El resurgir de Yehud
Novena parte
La venganza se sirve fría
(393-392 a. C)
Hace dos años…
Mudji deja todo atado
en Jerusalén y comienza su camino hacia el nido de Águilas. Un viaje que
emprende junto a Kayhana, la embajadora de Persia, con la que se encuentra de
camino a Alamut. Debiendo hacer parada de vez en cuando en poblados para
alimentarse. Kayhana se encarga de toda la organización del viaje. Es un largo
camino y llevan compañía de ghoules que se encargan de todo. Rutas seguras,
refugio, alimento, imprevistos...
La embajadora es muy
diplomática y correcta. No pregunta por la razón de su viaje a Alamut. Por el
momento es un silencioso y tranquilo viaje. A mitad del mismo Kayhana debe
abandonar a Mudji. El clan la reclama para una importante tarea en el oeste.
Escribe una carta a Innominat para informarle, que se encarga de enviar por
cauces seguros y se despide de Mudji.
Solo ante el camino a
Alamut. Ancestral corazón del Clan Assamita encaramada sobre las ardientes y
peligrosas arenas de la venerable Persia. El histórico refugio es una fortaleza
de piedra. Los centinelas Assamitas dan la bienvenida a su compañero de clan
y preguntan por su visita.
Kayhana, Embajadora Persa, Assamita |
Los centinelas le
permiten el paso hacia el antiquísimo bastión. Allí los asesinos entrenan y los
hechiceros del Clan almacenan su conocimiento arcano. Dicen que bajo la
montaña, desde la que el enigmático “Viejo” dirige los asuntos del Clan, yace
una cantidad indeterminada de secretos de los Assamitas.
Asesinos persas
escoltan a Mudji hasta una fría y enorme estancia de piedra. Nadie le recibe y
permanece allí solo, rodeado de silencio y oscuridad.
Un gran escudo
Assamita preside la estancia y siete sillas de piedra frente al joven neonato, vacías...
Mudji se sienta de
cuclillas delante de las siete sillas y aguarda.
Van apareciendo siete
Assamitas de toda índole. Guerreros, sacerdotes, nobles, soldados y se sientan
ocupando los siete puestos del Consejo de Alamut. Se sientan en silencio.
Mudji se encuentra
ante el poderoso Consejo Assamita de Alamut. Quienes deciden sobre el rumbo del
clan mientas Haquim duerme y que solamente rinden cuentas ante el Viejo de la
montaña. El de la posición central, un noble del desierto, toma la palabra:
–Mudji, chiquillo de Aleatsh, “el diabolista de Damasco”.
Estas ante el Consejo y serás juzgado por tus actos, habla pues... –dice con voz firme.
El eco de su voz
resuena en las paredes.
–Me he regido por el honor y las tradiciones de los hijos
de Haquim. Aceptaré cualquier castigo que éste consejo decida darme, por mis
equivocaciones. –dice
Mudji y agacha la cabeza.
Uno de ellos, vestido
con túnica negra, toma la palabra y con voz suave dice:
–Mudji, cuéntanos que sucedió en Jerusalén durante
vuestra Regencia en ausencia de Innominat –Todos
le miran y después a Mudji.
–La ciudad estaba infestada por el demonio Belcebú, –dice Mudji– desde antes de la llegada de Innominat a
Jerusalén. Y aprovechó su ausencia a causa de su comparecencia ante el clan
para tratar de extender su ponzoña. Pero mi Señor Innominat me había precavido
contra la posibilidad de que nuestros enemigos Baali, o demoníacos, pudiesen
aprovechar ese momento. Así que permanecimos vigilantes y combatimos firmemente
contra ellos.
–¿Con qué resultado? –Pregunta
un guerrero asirio que no había hablado hasta ahora.
–Expulsamos al demonio Belcebú de vuelta al infierno –responde Mudji– Espero que definitivamente.
Pero yo, sólo soy la espada de mi amo. Desconozco los entresijos de la
demonología. Sólo me limito a servir y castigar a nuestros enemigos.
Un tuareg con ropajes
azules oscuros y gran turbante mira fijamente al neonato y se inclina hacia
adelante –Expulsasteis un Demonio
tentador... ¿y dónde estaba Innominat, tu Príncipe? –pregunta el miembro
del Consejo.
–Ocupándose de prepararnos contra las maniobras y
conjuras de nuestros enemigos –responde
Mudji muy sereno– Yo solo combato, pero
mi señor tiene una visión más amplia del mundo y las conspiraciones de las que
debe protegerse.
–¿Qué enemigos? –Pregunta
incisivamente un apuesto Visir persa.
–Los Baali y los Demonios que parecen codiciar Jerusalén –responde sabiamente Mudji– ¿Qué
mayor gloria para los Assamita que arrebatarles a nuestros enemigos aquello que
tanto ansían?
Reina el silencio
mientras los miembros del Consejo se miran unos a otros y no dicen una sola
palabra durante minutos. Tras la tensa espera se levantan todos y el tuareg toma
la palabra:
–Mudji, puedes regresar a Jerusalén para seguir
combatiendo a los enemigos de Jerusalén y del clan Assamita. Ve tranquilo y
orgulloso de tu trabajo. Necesitamos soldados efectivos cómo tu. Declaramos
limpia tu mácula y desde ahora no se conocerá a Mudji como el chiquillo de
Aleatsh el diabolista de Damasco, si no como a Mudji el pupilo de Innominat.
Puedes regresar a Jerusalén y servir a tu Príncipe.
Cuándo Mudji está de
camino a Jerusalén, en las costas de la satrapía de Phoenicia, cerca de Tiro, se
encuentra con un guerrero imponente que le saluda por su nombre.
–Mudji, me alegro de que el clan haya reconocido tus
méritos. Soy Davar, mentor de Alexios y aliado de Innominat –inclina la cabeza cómo muestra de aceptación y respeto.
–Quiero que le transmitas a Innominat qué debe estar
preparado ya que estamos en la calma qué precede a la tormenta. Lo noto en el
aire. Lástima qué la política sea la nueva guerra en tiempos de paz. Yo soy un
guerrero, no podrá contar conmigo para movimientos políticos pero si con mi
lanza para impartir justicia...
Davar se fija en la
hoja de Mudji y el neonato Assamita nota cómo sus ojos, bajo el yelmo, se abren
mostrando sorpresa.
Mudji le saluda con una
respetuosa inclinación de cabeza
–Cómo tú, soy un guerrero y me hallo más cómodo blandiendo
la espada que hablando en las sombras –dice Mudji orgulloso– Estoy seguro de que mi señor estará satisfecho de contarte entre
sus aliados.
–Él sabe que puede contar conmigo, yo le enseñé el camino
de Haquim. Mi lanza ansia sangre...–dice Davar despidiéndose y alzando su arma
al viento.
Mudji regresa a
Jerusalén tras un larguísimo viaje esperando qué todo haya ido bien en su
ausencia.
Ahora…
Mediante visiones el
Ravnos, ve determinadas pistas que interpreta. Pueden ser escenas que están
ocurriendo en el presente o profecías del futuro. Hasta ahora siempre que las ha
visto se han cumplido. Amal suele entenderlo completamente cuando por fin sucede
y se cumple. Es un mérito por el cual el destino le muestra información que puede
ser que de otro modo nunca le fuera rebelada.
Pero conocer
demasiado sobre el futuro, a veces es una maldición. En este caso la visión ha
sido tan real, tan detallada, que le deja abrumado. Puede haber sido una
muestra del presente en otro lugar, un futuro próximo o uno muy lejano. No lo
tiene claro pero si sabe qué hasta ahora nunca lo ha podido cambiar. Tampoco ha
intentado evitarlo expresamente. No sabe si se puede hacer o no y tampoco sabe
la repercusión de intentar evitarlo, si se pudiera.
Muraguri, su mentor y
mago le regaló este don y seguro qué tiene una razón de ser, pero Amal, aún no
la ha descubierto. Todo este conocimiento sobre el poder se lo explico Muraguri
en su enseñanza, son casi los primeros recuerdos del Ravnos.
Ha sido una horrible
visión en la que tres apreciados ghoules de vampiros importantes de Jerusalén
eran abrazados por Enki, hermano y enemigo de Innominat, Príncipe de Jerusalén.
Donna, doncella y ghoul de Meir, Senescal Capadocio; Umaskal, guardián y ghoul
de Innominat; y Arang, ghoul primogénito de Amal Faruk.
Según la
interpretación de Amal cree que alguien ha podido potenciarla para que la
viviera tan real. ¿Muraguri? No parece probable, él se despidió de Amal cuando
falleció… Amal piensa en Enki.
Meir muy enfadado por
el secuestro de Donna, se dirige a la Torre de la Torá Negra, donde se reúne
con Aharon Yehuda, el Maestro teólogo; con Samuel, Maestro Físico y Consejero;
y con Najman, Maestro ocultista y Gran Sabio de la orden de eruditos.
El Capadocio les
muestra la reliquia que posee, el bastón corrupto y partido en dos del
mismísimo Moisés. Y les cuenta su idea: con la parte superior, la más gruesa quiere
construir un mazo, se llamará “Castigo” y la parte inferior, la más puntiaguda,
será una estaca afilada, se llamará “Justicia”. Serán Armas sagradas hechas a
partir de este antaño sagrado báculo de Moisés. Serán templadas en aceites
sagrados y fortalecidas con cánticos rituales de fe y Mezuzás (palabras
sagradas) adheridos a ellas. Una vez terminadas serán envueltas en pieles de un
carnero sacrificado en nombre de Yahvé.
El cometido de los
tres sabios será contactar con los artesanos y armeros adecuados para
reconstruir dichas reliquias. Meir aprenderá a utilizarlas debidamente en
nombre de Dios. Ha llegado el momento de tomar las armas.
Toda la influencia
del Senescal Capadocio se pone en funcionamiento para comenzar esta
obra
divina. Mientras reza por el alma de Donna, su amado Umaskal y el primogénito
de Amal Faruk.
Najman, Gran Sabio, Maestro ocultista |
Noches después,
Najman, el Gran Sabio de la Torá Negra le entrega a “Castigo y Justicia” terminados. Los acabados de ambas piezas de
madera son extraordinarios y de ellos cuelgan pequeñas cintas con Mezuzás
escritas en ellas. Vuelve a envolverlas en la piel del carnero sacrificado y
los guarda cuidadosamente en un zurrón que porta en todo momento, tiene el
presentimiento de que no tardara mucho en utilizarlos.
Mudji regresa de
Alamut. El salón del trono de Jerusalén está casi vacío, igual que la mirada de
Innominat que se clava sobre una enorme tabla de oro grabada frente a él,
apoyada en un banco.
El joven Assamita
entra y se postra ante su Príncipe.
–Mi señor, vuelvo purificado de mi viaje a Alamut –dice Mudji.
La tabla que mira
Innominat es impresionante, un metro por un metro, hecha de oro macizo enjoyado.
Su superficie está grabada con escritura cuneiforme. El Príncipe no la quita
ojo, pero su mirada no enfoca la tabla, está perdida en los mares del
subconsciente. Su cara es de enfado, rabia e impotencia. Pesada es la corona
que porta el rey. Mudji se da cuenta de que algo no va bien.
–Cuéntame tu viaje Mudji, me interesa saber que te paso
en el Alamut –dice
Innominat sin mover ni un músculo, girando lentamente su vista hacia Mudji.
–Los siete del Consejo me juzgaron –comienza a explicar
Mudji– fui respetuoso y respondí a sus
preguntas. Parecían buscar alguna falta por tu ausencia de Jerusalén, mi Señor.
Les respondí que la infestación demoníaca era anterior a tu llegada al trono y
que estábamos prevenidos, mientras te ocupabas de las maniobras y conjuras de
nuestros enemigos. Parecieron satisfechos de que retengas Jerusalén y me
declararon limpio de la mácula de mi Sire. En el camino de vuelta me encontré
con el Sire de Alexios, que me pidió que te transmitiera que debíamos
prepararnos, estamos en la calma que precede a la tormenta y que contabas con
su lanza.
–El Consejo de los siete –dice Innominat pensativo– Me pregunto quién de esos siete recibió la
carta de Enki. Sin duda alguien con mucho poder y poco cerebro. Espera, como no
me he dado cuenta... ¿y si entre esos siete se encuentra un traidor?... todo tendría
sentido. Disculpa Mudji, estaba divagando.
–Me alegro de que hayas limpiado tu nombre –continua el Príncipe– a ese respecto estaba bastante tranquilo.
Buen trabajo. Has de saber que Davar tenía razón. Enki ahora es Príncipe de Tiro.
Mandó una carta a Alamut y le dieron veracidad a sus palabras por encima de las
mías, es más, me exigieron no hacerle daño para mantener la estabilidad de las satrapías.
–El que abrió la carta en el Alamut... ese... ese debe
ser el traidor. –dice
Innominat.
–¿Acaso no se dan cuenta de los tratos de Enki con los Baali?
–pregunta
Mudji– Nuestros
enemigos. No comprendo que puede cegar así al Consejo. Cuando deberían
ayudarnos a arrasar Tiro.
–En teoría la guerra con Grecia –dice Innominat– Al principio pensé que eran idiotas. Y lo
son, pero seguramente no por priorizar la guerra en Grecia frente al
infernalismo, si no por no darse cuenta de que les están manipulando…
–¡He de informar a Davar de inmediato! –prosigue el Príncipe– La embajadora Kayhana ha muerto a causa de
esto. El consejo la envió a una muerte segura.
–¿Entonces no podemos atacar a Enki o desestabilizar Tiro? –pregunta Mudji.
–Hicieron un contrato que ambos debíamos firmar, de no
agresión. –responde
Innominat– Nunca llegó a su destinatario.
Técnicamente no hay acuerdo pero me han prohibido cualquier tipo de hostilidad.
Nuestras opciones pasan por saber quien ayuda a Enki desde Alamut, castigarle y
que me secunden para destruir a ese hijo de perra.
–Uf que complicada es la política –resopla Mudji– Yo solo deseo decapitar a nuestros
enemigos. No buscar sombras. Pero si solo nos dejan esa salida habrá que
encontrar al aliado de Enki en Alamut y sacarlo a la luz.... a poder ser la del
sol.
–Tengo un plan –asevera el pequeño Innominat– Iras con Davar a Alamut, como mi embajador a
investigar el asunto. El te proporcionara el respaldo necesario para que podáis
descubrir a ese gusano.
–Cómo deseéis señor –dice Mudji mientras se arrodilla– Pero
mis habilidades van más hacia el enfrentamiento directo que a descubrir espías.
–No puedo enviar al Alamut a nadie más –dice Innominat–
Puedes hablar con tu amigo Nosferatu, quizás el pueda darte alguna directriz.
–Si, en Alamut matarían inmediatamente a cualquiera ajeno
al clan –reafirma
Mudji– Quizás también puedas consideran
mandar a alguien a Tiro. No podemos atacar a Enki. Pero podemos fortalecer
nuestro comercio, enviar caravanas y de paso establecer una base en el corazón
de nuestro enemigo.... Cómo seguro que él también está haciendo en Jerusalén.
–Sin duda –dice Innominat– Pero no quiero mandar a nadie a la muerte. El que entre en Tiro,
enviado por mí, sufrirá un trágico accidente.
–Envía ghoules y humanos entonces, si Enki lleva la
iniciativa solo nos queda parar golpes no asestar ninguno. Debemos actuar –dice Mudji increpado.
–Pero si hacemos eso, Alamut me asesinara –dice Innominat–
Por eso es de vital importancia tu cometido, hazlo bien y
tendremos vía libre para joderle. No pienses que me voy a quedar de brazos
cruzados. También tengo mis armas políticas y pienso ponerlas en marcha. Pero
para rematarlo necesito que Davar y tú saquéis algo en claro.
–Entonces me prepararé para sacar esa rata al descubierto.
–dice
Mudji impaciente.
–Bien dicho –dice Innominat– Deberías aprovechar todo el tiempo que estés junto a Davar, es un
guerrero sin igual en el clan.
–Entonces aprenderé todo lo que pueda de él. –concluye Mudji antes
de abandonar el salón del trono dejando de nuevo solo a Innominat, pensativo…
La visión de la
segunda
El subconsciente
mágico del Ravnos sigue trabajando en la búsqueda de sus elegidos, los hijos de
Faruk. Amal ve una gran ciudad, prospera y poderosa. Es costera, ve el mar, un
grandioso puerto en forma de círculo, comercio, poder, dinero, flotas navales. No
conoce el lugar, pero sí ve, claramente, en uno de sus palacios, a una belleza
sin igual.
En el interior del
opulento palacio la hija de un noble de alta cuna, inmaculada y pura, sumamente
bella. Despide un aura de energía mágica, de Glamour, pero es humana, aunque
bien podría ser un hada. A pesar de todo esto es evidente que no es feliz, se
encuentra enjaulada en una vida que no desea, esperando ser liberada. Su
nombre: Noa. Amal sabe que debe encontrarla para acogerla y que forme parte de
su familia como su segunda hija.
El Ravnos piensa en cuál
será la ciudad que ha visto en su visión…
El Príncipe Innominat
cavila a solas entre las penumbras de su dominio. Tiene varias ideas que desea
poner en práctica lo antes posible. Hay que mover ficha y no puede dejar que
Enki ateste otro golpe por sorpresa. Las ideas que criba de su mente son las
siguientes:
- Mudji, como embajador
de Jerusalén, irá a Alamut con Davar a buscar al supuesto traidor en el Consejo.
- Amal viajará a Cartago
ofreciendo a los Brujah venganza y regencia en Tiro. Contará la verdad en una
misiva firmada por mí. En ella pondrá que fue un cazador el que mato a su
comerciante Brujah y que Amal lo recondujo para que no cazara más vampiros. Lo
que no sabemos es si fue orquestado por Enki.
- Meir, viajara a
Salamina y pedirá ayuda a Anat para juzgar al Brujah Estimel por su
colaboración con varios crímenes contra Innominat. El Capadocio ofrecerá a Anat
el principado de Tiro.
- Investigar a el Nosferatu
venido de Tiro, alguien debió filtrar la información del viaje del Príncipe de
Tiro, de la Embajadora y la localización de los ghoules desaparecidos. El es el
principal sospechoso.
- Tocar las puertas de
Kothar, poderoso Nosferatu del Valle de Hinnom, por medio de Ephraim, su
chiquillo, enviándole quizás a Persépolis por información, ofreciéndole un
dominio en Jerusalén.
- Buscar un nuevo guardián
adecuado y hacerle ghoul para que sustituya a Umaskal en sus labores.
Estas son sólo las
ideas en bruto, ahora falta destilarlas para ponerlas en ejecución. Innominat
llama a los vampiros de más confianza de su corte, mientras comienza a escribir
tres cartas.
Tras terminar de
redactar las cartas, pone su sello e Innominat espera la llegada de los
vampiros de Jerusalén de su máxima confianza: Mudji, Meir y Amal Faruk.
Cuando los tres
llegan al salón del trono, Innominat sentado en él, les observa y mira los tres
sobres colocados en tres banquitos en el suelo ante él.
Meir está muy serio y
toca su zurrón pensativo. Mudji igualmente silencioso saluda a sus compañeros.
Sin embargo Amal parece desentonadamente ¿emocionado?...
Innominat pide a cada
uno que recoja la carta que le corresponde y les explica su plan.
Mudji, el guerrero
Assamita, coge la carta que tiene enfrente; como embajador de Jerusalén,
viajará de regreso a Alamut con Davar y allí deberá desenmascarar a un presunto
traidor que debe estar ayudando a Enki en sus malas artes.
Innominat le pide que
antes de partir que busque a Ephraim, su contacto Nosferatu, para pedirle que
se presente ante el Príncipe. En este momento Meir interviene y pide a Mudji
que transmita a los Nosferatu de Valle de Hinnom que el chiquillo de Abraham
está desilusionado con la actitud que están tomando ante los peligros de
Jerusalén.
Amal toma la carta
que le corresponde; viajará a Cartago para intentar conseguir aliados entre los
Brujah. Innominat le pide que valore si su ayuda puede ser útil, confía en su
criterio. El Príncipe le dice que puede omitir información pero no mentir
premeditadamente.
El Ravnos recuerda su
visión y hace una ilusión tridimensional del lugar que vio. La imagen flota
ante los presentes pudiendo apreciar detalles como su puerto, sus edificios o
incluso el bullicio de sus mercados. Mudji le confirma que es Cartago, la
conoció en alguno de sus viajes de humano como camellero. Amal tiene claro
ahora que su viaje a Cartago estaba predestinado y partirá en busca de Noa, la
segunda hija de Faruk.
La tercera carta es
para Meir, el sacerdote Capadocio y Senescal de Jerusalén. Deberá viajar a
Salamina, en la isla de Chipre, para conseguir la ayuda de Anat, la Matusalén
Brujah.
Innominat pide a Meir
que una vez encuentre a la anciana Brujah, la cuente todo e intente que le
ayude a juzgar a Estimel, el enemigo Brujah de Innominat.
Tras otorgar las
importantes tareas a los tres vampiros, el Príncipe les cuenta que es lo que va
a hacer él mientras tanto, en Jerusalén.
Investigará la
presencia de un posible espía en la ciudad, alguien que haya podido ayudar a
Enki en la distancia ofreciendo valiosa información para poder hacerles daño,
como así ha sido.
Intentará involucrar
a Kothar y sus Nosferatu en la contienda. Y por ultimo buscará un guardián al
que hacer ghoul para que le proteja durante el día y le ayude con tareas
mundanas.
–Partid –les ordena Innominat sin más dilación.
Los Vástagos se
despiden para comenzar sus encargos cuanto antes.
Meir pasa por la
torre de la Torá Negra para despedirse de Admiel y éste le pone al tanto de un
grave problema, al menos bajo la perspectiva del bibliotecario ghoul.
Resulta que los
ratones se están comiendo los bordes de los libros y con ellos las primeras
palabras de cada frase se pierden en el aparato digestivo de los roedores. Meir
le ofrece la idea de conseguir un gato y Admiel indignado no ve más que
negativas para esa solución. El Capadocio promete ayudarle antes de partir a su
viaje y se despide de Admiel mientras éste rezonga enfurruñado.
El bibliotecario
pregunta por Donna y Meir no puede decirle la verdad, al menos no tan cruda
como el Capadocio la conoce. Le dice que está de viaje, que no es mentira del
todo. Le duele ocultarle la verdad al Señor pero prefiere su dolor al del
frágil Admiel, dependía mucho de la bella Donna.
Amal pide algún
escrito a Meir para el viaje y el Capadocio le explica la dificultad de portar
un tomo o pergamino de su biblioteca sin que sufra daño y deciden comenzar
juntos el viaje, compartiendo conocimientos orales sobre demonología y
ocultismo.
Meir estaba tan
atareado en la preparación del viaje que se acuerda del problema de los ratones
de su biblioteca cuando ya está muy lejos para poder hacer algo. Se encargará
de ello cuando regrese, Admiel se lo merece por su eterna fidelidad y su
completa dedicación como su bibliotecario.
El Senescal piensa en
comprar un esclavo que se ocupe de las tareas domesticas de sus dominios, ahora
descuidadas ante la ausencia de Donna. Sobre todo lo hará por Admiel, no es
alguien que se valga por sí solo y sin ayuda puede que un día el Capadocio
tenga un disgusto con él. Al menos el sacerdote le ha dejado alimento en su
ausencia. Cadáveres de sacrílegos, embalsamados según la tradición de los
rituales Capadocio, de los que podrá alimentarse bebiendo sus fluidos mortuorios
y así no morir de inanición.
Meir y Amal se
ocultan en cuevas, cuando es necesario descansar. Siempre encontradas por el Ravnos con su habilidad
innata de supervivencia. Cuando van a descansar Amal crea una ilusión de una
pared de rocas en la entrada de la cueva que hace que no se pueda ver su
paradero y así dormir más seguros. Siempre se alimentan de animales cazados por
Admiel, es la mejor forma de pasar desapercibidos durante el viaje.
El Espectro se
encuentra con Innominat y consciente de las dificultades por las que pasa
Jerusalén presta su apoyo y pregunta cómo puede ayudar. Por primera vez, pide
formar parte activa de las actividades de la Estirpe de la ciudad.
Innominat sorprendido
pero satisfecho, se lo agradece y le otorga la tarea de buscar al responsable
de la desaparición de los ghoules de Meir, Amal y el suyo propio, Umaskal.
El Príncipe escudriña
el halo del Espectro y descubre que se encuentra temeroso ante Innominat.
Oculta algo, nada dañino, pero si esconde algún secreto que no comparte con su
Príncipe. Puede ser que no se encuentre cómodo en esta nueva faceta de miembro activo
de la corte… o no.
Mudji antes de
regresar a Alamut se encuentra con su contacto Ephraim, Nosferatu chiquillo de
Kothar. El Assamita le pide que se encuentre lo antes posible con el Príncipe
Innominat, es de vital importancia que lo haga en el mayor de los secretos.
Tras este fugaz encuentro parte en busca de Davar para llegar a Alamut y
completar su difícil cometido.
El Assamita intenta
contactar inútilmente con su contacto Farsi, el caravanero persa. Al no
encontrar su rastro viaja solo dejando a su felino ghoul en el palacete de
Innominat, protegiendo su refugio.
Camino de Damasco
encuentra una caravana de comerciantes a la que Mudji se adhiere sin llamar la
atención. Está habituado a este tipo de transportes, creció en ellos.
Se alimenta de
bandidos y delincuentes que encuentra por el camino, a los que vacía de sangre
sin pudor si es necesario. Se refugia en cuevas o enterrado en las frías arenas
del desierto.
El Assamita se
encuentra con Davar a las afueras de Damasco y le da la carta de Innominat donde
le explica los detalles de su plan.
Tras leer la carta y
no decir una sola palabra, en silencio absoluto, ambos guerreros viajan a
Alamut sin mayores dificultades. Mudji el embajador de Jerusalén deberá tomar
las riendas de la investigación encargada por Innominat y durante todo el viaje
cabila sobre cómo encarar esta peculiar tarea diplomática; descubrir un traidor
en el Consejo de Alamut, nada menos.
Ya en Alamut, Mudji
pide audiencia con el Consejo mientras Davar desaparece en la inexpugnable
fortaleza de los asesinos. Mudji viene esta vez en calidad de embajador de
Jerusalén.
Senén, el aparente
joven Visir persa del Consejo se encuentra en persona con Mudji. Se ven en una
estancia tallada en la roca de la propia montaña. Hasta el último rincón de la
misma se encuentra cincelada con ancestrales símbolos esculpidos en la dura y
fría roca gris. Un gran tapiz persa preside el lugar, en él se aprecia el nostálgico
amanecer en pleno desierto.
Senén y Mudji se
presentan y el embajador de Jerusalén le cuenta todo lo ocurrido recientemente.
Le habla de Enki, el hermano de Innominat y de todos sus supuestos ataques.
También le cuenta como un Brujah llamado Estimel se encuentra en los ataques de
los difuntos Príncipe de Tiro y Kayhana, la embajadora de Persia. Hablan del
tratado de paz entre satrapías firmado por dos de los tres requeridos, a falta
de la rúbrica de Enki.
El Consejero Assamita
escucha atentamente la voz del joven guerrero, cuya piel está llena de
cicatrices de batallas pasadas. Y le da la noticia del reciente nombramiento de
un nuevo embajador de Alamut, Bicor, un persa muy capaz de solventar todo lo
acontecido en sus lares. Ya se encuentra investigando la muerte de la embajadora
y en trámites de retomar el necesario tratado de paz.
Mudji pide permiso
para quedarse un tiempo en Alamut y Senén le permite hacerlo sin problemas. Se
despide del prometedor neonato, dejándole solo en la fría estancia de roca
esculpida, ante el tapiz del amanecer.
Amal se despide de
Meir en un pequeño puerto de Samaria, la satrapía entre Judea y Fenicia. Samaria
es una región montañosa de la antigua Judea ubicada en la parte central del
Reino de Israel.
Amal le da a Meir una
ilusoria bolsa con joyas que a ojos de cualquier otro es una verdadera bolsa de
joyas, por si la pudiera necesitar durante el viaje.
El Ravnos continúa su
viaje en barco, como polizón, hasta llegar al maravilloso puerto de Cartago.
Cartago es una
antigua ciudad del norte de África, fundada por emigrantes fenicios de Tiro a
finales del siglo IX a. C. Tras la caída de Tiro en poder de los asirios,
Cartago se independizó y desarrolló un poderoso Estado que rivaliza con las
ciudades-Estado griegas de Sicilia.
Su estructura de
gobierno es de carácter republicano con ciertas características monárquicas o
de tiranía. Los territorios controlados por Cartago la convierten en la capital
de un próspero Estado, viéndose enriquecida por los recursos provenientes de
todo el Mediterráneo occidental.
Ya en Cartago Amal se
encuentra sobre-estimulado con tal cantidad de humanos en acción. Cartago es
como un gran hormiguero y el Ravnos se siente como un extraño entre tanto
ajetreo.
Comienza su búsqueda
intentando encontrar a un Vástago que le conduzca al Príncipe de la ciudad.
Gracias a su visión feérica intenta ver auras que delaten a cualquier ser
sobrenatural.
Pero la cabra tira
siempre para el monte y Amal acaba en busca de mujeres cartaginesas en lo más
profundo de la zona de las tabernas más lúgubres.
Esa noche yace con
varias mujeres de dudosa moral y despierta a la noche siguiente con una gran
sonrisa pero sin uno solo de sus enseres. Sin dagas, sin monedas, sin estacas y
sin… ¡La carta de Innominat!
Amal maldice a las
putas con las que se acostó pero resta importancia al mensaje de la carta,
sabrá apañárselas él solo y continúa con su búsqueda pensando también en su
segunda hija, Noa, ya que aquí fue donde la vio en su visión.
En ese mismo instante
la ve entre la multitud, es Noa, la segunda y se encuentra en un alborotado
mercado nocturno comprando algo. Es como un faro de luz en la oscuridad de la
tormenta en el mar. Amal, con gran cautela, la sigue sin pensar en nada más…
La hermosa humana
llega a un oscuro callejón donde se encuentra con un imponente y salvaje
guerrero. La actitud de la mujer ante el pálido hombre es de sumisión, como si
fuera su Señor. Sin explicación el Ravnos siente una oleada de celos que es
capaz de controlar.
Amal se cerciora de
que el hombre del callejón es un ser sobrenatural, pero debe ser de un clan de
Vampiros que nunca ha visto. Sale de entre las sombras y se presenta ante su
compañero de la noche, con nombre y clan.
El Vástago, con mucha
cautela, nadie debe fiarse de un Ravnos desconocido, se presenta como Ahirom,
Buscador de Cartago, mano derecha del Príncipe de esta prospera ciudad.
Amal se fija bien en
Noa y se queda embelesado por su atractivo, Ahirom, sonríe y la presenta como
Noa, su valiosa ghoul. Al parecer suele transmitir este atractivo a otros
hombres. El Brujah se jacta de ello y sin darle mayor importancia pregunta a
Amal por la razón de su visita a Cartago.
El Ravnos intenta
concentrarse con Noa cerca y explica que es un embajador de Jerusalén y que
debe encontrarse con el Príncipe de la ciudad para tratar un asunto muy
delicado.
Ahirom excusa al
Príncipe, y con recelo por parte del Ravnos, explica que pude contarle lo que
desee a él mismo, ante la ausencia de su Príncipe es el segundo al mando en
Cartago.
Amal insiste en
tratar este asunto con alguien por encima de su posición y el Brujah se enfada
encarándose al Ravnos. Al parecer no accederá a nadie con posición más alta.
Ahirom puede valer, piensa Amal, y recordando que no tiene la carta que le dio
Innominat, piensa que podía tener escrito e improvisa por momentos manteniendo
la difícil situación e intentando recordar las palabras de Innominat sobre su
misión aquí en Cartago.
Se dirigen a un
amplio almacén del puerto. Una vez dentro Amal ve una pequeña muestra de la
grandeza del comercio de Cartago. Se encuentran en un almacén portuario de
telas venidas de varios lugares del mundo, el olor a tintes, las decenas de
colores de las telas y los cientos de cajas apiladas impresionan al Ravnos.
Se encuentran en un
despacho muy ordenado, todos los humanos con los que se ha encontrado el Brujah
le han abierto paso sin mediar palabra, con gran respeto y admiración, sin duda
alguna Ahirom es alguien importante aquí.
Noa sale del lugar y
vigila los alrededores del almacén. Alejándose de la vista de Amal, éste se
encuentra más centrado para hablar con el Brujah Cartaginés.
Sin la carta de
Innominat que debía aportar como apoyo, Amal debe improvisar:
–Mi pésame por la muerte del comerciante Brujah asesinado
en Tiro. –dice
Amal muy directo.
La cara del Brujah se
descompone vislumbrándose un atisbo de ira contenida. Hasta que algo en su
interior se rompe por momentos. Estalla de rabia y comienza a destrozar todo el
mobiliario a puñetazos. La bestia toma el control de sus actos y enseñando los colmillos
grita y golpea abriendo huecos en las paredes a cada golpe con la Disciplina de
Potencia.
Noa llega apresuradamente
y calma al Brujah acercándose delicadamente a él. Lo abraza suavemente, como a
un niño desvalido y Amal comienza a sentir celos de nuevo. La mujer le calma
con palabras suaves y melodías susurradas a su oído. Parece un milagro que la
ghoul haya apaciguado a semejante salvaje con su mera presencia. El Ravnos
sonríe.
–Se llamaba Amilcare, era mi hermano. Recibimos la
noticia de que fue asesinado en Tiro por un cazador –dice Ahirom arrodillado,
claramente afectado y llorando sangre en brazos de Noa.
Amal se piensa mucho
decirle el mensaje que debía darle, que su ghoul Arang fue quien mató a su
hermano y decide omitirlo por su integridad física. No desea pelear con
semejante salvaje.
–Dime quien mató a mi hermano –pide visceralmente el Brujah al Ravnos.
–No puedo hacerlo, ojala pudiera –dice Amal ocultando
que sabe quien lo hizo. Jamás se le ocurriría sacrificar a su primogénito
dándoselo a estos Brujah descerebrados, piensa Amal.
Ya más calmado Noa
lleva a Ahirom y a Amal a un palacio donde e Brujah se relaja contemplando la
ciudad desde una amplia terraza elevada. Desea estar a solas, momento que Amal
aprovecha para hablar con Noa.
–Es increíble cómo has apaciguado a la bestia del Brujah –dice Amal con
admiración.
–Cuando has convivido con ellos tanto tiempo sabes cómo
hacerlo, mera empatía, mano izquierda, confianza y valor. –responde Noa con voz muy suave.
–Noa, voy a hablarte con franqueza. He venido desde muy
lejos buscándote a ti –dice Amal muy serio–
Tú eres mi destino y yo soy el tuyo. Sé que no eres feliz
y yo puedo proporcionarte una vida más digna. Es difícil de explicar pero somos
seres sobrenaturales y podemos ayudar a hacer de este oscuro mundo un lugar
mejor. Limpiándolo de demonios y todo el mal que acarrean…
Noa, Ghoul Brujah |
–Lo que yo te ofrezco es ser una cazadora de demonios –dice Amal con el
corazón en un puño.
La mirada de la mujer
se ilumina y sonríe malévolamente. Se nota que es la proposición que llevaba
esperando mucho tiempo. Pero algo no funciona y su angelical rostro se torna
triste.
–No puedo traicionar a Ahirom, ni a los Brujah –dice Noa preocupada– les debo mucho y aprecio todo lo que han
hecho por mí. Debo hacer las cosas bien, no puedo romper por lo sano con mi
Señor, me necesita, yo le protejo de día y le ayudo de noche también...
–Noa, yo te hablo de tu destino –dice Amal– es algo mucho más importante que Ahirom o
los Brujah de Cartago. Seremos una familia dedicada a acabar con los demonios
como el que mató a tu madre.
Noa pensativa y
afectada no puede abandonar a Ahirom y pide a Amal que encuentre otra forma de
solucionarlo, que no afecte negativamente a los Brujah, ellos han sido sus
compañeros y se ha sentido muy bien en su seno. Se lo debe, incluso lleva un
negocio de venta de sangre para ayudar a alimentarse a muchos de ellos en
Cartago.
Amal le cuenta su
dura historia y le habla de su mentor Muraguri, ahora muerto. Ella será la
segunda de su nueva familia, los Hijos de Faruk.
–Lo que más quería era a mi madre –dice Noa llorando
lágrimas transparentes– y desde entonces
no he tenido una verdadera familia. Me gustaría devolverles el golpe a esos
demonios del infierno.
Amal la abraza
consolándola y se controla de no intentar nada más, ya que Noa es una mujer
excepcionalmente atractiva pero no quiere estropear el momento con los placeres
carnales, no con su futura hija.
Tras consolarla, Amal
pide encontrarse con su señor Brujah. Noa le lleva ante él y por orden de
Ahirom espera al otro lado de la puerta.
Amal frente al Brujah
le dice que su poder de oráculo le ha advertido de que Noa debería irse con él.
Y pide que la libere. El Brujah muy
calmado le ofrece un trato extendiendo la mano:
–Noa será tuya si me llevas ante el asesino de mi hermano
–dice
Ahirom rabioso pero contenido.
–Soy el embajador de Jerusalén, cuna del poder de la fe –dice Amal pensativo
mirando al Brujah a los ojos– puedo
ofrecerte alianzas con mi reino y mi Príncipe. Ambas ciudades nos necesitamos…
–¿Quién mató a mi hermano? –interrumpe Ahirom con
mirada de odio, no parece preocuparle nada más.
–Lo mató un cazador –le responde Amal, omitiendo decir que
fue su primogénito ghoul Arang, donde quiera que esté. El Ravnos es tan buen
mentiroso que el Brujah ni sospecha que le puede estar omitiendo la verdad.
–Llévame ante ese cazador –pide el Brujah con lágrimas de sangre en sus
ojos y apretando los dientes y los puños hasta casi herirse.
–Es probable que Enki, Príncipe de Tiro, un infernalista,
haya orquestado la muerte de tu hermano. –dice Amal, mintiendo de nuevo a Ahirom,
ya que no tiene prueba alguna de ello, es más Enki no entró en escena hasta
tiempo después. Pero es la versión que a Amal le gustaría que fuera verdad, y
así se la cuenta magistralmente al Brujah que tiene claro cuál va a ser su
próximo destino, Tiro.
–Partiremos juntos, Ravnos –dice Ahirom.
–Ven primero a Jerusalén, no te recomiendo ir a la boca
del lobo –advierte
Amal muy seriamente.
–Iré primero a Tiro y después nos reencontraremos en
Jerusalén. –dice
el Brujah– y si todo va como es debido,
yo tendré mi venganza y tu tendrás a Noa.
El Ravnos insinúa que
la ghoul puede acompañarle a Jerusalén y esperarle allí y Ahirom no es tan
ingenio y responde: –Ella vendrá conmigo.
Amal, Noa y Ahirom
abandonan Cartago y muy discretos y por caminos secundarios se dirigen hacia el
este, donde sus destinos aguardan.
Los tres viajan juntos
y Amal entabla varias conversaciones con el Brujah, explicándole diversas
historias sobre su pasado. El Ravnos intenta convencer a Ahirom de que Noa debe
ser su pupila, pero el Brujah no cesa en su deseo de venganza, esa es la
condición para que la ghoul cambie de manos.
–No intentes arrebatarme mi venganza, es lo único que me
queda de mi hermano, él haría lo mismo por mí –dice el Brujah con
mucho sentimiento en sus palabras– Debo
hacerlo por venerar su nombre, es mi destino.
Amal piensa en el
destino y no quiere truncarlo de raíz, y esto choca de frente con su camino de
la paradoja, por el cuál debe respetar los destinos de los demás. Es una
situación delicada y no tiene fácil solución.
Llega el momento en
que sus caminos se separan, Amal dirección Jerusalén y Ahirom y Noa hacia Tiro,
a pesar de las advertencias del Ravnos.
A Amal le cuesta
mucho dejar a Noa ir a Tiro, puede que Arang también esté allí. Y le cuesta aun
más no ir él en su busca…
Meir paga un pasaje
en barco de mercancías hacia Salamina, el puerto más importante de Chipre, en
busca de la diosa Anat, esposa de Baal, Matusalén del clan Brujah.
El Capadocio compra
un par de carneros y se encierra en una de las bodegas con ellos. Serán su
alimento para aguantar sin salir largas jornadas en la mar. Una vez se ha nutrido
con ellos, para no crear sospechas, se deshace de sus cuerpos desangrados arrojándolos
por la borda.
El viaje es
relativamente tranquilo y tras varias noches se despierta en su destino.
Chipre ha sido
ocupada por diversas culturas a lo largo de su historia. Egipcios, hititas,
hebreos… Los asirios invadieron la isla en el año 800 a. C, hasta que el
faraón Amasis reconquistó la isla en el año 600 a. C, para luego ser
reemplazados por los persas tras la conquista de Egipto por parte de estos.
Salamina, la más
poderosa de las distintas ciudades-reinos de Chipre, se rebeló contra el
dominio persa en el año 499 a. C, bajo el rey Onisilos. Según la leyenda, fue fundada
por emigrantes griegos del Ática, lleva varios siglos siendo la ciudad más
importante de la isla gracias a su magnífico puerto.
Nada más desembarcar,
visita un mercado nocturno y ojea por encima la mercancía de un vendedor de
esclavos. Humanos en estado deplorable, quizás pueda salvar a uno y emplearlo
para su conveniencia. Después de todo es algo habitual entre judíos, aunque hay
que liberar al esclavo seis años después de sus buenos servicios.
Buscando un santuario
de un falso dios, se topa con unos sacerdotes que le guían hasta un templo a
Zeus, el Dios del Olimpo griego. En la religión griega, Zeus es una divinidad a
la que se denomina a veces con el título de «padre de los dioses y los
hombres», que gobierna a los dioses del Olimpo como un padre a una familia, de
forma que incluso los que no eran sus hijos naturales se dirigen a él como tal.
El templo está
cerrado, en reconstrucción, al parecer algún tipo de seísmo ha afectado a su
estructura.
Santuario de Apolo, Chipre |
Se escuchan voces
dentro del sagrado y pagano lugar. Meir sabe que nadie que no sea un sacerdote
de su religión puede entrar en el santuario, a pesar de ello el Capadocio
entra, sus leyes no han sido hechas para los judíos, seguidores del verdadero y
único Dios de todo, Yahvé.
Meir se adentra en la
oscuridad del templo y alumbrado por las antorchas ancladas en las grandes
columnas. El Capadocio se siente ligeramente amedrentado por el poder de su fe,
pero camina seguro buscando a Anat.
Meir llega para ver
como se juzga y ejecuta a un Ventrue cartaginés, decapitándolo ante los
presentes, que lejos de guardar silencio gritan y vitorean mientras su cabeza
rueda por el frío suelo de mármol. El eco de sus voces llega lejos y seguro que
no pasa desapercibido.
La mujer que ha
decapitado al condenado, espada en mano, dice unas últimas palabras: –No destruiréis nuestro sueño ¡comerciantes!
Y los presentes
aúllan y aplauden mientras el decapitado se deshace en cenizas.
Anat, la ejecutora,
se fija en Meir y despide a los presentes con un ligero movimiento de cabeza.
Una vez solos, sus miradas se cruzan y el Senescal le entrega la carta de
Innominat.
La imponente mujer la
lee con calma.
–Así que ¿ya ha empezado? –pregunta Anat al aparentemente
santo Capadocio.
–Enki ha comenzado a mover fichas –responde Meir.
–Te acompañaré a Jerusalén –dice Anat.
Meir hace una
reverencia a la Matusalén, mira las cenizas del Ventrue y se va del templo.
El Capadocio espera a
que la Brujah esté lista para partir y de mientras vuelve al mercado de
esclavos. Está interesado en una doncella que sustituya las labores de Donna,
aunque ella será siempre insustituible.
Busca a alguien de
buen corazón pero ninguno de los esclavos presentes encaja en las exigencias
del Capadocio.
A continuación, el
Capadocio, no sin llamar la atención por su inquietante aspecto cadavérico y
santificado. En perfecto griego, pregunta entre los puestos si algún mercader
vende libros o pergaminos. Le indican una vieja tienda alejada del mercado. Intrigado,
Meir, se aventura a buscar algo interesante que pueda llevar a la biblioteca de
Admiel.
La tienda está abierta,
aún a estas horas de la noche, es una vieja librería, llena de manuscritos,
pergaminos y papiros con grabados de diversas civilizaciones y escrituras.
Pregunta al viejo
librero por libros más especiales que los que tiene a la vista. El anciano,
ciego de cataratas, se presenta, su nombre es Cyprium y le lleva a una
trastienda a la que accede con dificultad, entre cientos de libros apilados en
columnas a modo de laberinto.
Una vez en el
verdadero corazón de la librería Meir se fija en un diario escrito a mano,
parece caligrafiado por un Vampiro, sin duda es un pequeño tesoro.
Meir le ofrece pagarle
con sangre, esperando que el sabio entienda de cultura de Vástagos. Le ofrece
esto porque no tiene recursos para intercambiarlo. Sabe que la bolsa de
recursos ilusorios, regalada por Amal, no le causará al viejo más que
trastornos, por no hablar de estar pagando con ilusiones engañosas, una
variable del “no levantarás falso testimonio en vano”, de los diez mandamientos.
Cyprium le propone
que le pague con parte de su sabiduría. Escribirá hasta que se tenga que
marchar y las palabras que queden escritas serán pago suficiente por el diario
que se lleve. El Capadocio acepta la oferta, se sienta ante una mesa iluminada
con una vela, coge una pluma negra, la unta en tinta y comienza a escribir.
El tiempo transcurre
rápido y cuando Meir termina, poco antes del amanecer, le agradece al anciano
su generosidad, mientras guarda el diario en su zurrón. El Capadocio ha escrito
una pequeña parte de sus conocimientos ocultistas, de teología y cultura de
demonios, puede que para que otro viajero de la noche lo “compre” a su vez y
aumente su sabiduría.
Meir se fija en el
aura de Cyprium, es la de un hombre bueno y cansado. El Capadocio tiene una
proposición para él: Le ofrece viajar a su lado, vivir en Jerusalén, compartir
sus conocimientos y adquirir muchos más. El anciano rechaza la oferta de Meir y
el Capadocio sube la apuesta ofreciéndole la inmortalidad y dejar de sentir
dolor a cambio de acompañarle a Jerusalén y formar parte de su grupo de sabios.
El señor mayor vuelve a rechazar la nueva oferta de Meir, ha vivido todo lo que
quería y no desea más que acabar sus días descansando junto a sus libros, aquí
en Chipre.
Meir le agradece su
generosidad y termina bendiciéndole: –Que
Yahvé esté contigo.
El Capadocio abandona
la librería con un sabor agridulce. Por una parte le hubiera gustado que Cyprium
hubiera decidido formar parte de la Torá Negra; pero por otra le fascina como
el libre albedrío, otorgado al ser humano como un regalo divino, verdaderamente
funciona y es un gran espectáculo de la naturaleza humana. La creación del
Señor nunca jamás dejará de sorprenderle.
Los vampiros de
confianza de Innominat han partido todos, quedándose él, casi solo en su
ciudad. Es algo extremadamente peligroso, teniendo en cuenta que Enki, su
hermano y enemigo, puede intentar matarle en cualquier momento y ahora está más
desprotegido que nunca. Sin embargo hay que correr riesgos si deseas responder con
inteligencia a los ataques del contrincante.
Ephraim, el
Nosferatu, se presenta ante Innominat como Mudji le pidió. La idea del Príncipe
es tantear a Kothar y ver que puede anhelar por si quisiera ser aliado del
Príncipe Assamita en la guerra. Innominat se ha planteado incluso ofrecerle a Ephraim
un dominio en Jerusalén. Y quizás enviarle a Persépolis para conseguir
información valiosa para ayudar en la contienda contra Enki.
El Nosferatu se
siente pequeño e insignificante ante el Príncipe de Jerusalén. Ephraim ya tiene
cerca de ciento cincuenta años de vampiro, no es ningún chiquillo, pero sigue
sintiendo respeto por un Matusalén Assamita.
Lo primero que hace
el Nosferatu ante el Príncipe es disculparse por que la última vez que se
vieron, en la recepción del Príncipe de Tiro, se asustó muchísimo y huyo del
Templo de Jerusalén. Durante muchas noches no pudo ni pisar la ciudad por ese
terror. Por fin hoy ha conseguido reunir el valor suficiente para hacerlo, ya
que el palacete de Innominat se encuentra muy cerca del segundo Templo de
Jerusalén.
Innominat resta
importancia a este banal asunto y aborda lo que quiere proponerle. Tres ghouls
muy valiosos han desaparecido, los ha raptado Enki, entre ellos el guardián de
Innominat, Umaskal.
El Príncipe cree que
alguien desde dentro ha debido filtrar información a su enemigo para
facilitarle la tarea del secuestro. Por lo que el Príncipe ha llegado a la
conclusión de que Enki tiene un espía en Jerusalén.
El Espectro ya está
buscándolo, Innominat quiere que Ephraim ayude al Assamita a encontrar a este
espía de Enki y consigan la mayor cantidad de información sobre este asunto.
Sabe que Orión, el Toreador,
tenía cierta fijación por Donna, la ghoul de Meir, una de los tres
desaparecidos.
Sospecha de Ahinadab,
el Nosferatu que llegó a Jerusalén huyendo de Tiro, lo hizo antes de los
recientes asesinatos y desapariciones.
Innominat pregunta si
su Sire, el anciano Kothar, el Profeta, estaría dispuesto a ayudar contra Enki.
Ephraim le es completamente sincero, su Sire desea que la civilización sea
juzgada y arrasada para que después los leprosos puedan heredar la tierra. El
Príncipe le pregunta si Kothar prefiere que tras ese final de todo quien
sobreviva sea un Dios o un demonio. Ephraim
no sabe que responderle pero le planteará la cuestión a su Sire la próxima vez
que se encuentre con él.
El Príncipe ordena al
Nosferatu que revise continuamente los pozos y fuentes de la ciudad, Enki puede
atacar por ahí. No por nada, en la antigua Mesopotamia fue el Dios de los ríos
y las aguas subterráneas.
Tras este encuentro
el Príncipe se retira y se imbuye en sus estudios sobre rituales, dónde
continúa en la elaboración de uno de cosecha propia. Uno que haga algo muy
especial…
El Príncipe comienza
la búsqueda de un guardián que sustituya los servicios del desaparecido y
eficaz Umaskal. Comienza buscando auras nobles como la de su ghoul, para poder
tener una persona fiel y de confianza a su lado.
Encuentra un joven
soldado persa llamado Nasim que a demás de tener el aura más limpia que
recuerda haber visto, es un portento en el manejo de la espada. El Príncipe le
da de beber su sangre y lo crea ghoul enseñándole sus tareas básicas para que
pueda protegerle de día y prestarle sus servicios de noche.
Semanas después El
Espectro y Ephraim se presentan ante el Príncipe Innominat. Increíblemente
ambos parecen haber encajado y han trabajado admirablemente en la búsqueda del
espía. Ninguno de ellos por separado es de carácter especialmente colaborativo
ni social, pero juntos parece que se compenetran perfectamente.
Han investigado a
Orión, el Toreador, y no parece haber nada fuera de lo común en su
comportamiento. Es un vampiro muy social que disfruta de sus charlas con los
humanos hasta casi el amanecer, al igual que las reuniones sociales donde se
exhiben diversas artes y virtudes. No es quien Innominat busca.
Ahinadab, el
Nosferatu venido de Tiro, no se encuentra en Jerusalén. El tiempo que estuvo se
refugió en lugares muy dispares por toda la ciudad, siempre cercanos a los
dominios de otros vampiros. Sigue siendo el principal sospechoso de ser el espía
de Enki, aunque no hay pruebas contundentes sobre esta hipótesis.
Una noche, Innominat
recibe un arcón venido de la ciudad de Tiro. El Príncipe sospecha que pueda ser
algún tipo de trampa mágica y lo abre a distancia utilizando una lanza para no
correr peligro por si fuera peligroso.
Nada ocurre y el
Matusalén se acerca con cautela para ver que contiene el arcón. Está lleno de
cenizas aun calientes. Con Psicometría Innominat las toca y ve como una mujer
encapuchada prende fuego al Códice de Tiro, regalo de Innominat a Hyrum,
anterior Príncipe de Tiro. Tras arder guarda sus cenizas en este arcón. Tras la
mujer que lo quema hay un siniestro ser oscuro que luce largas rastas de pelo y
un par de cuchillas curvas que observa atentamente la quema del manuscrito
hecho por Meir y los suyos.
Innominat pide a
Orión que venga, utilice su Psicometría con las cenizas y dibuje el aspecto del
oscuro personaje más reconocible de los dos, el que aparece en la escena en un
segundo plano, ya que a la mujer que quema el libro no se la ve bien el rostro,
aunque sí que da malas vibraciones que Innominat con su capacidad
extrasensorial es capaz de percibir.
El Toreador lo hace y
dibuja un retrato del siniestro ser. No parece ser alguien puro y bondadoso,
más bien todo lo contrario… ¿un Baali?
Descubierto
El Espectro se
encuentra con Innominat y le pide formar parte del consejo. En un momento en el
que el Príncipe no tiene a ningún Cainita a su lado, quizás pueda aportarle un
punto de vista diferente.
–Sé que me ocultas algo, seguro que tienes tus motivos –dice Innominat– Alamut te ha ordenado que me vigiles ¿no es así?
El Espectro muestra
más por lo que calla que por lo que otorga. No hay respuesta. El Príncipe toma
su silencio como un sí.
–No me importa, te concederé el capricho de Alamut pero
debes decirme quien te dio la orden desde el nido de Águilas. –indaga Innominat
intentando sonsacar al férreo Espectro.
–No hay secretos entre nosotros hermano de clan –insiste Innominat.
–Fue Senén, visir del Consejo –responde
El Espectro tras unos segundos de espera–
pero no puedes desvelar esta información, me pondrías en un serio compromiso…
–Descuida Espectro, no pondré en peligro tu posición –dice Innominat– Sospecho que alguien en el Alamut puede
estar conspirando contra mí, ayudando a mi hermano Enki.
Ambos Assamitas se
miran sabiendo que deben estar juntos en esto, si no uno de los dos tendría que
morir y ninguno de ellos desea este trágico desenlace.
Davar tiene una
conversación con Mudji donde le deja claro que él no es un político, sino un
guerrero, no quiere tener nada que ver en conspiraciones cortesanas, son juegos
malditos guiados por el Maligno.
El anciano Assamita
sabe que si toma las riendas de la investigación del posible traidor en Alamut
se le cerrarán todas las puertas. Mudji deberá encabezar la búsqueda y Davar
estará allí para darle acceso y presencia a su investigación.
Hablan sobre el
asunto de Enki.
–Innominat no debería precipitarse, debe ser listo, hacerse
fuerte y no dar pasos en falso. Hay que conocer al enemigo y averiguar sus
puntos débiles. Dejar que pase el tiempo, estar alerta, aprender nuevas
técnicas de combate, preparar mejores armas, conseguir aliados y cuando menos
se lo espere... aplastarlo como una cucaracha –aconseja
Davar a Mudji.
–El rapto de los ghouls es un claro cebo, claramente una
trampa. –Continua
Davar– Innominat ha sido muy inteligente no
cayendo en ella. Cada vez estoy más convencido de que puede haber un traidor en
el Consejo, alguien que esté ayudando a Enki por algún ambicioso interés
oculto.
Davar puede dar
acceso a cualquier lugar que Mudji necesite. A pesar de que Mudji también es un
guerrero, esta es la guerra que le ha tocado librar, y no es en un campo de
batalla habitual. Este es más peligroso porque no ves venir al enemigo.
Mudji siguiere
empezar por los hechiceros para que le ayuden, con su magia, a buscar Baalis o
infernalistas y así poder rastrearlos e incluso detectar sus perversas
acciones, quizás incluso en Alamut.
Davar duda que haya
un Baali en Alamut, pero da acceso a Mudji a la casta de los hechiceros y a
petición del embajador de Jerusalén, busca uno que sea de total confianza.
En un amplio
laboratorio, donde hay ingredientes y pócimas de todo tipo. Un hombre muy
anciano se encuentra traduciendo al detalle unas tablas sumerias. Cuando llegan
Davar y Mudji, el Maestro hechicero corre un velo sobre las tablas y les
atiende amablemente.
Nergüi, Maestro Hechicero de Alamut |
El neonato Assamita
va de cara y pregunta al viejo hechicero si se le ocurre la forma de
desenmascarar a un traidor que presuntamente se encuentra en Alamut, puede que
incluso en el Consejo. Le cuenta que Enki es un infernalista, que ahora es
Príncipe de Tiro y alguien muy influyente en el clan le ha ayudado desde
Alamut. No hay pruebas de ello pero tienen indicios y las visiones del Oráculo
de un compañero de Jerusalén.
Quizás alguien de
Alamut puede tener contacto con Tiro y empezar por ahí. Nergüi se queda
paralizado. Precisamente alguien del Consejo ha recibido un regalo de Tiro,
unas tablillas sumerias, y ahora mismo estaba traduciéndolas para el nuevo propietario,
debía ser un trabajo discreto…
Las casualidades no
son fortuitas y Mudji pregunta por el nombre del Consejero que le ha pedido
traducir las tablillas. El hechicero enmudece y Davar, desde las sombras, en un
segundo plano, da un paso al frente y aprieta su lanza dirigiéndose hacia Nergüi,
que teme por su vida.
El hechicero,
nervioso, niega tener nada que ver con este asunto. Mudji expone que de este
modo el clan Assamita es más débil y Davar adelanta otro paso hacia Nergüi, que
retrocede acorralado y temeroso.
Finalmente acuerdan
que el hechicero les dará el nombre del miembro del consejo que le ha pedido
traducir estas tablillas sumerias venidas de Tiro, pero a cambio ellos no dirán
como lo han conseguido en la conclusión de la investigación.
–Su nombre es Senén, Visir persa del Consejo. –confiesa Nergüi con
dificultad.
–¿Qué pone en las tablillas? Nunca aprendí a leer… –pregunta Mudji, restándole tensión al momento.
–Es hechicería Caldea. Poder en estado puro, algo
difícilmente controlable…–responde el hechicero.
–Voy a darle un humilde consejo: Tened cuidado con esas
tablillas, pueden ser un regalo envenenado. –advierte Mudji entrecerrando los ojos.
Nergüi asustado tapa
las tablillas de nuevo con la tela y conociendo su verdadero origen, se aleja
unos pasos de ellas.
Mudji y Davar
abandonan la estancia dejando solo al inquieto hechicero. Ya tienen un nombre,
el mismo que les recibió personalmente. Ahora hay que pensar en la mejor forma
de exponer el descubrimiento.
Les llega la noticia
de que Alamut ha pedido a Enki, Príncipe de Tiro, que busque y castigue al
asesino de la embajadora asesinada en las inmediaciones de su satrapía.
Meir y Anat abandonan
Salamina dejando atrás el reino de Chipre. La anciana Brujah le cuenta a Meir
que ya ha evitado algún embiste de el pérfido Enki. Ha truncado un plan suyo
para envenenar las aguas de Jerusalén y ha evitado que ampliase los daños
contra los allegados de Innominat.
El Senescal de
Jerusalén le cuenta que tras la muerte de la embajadora Assamita, la estrategia
de Alamut fue la de efectuar un tratado de paz entre las satrapías para no
extender la llama de la guerra.
Anat no es partidaria
de la paz. La Brujah cree que ha llegado el momento de pasar a la acción. Cree
que los Assamita se han acomodado y son unos cobardes. Ha habido guerras que
han empezado por mucho menos.
–Los imperios se elevan y caen. –Dice Anat con pasión– Es el momento de que el Imperio
Persa se desestabilice y caiga de una vez por todas, dejando paso a otra era de
la historia. Una era donde la grandeza griega asiente las bases de una nueva
civilización universal.
Anat aconseja a Meir,
como Senescal de Jerusalén, atacar a Enki con todo, y comenzar una serie de
acontecimientos que acaben con el Imperio Persa. No le importaría ser la
Princesa de Tiro en ausencia un gobernante mejor.
Meir también está en
desacuerdo con los Assamita persas y cree que ha llegado el momento de empuñar
las armas por Yahvé. El Capadocio confiesa a la anciana Brujah estar con ella
en su posición ante los persas para recuperar la independencia judía.
–¡Arrasemos a esos infernalistas! –dice Anat con mucho ímpetu.
–Rezo por qué no se hayan llevado las almas de algunos
inocentes…–dice
Meir entristecido y mira fijamente al inmenso cielo estrellado.
–Persia caerá y Grecia florecerá –dice Anat con la
mirada perdida hacia el infinito.
Ambos vampiros
charlan amigablemente durante el viaje a Jerusalén. Meir a ratos lee el diario
que ha conseguido en Salamina y de él descubre historias sobre las épocas
anteriores a la caída de Jerusalén por los Babilonios que comparte con la
anciana Brujah, siendo ella capaz de dar otro punto de vista de los mismos
acontecimientos.
Davar y Mudji
irrumpen de improviso en una sesión del Consejo de Alamut. Los siete miembros permanecen
sentados en sus ornamentados asientos de piedra quedan perplejos ante la pareja
de guerreros.
–Soy Mudji, embajador de Jerusalén y tenemos pruebas de
que hay un traidor en el Consejo. –Dice el neonato muy nervioso mientras la
inquietud invade a los presentes– El traidor ha recibido un presente de Enki, Príncipe de Tiro, antiguo infernalista
actualmente sospechoso de varias muertes, entre ellas la de la embajadora
Kayhana y la del anterior Príncipe de Tiro.
El silencio y la
incredulidad reina entre los miembros del consejo y Davar se adelanta
situándose en el centro de la estancia y arrojando con fuerza al suelo las
tablillas sumerias que descubrieron en el laboratorio de Nergüi.
Estallan en mil
pedazos y saltan trozos de piedra en todas direcciones. En ese mismo instante
uno de los miembros del Consejo se abalanza como un animal para intentar juntar
imposiblemente los pedazos de las tablillas destruidas.
El Consejero es Senén,
Visir persa. Con ojos de demente, eleva la cabeza y se da cuenta de lo que está
haciendo, ha perdido el control y ha quedado en evidencia delante de los
presentes.
Lo último que hace en
su existencia ha sido delatarse. Davar lo mata de dos golpes de lanza, uno en
el corazón y otro en la cabeza. Sus cenizas y ropajes adornan el suelo y los presentes
esperan que Davar ocupe su lugar en el Consejo.
El anciano guerrero
se acerca al asiento de piedra y clava su lanza resquebrajándolo por completo. Tira
después de su poderosa arma dejando un gran agujero en el quebrado sitio del
Consejero corrupto.
–Nadie podrá sentarse en este sitio sin retarme a muerte.
Este hueco recordará a todos que es lo que no se debe hacer en el Consejo –grita Davar a todos
los presentes.
El sitio se queda
libre y los seis Consejeros aceptan sus condiciones levantándose y agradeciendo
a ambos su labor. El siguiente en enterarse de este cambio será el Viejo de la
montaña, un ausente líder del clan, que por razones evidentes no deja ver su
rostro a menudo.
Davar y Mudji
regresan juntos a Jerusalén. El Matusalén comparte con Mudji que aun no hay
pruebas incriminatorias hacia Enki. Verdaderamente no ha hecho más que regalar
un presente a un miembro del Consejo de Alamut para que este le beneficie. El
infractor ha pagado con su vida y Enki es un corrupto, pero no es delito capital,
ni rompe ninguna Tradición. Hace evidente hasta donde llegan sus oscuros
tentáculos, pero sin pruebas evidentes ya que esas tablillas vinieron de Tiro
pero no fueron enviadas personalmente por Enki. Aunque ambos sabemos que fue
él. Es un pérfido trilero que intenta ocultar donde está la bolita.
Las últimas noticias
de Alamut son que Bicor, el nuevo embajador, ha sido enviado a Tiro para
retomar el tratado de paz, una decisión del Consejo al completo y del propio
Viejo de montaña, Señor del clan en ausencia de Haquim. No lo decidió Senén, el
corrupto ya ajusticiado, aunque seguro que voto a favor.
Cuando Amal está
llegando a Jerusalén, no deja de pensar en que no quiere sacrificar la vida de
su primogénito Arang por la de Noa, la segunda de los hijos de Faruk. Si el
destino ha hecho que se encuentren, Amal debe hacer lo posible para que ambos
estén a su lado, juntos.
Arang ha matado al
hermano del Brujah Cartaginés y solamente le dará a Noa si le da la cabeza de
Arang. El problema no parece tener una solución sencilla.
Y en esa tesitura
está el Ravnos, mientras contempla Jerusalén, cuando tiene una nueva señal del
Oráculo. Una visión del presente o del futuro, próximo o lejano. Lo que ve es
lo siguiente:
Un ser claramente
sobrenatural, con la piel negra, cuernos de cabra y tatuajes dorados muy brillantes.
Parece un Changeling, o como se los conoce comúnmente un tipo de hada, pero
parece que ninguno de los humanos que se topan con él ven su verdadero aspecto.
Amal sonríe.
Se adentra en una
bulliciosa taberna donde la música suena, el vino se bebe a raudales y las
mujeres son fáciles y accesibles. Este sátiro tiene una facilidad para atraer a
las hembras humanas y copula con ellas divirtiéndose muchísimo, son su
debilidad. Disfruta de la noche de una forma que ningún humano sería capaz de
hacerlo.
Amal se despierta de
su trance. Ha vivido claramente como el destino le ha presentado al tercero de
los hijos de Faruk, y aún no ha solucionado el problema con los dos primeros. La
suerte es una puta.
Otra sonrisa se
dibuja en la cara de Amal mientras entra en Jerusalén y se encamina, con las
manos vacías, pero contento, hacia el palacete de Innominat.
El fracaso de Amal
Por fin los tres
emisarios de Innominat han regresado a Jerusalén. Favorablemente sanos y
salvos. El Príncipe está impaciente por conocer sus resultados.
Amal recién venido de
Cartago, se presenta ante su Príncipe; bueno exactamente después de haber pasado
por varias tabernas donde ha dado rienda suelta a hacer lo posible por
satisfacer su gran debilidad, su defecto de clan: las mujeres. Una vez
alimentados sus deseos carnales se encuentra ante Innominat, viene solo y
parece satisfecho pero preocupado.
El Ravnos le cuenta
su viaje, ligeramente sonsacado en algunos capítulos por Innominat, comenzando
por cómo perdió la carta que iba dirigida hacia el Príncipe de Cartago y
continuando con que nunca llegó a verse con dicho Príncipe, estaba ausente,
pero sí consiguió que su lugarteniente clamase venganza dirección Tiro por la
muerte de su hermano.
Por mucho que el
Ravnos adorne la realidad, Innominat puntualiza el fracaso de su cometido, ya
que no ha hecho nada de lo que le ordenó. Amal confiesa que no lo hizo por
miedo ante el Brujah desbocado y confiesa que el propio Ravnos le sugirió que
Enki podría estar detrás de todo.
El Príncipe no está
satisfecho porque ha utilizado argucias y no ha dicho toda la verdad, omitiendo
cierta información relevante. Amal crea una ilusión en tres dimensiones donde
se ve la escena del Brujah en frenesí destrozando brutalmente el almacén del
puerto de Cartago, mientras Amal se apartaba para no ser aplastado.
Al menos Amal le ha
contado toda la verdad y a pesar del fracaso el Príncipe no le echa en cara su
actuación. Ya que hizo lo que pudo con la mano que le tocó jugar y al menos
está aquí, vivo y sin enemistades con los Brujah, al menos aún no.
Mudji y Davar
atraviesan sigilosos las murallas de Jerusalén. La ciudad está en calma y la
fría noche les da la bienvenida, es paradójico con el calor infernal que se
vive de día, pero es la cruda realidad.
Se presentan ante
Innominat, que en ese momento tenía una reunión con El Espectro. También está
presente Nasim, el nuevo soldado persa de Innominat, su nuevo ghoul de
confianza.
Los cuatro Assamitas
se saludan y hay un evidente respeto hacia el legendario guerrero Davar,
conocido por todo el clan; el Espectro se arrodilla ante semejante personalidad.
Mientras curiosa es la estampa de Davar, un rudo gigante, saludando
amigablemente a Innominat, un niño pequeño y delicado.
–Sacudimos el avispero –dice
Mudji a Innominat.
–Déjame adivinar, Senén del Consejo –responde el Príncipe
y mira al Espectro.
–Alguien desde Tiro le había regalado unas antiguas
tablillas sumerias. –Dice
Mudji– Fueron su perdición cuando Davar
las destruyo ante él y se delató ante el Consejo. Murió por ello.
–Espectro, ya no tienes la atadura del Consejo de Alamut –dice Innominat impresionado
dirigiéndose al guardián.
El Espectro permanece
callado sin desvelar la fuente de sus ordenes, un corrupto desvelado no
eclipsarán las decisiones del Consejo de Alamut ni las del Viejo de la montaña.
–Estaré a tu lado Innominat, siempre y cuando no sea un
ataque sin sentido a tu enemigo Enki –Dice Davar–
Esto debe ser algo preparado y organizado. En eso no puedo ayudarte, no soy un
estratega, cuando necesites mi lanza, allí estaré.
Davar abandona la reunión
y deja a los tres Assamitas en el frío salón del trono de Jerusalén.
Nayl, ghoul de Mudji |
–Solo soy un
soldado, sigo órdenes y seguiré haciéndolo. –Dice El Espectro con
su voz amortiguada por el yelmo– Esta situación no
cambia nada para mi cometido. No soy un traidor. Con tu permiso seguiré
reportando a Alamut, como se me ha encomendado.
Innominat está de
acuerdo y cuando el Espectro se va, El Príncipe vuelve a dar la enhorabuena a
Mudji.
A continuación ambos
se ponen al día de todo lo que ha acontecido en la ausencia de Mudji. Cuando
terminan Innominat vuelve a recluirse en sus estudios de renovación de rituales
sumerios, mientras Mudji va a visitar y a alimentar a su pantera ghoul, Layl.
El regreso del
Senescal
Meir vuelve de
Salamina junto a Anat, la anciana Brujah. Es la primera vez que la mujer pisa
Jerusalén y el sentimiento de veneración a la fe judía y el peso las
civilizaciones pasadas es palpable cuando camina sobre las murallas hechas con
viejas piedras de construcciones anteriores.
Anat y Meir se
presentan ante Innominat y tras el saludo de rigor, la Brujah dice venir a
ayudar a matar a Enki. Ya ha evitado antes argucias del hermano de Innominat
para dañar Jerusalén. Cree que ya es hora de forzar la caída del impero persa.
Innominat da buenas y
malas noticias a Anat. Las malas son que Estimel, un miembro de su clan, está
tras los recientes asesinatos. Las buenas nuevas son que los Brujah de Cartago
puede ser un aliado potencial y que el traidor que se escondía en el nido de
Águilas ha sido eliminado.
–Un Movimiento rápido y certero, el de Alamut –dice Anat– me gusta.
–Tenemos a Davar, contamos con su lanza –dice Innominat
observando que Anat no hace ningún comentario al respecto.
El Príncipe le enseña
el retrato hecho por Orión, de uno de los siniestros seres responsables de la
quema del Códice de Tiro. Anat no reconoce al culpable, pero memoriza su
rostro.
–Enki no dejará de atacar mediante engaños hasta que
acabe contigo –dice
Anat mientras observa el retrato más de cerca.
–Lo mataré yo antes –dice muy seguro Innominat– Mañana decidiremos la estrategia a seguir.
Innominat ofrece
refugio seguro pero Anat prefiere encargarse ella, alega que ya van teniendo
una edad por lo que su Vitae puede ser
un buen premio para diabolistas.
–Como agradecimiento a tu ayuda quizás te agrade un
puesto de posición vampírica en Jerusalén…–dice Innominat.
–Quizás le interese más ser Princesa de Tiro –apunta Mudji mirando
a Anat.
–Lo que realmente me interesa es la ver la caída del
imperio Persa –responde
Anat, restándole importancia a la posición.
–Creo que para mi clan, perder la guerra contra Grecia
puede ser beneficioso. –Dice Innominat–
Veo bien lo de Princesa de Tiro.
–No vendamos la piel del oso antes de haberlo cazado –dice Anat.
–La debilidad del clan Assamita es su posicionamiento en
las guerras humanas. –Dice Innominat afectado– Es una vergüenza para todos.
–Mañana a media noche ven a este salón y decidiremos la
estrategia a seguir. –Concluye Innominat.
Anat abandona la
estancia tras una estudiada reverencia y Meir, hasta ahora en silencio, le
cuenta todo lo acontecido durante el viaje a Salamina.
Innominat satisfecho
mira al sacerdote y piensa en cual será el siguiente movimiento.
Mudji aparece y los
tres vampiros comparten toda la información de la que disponen y Meir comparte
con Mudji los detalles su viaje a Salamina.
–Mis condolencias por Donna –dice Mudji a Meir.
–Tengo fe –responde Meir.
–Mi espada está lista
Innominat… –dice
Mudji cogiendo la empuñadura de su espada ancha, una vieja reliquia de la era
del Rey David.
–…Pero si pensáramos algún tipo de embuste con el
Quimerismo de Amal para engañar a Enki –continua Mudji
pensativo– para utilizar sus propias
armas.
–El viaje de Amal a Cartago no ha traído más que
problemas con los Brujah de aquella ciudad –dice Innominat.
Yajil, Diacono ayudante del juez |
Al Príncipe le parece
una buena forma de charlar de una forma desenfadada con su corte y complacerles
con un poco de diversión mundana para variar. Además se reencontrarán con Amal
en la taberna.
Los vampiros acuden a
la inauguración de La taberna del Cimerio, la antigua taberna de Zikaron. Allí Te–ush–pa,
su dueño, con un laúd en la mano, les recibe amablemente mientras lo toca con
gran habilidad. Es para él, el mayor de los honores poder servirles
discretamente la Vitae de su familia para los amigos de quien le ha dado una
nueva oportunidad.
El lugar es modesto,
huele a paja seca que cubre el suelo, hay dátiles en todos los cuencos de las
mesas, todo un lujo, el vino y la cerveza corre como las risas y la música.
A ritmo de laúd
tocado por el propio dueño, las mujeres bailan con los más atrevidos o los más
borrachos. El ambiente es agradable y alegre. Te-ush-pa les lleva a una mesa
apartada donde se encuentran con Amal. Algunos hacía mucho tiempo que no le
veían, desde que los tres embajadores partieron hacia lugares tan dispares;
Cartago, Salamina y Alamut.
De nuevo se
encuentran los tres junto a su Príncipe Innominat y lo hacen en un ambiente
discernido, fuera de lo común, al margen de la seriedad de los Cónclaves del
salón del trono de Jerusalén.
Pronto la
conversación se torna en cómo y cuándo atacar Tiro. Hablan de Estimel, de Enki
y de los misteriosos y siniestros personajes que van apareciendo en las
visiones de psicometría tras las fechorías de Enki.
De repente se deja de
escuchar la música y un ensordecedor silencio reina en la taberna. Todos miran
al centro del comedor donde una mujer demoníaca le ha arrancado el corazón al
trovador, al propio Te-ush-pa, que atónito ve como se le va la vida sin creerse
lo que sucede.
Los gritos de los
asistentes dan paso al pánico y todos huyen, se esconden o se arrojan al suelo.
La demonio con el corazón en la mano, sonríe mientras mira hacia la mesa donde
se encuentran nuestros protagonistas.
Amal, el Ravnos, es
el más rápido en actuar y crea una ilusión con su Quimerismo. Es real como la
vida misma y de los que la perciben nadie diría que está hecha a partir de los
pensamientos de un Vampiro.
Lo que la incrédula
demonio ve es como un grupo de humanos de su alrededor se le abalanzan como
poseídos por un valor inaudito y uno de ellos, estaca en mano, la empala
atravesándola el corazón e inmovilizándola.
Meir, entre la
multitud que huye, se va acercando a la demonio, que ahora esta tendida en el
suelo, inmóvil y atravesada por una estaca imaginaria.
De pronto una
bocanada de fuego escupido de la boca de un ser oscuro situado tras Innominat,
envuelve al Príncipe en mortales llamas. El atacante no ha dejado verse hasta
ahora y es uno de los que Orión dibujó para Innominat, concretamente el hombre
negro con largas rastas.
Completamente cubierto
por llamas, Innominat combate su terror natural al fuego y mientras arde y
aguanta el dolor insoportable, piensa rápidamente cual es la fuente de agua más
cercana a la taberna. Efectivamente ha estado revisando todos los pozos y
fuentes de la ciudad y conoce su ubicación de memoria. No muy lejos hay una
fuente y es allí hasta donde se tele-transporta, apagando de inmediato el fuego
que quemaba su carne y que apunto ha estado de matarle.
Mudji raudo,
desenfunda su espada y con celeridad se abalanza sobre el atacante que aún
tiene restos de fuego en sus labios. El guerrero Assamita le propina una serie
de cortes que el ser es capaz absorber, a excepción de uno muy profundo en el
antebrazo, del cual mana sangre negra que salpica el lugar.
El enemigo contra el
que Mudji se ha encarado con un rápido golpe de una de sus cuchillas curvas, le
amputa el brazo izquierdo completo dejando al Assamita tirado en el suelo y mal
herido.
Meir toca con sus
manos e intenta pudrir sin acierto a la mujer con aspecto demoníaco que
permanece inmóvil en el suelo. Al ver que no puede, busca una silla para
romperla y conseguir una estaca que realmente la inmovilice tras empalarla.
Los restos de la gran
bocanada de fuego que ha quemado a Innominat se han extendido por la taberna
quemando la paja del suelo y comenzando a arder de forma descontrolada.
Amal se fija en el
atacante que ha calcinado a Innominat y repite la misma “jugada” que con su
compañera, alguien lo estaca por la espalda, él no lo ve, pero siente como la
madera atraviesa su corazón inmovilizándolo. Acción que aprovecha Mudji para
decapitar al enemigo de un rápido y eficaz espadazo.
Gritos de angustia y
múltiples humanos tirados por el suelo, muertos de miedo. Meir encuentra una
silla que destroza contra el suelo y con una de sus patas de madera de punta
bien afilada, atraviesa el corazón de la demoníaca mujer, aun inmóvil en el
suelo.
Mudji se encuentra en
el suelo, tullido sin brazo y sin poder a penas moverse. Mientras Amal coge la
cabeza del decapitado y sus armas, dos enormes cuchillas curvas. Se fija en que
su filo está manchado con algún tipo de veneno verde y ponzoñoso.
Meir está junto a la
mujer demonio empalada, se agacha, la toca con sus manos y la mete en sopor con
su mero contacto.
Las llamas comienzan
a engullir la taberna con sus lenguas de fuego, la madera arde con gran
facilidad.
El Capadocio grita para que
los humanos abandonen el lugar pero nadie parece hacerle caso, los que se van
ya lo hacen por sus propios medios y sigue habiendo algunos que no reaccionan a
las llamas por que el terror los ha paralizado.
Una mujer y su hijo
lloran al hombre que la demonio ha matado en primer lugar, era Te-ush-pa, el
dueño de la taberna. Meir les convence para que abandonen rápidamente el
peligroso emplazamiento. Una vez fuera ven como la taberna empieza a humear y
alguna llama comienza a verse por una ventana.
Una vez fuera Meir
reza en voz alta para que llueva y Yahvé escuche sus plegarias. En ese momento,
como por arte de magia, unas nubes negras comienzan a cubrir el cielo
rápidamente. Las tímidas gotas de lluvia llegan como un milagro y poco después
una imposible tormenta está apagando la dañada taberna, ya sin nadie en el
interior. El artífice de dicha magia ha sido Innominat, pero los humanos que
han visto rezar a Meir sin duda le otorgan la autoría del milagro.
Han conseguido sacar
a la mujer demonio empalada y salir todos con vida de la peligrosa situación.
Los humanos han corrido a esconderse a sus casas y nuestros héroes se mojan
bajo la fría y fina lluvia.
Meir ha sacado a Te-ush-pa
y su mujer y su hijo lloran su cuerpo, han perdido su casa, su negocio y a su
marido y padre. El Capadocio les ofrece refugio indefinido mientras quieran en
su torre de la Torá Negra. Allí podrán vivir sin preocuparse de ningún gasto.
Igualmente se encarga de que Te-ush-pa tenga un entierro digno y le dedica unas
palabras consagradas a Yahvé.
Deja de llover y la
taberna medio calcinada humea herida ante los personajes.
Amal se lleva a la
demonio empalada al salón del trono y se oculta con ella tras una pared
ilusoria. Así descansará esta noche, sobre el frío suelo de marfil del salón
del trono de Innominat.
Mientras Mudji, mal
herido, busca cazar alguna presa que se lo merezca por las calles, pero esta
todo especialmente difícil para la alimentación, todos se han ocultado en sus
casas, cerradas a cal y canto. El Assamita regresa al palacete de Innominat
donde se refugia junto a su pantera ghoul que le protegerá durante el día.
Innominat completamente
calcinado, ayudado por Nasim, su ghoul, regresa al campamento a las afueras,
donde siempre se refugia. Es el lugar donde su amplio rebaño, varias familias,
le esperan para darle de su sangre y con ella pueda sanar sus graves heridas.
Todos deben colaborar ya que curar tales quemaduras en un Matusalén requiere
una importante inversión de Vitae.
El Príncipe se duerme
pensando en que la encapuchada que quemó el Códice de Tiro, que vio en su
psicometría, era la misma que les ha atacado hoy en la taberna.
A la noche siguiente
Mudji sale de caza y vacía de sangre a un criminal que acechaba en los
callejones de los bajos fondos. Con su preciada Vitae, el Assamita se regenera
y le vuelve a crecer el brazo amputado pero aun sin la piel ni los dedos de la
mano. Oculta su nuevo brazo descarnado y regresa al salón del trono esperando
encontrar a Innominat, lo último que supo de él es que lo prendieron en llamas
infernales y desapareció.
Meir ha dormido en la
torre de la Torá Negra y visita a la familia del tabernero que ahora vive de
acogida allí, con Admiel, que apenas puede hacer nada para ayudarlos.
–¿a caso eres un Ángel del cielo?¿cuál es tu nombre? –le pregunta la viuda
de Te-ush-pa con los ojos llorosos mientras abraza a su hijo de unos diez años.
–Me llamo Meir –responde con voz
amigable e inquietante semblante de santo embalsamado.
–Meir el Ángel, el que rezó para que lloviera y así fue… –dice la mujer
boquiabierta.
Meir le resta
importancia y se preocupa de que descansen y sean atendidos como es debido.
Gracias a su influencia no les faltará de nada mientras estén bajo su techo.
El Capadocio se
encuentra con Mudji en la entrada del palacete de Innominat y tras asegurarse
que están bien suben juntos al salón del trono.
Amal ya ha llegado el
primero, para variar, y Nasim, el soldado de Innominat, le ha hecho pasar. El
Príncipe no se encuentra aun en su trono y el Ravnos es quien recibe a Bicor,
el embajador Assamita, venido de Alamut.
Desea ver a ver al
Príncipe en la mayor brevedad posible. Amal se disculpa y le pide que regrese
mañana y el embajador ante sus ásperas palabras se niega en rotundo y pide al
Ravnos que vaya a buscarlo. Amal, molesto se presenta como Ancillae de la corte
del Príncipe y con su escasa posición le pide “amablemente” que espere fuera a
que el Príncipe llegue y pueda recibirle. Tras una mirada hostil por parte del embajador
y tensión evidente, espera fuera a regañadientes.
Amal aprovecha para
esconder a la mujer demonio empalada, no desea que el embajador se la encuentre
de bruces en su presentación. La apoya tras el trono y crea una ilusión visual que
cuadra con el fondo para que no se la vea.
Hay un gran silencio,
muy enojado entra Innominat y con cara de preocupación se sienta sobre su gran
trono, mullido con cojines de terciopelo azul, el color de la nobleza. Meir y
Mudji llegan a continuación, se han encontrado fuera con un vampiro que dice
ser el embajador de Alamut. El Capadocio se ha encargado de presentarse a él como
el Senescal y acomodarle como es debido hasta que el Príncipe pueda recibirle,
esta misma noche. Gracias a ese detalle el embajador tiene otro humor.
Los cuatro vampiros
se encuentran en silencio. Es evidente la cara de enfado del Príncipe
Innominat, la cual por cierto no está quemada como cabria de esperar. Presumiblemente
se ha curado con ingentes cantidades de sangre extraída de su amplio rebaño.
Amal arrastra frente
a Innominat el cuerpo de la vampiresa empalada de detrás del trono y arroja junto
a ella la cabeza del atacante que osó flamear al Príncipe. Sus filos también
están en el suelo tirados, tienen algún tipo de veneno mortal.
–¿Quién
es nuestro invitado? –pregunta el Príncipe mirando a la puerta.
–El nuevo embajador de Persia, venido de Alamut –responde Meir.
–Hazlo pasar –ordena Innominat.
No apartan los restos
de los atacantes del suelo, ante el trono y Meir va a buscar al embajador.
Bicor, nuevo embajador
persa de Alamut, visita Jerusalén y se presenta ante el Príncipe. Ha recuperado
el tratado de paz firmado por Innominat y la anterior embajadora. Lo extiende
ante el Matusalén de su clan e Innominat ve como está firmado por Enki y por el
mismo Bicor a lado del nombre de la anterior embajadora, ahora tachado.
El embajador mira los
restos de cuerpos que hay en el suelo, arquea una ceja y sin darle demasiada importancia
prosigue.
Viene de Tiro, de
encontrarse con Enki, que le ha firmado el tratado de paz. Esto significa que está
interesado en mantener la cordialidad entre satrapías y no le va a quedar otra
opción que cumplirlo si no quiere tener a Alamut y a la mayoría del clan
Assamita como enemigos.
En Tiro el embajador
ha visitado a Abraham, anciano Capadocio y prestigioso Sire de Meir. Éste le ha
enseñado una carta que recibió del propio Innominat desde Jerusalén, junto a
ella había unos dibujos, que hizo Orión el Toreador, de los culpables del
asesinato del anterior Príncipe de Tiro y de la embajadora Kayhana.
Enki ha desmentido tener
nada que ver en ello y no hay pruebas que lo incriminen en dichos crímenes.
Bicor pregunta a
Innominat cuál es el pasado que le une a Enki. El Príncipe responde que son
hermanos, hace miles de años, en la antigua Mesopotamia, eran dioses de
vertientes opuestas. Innominat eligió la verdad y Enki las mentiras. Se perdió
completamente cuando se alió con Demonios, igual que el padre de ambos.
El embajador se
interesa por su relación actual. Innominat le responde que ninguna, excepto las
conspiraciones y ataques a traición que le está propinando Enki continuamente.
Innominat acusa a
Enki de ser infernalista y de aliarse con Baalis atentando contra varias
Tradiciones, asesinando, secuestrando y chantajeando para perjudicarle a él a
los suyos y por extensión a la propia Jerusalén.
Bicor pregunta si
tiene pruebas de las acusaciones contra Enki. El Príncipe le dice que Enki
envió a una enviada Baali a dañar Jerusalén, ella misma confesó antes de ser
ajusticiada. No dijo ser su chiquilla pero si su enviada y al parecer seguía
sus órdenes. También tiene las cenizas del príncipe muerto y la información
otorgada sobre los Nosferatu de la región sobe la muerte de la embajadora.
Llega la sentencia el
embajador:
“Ninguna de esas pruebas incrimina a Enki directamente,
solo la palabra de una Baali mentirosa, que vale menos que nada, y unas cenizas
en las que se ve como unos desconocidos para Enki asesinan al anterior Príncipe
de Tiro.
Enki es enemigo tuyo, Innominat, no del clan Assamita. No
juzgamos a nadie por el pasado turbio que le une a ti.
Caín mato a Abel y no fue castigado con la muerte
definitiva, gracias a esa clemencia. Estamos aquí y ahora. Y necesitamos
hechos, no conjeturas.
No eres imparcial, para ti es muy fácil emitir un juicio
contra tu enemigo. Las decisiones de Alamut no se cuestionan, te gusten o no.
Una guerra entre satrapías sería una grave muestra
debilidad que invitaría a la rebelión y no lo podemos permitir. No puedes
arrastrar al clan a una guerra por un enemigo tuyo.
Soluciona tus problemas y que no salpiquen a tu clan. ¿Pensabas
que te íbamos a hacer el trabajo sucio? ¿No confías en el Consejo y esperas que
el Consejo confíe en ti? Estas solo en esto. Juega bien tus cartas, Alamut no
desea enemistarse contigo.
Como sabes, tus corrientes de pensamiento no son muy bien
recibidas entre el consejo. Se dice que quieres comenzar una rebelión en el
clan y que abogas por una limpieza del Consejo para empezar. Eso es traición.
¿Qué harías tú con un cortesano tuyo que fuera diciendo que
debes morir para que las cosas en Jerusalén mejoren?
Te guste o no, somos tu clan. Y te guste o no, tu no
tomas las decisiones, lo hace el Consejo y en última instancia el Viejo de la
montaña. Hay muchas decisiones que jamás entenderás, pero tienen su razón de
ser y su objetivo final. El objetivo final sigue siendo el que Haquim nos
encomendó, proteger a la Estirpe.
Confía en el Consejo y el Consejo confiará en ti. Te
permitimos ser Príncipe, te has ganado cierta reputación. Incluso tienes
alianzas en Alamut...
No quieras ser demasiado ambicioso y perder todo o que ya
has conseguido...
Estamos en guerra y ahora mismo hay enemigos del clan,
completamente invisibles y mucho más peligrosos que Enki, te lo aseguro. No
eres capaz de ver más allá de tu venganza y de tus problemas.
En otra época de paz quizás las cosas serian diferentes,
pero ahora hay otras prioridades que comenzar una guerra civil mostrando
debilidad.
Por tu enemistad con Enki podrías perder tu clan y ser
otro Caitiff como él, pero repudiado por los tuyos, que es mucho peor que tener
un oscuro y dudoso pasado. Perderías tu y ganaría Enki ¿es lo que quieres?,
¿llegarías hasta ese extremo, Dios de Mesopotamia?
Y dime Innominat, solo te lo voy a preguntar una vez, y
piensa bien la respuesta:
¿Estás con Alamut en esto?”
En ese momento Meir
no puede más y rompiendo todos los protocolos de etiqueta interrumpe, haciendo
que todos le miren:
–Lo que tiene que hacer Enki es devolvernos nuestros
ghoules… –dice
el Capadocio, muy molesto y mantiene la mirada de Bicor, mientras éste le observa
atónito.
Innominat, muy serio,
mira a su Senescal y ante la severa actitud y dura sentencia del embajador pide
pensar la respuesta una noche. Bicor hace una reverencia y abandona el salón
del trono mirando con desprecio a Meir, dejando al Príncipe junto a sus tres
vampiros de máxima confianza.
Buscando respuestas
Meir se agacha con
movimientos suaves y toca con sus blancas y mortecinas manos a la mujer
demoniaca, empalada la noche anterior por esas mismas manos muertas. Al hacerlo
utiliza una disciplina vampírica de su clan y la despierta del letargo inducido
por él mismo.
Hubo un momento en el
que Meir pensó que esta mujer era Donna, el miedo se agarrota en el alma de
Meir, solo por pensar que esto pudiera ser cierto; hasta que viéndola de cerca
se da cuenta de que es otra persona. Igualmente la cabeza del otro atacante no
pertenece a Umaskal. Todos temían lo peor sobre el destino de sus ghoules.
La mujer tiene los
ojos en blanco y el despertar del sopor no hace que vuelvan a la normalidad. El
sacerdote la golpea para que despierte pero parece como si su mente se hubiera
ausentado para siempre. Parece increíble pero no tiene aura, es como si el
cuerpo se hubiera quedado vacío como una cascara con un fruto podrido. La
conclusión a la que llega Meir es que no tiene alma, algo perfectamente lógico.
Se la han arrancado pero por todos los poros de ella emana el puro mal, parece
que estuviera emitiendo una señal maléfica.
Meir abre su zurrón y
con muchísimo cuidado desenvuelve y saca una de sus armas. Concretamente su
maza llamada “Castigo”, hecha a partir de una reliquia, la parte superior del
báculo de Moisés. Lo eleva y comienza a recitar su Mezuzá favorito:
“No habitará en mi casa el que actúa con
soberbia. El que dice mentiras no durará en mi presencia. Cada mañana haré
callar a los hombres malvados para expulsar de la ciudad Señor a todos los
malhechores.”
Con el eco de sus
palabras en el ambiente, con los ojos cerrados y la cabeza elevada hacia
arriba, Meir golpea fuertemente la testa de la demonio destrozándola por
completo a mazazos. El Capadocio está fuera de sí y la rabia se apodera de su
cuerpo mientras llora sangre, es como si estuviera poseído. Astillas de cráneo
y restos de la cabeza del impío ser salpican la cara y la túnica del Senescal
de Jerusalén.
Mudji le agarra para
que deje de golpear compulsivamente, la monstruo ya apenas tiene cabeza y
evidentemente está muerta. Pero para cerciorarse Mudji decapita lo que queda
del engendro femenino.
Se hace el silencio y
Meir vuelve a recuperar la compostura, que jamás había perdido en público. Se
limpia los restos de ser impuro y sus lágrimas de sangre.
Innominat se acerca y
con el dedo unta un poco de la sangre de la vampira decapitada, que ahora
envejece a pasos agigantados. Su sorpresa es mayúscula cuando descubre que
tanto ella como él, del que solo hay una cabeza, son chiquillos del Nazareno,
Kiroun el “chiquillo” de Meir. Pero no parece haber nada en su sangre que los
vincule con Enki. El muy cabrón borra muy bien sus huellas… o nunca las ha
dejado…
El Príncipe ordena a Nasim
que queme los restos de la mujer, pero deja las dos cabezas a los pies de su
trono, para que sean bien visibles. Y esperan la llegada de Davar y Anat, con
quienes Innominat había quedado para preparar la estrategia de acción hacia
Enki.
–¿y si Enki no tiene nada que ver en esta guerra? –pregunta Amal a sus
compañeros.
–El mejor truco del diablo fue convencer a todos de que
no existía –recita
Meir recordando una perla de sabiduría popular.
Todos se quedan unos
segundos pensando en ello mientras Amal recrea un mapa de la zona, traslucido y
virtual, hecho en tres dimensiones. Donde se ve la orografía del territorio,
desiertos, desfiladeros, terraplenes y ambas ciudades vecinas, cada una capital
de su satrapía, la emergente Jerusalén y la prospera Tiro.
Davar, venerable guerrero
Assamita, abre el portón que accede salón del trono. Su presencia es imponente,
su armadura reluciente y su lanza afilada. Silencioso pero aterrador, no parece
querer perder el tiempo. Camina con decisión y para frente al Príncipe. Saluda
a Innominat con la cabeza y espera inmóvil que comience la reunión.
Anat, diosa Brujah,
irrumpe con su atractivo animal, poca ropa, talismanes, olor a tierra y armas
muy antiguas. Su poderío es evidente, casi eclipsa al de Davar que al verse saltan
chispas entre sus miradas y no es precisamente de atracción.
Son dos viejos
dinosaurios de los cuales ambos egos, apenas caben en la habitación. Desde el
primer momento la actitud entre ambos es tremendamente hostil. Innominat
intenta mediar pero son caras opuestas de la misma vieja y mellada moneda.
La Brujah quiere
atacar Tiro para comenzar el declive del imperio persa y con él el fin de la
era Assamita. Tiene muy claro que esto es el principio del fin y que Grecia y
sus Brujah deben tomar el relevo.
Davar no puede
permitirlo y no cree que lo más inteligente sea caer en la trampa de Enki, que
espera el ataque. Por no hablar de la opinión de Alamut sobre lo de acabar con
el imperio persa.
Ambos se llevan a
matar, no quieren trabajar juntos y cada uno tira por tierra los argumentos del
otro. Las voces comienzan a elevarse y ocurre lo inevitable, un duelo de
miradas, así combatían los ancianos hace eras.
El duelo es intenso,
ninguno aparta la mirada y durante minutos de silencio en el que, por
tradición, nadie puede interrumpir. Al final el desenlace es un empate, en el
que ambos quedan exhaustos pero ninguno de ellos da su brazo a torcer. Ambos
poseen una fuerza de voluntad de hierro.
Esto en parte da una
pequeña tregua a los Matusalenes pero no es suficiente.
Davar cuestiona que
una mujer deba estar en esta sala y Anat no puede creer lo que oye, ella era
una Diosa mucho antes de que Davar matase a su primera víctima.
–Hay que prepararse para las grandes batallas, la guerra
se gana con información. –comulga Davar
en voz alta.
–Preparamos nuestras armas. Se acerca la batalla. Todo es
una prueba de los dioses, como las de
los profetas de Yahvé. No quieren matarnos, solo quieren ver de que estamos
hechos. –responde Anat orando hacia los cielos.
Ambos acaban gritándose
y enfrentando sus palabras, hombre contra mujer, Grecia contra Persia, mesura
contra pasión, estrategia contra guerra abierta, Davar contra Anat. Dos titanes
a punto de estallar en una violencia difícil de frenar.
Se contienen de
pelear en el dominio de Innominat por respeto a un igual, pero queda claro que el
Príncipe es el más comedido de los tres Matusalenes. Entre los tres seguramente
cuenten más de diez mil años pero no consiguen el equilibrio que les de concordia.
Hay un momento de
tensión en el que Davar insulta a Anat llamándola loca, por sus ideas
demenciales sin sentido de “ataque frontal”. Y la Brujah se auto-controla para
no saltar a su yugular y acabar a mordiscos y puñetazos de una vez por todas,
es lo que su bestia pide a gritos y su defecto de clan no ayuda.
Este es el instante
en el que la propia Anat se da cuenta de que no podrá controlarse
continuamente, por su debilidad de clan y decide retirarse de la reunión.
–Cuando decidas atacar, avísame y estaré a tu lado –le dice Anat a
Innominat.
Y sin dirigirla la
mirada a Davar y su pétreo semblante, Anat se va de la estancia restándole
tensión a la situación. Meir acompaña a la Brujah disculpando la actitud del anciano
Assamita.
–Innominat debes decidir cuál será tu estrategia –dice Davar mirando los
ojos del niño caldeo.
–Esperaremos
el momento y actuaremos –dice Innominat.
Davar está satisfecho
y su mero silencio impone muchísimo.
La decisión
Una noche después Innominat,
junto a Mudji, Meir y Amal, se encuentra con el embajador Bicor. Tras Innominat,
a su diestra, junto al trono, una figura entre las sombras, es Davar,
silencioso como una estatua bélica.
Bicor hace una
reverencia ante Innominat y saluda a Davar. Sin más dilación le pregunta al
Príncipe por su decisión, seguramente la más importante de su no vida actual.
–¿tu respuesta? –pregunta Bicor impaciente.
–Seguiremos por el momento –dice Innominat
mientras Davar asiente ligeramente– Estoy
con Alamut. Pero espero que el nido de Águilas empiece a tomar en serio mis
palabras y no las de un viejo con aire de grandeza. Si dejáis que ese mal bicho
siga ahí, el imperio persa caerá desde dentro.
–Me alegra escuchar eso –dice el embajador– Debes saber que ahora es tu palabra la que está
en juego. No te arrepentirás de esta decisión.
Meir le recuerda a Innominat algo al oído y el Príncipe se
dirige a Bicor antes de despedirlo:
–Si pudieras conseguir que Enki nos devolviera los
ghoules que nos arrebató sería un acto de gran valor para Jerusalén.
–Lo intentaré –responde el embajador.
–Por cierto embajador –interrumpe Meir antes de que se vaya– sabemos que Enki los tiene, no te creas sus
mentiras. Ahí verás de verdad su muestra de de buena fe… o no.
El embajador Assamita
se despide con una reverencia y abandona Jerusalén dejando a Innominat y a sus
vampiros reunidos hasta el amanecer.