El adiós de Jacob
Una figura camina pensativa por el cementerio
de Jerusalén. Su semblante pálido como un cadáver y su expresión inocente como
la de un Santo.
Meir, el sacerdote Capadocio, sigue
angustiado por todo lo ocurrido la noche pasada en la coronación del nuevo
Príncipe Innominat. Pero en especial le duele la caída de Jacob, un anciano Nosferatu
caminante de la vía del cielo. No entiende como pudo corromperse de ese modo
condenando su alma inmortal por toda la eternidad, vendiéndosela al maligno.
Una brisa fría acaricia la cara del abstraído
Capadocio y ésta trae consigo una voz familiar. Meir siempre ha sido capaz de
escuchar las voces de los que cruzan al más allá. El sacerdote se giró
bruscamente como si esperara encontrar a alguien pero el silencio fue la única respuesta.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, y se le erizaron los pelos de la nuca mientras
la temperatura de su alrededor descendía drásticamente.
Una visión fantasmagórica asolo al
desconcertado Meir. Parecía encontrarse en alguna clase de sueño, el cementerio
parecía más oscuro y lúgubre que de costumbre y luces fantasmales vagaban
libremente por todo el lugar. Delante suyo, para su asombro, se encontraba
Jacob, con las tripas derramadas en el suelo, su figura traslucida flotaba como
si de un ente se tratara. Se escuchaba la voz del Nosferatu aunque éste no movía
la boca. El sonido salía del horripilante rostro de Jacob.
Meir no se explicaba por qué últimamente escuchaba
y veía a sus compañeros vampiros después de que hubieran experimentado la
muerte definitiva, ya que los vampiros no se convierten en espíritus después de
muertos, pero estaba sucediendo. Quizás solo era un sueño, o una percepción
errónea de sus sentidos extraordinarios.
- Meir,
gracias por darme esta oportunidad de contarte la razón que me ha llevado a
estar en esta situación. Mi caída fue planificada, déjame mostraste…-
Jacob toco con su fantasmal brazo la frente
de Meir y varias imágenes aparecieron en su mente. Eran episodios de la vida de
Jacob.
La primera era de cuando todavía sólo era un
mortal. Se encontraba en un pozo oscuro, agonizando, con la pierna destrozada,
sin agua, ni comida y ahí es donde encontró la fe verdadera que le acompaño
durante tanto tiempo.
Vio como Jacob tomaba Jerusalén junto a otros
valientes al mando de David, el Rey de los judíos. También vio como junto a más Maestros
consejeros construyeron el gran Templo de Salomón, a sus órdenes.
También vio momentos de su no vida, ya como
cainita. Vio desde su encuentro con el cayado del mismísimo Moisés hasta su
decadente caída de humanidad y perdida de su preciada fe.
Después vio como Jacob viajo a las lejanas tierras
de los Estados Helenos y allí vio como el Abraham, el Sire de Meir le mostró el
verdadero camino, la vía del Cielo de nuestro Señor Yahvé.
En posteriores escenas vio como Jacob intento
hacer todo lo que pudo por hacer el bien, hasta que todos sus conocidos
perecieron y ya este se imbuyo voluntariamente en un profundo sopor mientras la
ciudad de Jerusalén era destruida por los Babilonios.
Las últimas visiones ya relataban el
sangriento despertar de Jacob, su crisis de camino afrontada en la más absoluta
soledad. Y en su amada Jerusalén fue donde tuvo el fatídico encuentro con ese Demonio
que aprovechó su debilidad y lo tentó con tiempos mejores a cambio de su
preciada y herida alma.
Meir abrió los ojos, se encontraba agachado
con los brazos en cruz. La vivencia fue demasiado abrumadora. Volvió a escuchar
la fantasmal voz de Jacob.
- Sé
que no merezco el perdón, sé que no tengo excusa alguna para haber dado la
espalda al Señor. Pero debes entender que desde que desperté del letargo fuera
de mi hogar, solo, perdido y angustiado. Todo fue orquestado por ese demoniaco
ser. ¿No lo ves Meir? Ese ser me despertó, organizó todo para hacerme caer y
después consiguió engañarme para levantarme y atraerme hacia su tenebrosa
sombra. -
Meir le miro extrañado y simplemente le recrimino -Fue tu decisión, tú te condenaste-
Jacob contestó -Tienes razón Meir, pero no he venido aquí para pedir tu perdón,
solo quería que vieras lo virtuoso que fui y el cómo caí. Quería que vieras lo
que ese Demonio me hizo. Esto no lo hago por mí, lo hago por toda la existencia
Meir, solo quiero prevenirte. Mi alma ya no tiene escapatoria, pero lo que está
por acontecer es mucho más importante que tú y que yo, Meir. Hablo del final de
los días.- La imagen del Nosferatu se encontraba agachada frente al
Capadocio.
-Ese Demonio
corrompió mi ser y está reclamando mi alma. Pronto dejare de existir tal y como
lo entendemos. Esto mismo pasara con todos y todo si no lo paráis. Está
afectando al destino Meir, está cambiando acontecimientos como cambio mi vía, lleva
haciéndolo desde el principio de los tiempos, son incontables las vidas que ha
truncado a lo largo de su historia. El malicioso destino que este demonio está preparando
cada vez está más cerca y cada vez es más real, es el final Meir, acabará por
devorarlo todo.- La
expresión de los ojos de Jacob era de tremenda desesperación y tristeza.
-Meir,
no estás solo en esta lucha- Continuó el Nosferatu -la ayuda está en camino. Te deseo suerte ya que la mía, como ya te he
dicho, esta sentencia…-
En ese instante, unas
sombras negras como el abismo que aullaban generando regueros de venenosa
angustia, interrumpieron las palabras de Jacob. Venían del Averno para llevarse
el alma de Jacob. Se encaramaron a su imagen y lo arrastraron hacia el más
allá. Meir nunca olvidará la expresión de terror y dolor del Nosferatu mientras
los Demonios le arrancaban parte de su ser a mordiscos y se lo llevaban a los
Infiernos.
El sacerdote Capadocio se despertó de
repente, sudaba sangre. La experiencia había sido demasiado intensa pero había
regresó al cálido mundo de los vivos. Meir, miró la enorme luna llena que el
cielo brindaba y la angustia creció en su interior, ya que estaba convencido de
que esto solo era el principio.
Máscara de Jacob |