Capítulo 31: El resurgir de Yehud VII, Los once signos (396-395 a.C.)


 El resurgir de Yehud
Séptima parte
 

Los once signos
 (396–395 a.C.)

  
Escudo Innominat, Príncipe de Jerusalén
Antes de partir
Antes de emprender un nuevo viaje, Innominat, el Príncipe Matusalén de Jerusalén, requiere la presencia de Mudji, su pupilo Assamita de la casta guerrera.

Mudji he de partir de nuevo. –dice Innominat a Mudji– La amenaza que se cierne sobre Jerusalén es de una gravedad extrema. He de conseguir información y aliados. De lo contrario estaremos en desventaja, asumo que él sabe más de nosotros que nosotros de él.

–Tus deseos son órdenes para mí, gran Señor. –responde Mudji complaciendo a su Príncipe– ¿De qué forma he de servirte?

–Ante la imposibilidad de contactar con Meir. prosigue Innominat– He decidido dejarte al cargo de la ciudad. Tendrás la oportunidad de hacer grandes cosas e intentar limpiar tu nombre con tus actos. Es tu ocasión para demostrar a todos tus detractores en el clan porque fuiste elegido pupilo de Innominat. Si apareciera Meir, dejo a tu elección devolverle el cargo o no, su actitud debería darte la respuesta, pero es tu decisión. Tendrás la máxima posición en la ciudad en mi ausencia. ¿Qué te parece?...

–Es una gran responsabilidad –dice Mudji– y un gran honor. Te serviré para mayor gloria de tu principado, haciendo tu voluntad como mejor sepa.

–Tienes fácil mejorar lo presente. –puntualiza Innominat– Espero mucho más de ti que de los otros dos incompetentes que se hicieron cargo la vez anterior. Confío en tu criterio Mudji. Haz uso de la posición que te doy y si has de ejecutar a alguien que se rebele contra tu voluntad, tienes mi permiso.

–Haré cumplir tu voluntad añade Mudji.

–Así lo espero. –dice Innominat antes de despedirse– Voy a Grecia por si necesitas saberlo, aunque no compartas esta información si no vas a sacar provecho de ella. Mi hermano Enki es el Dios de los ríos y las aguas subterráneas, vigila el subsuelo y los pozos de la ciudad. Buenas noches Mudji. Que Haquim te guarde.

–Que vuestro viaje sea fructífero, protegeré Jerusalén con mi vida. Que Haquim vuelva a juntar nuestros caminos concluye Mudji henchido de orgullo y responsabilidad.


Melkart, Mercader Fenicio
...perdida de corazón o de cabeza.
Melkart “el cojo”
Oded, el Toreador, siguiendo con su trayectoria para introducirse en el comercio de la zona, está sumamente interesado en encontrar un buen mercader para hacerlo ghoul.

Gracias a un rubí del tamaño de un puño que Amal le regala, por supuesto es una ilusión creada por la disciplina del Ravnos, el Toreador comienza una transacción con un mercader que le llevará a conocerlo mejor y a dar con el candidato perfecto para su interés.

Su nombre es Melkart, un experto mercader fenicio que es elegido por Oded para ser su ghoul. Es un gran comerciante y tiene todo lo que el Toreador necesita para adentrarse en el lucrativo mundo del comercio.

Todo transcurre con normalidad durante un año, la Vitae de Oded hace que Melkart sea un fiel sirviente del Toreador y pone todos sus recursos y habilidades a su merced.

Una noche, Melkart se queja a su señor Oded de una dolencia en un pie, el Toreador es un físico apto y le examina su dañada extremidad. Con tan mala suerte que un gran error por su parte, hace que lo confunda con otra dolencia y el pie de Melkart acaba engangrenandose.Oded se lo tiene que amputar para salvarle la vida. Desde entonces a Melkart es apodado “El cojo” y por suerte esto no ha afectado a sus dotes de mercader y comerciante.


Donna, Doncella de Meir
Desaparecerán sin dejar rastro para formar parte de su templo.
Mal de amores
Amal está inmerso en la búsqueda del Demonio que vino a buscar a Jerusalén. Aquel de varios nombres, el Señor de las moscas, el Señor de la vivienda Celestial, el Innombrable, Belcebú…

Al no encontrar rastro de él o de sus infames súbditos, decide ilustrarse leyendo conocimientos sobre demonología. Por Meir sabe que en la biblioteca de la Torá Negra hay manuscritos escritos por Kiroun, el Nazareno, antes de fallecer éste, que pueden arrojar luz a estos oscuros conocimientos que quizás lleven a Amal, de una vez por todas, a dar con Belcebú.    

Por medio de Donna, Amal accede a la biblioteca secreta de la Torá Negra y puede estudiar los valiosos escritos que el Nazareno dejó tras siglos de investigación sobre el tema.

Al mismo tiempo Amal pide por favor a Donna que le ayude a contactar con el hermano lingüista de la Torá Negra, para que le pueda enseñar el idioma Persa. El Ravnos se siente indefenso al no saber la lengua del Imperio en el que vive y que ahora domina gran parte del mundo conocido, siendo el mayor imperio hasta la fecha.

Estudiando los documentos Amal descubre que Donna está muy dolida, y su enfermedad es la llamada: mal de amores. Al parecer está enamorada de alguien y no es correspondida. Se encuentra tan triste que Amal teme que su inocente voluntad pueda llegar a romperse de tal forma que acabe por acabar con su frágil vida para no sufrir más. 

El Ravnos no puede permitir esto, siempre se ha sentido especialmente atraído por Donna y su inocencia, casi como si la mujer fuera un capricho inalcanzable, aunque una vez si llego a saborearlo…

Gracias al consuelo de Amal, Donna se encuentra mucho mejor y tiene un hombro en el que llorar sus penas. El Ravnos quiere saber quién es la persona que le ha roto el corazón, pero la mujer no es capaz de confesárselo por miedo a ponerle en peligro.

El Ravnos compagina sus estudios de demonología con visitas a Noé, su contacto en las calles, para medir “la temperatura” del barrio bajo. Descubre sorprendido que su contacto también está sufriendo mal de amores, ¡que extraña coincidencia!. Noé, es un viejo ya entrado en años, pero aún así se ha enamorado de una rica y joven noble que jamás le corresponderá, por ello ahoga sus penas en vino barato.

Al margen de esto, Noé le cuenta a Amal que está habiendo desapariciones de gente en la ciudad. Se esfuman sin dejar rastro y no aparecen sus cuerpos. Siempre son personas desfavorecidas a las que nadie echará de menos. El Ravnos investiga el asunto y tras las desapariciones hay un mercenario.


La Profecía
Amal se encuentra leyendo los escritos de Kiroun y entre ellos encuentra un texto redactado en arameo antiguo, que está firmado con una inicial en asirio. El hermano lingüista de la Torá Negra le ayuda a llegar a ésa concusión y a traducirlo, pero Amal se encarga de fragmentar la información para que éste no sepa el contenido de lo que traduce. El Ravnos deduce que se encuentra ante lo que parece ser una profecía:


(Escrito en Arameo antiguo)

...perdida de corazón o de cabeza.

Los animales salvajes que duermen en el interior serán despertados sin razón.

Uno de los diez más cinco será el secuestrador de los adornos del templo.

La noche domesticada atacará a su dueño.

Y tras muerte, sangre y fuego lo que queda del Gran Rey acabará con ÉL.

El artesano no recordará su crimen.

Los venidos de la isla huirán al ser marcados y exterminados.

El artesano de las islas pedirá a la doncella del amigo de la muerte.

Desaparecerán sin dejar rastro para formar parte de su templo.

La extensión del trono volverá a tener Señor.

El fantasma querrá ser bueno.

El gato de la mujer alegre será sacrificado.

E
(Firma de una inicial en asirio)


Jerusalén, 395 a.C.
Los venidos de la isla huirán al ser marcados y exterminados.
La expulsión de los egipcios
La primera medida de Mudji como Regente es la de encargarse de las familias que vinieron de la isla Elefantina, junto con Shaytana. Siendo ella Baali, adoradora de Satán, ahora esos hombres y mujeres están, cuanto menos, bajo sospecha.

El Regente hace llamar a Donna, la ghoul del desaparecido Meir, del que nada se sabe desde que abandonó el salón del trono tras la muerte de Kiroun, el Nazareno. Una vez la doncella se encuentra ante Mudji, este le explica que desea reunirse con el hermano teólogo de la Torá Negra, para dictarle el destino de estas familias. Donna le dice que el hermano teólogo se llama Kosher.

Ya en el salón del trono, Kosher, del círculo de influencia más cercano de Meir, escucha lo que el Regente tiene que decirle. Por supuesto sabe de la condición sobrenatural de Meir y sus compañeros, esto nunca ha sido un impedimento en su trabajo junto al Capadocio.

Mudji le ordena que utilice sus contactos como antiguo sacerdote judío y les haga llegar a éstos que las familias venidas de Egipto deben estar bajo estrecha vigilancia, ya que hay serias sospechas de que puedan estar adorando a un Dios Demoniaco, el blasfemo Baal.

Si encontraran a alguien adorando a este Demonio o a otro semejante la orden es de lapidación para el culpable y esclavitud para el resto de sus familiares, al fin y al cabo es una práctica judía aceptada por la sociedad persa.

Solo se debe adorar a Yahvé, única deidad en Jerusalén que debe estar sobre un atar.

–Debemos liberar Jerusalén de todo influjo demoniaco y corrupción satánica. Estas familias solo pueden quedarse en la ciudad si adoran únicamente a Yahvé. Nada de falsos Dioses que siembren dudas a la fe judía.  –el mensaje de Mudji es claro y directo.  

Kosher, el hermano teólogo, muy asustado, ejecuta la orden de Mudji sin dudarlo, pero el temor, la duda y el miedo comienzan a filtrarse por todo su ser, sembrando una semilla que más tarde florecerá.

Los sacerdotes vigilan a las familias y esa misma noche una de estas familias ha sido sacrificada sin piedad alguna, como si fueran animales. Murieron degollados, todos y cada uno de sus miembros.

La noche siguiente, Mudji y Kosher, van en persona a investigar el macabro suceso y lo primero que se encuentran es una letra en judío escrita con sangre marcando la puerta de la familia asesinada.

E

El espectáculo es sangriento y muy “profesional”, fueron asesinados mientras dormían, padre, madre y tres niños. Esto ha sido una ejecución, Mudji es un Assamita, sabe de asesinatos. Kosher se encuentra impactado por ver tanta sangre y muerte, algo dentro de él se remueve, creándole más miedo…

En ese mismo lugar, mientras investigaban los sucesos un fuerte dolor punzante molesta el hombro de Kosher. Mudji le ofrece de su Vitae para que cure sus dolores. Acepta, la bebe y entra en shock. Queda casi inconsciente con los ojos en blanco y el Regente tiene que ayudarle a salir del sangriento lugar. Mudji no tiene una explicación lógica par lo que ha ocurrido. Pero parece que el cuerpo de Kosher hubiera sido poseído por algo…

El Assamita deja al Kosher a buen recaudo, junto a dos guardias de la ciudad, y le pide que lo lleven ante Gaspar, su contacto el vigilante de la puerta de las basuras. Éste le ayuda a regresar a su casa, sano y salvo aunque aun temblando y muy impresionado por lo ocurrido.

Mudji agradece a Gaspar su ayuda, y Mudji le observa muy afectado por una infección pulmonar, apenas puede respirar y su tos parece grave. Mudji le intenta ayudar pero no parece tener ninguna enfermedad común. Todo esto es muy extraño y se escapa al entendimiento del Assamita.

Esa misma noche, mientras ocurre todo esto, en otro lugar de la ciudad ejecutan a otra familia de la isla Elefantina, de la misma forma que la anterior. Degollados mientras dormían y la misma letra escrita con su sangre en la puerta del hogar de la familia.

La noche siguiente, el mensaje ha quedado claro y el resto de familias venidas de la isla Elefantina recogen sus cosas y huyen de la ciudad mientras los ciudadanos de Jerusalén les insultan, escupen y apedrean, a los castigados por Yahvé por adorar a falsos Dioses.

Mudji, el Regente, no tiene muy claro quien ha estado tras estas acciones, pero al final ha conseguido lo que quería, que estas familias abandonasen Jerusalén. Era cuestión de tiempo que creasen problemas por sus creencias.


Meir, Senescal Capadocio
La encrucijada de Meir
Tras la muerte de Kiroun, al que llamaban el Nazareno, algo muere con Meir. Contemplar la redención de un Baali era un milagro que el Capadocio llevaba mucho tiempo sin ver. Contemplar con sus propios ojos desaparecer dicho milagro hizo que todo su mundo se tambalease. Apesadumbrado e impotente, marchó camino de su refugio con las cenizas de Kiroun.

A lo largo de la noche, Meir tuvo un conflicto. Una lucha interna entre su bestia destructiva y su mente racional, una guerra que aún no tenía un claro vencedor.

Con sus artes nigrománticas dejó sustento para sus dos ghoules. Después escribió una carta a su Sire Abraham pidiendo que por favor cuidara de ellos en caso de ser necesario.

Meir entierra las cenizas de Kiroun, su último pupilo, y lo hace junto a las de Benshajar, su sobrino, compañero de clan y co-fundador de la Torá Negra, difunto hace mucho tiempo ya.

Meir abandona Jerusalén, acompañado por el rastro de la muerte y lo hace como alma en pena, aventurándose en la inmensidad del desierto. Atrás quedan las luces de su ciudad, atrás quedan sus amistades, sus penas y su no vida.

Vaga sin rumbo, sin dirección, luchando internamente contra sí mismo, pues su fe en Yahvé se tambalea. ¿Por qué el señor permite la redención de un alma para luego arrebatarla? ¿Por qué llenarles de ilusión y de esperanza para luego hundir a sus creyentes en la tristeza más profunda? Hoy no tiene respuestas para esas incógnitas.

Meir se enfada con Dios, le maldice, pero a la vez cree que todo debe de ser por un motivo, por algún plan superior, pero esta vez, esa explicación no le basta.

En tal estado de desesperación y agonía, los pensamientos de Meir empiezan a divagar. Las voces, que normalmente podía mantener acalladas, son cada vez más numerosas y su tono es más alto. Entre todas ellas, una voz parece que destaca, una que le resulta extrañamente familiar sin saber porqué.

Así pasan los días, enterrándose bajo la arena antes del amanecer, durmiendo en el frío y la oscuridad de la tierra y deambulando por el desierto durante la noche. Alimentándose de alimañas y discutiendo, cual Malkavian, con su voz interior. Buscando cada noche la verdad, la respuesta y teniendo que tomar una decisión en esta encrucijada. O renuncia a las creencias de toda su vida y da la espalda a este Dios cruel y descarnado, o acepta con fe ciega que los acontecimientos ocurridos eran necesarios ya que él es un siervo más del Señor y una pieza más en el tablero de su juego.

Poco a poco, la parte racional, la parte más optimista y esperanzada de Meir se va imponiendo a su locura. Comienza a dejar de escuchar las voces, voces que se ha dado cuenta eran las del más allá, las de los infinitos muertos de estos interminables desiertos que van desapareciendo a la vez que las creencias de Meir se van restableciendo y reforzando.

Un día, al despertar, se da cuenta de que ya no escucha ninguna voz, solo hay silencio, silencio que se ve roto por una llamada. La llamada de la última voz que queda, la voz que aún no reconoce de quién puede ser pero que por alguna extraña razón le es tremendamente familiar.

Esta voz le guío hasta una pequeña colina rocosa en medio de la nada. El Capadocio se percató de que no podía quedar mucho para el amanecer y en este lugar sería imposible ocultarse del sol, supo que moriría en lo alto de la cima a la que subía.

–Que así sea pues –pensó Meir; y continuó caminando donde la voz le llamaba.

Ya en la cima, a escasos segundos antes de que saliera el sol, sin tiempo para refugiarse en ningún sitio, parece ser el lugar de donde procede la voz que le reclama. Meir se encuentra en lo alto, mirando al horizonte desde donde saldrá el sol, que a muchos da la vida, pero que en este caso será la causa definitiva de su muerte. Pero no tiene miedo, está en paz consigo mismo. Ha afrontado su destino y al final, pese a todos los malos momentos que ha vivido, su alma está en paz.

–Ahora lo entiendo, siempre ha sido su voluntad –susurra Meir mientras ve el espectáculo de la creación. Justo en el momento en que pronuncia esas palabras, los primeros rayos del sol acarician su piel. Su gran fortaleza le permite protegerse resistiendo el punzante y mortal dolor. En ese preciso instante el suelo de la colina a sus pies cede y cae al fondo de una cueva natural.

La sorpresa en su expresión es absoluta. Había decidido seguir a la voz con todas las consecuencias, es más, se había preparado para morir sin odio en su corazón, y en el instante en el que iba a ocurrir, por un golpe de suerte, se salvó.

–Aún no es el momento Meir, nos volveremos a ver... –estas son las últimas palabras que escucha de la voz misteriosa antes de caer en un sueño reparador después de haber burlado a la muerte.

A la noche siguiente, tras sopesar todo lo acontecido, decide que ya es hora de regresar a su dominio. Su fe ha sido puesta a prueba y Meir no ha sucumbido.

Este peregrinaje ha transformado al Capadocio. La conexión que tenía con los espíritus ha desaparecido, pero sus creencias y convicciones se han fortalecido. Es un siervo del Señor y de nuevo tiene claro cuál es su trabajo.

Todo lo que ocurrió con Kiroun fue un plan de Yahvé para mostrarle el verdadero camino, aunque por un momento dudó, logro sobreponerse a la prueba y salir fortalecido de ella.

Meir regresa a casa, pero ya no es el mismo que la abandonó hace más de un año. Mientras camina con paso firme recuerda uno de los Mezuzás, palabras sagradas y benditas utilizadas para guardar los hogares judíos.  

–No habitará en mi casa el que actúa con soberbia. –susurra Meir mientras sobrepasa la puerta de David entrando triunfante en Jerusalén– El que dice mentiras no durará en mi presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados para expulsar de la ciudad Señor a todos los malhechores.


Alexios, Assamita
La búsqueda de Alexios
Un viejo cabalista judío ha visitado a los hechiceros de Alamut y en ese viaje se encontró con Davar, mentor de Alexios. Le contó qué los Baali están resurgiendo en Yehud, provincia en la que su pupilo Alexios se encuentra.

Davar le preguntó cuál es la mejor forma de exterminarlos y el cabalista le respondió: «reliquias».

Davar es un guerrero y no se ve buscando tesoros, pero puede ser una interesante tarea para su pupilo Alexios. De esa forma, piensa Davar, ayudaremos mejor al gobierno de Innominat.

Durante casi dos años Alexios busca por toda la provincia de Yehud, el antiguo reino de Judá. Rastrea leyendas sobre reliquias, pero todas acaban siendo una farsa o se pierden en las arenas del tiempo.

Por fin Alexios encuentra un indicio que puede ser cierto. La reliquia es un arma que perteneció a uno de los primeros Reyes de Judá, un mercader le compró a un caravanero, por una fortuna, el mapa del lugar dónde puede estar. Se encuentra en la provincia vecina de Israel. Antiguo reino vecino. En el norte casi en la frontera con Fenicia, en la ciudad de Hazor, cerca del mar de Galilea.

Alexios busca en la zona y a las afueras unas viejas ruinas le conducen a unas catacumbas interminables, son de otra época y de otro reino. Con el viejo mapa en la mano, recorre corredores y cuevas durante meses. Hasta qué por fin encuentra algo...

Tras una pared desmoronada por el tiempo parece que hay un altar donde hace poco hubo algo sagrado, seguramente su poder haya menguado, ya que parte de la fe que posee una reliquia le viene dado por no moverse del lugar durante siglos, ser incorruptible. Pero este no es el caso.

Alexios se encuentra en el viejo mausoleo de un antiguo cementerio subterráneo, excavado en las cuevas del lugar. El altar no parece muy grande y en él reposó algún tipo de espada. Un cabrero de la zona asegura que en la cueva reposaba el falx, una espada ancha, perteneciente a uno de los guardias personales del Rey David. Se dice que fue forjada en Damasco y que las criaturas de la noche podían perecer a causa de sus cortes, mucho más dañinos que los de cualquier otro filo semejante.

Con esta valiosa información Alexios desanda sus pasos y prepara toda la información detallada para enviársela a Davar. Así lo hace y por orden suya Alexios regresa a Jerusalén tras dos años de búsqueda, ahora conseguir esa poderosa arma está en las manos de Davar, guerrero y mentor de Alexios.

Davar descubre que un asesino pagó una pequeña fortuna a un siniestro mercader de Damasco para que le vendiera la reliquia. La consiguió y se la llevó con él para regalársela a su aprendiz, su chiquillo, un asesino joven llamado Mudji…

  
El regreso de Meir
El Capadocio con paso firme y decidido ya ha vuelto a su hogar. Lleva la túnica ajada, las sandalias gastadas y se apoya en un báculo, no por necesidad, si no por solemnidad.

En este largo y solitario viaje, Meir ha aprendido a sobrevivir en el desierto. Alimentándose de alimañas y cobijándose del sol en cuevas e incluso enterrándose en la arena.

Pasa por la puerta de David, por la que pasó hace siglos David el Rey de los judíos que conquistó Jerusalén para darle un hogar a su pueblo.

Meir mira la ciudad y se siente lleno, percibe su aura sagrada … pero algo no va bien ¿puede estar la santidad de la ciudad quebrándose?

En este mismo instante el sacerdote cainita se da cuenta de que no hay absolutamente nada de viento. Intensifica todos sus sentidos con la Disciplina del Auspex y corrobora lo inexplicable, hay ausencia de viento y puede que de aire respirable. Cierra los ojos y recuerda una vieja superstición de sabiduría popular: “Se dice que un Demonio se presenta ante la ausencia de viento o la presencia de llamas de fuego”   

Meir pensativo observa como todo vuelve a la normalidad y aunque escaso vuelve el viento a acariciar su sensible y mortecina piel. Regresa a su dominio, el cementerio de los olvidados, donde suelen enterrar a los que nadie reclama, sean de la religión que sea.

Se encuentra con Donna que se alegra mucho de verle a pesar de tener un aspecto más desaliñado de lo normal. Sus ojeras son evidentes y su pesar es palpable en el ambiente. La ghoul bebe Vitae de su señor y aun sintiéndose mejor llora desconsoladamente ante Meir. La han roto el corazón y se quiere morir. Cuenta como Amal la ha ayudado a llevar este mal  momento, y sin su ayuda no sabe la locura que podría haber hecho.

Cuando Meir intenta saber quién es el que le ha hecho tanto daño, Donna esquiva la respuesta y no se lo dice. El aura de la muchacha es descarnada, y con sus colores el Capadocio puede saber que está muy enamorada, deprimida, amargada y triste.

Admiel,
Bibliotecario de Meir
Meir saluda a Admiel, el bibliotecario del Capadocio y éste se queja de un fuerte dolor punzante en el hombro derecho que le impide escribir con normalidad. Así que ha optado por leer hasta que se le pase. Meir le revisa la lesión y no lo ve nada claro, no parece tener ninguna explicación lógica para sus dolores. El Capadocio le sugiere aprender con la mano izquierda, quien sabe si lo pueda necesitar en el futuro. Admiel no había caído en la idea y se compromete a aprenderlo en la mayor brevedad posible. Meir también aprovecha para decirle que si necesita un ayudante puede tener uno sin problema y esta idea no le entusiasma al ghoul, no es un hombre muy social, más bien nada social y así le gustaría seguir.

Pone al día su ritual de sudario, por el cual mantiene ciertos cuerpos muertos embalsamados de tal forma que no se pudren nunca y puede alimentase de todos sus fluidos, sin desechar nada en absoluto.


Reencuentro y profecías
Tras poner sus asuntos en orden Meir regresa al salón del trono donde se encuentra a Amal y a Oded hablando sobre cierto escrito que dejó Kiroun antes de morir. Los tres vampiros se saludan y se alegran de verse tras casi un año.

Meir les cuenta la razón por la que tuvo que marcharse y lo que le ocurrió en este período de tiempo. Alega que necesitaba pensar en soledad. Acto seguido le agradece a Amal su ayuda hacia Donna. 

Salón del Trono, Jerusalén

Amal lee en alto a Meir la traducción del pergamino que ha encontrado en su biblioteca secreta. El Capadocio ve claros indicios de Profecía en el texto. Comentan las enigmáticas frases del texto mientras piensan la razón de Kiroun para escribirlas en textos demonológicos. 

Hablan de la ausencia de Innominat y de cuándo regresará el Príncipe y Oded recuerda a Amal que tanto Meir como él mismo son cainitas antiguos y que llevan mucho más tiempo en la ciudad que el Príncipe Assamita, para que le quede claro al “joven” Ravnos.

Mudji hace su aparición junto con su imponente ghoul, una enorme pantera negra que camina sigilosa mientras mira a los presentes de forma recelosa. El Assamita es ahora el Regente de Jerusalén y saluda a Meir, interesándose por su ausencia y explicándole lo sucedido durante este tranquilo año.

Alexios irrumpe en el salón. El Assamita lleva unos años ausente de Jerusalén y regresaba para ver en que podía ayudar al Príncipe Innominat. Todos le saludan y Oded no puede reprimir su duda y le pregunta si ha estado matando, ya que su clan es famoso por que sus miembros son los mejores asesinos de la Estirpe. Alexios sencillamente no le responde.

Comienzan a contarse las extrañas dolencias de sus allegados, que incluso siendo ghoules que son más fuertes y resistentes, lo están pasando mal. Algo está ocurriendo, parece algún tipo de maldición o enfermedad sobrenatural.

Amal aprovecha para poner en común su descubrimiento, mientras estudiaba demonología se encontró con un enigmático texto escrito por el difunto Kiroun, donde parece alertar de ciertas Profecías. Lo que no saben es que ocurrirá si se cumplen. Mudji dice que la de las familias de la isla se ha cumplido ya…

Mientras Amal habla Alexios emplea una de sus Disciplinas para descubrir cuál es su mayor pecado, su mayor  secreto inconfesable. Y descubre que en el pasado hizo un pacto con Belcebú cambiándole cien de sus años por la posibilidad de entrar en Arcadia, el fantástico mundo de las Hadas. Así lo hizo pero enterró en su sopor a Amal y a toda la Kumpañia que le acompañaba, familiares incluidos. Muriendo todos por su culpa y siendo expulsado del clan Ravnos por ello. Esto es algo que Amal no recuerda, porque tiene amnesia, pero que un compañero de clan, un viejo amigo, se lo contó, su nombre Yosef, actual aliado de Liezer el Setita, ahora en Egipto.

Meir confiesa a Amal que no le ha gustado que hurgara en su biblioteca como si fuera suya. Y el Ravnos afirma no creer en las posesiones.  

El siguiente asunto que tocan es el de las familias degolladas y Mudji cuenta lo que vio y dibuja el símbolo de sangre que marcaba la puerta de las familias ejecutadas.

Mudji piensa que ha podido ser Enki, el hermano y enemigo de Innominat. Y Meir sugiere que el gato persa ghoul de Zikaron, el que anteriormente perteneció a Cyra puede tener algo que ver. Amal cree que estas frases pueden ser una lista de intenciones de Enki, de actos atroces que va ha hacer antes de aparecer en persona.

El Regente, Mudji, sugiere vigilar al Templo y a Donna para que la profecía que los nombran no se cumpla, suponiendo que el Templo de Jerusalén sea el Templo nombrado y que Donna sea la doncella del amigo de la muerte y este ultimo sea Meir.

– ¿Y si las profecías auguran la caída del imperio persa? Por lo del Gran Rey… –Meir da una idea que hace recapacitar a todos los presentes.

Oded utiliza su poder de psicometría para percibir las emociones e imágenes impregnadas en el escrito de Kiroun. Lo que ve es inquietante:

“En la más profunda oscuridad hay unos ojos rojos que rompen la noche. Son los de un tenebroso monje que escribe a toda velocidad en una hoja. Parece estar poseído y fuera de sí”

También ha visto que la última letra no la escribió el mismo autor que redactó las profecías.

Algo está claro, las profecías se están cumpliendo –asegura Mudji con voz firme.

Se cumplen porque alguien hace que se cumplan. –responde Alexios– Se está formando una cábala de cainitas Baali en la ciudad –continua Alexios muy serio.

Si roban las reliquias del Templo, harían mucho daño a la fe de Jerusalén –dice Meir preocupado. 

Están desapareciendo personas por la ciudad, seguro que tiene que ver con estas prácticas demoniacas –asegura Amal con odio contenido.

Terminan de organizar sus acciones de la velada siguiente y todos se recogen a sus refugios y la noche llega a su fin.


Amal Faruk, aspecto mundano
El gato de la mujer alegre será sacrificado.
Sacrificio felino
El Ravnos yace esa noche con una prostituta en el hogar de esta. Una vez terminan la mujer busca a su gato sin éxito y lo llama en voz baja:

–Aish ¿Dónde estás Aish?

Amal le pregunta como es el felino y ella le responde que negro con ojos amarillos, un tanto siniestro y roza la provocación; el Ravnos piensa que ya es de mal agüero ver un gato negro, imagina tenerlo en casa pero le ayuda a buscarlo.

El Ravnos rastrea al gato y en el callejón aledaño encuentra unas extrañas huellas ensangrentadas, son de cabra y lo llevan a un improvisado altar donde han sacrificado cruelmente al un gato negro. En el suelo hay escrita con la sangre del animal un símbolo, una letra en algún idioma que Amal no comprende.
L
El Ravnos invoca con su poder su filo mágico y fulgurante. Esperándose lo peor y al no suceder nada decide acuchillar el símbolo de sangre del suelo y deshacerlo por completo, nos sin antes memorizarlo para preguntar por él a sus compañeros.

Desmorona el improvisado y nauseabundo altar ensangrentado y se encamina hacia el cementerio para compartir su enigmática experiencia con Meir.

Una vez en el cementerio de los olvidados, Amal se encuentra con Donna que llora tras una lapida lejana. Cuando ve a Amal se incorpora y se seca las lágrimas. El Ravnos no puede evitar lanzar sus encantos y besarla. La ghoul disfruta del beso con un ser de idílico fantasía como Amal pero no puede evitar sentirse fatal por hacerlo. Confiesa a Amal que está el hombre que le ha partido el corazón es Umaskal, el guardián de Innominat, que hace tiempo que no le ve por Jerusalén y no saber si volverá a verlo le produce una agonía eterna.

Amal pasa el resto de la noche consolando a Donna y la termina con tres mujerzuelas retozando entre las sabanas de una posada perdida.


Nayl, ghoul de Mudji
La noche domesticada atacará a su dueño.
La rebelión de Nayl
Esta noche Nayl, la pantera de Mudji estaba especialmente inquieta y rondaba la entrada al refugio de su señor, en el palacete del trono. Fue levantarse y salir por la puerta y abalanzarse al cuello de su dueño como si le fuera la vida en ello.

El mordisco hiere a Mudji pero éste con sangre fría lucha contra ella con la intención de no dañarla en exceso y de un golpe en un nervio vital del cuello consigue inmovilizarla. Inconsciente el gran animal, es atado por Mudji y encerrado en su refugio para que no dañe a nadie. Parece que hubiera enloquecido. El Assamita poco antes de irse se da cuenta de que en su lomo hay una letra escrita en sangre.

B

Mudji nunca aprendió a escribir pero memoriza la letra para preguntar su significado a sus compañeros cainitas.

Alexios, compañero de refugio de Mudji escucha la pelea y se acerca en sigilo muy alerta, llegando cuando Mudji ha encerrado a la bestia y se está curando las heridas con sangre. Sanan al momento pero le quedan unas cicatrices enormes del mordisco de Nayl.


Ephraim, Nosferatu
Información para el Nosferatu
Mudji decide ir a visitar a su contacto Ephraim el Nosferatu leproso y se encuentran en secreto en la taberna cerrada de Zikaron. Esta oscura y polvorienta, lleva tiempo cerrada y el bullicio de antaño se ha transformado en silencio sepulcral.

Ephraim, esta vez con su verdadero aspecto de Nosferatu, se encuentra sentado en la misma mesa en la que se encontraban cuando la taberna estaba abierta, pero ahora solo están ellos dos.

Mudji reproduce en el polvo de la mesa el símbolo que tenia pintado su pantera en el lomo. El Nosferatu le dice que es una letra B en fenicio.  

– ¿Sabes algo de es inquietante rumor de que hay una cábala Baali en la ciudad? –pregunta Mudji.

Cartel de la taberna de Zikaron
–No sé nada de ese asunto. –responde el Nosferatu muy asustado mientras suda sangre literalmente– Los últimos Baali de los que he sabido fueron dos que mató Innominat hace un tiempo, no sé si pertenecían a la cábala de la que hablas

–Belcebú está en la ciudad, algo raro está sucediendo en Jerusalén –alerta Mudji.

–Si ya ha empezado el principio del fin, todo lo que conoces será arrasado, mi Sire el Profeta Kothar lleva advirtiéndolo mucho tiempo… –dice Ephraim.

 – ¿No sabias nada de esto? –pregunta Mudji extrañado.

–Nada Mudji. Ya viví la caída de Jerusalén una vez y vi como el Templo de Salomón fue expoliado y destruido hasta sus cimientos junto con toda la ciudad. Babilonia redujo Jerusalén a un montón de escombros…  –el Nosferatu nostálgico y triste, llora sangre.

–Ya lo dice Kothar el Profeta, sufriréis la ira de Dios y todos los soberbios moriréis destruidos. Entonces los elegidos heredaremos la tierra…–divaga Ephraim entre lágrimas mientras desaparece dejando solo a Mudji. 


La extensión del trono volverá a tener Señor.
El tabernero
Farsi el jefe caravanero, al que llaman “El Persa”, contacto de Mudji y ha encontrado para
Farsi, jefe caravanero
Oded un tabernero. El Toreador le pidió un “heredero” para llevar la taberna de Zikaron.  Te–ush–pa es su nombre y es un cimerio que ha perdido su taberna en Jericó. Es un buen tabernero el problema que tuvo fue que se le quemó el negocio.

Por condición de Oded, Te–ush–pa se encuentra con Mudji, el Regente y éste le enseña la taberna. El cimerio muy ilusionado y agradecido comparte con el Toreador la idea de ponerle de nombre a la Taberna la primera letra de su país, Cimeria, y en su idioma, cimerio. Lo escribe en el suelo con un trozo de carbón que encuentra.

La taberna de C
C

Te-ush-pa, tabernero
Mudji siente algo que le inquieta cuándo ve la letra. Continua enseñándole el local a  Te–ush–pa, la pisa sin querer y en ese momento siente como si dejase de haber corriente, nota una extraña ausencia de aire y de sonido.

–Buen augurio –dice Mudji con ironía.

–Este lugar vuelve a tener señor –exclama Te–ush–pa cambiando de tema. 

El Assamita piensa en lo sucedido mientras caza un perro callejero para alimentarse de su insípida sangre.


Oded, Toreador
El artesano no recordará su crimen.
Poseído
La noche siguiente Oded, se despierta sobresaltado. Le duele el cuerpo y tiene las manos ensangrentadas, no recuerda porqué. Tiene las dagas rituales que se quedó de aquel Gangrel que atemorizó la ciudad hace ya algún tiempo. Se llamaba Bughuul. Están ensangrentadas y Oded no recuerda haberlas empuñado contra nadie.

Sale de su tienda a al otro lado de la muralla de Jerusalén, en plenos campos de cultivo y se encuentra con un cadáver desgarrado a cuchilladas. Está abierto en canal y se encuentra en el centro de uno de las infértiles huertas. 

Es evidente que lo ha hecho él, pero no recuerda nada. Con tremendo pesar toca el cuerpo del suelo y cerrando los ojos utiliza su Psicometría para ver la escena de su muerte. 

Efectivamente se ve a sí mismo, con los ojos en blanco empuñando las dagas y asesinando a traición al inocente hombre que orinaba en la noche. Mientras lo mataba Oded recitaba una única palabra en griego, no sabe lo que dice y esto le inquieta aun más. Cuando despierta de su visión ve que el cuerpo tiene grabada a cuchillo en el pecho un símbolo, parece una letra griega:
 u

Oded inquieto hace un examen de conciencia y no pierde humanidad, ya que no se siente responsable de estos atroces actos. Aun así se siente fatal, ya que no desea la muerte de nadie y menos de alguien tan cercano a su rebaño.


Uno de los diez más cinco será el secuestrador de los adornos del templo.
Sentimiento de culpa
Alexios se encuentra en una taberna alimentándose sutilmente de su rebaño, un grupo de rudos mercenarios, cuando se percata de que uno de ellos esta emborrachándose sólo mientras el resto se divierten bebiendo juntos, su nombre es Lukhsu, de su Caria natal.  

Alexios utiliza su Disciplina para percibir el pecado y sabe que está vendiendo inocentes por dinero, todo empezó por dinero pero ahora está aterrorizado.

–Sí, estoy aceptando trabajos, digamos, “fuera de lo común”, indignos, inmorales, como quieras llamarlos… incluso para un mercenario sin escrúpulos como yo –confiesa Lukhsu a Alexios.

– ¿Qué tipo de trabajos? –pregunta Alexios.

–Secuestro transeúntes nocturnos y los vendo por 50 monedas de plata cada uno, vivo o muerto. –dice Lukhsu entre trago y trago de vino De cualquier condición, algún niño ha caído también. Empecé a hacerlo por dinero pero ahora lo hago por miedo. Si dejo de hacerlo sé que me ocurrirá algo horrible

– ¿Para quién haces estos trabajos? –pregunta Alexios.

–Nunca le he visto, soy el único de estos zoquetes que sabe leer y escribir, nos comunicamos por carta. Paga religiosamente y el intercambio es cada vez en un callejón diferente. Cuerpos por dinero. Debe ser egipcio, firma como:

b
Alexios bebe de él para que descanse y después escupe con disimulo la sangre ingerida para no emborracharse con ella. Agarra al hombre al hombro y se lo lleva ante sus compañeros, para sacarle toda la información útil posible.


Amal Faruk, Ravnos
Los animales salvajes que duermen en el interior serán despertados sin razón.
Azuzando las bestias
Esa noche las bestias interiores de los vampiros de Jerusalén fueron alteradas sin razón aparente: lujuria, placer, obsesión, esperanza, ira…

Esto es una descripción de lo que le ocurrió a cada uno de nuestros protagonistas: 

Amal, el Ravnos, tiene una debilidad, las mujeres y esta noche comienza a sentir una lujuria extrema sin control. Se encuentra en una pequeña orgía con tres mujeres a la vez cuando comienza a percibir como la bestia quiere tomar el control. Si lo hiciera ninguna saldría viva de una acción de desenfreno atroz sin límites. El Ravnos es capaz de controlarse y con su fuerza de voluntad salir de la situación que le causa tal emoción.  

Oded, el Toreador, fue torturador en otra vida y últimamente se está olvidando su placer por causar dolor ajeno. Esa noche es poseído por la bestia y con sus dagas rituales raja sin piedad hasta la muerte a un pobre agricultor que orinaba en la noche. Ya conocemos lo que sucedió cuando despertó ensangrentado…

Alexios, el Assamita, tras dejar atrás su oscuro pasado, tiene un sentido del deber muy pronunciado. En ese momento se encuentra llevando a Lukhsu a cuestas, cuando de pronto una obsesión extrema invade su ser y la bestia toma el control.

Lukhsu, mercenario tuerto
Arroja al suelo al inconsciente y enorme mercenario y lo despierta con sangre. Y ante el absorto y ebrio hombre, puñetazo a puñetazo comienza a interrogarle a grito limpio en plena calle. Uno de los puñetazos le revienta un ojo que salta por los aires hecho pedazos. Mientras el hombre se tapa la cuenca del ojo gritando de puro dolor, Alexios toma el control y le da sangre para que se cure la herida y no se desangre. Lukhsu no sabe hacerlo y el Assamita le dice como pensar y dirigir la Vitae recién ingerida para curar su herida.

Así lo hace y aunque ha perdido el ojo, no muere desangrado a causa de la herida, que es lo que hubiera ocurrido si Alexios no hubiera intervenido tras su posesión.   

Meir, el Capadocio, se encuentra en su refugio cuando le inunda una inesperada esperanza y fe por su religión judía. Se levanta y comienza a caminar hacia uno de los Mezuzás sagrados que tiene en su dominio para ahuyentar a vampiros inesperados. Se acerca atemorizado, como poseído por la bestia que quiere salir de allí corriendo. Meir camina hacia el pergamino bendito sabiendo que si lo toco seguramente arda en llamas.

Poco antes de tocarlo, justo cuando ya empezaba a escocerle la piel para y retrocede controlando su instinto y reza en contenido del Mezuzá en alto:


Mezuzá

“No habitará en mi casa el que actúa con soberbia. El que dice mentiras no durará en mi presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados para expulsar de la ciudad Señor a todos los malhechores.”



Mudji, el Assamita, se encontraba alimentándose de un perro cuando de buenas a primeras comienza a pensar en todas las veces que se han transgredido las leyes y no se ha hecho nada para remediarlo. En ese instante una ira irracional posee su cuerpo y la bestia toma el control. Destripa el perro con sus propias manos y esparce sus pedazos por el callejón en el que se encuentra. Los gritos del Assamita aterrorizan a los inocentes humanos que se despiertan en la noche pensando que el Demonio viene por ellos. Iracundo se lía a puñetazos contra las paredes rompiendo piedras y destrozando todo a su paso.

Cuando despierta de su posesión queda un amargo poso de veneno que no se va, es el odio hacia los transgresores que le hace apretar los dientes mientras regresa a su refugio. 

El Espectro, Assamita
El fantasma querrá ser bueno.
Encuentro con el Espectro
Meir mueve hilos entre sus sabios para que le consigan un discreto encuentro con el Espectro. Una vez en un lugar seguro, Meir le explica la situación actual de Jerusalén, cree que hay una sombra de mal que intenta corromper la ciudad y debe proteger al Gobernador por encima de todo.

–Os ayudaré, protegeré con más ahínco al gobernador y los suyos. –dice el Espectro– Prometí a Innominat seguir la vía de Haquim. Últimamente me he separado de ella, no puedo negarlo pero quiero volver a ser un soldado Assamita.

–Están desapareciendo inocentes. –dice Meir muy serio– se desatan miedos y violencia desmedida, se están cumpliendo ciertas señales. Creo que tenemos una cábala Baali en la ciudad.

–Yo también he notado a mi bestia alterada –confirma el Espectro.

–Hay una profecía que habla de la profanación del Templo. –dice Meir– No deben profanarlo. Y tú debes protegerlo

–Mi Senescal, lo haré, protegeré el Templo con mi no vida. –confiesa el Espectro– Me gustaría enmendar mis errores pasados con esta acción.

– ¿Te has encargado tu de las familias de Elefantina? –pregunta Meir.

 –No –responde el Espectro.

Tras esta conversación ambos vampiros se despiden y regresan a sus quehaceres.


Orión, Toreador
Interés Toreador
La noche siguiente Meir, por medio de Donna recibe una carta de Orión, el Toreador que recientemente se ha instalado en Jerusalén. La carta dice tal que así:

Meir, sacerdote y Senescal de Jerusalén,
Me gustaría  tener un encuentro con vos para departir sobre un asunto de suma importancia para mi persona. Debo hacerle una petición que lleva noches rondando mis pensamientos.

Orión de Esparta


–Mi señor Meir. Debo confesarle que el cainita que me ha dado la carta para vos es alguien inquietante. Me miraba de forma impropia y da miedo. No me fío de él –confiesa Donna inquieta con su melosa y dulce voz.

–Donna, debes encadenarte ahora mismo en las catacumbas bajo el osario de mi dominio. Después dale la llave a Admiel. Confía en mi… ve, hazlo –ordena Meir muy serio.

La doncella ghoul del Capadocio le hace caso y atemorizada desaparece entre la niebla del cementerio.

Meir teme por la vida de su ghoul y la ha protegido de la primera forma que se le ha ocurrido.

Mientras tanto Amal ha ido a buscar a Donna y Admiel le dice que no está.


Mudji, Regente Assamita
El nombre
Esta siguiente noche el Regente Mudji congrega a sus vampiros de confianza para hablar sobre las Profecías.

Todos ponen sus conocimientos en común y hablan del peliagudo asunto. Ha dejado de ser un papel escrito hace siglos, poco a poco todo se va cumpliendo.

–Tengo claro que todo lo que está ocurriendo son actos impíos de la cábala Baali. –asevera Mudji muy disgustado– Encontrémosles y cosámosles a espadazos.

– ¿Qué creéis que sucederá cuando se cumplan todos los signos de la Profecía? –pregunta Amal preocupado.

Nadie le contesta y hay un silencio demasiado incomodo. No tienen respuesta.

Teorizan sobre posibles puntos en un mapa de Jerusalén, uniéndolos con sucesos acontecidos, pero no llegan a ninguna conclusión.

Alexios sugiere que los malvados van a corromper un Templo o construir uno propio. Hace tiempo el Assamita convivió con los Baali, por eso sabe este conocimiento…

Meir pensativo expone que cree que intentarán ridiculizar el nombre de Yahvé y sus sagrados elementos, no sería la primera vez.

Amal les reproduce el símbolo que encontró en callejón, el sacrificio del gato,  Los más ilustrados de los presentes confirman que es una L en idioma Escita.

Oded escuchó voces en un idioma que no entendía. También había un símbolo hecho con cortes en el pecho del humano que asesino. Meir le confirma que  es una U en griego. 

Meir llega a la conclusión de que las letras con las que están encontrándose por toda la ciudad pueden formar un nombre, y efectivamente así es:

BELCEbu
Belcebú, El Señor de la vivienda Celestial


Sabios en la taberna
Meir convoca con urgencia a la hermandad secreta de la Torá Negra. Sería la primera vez que se encuentren todos juntos y lo harán en la antigua taberna de Zikaron. Ahora en reformas por su nuevo dueño.

Alexios ha dado de nuevo sangre para beber Lukhsu, el mercenario de su rebaño, ahora tuerto, y le convence para que, espada en mano, proteja el exterior de la taberna. Esta será la forma de redimirse de sus pecados.  

Los cainitas van a la taberna y Amal, con una ilusión, crea una pared falsa para que todos se oculten y nadie los vea, solo Meir se encuentra fuera de la ilusión.

Los diferentes sabios van llegando a la taberna y el Maestro herbolario, tras saludarle le dice a Meir que un anciano con un rico habito le reclama en el exterior de la taberna.

Meir se disculpa ante los presentes que en silencio van entrando en la taberna iluminada con velas.


El artesano de las islas pedirá a la doncella del amigo de la muerte.
Bella Donna
Fuera Meir se encuentra con Orión. Están en un callejón infecto y el Toreador parece impaciente.

Orión propone a Meir que le preste a su bella doncella. Quiere que trabaje para él. Asegura que será bien remunerada y tratada como se merece alguien de su belleza.

Meir confiesa al Toreador que está pensando en concederle el abrazo y que aun debe tomar ciertas decisiones. Orión no quiere abrazarla, cree que su inocencia se perdería tras su muerte, la prefiere humana.

El Capadocio ensalza las virtudes de Donna, no solo tiene la imagen de un ángel, si no que es inteligente, atenta y muy cordial.

Meir asegura que lo hablará con ella, ya que todas las decisiones que la conciernen se las consulta siempre y si lo desea y puede compaginarlo con sus deberes para con él, no cree que haya problema.

Orión le agradece su tiempo y ambos vástagos se despiden cordialmente asegurando hablar del asunto más adelante.


Kosher, maestro teólogo
Un traidor entre nosotros
Mientras van entrando Meir, Oded y Amal miran sus auras por si alguno de ellos pudiera traer alguna intención oculta. Todo parece normal y los sabios de la hermandad van pasando uno a uno. Todos ellos son de absoluta confianza para Meir, ya que cuando entran en la comunidad lo hacen sabiendo de la condición del Capadocio y dejando ese detalle en un segundo plano por el bien del saber que recopilan en la biblioteca de Admiel.

Los tres se fijan en el aura del Kosher, el maestro teólogo, que viene con el brazo vendado y atado al cuello con un pañuelo. Tiene las manos sucias de carboncillo y cera de vela. Los colores de su aura se traducen en una lucha interna entre el bien y el mal. Pero tienen claro que algo en su ser está siendo corrompido por el maligno.

Amal crea una ilusión en el oído de Meir y le dice que ve en su aura una negrura que nunca ha visto en ningún ser, puede que esté poseído por el Diablo, puede ser la oportunidad de llegar a Belcebú.      

Todos se sientan y Meir toma la palabra poniéndose de pie.

–Hermanos de la Torá Negra. –dice Meir mientras pasea orgulloso entre los presentes– Agradeceros vuestra presencia en el primer encuentro desde su fundación hace ya 125 años. Todos vosotros debéis vuestro puesto de hermano sabio a otro maestro anterior que os transmitió la disciplina y el privilegio de formar parte de la Torá Negra. Padres, abuelos, amigos, hermanos todos os han dado un testigo sagrado y todos tenían algo en común, igual que vosotros: preservar todo el saber para el bien.

–Estáis juntos por primera vez porque Jerusalén os necesita. –Meir eleva el tono, dándole más importancia a sus palabras, mientras todos le escuchan atentamente– Como sabéis están ocurriendo cosas extrañas, difíciles de entender. Algo importante sucede. Seres malvados y crueles se encuentran entre nosotros. Fuerzas oscuras invisibles a nuestros ojos están presentes en Jerusalén. Demonios…

–Yo si puedo percibirlas, porque sabéis que mi condición es diferente a la vuestra. –asevera Meir para que quede claro– Así lo quiso Yahvé.

Y sin que nadie se lo espere señala a Kosher. Todas las miradas se posan sobre él. Y Meir se le acerca despacio ante su perpleja mirada.

–Los Demonios caminan entre nosotros. –Meir se encuentra ante Kosher, el maestro teólogo, y le habla directamente a él. El humano está absolutamente aterrorizado– Están esperando para cometer los actos más atroces. Algunas veces el mal toma forma de un hermano descarriado. Solo a veces los puros de corazón son corruptos por estos seres demoniacos.

–Lo peor de todo es que ellos no son conscientes de ello Meir apoya sus manos en sus hombros mientras el maestro suda nervioso.

– ¿Dime hermano, como has acabado corrompido por el Maligno? –pregunta el Capadocio con expresión de odio hacia Kosher. 

Ante la atónita mirada de sus hermanos. Los ojos del acusado se vuelven rojos de repente y cae al suelo con violentas convulsiones escupiendo espuma roja por la boca.

–Ja, ja, ja la atronadora carcajada parece venir de lo más profundo del infierno pero en realidad sale de la garganta de Kosher.

Los presentes están paralizados de pánico y Meir toca la piel de su cara con sus manos frías y cadavéricas. Empleando una de sus disciplinas vampíricas debilita al hombre de tal forma que empieza a envejecer por segundos mientras grita en el suelo.

– ¡Rápido abandonad la estancia! –grita Meir a los atemorizados hermanos. Por supuesto todos le hacen caso y salen raudos temiendo por su vida.

Meir se da cuenta de la ausencia de viento y de aire respirable en la habitación, si no llega a alertarles seguramente ahora estarían agonizando por la falta de oxigeno. Él está aquí…

"Espantosa cuchilla de los Demonios",
espada de Amal
Amal al otro lado de la “ilusión”, invoca su espada fulgurante y los demás vampiros se preparan para lo peor desenfundando sus armas.

Kosher agoniza mientras se le rompen todos los huesos y se asfixia por momentos por la falta de aire puro en el lugar. Tras una agónica muerte, deja de moverse y…  ¡explota!

Sus vísceras adornan la habitación, la sangre roja da color a todo y los pedazos de huesos y músculos resbalan por las paredes.


Se escucha la voz de Meir, que en hebreo reza:

No habitará en mi casa el que actúa con soberbia. El que dice mentiras no durará en mi presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados para expulsar de la ciudad Señor a todos los malhechores.”

El eco de sus sagradas palabras parece limpiar el aura del lugar. Y el aire vuelve a correr dulce y fresco.


Y tras muerte, sangre y fuego lo que queda del Gran Rey acabará con ÉL.
El templo de Belcebú
Ya solos en la ensangrentada taberna, los cainitas escuchan a lo lejos el balido de una cabra. El sonido, amortiguado por la piedra proviene del suelo.

Descienden al sótano y en él encuentran una trampilla de madera. La abren y de ella emana un infernal aire caliente. Ven unas escaleras que descienden hacia la oscuridad. Meir prende una antorcha para iluminar que lleva Alexios, ya que el fuego no le afecta.

Se disponen a bajar, en fila encabezados por Meir que intensifica la poca luz que hay con su Auspex para ver mejor. Según se adentran en la oscuridad el olor a podrido es más y más intenso. Siguen el balido de la cabra que cada vez es más audible.

Atravesando el alcantarillado de la ciudad llegan a un antiguo templo derruido y sepultado de otra época.  Restos de mazmorras, catacumbas destruidas y un altar de piedra rodeado de cadáveres podridos por todas partes. Los cuerpos están cubiertos de miles de moscas. Los muertos parecen nauseabundos “adornos” del macabro templo.

Al fin ven la cabra. Es macho de color negro, tiene unos grandes cuernos y está atado a una ruina de columna partida. En el suelo hay un círculo pintado con carbón, como el que Kosher tenía en sus dedos. En él hay una estrella de siete puntas y en cada una vela y letra pintada con sangre, cada letra está en diferentes idiomas que juntas forman un nombre:

BELCEbu
Macho cabrio

El macho cabrío cae fulminado en el viejo suelo de piedra pulida y una columna de sangre lo desintegra dejando solamente pulpa roja. El círculo de carbón comienza a lanzar lenguas de fuego y se abre una puerta redonda al mismísimo infierno. Algo comienza a emerger del agujero mientras los personajes se preparan para pelear.

Del agujero al infierno sale un Demonio del tamaño de un ser humano pero horripilante a la visión de los cainitas. Su piel es negra y correosa, tiene cuernos y enormes pinchos que le salen de la espalda. En el interior de su pecho ilumina fuego infernal, al igual que en sus ojos.


Ante el Demonio
La figura demoniaca es Belcebú, el Señor de las moscas, Señor de la vivienda Celestial, el Innombrable… el mismo con el que Amal pactó hace más de un siglo. Y el que consiguió el alma del anciano Matusalén Nosferatu llamado Jacob.

El Demonio tentador se alza en pie y mira al grupo de cainitas. Su majestuosa presencia es aterradora y ninguno de los presentes puede hacer nada que no sea venerar al Maligno. Infunda respeto, devoción y temor al mismo tiempo y los pensamientos de los presentes se borran ante este Príncipe del Infierno. Nadie se atreve a desagradar a Belcebú, ni siquiera con una palabra más alta que otra. Paralizados de miedo todos tienen roto el corazón. Los poderosos tiemblan y los fuertes de voluntad se estremecen.

Todos están paralizados ante el Demonio y el silencio solamente se rompe por el eterno zumbido de las miles de moscas del lugar.

–Bienvenidos a mi presencia. Soy Belcebú el Señor de las moscas la atronadora voz del Demonio es audible por todos los poros de cada uno de los cainitas presentes.

– ¿Que es lo que deseáis? –su voz suena como el siseo de cientos de serpientes y daña los oídos de todo el que lo escucha.

Todos luchan internamente contra sus impulsos de huir o de inclinarse y Amal no puede más y la bestia le posee. Está aterrorizado, no quiere morir y huye corriendo en dirección opuesta a Belcebú.

En ese momento un fogonazo de luz blanca ciega a todos los presentes incluido al Demonio. Y entre ellos y Belcebú aparece Muraguri, mentor de Amal. Eleva su báculo, ahora iluminado y todos dejan de sentir la presencia majestuosa del Demonio. Amal deja de tener miedo en el instante en el que su mentor le infunde coraje. El Ravnos da media vuelta mirando a su odiado enemigo Belcebú. Mientras va invoca su hoja mágica que aparece en su mano derecha.

Muraguri, Vidente Eterno, 
mentor de Amal

–Termina lo que yo empecé –dice Muraguri a Amal.

–Yo acabaré lo que tú empezaste Kiroun. –dice Meir mirando al techo– Va por ti Jacob. –El Capadocio recuerda su compañero corrompido por ese Demonio.

Todos los cainitas gastan sangre para potenciar sus atributos físicos y se preparan para luchar contra el ser infernal.

Alexios busca a alguien escondido, quizás quien le invocó esté cerca, piensa el Assamita. A simple vista no se ve a nadie.

Belcebú se mueve con una celeridad inhumana y carga contra Muraguri que eleva su báculo electrificando su cuerpo con energía de luz azul. El Demonio golpea su pecho con una de sus zarpas y le arranca el corazón de un solo golpe al mago, sacándolo por su espalda y después contemplándolo ensimismado, mientras aún se mueve. Muraguri agoniza incrédulo y mira a Amal, su pupilo. Este es el momento que habían estado esperando durante tanto tiempo. Él sabía que moriría, pero Belcebú también debe regresar al infierno, si no todo el trabajo habrá sido en vano.

Por Innominat –masculla Mudji entre dientes. Con celeridad activada con su sangre carga contra el Demonio sin pensárselo dos veces y golpea con su filo de Damasco varias veces a Belcebú. Entre los tajos uno va directo al cuello que es especialmente dañino. La sangre mana del engendro del infierno, eso quiere decir que puede morir. El Demonio grita de dolor por el filo de la espada de Mudji que corta su piel como si se tratase de papel.

Belcebú, el Señor de las moscas

Oded y Meir corren y rodean al Demonio junto a Mudji pero no con tanta velocidad como el Assamita. Amal corre hacia el Demonio y se encuentra a medio camino, pero con su arma luminosa en la mano, invocada del poder llamado “Espantosa cuchilla de los Demonios”.

Alexios intenta ver con claridad al Demonio para atacarle a distancia, incluso apunta con sus manos desnudas, pero al no ser éste especialmente grande y estar sus compañeros rodeándolo, no lo hace por miedo a dañar a uno de los suyos y permanece alerta.

Escucha Oh Judá, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno… –reza Meir gritando mientras golpea con su báculo la cabeza de Belcebú. A penas le hace un rasguño en la cara al Demonio y éste ríe cuando se rompe el bastón contra su cabeza.

Mudji recibe una serie de zarpazos de Belcebú que le hacen sangrar y aullar de dolor. Sus garras negras penetran en su carne como un cuchillo caliente sobre la mantequilla. El ultimo zarpazo de la serie silba ante su cara. Mudji ha visto la muerte de cerca.

Amal lanza su espada mágica y no es capaz de traspasar la dura piel del Demonio. Desapareciendo después y apareciendo de nuevo en la mano de Amal, está lista para verter la sangre del Maligno.

La siguiente escena ocurre en celeridad, en apenas un segundo:

Oded golpea con sus dagas ceremoniales y su celeridad a Belcebú, pero no es capaz de traspasar su extremadamente dura piel y ninguno de sus tajos es capaz de hacerle sangrar.

Belcebú con rapidez inhumana se agacha ante Mudji, su más dañino rival, y le atesta sendos garrazos que le amputa ambas piernas dejándolo mal herido en el suelo a punto de morir.

Oded con celeridad intenta acuchillar con fiereza al Demonio pero con tan mala suerte que se le cae al suelo una de sus dagas.

Y es Mudji quien, desde el suelo clava con gran dificultad su espada en el abdomen del Demonio. La facilidad con la que el filo daña a Belcebú es palpable y el propio Demonio no da crédito mirando la espada tallada con filigranas que ahora se iluminan tenuemente.

El Demonio cae al suelo y un tremendo huracán comienza a arrastrarlo hacia el portal abierto al infierno. De él salen grandes brazos negros que lo agarran y lo arrastran al infierno, de donde nunca debió salir. El Señor de las moscas ha sido expulsado de la tierra. Y ante sus gritos el portal se cierra con un fogonazo de luz roja que arroja a los presentes al suelo.

Todo queda en calma y las moscas comienzan a morir y a caer al suelo. Miles de ellas agonizan tras la marcha de su maléfico Señor.

Se escucha la voz de Meir, que satisfecho y sonriente, báculo partido en mano, rompe el silencio rezando una letanía:

–Bendito sea su nombre y de Gloria su reinado por siempre…

El suelo es un manto de moscas muertas que cruje al andar y los cuerpos descompuestos adornan el mancillado templo, antaño utilizado para adorar a alguna Deidad pagana.

Amal recoge con cuidado el cuerpo de Muraguri, su báculo mágico ha desaparecido, y con su sacrificio ha ayudado a romper la presencia que atenazaba a los personajes dando la oportunidad de expulsar a Belcebú. Ese era su cometido, Amal lo sabía, ya había tenido visiones sobre ello, visiones que no quería creer. Y ahora su marcha le entristece…

Mudji se encuentra tirado en el suelo, sin piernas y casi desangrado. Un rasguño más y hubiera obtenido la odiada muerte definitiva. Pero ha sido el héroe de la velada, expulsando al Demonio con su filo de Damasco, nunca le fue tal útil un arma tan especial…

Meir se arrodilla y reza por los caídos, cuerpos de inocentes que se descomponen por segundos. Mientras Oded

Amal ha cumplido el cometido de su no–vida. Su venganza está completa y satisfecho se agacha ante Mudji y le agradece su valiente combate. Le ayuda a levantarse y carga con él ya que no es capaz de caminar.

Oded se acerca al círculo ritual donde se abrió el portal al infierno y tocando su interior ve a un hombre encapuchado preparando el ritual, alguien que reconoce como Kosher, el maestro teólogo. El mismo que estallo ante sus hermanos, arriba en la taberna.

Meir recuerda que Jacob, el Nosferatu además de ser engañado por Belcebú para vender su alma, había formado parte de una conjura que acabó con el báculo sagrado de Jacob en manos del Demonio. Ese báculo es una reliquia, o al menos eso contaba Jacob. Según el Nosferatu es el mismo báculo con el que Moisés separó las aguas del mar rojo.

El Capadocio tiene la intuición de que debe estar aquí abajo. En el templo de Yahvé se guardan las reliquias, así que deduce que el Innombrable habrá mancillado la reliquia guardándola en este templo corrupto del Demonio.

Efectivamente, lo encuentra, pero está roto y cubierto de carne putrefacta, entre cadáveres que adornan el sacrílego altar. Es un palo partido en dos. Ha sido corrompido y ya no tiene la gracia de una reliquia. Ya no es un objeto sagrado, si algún día lo fue, pero Meir lo coge como si lo fuera, con cuidado. Lo limpia con mimo, lo envuelve con cuidado en su túnica y se lo lleva como si de un tesoro se tratase.

Los cainitas salen del oscuro templo entre catacumbas olvidadas y regresan a sus refugios, unos para lamer sus heridas, otros para descansar y quizás algunos para pensar que hacer con su existencia a partir de este momento.

Meir regresa esa misma noche con un par de toneles de brea y los esparce por el maldito templo subterráneo. Lanza una antorcha encendida y prende todo los con fuego para purificar el lugar.

Una humareda negra y pestilente sale por las alcantarillas, el calor y el olor a carne quemada llega a la antigua taberna de Zikaron. Ese es el fin del reinado del Señor de las moscas en Jerusalén.


El adiós de un mentor
Amal entierra a Muraguri a las afueras de Jerusalén, en lo alto de una cima en el monte Sion. Mientras en silencio honra su memoria y recuerda sus enseñanzas, el Ravnos tiene una visión de Oráculo.

Generalmente estas visiones otorgan escenas del futuro, pero en esta ocasión enseñan la realidad de otro mundo, la tierra de los muertos, donde Muraguri mora ahora.

Ambos se encuentran uno frente al otro, en un lugar oscuro y lleno de bruma azulada. Huele a flores y el calor en sus pieles recuerda a la sensación del sol de la mañana.

–Amal, no estés triste. Era mi destino. Igual que el tuyo era llevar a ese lugar a Mudji para que expulsara a Belcebú con su reliquia… –explica enigmático el mago.

–Voy a contarte un cuento –dice Muraguri con voz profunda y ambos se sientan en la fría arena de un desierto negro que aparece alrededor de ellos. En el cielo una luna roja ilumina la noche. Y la paz se palpa en el lugar.

–Una vez un infame Sire del clan Assamita, llamado Aleatsh, quiso comprar en Damasco un filo adecuado para su nuevo chiquillo. Algo no muy caro, pero que su pupilo pudiera emplear para defenderle en el caso de que lo necesitara.

–Deseaba un filo de Damasco, forjado por maestros herreros, de los que dañaban de forma agravada a quien hería.

–El siniestro mercader, aseguro a Aleatsh que tenía lo que buscaba y le llevó a un almacén secreto donde escondía sus más preciados productos. Entre ellos un falx, una espada ancha, un arma que perteneció a nada menos que a un guardia personal del Rey David. Una reliquia menor, pero una reliquia al fin y al cabo.

–La consiguió de un caravanero, que la encontró en la provincia vecina de Israel. En el norte casi en la frontera con Fenicia, en la ciudad de Hazor, cerca del mar de Galilea. En unas viejas catacumbas bajo unas antiguas ruinas estaba oculta en un altar.

–Yo era ese mercader de Damasco y sabía que iba a ser un regalo para Mudji. El Sire nunca se creyó la historia del falx, pero era cierta. Si la hubiera creído jamás se la habría regalado a su chiquillo. Por lo que nunca le explicó a Mudji cuál era el origen de la hoja que portaba y porqué era especial.

–No es una reliquia mayor, pero tras tantas conquistas y destrucciones de Jerusalén, es posiblemente lo único que se conserve del Rey David.

–El destino de Mudji el chiquillo Assamita era tener esa espada para poder matar a Belcebú.

–Amal, ahora eres libre, has compensado tus crímenes y el culpable de todo al fin ha tenido su merecido castigo. Yo continúo mi camino en la tierra de los muertos. Tú continúa el tuyo en la tierra de la piel…

Adiós Amal, me ha gustado compartir destino contigo.

Tras estas palabras, Muraguri se pierde en el horizonte de dunas negras y Amal despierta de su visión de Oráculo.

El último signo ya tiene una explicación…