En la antigua Mesopotamia en aquellos tiempos, la gente rendía culto a
diferentes dioses, la gran mayoría de ellos relacionados con la naturaleza, la
vida y la muerte.
El gran padre de todos los dioses era Anu, señor de los cielos, que
desposó a una humana llamada Ela para que esta diera a luz al niño que el mismo
Anu profetizó que sería el que protegería Mesopotamia de todo mal y daría a su
pueblo la grandeza que se merecía.
En sus febriles visiones, Anu se equivocó. La fragmentación de los
pueblos de la antigua Mesopotamia atemorizaba a Anu y pensó que creando una
figura de refuerzo a su autoridad, su hijo Innominat, nadie se atrevería a
asediar su dominio.
En pocos años, Innominat gano adeptos casi al nivel de los de su
padre. Nunca estuvo unido a él y se sentía un instrumento tan solo usado para
beneficio de su progenitor, que poco a poco estaba destruyendo todo lo que le
rodeaba en paranoicas conspiraciones para mantener su estatus.
Innominat, Dios de la Verdad |
Cuando llegaron ante Anu, con la intención de apresarlo para su
posterior ejecución pública se encontraron un escenario algo desconcertante.
Anu les estaba esperando y como dios de los cielos que era su cuerpo empezó a
transformarse en una especie de esfinge negruzca que hizo temblar los cimientos
del templo.
De un solo garrazo desmembró a la mitad del séquito del niño Dios y
con un aliento de fuego verduzco destruyo al resto lanzando a Innominat a
varios metros fuera de la estancia en la que se encontraba. Malherido Innominat
contemplaba como de los restos de las vísceras de sus seguidores y de su
sangre, hilos de color azabache intangibles fluían hasta el corazón de Anu,
haciendo que su tamaño y fuerza aumentaran. A estas alturas toda la ciudad
estaba pendiente del escándalo y cuando Anu iba a asestar el golpe de
gracia, el pueblo de Mesopotamia se
arrodillo rezando con fervor a Innominat.
El padre de los dioses se sentía impotente, no podía acercarse a su
hijo para rematarle y poco a poco su tamaño iba disminuyendo por la fe que se
acumulaba en aquel lugar. Los hilos color azabache que le daban poder de la
muerte que le rodeaba se habían roto y su final se acercaba. Anu sabedor de su
derrota intento escapar, pero una figura encapuchada le cerró el paso y con
gran habilidad le decapito de forma rápida e incontestable.
Innominat orgulloso de su victoria pero al borde de la muerte se
lamentaba por no poder reinar sobre su pueblo para llevarlo a cotas más altas.
El extraño encapuchado se le acerco y como si supiera lo que el niño estaba
pensando le dijo "si alguien merece
esto eres tu hijo, haz lo que sabes que estás destinado a hacer". El
extraño se mordió la mano y vertió su sangre en el moribundo niño dios antes de
que exhalara su último aliento. Minutos después, Innominat se levanto con
fuerzas renovadas, sintiéndose poderoso, grande y exultante.
Sintiéndose un dios de
verdad
El extraño se presento como Antares, del clan Assamita y comento al
chico los pormenores de su nueva condición y de la inmediata necesidad de que
le acompañara a el Alamut para su presentación.
El Alamut resulto ser una fortaleza inexpugnable que poca gente,
incluso del clan Assamita, conocía. Durante semanas y tras su presentación ante
los mas antiguos del clan se le practicaron rituales de todo tipo mientras lo
bañaban en un enorme pozo rebosante de sangre.
Por unanimidad se decidió que el chico permanecería con su Sire
Antares durante su instrucción en la rama de la hechicería. La rama de los
guerreros quedo descartada por motivos obvios y la de los visires hubiera sido
una buena opción si el niño no hubiera mostrado ya ciertas dotes arcanas desde
humano.
Allí Innominat pudo estudiar todo tipo de saberes, magia, ocultismo y
un largo etc de temas que estaban solo al alcance de los privilegiados
moradores de el Alamut.
Una vez formado y tras 15 años, Innominat pidió formalmente su
liberación y con el beneplácito de su Sire y los antiguos del clan emprendió su
vuelta a casa. El momento de reinar había llegado.
Al regresar a su hogar, vio como en el lugar donde antaño se alzaba el
templo de Anu, ahora se erigía uno mucho más majestuoso dedicado a Innominat,
Dios del Juicio, el orden y la razón.
Al contrario que su corrupto padre, la estrategia de Innominat consistió
en extender su poder por ambas orillas del Tigris y el Éufrates. Con su nueva condición,
el podía hacer que las cosechas fueran mejores, que no hubiera escasez de agua
e incluso se decía que podía curar cualquier enfermedad.
Con tan buena publicidad, las ciudades vecinas no tardaron en
construir sus propios templos en honor a su nuevo Dios, uniendo por primera vez
a la gran mayoría de pueblos de la antigua Mesopotamia.
En un plazo de apenas 3 siglos los seguidores se multiplicaron de
manera exponencial hasta tal punto que no seguir la doctrina impuesta por Innominat,
adorases al dios que adorases se consideraba pecado mortal. Siendo el orden y
la razón dos de sus principios, esto llevo a los humanos a ser una civilización
absolutamente perfecta, equilibrada y ejemplar... salvo por el detalle de que
todo ese orden requería en gran parte sacrificar el libre albedrío de los
mortales. Si una granjera estaba en edad de procrear, se casaba con otro
granjero que tuviera necesidad de tener descendencia, si un niño mostraba
aptitud para una tarea diferente a la de sus padres, les era arrebatado para instruirlo
en ella debidamente y así en todos los aspectos. El amor, la alegría, la tristeza,
el odio... todo eso había pasado a un segundo plano en pos de crear la
civilización más perfecta vista hasta la fecha.
Muchos pensarían que esa falta de libertad era la que iba a llevar al
niño dios a su propia destrucción, pero nada más lejos de la realidad. Los
humanos al pasar las generaciones, tomaron esa manera de vivir como algo
habitual y no daban ningún problema.
Fue cuando el último templo fue construido en la zona de Damasco que
empezaron los problemas.
Otro dios de la antigua Mesopotamia, Enki, dios de las aguas había
estado perdiendo poder y popularidad a medida que crecía la de Innominat. Su expansión
precisamente por las orillas del Tigris y el Éufrates dejaron a Enki relegado a
un segundo plano. Hasta donde Innominat sabia, Enki también era un vampiro
aunque desconocía su clan, pero con mucha menos influencia que Innominat por lo
que este tampoco le dio demasiada importancia.
No le dio importancia claro, hasta que 3 años después de la construcción
del templo de Damasco este fue atacado por Enki asesinando a varios de los más
preciados cultistas de la secta del Juicio de Innominat. Innominat mandó arrasar
todas las pequeñas aldeas cercanas a los ríos que no le rendían culto como
respuesta al ataque a Damasco y no quedo ni rastro de ellas.
Enki impotente ante la superioridad de su hermano Dios, no tuvo más
remedio que acudir a las mismas tentativas y peligrosas artes que su padre Anu.
Invoco a los demonios Pasitu y
Ninazu para que le otorgaran el poder necesario
para enfrentarse a Innominat.
El Demonio Ninazu |
Estos dos demonios accedieron de buen grado, seria de las pocas veces
en la historia que no pedían nada a cambio, pero entendible porque el mundo de
orden creado por Innominat imposibilitaba del todo que su plan de traer el
infierno al mundo terrenal se cumpliera.
Con fuerzas demoniacas en sus filas, Enki y sus dos nuevos secuaces
arrasaron todas aldeas y ciudades que adoraban a Innominat en un tiempo récord.
Plagas que hacían enfermar a los humanos, catástrofes naturales, incendios,
pozos envenenados... Demasiado para reaccionar a tiempo si no te lo ves venir.
Innominat desolado, acudió personalmente a Damasco donde quedaba su último
templo en pie para enfrentarse a los demonios que sin duda atacarían pronto.
La batalla fue cruenta, el poder de Innominat era mayor que el de Enki
o los demonios. Desatando tormentas de rayos, Innominat aplacaba a sus enemigos
de manera más o menos eficaz, hasta que Pasitu estallo sacrificándose a sí
mismo en una nube de polvo negra lanzando una maldición a su enemigo. Esta
maldición sello temporalmente los poderes de Innominat, que fue derrotado por
su hermano Enki y Ninazu. Milagrosamente el templo sobre el que estaba
Innominat se derrumbó, dejando el cuerpo del niño dios enterrado bajo los
escombros y suponiéndolo muerto.
El cuerpo fue recogido por una familia de cultistas fanáticos de su religión
y escondido en una cámara secreta que había permanecido intacta en las
catacumbas del templo de Damasco.
Fue Aleatsh, el infame Sire de Mudji el que despertó a Innominat para
diabolizarlo y fue su neonato Mudji quien se lo impidió salvando la no vida al
Matusalén recién despertado.
Durante miles de años en su letargo, Innominat tenía pequeños
fragmentos de visiones en las que sabía a ciencia cierta sucesos que habían
acontecido.
Sabía que el clan Assamita busco a Enki y Ninazu, teniendo existo en encontrar
a este ultimo y darle la muerte definitiva. A Enki por algún motivo que se les
escapaba no eran capaces de encontrarlo.
Supo también, que un tal Sargón de Acad continuo su obra de unificación
de pueblos para Mesopotamia, aunque con su culto y religión obviamente
olvidados. Supo que su Sire seguía en el Alamut, y en su última visión,
contemplo el pueblo de Jerusalén.
Miles de años en letargo... para el habían sido como horas. Necesitaba
levantarse, algo le decía que se levantara una vez más.
¿Estaba teniendo otra visión? escuchaba gritos y armas chocando entre
sí. La voz que escuchaba a gritos diciéndole que se levantara no era una
visión, era real. Innominat había despertado…