Amal Faruk, Ravnos (399 a.C.)


Preludio de Amal Faruk
En algún lugar cercano a Jerusalén, bajo un manto de estrellas, dos figuras iluminadas vagamente por la luz de la luna en su fase creciente.

“Te contare lo poco que sé, pero te advierto: no creo que ello satisfaga tu angustia. Hay partes que ni yo sé cómo explicar…”

Lo primero que recuerdo es sentir algo frío y húmedo que cubría todo mi ser, la oscuridad era plena y me sentía como flotar en un océano en la inmensidad. Durante horas intente moverme pero mi cuerpo parecía estar paralizado, la presión sobre mi ser era extrema. Notaba cada extremidad inmovilizada y una repentina luz cegadora dejo mi mente en blanco.

Sin saber cómo me encontraba en un prado de un verdor indescriptible, alce la vista para vislumbrar un cielo violeta, en él una inmensa luna. Para mi sorpresa estaba acompañada por otra luna morada de menor tamaño, ambas iluminaban el firmamento dando un tono violáceo, tornándose más oscuro en la lejanía.

Comencé a vagar por tal extraño edén. Las maravillas que este lugar albergaba eran de una belleza suma y se notaba que tenían una enigmática procedencia. No me planteaba cómo era posible la existencia de esos árboles de colores imposibles, de esas ignotas criaturas voladoras o incluso los extraños insectos que revoloteaban sobre flores de colores exóticos con los que adornaban el hermoso lugar. No había más seres que animales en su hábitat natural. La paz me rodeaba y hasta que las lunas dejaron de otearse en el horizonte me sentí  uno con el universo.

Volví de nuevo a la oscuridad, volvió la sensación de flotabilidad, inmerso en esa extraña tranquilidad, absorto por preguntarme que estaba ocurriendo. Volví a intentar moverme con el satisfactorio resultado de que ya era capaz de hacerlo, poco a poco cada una de mis extremidades. Primero una pierna, después un brazo, luego la otra pierna y por fin comencé a moverme entre la tierra, quería salir a lo que imaginaba seria el exterior.

Se me hizo eterno, pero hora tras hora conseguía avanzar en un terreno que solo podría describir como lodoso. Por fin creí agarrar algo firme, eran ramas y maleza que aparentaban nunca acabar. De nuevo una luz cegadora me saco de este agobiante entorno.

Vuelvo a estar en el prado, la luz de las lunas acarician mi piel de color ¿violáceo?, me sorprendo mirando mis manos que hasta entonces ni me había molestado en comprobar, observe lo que pude de mi cuerpo y me acerque a un estaque de aguas cristalinas, el cual pareció inexplicablemente tornarse en una superficie reflectante, como si de un espejo se tratara.

Mire detenidamente mi rostro, me toque la cara para comprobar si era yo el de ese reflejo, estaba totalmente atónito y confundido. ¿Qué era?, ¿quién era? ¿cuál era mi nombre? ¿Dónde me encontraba? ¿y por que cambiaba de uno a otro? Y lo más importante ¿cuál de los dos lugares era el real?


Amal Faruk, Ravnos


No podía más con la sensación de dualidad... aunque eran grandes preguntas, no estaba inquieto y la calma me embargaba, sentía más sorpresa que miedo al nuevo mundo que estaba descubriendo.

Mi piel era tersa y morada o de un color violáceo según se mirara, mis ojos verdes esmeralda, los cuales parecían brillar al más mínimo reflejo dándoles aspecto de piedras preciosas. Mi cabello blanco y largo, unas orejas extremadamente puntiagudas sobresalían de mi pelo. Así que este era yo entonces, bien ¿y de dónde procedo? La nueva pregunta me hizo mirar a mí alrededor pensando en si era capaz de recordar algún lugar, cuando de pronto el suelo empezó a temblar.

Para mi asombro de la tierra emergió un puente y al final de éste apareció una puerta. Mirando a mi alrededor, sorprendido, ya que era el mismo puente y puerta que estaba imaginando en ese instante.

Todo esto me hizo pensar en cómo antes el estanque pareció adaptarse a mis necesidades, cruce el mismo puente que hace un momento estaba solo en mi cabeza, llegue a la puerta sin ninguna aclaración sobre mis dudas y la abrí sin más preámbulos, solo quería saber, el resto de cosas me daban igual. Al cruzar el umbral la oscuridad volvió.

Y otra vez en la inmensidad. Recordaba lo que estaba haciendo en esta cenagosa realidad, así que continúe hasta que conseguí sacar la cabeza, con un gran esfuerzo salí completamente, consumiendo las pocas fuerzas de las que este cuerpo disponía.

Fue una ardua tarea intentar finalizar mi lucha contra el barro y las interminables raíces que me envolvían. Me quede tendido en el cenagal mirando el cosmos mientras descansaba, sorprendido al ver que este cielo parecía algo diferente al del “otro lado”.

Me alcé en cuanto recupere las fuerzas, lleno de barro y raíces, con ropajes totalmente harapientos, no eran más que trazos de otra vida. Mire el cielo y vi una gran y única luna en un firmamento repleto de estrellas con un fondo cósmico de un color negro azulado. Pensé que ambos cielos eran hermosos a pesar de sus diferencias, bellos a su manera.

¿Dónde me encontraba? ¿Y porque estaba enterrado? No tenía las respuestas pero si sabía una cosa, estaba dispuesto a averiguar cada una de ellas, así que me puse manos a la obra, me adecente como pude y busque un lugar donde poder centrarme y averiguar qué ocurría. Es curioso que recordará varias cosas que no sabría explicar muy bien, sabía que necesitaba para sobrevivir.

Por el día como si fuera en sueños, el “otro lado” me arrastraba hacia sus aguas cristalinas. Volví a estar en el prado pero la sensación era diferente esta vez, era como si ese lugar fuera una extensión de mí, mi poder sobre él era total, me sentía como si fuera un Dios.

Disfrute con la sensación, use mi poder para crear las más inexplicables cosas, cambie sus leyes naturales y modifique cada textura y cada ser. Sentía que era mi propia alma lo que modificaba y descubrir esto me hizo enormemente feliz.

Por las noches vivía en otra realidad, una en la que me alimentaba de la sangre de cualquier bestia con la que me topaba, una en la que mi poder no es como el del “otro lado”, aunque si creía ser capaz de traer un poco de ese mundo a este, enriqueciéndolo.

Amal Faruk
con aspecto mundano
Viajé durante semanas y por fin encontré los primeros indicios de civilización, un pequeño poblado. Al adentrarme por sus caminos oscuros, los lugareños me observaban. Yo hacía lo mismo con ellos, ya que su aspecto se me hacía familiar, pero extraño, eran muy diferentes a mí. Para mi dicha, ellos no eran conscientes de mi verdadero aspecto.

En el poblado había una bella mujer, de la que me sentí gratamente atraído y no pude evitar el dirigirme a ella para conocerla. El magnetismo de la hembra era superior a mis fuerzas, acabe seduciéndola y encamándome con ella. También me alimente de su tentador cuello, pero el ansia no humana me hizo perder el control y acabe matando a tan bello ser, llore lágrimas de sangre y grite alertando al pueblo de tan fatídico acontecimiento.

Cuando salí de la estancia, con mis ropajes ensangrentados, mi boca chorreaba su líquido vital. Los lugareños se horrorizaron y me amenazaron con hoces, horcas y antorchas. Yo solo desee que ardieran para que me dejaran con mi angustia. Un fuego azulado se manifestó provocando una estampida entre la gente, estaban aterrados al ver a varios de ellos ardiendo y pereciendo prendidos en llamas fantasmales.

Desde ese episodio me volví más cauteloso y reducí mis encuentros con los mundanos, salvo en lo más estrictamente necesario.

Otros aspectos mundanos
de Amal Faruk
Pasaron meses y visité varios pueblos de la zona. No me quedaba mucho junto a los lugareños, ya que veía que yo podía ser un peligro para ellos. Mi sed de sangre a veces me hacía pensar cosas que no me gustaban y el recuerdo de mi primer encuentro hacía que tuviera muy presente que no soy como ellos.

Sin embargo las mujeres bellas eran mi debilidad y siempre acababa seduciendo a alguna hermosa incauta. Más de una vez me pregunte porque ellas tenían tal disposición a complacer mis apetitos más oscuros, era como si estuvieran hechizadas por mi presencia, pero tan rápido como me lo preguntaba esa duda perdía interés al conseguir lo que deseaba, como un niño con un juguete nuevo.

Otra noche, mientras viajaba, me topé con una caravana de carromatos. Me acerque amistosamente y ellos me rechazaron solo con sus hostiles miradas. Un tipo que pertenecía a la compañía me hizo señas para que entrara en su carro con él y sin pensarlo demasiado lo hice.

Era un señor mayor con extraños atuendos y varios colgantes de simbología más extraña todavía. Su tez era oscura y era totalmente calvo. Su  barba rizada era de un color canoso. Increíblemente la estancia era mucho mayor de lo que aparentaba por fuera, de hecho el carro por dentro tenía el aspecto de un gran salón de un gran hogar.

El anciano me dijo que él podía ver mi verdadero aspecto, que sabía lo que era y que me estaba esperando. Me ofreció cobijo durante el tiempo que precisara. Se presentó como Muraguri “el vidente eterno”. Era un mago de un culto antiguo que comprendía el fluir del tiempo y sus bifurcaciones. Para ellos el tiempo era como un río, eran capaces de ver ambos lados pero la corriente te hace navegar solo por uno de ellos.

Muraguri, Vidente Eterno
Me dijo que me llamaba “Amal Faruk” y hablo de mi estirpe, de los vástagos y sus clanes, concretamente hizo hincapié en los cainitas Ravnos, a los cuales yo pertenecía. Me hablo de mi extraño aspecto debido a que mi verdadero ser surgió en mi renacer como vampiro, ya que yo originariamente era un Changeling de la casta de los “Shide” de la “Corte Oscura”, una especie de Hada o duende que pertenecía a otro plano de existencia llamado Arcadia. Mi herencia Shide me otorgaba cualidades fuera de lo común para este mundo, cualidades que según me comento el viejo mago me serían muy útiles para mí camino en este lado. Cualidades que él me enseñaría a controlar si lo deseaba, ofrecimiento al que accedí con sumo gusto.

Empezó explicándome el porqué la gente no se alarmaba con mi aspecto. Era debido a un aura que él la llamo “Arcana”, ésta me envolvía para que los “no despertados” no pudieran verme como era, sino que me veían como alguien mundano, incluso con el tiempo se olvidarían de mi existencia, ya que los recuerdos marchaban con mi presencia. Me advirtió también que los seres “despertados” como él o yo, podrían ver mi verdadera forma y ese aura no me ocultaría de ellos ya que no les afectaba tampoco a la memoria, pero si al resto de cualidades innatas con las que nací, como mis dotes sociales o incluso mi especial atractivo para las mujeres.

También me hablo de mis ojos, y de su capacidad para ver en la casi más absoluta oscuridad, aparte de  poder ver en otro ser las sutiles diferencias que en el aura residen, pudiendo saber quién es un ser “despertado”. Me explicó la capacidad de mis sentidos sobre-desarrollados, todo ello era debido a mi ascendencia feérica, a mi sangre de Hada.

Después de meses me contó sobre la existencia de Demonios, que estos eran fuerzas primordiales de la existencia y que emponzoñaban el mundo. Uno concretamente conocido como “Adh-Dhubab Zevuhv”, el cual solo era uno de sus muchos nombres, formaba parte de mi pasado. Este Demonio, por lo visto, me engaño con promesas que tenían un coste desmesurado. En mi caso debía estar obsesionado con Arcadia y él cómo llegar a tan mágico lugar. Un día este Demonio se me presento y me ofreció llevarme allí a cambio de un siglo de mi existencia. Tenía responsabilidades como Ravnos ya que toda una caravana de inocentes zíngaros dependía de mi protección durante la peligrosa noche, ese era el acuerdo que mi clan tenía con los nómadas gitanos desde tiempo inmemorable. Pero decidí traicionar ese pacto y llegar al lugar que tanto tiempo anhele, la sobrenatural Arcadia.

En cuanto me concedió mi egoísta deseo, mi conciencia abandono mi cuerpo y aparecí en el prado verde y su maravilloso firmamento. Mientras el Demonio hizo que la tierra tragara mi cuerpo sin mente, la carcasa que era, ya que mi cuerpo no-muerto yacía en un profundo sopor. También enterró vivos, con mi cuerpo a todos los habitantes de la caravana, mis “protegidos”, incluida mi familia de sangre mortal. Todos perecieron aquella fatídica noche de mentiras. Y durante todo un siglo yací, dormí, soñé, pero mi mente fue libre en Arcadia, ignorando todo el mal realizado en el mundo de la piel.

Verde hasta donde la vista alcanza, violeta hasta donde el firmamento llega, que bello lugar, que paz más real. Esta vez dejo que mi mente vuele y descanse con la sensación que este lugar me brinda. ¿Por qué no podría quedarme aquí para siempre? El “otro lado” es oscuro, frío, sangriento y noto que allí existe una gran angustia global. Aquí todo es diferente. Todo es vivir y disfrutar de cada momento. Pero sé que permanecer aquí para siempre no es posible.

Algo dentro de mí ha cambiado, el ser consciente de lo que soy y saber qué ese Demonio trunco las vidas de todos los que depositaron su confianza en mí, ese pensamiento me atormentaba y a menudo me hacia llorar. Pronto una tormenta se adueñó del edén y deje que la lluvia limpiara mis lágrimas.

Cuando volví abrir los ojos me encontraba en el gran salón dentro del carro del viejo. Había una bandeja de plata con una copa y una jarra repleta de mi sustento malicioso, sangre, Vida. Muraguri se encontraba flotando en el aire en una posición de meditación. Bebí de la jarra de sangre que me brindaron, el anciano descendió y se incorporó.

Me dijo que tenía que decidir, si quedarme en Arcadia o cumplir mi cometido en este mundo. Le respondí con una mirada fría y le di una respuesta muy clara, como podía cazar al “Adh-Dhubab”. Me explico que antes tenía que ser consciente del coste de esa decisión. Mi memoria se quedaría en Arcadia ya que algo tiene que quedar allí a cambio de la elección. El Demonio separo mi cuerpo y mi mente durante un siglo. Ahora el alma ha vuelto pero Arcadia reclama su pago.

Acepte, ya que ni si quiera recordaba quien era, si era benévolo o malvado, mis gustos, mi vida, pero sí sabía que quería enmendar mi agravio, el precio a pagar me parecía más que justo, era una consecuencia de mi mala decisión del pasado.

Muraguri preparo minuciosamente un ritual que rompió mi conexión con el mundo de Arcadia, ya no estaría dividido, ya solo existiría esta realidad. Lágrimas de tristeza en forma de sangre cayeron por mis mejillas al saber que no volvería a estar allí pero el sacrificio era necesario para empezar a enmendar el error que mi otro yo me había dejado en herencia. El compasivo mago me consoló entendiendo mi aflicción y enorgulleciéndose de que tomara esta vez la opción correcta, la no egoísta. Me dijo que no me preocupara, que existían varias puertas hacia Arcadia y que tal vez cuando cumpliera mi cometido podría regresar a ese ansiado edén. También me dijo que nuestros caminos se entrelazarían nuevamente en el futuro y que su ayuda sería crucial para expulsar al Demonio a su prisión eterna. Decidió concederme el Don de la percepción de los Oráculos, abriendo mis sentidos a los presagios del destino para así ayudarme en mi actual gesta y como regalo para retornar en un futuro a mi ansiada Arcadia.

“Ahora que ya estas totalmente comprometido Amal, te explicare por qué es tan importante detenerlo. El tiempo fluye como un río, como ya te conté, pero éste a su vez es inmenso como un océano, no podemos retroceder demasiado en el pasado salvo unas pocas brazadas, ya que la corriente temporal es basta, pero sí es posible afectar acontecimientos presentes para afectar a futuros. Si eres capaz de ver todo el inmenso océano temporal y predecir su resultado, como si se tratara de una piedra golpeada en la superficie del tiempo, onda a onda, piedra a piedra, así hasta provocar un resultado diferente del que estaba destinado a ser. Esto no debería ser un problema ya que el futuro está en constante evolución, su final nunca está establecido hasta que el presente la alcanza y seguidamente se convierta en pasado inamovible.

Son muchos cambios los que “Adh-DhubabZevuhv” está realizando, ese futuro cada vez es más claro, su destino es nuestro. Esta guiado por un hambre voraz que solo desea consumirlo todo. Por eso elimina acontecimientos, por eso roba destinos, para así dirigir el sino de todos hacia un final abrupto donde él acaba devorando toda la existencia”

Antes de marcharme Muraguri me dijo que si todavía no me lo había preguntado. Yo le respondí: “¿Por qué lo hizo?” El mago asintió con la cabeza diciendo:

“El teme tu poder, Amal, por eso te quito de en medio. Sois pocos los Ravnos con el poder de dañarle, tu poder es real para él. Pero no puedes destruirle, nadie puede, él es una fuerza primordial de la existencia, él nació en el principio del tiempo,  pero sí que se puede contenerle y recluirle, ese será mi cometido, el tuyo será cazarlo”

Después de tal tamaña afirmación, me miró a los ojos y se despidió de mí.

Yosef, Ravnos
“Guiado por señales, durante meses vague por tierras inhóspitas y oscuras, hasta que todo me ha llevado a este punto y parece que Jerusalén será mi próximo destino. Seguido me encontré con tu Kumpañia de caravanas y ahora aquí estamos, yo contándote lo poco que realmente sé y tu Yosef, escuchando lo que crearás que son delirios de un cainita.”

Yosef no aparto la mirada de Amal durante todo el relato, tras éste comenzó a mirar las estrellas y concluyo diciendo.

“Sé quién eres Amal Faruk, he oído las historias del Ravnos que hizo tratos con un Demonio y eso costo la muerte de más de treinta buenas familias. Tus actos son repudiados por nuestro clan.

La verdad es que te estaba buscando, siguiendo la estela de tus actos, desde el extraño incendio que no dejo restos pero si cadáveres, hasta tus conquistas mundanas y de sus desconcertantes descripciones sobre el culpable, eso me hizo creer que realmente no estabas muerto.

Amal yo en el pasado fui tu amigo, solo quería saber por qué lo hiciste y ya me has contestado con tu relato, fue por egoísmo. Lamento oír eso pero también veo que no eres el que antaño fuiste, pareces más calmado, más puro de corazón y creo cada palabra que me has contado.

No puedo ayudarte hasta que remiendes lo que hiciste, pero sí te diré que si consigues acabar y vengar a las difuntas familias, podré conseguir tu redención en nuestro clan. Búscame entonces y celebraremos tu regreso, amigo mío”

Ambos nos despedimos y yo marche en dirección Jerusalén. Durante el día mientras reposaba una extraña visión me asoló, parecía un sueño en el que yo solo podía observar.

Estaba en un cruce de caminos cerca de Jerusalén, una gran Luna llena iluminaba el lugar. Dos figuras se encontraban en el centro del cruce, una de ellas parecía un ser grotesco y monstruoso, con ropajes manchados de barro, se apoyaba sobre una espada mellada que usaba como bastón.

El otro era más extraño aun si podía ser. Era aparentemente un hombre normal, pero este despedía un aura de voracidad, de maldad que era casi palpable, llevaba una toga con capucha y aunque esta se moviera no conseguía discernir su rostro oculto.

Una ondulante y tentacular oscuridad la antinatural lo ocultaba pero aun así yo sabía quién era. Hablaron de un pacto al que el ser deforme accedió y para afianzar su trato “mi presa” le entrego una extraña uña negra de tamaño descomunal, parecía más parte de una garra. Según le dio el raro presente un millar de moscas revolotearon alrededor del extraño y éstas acabaron por envolver también al deforme ser, oscureciendo la luz de la luna hasta hacerla desaparecer.

Desperté sobresaltado, me resulto perturbador ver a mi objetivo por primera vez. Sabiendo que en esa visión había luna llena, disponía de siete a ocho noches para llegar, la misma distancia que me separaba de Jerusalén. Partí hacia allí con una promesa por cumplir, sabiendo que encontraría a “Adh-Dhubab Zevuhv”