Orison, Lasombra (356 a. C.)


Orison, Lasombra

 Preludio de Orison

Mi nombre es Orison, orgulloso celtíbero de los vastos bosques de Hispania. Nací en una pequeña aldea oculta entre la maleza, rindiendo culto a Tagotis, Dios del Espanto y los Malos Augurios, capaz de conceder los más grandes favores a cambio de justas ofrendas y sacrificios.

Vivíamos una vida normal, gente cotidiana, alfareros, ganaderos, agricultores, pero con una peculiaridad: todos rendíamos culto a la Oscuridad.

Siempre estuve interesado por aprender de los druidas de la región, quería acompañarles cada noche y saber más del culto a la Oscuridad. La Oscuridad siempre formó parte de la vida y es fácil encontrar enemigos que veneran a la luz, que quieran perseguirnos como a criminales, pero lo difícil es encontrarnos a nosotros...  Por eso vivamos ocultos en el interior de  frondosos bosques, donde nadie conoce nuestro paradero, pero lo que ellos no saben es que la Oscuridad y Tagotis están de nuestro lado, y con ellos nada puede salir mal.

No tarde en ordenarme druida nada más alcanzar la edad adulta. Mis amplios conocimientos ocultistas me convirtieron en el druida más capaz de mi aldea. Era solicitado continuamente para toda clase de asuntos, desde ritos para favorecer cosechas, hasta maldiciones para echarlas a perder.

En uno de estos ritos, en pleno trance, apareció frente a mi, Tagotis en persona y me pidió algo muy importante: necesitaba ayuda para atravesar el velo y habitar en el mundo de la piel, nuestra realidad. Ansiaba vivir entre nosotros.  ¡No podía negar la ayuda a nuestro Dios! que tanta dicha nos había dado, pero no tenía ni la más mínima idea de cómo hacerlo.

Fueron muchos ritos, trances y plegarias hasta que supe que hacer. No iba a ser fácil, ni popular, pero alguien debía hacerlo. Mi tarea era conseguir un huésped para que Tagotis pudiera hospedarse y así ayudar a mi Dios a quedarse en nuestro mundo… pero no había nadie digno para albergar a nuestro Dios Oscuro. Unas páginas olvidadas en la biblioteca oscura, donde nadie miraba nunca, escritas en una antigua legua pagana, algo inusual ya que los anteriores a nosotros nunca dejaban nada por escrito, me dieron la respuesta.

Mi plan debía comenzar. Tras estudiar las antiguas palabras que comenzaban con un elaborado ritual con abundantes sacrificios, me llevaron al segundo paso. Bien entrada la noche accedí, en secreto, al cementerio de la aldea y saqué de sus tumbas a los muertos que consideraba que tenían mejores cualidades cuando aún caminaban entre los vivos. La suerte estaba conmigo ya que una reciente batalla contra enemigos invasores había dejado muchos cadáveres de guerreros, aptos para aprovechar lo mejor de ellos. Cortando las partes de sus cuerpos que mejor se conservaban, las uní, cosiéndolas y creando con ellas un habitáculo digno para mi Dios Oscuro. La última parte del ritual consistía en rellenar el cuerpo con sangre de todos los sacrificios posibles para preparar la venida de Tagotis.

Tras esto solamente quedaba invocarle para que pudiera habitar entre nosotros… para siempre. Así que decidí reunir al resto de druidas de la región y contarles mi secreto...

Al escuchar mis apasionadas palabras explicándoles el ritual, que ya había comenzado, se quedaron petrificados, y cuando vieron el cuerpo donde Tagotis iba a residir, remendado con cuidado a pedazos de sus parientes más cercanos, quedaron horrorizados. Viendo sus caras me di cuenta de que había llegado demasiado lejos. No solo rechazaron mis ideas, si no que me repudiaron dejándome completamente solo en la fría Oscuridad junto a mi engendro.

Dos guardias llegaron raudos a mi encuentro, seguramente alertados por alguno de los druidas,  tan pronto vieron el cuerpo tendido en el lecho de hojas,  sus caras se descoyuntaron y el terror hizo que vomitasen hasta la bilis. Solo podía huir de ese lugar. Estaba lleno de desagradecidos incapaces de valorar todos mis logros y sacrificios por los que había tenido que pasar.

 

Abrazado a Las Tinieblas

Desterrado, sobreviví mucho tiempo vagando sin rumbo, viviendo de limosnas y vendiendo mis servicios como curandero, algo banal y aburrido.

Todo parecía perdido, hasta que la mano caprichosa del destino, seguramente manipulada por Tagotis, hizo que encontrase un grupo de brujos y nigromantes que me propusieron ser parte de su círculo. Sus prácticas, digamos que no eran tan remilgadas como las de los druidas de mi tierra. Por fin podría retomar mis labores oscuras y volvería a acercarme a mi Dios Tagotis.

Esa misma noche me reuní con los oscuros hechiceros y les explique mi idea de invocar a Tagotis, para que viniera a habitar a nuestro mundo. Les conté como me había hablado en un trance y cada detalle de mi ritual de invocación. Me escucharon muy interesados, nadie les había hablado tan claro sobre sus intenciones oscuras y con su ayuda comenzamos con la elaborada tarea de preparar el advenimiento de Tagotis.

Todo parecía en orden, hasta que llegó el exigido sacrificio. Miré alrededor, pero no vi persona ni animal para el sacrificio y eso solo podía significar una cosa: ¡Yo mismo era la ofrenda!

Me fue imposible huir, fui inmovilizado por los oscuros brujos que conocían hechizos para utilizar las sombras como cuerdas, que hacían que mis rituales parecieran un juego de niños. En todos sus hechizos utilizaban un ingrediente indispensable, una determinada sangre, al parecer muy poderosa a la que llamaban: Vitae …

Fue Tagotis quien estaba tras todo esto y llevaba tiempo observándome en secreto, él fue quien me habló aquella noche lejana. Tagotis no era un Dios, si no un cainita del clan Lasombra, vampiros estudiosos de la Oscuridad, que la utilizan para darles poder. El círculo de hechiceros que me había acogido, eran nada menos sus sirvientes inmortales, sus ghoules. Por mi servicio y dedicación Tagotis iba a otorgarme el regalo de la inmortalidad, Tagotis iba a abrazarme.

Mi Sire Tagotis, del clan Lasombra, me enseño a mí, su chiquillo Orison, a manipular esas sombras originarias del Abismo, al que siempre había llamado Oscuridad. Durante décadas acompañe a Tagotis en sus noches y aprendí como daba aliento y poder oscuro a varias comunidades de asentamientos humanos cercanas a la suya.


Tagotis, Sire de Orison

Libre

Tras cinco cortas décadas de aprendizaje, mi Sire decidió que ya estaba preparado para ser libre. Así que me dejó marchar para que siguiera mi propio camino. Mi labor era sencilla, expandir el poder de las sombras allí por donde caminase. Me hizo un regalo muy especial que aún conservo y me sirve de gran utilidad para hablar con el otro lado del manto, con los muertos. 

Y ahora… ¿Dónde iría?

Entre los oscuros relatos y enseñanzas de mi Sire, había descubierto la existencia de una reliquia de gran poder conocida como la Torá Negra, un escrito profético muy buscado y ansiado por varios vampiros eruditos de todo el mundo conocido. Quién encontrase y tradujese sus secretos, sin duda poseería un poder inigualable. La Torá Negra, no podía hablar de otra cosa que del Abismo y de la Oscuridad…

Fue para mí un nuevo sendero a caminar en mi no vida, debía encontrar la Torá Negra y mi interés me llevó a conocer a un viejo contacto de mi Sire, se llamaba Abraham, el Anciano Capadocio, era el mayor buscador de la Torá Negra de todo el mundo.

Ayudé a Abraham a saber dónde buscar y gracias a mi información y mis consejos, al fin ha conseguido hallar la Torá Negra. Estaba en Babilonia, donde siempre supe que se encontraba. El Capadocio está tan agradecido conmigo que ha firmado una alianza conmigo, con nada menos que con su antiquísima sangre. Ya que seguramente si no fuese por mí, aun no tendría la ansiada reliquia o podía habérmela quedado sin darle la información, cosa que no hice, encontrarla físicamente estaba fuera de mi alcance.

Abraham me ha invitado a su ciudad, Jerusalén, para ver la Torá Negra y ayudarle en un importante ritual que debe estar estudiando.  Por supuesto ver tal reliquia sería algo increíble, y al fin podré conocer a Abraham en persona para poder ayudarle con ese ritual tan importante.

Me dirijo hacía Pella, donde me encontraré con Meir, su chiquillo y varios cainitas de confianza, entre los que se encuentra Neb-Nesut, un egipcio con el que he tenido contacto escrito. Ansío llegar junto al círculo de confianza de mi aliado Capadocio, y colaborar en la traducción de la Torá Negra y del ritual en el que Abraham está enfrascado, no me ha querido escribir sobre ello, debe ser algo importante.

Continuo mi camino de Oscuridad que me lleva a la capital del Reino Macedonio, enemigo de los persas, seguro que mis nuevos poderes del Abismo me son de utilidad…