Crónicas de Yehud
IX
Contienda final
379 a.C.
Segundo Templo de Jerusalén |
Ely se encontraba
cada vez más incómodo en la corte de Jerusalén: Demonios asesinando
impunemente, seres divinos convirtiéndose en mundanos, extranjeros gobernando sobre
los hijos de Israel… ¿Por qué Yahvé no le hablaba con la claridad de antes?
Ahora sólo había susurros, ecos de las antiguas palabras que ensordecían sus
oídos ¿Quizás su cobardía había enfadado al Señor?... ¡NO!
En el pasado, cuando
su templanza flaqueó, el Señor siempre le asistió, cada vez que su Voz atronó
en sus oídos, Ely había respondido ignorando su propia vida, Yahvé sabía que
era sólo un hombre, pero uno que respondería sin vacilar ni temer ante nada si
era su voluntad.
Debía recuperar el
favor de Yahvé, debía encontrar de nuevo la senda del Señor. Quizás era incapaz
de oír su palabra rodeado de impíos, si había un lugar dónde volver a
escucharla, era arropado por los más cercanos y en el lugar más sagrado de
Jerusalén: El Templo.
Pero desde que había
vuelto había sido incapaz de acercarse al Templo, algo le impedía dirigir sus
pasos hacia allí, incluso cuando su intención era ir hacia él, se encontraba
caminando en dirección contraria, sin acordarse de haber cambiado de opinión.
Seguramente eran los demonios los que trataban de confundirlo e impedirle la
comunión con su Señor.
Ely se armó de todo
su coraje, sin dejarse distraer ni desviar de su camino, y se dirigió hacia el
Templo. Cuanto más se acercaba más desasosiego sentía, algo no iba bien. Su
piel se llenó de gotas de sudor sangrientas, mientras su rostro sufría descompuesto
en un rictus de dolor y terror. Recurriendo a toda su fuerza de voluntad, paso
a paso, llego a la explanada del Templo, incapaz de avanzar más, noche tras
noche, esperaba postrado en el callejón, a escasos metros de alcanzar su
destino. La cara y las manos desolladas, el cuerpo lleno de ampollas, como si
estuviera quemándose, la tez renegrida cómo si hubiese retozado sobre carbón
caliente.
La última parte del
camino siempre la hacía de rodillas, arrastrándose y dejándose la piel en el
suelo. Un espectáculo desgarradoramente piadoso, o al menos eso opinaban los
cada vez más numerosos curiosos que cada noche observaban su ritual. De seguro
era un siervo de Yahvé, puesto que se arrastraba implorando su nombre y
suplicándole, hasta que su piel se mellaba y se arrastraba cubierto por la
sangre y el polvo. Nadie osaba interrumpir tamañas muestras de devoción.
Al principio se
congregaban unos cuantos mirones, después una pequeña muchedumbre, cada noche
un nuevo penitente se unía arrastrándose tras él, mientras los presentes
invocaban salmos y oraciones. El reguero de sangre y piel que quedaba tras
ellos era realmente inquietante.
Con el paso de los
meses la escena se convirtió en algo tan cotidiano y habitual, que no
despertaba el asombro de quienes por allí pasaban, aunque el número de
seguidores y de quienes les acompañaban, en silenciosa oración, no parecía
disminuir. Aun cuando el extraño penitente, parecía ciego y sordo ante las
peticiones de aquellos que se acercaban a él, llamándole maestro para que los
guiase en la expiación y arrepentimiento de sus pecados.
Sin embargo, no todos
los espectadores que habían reparado en el espectáculo lo hacían desde la
calle, ni eran tan ignorantes de las verdades de la noche cómo los seguidores que se arrastraban
tras aquel penitente.
Pronto un sacerdote, uno de los más devotos y sabios de los servidores del Templo, fue
enviado a observar más de cerca a aquel ser que no debería buscar a Yahvé, sino
ocultarse de Él, en los más profundos agujeros de la tierra, dónde ni el sol,
ni su ira lo redujeran a cenizas.
Jadua, sacerdote del Templo |
“Si la luz dispersa las tinieblas, estas sienten a la luz
acercarse para poder correr a esconderse. No temas entrar en mi refugio, puesto
que los siervos devotos de Yahvé no han de temer daño ninguno por mi parte, ni
serán dañados si en mi mano está el poder evitarlo. Ningún verdadero hijo de
Israel caerá presa de mi espada”.
Jadua, impresionado
por las palabras del ser, decidió entrar para indagar más sobre algo que
debería comportarse de forma completamente diferente a como cabía esperar.
Manteniendo las distancias, puesto que aunque místicamente sabía la verdad de
las palabras del ser, también veía que ante su sola presencia temblaba y se
retorcía de incomodidad.
Ely le invito a sentarse, y cogiendo un cántaro de agua, se dispuso a limpiarle sus pies, Jadua quedó atónito al ver cómo las manos del ser se llenaban de ampollas según tocaban sus pies, luego se ennegrecían cómo si estuvieran siendo abrasadas en una hoguera, si no fuera porque estaban sumergidas en agua casi juraría que habrían estallado en llamas justo antes de convertirse en polvo ante sus propios ojos. Mientras el ser, con una beatifica expresión en su rostro, no emitía una sola queja y con voz clara y brillante mientras oraba:
“Más yo soy gusano y no hombre;
Oprobiado y despreciado, desechado por los hombres;
Todos mis huesos están descoyuntados;
Mi corazón es como cera;
Derritiéndose en medio de mis entrañas.
Porque perros me han rodeado;
Me han cercado cuadrillas de malhechores;
Me horadarán las manos y los pies;
Puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran, me observan.
Vez tras vez, ofrecían sacrificios a las imágenes de
Baal;
Gran pesar mientras el lobo devora su propio corazón;
Y de Egipto llamé al hijo;
Derramaré sangre sobre la casa de David, y sobre los
moradores de Jerusalén;
Espíritu de gracia y de oración;
Y me mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán.
La dorada luz iluminará la oscuridad;
Lo verán reyes y se levantarán;
Príncipes y se postrarán;
El cielo se cubrirá y lloverá sangre;
Hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia.
Y así, la Voz
vuelve a inundarme con su dorada luz, a mí, Ely Yahu, profeta de Yahvé.”
Y Jadua se dio inmediatamente cuenta de que se hallaba ante
el verdadero Profeta Elías, resucitado de entre los muertos para traer la
verdadera palabra de Yahvé, una vez más a su pueblo elegido.
Las manos del profeta sanaron milagrosamente delante de os
ojos de Jadua. Ni rastro de macula en ellas, o dolor en el semblante de Ely,
que con una sonrisa resplandeciente, dijo al joven sacerdote:
–Se avecinan
tiempos convulsos para Jerusalén. Grandes amenazas se ciernen sobre nuestro
pueblo, pero ni poniente ni levante importan. Egipto y Persia se alzarán y
caerán, un nuevo Mesías está por venir y yo he de preparar su camino. Aunque
puede que ninguno de nosotros estemos ya aquí cuando él llegue. Mi senda
acabará en breve y con ella mi labor en la ciudad elegida por Yahvé.
Jadua comprendió que hasta la muerte de uno de los dos, permanecería a su lado, Yahvé así lo había planeado.
Enoc, cortesano político Ghoul de Oded |
Oded se encuentra en
la obra inacabada de su molino, futuro corazón de su aun inexistente huerto de
olivos. Que dará aceite, tan necesario para la vida del pueblo.
Como actual regente
de Jerusalén, acaba de enterarse de que Abraham y Elsh, dos ancianos que se
encontraban en la ciudad regresan a Tiro. El Capadocio, para continuar con su
búsqueda de la Torá Negra y el Toreador, para estar más cerca de sus maestros
artesanos, viajan juntos para más seguridad ante posibles adversidades.
Oded se encuentra
embelesado, acompañado de sus dos ghoules, Melkart y Enoc. Solamente iluminados
por la luna y arropados por el silencio.
Melkart, Mercader Fenicio |
–Observad como este sueño va materializándose –dice Oded a sus ghoules– para Jerusalén será algo importante y a partir de esto, todo cambiará. Y los tres tendremos un futuro prometedor a medida de que se haga realidad. Contemplémoslo.
Solo Oded es capaz de
ver algo tan especial en una obra inacabada de un molino con una capilla
escondida, los ghoules no son capaces de ver más que una obra abandonada. Pero
al ver a su Señor admirarla y al estar vinculados de sangre a él, disfrutan del
momento por extensión de su sangre.
Sin previo aviso,
aparece por allí Ava, la Ventrue. Es la socia de Oded en este proyecto, digamos
que la idea fue del Toreador pero el oro viene del bolsillo de la avispada
comerciante. La mujer observa el lugar en silencio junto a Oded, sin ver nada
más que una obra sin terminar, ahora está abandonada por no poder dirigir a
ella los fondos que necesita.
Kothar, el Profeta, Matusalén Nosferatu, Sire de Nahum |
Nahum decide visitar
Hinnom y ver a su Sire y mentor Kothar. Por él, se entera de que su hermano
Ephraim está muy molesto y dolido. Se siente desplazado de su trabajo de espía
para Orión.
–Era cuestión de tiempo que ocurriera, –dice Kothar– lo sabía. Ha aprendido por las malas, que
nada bueno viene de Jerusalén, nunca. A ti también te pasará Nahum.
Nahum insiste en
hablar con su hermano Nosferatu Ephraim y este le cuenta que está muy molesto
por haber sido utilizado. Cuando Nerea no estaba era visto como un aliado, y
cuando esta regresó de la guerra, Orión ya no necesitaba un espía. Su amor por
Nerea había nublado todos sus sentidos. Lo que Ephraim no sabía era que Nerea
se lo había quitado de en medio para que no la viera hacer nada sospechoso, ya
que iba a empezar ciertos movimientos “diplomáticos”... un tanto dudosos.
–No le guardo rencor –dice Ephraim– pero pensaba que era una amistad real, no
interesada. Aunque en este momento pienso que a lo mejor lo era. Ahora está
claro que Nerea no me quiere cerca de ellos y Orión me lo ha dado dejado claro
diciéndome sin paños calientes que ya no les soy valioso. Así que he vuelto a
Hinnom. Aquí me quedo, con mi familia, más querido y no utilizado, como nuestro
Sire Kothar me alertó. Me dejo equivocarme y he aprendido la lección, te aseguro
que así ha sido.
–A ti te pasara lo mismo Nahum –dice Ephraim
apuntándole con el putrefacto dedo índice, al que le falta la uña– tiempo al tiempo. La civilización es un
monstruo que te devora, te defeca y después te pisa. Aquí tendrás Hinnom y a tu
verdadera familia para cuando eso ocurra.
–Lamento lo que te ha ocurrido –dice Nahum– gracias por la información. Tendré más
cuidado e intentaré mejorar la civilización desde dentro...
–Buena suerte Nahum –dice Ephraim mientras
se adentra en una de las cuevas y desaparece.
Nahum regresa a
Jerusalén pensando en las palabras de su hermano, si ve que las cosas se
tuercen no dudará en aceptar su oferta.
–Retomaremos la obra en cuando dejemos de pagar
mercenarios atenienses para Egipto… –dice Ava a Oded– Me he pensado su ofrecimiento y he decidido
quedarme a vivir en Jerusalén.
–Me alegra escuchar eso –dice Oded
contento pero sin apartar la mirada de los capiteles inconclusos– Ten por seguro que ascenderás y conseguirás
más renombre aquí, en la capital de Yehud. Debes saber que aquí me
tienes si me necesitas. Como sabes, me preocupa la llegada de los vampiros
llamados a sí mismos Reyes, que se han instalado en varias ciudades secundarias
de la satrapía. Si se unen contra nosotros, tenemos un problema, y más si no
sabemos qué traman… la información es poder. Debemos estar atentos a posibles
movimientos suyos. El comercio puede resentirse. El pastel es nuestro y no
tenemos por qué compartirlo. Debemos tener este asunto controlado…
–¿Me estas pidiendo algo? –pregunta Ava.
–Ten vigilados a esos vampiros –responde Oded
desde las sombras, mirando a los ojos a Ava por primera vez.
–Así será –responde la Ventrue.
–Supongo que por su número, no serán más que chiquillos o
neonatos, no creo que sean peligrosos por su inexperiencia…. –dice Oded.
–Bicor, no es un chiquillo inexperto –dice Ava.
–Bicor no, pero no creo que los demás sean demasiado
poderosos. Lo que tengo claro es que son los más ambiciosos de entre los suyos –dice Oded.
–Buenas noches Oded –dice Ava retirándose.
–Buenas noches Ava –responde Oded mientras sigue
observando cada detalle del templo a oscuras, únicamente ayudado por su Auspex,
sin cansarse en absoluto.
Oded se queda solo
tras enviar a sus ghoules a hacer su trabajo. Ese es el momento en el que
Nerea, la Toreador chiquilla de Orión, se presenta ante él y comienza a
desnudarse. Ya tuvieron relaciones intimas hace años, cuando Nerea era solo una
neonata, y se vincularon mutuamente, bebiendo sangre el uno del otro. Uniéndose
de tal forma que no hay sentimiento que pueda igualarlo.
Las caricias llevan a
besos y estos a sexo desenfrenado a la luz de la luna, sobre las obras del
futuro molino de Oded. Se vinculan por segunda vez, bebiendo sangre de la
muñeca el uno del otro y sintiendo un placer solo comparable con la vez que
fueron abrazados a las tinieblas.
Ely Yahu, profeta Malkavian |
El regreso del profeta
Nahum acaba de llegar de Hinnom y se encuentra ante Oded,
que sentado en el trono de Jerusalén escucha atentamente al leproso. El
Nosferatu le cuenta lo ocurrido en Hinnom y ambos hablan de ello cuando de
pronto, todo se torna a un gran escándalo, originado por unos molestos
graznidos de dos cuervos que han entrado por la ventana.
Los animales revolotean alterados volando en círculos y se
posan en silencio callando sus molestos gritos. Se encuentran en ambos hombros
del profeta Ely Yahu, cainita del clan Malkavian.
Su aspecto es el de un sucio animal que se ha revolcado por
la basura. Huele fatal, su barba está desaliñada, y hay restos de sangre y piel
putrefacta en su roída túnica. Camina descalzo y sus pies negros, son la
muestra de su falta de higiene.
–Bienvenido Ely Yahu –dice
Oded cuando le ve entrar por la puerta.
–Bien hallados siervos de Yahvé –responde el Malkavian.
–Cuanto tiempo sin verte por aquí, al menos cuatro o cinco
años… ¿En qué has estado ocupando tu tiempo? –pregunta Oded.
–Había dejado de estar en comunión con Dios. Ya no oía
su voz… –dice Ely– ¡pero ahora
vuelve a hablarme!
–Ya eres digno –dice
Oded.
–Siempre he sido digno. Soy su profeta. El habla mediante mi
voz –dice Ely un tanto molesto.
–Espero que con un lenguaje menos errático –dice Oded con aire jocoso.
–Las palabras que digo, son las que el pronuncia Yahvé no
las que yo quiero decir. –Dice
Ely hablando en serio– no es fácil de entender…
–Veo que sois vos ahora quien se sienta en el trono… –continua el profeta– ¿qué ha pasado con el santo Meir?
–Meir se fue –contesta
Oded– Orión llevo la ciudad unos años, y ahora me encuentro yo en el
trono, de regente, a expensas de que vuelva su legítimo dueño, Meir, esto es
cansado… tanta responsabilidad.
–Esa es otra de las razones por las que me he
ausentado. –Responde Ely– ¿Quién es ese
Orión, ese griego, para estar al mando de la ciudad santa de Yahvé?
–En nuestra ausencia le correspondía por posición vampírica.
Era el primogénito Toreador –responde
Oded defendiendo al miembro de su clan al que siempre apoya.
–¡Vergüenza os debería dar! –dice Ely malhumorado– ¡dejar el trono de la ciudad
elegida por nuestro señor Yahvé! ¿Y eso de enviar oro a Egipto en vez de
utilizarlo para mejorar el Templo?
–¿Cuál de los templos? –dice Oded mientras a Ely Yahu se le ponen los ojos en
blanco, controlando que su bestia no tome el control de su cuerpo por tal
ofensa.
–El único Templo, el de Yahvé, el de la cima –dice Ely conteniendo la rabia–¡Estériles serán nuestros
esfuerzos si no son dirigidos hacia conseguir la gloria de Yahvé!
–Yahvé ya está en la gloria –responde Oded.
–¡Los imperios se alzaran y caerán!… ¡y nada quedara! Ni
Egipto ni Persia –dice Ely
declamando hacia arriba.
–Solo el Templo permanecerá –puntualiza Oded.
–Tampoco el Templo –corrige
Ely con tono dramático– También caerá y volverá a ser reconstruido una
y otra vez... nuestro oro debe utilizarse para venerar a Yahvé, no a
extranjeros paganos.
–Nahum –dice Ely
dirigiéndose al Nosferatu– Al menos creo que tu sí que dedicas tu vida
a los designios del Señor. Defendiendo a los desfavorecidos en los bajos
fondos, impones su ley, luchas entre los olvidados para impartir los
mandamientos de Yahvé.
–Solo guió a los perdidos por el camino de la luz –dice Nahum.
–Hablando del camino de la luz… tuvimos que ajusticiar
a Amal Faruk y su neonata ilegitima, una demonio. No sé si lo sabías… –dice Oded.
–Algo he oído… –dice
Ely Yahu.
–¿Te parece bien no? –pregunta Oded– Exterminar demonios… aunque muriera
Amal, el compañero Ravnos.
–Rompió las leyes de Caín y no creía en Yahvé –dice Ely– la muerte de un hereje, un pagano, ¿por qué
me va a importar? Por mucho que le salvase siendo solo un bebe. Y encima
consigue atraer con su muerte un montón de paganos más…
–Los zíngaros ya han partido de Jerusalén –aclara Oded– De todos modos los extranjeros
también pueden abrazar a Yahvé. Todos tienen derecho a saber del verdadero Dios
al que seguir. Deberías pensar también en eso. Hay extranjeros en la ciudad y
llegarán más, no podemos cerrar las puertas. Sería como temerles…
–Las puertas del Templo están abiertas para sus
donativos –dice Ely– y a que se
conviertan a la verdadera religión… ¡o ardan como los adoradores de Baal que
son!
–¿Has visto la obra que estamos haciendo con el
molino? –pregunta Oded cambiando de tema–
hemos instalado en su sótano, una pequeña y hermosa capilla para que recen a
Yahvé antes y después de trabajar.
–Me complace y enorgullece –responde Ely cogiendo el hombro del Toreador– ennoblece
la construcción. Estoy orgulloso e ti Oded. Cuentas con toda mi admiración.
–¿Dónde vas a morar ahora que has regresado? –pregunta Oded al profeta.
–No me he ido de Jerusalén en ningún momento –responde sorprendiendo Ely.
–¿Te has recluido? –pregunta
Oded.
–He estado en las calles adorando a nuestro Señor y
escuchando los sermones de los sacerdotes… –dice Ely.
Cuando el profeta Malkavian está aclarando este punto a
Oded, llega Desdémona con Fafner y Ely mira a la Brujah de forma indescifrable.
Ambos cainitas se saludan breve y fríamente, y Desdémona saluda a sus
compañeros.
–Deberíamos preocuparnos por los nuevos Reyes de Yahvé, –dice Oded– esos cainitas que se han instalado en la
ciudades importantes de la satrapía, reclamando la posición máxima en cada una
de ellas…
–La tierra de Judá es sagrada. Solo debe ser habitada por
los siervos de Yahvé –dice Ely de
forma tajante.
–Yo no soy sierva de Yahvé –dice Desdémona.
–Pero sirves a los siervos de Yahvé, así que es como si lo
fueras –dice Ely.
La Brujah asiente pensativa y pregunta:
–¿No deberíamos enterarnos de quiénes son?
–Sabemos poco de ellos, –dice Oded– supongo que no serán experimentados,
Bicor no, pero él está en la ciudad más importante de todas ellas. Si todos
fueran del calado de Bicor, tendríamos otro problema.
–Verdaderamente nos pueden hacer la vida
imposible –dice Desdémona.
–Realmente no estamos a malas con los persas –recuerda Oded.
–Si tienes un solo palo, lo partes fácilmente. Pero si
tienes siete palos a la vez, es difícil partirlos al mismo tiempo –dice Ely.
–Bien explicado –dice
Desdémona.
–Pero los podemos quebrar… uno a uno –dice Ely con voz tenebrosa.
–Tengo a mi ghoul Melkart, visitando sus ciudades para
que me cuente como está la cosa por allí, sobre todo en el ámbito
comercial. –Dice Oded
–Podáramos organizar una fiesta e invitarles. Tenemos los
medios –dice Desdémona.
–Atentos a la zorra de Jezabel –alerta Ely– La Baali. Intentará menospreciar al
trono de Jerusalén. Puede que se alíe con nuestros enemigos.
–Estos sátrapas están intentando presionar al gobierno
vampírico de Jerusalén. –Continua
Ely– Deberían presentarse ante el trono de la capital y si no, ser
empalados al sol. Las llamas divinas de fuego abrasador sobre sus cabezas, eso
sí que les hará recapacitar.
Umaskal, Caitiff libre |
Un misterioso vampiro
que llevaba años fuera de Jerusalén, Umaskal, regresa a Jerusalén. Atrás
quedaron los años de ghoul en los que solamente debía proteger durante el día a
su Señor Innominat, Matusalén Assamita y príncipe de Jerusalén. Por esta
condición fue secuestrado, junto a otros valiosos ghoules, por orden del enemigo
de Innominat, el infernalista Enki. Este lo abrazó, marcando para siempre su
espesa sangre negra.
Umaskal viene de Egipto.
Lo hace solo y malhumorado, no quiere hablar ni dar explicaciones. Solo se
presenta ante el príncipe, siguiendo las Tradiciones.
Oded le recibe como
regente y Desdémona lo interroga sobre su suerte en el reino de las serpientes.
A la Brujah le parece relevante su posible contacto con los Seguidores de Set y
Donna, la chiquilla de Meir, que fue a Egipto en busca de un protegido del
Capadocio.
Ante la insistencia
de Desdémona, Umaskal cuenta como aun enamorado de Donna y no correspondido, la
siguió a cierta distancia durante su viaje a Egipto. Allí tuvo una pelea con
Arang, chiquillo de Amal, que malinterpreto el discreto seguimiento de Umaskal
a Donna. Todo quedó en un violento choque y Donna pidió a Umaskal que la dejase
sola, orden que el Caitiff obedeció, regresando a Jerusalén y hundido en la
miseria.
Esta historia la
cuenta Umaskal, con los ojos enjuagados en sangre negra, por sus lágrimas de
Vitae viscosa. Tras lo cual recibe las condolencias de Desdémona y del propio
Oded, para dejarles tras su lacrimógena presentación.
Para terminar esta
tensa noche, Desdémona propone a Oded ir ella misma, como embajadora de
Jerusalén, a presentarse ante los Reyes Cainitas de las ciudades secundarias de
Yehud. Sobre todo para dejarles caro el mensaje de que deben pleitesía al
príncipe de la capital: Oded.
Oded secunda la idea,
sin embargo corrige el mensaje que Desdémona debe darles, y es el siguiente:
“Estamos aquí y somos de Jerusalén, la capital de Yehud.
Queremos buenas relaciones con nuestros vecinos y Oded pide presentarse ante
él, como primer paso de un futuro colaborativo y de mejoría para Yehud”
Así lo hará
Desdémona, que viajará por Yehud, con Fafner y Astarté, visitando a estos
sátrapas para conocerles y ver de qué pie cojea cada uno de ellos.
Nerea, Arconte Toreador, Chiquilla de Orión |
Nerea como aliada de
los Assamita, ya que le han dado la oportunidad de prosperar en la Estirpe,
desea que Alamut mantenga el control de Jerusalén limpiando de enemigos y
traidores la ciudad. Así que idea un plan para que todo acabe de una vez por
todas:
Lo primero que hace
la Toreador, es pedir a su Sire Orión que despida a Ephraim, su espía Nosferatu.
Lo hace para no tenerle en medio, ya que si Kothar se enterase de sus planes y
quisiera interceder, podría complicar las cosas.
Gracias a los
detalles que Orión le da sobre el secreto de la alianza del gobierno de la
noche de Jerusalén con Alara, Nerea confirma sus sospechas. Desdémona le mintió
al respecto y se siente molesta por la traición de los suyos. La Toreador, fiel
a Alamut, decide avisar a Bicor de que Jerusalén tiene una alianza secreta con
Alara y que están ayudando a empoderar Egipto, comprando mercenarios
Atenienses, seguramente para comenzar una inminente ofensiva contra Persia.
Nerea tiene claro lo
que pretende conseguir: que Assur y los Assamita vengan a Jerusalén y arrasen
con todo, incluido con su cobarde Sire.
Lo siguiente que
hace, sabiendo que Alamut ya está preparando el ataque y vendrán en cuanto las
condiciones se lo permitan, es avisar a Alara de que Jerusalén está aliada con
Alamut. Poniendo en tela de juicio la palabra de Oded, actual regente de
Jerusalén..
En las comunicaciones
de Nerea con el Setita, Alara se molesta, no vaya a ser que la alianza de
Jerusalén con Alamut no sea tan falsa como él pensaba. Y decide planear una
visita, pero no será en caliente, ocurrirá en un momento en el que no le
esperen, en el próximo cónclave de solsticio de invierno e irá sin avisar.
Nerea le ayudará a llegar de forma secreta. La idea de Alara es escarmentar a
la corte de Jerusalén, dándoles un susto para que vean de que puede ser capaz,
pero tampoco le interesa poner en peligro su alianza con ellos. El Matusalén
Setita, sigue teniendo la espina clavada de cuando se la jugaron una vez con la
falsa palabra de Meir y no van a hacerlo otra.
Oded, Primogénito Toreador |
El huerto de los
olivos
Oded, con sus amplios
conocimientos de agricultura, e invirtiendo todos sus ahorros, que no son
muchos, comienza a plantar el huerto de olivos que después le otorgará ese
preciado oro liquido, que pretende conseguir gracias al molino en construcción.
Se ayuda de la
influencia que tiene entre los agricultores de la zona, para que le ayuden a
darle forma, a pesar de la dureza de la tierra del lugar.
Comienza la siembra,
pero esta crece muy poco a poco. Con mucho esfuerzo personal y tiempo, el
Toreador consigue que comiencen a ver la luz los primeros olivos jóvenes.
Otra cosa que hace
durante este año que transcurre, que no carece de importancia, es completar en vínculo
de sangre con Nerea. La Toreador se cuela en su huerto y a la luz de la luna, y
es poseída por Oded sobre la dura y fría tierra que ha de dar los frutos
deseados por el Toreador. Allí, en el frenesí del acto sexual, ambos
intercambian sangre completando el vínculo de sangre.
Lo que Oded no
sospecha es que es todo una estratega de Nerea para tenerle esclavizado, ahora
que su Vinculo de Sangre se ha completado. No se aprovecha de él, pero sabe que
Oded dará la vida por ella si se lo pide. Ya segará el momento de demostrarlo.
Lo que el Toreador
siente ahora por Nerea, es una atadura de su propia alma que hace que se
obsesione con la mujer de tal modo, que no puede dejar de pensar en otra cosa.
Sueña con ella, la huele, vive de recuerdos, la ve por todos lados… Oded está
perdidamente enamorado de Nerea y sabe que estarán juntos hasta la muerte… y
así será. Lo que no sabe es que ella no puede vincularse, debido a una extraña
peculiaridad de su sangre, así que tiene la sartén por el mango y sin duda lo
va a utilizar en su beneficio.
Nahum, Arconte Nosferatu |
El leproso vigila
Nahum recorre las
calles protegiendo a los desvalidos de los pecadores. Su cometido noche tras
noche es vigilar la ciudad desde los tejados de la misma.
El Nosferatu espía al
gobernador, sin que este se percate, parece que nada fuera de lo normal sucede
en su entorno.
El leproso pasa noche
tras noche también, espiando de lejos a Orión y a su chiquilla Nerea. Hay mucho
movimiento entre su gente, criados que entran y salen de su refugio, pero nada
parece alertar de que estén haciendo algo peligroso. Si es cierto que muchos
mensajeros salen de su refugio para adentrarse en el desierto…
Las palabras del
profeta
El profeta Malkavian
predica cada noche para todo aquel que quiera escucharle. Lo hace cerca del
templo, con el miedo recorriendo todo su cuerpo. El mensaje de Ely Yahu es
intentar influir en sus feligreses, transmitiendo un mensaje de aceptación
hacia los extranjeros, debida a la delicada situación con los egipcios. Yahvé
le ha dado el mensaje de que para servir correctamente a Jerusalén deben
obedecer al gobernador y no desobedecer al gobierno.
La muchedumbre humana
le escucha y con sus palabras consigue calmar las aguas del odio. Estos
creyentes se encargan de difundir su mensaje para que cale en la sociedad.
Debido a su fama
entre los desfavorecidos, Ely consigue que el odio hacia los egipcios sea
apagado como unas brasas con agua.
Yahvé desea esto y es
el mensaje que Ely deja en el subconsciente colectivo de todo aquel que le
escucha. Las algarabías en cales cercanas al templo atraen a mirones y
creyentes que refuerzan el mensaje de Ely Yahu.
Kansbar, Sátrapa de Beth-Zur, Assamita |
Desdémona y los suyos
viajan por la satrapía de Yehud y empiezan por Beth-Zur, al igual que Jerusalén
se encuentra al oeste del reino.
Allí se presentan
ante Kansbar, Rey de Beth-Zur, vampiro del clan Assamita. Un hombre negro,
calvo y con el semblante serio de un juez. Su cara está marcada con feas
cicatrices de cortes que le dan una apariencia tremendamente imponente. Su
túnica negra con cuello blanco, impecable, sin una arruga, cubre su musculoso
cuerpo. La recepción transcurre en una pequeña torre donde Desdémona, Astarté y
Fafner son invitados.
La primogénita Brujah
da el mensaje de Oded y Kansbar lo recibe cortésmente, estando de acuerdo con
el acercamiento de ambas ciudades, con la idea de que así pueden sacar algo
fructífero, seguro.
La Brujah no es capaz
de detectar doble intención en el Assamita, sus palabras parecen sinceras. Y
con este buen sabor de boca en su primara visita, Desdémona continúa su cadena de
encuentros diplomáticos.
Behrooz, Sátrapa de En-Gedi, Nosferatu |
La siguiente ciudad
elegida es En-Gedi, situada en el sur de Yehud. Allí se encuentra con Behrooz,
Rey de la ciudad. El dirigente es un horrible Nosferatu con un aspecto
horripilante. Su piel es como la de un reptil, sus zarpas, huesudas y afiladas,
parecen tremendamente peligrosas y su cara inhumana es más la de un demonio
reptiliano, con una boca llena de colmillos afilados, y unas enormes orejas
acabadas en punta. Con una oscura y amplia túnica negra, el ser remata su
desagradable aspecto.
El encuentro sucede
en una ciénaga poblada por una espesa niebla blanca, envuelta de ruidos de
animales nocturnos y de chapoteos de criaturas reptantes. Los sonidos son
constantes, un coro de gruñidos y rugidos que hacen difícil la concentración.
El ser es distante en
el trato y cuando Desdémona le transmite el mensaje no parece muy colaborativo.
La Brujah no le ve por la labor de querer salir de la ciudad para nada,
incluida una presentación al príncipe Oded. El Nosferatu es muy prudente, y no
se fía de las intenciones de Desdémona, a pesar de haberla dicho que acudirá a
Jerusalén.
Ayesha, Sátrapa de Jericó, Ventrue |
Desdémona y los suyos
llegan a Jericó, situada al este de Yehud. Allí en un imponente plació, rodeado
por las poderosas e impenetrables murallas de la ciudad, se encuentran con Ayesha,
Reina de Jericó, cainita del clan Ventrue.
El aspecto de la altiva
vampiresa es el de una princesa persa, bella, poderosa y enjoyada, con su tez
blanca y sus labios rojos, luce un escotado vestido, cubierto de brillantes
deslumbrantes.
La Ventrue mira por
encima del hombro a ambas Brujah, y tras escuchar el mensaje de Desdémona la
responde que no cree poder visitar la ciudad en breve. No parece malvada, pero
si tremendamente tirana. Es una sangre azul persa de la corte aqueménida, únicos
Señores del Imperio Persa. No tiene problema en confesar que no respeta a
ningún vampiro del clan Brujah, y menos a unas mujeres de este clan, venidas de
la anacrónica Jerusalén.
Ambas cainitas son
invitadas a marcharse esa misma noche y lo hacen sin perder un minuto, no por
miedo, si no por terminar la misión diplomática cuanto antes, ellas tampoco han
disfrutado de la visita.
Navid, Sátrapa de Betel, Toreador |
Navid, Rey de Betel, vampiro
del clan Toreador, acoge de muy buenas formas a las embajadoras Brujah venidas
de Jerusalén. Son hospedadas en una bonita taberna con todo tipo de detalles
artísticos.
Allí conocen a Navid,
un joven apuesto de piel blanca y pelo largo de color castaño brillante y muy bien
cuidado. El Toreador huele a perfume de flores exóticas y es muy correcto en su
trato, un verdadero diplomático y tremendamente colaborativo.
Navid escucha el
mensaje de Desdémona de buena gana, tras el cual invita a ambas mujeres a beber
sangre recién cazada. Las Brujah aceptan
la invitación y beben a gusto con el Toreador, mientras un virtuoso músico
interpreta una pegadiza tonada con su flauta.
Cuando ya se
encuentran acomodadas y saciadas, son invitadas a pasar la noche con él,
primero solo se lo ofrece a Desdémona, pero después amplia su invitación también
a la bella neonata Astarté. La Brujah lo rechaza elegantemente pero se lo
agradece. A lo que Navid sonríe… hasta que cambia de actitud cuando Astarté le
lanza una mirada asesina, que no puede reprimir.
La actitud del
Toreador cambia tras este feo detalle y el buen anfitrión les invita a salir de
Betel, mañana en cuanto anochezca sin más dilación.
Desdémona, al ser
ciega, no se ha percatado de que le ha hecho cambiar de parecer al Rey de
Betel, pero al preguntárselo a su chiquilla Astarté, esta se lo aclara. Ella
misma ha intimidado al cursi Toreador con una mirada de desprecio que no ha
podido controlar. No le pareció adecuado su ofrecimiento de yacer con ambas y
la bestia en su interior pedía su sangre. Astarté pudo reprimir su bestia pero
no la mirada que atravesó el orgullo del engreído Toreador.
Desdémona, como su
Sire, le reprende levemente para que otra vez tenga más tacto, pero sabiendo
que la bestia Brujah es difícilmente controlable, acepta las sinceras disculpas
de su arrepentida neonata y ordena disculparse con él cuando venga a Jerusalén.
Astarté así lo promete.
Bicor, Sátrapa de Mizpa, Assamita |
Por último Desdémona
ha dejado al más importante y poderoso de todos los reyes de Yehud. Bicor, embajador
de Alamut, actual Sátrapa de Mizpa, del clan Assamita, y viejo conocido de
Jerusalén.
Mizpa está situada en
el este y es el centro administrativo de la provincia de Yehud. Por su vital
aspecto se diría que Mizpa es más prospera y avanzada que la propia capital de
Jerusalén, y la razón sin duda es su activo comercio de especias.
Bicor se encuentra
con las Brujah en un antiguo templo, rehabilitado como una ostentosa vivienda.
El aspecto del poderoso Assamita es el de un dirigente de renombre, pero con su
cara siempre tapada por un pañuelo, ocultando las cicatrices que desfiguran su
faz.
Agradece la visita y el
mensaje de Desdémona y le transmite que tanto Yehud, como Persia necesitan
unidad. Desdémona está de acuerdo con Bicor y así se lo transmite.
El Assamita parece algo
suspicaz y tenso en sus palabras. Hay algo que le inquieta y no va a tardar en
transmitírselo a Desdémona. La Brujah le adelanta que si tiene algún mensaje
político que darla, mejor que lo haga por escrito y ella se lo hará llegar al
regente Oded, la primogénita solo es una mera mensajera. De esta forma Desdémona
intenta evitar las incomodas preguntas de Bicor, seguramente sobre sus
lealtades.
Bicor, escribe el
mensaje y le dice a la Brujah lo que ha escrito:
“¿Tenéis lazos con Alara? Si la respuesta fuera afirmativa.
Cortadlos ahora o más adelante será demasiado tarde.”
Desdémona agradece su
hospitalidad a Bicor y esa misma noche se va, no quiere tener que responder a más
incomodas preguntas, a las que tendrá que responder y no va a saber mentir.
378 a.C.
Meir, Príncipe Capadocio |
Meir ya ha tenido dos epifanías con su fe, una de humano y
otra como vampiro.
Ahora con el tema de invocar al ángel y con su chiquilla y
el hijo del cimerio en tierra de serpientes, prende peregrinaje hacia Egipto,
algo le dice que es lo que debe hacer.
De humano superó la crisis y volvió con más fuerza. De
vampiro rechazo dones paganos que poseía, pues creía que era lo que el Señor quería
de él. Y ahora viaja dirección a Egipto de peregrino, con una fe más fuerte que
nunca, porque aunque el ángel, Astarté, no era como se lo esperaba, no cabe
duda de que fuera un ser invocado por el poder de su Dios Yahvé.
Antes de partir coge a Juicio y Castigo, sus reliquias
hechas del bastón de Moisés, aquel que abrió la aguas del mar rojo. Juicio y
Castigo son una estaca y un mazo y con ellos Meir va a donde realmente lo
necesitan. Por el camino se encomienda a Yahvé y le reza intensamente.
También se lleva una copia de varios escritos vampíricos,
que ha ido recopilando, pueden ser una buena moneda de negociación.
Viajar solo con Juicio y Castigo es un peligro que está
dispuesto a correr en nombre de Yahvé.
Atraviesa dunas, se refugia en cuevas y se alimenta de
animales que caza con cierta dificultad.
Garou tuerto |
Meir pasa la frontera a Egipto y en el reino del Nilo todo
parece cambiar. En todo momento se siente observado y sufre un ataque
premeditado por parte de los habitantes del lugar. Meir no opone resistencia,
no desea dañar a nadie y es golpeado hasta la extenuación perdiendo el
conocimiento, le quitan los escritos pero dejan sus armas… las va a necesitar.
Cuando despierta se encuentra en la más absoluta oscuridad,
encerrado en una especie de templo. Podría estar el interior de una pirámide.
Las paredes y el suelo son de piedra fría con jeroglíficos indescifrables. Todo
el suelo está cubierto por un manto de huesos y calaveras. No es el primero qué
es encerrado aquí y no vive para contarlo. Cura su cuerpo, se alimenta de
serpientes que viven en el agujero y reza a Yahvé para que le indique el camino
adecuado.
Pero no tarda en percatarse de que hay una bestia encerrada
con él. Le han enviado a la muerte, lo han usado de carnaza muerta, hay nada
menos que un hombre lobo, encerrado con Meir. El Capadocio empuña sus
reliquias, Juicio y Castigo, y lucha furiosamente contra el Garou. Una tenue
luz que proviene de una rendija del techo, le permite ver que el lupino es
tuerto. Tiene el aspecto de chacal del dios de los Egipcios Anubis. Olisquea el
aire cuando Meir, encomienda su alma a Yahvé y se lanza contra él. Ambos luchan
a muerte. La bestia peluda le propina un fuerte garrazo en el pecho y Meir,
como respuesta, hunde su estaca en su único ojo sano, dejándolo ciego. Después,
esquivando a la cegada criatura, lo toca con su mano mortecina y usando su
Disciplina de Mortis lo mata envejeciéndolo. Es el segundo lupino que mata de
este modo.
A Meir le escuece mucho el garrazo propinado por el lupino,
pero ha sobrevivido. Ahora solo queda salir de aquí…
Durante una eternidad, Meir vive preso sin poder si quiera
hablar con su captor. De vez en cuando un mecanismo de piedra hace llegar
cuerpos muertos de la superficie. Son mayormente animales y algún ser humano,
de los que no se alimenta, dando una ceremonia de despedida, digna para
encaminar sus almas perdidas.
No sabe el tiempo que pasó aquí, semanas, meses, años... Sin
duda tuvo tiempo para pensar, rezar y hablar con el mismísimo Yahvé. Al menos
Meir lo hacía esperando respuesta.
Entonces algo debió suceder en la superficie, por que dejó
de llegar alimento.
La agonía de la evaporación de su Vitae fue un sufrimiento
peor que la herida mortal del hombre lobo, tal que casi lo vuelve loco.
Pero lo que no te mata te vuelve más fuerte, así que Meir
afrontó el sopor con dignidad sabiendo qué era lo que Yahvé tenía pensado para
él.
Ushpa, joven aprendiz de bibliotecario |
El sabor de la Vitae especiada lo despertó. Hacía tiempo que
no veía la luz, este caso de unas antorchas. Y ahora sí que no sabía cuánto
había pasado.
Se encontraba en un templo y esta vez si podía ver las
escenas esculpidas y pintadas en las paredes, columnas y techo, que
representaban la muerte egipcia.
Los antiguos egipcios creían en la vida después de la
muerte. Pensaban que el alma del difunto viajaba al Más Allá. Cuando una
persona importante moría en el Antiguo Egipto, su cuerpo se conservaba por
medio del proceso de la momificación.
Y todo esto es lo que Meir ve escenificado en el arte
secuencial que lo rodea.
Adeben, cuyo nombre significa: nacido el número doce, Setita
religioso, se presenta como un sacerdote judío, verdadero, muy sabio. Fue
exiliado por su fe judía. Era consejero del Príncipe de Menphis.
Él ha despertado a Meir, con un brebaje de color
amaríllenlo, que sabe a sangre. El fulgurante liquido no solo ha despertado, si
no que ha recuperado la perdida física que el sopor se había cobrado de Meir,
sintiéndose ahora saciado de Vitae y sin secuelas del letargo. Curiosa magia la
de estos paganos.
Adeben le deja claro que vive gracias a él y que él puede
hacer que recupere a su familia, al niño cimerio y a la mujer vampiresa que
parece un cadáver.
Pacta con él. Tiene a Donna y a Ushpa, son sus esclavos… y
ahora también tiene a Meir.
Es un creyente de Yahvé. Todo un sacerdote, como Meir, pero
Setita, también los hay, le devolverá la libertad, y a su familia por un módico
precio: una buena posición vampírica, de Antiguo, en su propia Jerusalén,
después de todo es el príncipe y puede otorgársela. Adeben le cuenta a Meir que
Alara ha pactado con Oded y han aceptado acoger a los de su clan, así que no
haría nada en contra de los intereses de Jerusalén.
Meir negocia con él y sabiendo que sus opciones son
limitadas y acepta las condiciones del Setita, otorgándole la posición de
Antiguo en Jerusalén, sabiendo que aun estará por debajo de sus cainitas de
confianza. El Setita cumple su palabra y Meir se reencuentra con su chiquilla
Donna y con Ushpa, que con gran regocijo vuelven hacia Jerusalén con Adeben y
su corte. Meir aumenta el camino de su humanidad, sintiéndose completo ya que
al fin ha conseguido que su familia haya sido reunida, sana y salva.
El Setita pasa el viaje hablando con Meir y ambos consiguen
una cierta familiaridad que los hace no ser extraños. Tienen varias cosas en
común: Ambos son vampiros, sacerdotes judíos, creen en Yahvé y esperan sus
indicaciones. Han pasado ya seis años desde que Meir abandonó el trono de
Jerusalén y su regreso es inminente, pero no durará mucho tiempo…
Desdémona, Primogénita Brujah |
Desdémona regresa de
su viaje diplomático por Yehud. Ha durado un año y ha sido todo un éxito. La
Brujah transmite descubierto con pelos y señales todo lo que ha vivido, a su
regente Oded, mientras Ely Yahu escucha atento a un lado del trono.
Desdémona da la carta
de Bicor a Oded y este la lee en alto. Pone exactamente lo que Bicor le
preguntó a Desdémona en Mizpa: “¿Tenéis
lazos con Alara? Si la respuesta fuera afirmativa. Cortadlos ahora o más
adelante será demasiado tarde.”
–¡Que llueva azufre sobre sus cabezas! –sentencia el
profeta Malkavian cuando Desdémona acaba de contar sus viajes en las diferentes
ciudades de Yehud.
–Bicor nos lo ha preguntado por nuestros lazos con Alara –dice Desdémona– Cuando visité a Nerea y al Espectro en
Chipre, tras la guerra, la Toreador me preguntó por nuestra relación con Alara
y me pillo que teníamos algo con él… a pesar de que no quería decírselo... así
que deduzco que ha sido ella quien ha alertado a Bicor, y por eso nos pregunta
por nuestra posible relación con Alara.
–Ya sabíamos que este momento llegaría –dice Oded– no podemos matar a todos los reyes persas de
Yehud, Persépolis se enteraría y nos mandarían asesinar por ello.
–¡El cielo se cubrirá y lloverá sangre! –grita Ely rompiendo
la tensión en la mirada de Oded.
–¿No podrías hablar normal por una vez? –pregunta Desdémona
cansada de las enigmáticas palabras del Malkavian.
Los tres vampiros
vuelven a sus refugios ante la inminente llegada del amanecer.
Mercado de Jerusalén |
Mientras los vampiros
hacen sus movimientos de noche, por el día se empieza a palpar el odio de los
judíos hacia los egipcios de la ciudad. Comienza a haber disturbios en las
calles y queman vivas a familias inocentes de egipcios.
Esto no acaba aquí,
ya que como represalia hay asesinatos de judíos y todo desemboca en cacerías de
hordas de vengativos judíos, armados con antorchas y horcas. Cuando llega la
noche las hogueras se han apagado, pero seguro que el odio renacerá con la
llegada de un nuevo sol, reavivando los rescoldos del odio.
Ely Yahu, el profeta,
molesto con estos sucesos y consciente de que pueden afectar negativamente a la
corte vampírica, decide hacer lo mejor para su pueblo. Manipularlos para que
dejen la violencia o sufrirán la ira de Yahvé sobre sus cabezas, en forma de
lluvia de azufre y fuego purificador.
–No aborrecerás al egipcio, pues fuiste extranjero en su
tierra… ¡difundid mi palabra o lloverá la ira de Dios! –predica Ely sobre una
gran roca en el corazón de Jerusalén.
Sus fieles difunden
su palabra y Ely apaga las llamas del rencor. La fama del Profeta habla por él, Yahvé les ha hablado
mediante su voz y desea calma, por no decir que seguro que es lo que quiere
Meir, piensa el Malkavian.
Sus palabras hacen mella
en los hombres de Jerusalén y se calman las aguas de la ira en las calles, al
menos no irá a más.
Satrapías persas |
Meir, y su familia, sana y salva, llegan por fin a
Jerusalén. Hace seis años que el Capadocio marcho dirección Egipto, en aquel
entonces era príncipe y no sabe cómo estará ahora la situación en la ciudad,
pero lo que ve al llegar, no le gusta nada.
Todo parece estar bien, las murallas, el Templo, el mercado,
pero hay restos de violencia en las calles. Cenizas, sangre seca, carne
quemada… ha ocurrido por el día.
El Capadocio se encamina hacia el palacete del príncipe,
inquieto y se encuentra en el trono a Oded, su senescal y a su alrededor
Desdémona, Nahum y Ely Yahu.
Todos se saludan y el Capadocio, más integro que cuando
partió, cuenta sus años de hazañas, luchas contra hombres lobo, secuestro,
letargo y finalmente la libertad. Meir acaba su historia explicando su
concesión, ahora Adeben, Setita judío, es Antiguo de Jerusalén. Gracias a él,
ha podido traer sana y salva a su familia.
A su vez los cainitas de Jerusalén le ponen al día de la
delicada situación actual entre Alamut y Egipto.
Tras charlar brevemente con ellos, Meir les cuenta que ha
recuperado a su protegido y su chiquilla que era lo que debía
hacer. Y una vez a salvo en Jerusalén, va a volver a marcharse para
buscar aliados en Grecia, entre los de su clan: los Capadocio. Tras lo cual se
despide y sin haber pasado una sola noche desaparece en la negrura del
desierto, dejando la corte de Jerusalén igual que cuando llegó.
Adeben, Sacerdote Seguidor de Set |
Adeben, el sacerdote
judío Setita, se presenta ante el trono del príncipe de Jerusalén, en el que se
sienta Oded, que lo recibe junto a Desdémona y a Ely Yahu.
El Seguidor de Set,
es un lúgubre y enigmático vampiro, que tiene el aspecto de un brujo de cuento.
Al fin y al cabo, es un egipcio y es la primera vez que conocen a uno judío,
quien les dice que no son así en Egipto.
Cuenta que ha sido denostado
en tierra del Nilo y ahora acogido e invitado por su nuevo hermano Meir. Desea
lo mejor para los judíos y los respeta y venera como los elegidos por Yahvé, él
es uno de ellos. Es un hombre de fe, que ayudará a Meir en los asuntos
sacerdotales en la ciudad, es lo único que sabe hacer…
Akil, Esclavista egipcio |
–Pido permiso al regente para hacer ghoul a Akil –dice Adeben
arrodillado ante el Toreador.
–Sin problema. Puedes hacerlo, pero después de la fiesta
del solsticio de invierno que se celebrará mañana –dice Oded.
–¡Por fin un hombre digno de Yahvé! –dice Ely contento.
–Una cosa Adeben –dice Desdémona– la situación con Alamut es jodida. El Espectro huele a los Setitas a
distancia, así que por tu bien yo que tu, ocultaría mi clan. Si no, las vas a
pasar putas. A nosotros no nos importa pero si Alamut manda asesinos, igual
vuela tu cabeza…
–Entiendo –dice Adeben– ¿qué clan creéis que sería mejor adoptar?
–Capadocio –sugiere Oded.
–No tengo aspecto de Capadocio –dice Adeben– quizás sea más apropiado Toreador, podría ser
uno de ellos…
–Recuerda quedarte embobado ante el arte –dice Desdémona.
Venta de esclavos de Akil |
–Recordad que Meir, tiene bajo su protección a una
Caitiff, Donna –dice
Ely– así que otro Caitiff no sería mal
visto si se encuentra bajo la protección del príncipe Capadocio…
–Si te haces pasar por Toreador, ten cuidado con Nerea,
la chiquilla del senescal Orión –dice Desdémona– ya que esta con los Assamita. Lo digo para que sepas a quien te
acercas.
–Agradezco vuestros consejos –dice Adeben– los pondré en práctica todos ellos.
–Es por el bien de todos –dice Desdémona– ¿Y Donna? ¿habéis venido con ella verdad?
–Efectivamente, ha vendió con nosotros –dice Adeben– se encuentra a
salvo en su hogar. Es una gran vampiresa, entiendo porque Meir la abrazó
después de tantos años de servidumbre. A veces los mejores esclavos se ganan un
ascenso.
La presentación de
Setita termina cordialmente y cada mochuelo a su olivo.
Valle de Hinnom, Colonia Nosferatu |
Tras las
presentaciones Desdémona decide hacer una visita a Kothar, para que le deje
hablar con Ephraim, su chiquillo, por si tuviera información importante sobre
la razón por la que ha dejado de ser espía de Orión.
Desdémona se
encuentra con Ephraim en lo más profundo y oscuro de una de las cuevas de la
colonia de leprosos.
–¿Qué ha sucedido Ephraim? –pregunta Desdémona al
Nosferatu.
–Hipocresía –dice Ephraim– Tu mundo no es para mí, me ha escupido a la cara y he decidido volver
con mi familia.
Desdémona detecta en
sus palabras que el Nosferatu que se siente tremendamente defraudado.
–He decidido apartarse de la política –confiesa Ephraim.
Desdémona le da al
leproso una palmadita de ánimo en la espalda, lo hace sin fuerza, pero a pesar
de todo, su carne cruje y chasquea.
Ephraim, Nosferatu chiquillo de Kothar |
–Agradezco tus palabras Desdémona –dice Ephraim– debes saber que tu eres buena, pero estas
rodeada de serpientes que cuando puedan te morderán e inocularan en ti el
veneno de la civilización, y entonces ya
será tarde. Se está mejor en esta colonia de leprosos y olvidados, nadie nos
molesta.
–Aléjate del juego sucio de Orión y de Nerea –advierte el
Nosferatu a la Brujah– no son buena
influencia.
–Mas motivo para tenerlos cerca –responde Desdémona.
–Pásalo bien en la fiesta del solsticio –dice Ephraim sonriendo y sabiendo que ya no tendrá que acudir a esos aburridos y peligrosos encuentros entre cainitas.
Salón del Trono del Príncipe, Jerusalén |
Llega el cónclave del solsticio de invierno. Nahum decide no ir tras sopesar las palabras de su hermano Ephraim y su Sire Kothar, por las que denostaban una y otra vez a la corte cainita y su tremenda hipocresía, siendo según ellos, una enfermedad mortal para la civilización de Yahvé.
Nerea ha sido la responsable de organizar todo para que acudan tanto Alara, como Assur. Cuenta con que los Assamita acaben de una vez por todas con el problema de los insurrectos Vástagos de Jerusalén. Les costará cara la traición a Alamut, único y verdadero corazón del imperio persa, hegemonía del mundo conocido.
El cónclave del solsticio de invierno se ha convertido en toda una tradición en Jerusalén, desde que lo impusiera el príncipe Mudji hace ya una década. Orión ha delegado todo el trabajo de envío de invitaciones en Nerea, mientras que el se ha encargado de que todo en la ceremonia sea perfecto. Pero esta vez una cosa será diferente a otras fiestas, por idea de Nerea, solamente serán invitados Vástagos de Jerusalén y nada de humanos, excentricidad acogida sin importancia alguna por su Sire Orión.
Todo está listo: la música, la iluminación, la Vitae… Nerea sabe que es el momento de la verdad, pero solo lo sabe ella. El Matusalén Setita llamado Alara será castigado por Alamut y con él, todo el que se encuentre a su lado, presumiblemente el gobierno de Jerusalén. Y un nuevo orden comenzará en la capital de Yehud a partir de entonces, resurgiendo de las cenizas del viejo gobierno…
Orión, Primogénito Toreador |
Invitados
Los invitados entran el salón del trono. Ava, con un vestido negro a la última moda de Persépolis, junto a ella Desdémona, sobria y concentrada, de su brazo, su impresionante chiquilla Astarté, siempre fiel a la Brujah y Fafner, que camina junto a Desdémona con la lengua fuera jadeando muy rápidamente.
Seguidamente llega el Seguidor de Set Adeben, con su siniestro aspecto de sacerdote judío, un tanto exótico, por ser egipcio. Camina despacio y junto a Donna, la guapísima chiquilla de Meir, tan blanca como un cadáver andante y vestida con un sencillo vestido blanco sin demasiada pompa.
Los siguientes en llegar son los anfitriones. Nerea, fría y distante vestida con un sobrio vestido gris, acompañada de su Sire Orión, muy emperifollado, perfumado y feliz, saludando a todos los presentes, con su impresionante chiquilla colgada de su brazo izquierdo.
Casi el último en llegar es Oded, regente actual de Jerusalén, que vestido como un verdadero rey, camina firme hasta su trono, en el que se sienta, saludando por el camino con la cabeza a todos los presentes. En el momento en el que se encuentra en el trono, solamente tiene ojos para Nerea, a quien mira descaradamente sin quitarla ojo, como si estuviera obsesionado con la Toreador, hecho que así es, debido al vínculo de sangre que le ata a ella, no así a ella con él.
El último en llegar
es el profeta Ely Yahu, vestido con una túnica sacerdotal, medio limpia, pero
con ese aspecto de desarrapado y esos ojos de loco que juzgan sin palabras. Sus cuervos vuelan por el exterior del palacio, preparados para avisar a su dueño de cualquier intruso hostil. El Malkavian camina decidido y se coloca a la derecha de Oded, tras el trono, observando a
Nerea y a Orión, viendo como revolotean de grupo en grupo hablando de temas sin
importancia alguna.
Donna, Capadocio, Neonata de Meir |
Conversaciones
La ceremonia transcurre con normalidad. No hay multitudes de humanos como otras veces, con lo cual, todo se resume a un puñado de pequeños grupos de no muertos, charlando de sus asuntos, amenizados, eso sí, por un grupo de buenos músicos que tocan sus instrumentos de forma exquisita. No faltan las copas de Vitae que sacian el hambre de todos los presentes, servidas en bandejas por raudos criados vestidos de impecable negro.
Oded se levanta del trono y junto con Desdémona y Astarté, se acercan a Donna, dándola la bienvenida a Jerusalén, ya que llevaba años en Egipto. La pálida Capadocia se encuentra nerviosa y desentrenada. Disculpa la ausencia de su Sire Meir, ya que ha partió dirección Grecia para conseguir el apoyo del clan.
–Echaba de menos este tipo de celebraciones –confiesa Donna con una copa de Vitae en la mano.
–Yo no tanto –dice Oded brindando con su copa de sangre a la de Donna y sonriendo mientras la mira a los ojos. Aun así es evidente que el regente no deja de mirar a Nerea, debe saber que hace en todo momento.
–Cuando te encuentras en un reino lejano, donde no puedes ver las estrellas del firmamento de Jerusalén, esclavizada por otro Vástago… –dice Donna mirando melancólica por la ventana– entonces valoras mucho más tu pasado... estas fiestas incluidas.
–Me han dicho que lo has pasado mal –añade Desdémona– espero que al menos, lo que te pude enseñar en su día te sirviera.
–Por supuesto Desdémona –responde Donna– debo agradecer sus enseñanzas de defensa, me han sido de gran ayuda.
–Ahora te dejo, ya que estarás muy ocupada teniendo que saludar a los presentes… –dice Desdémona dando un paso atrás y sugiriendo de forma indirecta a la Capadocio que se relacione con los presentes.
Donna, muy lista, coge la indirecta al vuelo y comienza a socializar de forma cordial y humilde, saludando personalmente a todos los Vástagos presentes, interesándose por sus no vidas y contándoles superficialmente su viaje a Egipto.
Ely Yahu se acerca al Seguidor de Set, Adeben, que se encuentra incómodamente solo, ya que no conoce a nadie. El Malkavian, muy paranoico y utilizando su Auspex, con el que intensifica todos sus sentidos, habla con el sacerdote Setita sobre complejos asuntos de teología, centrándose en los problemas de la llegada de egipcios a la ciudad. Adeben agradece la valiosa información, debido a que le concierne personalmente, ya que ha venido con unas cuantas familias egipcias. Yahvé llena en resto de la conversación, punto en el que ambos cainitas se encuentran en tremenda sintonía.
El Espectro, Guardián del gobernador, Assamita |
Dos Assamita entran
ya empezada la celebración, rompiendo toda la etiqueta y faltando al respeto a
los presentes y sobre todo a los anfitriones Toreador. Son Bicor, que viste a
la altura de su cargo: embajador de Alamut y el Espectro, siempre enfundado en
su vieja y mellada armadura, limpia pero ajada, con su yelmo puesto, nadie
jamás ha visto el rostro del persa.
Caminan juntos,
saludan cordialmente a Oded y permanecen en un segundo plano, como expectantes
a lo que pudiera suceder y sin mantener conversaciones con nadie, solo
observan.
Todos podían esperar
al Espectro, compañero de Nerea estos últimos años. Pero nadie esperaba a
Bicor, actual Rey de Mizpa, importante ciudad al norte de la satrapía.
Alara, Matusalén Setita |
Irrumpe Alara
Pero la sorpresa
mayúscula se produce entre los presentes, cuando un gigante entre los no
muertos se presenta en persona en la fiesta: Alara, Faraón Egipcio y Matusalén
de los Seguidores de Set. Su presencia es atronadora, es como si un Dios se
hubiera dignado a pasear entre los mundanos humanos. La sencillez de sus
ropajes de corte egipcio y su maquillaje característico, acentúan su intrigante
mirada que se posa sobre el regente Oded.
Desdémona se acerca a
un inquieto Oded y le susurra al oído:
–¿Ahora con quien estamos? –pregunta la Brujah
con cierto tono jocoso, mientras Bicor mira impasible al Setita que camina
hacia Oded.
Nadie se esperaba su presencia,
sobre todo porque ningún vampiro milenario suele exponerse en persona ante los
demás vampiros de la Estirpe.
Ely Yahu, pone sus
ojos en blanco y comienza a tener una visión gracias a su poder Malkavian de
Dementación. Con ojos del Caos, se transporta al futuro y se encuentra en este
mismo salón, pero en lugar de una apacible reunión cortesana, acontece la
batalla campal más cruenta que se pueda imaginar. Los vampiros se matan unos a
otros y luchan a muerte dejando muchos de ellos la no vida en ello. El lugar se
llena de sangre, muerte, cadáveres y cenizas... Ely despierta, ha sido como un
parpadeo, pero el Malkavian no tiene nada claro cuándo sucederá este
desalentador futuro… ¿será hoy? ¿dentro de un año? ¿de un siglo?...
Alara se acerca
lentamente a Oded, como si de una serpiente se tratase. El Setita se ha
presentado por sorpresa, ayudado en secreto por Nerea, que le propuso hacerlo.
La idea de Alara es meterles un poco de miedo, en persona, para escarmentarles
dándoles un susto y que tengan claro cuál es su posicionamiento con respecto a
Alamut, por si tuvieran la tentación de traicionar nuevamente su acuerdo. Ya se
la jugaron una vez con la falsa palabra de Meir y no van a hacerlo otra.
Ya ante Oded, Alara
mira al regente con sus hipnotizantes ojos amarillos y el Toreador hace una
torpe reverencia, que con los nervios hace que Oded se resbale y caiga al suelo
de bruces.
La escena es
ridícula, el regente tirado a los pies del Matusalén, que sonríe pensando si
pisar la cabeza del humillado Toreador, o no. La bestia interior de Oded se rebela
y estalla en frenesí, saltando del suelo con rabia, con sus colmillos fuera, su
boca abierta y emitiendo un lamento gutural que procede del fondo de su alma.
Alara sin inmutarse,
lo mira y con un juego de manos le hace levitar por los aires como si Oded
fuera un pedazo de papel. Lo inmoviliza en el aire, a un par de metros del
suelo. El Toreador en frenesí, da golpes al aire, mientras Alara le mira
fijamente, divirtiéndose mientras lo mueve a distancia, solamente con los
movimientos de sus manos. Todos los presentes observan la muestra de poder, y Oded
grita impotente a lo que Alara, cierra su boca con solo mover uno de sus dedos.
Tras unos minutos de tensión y silencio de los presentes, Orión se ha encargado de que los humanos del servicio y los músicos salieran del lugar, Oded se calma y desciende suavemente al suelo, cubierto de sudor de sangre por todo su cuerpo. El Toreador no sabe lo que acaba de ocurrir, una profunda amnesia lo ha borrado y solamente recuerda haberse caído ante Alara, que ahora se acerca hacia él y le tiende la mano para que se levante. Oded coge la mano firme del Faraón y se levanta mientras el Setita le susurra:
–Siempre es bueno tener un aliado que ayude cuando te
encuentras en apuros ¿verdad? –dice Alara sarcásticamente a Oded.
–Gracias –responde Oded, un tanto confuso.
Mientras tanto Ely,
agarra fuertemente su báculo y muy alerta, completamente emparanoiado comienza
a orar:
–El Señor es mi pastor y nada temeré si voy de su mano… –reza Ely Yahu en bajo
y con los ojos cerrados.
–Fíjate en Bicor y el Espectro –le susurra Desdémona
a Astarté– ¿Qué actitud tienen?
–Están distantes de los demás invitados, pero no parecen
tramar nada raro. –Responde
Astarté mirando a los Assamita.
–No quites ojo a Alara tampoco –pide Desdémona a su
chiquilla.
Alara se acerca a
Oded, y con suaves palabras arrincona al regente, que piensa que el Setita
puede hacerle daño y nervioso intenta que no sea así.
–Quizás este no sea el lugar propicio para comentar
asuntos delicados… ¿no preferís que sea en privado? –pregunta Oded
intentando que Alara no hable demasiado y Bicor pueda escucharlo
emparentándolos.
–No tenemos nada que ocultar… –dice Alara en
susurros solo audibles por Oded– Tengo
una pregunta importante que hacerte Oded: Ahora que os lleváis tan bien con Alamut...
no habréis olvidado nuestra especial relación, ¿verdad?
–Sigue vigente el acuerdo que tenemos –responde Oded en voz
baja– y el mismo no implica llevarme mal
con Alamut. Estoy rodeado por vampiros persas, situados en ciudades secundarias
de Yehud. Debo lidiar la delicada situación con cabeza y sopesar las opciones…
–Yo me refería a la tentación de no haber elegido bando…
–dice
Alara susurrando al oído de Oded y acercándose al Toreador peligrosamente.
–No hablamos de nada tan concreto –dice Oded nervioso– pero si hay que hacerlo ahora, se elige
bando...
–No tendrás la tentación de conseguir una alianza doble,
¿verdad? –pregunta
Alara mirando a Bicor que los observa en lejanía.
–Obviamente no podemos hablar de mantener la misma línea
por siempre… –explica
Oded titubeante– En este momento es
complicado… debo elegir un bando…
–Y dime Oded, ¿cuál es el bando que habéis elegido? –susurra Alara al oído
del regente como haría una serpiente acorralando a su presa.
–Muerte y destrucción… se acerca una sangrienta batalla… –dice Ely profetizando
el futuro.
–Mantengo el bando que elegí en su momento: Egipto –responde Oded– eso fue lo que pactamos y no excluye que
nos tengamos que llevar mal con los persas.
Aššur-nasir-pal II Matusalén Asirio, Assamita |
Cuando más tensa está
la cosa entre Oded y Alara, momento en el que el Matusalén tiene al regente
contra la pared, algo rompe la incómoda situación, algo histórico que seguramente
nunca ha ocurrido: Aparece Assur, Matusalén Assamita, situando en la misma
estancia a dos enemigos centenarios, Assur y Alara, que lo mira incrédulo.
Adeben, el Setita, se
sitúa al lado de su Matusalén Alara, como atraído naturalmente por el anciano de
su clan.
Oded, gracias a su
Auspex, siente peligro de muerte pero no viene de Alara, si no de Assur.
En el momento en el
que ambos némesis se miran, los cainitas presentes, comienzan configurarse en dos
bandos perfectamente delimitados, a uno y otro lado del trono de Jerusalén. En
uno está Assur muy serio, y en el otro un sonriente Alara, ambos gigantes, en el
poder físico que emanan, como dos Dioses entre los mortales.
Desdémona no pierde
el tiempo e invoca su lanza sagrada de Artemisa, que aparece en su mano
derecha, brillante y ansiosa de sangre. Asarte, a su lado, lo ve y desenfunda con
cuidado su daga ceremonial, y es algo que casi todos los vástagos presentes
comienzan a hacer, armándose debidamente, mientras sus cuerpos empiezan a
energizarse con sangre, preparándose para el encarnizado combate que se
avecina.
–Oded… ¿qué buscabas en Mizpa en mi ausencia? se que
tuviste espías husmeando en mi ciudad –pregunta Bicor a Oded añadiendo tensión a la
ya delicada situación.
–Habla quien ha venido para hacer el trabajo sucio de su
amo –dice
Oded con desprecio refiriéndose a Assur.
–Alamut ha reconocido a Jerusalén como aliada tras la
guerra en Chipre –dice
Assur frente a Alara y mirando de reojo a Oded, que aun se encuentra en el
centro de la estancia, inmóvil, junto a los demás cainitas de Jerusalén– Es el momento de posicionarse…
Los bandos empiezan a
definirse y ante las atentas miradas de los presentes, algunos nerviosos, otros
ansiosos y los más, atemorizados, ya que saben que la hora de la verdad ha
llegado por fin.
A un lado del trono,
el bando persa: un henchido Assur; A su lado izquierdo el
Espectro, siempre
pétreo; Bicor, se encuentra al lado izquierdo de su Matusalén; Nerea fría y
calculadora, y tras ellos y en su bando aparecen dos cainitas, hermanos, que
hasta ahora habían permanecido ocultos a los presentes, Umaskal, llorando
sangre negra y Arang, el chiquillo de Amal, sediento de venganza, por la
incomprensión de ajusticiar a su traidor hermano Dante; Y Orión, con gran
dificultad, mirando a Nerea, se sitúa a su lado y frente a sus compañeros de
gobierno a los que acaba de traicionar por sus sentimientos hacia su chiquilla,
que acaba de pedirle con un gesto, que se acuda junto a ella, cosa que su amado
Sire hace sin pensar, pudiera ser que Orión estuviera vinculado de sangre, o
simplemente está enamorado de la mujer, aunque cabe la posibilidad de que sean
ambas cosas.
Nerea mira a Oded,
vinculado a ella, y también le pide con su dedo que acuda a su lado, y el
Toreador comienza a percibir como la cadena invisible del amor incondicional,
empieza a tirar de él y camina hacia el bando de Assur, sin quererlo, cuando
Oded se resiste con gran esfuerzo, y para en seco antes de llegar, pero su
fuerza de voluntad no será infinita.
Al otro lado del
trono, frente al bando persa de Assur, se encuentra el bando egipcio de Alara,
y junto a él se sitúa Ava la primera. Lo hace con decisión y sin quitar ojo a
sus rivales.
Donna y Adeben se
encuentran ya cerca de Alara y se quedan con él. Tienen claro que lucharán
contra los Assamita del bando persa y los suyos.
Astarté pregunta a
Desdémona si cumplirán su palabra dada a Alara y su Sire responde:
–Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para morir –responde Desdémona
y eleva la cara orientando su voz hacia Assur, diciéndolo en alto para que la
oigan todos– Esta noche es digna para morir ¡putos cobardes!
Desdémona, Fafner y
Astarté se sitúan del bando de Alara, mientras que Ely Yahu se queda junto a
Oded, ambos los únicos que siguen en el medio de ambos bandos. El Toreador
sigue resistiéndose para no acudir junto a Nerea, que insiste en que luche a su
lado, del bando Assamita, contra su compañera Desdémona, entre otros.
Ely Yahu, a su vez
intenta hacer entrar en razón a Oded, que no le puede hacer caso, porque solo
puede pensar en su amada Nerea y en cómo defenderla de la muerte.
Todos los Vástagos
presentes tienen claro que la batalla que va a ocurrir a continuación, va a ser
a muerte y asumen que así será, preparando sus cuerpos gastando sangre para
potenciar sus aptitudes físicas.
–¡Despierta o hijo de Israel! –dice Ely a Oded
viendo que se encuentran en medio del mortal choque entre bandos. Pero Oded no
puede apartar la vista de Nerea, que le llama con la mirada. El Toreador solo
puede resistirse a coste de su fuerza de voluntad, que disminuye a pasos
agigantados.
–¿Quién mató a Mudji? –pregunta Ava en el momento de máxima
tensión, justo antes de que ambos grupos se lancen uno contra otro. Mientras se
miran y preparan sus armas. Ava piensa que en caliente, seguro que el culpable
confiesa, ya poco tiene que perder… pero nadie se atribuye el merito del
asesinato. Seguramente eso quiere decir que nadie presente lo ha hecho…
Ava no puede evitar pensar
que si Nerea, por su cara de satisfacción, ha sido capaz de montar este
encuentro para su beneficio, pudo preparar la muerte de Mudji y de su Sire, para
ganarse la confianza de los Assamita.
Ava sospecha de ella
y se lo dice en voz alta señalándola con el dedo:
–¡Fuiste tú! –Nerea no lo niega, solo sonríe.
Todos están listos
para la batalla y Ely y Oded siguen entre ambos bandos, ahora mismo, en el
lugar más peligroso para su integridad. Ely sigue intentando que deje de obsesionarse con la furcia de Babilonia, como él la llama,
insultándolo para que reaccione, pero Oded solo puede permanecer inmóvil,
llorando sangre, mientras Nerea le lanza una mirada de odio que rompe su
corazón.
Astarté, Diosa de la Naturaleza, Chiquilla Brujah de Desdémona |
–Esto va a ser, uno contra uno –dice Desdémona
haciendo números en su cabeza– debes
elegir contra quien lucharas y lanzarte a por él, o ella. Permanece cerca de mí,
por si juegan sucio, porque si sucede así, nosotras también lo haremos.
Ely, se percata de
que son los últimos instantes antes de la carga y usa su Disciplina vampírica
de Dementación, dejando al borde de frenesí a Oded, al filo de la locura, pero
esto servirá para que no sienta su Vinculo de Sangre, al menos que no piense en
el. El Malkavian lo hace despotricando contra Nerea y parece que Oded deja de
pensar en ella, sacando sus colmillos, arqueando su columna y apretando sus
puños, la bestia del Toreador quiere sangre.
Ely agarra el brazo
de Oded y lo conduce a toda prisa al bando de Alara, para pelear contra los
defensores de Alamut, con Assur a la cabeza.
Ava, Ancillae Ventrue |
Tras un segundo más
en silencio… ¡los gritos estallan y ambos bandos cargan contra el contrario!
Las armas en alto, los colmillos al viento y la carrera mortal de todos
pensando en cómo atestar el primer golpe al contrario.
Alara y Assur, los
enemigos milenarios, son los primeros que chocan violentamente entre sí. El
Setita porta una espada corta con jeroglíficos egipcios con un filo
incandescente, como recién sacado de la forja. Además, su lengua y su boca, con
granes colmillos, están agigantadas como las de un monstruo descomunal.
Mientras que Assur no porta arma alguna, dado que sus manos cortan el aire como
si fueran filos mortales, silbando cerca del cuello de Alara. La primera sangre
la hace Alara, clavando su puñal mágico en corazón de Assur, hiriendo al
Assamita, seguramente nadie lo hacía desde hacía siglos.
Ava y Nerea corren la
una hacia la otra, mirándose con gran odio. Ava lleva unas finas dagas plateadas y Nerea, unas dagas de
filo negro, forjadas en Persépolis. Ava apuñala sagazmente a Nerea en el brazo
derecho, y se lo traspasa, haciéndole muchísimo daño a la Toreador, que grita apretando
los dientes.
Bicor corre en
dirección a Desdémona, lleva dos espadas cortas con filos grabados y forjados
en Damasco. Fafner, ruge y corre hacia el Assamita para proteger a su ama y
salta hacia él para morder su cuello. Bicor, sin pensarlo dos veces junta sus
espadas cortas, y a modo de gran tijera, parte por la mitad al pobre animal,
salpicando sangre y tripas del ghoul en todas direcciones. El lobo de Desdémona
ha fallecido defendiendo a su Señora, como no podía ser de otra forma.
Fafner, Ghoul de Desdémona |
Desdémona aprieta su
preciosa y brillante lanza rojiza, viendo como su querido Fafner es destrozado
en el aire por los filos del embajador de Alamut. Debe resistir las ganas de la
bestia de salir a luchar, su sangre Brujah y su debilidad mandan, pero
Desdémona es capaz de controlarse y encararse contra Bicor. La lucha entre
ellos va a ser épica. El primer tajo lo da Bicor hiriendo de muerte a Desdémona,
que agarra fuertemente su lanza para atestar el siguiente golpe o morirá en el
intento. La cosa empieza mal para la Brujah.
Astarté eleva su
serpenteante daga ritual y corre contra el primer cainita que viene por ella,
que es Arang, el chiquillo exiliado de Amal. El Ravnos grita con su espadón por
encima de la cabeza y sus intenciones son claras, matar a la Brujah. Astarté,
espera diestramente y se abalanza sobre Arang, decapitando limpiamente al joven
vampiro, que cae al suelo manchándolo de sangre negra y viscosa, surgida a
borbotones de su cuello.
Ely Yahu, daga en una
mano y báculo en la otra, eleva su báculo y lo orienta hacia Orión, desarmado,
que se encaminaba hacia ellos con cierto recelo. El Malkavian le grita:
–¡Sufre la mano de fuego de Yahvé maldito extranjero! –y diciendo esto Ely prende fuego a distancia a la cabeza de Orión.
El Toreador grita mientras su barba se consume, la piel de su cara se deshace y
sus ojos empiezan a derretirse del calor.
El Espectro que porta
con elegancia un espadón curvo forjado en Damasco, corre hacia Oded con
intención de acabar con el regente, representación del príncipe de Jerusalén, y
máximo poder en la ciudad. Oded se da media vuelta y corre en dirección
contraria huyendo del Assamita.
En milésimas de
segundo, empleado su Disciplina de Celeridad, Assur acuchilla varios tajos
mortales con sus manos desnudas a Alara y lo hace, literalmente pedazos. Los
trozos de carne de Alara se deshacen tan rápido en cenizas, que en cuestión de
un instante solo queda su ropa y sus cenizas que caen al suelo. La venganza del
Assamita asirio se ha completado, tras siglos de disputas, Alamut ha obtenido
la victoria sobre Egipto, y Assur henchido de placer disfruta el momento con
una sonrisa de oreja a oreja, bajando la guardia.
También en Celeridad,
Nerea amputa el brazo izquierdo a Ava, y lo hace con una de las dagas, ya que con
la otra le apuñala en el pecho, dejando a la Ventrue muy mal herida.
El Espectro se
aprovecha también de su extrema Celeridad y de dos certeros golpes decapita a
Oded, cayendo sus cenizas por encima de Ely.
Desdémona, con su
Celeridad, corre en milésimas de segundo, y de dos movimientos con su lanza
sagrada parte al Bicor en dos, succionando parte de su sangre por medio de su
lanza mágica. La Brujah, saboreando la sangre de Bicor por sus manos y
moviéndose como un relámpago, se gira hacia donde ha escuchado la pelea entre Assur
y Alara y le arroja su lanza con gran destreza y dificultad, atravesando su
pecho y matándolo al instante. Solo un Matusalén puede caer tan rápido con un
arma tan excepcional y con la descomunal Potencia que posee Desdémona, con la
que sería capaz de tirar un obelisco egipcio de un solo golpe.
Lanza de Artemisa, Arma Sagrada de Desdémona |
Adeben, cubierto con
las cenizas de Assur, queda petrificado y cierra los ojos, sabe que el
siguiente en morir hubiera sido él, y no sabe ni que ha ocurrido exactamente,
pero sabe que nadie le está golpeando y sigue con vida.
Orión corre ardiendo,
el fuego de su cabeza se ha extendido y ahora la mitad superior de su cuerpo
arde fuertemente.
El Espectro mira pensativo
las cenizas de Oded, ¡acaba de matar al regente de Jerusalén! y esto le hace
pensar mientras agarra fuertemente su espada.
Desdémona utiliza su
sangre para curar parte de las heridas que le ha hecho la hiriente y mortal
espada de Bicor, antes de morir, y parte de sus tejidos comienzan a regenerarse
rápidamente. Astarté protege a su Sire mientras se cura y lo hace con su daga situada
a la altura de su cara, nadie la dañará sin pasar por encima de su cadáver.
Ava y Nerea luchan a
muerte y sus dagas chocan violentamente, saltando chispas, ambas pelean heridas
de muerte y enzarzadas en un combate muy igualado, del que solo saldrá una con
vida.
Donna se agacha en
guardia con su daga en la mano derecha y gira sobre sí misma, encima el cuerpo
inmóvil de Umaskal. No quiere que nadie lo dañe y la Capadocio lo protege, a
pesar que la intención del cainita era atacar a Donna. La Capadocio coge con
cuidado en brazos a Umaskal, aun empalado, y se fija en la salida. Lo hace sin
llamar la atención y muy atenta a posibles ataques. La Capadocio se encamina
hacia la puerta de salida.
Al no poder entablar
contacto visual con los ojos del Espectro, debido a su yelmo, Ely Yahu no puede
afectar su mente volviéndole loco con sus poderes, así que decide atacarle con
su báculo y su daga. Que apenas rayan la armadura del Espectro emitiendo más
ruido que otra cosa. El Malkavian se siente impotente por no poder hacer daño
de ningún modo al Assamita. Momento en el que el Espectro le corta un brazo a
Ely de un fuerte tajo, clavándole el espadón sobre sus costillas y dejándolo
medio muerto. Y de un segundo espadazo mata a Ely atravesándole el pecho. Las
cenizas del Malkavian cubren el suelo y el Espectro se ha cobrado su segunda
víctima.
Nerea, mediante su
celeridad, acuchilla repetidamente a Ava y esta logra parar todos los embistes
de la Toreador con sus dagas. Pero con el último, de un fuerte y firme tajo, consigue
decapitar a la Ventrue. Ava muere a manos de Nerea y la Toreador ha conseguido
demostrar que es una verdadera Señora de la Guerra, forjada en varias batallas.
Orión continúa
ardiendo, ahora el fuego se ha extendido por todo su cuerpo y corre por la
estancia, sin rumbo fijo, como pollo sin cabeza. Da vueltas como un loco y
agoniza ante el fuego de Ely. Se encuentra completamente fuera de control, y a
la espera de su inminente muerte que no tarda en llegar, convirtiendo al
senescal de Jerusalén en un montón de cenizas humeantes. Una baja póstuma para
Ely Yahu, el profeta.
Desdémona corre para recoger
su lanza, clavada sobre el mármol y grita a Astarté:
–¡Mata a Nerea!
Astarté se topa con
el Espectro y luchan a muerte chocando sus armas. La Brujah aguanta los
embistes del Assamita con su gran daga, pero el Espectro parece más fuerte que
la neonata. Aun así, Astarté clava su daga en el pecho del Espectro, atravesando
armadura, carne y hueso, sorprendiendo notablemente al Assamita.
En Celeridad,
Desdémona agarra su lanza con las dos manos y carga hacia el Espectro, que
lucha en un combate desigual contra su chiquilla. Y a traición, atraviesa al
Assamita por la espalda y lo mata. El Assamita muere sin saber que lo mató, le
hubiera gustado mirar a los ojos a su ejecutora, pero en el fragor de la
batalla es difícil mantener honores. El Espectro se deshace en cenizas y solo
queda su armadura hueca y agujereada.
Desdémona pone su
lanza en el cuello de Nerea para que esta no se mueva, pero la Toreador es más
rápida que la Brujah y le clava su daga de filo negro en el hombro, haciéndole
un rasguño a la maltrecha Desdémona, herida de muerte…
Adeben ha alargado su lengua medio metro y con el aspecto de la de una gran serpiente se dirige hacia Nerea, única superviviente en pie del bando de Assur.
Astarté y Desdémona,
ambas a la vez clavan sus armas a Nerea. Desdémona atraviesa su corazón y
Astarté corta su cuello. La Señora de la Guerra muere irremediablemente,
desangrándose sobre el suelo de mármol blanco, ahora cubierto de cadáveres,
cenizas y restos de vampiros muertos.
Jerusalén Capital de la satrapía de Yehud |
Donna, con Umaskal en
brazos, empalado e inmóvil, se encuentra ya en la puerta del salón y Astarté le
dice a Desdémona que la Capadocio se está llevando a Umaskal.
Astarté, en pie,
salpicada de sangre y sin un solo rasguño, altiva junto a su herida Sire, mira a
Donna, herida en el abdomen, de donde mana sangre negra.
–¡Donna, quieta! –ordena Desdémona señalándola con su lanza.
La Capadocio se vuelve
y mira a la Brujah ciega, compañera de su Sire Meir.
–Te podemos desempalar y te vas a comportar –dice Desdémona a Umaskal,
a lo que el cainita cierra los ojos y los abre. Astarté le dice lo que ha hecho
y Desdémona le pide a su chiquilla que quite la estaca de Umaskal.
Astarté se acerca a
Donna, la mira a los ojos mientras aprieta su daga serpenteante y la Capadocio
deja a Umaskal en el suelo, con mucha delicadeza.
Astarté le quita la
estaca a Umaskal posándole su frío filo en el cuello. Donna la mira para que le
quite la daga del cuello del vampiro, y Astarté accede. Umaskal permanece
arrodillado, cabizbajo y sangrante de su herida en el corazón, un boquete hecho
por la estaca de Donna.
–Astarté, estate un poco alerta por si acaso –pide Desdémona a su
chiquilla, y esta se aparta de Donna, vigilando el entorno por si hubiera
alguna sorpresa de última hora.
Adeben, el Setita
permanece inmóvil. Su mirada se cruza con la de Astarté para permanecer quieto
como una estatua. De momento no puede creerse seguir con vida, con el
espectáculo sangriento que hay a su alrededor, ha ocurrido todo tan rápido, en apenas
unos segundos.
–Una pregunta sencilla Umaskal –dice Desdémona– ¿realmente humeras sido capaz de matar a
Donna?
Umaskal llora sangre y asiente avergonzado. Seguramente no es el mejor final a su amor por Donna, pero era el único que se le ocurrió en ese momento. La pálida y bella Capadocio se agacha ante él y lo abraza. Ambos lloran sangre negra y se besan apasionadamente.
–De los errores se aprende… –dice Desdémona
escuchando el beso– ¿os quedareis en Jerusalén?
–Creo que después de lo ocurrido es mejor que nos vayamos
–dice
Donna abrazada a Umaskal.
–Por mi parte os podéis quedar, no tenéis de que avergonzaros
–dice
Desdémona.
Umaskal abatido, no
es capaz de articular palabra y con un hilo de dudosa voz dice:
–Lo siento Donna… –y la Capadocio lo abraza sintiéndose
culpable. Se hablan sin palabras, solo deben mirarse a los ojos para saber que
ambos sienten lo mismo el uno por el otro, amor verdadero.
Rodeados de cadáveres
de compañeros y enemigos, Astarté le toca el hombro a Desdémona y la pregunta
en susurros: –¿Qué quieres que hagamos? ¿Quieres
dejarles ir?
–Me parece una decisión cobarde, que después de lo ocurrido
no os quedéis para hacer de Jerusalén una ciudad mejor. –Dice Desdémona– Si os vais de aquí, nunca estaréis en
contra de Jerusalén ni de nosotros… pero os necesitamos, ahora que todo debe
comenzar de nuevo…
Donna, pensativa, se acerca a
Desdémona, con paso lento pero firme. Umaskal se queda en un segundo plano y la
Capadocio acaricia la cara de la ciega Brujah.
–Debo agradecerte tu bondad, Desdémona –dice Donna– Nos quedaremos… –afirma la Capadocio sonriendo tras ser convencida por la Brujah, de que la mejor opción es quedarse y que
ella les apoyará en su decisión.
Desdémona camina con
dificultad, ayudada por Astarté y se sienta en el trono de oro, salpicado de
sangre y cenizas de varios cainitas caídos.
–¿Alguno de los aquí presentes se atreve a cuestionar mi
autoridad como Reina de Jerusalén? –pregunta Desdémona con voz firme.
Los cuatro cainitas
se arrodillan ante la nueva reina de Jerusalén, Desdémona, coronada con la más
sangrienta lucha que se recordará en mucho tiempo, aunque algunos se empeñen en no contarla.