Séptima parte
Los once signos
Escudo Innominat, Príncipe de Jerusalén |
Antes de partir
Antes de emprender un
nuevo viaje, Innominat, el Príncipe Matusalén de Jerusalén, requiere la
presencia de Mudji, su pupilo Assamita de la casta guerrera.
–Mudji he de partir de nuevo. –dice Innominat a Mudji– La amenaza que se cierne sobre Jerusalén es
de una gravedad extrema. He de conseguir información y aliados. De lo contrario
estaremos en desventaja, asumo que él sabe más de nosotros que nosotros de él.
–Tus deseos son órdenes para mí, gran Señor. –responde Mudji
complaciendo a su Príncipe– ¿De qué forma
he de servirte?
–Ante la imposibilidad de contactar con Meir. –prosigue Innominat– He
decidido dejarte al cargo de la ciudad. Tendrás la oportunidad de hacer grandes
cosas e intentar limpiar tu nombre con tus actos. Es tu ocasión para demostrar
a todos tus detractores en el clan porque fuiste elegido pupilo de Innominat.
Si apareciera Meir, dejo a tu elección devolverle el cargo o no, su actitud
debería darte la respuesta, pero es tu decisión. Tendrás la máxima posición en
la ciudad en mi ausencia. ¿Qué te parece?...
–Es una gran responsabilidad –dice Mudji– y un gran honor. Te serviré para mayor
gloria de tu principado, haciendo tu voluntad como mejor sepa.
–Tienes fácil mejorar lo presente. –puntualiza Innominat– Espero mucho más de ti que de los otros
dos incompetentes que se hicieron cargo la vez anterior. Confío en tu criterio
Mudji. Haz uso de la posición que te doy y si has de ejecutar a alguien que se
rebele contra tu voluntad, tienes mi permiso.
–Haré cumplir tu voluntad –añade Mudji.
–Así lo espero. –dice Innominat antes de despedirse– Voy a Grecia por si necesitas saberlo,
aunque no compartas esta información si no vas a sacar provecho de ella. Mi
hermano Enki es el Dios de los ríos y las aguas subterráneas, vigila el
subsuelo y los pozos de la ciudad. Buenas noches Mudji. Que Haquim te guarde.
–Que vuestro viaje sea fructífero, protegeré Jerusalén
con mi vida. Que Haquim vuelva a juntar nuestros caminos –concluye Mudji henchido de orgullo y responsabilidad.
Melkart, Mercader Fenicio |
...perdida de corazón o
de cabeza.
Melkart
“el cojo”
Oded, el Toreador,
siguiendo con su trayectoria para introducirse en el comercio de la zona, está
sumamente interesado en encontrar un buen mercader para hacerlo ghoul.
Gracias a un rubí del
tamaño de un puño que Amal le regala, por supuesto es una ilusión creada por la
disciplina del Ravnos, el Toreador comienza una transacción con un mercader que
le llevará a conocerlo mejor y a dar con el candidato perfecto para su interés.
Su nombre es Melkart,
un experto mercader fenicio que es elegido por Oded para ser su ghoul. Es un
gran comerciante y tiene todo lo que el Toreador necesita para adentrarse en el
lucrativo mundo del comercio.
Todo transcurre con
normalidad durante un año, la Vitae de Oded hace que Melkart sea un fiel
sirviente del Toreador y pone todos sus recursos y habilidades a su merced.
Una noche, Melkart se
queja a su señor Oded de una dolencia en un pie, el Toreador es un físico apto
y le examina su dañada extremidad. Con tan mala suerte que un gran error por su
parte, hace que lo confunda con otra dolencia y el pie de Melkart acaba
engangrenandose.Oded se lo tiene que amputar para salvarle la vida. Desde
entonces a Melkart es apodado “El cojo” y por suerte esto no ha afectado a sus
dotes de mercader y comerciante.
Donna, Doncella de Meir |
Desaparecerán sin dejar rastro para formar parte de su
templo.
Mal de amores
Amal está inmerso en
la búsqueda del Demonio que vino a buscar a Jerusalén. Aquel de varios nombres,
el Señor de las moscas, el Señor de la vivienda Celestial, el Innombrable,
Belcebú…
Al no encontrar rastro
de él o de sus infames súbditos, decide ilustrarse leyendo conocimientos sobre
demonología. Por Meir sabe que en la biblioteca de la Torá Negra hay
manuscritos escritos por Kiroun, el Nazareno, antes de fallecer éste, que
pueden arrojar luz a estos oscuros conocimientos que quizás lleven a Amal, de
una vez por todas, a dar con Belcebú.
Por medio de Donna,
Amal accede a la biblioteca secreta de la Torá Negra y puede estudiar los
valiosos escritos que el Nazareno dejó tras siglos de investigación sobre el
tema.
Al mismo tiempo Amal
pide por favor a Donna que le ayude a contactar con el hermano lingüista de la
Torá Negra, para que le pueda enseñar el idioma Persa. El Ravnos se siente indefenso
al no saber la lengua del Imperio en el que vive y que ahora domina gran parte
del mundo conocido, siendo el mayor imperio hasta la fecha.
Estudiando los
documentos Amal descubre que Donna está muy dolida, y su enfermedad es la
llamada: mal de amores. Al parecer está enamorada de alguien y no es
correspondida. Se encuentra tan triste que Amal teme que su inocente voluntad
pueda llegar a romperse de tal forma que acabe por acabar con su frágil vida
para no sufrir más.
El Ravnos no puede
permitir esto, siempre se ha sentido especialmente atraído por Donna y su
inocencia, casi como si la mujer fuera un capricho inalcanzable, aunque una vez
si llego a saborearlo…
Gracias al consuelo
de Amal, Donna se encuentra mucho mejor y tiene un hombro en el que llorar sus
penas. El Ravnos quiere saber quién es la persona que le ha roto el corazón,
pero la mujer no es capaz de confesárselo por miedo a ponerle en peligro.
El Ravnos compagina
sus estudios de demonología con visitas a Noé, su contacto en las calles, para
medir “la temperatura” del barrio bajo. Descubre sorprendido que su contacto
también está sufriendo mal de amores, ¡que extraña coincidencia!. Noé, es un
viejo ya entrado en años, pero aún así se ha enamorado de una rica y joven
noble que jamás le corresponderá, por ello ahoga sus penas en vino barato.
Al margen de esto, Noé
le cuenta a Amal que está habiendo desapariciones de gente en la ciudad. Se
esfuman sin dejar rastro y no aparecen sus cuerpos. Siempre son personas
desfavorecidas a las que nadie echará de menos. El Ravnos investiga el asunto y
tras las desapariciones hay un mercenario.
La Profecía
Amal se encuentra
leyendo los escritos de Kiroun y entre ellos encuentra un texto redactado en arameo
antiguo, que está firmado con una inicial en asirio. El hermano lingüista de la
Torá Negra le ayuda a llegar a ésa concusión y a traducirlo, pero Amal se
encarga de fragmentar la información para que éste no sepa el contenido de lo
que traduce. El Ravnos deduce que se encuentra ante lo que parece ser una profecía:
(Escrito en Arameo antiguo)
...perdida de
corazón o de cabeza.
Los animales
salvajes que duermen en el interior serán despertados sin razón.
Uno de los diez
más cinco será el secuestrador de los adornos del templo.
La noche
domesticada atacará a su dueño.
Y tras muerte,
sangre y fuego lo que queda del Gran Rey acabará con ÉL.
El artesano no
recordará su crimen.
Los venidos de la
isla huirán al ser marcados y exterminados.
El artesano de
las islas pedirá a la doncella del amigo de la muerte.
Desaparecerán sin
dejar rastro para formar parte de su templo.
La extensión del
trono volverá a tener Señor.
El fantasma
querrá ser bueno.
El gato de la
mujer alegre será sacrificado.
E
(Firma de una inicial en asirio)
Jerusalén, 395 a.C. |
Los venidos de la isla
huirán al ser marcados y exterminados.
La
expulsión de los egipcios
La primera medida de
Mudji como Regente es la de encargarse de las familias que vinieron de la isla Elefantina,
junto con Shaytana. Siendo ella Baali, adoradora de Satán, ahora esos hombres y
mujeres están, cuanto menos, bajo sospecha.
El Regente hace
llamar a Donna, la ghoul del desaparecido Meir, del que nada se sabe desde que
abandonó el salón del trono tras la muerte de Kiroun, el Nazareno. Una vez la
doncella se encuentra ante Mudji, este le explica que desea reunirse con el
hermano teólogo de la Torá Negra, para dictarle el destino de estas familias.
Donna le dice que el hermano teólogo se llama Kosher.
Ya en el salón del
trono, Kosher, del círculo de influencia más cercano de Meir, escucha lo que el
Regente tiene que decirle. Por supuesto sabe de la condición sobrenatural de
Meir y sus compañeros, esto nunca ha sido un impedimento en su trabajo junto al
Capadocio.
Mudji le ordena que
utilice sus contactos como antiguo sacerdote judío y les haga llegar a éstos
que las familias venidas de Egipto deben estar bajo estrecha vigilancia, ya que
hay serias sospechas de que puedan estar adorando a un Dios Demoniaco, el blasfemo
Baal.
Si encontraran a alguien
adorando a este Demonio o a otro semejante la orden es de lapidación para el culpable
y esclavitud para el resto de sus familiares, al fin y al cabo es una práctica
judía aceptada por la sociedad persa.
Solo se debe adorar a
Yahvé, única deidad en Jerusalén que debe estar sobre un atar.
–Debemos liberar Jerusalén de todo influjo demoniaco y
corrupción satánica. Estas familias solo pueden quedarse en la ciudad si adoran
únicamente a Yahvé. Nada de falsos Dioses que siembren dudas a la fe
judía. –el mensaje de Mudji es
claro y directo.
Kosher, el hermano
teólogo, muy asustado, ejecuta la orden de Mudji sin dudarlo, pero el temor, la
duda y el miedo comienzan a filtrarse por todo su ser, sembrando una semilla
que más tarde florecerá.
Los sacerdotes
vigilan a las familias y esa misma noche una de estas familias ha sido
sacrificada sin piedad alguna, como si fueran animales. Murieron degollados,
todos y cada uno de sus miembros.
La noche siguiente, Mudji
y Kosher, van en persona a investigar el macabro suceso y lo primero que se
encuentran es una letra en judío escrita con sangre marcando la puerta de la
familia asesinada.
E
El espectáculo es
sangriento y muy “profesional”, fueron asesinados mientras dormían, padre,
madre y tres niños. Esto ha sido una ejecución, Mudji es un Assamita, sabe de
asesinatos. Kosher se encuentra impactado por ver tanta sangre y muerte, algo
dentro de él se remueve, creándole más miedo…
En ese mismo lugar,
mientras investigaban los sucesos un fuerte dolor punzante molesta el hombro de
Kosher. Mudji le ofrece de su Vitae para que cure sus dolores. Acepta, la bebe
y entra en shock. Queda casi inconsciente con los ojos en blanco y el Regente
tiene que ayudarle a salir del sangriento lugar. Mudji no tiene una explicación
lógica par lo que ha ocurrido. Pero parece que el cuerpo de Kosher hubiera sido
poseído por algo…
El Assamita deja al Kosher
a buen recaudo, junto a dos guardias de la ciudad, y le pide que lo lleven ante
Gaspar, su contacto el vigilante de la puerta de las basuras. Éste le ayuda a
regresar a su casa, sano y salvo aunque aun temblando y muy impresionado por lo
ocurrido.
Mudji agradece a
Gaspar su ayuda, y Mudji le observa muy afectado por una infección pulmonar,
apenas puede respirar y su tos parece grave. Mudji le intenta ayudar pero no
parece tener ninguna enfermedad común. Todo esto es muy extraño y se escapa al
entendimiento del Assamita.
Esa misma noche,
mientras ocurre todo esto, en otro lugar de la ciudad ejecutan a otra familia
de la isla Elefantina, de la misma forma que la anterior. Degollados mientras
dormían y la misma letra escrita con su sangre en la puerta del hogar de la
familia.
La noche siguiente,
el mensaje ha quedado claro y el resto de familias venidas de la isla Elefantina
recogen sus cosas y huyen de la ciudad mientras los ciudadanos de Jerusalén les
insultan, escupen y apedrean, a los castigados por Yahvé por adorar a falsos
Dioses.
Mudji, el Regente, no
tiene muy claro quien ha estado tras estas acciones, pero al final ha
conseguido lo que quería, que estas familias abandonasen Jerusalén. Era
cuestión de tiempo que creasen problemas por sus creencias.
Meir, Senescal Capadocio |
La encrucijada de
Meir
Tras la muerte de
Kiroun, al que llamaban el Nazareno, algo muere con Meir. Contemplar la
redención de un Baali era un milagro que el Capadocio llevaba mucho tiempo sin
ver. Contemplar con sus propios ojos desaparecer dicho milagro hizo que todo su
mundo se tambalease. Apesadumbrado e impotente, marchó camino de su refugio con
las cenizas de Kiroun.
A lo largo de la
noche, Meir tuvo un conflicto. Una lucha interna entre su bestia destructiva y
su mente racional, una guerra que aún no tenía un claro vencedor.
Con sus artes
nigrománticas dejó sustento para sus dos ghoules. Después escribió una carta a
su Sire Abraham pidiendo que por favor cuidara de ellos en caso de ser
necesario.
Meir entierra las
cenizas de Kiroun, su último pupilo, y lo hace junto a las de Benshajar, su
sobrino, compañero de clan y co-fundador de la Torá Negra, difunto hace mucho
tiempo ya.
Meir abandona
Jerusalén, acompañado por el rastro de la muerte y lo hace como alma en pena,
aventurándose en la inmensidad del desierto. Atrás quedan las luces de su
ciudad, atrás quedan sus amistades, sus penas y su no vida.
Vaga sin rumbo, sin
dirección, luchando internamente contra sí mismo, pues su fe en Yahvé se
tambalea. ¿Por qué el señor permite la redención de un alma para luego
arrebatarla? ¿Por qué llenarles de ilusión y de esperanza para luego hundir a
sus creyentes en la tristeza más profunda? Hoy no tiene respuestas para esas incógnitas.
Meir se enfada con
Dios, le maldice, pero a la vez cree que todo debe de ser por un motivo, por
algún plan superior, pero esta vez, esa explicación no le basta.
En tal estado de desesperación
y agonía, los pensamientos de Meir empiezan a divagar. Las voces, que
normalmente podía mantener acalladas, son cada vez más numerosas y su tono es
más alto. Entre todas ellas, una voz parece que destaca, una que le resulta
extrañamente familiar sin saber porqué.
Así pasan los días,
enterrándose bajo la arena antes del amanecer, durmiendo en el frío y la
oscuridad de la tierra y deambulando por el desierto durante la noche.
Alimentándose de alimañas y discutiendo, cual Malkavian, con su voz interior. Buscando
cada noche la verdad, la respuesta y teniendo que tomar una decisión en esta
encrucijada. O renuncia a las creencias de toda su vida y da la espalda a este
Dios cruel y descarnado, o acepta con fe ciega que los acontecimientos
ocurridos eran necesarios ya que él es un siervo más del Señor y una pieza más
en el tablero de su juego.
Poco a poco, la parte
racional, la parte más optimista y esperanzada de Meir se va imponiendo a su
locura. Comienza a dejar de escuchar las voces, voces que se ha dado cuenta
eran las del más allá, las de los infinitos muertos de estos interminables
desiertos que van desapareciendo a la vez que las creencias de Meir se van
restableciendo y reforzando.
Un día, al despertar,
se da cuenta de que ya no escucha ninguna voz, solo hay silencio, silencio que
se ve roto por una llamada. La llamada de la última voz que queda, la voz que
aún no reconoce de quién puede ser pero que por alguna extraña razón le es
tremendamente familiar.
Esta voz le guío
hasta una pequeña colina rocosa en medio de la nada. El Capadocio se percató de
que no podía quedar mucho para el amanecer y en este lugar sería imposible
ocultarse del sol, supo que moriría en lo alto de la cima a la que subía.
–Que así sea pues –pensó Meir; y continuó caminando donde la
voz le llamaba.
Ya en la cima, a escasos
segundos antes de que saliera el sol, sin tiempo para refugiarse en ningún
sitio, parece ser el lugar de donde procede la voz que le reclama. Meir se encuentra
en lo alto, mirando al horizonte desde donde saldrá el sol, que a muchos da la
vida, pero que en este caso será la causa definitiva de su muerte. Pero no
tiene miedo, está en paz consigo mismo. Ha afrontado su destino y al final,
pese a todos los malos momentos que ha vivido, su alma está en paz.
–Ahora lo entiendo, siempre ha sido su voluntad –susurra Meir
mientras ve el espectáculo de la creación. Justo en el momento en que pronuncia
esas palabras, los primeros rayos del sol acarician su piel. Su gran fortaleza
le permite protegerse resistiendo el punzante y mortal dolor. En ese preciso
instante el suelo de la colina a sus pies cede y cae al fondo de una cueva
natural.
La sorpresa en su
expresión es absoluta. Había decidido seguir a la voz con todas las
consecuencias, es más, se había preparado para morir sin odio en su corazón, y en
el instante en el que iba a ocurrir, por un golpe de suerte, se salvó.
–Aún no es el momento Meir, nos volveremos a ver... –estas son las
últimas palabras que escucha de la voz misteriosa antes de caer en un sueño
reparador después de haber burlado a la muerte.
A la noche siguiente,
tras sopesar todo lo acontecido, decide que ya es hora de regresar a su
dominio. Su fe ha sido puesta a prueba y Meir no ha sucumbido.
Este peregrinaje ha
transformado al Capadocio. La conexión que tenía con los espíritus ha
desaparecido, pero sus creencias y convicciones se han fortalecido. Es un
siervo del Señor y de nuevo tiene claro cuál es su trabajo.
Todo lo que ocurrió
con Kiroun fue un plan de Yahvé para mostrarle el verdadero camino, aunque por
un momento dudó, logro sobreponerse a la prueba y salir fortalecido de ella.
Meir regresa a casa,
pero ya no es el mismo que la abandonó hace más de un año. Mientras camina con
paso firme recuerda uno de los Mezuzás, palabras sagradas y benditas utilizadas
para guardar los hogares judíos.
–No habitará en mi casa el que actúa con soberbia. –susurra Meir mientras
sobrepasa la puerta de David entrando triunfante en Jerusalén– El que dice mentiras no durará en mi
presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados para expulsar de la
ciudad Señor a todos los malhechores.
Alexios, Assamita |
La búsqueda de
Alexios
Un viejo cabalista
judío ha visitado a los hechiceros de Alamut y en ese viaje se encontró con
Davar, mentor de Alexios. Le contó qué los Baali están resurgiendo en Yehud,
provincia en la que su pupilo Alexios se encuentra.
Davar le preguntó
cuál es la mejor forma de exterminarlos y el cabalista le respondió:
«reliquias».
Davar es un guerrero
y no se ve buscando tesoros, pero puede ser una interesante tarea para su
pupilo Alexios. De esa forma, piensa Davar, ayudaremos mejor al gobierno de
Innominat.
Durante casi dos años
Alexios busca por toda la provincia de Yehud, el antiguo reino de Judá. Rastrea
leyendas sobre reliquias, pero todas acaban siendo una farsa o se pierden en
las arenas del tiempo.
Por fin Alexios encuentra
un indicio que puede ser cierto. La reliquia es un arma que perteneció a uno de
los primeros Reyes de Judá, un mercader le compró a un caravanero, por una
fortuna, el mapa del lugar dónde puede estar. Se encuentra en la provincia
vecina de Israel. Antiguo reino vecino. En el norte casi en la frontera con Fenicia,
en la ciudad de Hazor, cerca del mar de Galilea.
Alexios busca en la
zona y a las afueras unas viejas ruinas le conducen a unas catacumbas
interminables, son de otra época y de otro reino. Con el viejo mapa en la mano,
recorre corredores y cuevas durante meses. Hasta qué por fin encuentra algo...
Tras una pared
desmoronada por el tiempo parece que hay un altar donde hace poco hubo algo
sagrado, seguramente su poder haya menguado, ya que parte de la fe que posee
una reliquia le viene dado por no moverse del lugar durante siglos, ser incorruptible.
Pero este no es el caso.
Alexios se encuentra
en el viejo mausoleo de un antiguo cementerio subterráneo, excavado en las
cuevas del lugar. El altar no parece muy grande y en él reposó algún tipo de espada.
Un cabrero de la zona asegura que en la cueva reposaba el falx, una espada
ancha, perteneciente a uno de los guardias personales del Rey David. Se dice
que fue forjada en Damasco y que las criaturas de la noche podían perecer a
causa de sus cortes, mucho más dañinos que los de cualquier otro filo semejante.
Con esta valiosa
información Alexios desanda sus pasos y prepara toda la información detallada para
enviársela a Davar. Así lo hace y por orden suya Alexios regresa a Jerusalén
tras dos años de búsqueda, ahora conseguir esa poderosa arma está en las manos
de Davar, guerrero y mentor de Alexios.
Davar descubre que un
asesino pagó una pequeña fortuna a un siniestro mercader de Damasco para que le
vendiera la reliquia. La consiguió y se la llevó con él para regalársela a su
aprendiz, su chiquillo, un asesino joven llamado Mudji…
El regreso de Meir
El Capadocio con paso
firme y decidido ya ha vuelto a su hogar. Lleva la túnica ajada, las sandalias
gastadas y se apoya en un báculo, no por necesidad, si no por solemnidad.
En este largo y
solitario viaje, Meir ha aprendido a sobrevivir en el desierto. Alimentándose
de alimañas y cobijándose del sol en cuevas e incluso enterrándose en la arena.
Pasa por la puerta de
David, por la que pasó hace siglos David el Rey de los judíos que conquistó
Jerusalén para darle un hogar a su pueblo.
Meir mira la ciudad y
se siente lleno, percibe su aura sagrada … pero algo no va bien ¿puede estar la
santidad de la ciudad quebrándose?
En este mismo
instante el sacerdote cainita se da cuenta de que no hay absolutamente nada de
viento. Intensifica todos sus sentidos con la Disciplina del Auspex y corrobora
lo inexplicable, hay ausencia de viento y puede que de aire respirable. Cierra
los ojos y recuerda una vieja superstición de sabiduría popular: “Se dice que un Demonio se presenta ante la
ausencia de viento o la presencia de llamas de fuego”
Meir pensativo
observa como todo vuelve a la normalidad y aunque escaso vuelve el viento a
acariciar su sensible y mortecina piel. Regresa a su dominio, el cementerio de
los olvidados, donde suelen enterrar a los que nadie reclama, sean de la
religión que sea.
Se encuentra con
Donna que se alegra mucho de verle a pesar de tener un aspecto más desaliñado
de lo normal. Sus ojeras son evidentes y su pesar es palpable en el ambiente.
La ghoul bebe Vitae de su señor y aun sintiéndose mejor llora desconsoladamente
ante Meir. La han roto el corazón y se quiere morir. Cuenta como Amal la ha
ayudado a llevar este mal momento, y sin
su ayuda no sabe la locura que podría haber hecho.
Cuando Meir intenta
saber quién es el que le ha hecho tanto daño, Donna esquiva la respuesta y no
se lo dice. El aura de la muchacha es descarnada, y con sus colores el Capadocio
puede saber que está muy enamorada, deprimida, amargada y triste.
Admiel, Bibliotecario de Meir |
Meir saluda a Admiel,
el bibliotecario del Capadocio y éste se queja de un fuerte dolor punzante en
el hombro derecho que le impide escribir con normalidad. Así que ha optado por
leer hasta que se le pase. Meir le revisa la lesión y no lo ve nada claro, no
parece tener ninguna explicación lógica para sus dolores. El Capadocio le
sugiere aprender con la mano izquierda, quien sabe si lo pueda necesitar en el
futuro. Admiel no había caído en la idea y se compromete a aprenderlo en la
mayor brevedad posible. Meir también aprovecha para decirle que si necesita un
ayudante puede tener uno sin problema y esta idea no le entusiasma al ghoul, no
es un hombre muy social, más bien nada social y así le gustaría seguir.
Pone al día su ritual
de sudario, por el cual mantiene ciertos cuerpos muertos embalsamados de tal
forma que no se pudren nunca y puede alimentase de todos sus fluidos, sin
desechar nada en absoluto.
Reencuentro y profecías
Tras poner sus
asuntos en orden Meir regresa al salón del trono donde se encuentra a Amal y a
Oded hablando sobre cierto escrito que dejó Kiroun antes de morir. Los tres
vampiros se saludan y se alegran de verse tras casi un año.
Meir les cuenta la
razón por la que tuvo que marcharse y lo que le ocurrió en este período de
tiempo. Alega que necesitaba pensar en soledad. Acto seguido le agradece a Amal
su ayuda hacia Donna.
Salón del Trono, Jerusalén |
Amal lee en alto a
Meir la traducción del pergamino que ha encontrado en su biblioteca secreta. El
Capadocio ve claros indicios de Profecía en el texto. Comentan las enigmáticas
frases del texto mientras piensan la razón de Kiroun para escribirlas en textos
demonológicos.
Hablan de la ausencia
de Innominat y de cuándo regresará el Príncipe y Oded recuerda a Amal que tanto
Meir como él mismo son cainitas antiguos y que llevan mucho más tiempo en la
ciudad que el Príncipe Assamita, para que le quede claro al “joven” Ravnos.
Mudji hace su
aparición junto con su imponente ghoul, una enorme pantera negra que camina
sigilosa mientras mira a los presentes de forma recelosa. El Assamita es ahora
el Regente de Jerusalén y saluda a Meir, interesándose por su ausencia y
explicándole lo sucedido durante este tranquilo año.
Alexios irrumpe en el
salón. El Assamita lleva unos años ausente de Jerusalén y regresaba para ver en
que podía ayudar al Príncipe Innominat. Todos le saludan y Oded no puede
reprimir su duda y le pregunta si ha estado matando, ya que su clan es famoso
por que sus miembros son los mejores asesinos de la Estirpe. Alexios
sencillamente no le responde.
Comienzan a contarse
las extrañas dolencias de sus allegados, que incluso siendo ghoules que son más
fuertes y resistentes, lo están pasando mal. Algo está ocurriendo, parece algún
tipo de maldición o enfermedad sobrenatural.
Amal aprovecha para
poner en común su descubrimiento, mientras estudiaba demonología se encontró
con un enigmático texto escrito por el difunto Kiroun, donde parece alertar de
ciertas Profecías. Lo que no saben es que ocurrirá si se cumplen. Mudji dice
que la de las familias de la isla se ha cumplido ya…
Mientras Amal habla
Alexios emplea una de sus Disciplinas para descubrir cuál es su mayor pecado,
su mayor secreto inconfesable. Y
descubre que en el pasado hizo un pacto con Belcebú cambiándole cien de sus
años por la posibilidad de entrar en Arcadia, el fantástico mundo de las Hadas.
Así lo hizo pero enterró en su sopor a Amal y a toda la Kumpañia que le
acompañaba, familiares incluidos. Muriendo todos por su culpa y siendo
expulsado del clan Ravnos por ello. Esto es algo que Amal no recuerda, porque
tiene amnesia, pero que un compañero de clan, un viejo amigo, se lo contó, su
nombre Yosef, actual aliado de Liezer el Setita, ahora en Egipto.
Meir confiesa a Amal
que no le ha gustado que hurgara en su biblioteca como si fuera suya. Y el
Ravnos afirma no creer en las posesiones.
El siguiente asunto
que tocan es el de las familias degolladas y Mudji cuenta lo que vio y dibuja
el símbolo de sangre que marcaba la puerta de las familias ejecutadas.
Mudji piensa que ha
podido ser Enki, el hermano y enemigo de Innominat. Y Meir sugiere que el gato
persa ghoul de Zikaron, el que anteriormente perteneció a Cyra puede tener algo
que ver. Amal cree que estas frases pueden ser una lista de intenciones de
Enki, de actos atroces que va ha hacer antes de aparecer en persona.
El Regente, Mudji,
sugiere vigilar al Templo y a Donna para que la profecía que los nombran no se
cumpla, suponiendo que el Templo de Jerusalén sea el Templo nombrado y que
Donna sea la doncella del amigo de la muerte y este ultimo sea Meir.
– ¿Y si las profecías auguran la caída del imperio persa?
Por lo del Gran Rey… –Meir da una idea que hace recapacitar a todos los
presentes.
Oded utiliza su poder
de psicometría para percibir las emociones e imágenes impregnadas en el escrito
de Kiroun. Lo que ve es inquietante:
“En la más profunda oscuridad hay unos ojos rojos que
rompen la noche. Son los de un tenebroso monje que escribe a toda velocidad en
una hoja. Parece estar poseído y fuera de sí”
También ha visto que
la última letra no la escribió el mismo autor que redactó las profecías.
–Algo está claro, las profecías se están cumpliendo –asegura Mudji
con voz firme.
–Se cumplen porque alguien hace que se cumplan. –responde Alexios– Se está formando una cábala de cainitas
Baali en la ciudad –continua Alexios muy serio.
–Si roban las reliquias del Templo, harían mucho daño a la fe de
Jerusalén –dice Meir preocupado.
–Están desapareciendo personas por la ciudad, seguro que tiene que ver
con estas prácticas demoniacas –asegura Amal con odio contenido.
Terminan de organizar
sus acciones de la velada siguiente y todos se recogen a sus refugios y la
noche llega a su fin.
Amal Faruk, aspecto mundano |
El gato de la mujer
alegre será sacrificado.
Sacrificio
felino
El Ravnos yace esa
noche con una prostituta en el hogar de esta. Una vez terminan la mujer busca a
su gato sin éxito y lo llama en voz baja:
–Aish ¿Dónde estás Aish?
Amal le pregunta como
es el felino y ella le responde que negro con ojos amarillos, un tanto
siniestro y roza la provocación; el Ravnos piensa que ya es de mal agüero ver
un gato negro, imagina tenerlo en casa pero le ayuda a buscarlo.
El Ravnos rastrea al
gato y en el callejón aledaño encuentra unas extrañas huellas ensangrentadas,
son de cabra y lo llevan a un improvisado altar donde han sacrificado
cruelmente al un gato negro. En el suelo hay escrita con la sangre del animal
un símbolo, una letra en algún idioma que Amal no comprende.
L
El Ravnos invoca con
su poder su filo mágico y fulgurante. Esperándose lo peor y al no suceder nada
decide acuchillar el símbolo de sangre del suelo y deshacerlo por completo, nos
sin antes memorizarlo para preguntar por él a sus compañeros.
Desmorona el
improvisado y nauseabundo altar ensangrentado y se encamina hacia el cementerio
para compartir su enigmática experiencia con Meir.
Una vez en el
cementerio de los olvidados, Amal se encuentra con Donna que llora tras una
lapida lejana. Cuando ve a Amal se incorpora y se seca las lágrimas. El Ravnos
no puede evitar lanzar sus encantos y besarla. La ghoul disfruta del beso con
un ser de idílico fantasía como Amal pero no puede evitar sentirse fatal por
hacerlo. Confiesa a Amal que está el hombre que le ha partido el corazón es
Umaskal, el guardián de Innominat, que hace tiempo que no le ve por Jerusalén y
no saber si volverá a verlo le produce una agonía eterna.
Amal pasa el resto de
la noche consolando a Donna y la termina con tres mujerzuelas retozando entre
las sabanas de una posada perdida.
Nayl, ghoul de Mudji |
La noche domesticada
atacará a su dueño.
La
rebelión de Nayl
Esta noche Nayl, la
pantera de Mudji estaba especialmente inquieta y rondaba la entrada al refugio
de su señor, en el palacete del trono. Fue levantarse y salir por la puerta y
abalanzarse al cuello de su dueño como si le fuera la vida en ello.
El mordisco hiere a
Mudji pero éste con sangre fría lucha contra ella con la intención de no
dañarla en exceso y de un golpe en un nervio vital del cuello consigue
inmovilizarla. Inconsciente el gran animal, es atado por Mudji y encerrado en
su refugio para que no dañe a nadie. Parece que hubiera enloquecido. El
Assamita poco antes de irse se da cuenta de que en su lomo hay una letra
escrita en sangre.
B
Mudji nunca aprendió a
escribir pero memoriza la letra para preguntar su significado a sus compañeros
cainitas.
Alexios, compañero de
refugio de Mudji escucha la pelea y se acerca en sigilo muy alerta, llegando
cuando Mudji ha encerrado a la bestia y se está curando las heridas con sangre.
Sanan al momento pero le quedan unas cicatrices enormes del mordisco de Nayl.
Ephraim, Nosferatu |
Información para el
Nosferatu
Mudji decide ir a
visitar a su contacto Ephraim el Nosferatu leproso y se encuentran en secreto
en la taberna cerrada de Zikaron. Esta oscura y polvorienta, lleva tiempo
cerrada y el bullicio de antaño se ha transformado en silencio sepulcral.
Ephraim, esta vez con
su verdadero aspecto de Nosferatu, se encuentra sentado en la misma mesa en la
que se encontraban cuando la taberna estaba abierta, pero ahora solo están
ellos dos.
Mudji reproduce en el
polvo de la mesa el símbolo que tenia pintado su pantera en el lomo. El Nosferatu
le dice que es una letra B en fenicio.
– ¿Sabes algo de es inquietante rumor de que hay una
cábala Baali en la ciudad? –pregunta Mudji.
Cartel de la taberna de Zikaron |
–Belcebú está en la ciudad, algo raro está sucediendo en
Jerusalén
–alerta Mudji.
–Si ya ha empezado el principio del fin, todo lo que
conoces será arrasado, mi Sire el Profeta Kothar lleva advirtiéndolo mucho
tiempo… –dice
Ephraim.
– ¿No
sabias nada de esto? –pregunta Mudji extrañado.
–Nada Mudji. Ya viví la caída de Jerusalén una vez y vi
como el Templo de Salomón fue expoliado y destruido hasta sus cimientos junto
con toda la ciudad. Babilonia redujo Jerusalén a un montón de escombros… –el Nosferatu nostálgico y triste, llora
sangre.
–Ya lo dice Kothar el Profeta, sufriréis la ira de Dios y
todos los soberbios moriréis destruidos. Entonces los elegidos heredaremos la
tierra…–divaga
Ephraim entre lágrimas mientras desaparece dejando solo a Mudji.
La extensión del trono
volverá a tener Señor.
El tabernero
Farsi el jefe
caravanero, al que llaman “El Persa”, contacto de Mudji y ha encontrado para
Oded un tabernero. El Toreador le pidió un “heredero” para llevar la taberna de
Zikaron. Te–ush–pa es su nombre y es un
cimerio que ha perdido su taberna en Jericó. Es un buen tabernero el problema
que tuvo fue que se le quemó el negocio.
Farsi, jefe caravanero |
Por condición de
Oded, Te–ush–pa se encuentra con Mudji, el Regente y éste le enseña la taberna.
El cimerio muy ilusionado y agradecido comparte con el Toreador la idea de
ponerle de nombre a la Taberna la primera letra de su país, Cimeria, y en su
idioma, cimerio. Lo escribe en el suelo con un trozo de carbón que encuentra.
La taberna de C |
C
Te-ush-pa, tabernero |
Mudji siente algo que
le inquieta cuándo ve la letra. Continua enseñándole el local a Te–ush–pa, la pisa sin querer y en ese
momento siente como si dejase de haber corriente, nota una extraña ausencia de
aire y de sonido.
–Buen augurio –dice Mudji con ironía.
–Este lugar vuelve a tener señor –exclama Te–ush–pa
cambiando de tema.
El Assamita piensa en
lo sucedido mientras caza un perro callejero para alimentarse de su insípida
sangre.
Oded, Toreador |
El artesano no recordará
su crimen.
Poseído
La noche siguiente
Oded, se despierta sobresaltado. Le duele el cuerpo y tiene las manos ensangrentadas,
no recuerda porqué. Tiene las dagas rituales que se quedó de aquel Gangrel que
atemorizó la ciudad hace ya algún tiempo. Se llamaba Bughuul. Están
ensangrentadas y Oded no recuerda haberlas empuñado contra nadie.
Sale de su tienda a
al otro lado de la muralla de Jerusalén, en plenos campos de cultivo y se
encuentra con un cadáver desgarrado a cuchilladas. Está abierto en canal y se
encuentra en el centro de uno de las infértiles huertas.
Es evidente que lo ha
hecho él, pero no recuerda nada. Con tremendo pesar toca el cuerpo del suelo y
cerrando los ojos utiliza su Psicometría para ver la escena de su muerte.
Efectivamente se ve a
sí mismo, con los ojos en blanco empuñando las dagas y asesinando a traición al
inocente hombre que orinaba en la noche. Mientras lo mataba Oded recitaba una
única palabra en griego, no sabe lo que dice y esto le inquieta aun más. Cuando
despierta de su visión ve que el cuerpo tiene grabada a cuchillo en el pecho un
símbolo, parece una letra griega:
Oded inquieto hace un
examen de conciencia y no pierde humanidad, ya que no se siente responsable de
estos atroces actos. Aun así se siente fatal, ya que no desea la muerte de
nadie y menos de alguien tan cercano a su rebaño.
Uno de los diez más
cinco será el secuestrador de los adornos del templo.
Sentimiento
de culpa
Alexios se encuentra
en una taberna alimentándose sutilmente de su rebaño, un grupo de rudos
mercenarios, cuando se percata de que uno de ellos esta emborrachándose sólo
mientras el resto se divierten bebiendo juntos, su nombre es Lukhsu, de su
Caria natal.
Alexios utiliza su
Disciplina para percibir el pecado y sabe que está vendiendo inocentes por
dinero, todo empezó por dinero pero ahora está aterrorizado.
–Sí, estoy aceptando trabajos, digamos, “fuera de lo
común”, indignos, inmorales, como quieras llamarlos… incluso para un mercenario
sin escrúpulos como yo –confiesa Lukhsu
a Alexios.
– ¿Qué tipo de trabajos? –pregunta Alexios.
–Secuestro transeúntes nocturnos y los vendo por 50
monedas de plata cada uno, vivo o muerto. –dice Lukhsu entre trago y trago de
vino– De cualquier condición, algún niño ha caído también. Empecé a hacerlo
por dinero pero ahora lo hago por miedo. Si dejo de hacerlo sé que me ocurrirá
algo horrible
– ¿Para quién haces estos trabajos? –pregunta Alexios.
–Nunca le he visto, soy el único de estos zoquetes que
sabe leer y escribir, nos comunicamos por carta. Paga religiosamente y el
intercambio es cada vez en un callejón diferente. Cuerpos por dinero. Debe ser
egipcio, firma como:
b
Alexios bebe de él
para que descanse y después escupe con disimulo la sangre ingerida para no emborracharse
con ella. Agarra al hombre al hombro y se lo lleva ante sus compañeros, para
sacarle toda la información útil posible.
Amal Faruk, Ravnos |
Los animales salvajes
que duermen en el interior serán despertados sin razón.
Azuzando
las bestias
Esa noche las bestias
interiores de los vampiros de Jerusalén fueron alteradas sin razón aparente:
lujuria, placer, obsesión, esperanza, ira…
Esto es una
descripción de lo que le ocurrió a cada uno de nuestros protagonistas:
Amal, el Ravnos,
tiene una debilidad, las mujeres y esta noche comienza a sentir una lujuria
extrema sin control. Se encuentra en una pequeña orgía con tres mujeres a la
vez cuando comienza a percibir como la bestia quiere tomar el control. Si lo
hiciera ninguna saldría viva de una acción de desenfreno atroz sin límites. El
Ravnos es capaz de controlarse y con su fuerza de voluntad salir de la
situación que le causa tal emoción.
Oded, el Toreador,
fue torturador en otra vida y últimamente se está olvidando su placer por
causar dolor ajeno. Esa noche es poseído por la bestia y con sus dagas rituales
raja sin piedad hasta la muerte a un pobre agricultor que orinaba en la noche.
Ya conocemos lo que sucedió cuando despertó ensangrentado…
Alexios, el Assamita,
tras dejar atrás su oscuro pasado, tiene un sentido del deber muy pronunciado. En
ese momento se encuentra llevando a Lukhsu a cuestas, cuando de pronto una
obsesión extrema invade su ser y la bestia toma el control.
Lukhsu, mercenario tuerto |
Arroja al suelo al
inconsciente y enorme mercenario y lo despierta con sangre. Y ante el absorto y
ebrio hombre, puñetazo a puñetazo comienza a interrogarle a grito limpio en
plena calle. Uno de los puñetazos le revienta un ojo que salta por los aires
hecho pedazos. Mientras el hombre se tapa la cuenca del ojo gritando de puro
dolor, Alexios toma el control y le da sangre para que se cure la herida y no
se desangre. Lukhsu no sabe hacerlo y el Assamita le dice como pensar y dirigir
la Vitae recién ingerida para curar su herida.
Así lo hace y aunque
ha perdido el ojo, no muere desangrado a causa de la herida, que es lo que
hubiera ocurrido si Alexios no hubiera intervenido tras su posesión.
Meir, el Capadocio,
se encuentra en su refugio cuando le inunda una inesperada esperanza y fe por
su religión judía. Se levanta y comienza a caminar hacia uno de los Mezuzás
sagrados que tiene en su dominio para ahuyentar a vampiros inesperados. Se
acerca atemorizado, como poseído por la bestia que quiere salir de allí
corriendo. Meir camina hacia el pergamino bendito sabiendo que si lo toco
seguramente arda en llamas.
Poco antes de
tocarlo, justo cuando ya empezaba a escocerle la piel para y retrocede
controlando su instinto y reza en contenido del Mezuzá en alto:
Mezuzá |
“No habitará en mi casa el que actúa con soberbia. El que dice mentiras no durará en mi presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados para expulsar de la ciudad Señor a todos los malhechores.”
Mudji, el Assamita,
se encontraba alimentándose de un perro cuando de buenas a primeras comienza a
pensar en todas las veces que se han transgredido las leyes y no se ha hecho
nada para remediarlo. En ese instante una ira irracional posee su cuerpo y la
bestia toma el control. Destripa el perro con sus propias manos y esparce sus
pedazos por el callejón en el que se encuentra. Los gritos del Assamita
aterrorizan a los inocentes humanos que se despiertan en la noche pensando que
el Demonio viene por ellos. Iracundo se lía a puñetazos contra las paredes
rompiendo piedras y destrozando todo a su paso.
Cuando despierta de
su posesión queda un amargo poso de veneno que no se va, es el odio hacia los
transgresores que le hace apretar los dientes mientras regresa a su
refugio.
Encuentro
con el Espectro
Meir mueve hilos
entre sus sabios para que le consigan un discreto encuentro con el Espectro.
Una vez en un lugar seguro, Meir le explica la situación actual de Jerusalén,
cree que hay una sombra de mal que intenta corromper la ciudad y debe proteger
al Gobernador por encima de todo.
–Os ayudaré, protegeré con más ahínco al gobernador y los
suyos. –dice el Espectro– Prometí a Innominat seguir la vía de Haquim. Últimamente
me he separado de ella, no puedo negarlo pero quiero volver a ser un soldado
Assamita.
–Están desapareciendo inocentes. –dice Meir muy serio– se desatan miedos y violencia desmedida,
se están cumpliendo ciertas señales. Creo que tenemos una cábala Baali en la
ciudad.
–Yo también he notado a mi bestia alterada –confirma el
Espectro.
–Hay una profecía que habla de la profanación del Templo.
–dice
Meir– No deben profanarlo. Y tú debes
protegerlo
–Mi Senescal, lo haré, protegeré el Templo con mi no
vida. –confiesa
el Espectro– Me gustaría enmendar mis
errores pasados con esta acción.
– ¿Te has encargado tu de las familias de Elefantina? –pregunta Meir.
–No –responde el
Espectro.
Tras esta
conversación ambos vampiros se despiden y regresan a sus quehaceres.
Orión, Toreador |
Interés
Toreador
La noche siguiente
Meir, por medio de Donna recibe una carta de Orión, el Toreador que
recientemente se ha instalado en Jerusalén. La carta dice tal que así:
Meir, sacerdote y Senescal de
Jerusalén,
Me gustaría tener un encuentro con vos para departir
sobre un asunto de suma importancia para mi persona. Debo hacerle una petición
que lleva noches rondando mis pensamientos.
Orión de Esparta
–Mi señor Meir. Debo confesarle que el cainita que me ha
dado la carta para vos es alguien inquietante. Me miraba de forma impropia y da
miedo. No me fío de él –confiesa Donna inquieta con su melosa y dulce voz.
–Donna, debes encadenarte ahora mismo en las catacumbas
bajo el osario de mi dominio. Después dale la llave a Admiel. Confía en mi… ve,
hazlo
–ordena Meir muy serio.
La doncella ghoul del
Capadocio le hace caso y atemorizada desaparece entre la niebla del cementerio.
Meir teme por la vida
de su ghoul y la ha protegido de la primera forma que se le ha ocurrido.
Mientras tanto Amal
ha ido a buscar a Donna y Admiel le dice que no está.
Esta siguiente noche
el Regente Mudji congrega a sus vampiros de confianza para hablar sobre las Profecías.
Todos ponen sus
conocimientos en común y hablan del peliagudo asunto. Ha dejado de ser un papel
escrito hace siglos, poco a poco todo se va cumpliendo.
–Tengo claro que todo lo que está ocurriendo son actos
impíos de la cábala Baali. –asevera Mudji muy disgustado– Encontrémosles y cosámosles a espadazos.
– ¿Qué creéis que sucederá cuando se cumplan todos los
signos de la Profecía? –pregunta Amal preocupado.
Nadie le contesta y
hay un silencio demasiado incomodo. No tienen respuesta.
Teorizan sobre
posibles puntos en un mapa de Jerusalén, uniéndolos con sucesos acontecidos,
pero no llegan a ninguna conclusión.
Alexios sugiere que
los malvados van a corromper un Templo o construir uno propio. Hace tiempo el
Assamita convivió con los Baali, por eso sabe este conocimiento…
Meir pensativo expone
que cree que intentarán ridiculizar el nombre de Yahvé y sus sagrados
elementos, no sería la primera vez.
Amal les reproduce el
símbolo que encontró en callejón, el sacrificio del gato, Los más ilustrados de los presentes confirman
que es una L en idioma Escita.
Oded escuchó voces en
un idioma que no entendía. También había un símbolo hecho con cortes en el
pecho del humano que asesino. Meir le confirma que es una U en
griego.
Meir llega a la
conclusión de que las letras con las que están encontrándose por toda la ciudad
pueden formar un nombre, y efectivamente así es:
BELCEbu
Sabios en la taberna
Meir convoca con
urgencia a la hermandad secreta de la Torá Negra. Sería la primera vez que se
encuentren todos juntos y lo harán en la antigua taberna de Zikaron. Ahora en
reformas por su nuevo dueño.
Alexios ha dado de
nuevo sangre para beber Lukhsu, el mercenario de su rebaño, ahora tuerto, y le
convence para que, espada en mano, proteja el exterior de la taberna. Esta será
la forma de redimirse de sus pecados.
Los cainitas van a la
taberna y Amal, con una ilusión, crea una pared falsa para que todos se oculten
y nadie los vea, solo Meir se encuentra fuera de la ilusión.
Los diferentes sabios
van llegando a la taberna y el Maestro herbolario, tras saludarle le dice a
Meir que un anciano con un rico habito le reclama en el exterior de la taberna.
Meir se disculpa ante
los presentes que en silencio van entrando en la taberna iluminada con velas.
El artesano de las islas
pedirá a la doncella del amigo de la muerte.
Bella
Donna
Fuera Meir se
encuentra con Orión. Están en un callejón infecto y el Toreador parece
impaciente.
Orión propone a Meir
que le preste a su bella doncella. Quiere que trabaje para él. Asegura que será
bien remunerada y tratada como se merece alguien de su belleza.
Meir confiesa al
Toreador que está pensando en concederle el abrazo y que aun debe tomar ciertas
decisiones. Orión no quiere abrazarla, cree que su inocencia se perdería tras
su muerte, la prefiere humana.
El Capadocio ensalza
las virtudes de Donna, no solo tiene la imagen de un ángel, si no que es
inteligente, atenta y muy cordial.
Meir asegura que lo
hablará con ella, ya que todas las decisiones que la conciernen se las consulta
siempre y si lo desea y puede compaginarlo con sus deberes para con él, no cree
que haya problema.
Orión le agradece su
tiempo y ambos vástagos se despiden cordialmente asegurando hablar del asunto
más adelante.
Mientras van entrando
Meir, Oded y Amal miran sus auras por si alguno de ellos pudiera traer alguna
intención oculta. Todo parece normal y los sabios de la hermandad van pasando
uno a uno. Todos ellos son de absoluta confianza para Meir, ya que cuando
entran en la comunidad lo hacen sabiendo de la condición del Capadocio y
dejando ese detalle en un segundo plano por el bien del saber que recopilan en
la biblioteca de Admiel.
Los tres se fijan en
el aura del Kosher, el maestro teólogo, que viene con el brazo vendado y atado
al cuello con un pañuelo. Tiene las manos sucias de carboncillo y cera de vela.
Los colores de su aura se traducen en una lucha interna entre el bien y el mal.
Pero tienen claro que algo en su ser está siendo corrompido por el maligno.
Amal crea una ilusión
en el oído de Meir y le dice que ve en su aura una negrura que nunca ha visto
en ningún ser, puede que esté poseído por el Diablo, puede ser la oportunidad
de llegar a Belcebú.
Todos se sientan y
Meir toma la palabra poniéndose de pie.
–Hermanos de la Torá Negra. –dice Meir mientras
pasea orgulloso entre los presentes– Agradeceros
vuestra presencia en el primer encuentro desde su fundación hace ya 125 años.
Todos vosotros debéis vuestro puesto de hermano sabio a otro maestro anterior
que os transmitió la disciplina y el privilegio de formar parte de la Torá
Negra. Padres, abuelos, amigos, hermanos todos os han dado un testigo sagrado y
todos tenían algo en común, igual que vosotros: preservar todo el saber para el
bien.
–Estáis juntos por primera vez porque Jerusalén os
necesita. –Meir
eleva el tono, dándole más importancia a sus palabras, mientras todos le
escuchan atentamente– Como sabéis están
ocurriendo cosas extrañas, difíciles de entender. Algo importante sucede. Seres
malvados y crueles se encuentran entre nosotros. Fuerzas oscuras invisibles a
nuestros ojos están presentes en Jerusalén. Demonios…
–Yo si puedo percibirlas, porque sabéis que mi condición
es diferente a la vuestra. –asevera Meir para que quede claro– Así lo quiso Yahvé.
Y sin que nadie se lo
espere señala a Kosher. Todas las miradas se posan sobre él. Y Meir se le
acerca despacio ante su perpleja mirada.
–Los Demonios caminan entre nosotros. –Meir se encuentra ante Kosher, el maestro
teólogo, y le habla directamente a él. El humano está absolutamente
aterrorizado– Están esperando para
cometer los actos más atroces. Algunas veces el mal toma forma de un hermano
descarriado. Solo a veces los puros de corazón son corruptos por estos seres
demoniacos.
–Lo peor de todo es que ellos no son conscientes de ello –Meir apoya sus manos en sus hombros mientras el maestro suda
nervioso.
– ¿Dime hermano, como has acabado corrompido por el
Maligno? –pregunta
el Capadocio con expresión de odio hacia Kosher.
Ante la atónita
mirada de sus hermanos. Los ojos del acusado se vuelven rojos de repente y cae
al suelo con violentas convulsiones escupiendo espuma roja por la boca.
–Ja, ja, ja –la atronadora carcajada parece venir de
lo más profundo del infierno pero en realidad sale de la garganta de Kosher.
Los presentes están
paralizados de pánico y Meir toca la piel de su cara con sus manos frías y
cadavéricas. Empleando una de sus disciplinas vampíricas debilita al hombre de
tal forma que empieza a envejecer por segundos mientras grita en el suelo.
– ¡Rápido abandonad la estancia! –grita Meir a los atemorizados
hermanos. Por supuesto todos le hacen caso y salen raudos temiendo por su vida.
Meir se da cuenta de
la ausencia de viento y de aire respirable en la habitación, si no llega a
alertarles seguramente ahora estarían agonizando por la falta de oxigeno. Él
está aquí…
"Espantosa cuchilla de los Demonios", espada de Amal |
Kosher agoniza
mientras se le rompen todos los huesos y se asfixia por momentos por la falta
de aire puro en el lugar. Tras una agónica muerte, deja de moverse y… ¡explota!
Sus vísceras adornan
la habitación, la sangre roja da color a todo y los pedazos de huesos y
músculos resbalan por las paredes.
Se escucha la voz de
Meir, que en hebreo reza:
“No habitará en mi casa el que actúa con soberbia. El que dice mentiras
no durará en mi presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados para
expulsar de la ciudad Señor a todos los malhechores.”
El eco de sus sagradas palabras parece limpiar el aura
del lugar. Y el aire vuelve a correr dulce y fresco.
Y tras muerte, sangre y
fuego lo que queda del Gran Rey acabará con ÉL.
El
templo de Belcebú
Ya solos en la ensangrentada
taberna, los cainitas escuchan a lo lejos el balido de una cabra. El sonido,
amortiguado por la piedra proviene del suelo.
Descienden al sótano
y en él encuentran una trampilla de madera. La abren y de ella emana un infernal
aire caliente. Ven unas escaleras que descienden hacia la oscuridad. Meir
prende una antorcha para iluminar que lleva Alexios, ya que el fuego no le afecta.
Se disponen a bajar,
en fila encabezados por Meir que intensifica la poca luz que hay con su Auspex
para ver mejor. Según se adentran en la oscuridad el olor a podrido es más y
más intenso. Siguen el balido de la cabra que cada vez es más audible.
Atravesando el
alcantarillado de la ciudad llegan a un antiguo templo derruido y sepultado de
otra época. Restos de mazmorras,
catacumbas destruidas y un altar de piedra rodeado de cadáveres podridos por
todas partes. Los cuerpos están cubiertos de miles de moscas. Los muertos
parecen nauseabundos “adornos” del macabro templo.
Al fin ven la cabra.
Es macho de color negro, tiene unos grandes cuernos y está atado a una ruina de
columna partida. En el suelo hay un círculo pintado con carbón, como el que Kosher
tenía en sus dedos. En él hay una estrella de siete puntas y en cada una vela y
letra pintada con sangre, cada letra está en diferentes idiomas que juntas forman
un nombre:
BELCEbu
El macho cabrío cae
fulminado en el viejo suelo de piedra pulida y una columna de sangre lo
desintegra dejando solamente pulpa roja. El círculo de carbón comienza a lanzar
lenguas de fuego y se abre una puerta redonda al mismísimo infierno. Algo comienza
a emerger del agujero mientras los personajes se preparan para pelear.
Del agujero al
infierno sale un Demonio del tamaño de un ser humano pero horripilante a la
visión de los cainitas. Su piel es negra y correosa, tiene cuernos y enormes
pinchos que le salen de la espalda. En el interior de su pecho ilumina fuego infernal,
al igual que en sus ojos.
Ante el Demonio
La figura demoniaca
es Belcebú, el Señor de las moscas, Señor de la vivienda Celestial, el
Innombrable… el mismo con el que Amal pactó hace más de un siglo. Y el que
consiguió el alma del anciano Matusalén Nosferatu llamado Jacob.
El Demonio tentador
se alza en pie y mira al grupo de cainitas. Su majestuosa presencia es
aterradora y ninguno de los presentes puede hacer nada que no sea venerar al
Maligno. Infunda respeto, devoción y temor al mismo tiempo y los pensamientos
de los presentes se borran ante este Príncipe del Infierno. Nadie se atreve a
desagradar a Belcebú, ni siquiera con una palabra más alta que otra.
Paralizados de miedo todos tienen roto el corazón. Los poderosos tiemblan y los
fuertes de voluntad se estremecen.
Todos están
paralizados ante el Demonio y el silencio solamente se rompe por el eterno
zumbido de las miles de moscas del lugar.
–Bienvenidos a mi presencia. Soy Belcebú el Señor de las
moscas
–la atronadora voz del Demonio es
audible por todos los poros de cada uno de los cainitas presentes.
– ¿Que es lo que deseáis? –su voz suena como el siseo de
cientos de serpientes y daña los oídos de todo el que lo escucha.
Todos luchan
internamente contra sus impulsos de huir o de inclinarse y Amal no puede más y
la bestia le posee. Está aterrorizado, no quiere morir y huye corriendo en
dirección opuesta a Belcebú.
En ese momento un
fogonazo de luz blanca ciega a todos los presentes incluido al Demonio. Y entre
ellos y Belcebú aparece Muraguri, mentor de Amal. Eleva su báculo, ahora
iluminado y todos dejan de sentir la presencia majestuosa del Demonio. Amal
deja de tener miedo en el instante en el que su mentor le infunde coraje. El
Ravnos da media vuelta mirando a su odiado enemigo Belcebú. Mientras va invoca
su hoja mágica que aparece en su mano derecha.
–Termina lo que yo empecé –dice Muraguri a
Amal.
–Yo acabaré lo que tú empezaste Kiroun. –dice Meir mirando al
techo– Va por ti Jacob. –El Capadocio
recuerda su compañero corrompido por ese Demonio.
Todos los cainitas
gastan sangre para potenciar sus atributos físicos y se preparan para luchar
contra el ser infernal.
Alexios busca a
alguien escondido, quizás quien le invocó esté cerca, piensa el Assamita. A
simple vista no se ve a nadie.
Belcebú se mueve con
una celeridad inhumana y carga contra Muraguri que eleva su báculo
electrificando su cuerpo con energía de luz azul. El Demonio golpea su pecho
con una de sus zarpas y le arranca el corazón de un solo golpe al mago,
sacándolo por su espalda y después contemplándolo ensimismado, mientras aún se
mueve. Muraguri agoniza incrédulo y mira a Amal, su pupilo. Este es el momento
que habían estado esperando durante tanto tiempo. Él sabía que moriría, pero
Belcebú también debe regresar al infierno, si no todo el trabajo habrá sido en
vano.
–Por Innominat –masculla Mudji entre dientes. Con celeridad activada
con su sangre carga contra el Demonio sin pensárselo dos veces y golpea con su
filo de Damasco varias veces a Belcebú. Entre los tajos uno va directo al
cuello que es especialmente dañino. La sangre mana del engendro del infierno,
eso quiere decir que puede morir. El Demonio grita de dolor por el filo de la
espada de Mudji que corta su piel como si se tratase de papel.
Oded y Meir corren y rodean
al Demonio junto a Mudji pero no con tanta velocidad como el Assamita. Amal
corre hacia el Demonio y se encuentra a medio camino, pero con su arma luminosa
en la mano, invocada del poder llamado “Espantosa
cuchilla de los Demonios”.
Alexios intenta ver
con claridad al Demonio para atacarle a distancia, incluso apunta con sus manos
desnudas, pero al no ser éste especialmente grande y estar sus compañeros
rodeándolo, no lo hace por miedo a dañar a uno de los suyos y permanece alerta.
–Escucha Oh Judá, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno… –reza Meir
gritando mientras golpea con su báculo la cabeza de Belcebú. A penas le hace un
rasguño en la cara al Demonio y éste ríe cuando se rompe el bastón contra su
cabeza.
Mudji recibe una
serie de zarpazos de Belcebú que le hacen sangrar y aullar de dolor. Sus garras
negras penetran en su carne como un cuchillo caliente sobre la mantequilla. El
ultimo zarpazo de la serie silba ante su cara. Mudji ha visto la muerte de
cerca.
Amal lanza su espada
mágica y no es capaz de traspasar la dura piel del Demonio. Desapareciendo
después y apareciendo de nuevo en la mano de Amal, está lista para verter la
sangre del Maligno.
La siguiente escena ocurre
en celeridad, en apenas un segundo:
Oded golpea con sus
dagas ceremoniales y su celeridad a Belcebú, pero no es capaz de traspasar su
extremadamente dura piel y ninguno de sus tajos es capaz de hacerle sangrar.
Belcebú con rapidez
inhumana se agacha ante Mudji, su más dañino rival, y le atesta sendos garrazos
que le amputa ambas piernas dejándolo mal herido en el suelo a punto de morir.
Oded con celeridad
intenta acuchillar con fiereza al Demonio pero con tan mala suerte que se le
cae al suelo una de sus dagas.
Y es Mudji quien,
desde el suelo clava con gran dificultad su espada en el abdomen del Demonio.
La facilidad con la que el filo daña a Belcebú es palpable y el propio Demonio
no da crédito mirando la espada tallada con filigranas que ahora se iluminan
tenuemente.
El Demonio cae al
suelo y un tremendo huracán comienza a arrastrarlo hacia el portal abierto al
infierno. De él salen grandes brazos negros que lo agarran y lo arrastran al
infierno, de donde nunca debió salir. El Señor de las moscas ha sido expulsado
de la tierra. Y ante sus gritos el portal se cierra con un fogonazo de luz roja
que arroja a los presentes al suelo.
Todo queda en calma y
las moscas comienzan a morir y a caer al suelo. Miles de ellas agonizan tras la
marcha de su maléfico Señor.
Se escucha la voz de
Meir, que satisfecho y sonriente, báculo partido en mano, rompe el silencio
rezando una letanía:
–Bendito sea su nombre y de Gloria su reinado por siempre…
El suelo es un manto
de moscas muertas que cruje al andar y los cuerpos descompuestos adornan el
mancillado templo, antaño utilizado para adorar a alguna Deidad pagana.
Amal recoge con
cuidado el cuerpo de Muraguri, su báculo mágico ha desaparecido, y con su
sacrificio ha ayudado a romper la presencia que atenazaba a los personajes
dando la oportunidad de expulsar a Belcebú. Ese era su cometido, Amal lo sabía,
ya había tenido visiones sobre ello, visiones que no quería creer. Y ahora su
marcha le entristece…
Mudji se encuentra
tirado en el suelo, sin piernas y casi desangrado. Un rasguño más y hubiera
obtenido la odiada muerte definitiva. Pero ha sido el héroe de la velada,
expulsando al Demonio con su filo de Damasco, nunca le fue tal útil un arma tan
especial…
Meir se arrodilla y
reza por los caídos, cuerpos de inocentes que se descomponen por segundos.
Mientras Oded
Amal ha cumplido el
cometido de su no–vida. Su venganza está completa y satisfecho se agacha ante
Mudji y le agradece su valiente combate. Le ayuda a levantarse y carga con él
ya que no es capaz de caminar.
Oded se acerca al
círculo ritual donde se abrió el portal al infierno y tocando su interior ve a
un hombre encapuchado preparando el ritual, alguien que reconoce como Kosher,
el maestro teólogo. El mismo que estallo ante sus hermanos, arriba en la
taberna.
Meir recuerda que
Jacob, el Nosferatu además de ser engañado por Belcebú para vender su alma,
había formado parte de una conjura que acabó con el báculo sagrado de Jacob en
manos del Demonio. Ese báculo es una reliquia, o al menos eso contaba Jacob.
Según el Nosferatu es el mismo báculo con el que Moisés separó las aguas del
mar rojo.
El Capadocio tiene la
intuición de que debe estar aquí abajo. En el templo de Yahvé se guardan las
reliquias, así que deduce que el Innombrable habrá mancillado la reliquia
guardándola en este templo corrupto del Demonio.
Efectivamente, lo
encuentra, pero está roto y cubierto de carne putrefacta, entre cadáveres que
adornan el sacrílego altar. Es un palo partido en dos. Ha sido corrompido y ya
no tiene la gracia de una reliquia. Ya no es un objeto sagrado, si algún día lo
fue, pero Meir lo coge como si lo fuera, con cuidado. Lo limpia con mimo, lo
envuelve con cuidado en su túnica y se lo lleva como si de un tesoro se
tratase.
Los cainitas salen
del oscuro templo entre catacumbas olvidadas y regresan a sus refugios, unos
para lamer sus heridas, otros para descansar y quizás algunos para pensar que
hacer con su existencia a partir de este momento.
Meir regresa esa
misma noche con un par de toneles de brea y los esparce por el maldito templo
subterráneo. Lanza una antorcha encendida y prende todo los con fuego para purificar
el lugar.
Una humareda negra y
pestilente sale por las alcantarillas, el calor y el olor a carne quemada llega
a la antigua taberna de Zikaron. Ese es el fin del reinado del Señor de las
moscas en Jerusalén.
El adiós de un mentor
Amal entierra a
Muraguri a las afueras de Jerusalén, en lo alto de una cima en el monte Sion.
Mientras en silencio honra su memoria y recuerda sus enseñanzas, el Ravnos
tiene una visión de Oráculo.
Generalmente estas
visiones otorgan escenas del futuro, pero en esta ocasión enseñan la realidad
de otro mundo, la tierra de los muertos, donde Muraguri mora ahora.
Ambos se encuentran
uno frente al otro, en un lugar oscuro y lleno de bruma azulada. Huele a flores
y el calor en sus pieles recuerda a la sensación del sol de la mañana.
–Amal, no estés triste. Era mi destino. Igual que el tuyo
era llevar a ese lugar a Mudji para que expulsara a Belcebú con su reliquia… –explica enigmático el
mago.
–Voy a contarte un cuento –dice Muraguri con
voz profunda y ambos se sientan en la fría arena de un desierto negro que
aparece alrededor de ellos. En el cielo una luna roja ilumina la noche. Y la
paz se palpa en el lugar.
–Una vez un infame Sire del clan Assamita, llamado Aleatsh,
quiso comprar en Damasco un filo adecuado para su nuevo chiquillo. Algo no muy
caro, pero que su pupilo pudiera emplear para defenderle en el caso de que lo
necesitara.
–Deseaba un filo de Damasco, forjado por maestros
herreros, de los que dañaban de forma agravada a quien hería.
–El siniestro mercader, aseguro a Aleatsh que tenía lo
que buscaba y le llevó a un almacén secreto donde escondía sus más preciados
productos. Entre ellos un falx, una espada ancha, un arma que perteneció a nada
menos que a un guardia personal del Rey David. Una reliquia menor, pero una
reliquia al fin y al cabo.
–La consiguió de un caravanero, que la encontró en la
provincia vecina de Israel. En el norte casi en la frontera con Fenicia, en la
ciudad de Hazor, cerca del mar de Galilea. En unas viejas catacumbas bajo unas
antiguas ruinas estaba oculta en un altar.
–Yo era ese mercader de Damasco y sabía que iba a ser un
regalo para Mudji. El Sire nunca se creyó la historia del falx, pero era cierta.
Si la hubiera creído jamás se la habría regalado a su chiquillo. Por lo que
nunca le explicó a Mudji cuál era el origen de la hoja que portaba y porqué era
especial.
–No es una reliquia mayor, pero tras tantas conquistas y
destrucciones de Jerusalén, es posiblemente lo único que se conserve del Rey
David.
–El destino de Mudji el chiquillo Assamita era tener esa
espada para poder matar a Belcebú.
–Amal, ahora eres libre, has compensado tus crímenes y el
culpable de todo al fin ha tenido su merecido castigo. Yo continúo mi camino en
la tierra de los muertos. Tú continúa el tuyo en la tierra de la piel…
Adiós Amal, me ha gustado compartir destino contigo.
Tras estas palabras,
Muraguri se pierde en el horizonte de dunas negras y Amal despierta de su
visión de Oráculo.
El último signo ya
tiene una explicación…