto. Era debido a un aura que él la llamo “Arcana”,
ésta me envolvía para que los “no despertados” no pudieran verme como era, sino
que me veían como alguien mundano, incluso con el tiempo se olvidarían de mi
existencia, ya que los recuerdos marchaban con mi presencia. Me advirtió
también que los seres “despertados” como él o yo, podrían ver mi verdadera forma
y ese aura no me ocultaría de ellos ya que no les afectaba tampoco a la
memoria, pero si al resto de cualidades innatas con las que nací, como mis
dotes sociales o incluso mi especial atractivo para las mujeres.
También me hablo de mis ojos, y de su capacidad
para ver en la casi más absoluta oscuridad, aparte de poder ver en otro ser las sutiles diferencias
que en el aura residen, pudiendo saber quién es un ser “despertado”. Me explicó la
capacidad de mis sentidos sobre-desarrollados, todo ello era debido a mi ascendencia feérica, a mi sangre de Hada.
Después de meses me contó sobre la existencia
de Demonios, que estos eran fuerzas primordiales de la existencia y que
emponzoñaban el mundo. Uno concretamente conocido como “Adh-Dhubab Zevuhv”, el cual solo era uno de sus muchos nombres,
formaba parte de mi pasado. Este Demonio, por lo visto, me engaño con promesas
que tenían un coste desmesurado. En mi caso debía estar obsesionado con Arcadia
y él cómo llegar a tan mágico lugar. Un día este Demonio se me presento y me
ofreció llevarme allí a cambio de un siglo de mi existencia. Tenía
responsabilidades como Ravnos ya que toda una caravana de inocentes zíngaros dependía
de mi protección durante la peligrosa noche, ese era el acuerdo que mi clan tenía
con los nómadas gitanos desde tiempo inmemorable. Pero decidí traicionar ese
pacto y llegar al lugar que tanto tiempo anhele, la sobrenatural Arcadia.
En cuanto me concedió mi egoísta deseo, mi
conciencia abandono mi cuerpo y aparecí en el prado
verde y su maravilloso firmamento. Mientras el Demonio hizo que la
tierra tragara mi cuerpo sin mente, la carcasa que era, ya que mi cuerpo
no-muerto yacía en un profundo sopor. También enterró vivos, con mi cuerpo a
todos los habitantes de la caravana, mis “protegidos”, incluida mi familia de
sangre mortal. Todos perecieron aquella fatídica noche de mentiras. Y durante
todo un siglo yací, dormí, soñé, pero mi mente fue libre en Arcadia,
ignorando todo el mal realizado en el mundo de la piel.
Verde hasta donde la vista
alcanza, violeta hasta donde el firmamento llega, que bello lugar, que paz más
real. Esta vez dejo que mi mente vuele y descanse con la sensación que este
lugar me brinda. ¿Por qué no podría quedarme aquí para siempre? El “otro lado” es
oscuro, frío, sangriento y noto que allí existe una gran angustia global. Aquí todo es diferente. Todo es vivir y disfrutar de
cada momento. Pero sé que permanecer aquí para siempre no es posible.
Algo dentro de mí ha cambiado,
el ser consciente de lo que soy y saber qué ese Demonio trunco las vidas de
todos los que depositaron su confianza en mí, ese pensamiento me atormentaba y
a menudo me hacia llorar. Pronto una tormenta se adueñó del edén y deje que la
lluvia limpiara mis lágrimas.
Cuando volví abrir los ojos me encontraba en
el gran salón dentro del carro del viejo. Había una bandeja de plata con una
copa y una jarra repleta de mi sustento malicioso, sangre, Vida. Muraguri se
encontraba flotando en el aire en una posición de meditación. Bebí de la jarra
de sangre que me brindaron, el anciano descendió y se incorporó.
Me dijo que tenía que decidir, si quedarme en
Arcadia
o cumplir mi cometido en este mundo. Le respondí con una mirada fría y le di
una respuesta muy clara, como podía cazar al “Adh-Dhubab”. Me explico que antes tenía que ser consciente del
coste de esa decisión. Mi memoria se quedaría en Arcadia ya que algo tiene que
quedar allí a cambio de la elección. El Demonio separo mi cuerpo y mi mente
durante un siglo. Ahora el alma ha vuelto pero Arcadia reclama su pago.
Acepte, ya que ni si quiera recordaba quien
era, si era benévolo o malvado, mis gustos, mi vida, pero sí sabía que quería
enmendar mi agravio, el precio a pagar me parecía más que justo, era una
consecuencia de mi mala decisión del pasado.
Muraguri preparo minuciosamente un ritual que
rompió mi conexión con el mundo de Arcadia, ya no estaría dividido, ya solo
existiría esta realidad. Lágrimas de tristeza en forma de sangre cayeron por
mis mejillas al saber que no volvería a estar allí pero el sacrificio era
necesario para empezar a enmendar el error que mi otro yo me había dejado en
herencia. El compasivo mago me consoló entendiendo mi aflicción y
enorgulleciéndose de que tomara esta vez la opción correcta, la no egoísta. Me
dijo que no me preocupara, que existían varias puertas hacia Arcadia
y que tal vez cuando cumpliera mi cometido podría regresar a ese ansiado edén.
También me dijo que nuestros caminos se entrelazarían nuevamente en el futuro y
que su ayuda sería crucial para expulsar al Demonio a su prisión eterna.
Decidió concederme el Don de la percepción de los Oráculos, abriendo mis
sentidos a los presagios del destino para así ayudarme en mi actual gesta y
como regalo para retornar en un futuro a mi ansiada Arcadia.
“Ahora
que ya estas totalmente comprometido Amal, te explicare por qué es tan
importante detenerlo. El tiempo fluye como un río, como ya te conté, pero éste
a su vez es inmenso como un océano, no podemos retroceder demasiado en el
pasado salvo unas pocas brazadas, ya que la corriente temporal es basta, pero
sí es posible afectar acontecimientos presentes para afectar a futuros. Si eres
capaz de ver todo el inmenso océano temporal y predecir su resultado, como si
se tratara de una piedra golpeada en la superficie del tiempo, onda a onda,
piedra a piedra, así hasta provocar un resultado diferente del que estaba
destinado a ser. Esto no debería ser un problema ya que el futuro está en
constante evolución, su final nunca está establecido hasta que el presente la
alcanza y seguidamente se convierta en pasado inamovible.
Son
muchos cambios los que “Adh-DhubabZevuhv” está realizando, ese futuro cada vez
es más claro, su destino es nuestro. Esta guiado por un hambre voraz que solo
desea consumirlo todo. Por eso elimina acontecimientos, por eso roba destinos,
para así dirigir el sino de todos hacia un final abrupto donde él acaba
devorando toda la existencia”
Antes de marcharme Muraguri me dijo que si
todavía no me lo había preguntado. Yo le respondí: “¿Por qué lo hizo?” El mago asintió con la cabeza diciendo:
“El
teme tu poder, Amal, por eso te quito de en medio. Sois pocos los Ravnos con el
poder de dañarle, tu poder es real para él. Pero no puedes destruirle, nadie
puede, él es una fuerza primordial de la existencia, él nació en el principio
del tiempo, pero sí que se puede
contenerle y recluirle, ese será mi cometido, el tuyo será cazarlo”
Después de tal tamaña afirmación, me miró a
los ojos y se despidió de mí.
Yosef, Ravnos |
“Guiado
por señales, durante meses vague por tierras inhóspitas y oscuras, hasta que
todo me ha llevado a este punto y parece que Jerusalén será mi próximo destino.
Seguido me encontré con tu Kumpañia de caravanas y ahora aquí estamos, yo
contándote lo poco que realmente sé y tu Yosef, escuchando lo que crearás que
son delirios de un cainita.”
Yosef no aparto la mirada de Amal durante
todo el relato, tras éste comenzó a mirar las estrellas y concluyo diciendo.
“Sé
quién eres Amal Faruk, he oído las historias del Ravnos que hizo tratos con un Demonio
y eso costo la muerte de más de treinta buenas familias. Tus actos son
repudiados por nuestro clan.
La
verdad es que te estaba buscando, siguiendo la estela de tus actos, desde el
extraño incendio que no dejo restos pero si cadáveres, hasta tus conquistas
mundanas y de sus desconcertantes descripciones sobre el culpable, eso me hizo
creer que realmente no estabas muerto.
Amal yo
en el pasado fui tu amigo, solo quería saber por qué lo hiciste y ya me has
contestado con tu relato, fue por egoísmo. Lamento oír eso pero también veo que
no eres el que antaño fuiste, pareces más calmado, más puro de corazón y creo
cada palabra que me has contado.
No
puedo ayudarte hasta que remiendes lo que hiciste, pero sí te diré que si
consigues acabar y vengar a las difuntas familias, podré conseguir tu redención
en nuestro clan. Búscame entonces y celebraremos tu regreso, amigo mío”
Ambos nos despedimos y yo marche en dirección
Jerusalén. Durante el día mientras reposaba una extraña visión me asoló,
parecía un sueño en el que yo solo podía observar.
Estaba en un cruce de caminos cerca de Jerusalén, una gran Luna
llena iluminaba el lugar. Dos figuras se encontraban en el centro del cruce,
una de ellas parecía un ser grotesco y monstruoso, con ropajes manchados de
barro, se apoyaba sobre una espada mellada que usaba como bastón.
El otro era más extraño aun si podía ser. Era aparentemente un
hombre normal, pero este despedía un aura de voracidad, de maldad que era casi
palpable, llevaba una toga con capucha y aunque esta se moviera no conseguía
discernir su rostro oculto.
Una ondulante y tentacular oscuridad la antinatural lo ocultaba pero
aun así yo sabía quién era. Hablaron de un pacto al que el ser deforme accedió
y para afianzar su trato “mi presa” le entrego una extraña uña negra de tamaño
descomunal, parecía más parte de una garra. Según le dio el raro presente un
millar de moscas revolotearon alrededor del extraño y éstas acabaron por
envolver también al deforme ser, oscureciendo la luz de la luna hasta hacerla
desaparecer.
Desperté sobresaltado, me resulto perturbador
ver a mi objetivo por primera vez. Sabiendo que en esa visión había luna llena,
disponía de siete a ocho noches para llegar, la misma distancia que me separaba
de Jerusalén. Partí hacia allí con una promesa por cumplir, sabiendo que encontraría
a “Adh-Dhubab Zevuhv” …