Capítulo 34: El resurgir de Yehud X, Por un hilo de plata (392-390 a.C.)


El resurgir de Yehud
Décima parte
  

Por un hilo de plata
(392-390 a. C)

  
Mesopotamia, 2.594 a. C
Mesopotamia
Antigua Mesopotamia hace más de dos mil años…

Todo niño sueña con el día en que sus deseos se hacen realidad. Innominat era un jovencito muy formal. Su madre decía sorprendida que no lloró al nacer, había sido bendecido por los dioses, quizás era uno de ellos.

Nunca se quejaba, no gritaba, ni tenía los berrinches habituales de su edad. Pero esto era algo nuevo para los padres de Innominat, su hermano mayor Enki había sido todo lo contrario. De niño lloraba hasta casi morir ahogado, se peleaba con otros niños a diario, robaba a sus padres y se auto–mutilaba solo para saber hasta dónde llegaba el umbral de aguante de su dolor, esto con solo cinco años de edad.

Ambos niños eran los príncipes de Mesopotamia y tenían que dar ejemplo. Aunque debía reinar el primogénito, el Rey ya se estaba planteando cambiar las leyes para otorgar el poder a Innominat, su hijo predilecto.

Enki tenía 3 años más que Innominat y la envidia le corroía a diario. Veía como su padres
tenias tratos de favor hacia el pequeño constantemente. Enki loco de celos comenzó a planear su venganza.

Era el cumpleaños de Innominat, hacía seis años y sus padres habían conseguido un perro lobo de color blanco, traído de lejanas tierras, como regalo sorpresa para su hijo. Enki se enteró y recordó todos los cumpleaños que había pasado castigado por que había partido la nariz a otro niño o había quemado alguna dependencia real.

Enki estranguló al cachorro de lobo con sus propias manos y mientras lo hacía pensaba en que el cuello que estrujaba era el de su odioso hermano Innominat, el ladrón de toda su vida.

Cuando llegó la hora de los regalos un esclavo dio la voz de alarma sobre la muerte de la mascota y cayó al suelo vomitando cuando vio el interior de la caja del presente.

Después de ahogarlo, Enki le había arrancado los ojos y se los había metido en la boca. La sangre manchando el pelaje blanco y puro del cachorro… es una imagen que Innominat nunca olvidará.

Mientras su padre se llevaba a rastras a Enki, al pozo de castigo,  éste se reía a carcajadas. Innominat, quebrado por dentro, siempre tan templado, lloró por primera vez en su corta vida.

Enki había mancillado la inocencia de su hermano Innominat, había aplastado su ilusión y sus sueños habían muerto con aquel cachorro. Ninguno de los dos niños fue el mismo desde ese sangriento episodio.


Amal Faruk, Ancillae Ravnos
La encrucijada de Amal
Amal, el Ancillae Ravnos de Jerusalén, Cazador de demonios, tiene un problema existencial.

Recurre a Meir, sabio y Senescal de Jerusalén. El puede tener la solución y sabe que Innominat no va a ayudarle a bordear la línea del bien y del mal. No le gustaría llegar al extremo de romper alguna tradición.

Se encuentra con el sacerdote en el osario del cementerio de los desalmados,  dominio de Meir. Una verdadera catacumba Capadocia. Amal, preocupado le cuenta su disyuntiva a Meir:

–Buenas noches Meir. Gracias por recibirme en tus dominios. Necesito tu opinión sobre varios acontecimientos en los cuales estoy sumergido y veo que las opciones que me quedan no son las mejores. Te considero alguien sabio y de carácter templado por lo que espero tu objetividad con el asunto. Te expongo mi encrucijada.

–Sabes que Arang fue el que mato a el hermano del Brujah. Y él tiene a una Ghoul que salió en mis visiones. Su destino es ser una de mis hijas para la orden. El caso es que le he solicitado a esa Ghoul que se llama Noa.

–Pero él me ha pedido que le ayude a cazar a quien mato a su hermano. ¿Entiendes mi encrucijada? En esencia sin saberlo me está pidiendo que elija entre mis dos hijos cosa que evidentemente no pienso consentir. No voy a sacrificar a Arang por mi futura hija Noa. El destino de ambos es estar conmigo. No tener que elegir. Por eso sé que tengo que hacer algo.

–Había pensado. Lo menos problemático que se me ha ocurrido. Es hacerle creer que consiguió su cometido gracias a mi Quimerismo. Así todos ganamos, no mata a Arang y me da a Noa. Y él se va satisfecho creyendo que cumplió su estúpido deber de venganza.

–Pero hay otra vertiente. Hacerle creer que Enki es el que lo hizo y así ganar un fuerte aliado contra él. Y a parte así eliminando cualquier posible relación con Arang sobre ese asunto.

–¿Qué opinas? ¿Tal vez a ti se te ocurra otra manera?

Tras pensar la respuesta, Meir le dice a Amal:

–Se me ocurren tres soluciones:

–La primera: es que Yahvé proveerá, pero sé que a esta no la harás caso. Yo buscaba una esclava en mis viajes para ciertos cometidos y resulta que me encuentro con la viuda de alguien que nos ayudó sin proponérmelo. Esta me imagino que no será de tu agrado así que te expongo dos más.

–La segunda: fingir la muerte de Noa y zanjar el asunto. Dejar de darle vueltas a lo de Enki, pues estás haciendo una bola de arena demasiado grande y al final acabará mal.

Y la tercera: por lo que sé de los Brujah, son honorables, ¿y si le retas a un duelo? A primera sangre, sin disciplinas pueden ser los términos, o a sopor.

No es mala idea –dice Amal– Pero ¿qué pasa con Arang? él no va a desistir.
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Le explica Meir:

–Si tu ganas, te quedas con Noa; si pierdes, le dices la verdad del asesino de su hermano. Desapruebo la mentira, aunque alguna vez mentir puede ser mejor que decir la verdad. Al igual que puedes fingir la muerte de Noa, puedes fingir la muerte de Arang. Creo que son las únicas tres opciones que creo que no acabarán en un charco de sangre y matanza. El resto serían perjudiciales para todos.

Arang mato a su hermano, él está en su derecho de clamar venganza. Ojo por ojo. En lo de Noa puedo ayudarte. No sabemos si Arang está vivo o muerto. Lo importante aquí es que tienes un camino fácil y otro difícil, el fácil es elegir, el difícil es querer tener todo.

Hay otra solución, le dices al Brujah que el culpable es Arang, lo matas, y cuando se vaya el vampiro contento y satisfecho, conviertes a Arang en vampiro. Si es tan importante para ti ahí tienes una forma de salvarlo, abrazándolo.

De otro modo, como te he dicho, no se me ocurre cómo evitar el conflicto. ¿Recuerdas hasta donde llegaste para culminar tú venganza? Es lógico que él haga lo mismo. Robarle ese derecho sería indigno de alguien que se cobró la suya.

–Así que tienes dos opciones, eliges entre Noa y Arang, o usas tus artes y obtienes todo. Y en lo de obtener todo has de asumir que también puedes perder todo.

–Solo tú sabes que Arang mato a su hermano; y ahora yo. Yo no sé lo contaré a nadie, pues se guardar un secreto, pero cómo solucionarlo depende solamente de ti. Si nadie sabe quien mato a su hermano, él buscará el objetivo de su venganza. Si crees que su vida vale, mentir y manipular, pues adelante, yo no te juzgaré, eso es trabajo del Señor, no mío. Eso sí, opino que está mal y no deberías hacerlo.

Responde Amal muy alterado:

–Cuando Arang mató al hermano del Brujah era un humano normal y corriente. No se le
Osario de Meir
debería aplicar ese castigo, tal venganza me parece exagerado. Por no hablar de que un ser de la oscuridad acabó con su familia, así que lo de Arang también podría ser considerado venganza. Si pensamos así esta espiral de violencia y venganza nunca acabará. ¡Ojo por ojo y el mundo se quedo ciego!

–Después de escuchar tus palabras Meir, creo que lo haré a mi manera. No eres capaz de darme una solución que convenza. Agradeceré tu silencio en todo este asunto…

Meir le replica irritado:

–No puedes decidir cuándo se puede uno vengar y cuando no según conveniencia. Él ha perdido a su hermano, ¿tú qué harías si te ocurriera lo mismo? Pides empatía, pero no la muestras.

–Me has pedido consejo y te lo he dado. La decisión es tuya, nadie la va a tomar por ti. Si no te gusta el resultado, cámbialo, pero no intentes enmascarar lo que deseas en realidad, y es obtenerlo todo sin perder nada. No me parece mal, que quieras obtenerlo todo, pero no te justifiques. El egoísmo es natural en los humanos, y aún siendo vampiros, seguimos manteniendo nuestros defectos de humanos.

–Tuya es la decisión. Si crees que has de mentir, miente, si crees que has de matar, mata, yo solo te aconsejo lo que creo que debes hacer, no soy quien va a tirar la piedra y no soy quien te juzgará. Lo que decidas hacer lo respetaré, me guste o no.

–Solo espero que mantengas tu palabra –dice Amal– Haga lo que haga no me juzgues, ni traiciones contando nada.

–No seré yo quien revele tú confesión –dice Meir– Aunque sigo pensando y espero que logres tus objetivos de la forma menos cruenta. Rezaré al señor por ti. El te ayudará en tu camino, ya lo veras.

–Lo intentare solucionar de la mejor manera. –dice Amal mirando al infinito y apretando los dientes– Pero si no veo otra solución haré lo que tenga que hacer.

–No espero menos de ti –dice Meir– Al final, al borde del abismo, uno sólo se tiene a su mismo y al Señor. Cuando tengas que empuñar la espada, que no te tiemble el pulso, y no dudes, pues la duda es la muerte.

–Eres del clan de los embusteros –dice Meir intentando hacerle pensar a Amal  sería indigno de ti si no lograses idear un embuste creíble ¿no crees?...

Concluye Amal pensativo:

–Puede que el duelo al final sea la mejor solución. Enfrentarme a él. Si gano, me da a Noa y da por concluida su venganza. Si pierdo, le digo quien fue el asesino de su hermano y se queda con Noa. Todo a una carta. A primera sangre, sin disciplinas...

–No me gusta dejar al azar el resultado de mis visiones de Oráculo. Veremos que me depara el destino…


Oded, Primogénito Toreador
Oded el comerciante
Oded, Toreador de Jerusalén, siempre ha estado muy interesado en hacer resurgir el comercio en la ciudad y crear una ruta que pasara por la capital de la satrapía de Yehud.

Dejando en un segundo plano su pasión, impartir dolor. Comenzó a hacerse con el escaso mercado de la agricultura de Jerusalén. Una vez pudo influir en los agricultores, su segundo paso fue aprender ha habilidad y hacer contactos en el comercio.

Creó un ghoul mercader, Melkart “el cojo”, un fenicio originario de Tiro, con el que ha
Asdrúbal, mercader de Cartago
viajado durante estos cuatro años por toda la satrapía de Yehud. Su deseo es desviar una ruta caravanera y hacer que pase por Jerusalén, para que así la ciudad pueda beneficiarse de dicha mercadería.

Melkart y dos mercenarios protegen durante el descanso diurno a su Señor Oded, mientras que por la noche el Toreador intenta conseguir contactos para expandir su influencia.

Viaja en rutas por tierra y mar por varios reinos: Yehud, Israel, Arabia, Egipto, Anatolia, Grecia; y por grandes ciudades comerciales: Damasco, Cartago, Tiro.

Pedro, jefe caravanero de Jericó
Durante estos años es capaz de obtener dos contactos fiables: Asdrúbal, un modesto mercader de Cartago y un importante jefe caravanero de Jericó llamado Pedro. Y así su red de contactos comienza a ser más amplia, el primer paso para tener influencia en el comercio de la zona.

Las noticias que llegan a Oded sobre Jerusalén inquietan al vampiro Toreador y decide regresar a su hogar para prestar servicio a gobierno y poder ayudar en estas oscuras noches. 


Meir, Senescal de Jerusalén, Capadocio
El Ángel Meir
En las dependencias de la torre de la Torá Negra, la esposa del difunto Teushpa se ha encargado de las labores domesticas, ya que desde la ausencia de Donna estaba todo bastante dejado de la mano de Dios.

Preparó la comida para el hambriento bibliotecario y puso a su hijo a ayudar al ghoul en tareas de orden de documentos y limpieza de estanterías.

Ambos consideran a Meir un ángel terrenal, los acogió y se encargó del funeral de su padre y esposo Teushpa. Como Cimerios no creen en la mismas deidades, pero la mujer y su hijo desean convertirse al judaísmo después de ver como Meir hizo el milagro de la lluvia que apagó la taberna en llamas.

Muchas cosas malas pasaron esa noche, pero Meir se ha encargado de que no sean peores. Le están eternamente agradecidos y desean servirle en la Torre si él lo acepta.

Por supuesto el Capadocio les acoge con gusto e incluso piensa en hacer ghoul a la mujer,
Torre de la Torá Negra
pero sopesando la idea se da cuenta de que puede ser fatal para la relación con su hijo, ya que la oscura vida de un ghoul al servicio de su Señor no muerto puede ser una carga muy pesada para la madre de un infante.

Así que con el permiso y el orgullo de su madre, Meir comienza a educar al niño, enseñándole a leer y escribir. Cuando el Capadocio está pensando en que el joven sea un aprendiz de alguno de los sabios de la Torá Negra, Admiel es el que se adelanta y pide a su Señor Meir que el pequeño sea su ayudante en la biblioteca. Le ha estado ayudando y es un chaval muy avispado, puede hacerlo bien. 


El Oráculo Amal
El Ravnos ve a Dante de nuevo, ese fantástico sátiro. Pero esta vez no se encuentra divirtiéndose, si no trabajando. Está en una mazmorra, alimentando con sangre a un encadenado, inmovilizado y herido Arang, el primogénito y hasta hace poco ghoul de Amal.

Arang se encuentra empalado y Dante muestra cierto apego con el preso, como si le fuera tremendamente familiar. Saca con cuidado la estaca del corazón de Arang y le da de beber de un cubo lleno de sangre de animal, hasta que el vampiro se sacia. Momento en el que Dante vuelve a empalarlo.  

Amal piensa en Arang, ¿será ya vampiro? De momento no ha interferido en su destino, y piensa en cómo reunirse con Dante, el tercero de sus hijos.


Mudji, guerrero Assamita
El secreto de Innominat
El Espectro ha sido descubierto por Innominat como espía de Alamut. El Príncipe no ha interferido en sus reportes al nido de Águilas, no tiene nada que esconder. Incluso en una ocasión le ha dejado al mando de Jerusalén, junto a Orión. Innominat  confía en él y al parecer el sentimiento es mutuo.

El Espectro tiene un encuentro secreto con Mudji. Le dice que celebra la noticia de que Innominat se haya posicionado con Alamut.  

Bicor, el nuevo embajador le ha enviado una carta. Está de camino a Macedonia para investigar el inicio de una rebelión contra Persia, originada por los Brujah griegos. Le ha llegado información de que Innominat ha comenzado dicha rebelión y que ésta puede comenzar la caída del Imperio Persa.

El Espectro entrega la carta a Mudji y éste hace un gesto de no entender lo que pone, sin siquiera mirar la misma, no sabe leer. El Espectro lee en alto la carta a su compañero de clan:


Espectro,

Voy camino de camino a Macedonia para investigar el inicio de una rebelión contra Persia, originada por los Brujah griegos.

Me ha llegado información de que Innominat ha comenzado dicha rebelión, que puede comenzar la caída del Imperio Persa dañando gravemente la posición del clan. De todos es sabido que dicha caída es deseo de Innominat para escarmiento del Consejo, según palabras suyas.

Debes hablar con Mudji sobre este delicado asunto, mantened el asunto en secreto, no creo que fuera bueno para nadie que Innominat estuviera enterado.

Espectro, me reportaras a mi directamente y yo lo haré a Alamut.


Bicor, embajador persa de Alamut


El Espectro pregunta a Mudji por ello y le pide que le informe en secreto. Reportará al
El Espectro, Assamita
embajador y éste a Alamut. El embajador Bicor fue quien sugirió al Espectro que hablara con Mudji a solas, por ser el vampiro más cercano a Innominat.

Mudji le asegura que esto es una maniobra de los enemigos del Príncipe. Innominat es alguien que siempre dice la verdad y que odia los engaños y subterfugios.

El Espectro sugiere que Innominat haya podido ser suplantado por Enki cuando abandonó Jerusalén durante su largo viaje a Grecia. Teme que los conduzca a la destrucción. Mudji le tranquiliza diciendo que es Enki el Maestro de las mentiras.

El Espectro pide discreción y por su parte Alamut ha disipado las dudas sobre las diferencias personales que tuvieron en el pasado. El infame era su Sire y no él.

Mudji deja claro al Espectro que no va a traicionar a Innominat y le dice que si lo considera oportuno delatará la fuente de donde ha conseguido esta información: El propio Espectro. El guardián del gobernador le pide a Mudji que por favor no lo haga y que espere a que el embajador traiga noticias sobre su investigación.

El Espectro le dice a Mudji que su misión fue, es y será proteger al gobernador de Jerusalén y eso nunca cambiará, lo demás es alterable, pero esto no.

Es sabido por todos que Innominat quiere que el Imperio Persa caiga para dar una lección de humildad al clan Assamita, le asegura el Espectro. Mudji le dice que todo es una conspiración de Enki o de Alamut y que el embajador es un estúpido si piensa que le va a ocultar esta información a Innominat hasta el final de su investigación.

Ambos Assamitas se despiden con una semilla de inquietud en su interior.


Nasim, soldado persa
ghoul de Innominat
El soldado del Príncipe
Nasim, nuevo soldado ghoul al servicio de Innominat, entrena a solas con su espada y se esfuerza por hacer su trabajo lo mejor posible y estar a la altura del anterior guardián, Umaskal.

Se encuentra preocupado por no satisfacer bien sus necesidades y desea que le oriente hacia donde crea necesario. Y deja claro a su Señor que él le protegerá de día y de noche y si puede hacerlo mejor, solo tiene que decirle cómo. Sus deseos son ordenes para él.

Innominat le pide al ghoul que no sea impaciente, nadie se convierte en un maestro de la noche a la mañana.


Admiel, bibliotecario de Meir
Ratones y disculpas
Meir se fue de Jerusalén y se olvido de dar solución al problema de los ratones de la biblioteca de Admiel. El ghoul está muy disgustado y se sincera ante su Señor.

–Puede que unos ratones no sean un problema de relevancia para el importante Senescal de Jerusalén. –llora Admiel– Pero para mí son todo mi mundo. Preservar el saber del pueblo judío pasa por atender las necesidades más básicas de conservación de los escritos, si no, todo el trabajo no servirá de nada.

Las lagrimas del bibliotecario son un deshago acumulado por no ver a la que ha sido como su hermana durante más de cien años, Donna. La echa mucho de menos y sabe que no se ha ido de viaje, no es tonto. Admiel Le pide por favor a Meir que haga lo posible para recuperarla viva.

–Por eso precisamente se me olvido el asunto de los ratones –asegura Meir– Admiel estoy centrado en recuperar a nuestra querida Donna. Sigo en ello, Yahvé proveerá. Sigo dedicando todos mis esfuerzos en ello. Aun así te pido perdón por mi olvido…

Y le da el diario que consiguió en Salamina, viendo muy feliz como Admiel cambia su expresión en cuestión de segundos cuando coge el raro diario manuscrito.

Una vez se seca las lagrimas y se encuentra mejor. Le confiesa a Meir haber encontrado una solución al problema de los ratones. Dejar un espacio de dos dedos en el margen izquierdo, e incluso se puede hacer una línea roja para que los dañinos mordiscos de los roedores no lleguen a los textos. Enseña a Meir unas hojas en blanco con una fina línea roja perpendicular en el borde izquierdo, que sirve de margen para comenzar a escribir.

Cambiando de tema, Admiel recordando haber visto al nuevo ghoul de Innominat, le dice a Meir que no le gusta.

–Umaskal era mejor que esta estatua sin sangre, siempre jugando con su espada...– refunfuña Admiel mientras se pierde en la biblioteca con su nueva adquisición.


Arang, primogénito de Faruk
Diario de Arang
Amal encuentra en su refugio parte del diario escrito por Arang

Hoy he vuelto a soñar con él, ese espeluznante ser con cuernos. Tiene la piel gris ceniza y un extraño símbolo en su pecho descubierto. Me estaba ayudando de nuevo. Me daba de beber ¿sangre? Mientras yo estaba herido y una gran estaca atravesaba mi pecho. Me encontraba en una oscura y sucia celda y solamente había luz en los ojos del mágico ser.
Siento la presencia de ella otra vez, estaba en mis sueños.
Es pálida como la leche y su belleza no es de este mundo, bien parece un hada. Su pelo también es blanco y su túnica negra tiene símbolos que no conozco. Sus ojos mortecinos son inquietantes pero por alguna extraña razón sé que es de mi sangre y que un gran lazo nos une.

Tengo la sensación de que sus consejos ayudarán a mi padre, pero ¿Qué padre? Mi padre murió hace mucho tiempo ¿Por qué siento que pertenezco a otra familia? Una familia que habita en las sombras…



Salón del trono, Jerusalén
Cónclave
Al enterarse de la llegada de Oded a la ciudad, Innominat deja a un lado sus estudios sobre rituales y convoca a sus Vástagos de confianza para abordar su problema con Enki.

Oded es el primero en llegar, con su ghoul Melkart, al que presenta ante el Príncipe. Le cuenta su viaje, sus ambiciones comerciales y sus éxitos haciendo contactos en lugares importantes como Cartago, Tiro y Jericó. Innominat le advierte del problema con Tiro y le cuenta su reciente conflicto con Enki, su hermano, Príncipe de Tiro y todos los “ataques” y conspiraciones del Infernalista solamente para hacerle daño.

El Toreador le pregunta por sus labriegos, que han horadado con sudor y lagrimas las estériles tierras de alrededor de Jerusalén. Oded e Innominat habían llegado a un acuerdo por el cual el Príncipe haría llover con su magia en los campos de los agricultores de Oded. Así lo ha hecho cada cierto tiempo, no en exceso para no llamar la atención.
 
Meir y Amal llegan al Cónclave y se alegran de ver a Oded. Hacía más de cuatro años que partió de Jerusalén. Charlan amigablemente entre los tres mientras Innominat piensa en una solución definitiva a su enemistad con Enki.

Amal cuenta su premonición en la que ha visto a Dante, su tercer hijo. De ella ha deducido que Arang es Vampiro y supone que el resto de ghoules secuestrados por Enki también lo son.

Meir no puede soportar la noticia de que Donna sea una vampiresa chiquilla de Enki, un Infernalista. La bestia le posee inundando su alma de odio hacia Enki. El Capadocio poseído por la bestia se abalanza sobre Amal, el portador de las malas nuevas, y colmillos fuera lo arroja al suelo intentando morderle salvajemente. El Ravnos forcejea con el descontrolado Capadocio y Oded inmoviliza a Meir separándolo de Amal hasta que se calma y recupera la cordura, no sin grabar a fuego en su alma un odio visceral hacia Enki.

Innominat, en pleno fragor de la pelea, ordenó a su ghoul Nasim que separase a los vampiros, prueba que el ghoul no superó por que al ver la virulencia con la que Meir había atacado a su compañero y el tamaño de los colmillos de su boca se cagó de miedo quedando inmovilizado por completo.  

Mudji llega tarde a la convocatoria y saludando a los presentes se une a la conversación. La tensión se masca en el ambiente y las actitudes de los presentes le dicen que ha ocurrido algo grave. El Assamita está pensativo, lo que no saben sus compañeros es que acaba de tener encuentro secreto con el Espectro.  

Innominat  muy tranquilo intenta hacer entrar en razón a su ghoul, pero este se encuentra en estado de shock. Su mente de humano no ha sido capaz de procesar lo ocurrido dándole una explicación racional y no puede ni articular palabra.

Mudji se acerca a Amal y le susurra al oído si puede ver el aura de Innominat para saber si es él o un Demonio. El Ravnos lo hace y efectivamente es su Príncipe, su aura de Assamita es evidente. Recordemos que el Ravnos no puede ver emociones en las auras, si no tipos de seres, clanes, tribus etc.

Innominat saca el tema del tratado de paz y deduce que cree que no vieron una opción mejor a lo que Meir insulta a los asesinos del clan por ser unos paganos sin honor. El Príncipe le deja claro que no puede faltar al respeto a todo su clan. El Capadocio dolido con la actitud diplomática de Alamut dice que los judíos hicieron mejor las cosas a lo que Innominat le pregunta si ser esclavos y sufrir una penuria tras otra es hacer mejor las cosas. Ambos vampiros discuten sobre ello sin llegar a ninguna conclusión.

El Príncipe le recuerda a su Senescal que ya no son humanos que ahora son Vampiros y que los actos ya no son iguales que de humanos. Se vuelven a enzarzar hablando sobre la religión a lo que Meir recuerda el ojo por ojo sugiriendo que deberían ir por Enki a Tiro.

Innominat le anima a que vaya a Tiro y muera valientemente ante su hermano. ¿de qué serviría eso? Meir se siente ofendido y se va al Templo a orar.

Amal interrumpe diciendo que Enki se está preparando. Meir, dispuesto a salir por la puerta, con solo escuchar el nombre de Enki debe controlarse, ya que la bestia quiere salir para destrozar todo aquello que se encuentre a su paso.

El Ravnos pregunta a Innominat por su hermano y éste le dice que era el Dios de los ríos y las aguas subterráneas, de ahí su obsesión por controlar las fuentes y pozos de Jerusalén.  

Todos vuelven a sus quehaceres cuando termina el Cónclave. A excepción de los dos Assamitas, Innominat y Mudji que se quedan a solas.


Templo de Jerusalén reconstruido por Zorobabel
Curando el odio
Cuando termina el Cónclave Amal rastrea a Meir y en sigilo llega al Templo, donde Meir reza. El lugar es aterrador para ambos vampiros, ya que se encuentran a tiro de piedra del altar, lugar desde donde irradia la fe con su máxima potencia, seria tocarlo y arder.

Meir reza y mantiene la cabeza fría procurando que todo esto no le afecte tanto, debe tomar la decisión correcta. El Ravnos escondido tras una columna utiliza su Quimerismo y hace que Meir vea a Enki volando sobre el altar, está riéndose del Capadocio, provocándole con su pagana presencia en tan sagrado lugar.

Meir piensa que es una prueba del Señor y se mantiene firme, sin moverse, controlando a su bestia para superar poco a poco su odio. El resto de la noche es un sufrimiento ya que la visión del Enki no desaparece y Meir está a punto de caer inconsciente cuando decide abandonar el Templo. Tras él, en las sombras Amal satisfecho por ayudar en secreto a su compañero a superar su odio, no cree que sea bueno que los sentimientos nublen el juicio del Capadocio. Se necesitan unos a otros para superar esta crisis.  

–Nos veremos pronto…–masculla Meir a Enki con ira contenida, justo antes de abandonar el Templo.

A la noche siguiente, Amal se encarga de esperar en sigilo y esperar a que Meir salga de su refugio y de nuevo con su Quimerismo, crea la última prueba para el Capadocio: Escucha la risa de Enki que remueve su odio mientras la bestia de su interior desea escapar y tomar el control. Meir se mantiene firme y a base de fuerza de voluntad consigue superar su odio al malévolo hermano de Innominat, ladrón de Donna entre otras atrocidades.

Amal, escondido  se siente satisfecho con haber podido ayudad a Meir, aunque el Capadocio nunca se imaginó que fuera el Ravnos quien le ayudó, si no Yahvé poniéndole a prueba otra vez.     


Innominat, Matusalén Assamita,
Príncipe  de Jerusalén
En tela de juicio
Mudji e Innominat, a solas en el salón del trono por petición del primero.

–Tengo rumores alarmantes de Alamut. –dice Mudji preocupado– Ha estallado la llama de la rebelión contra Persia en Macedonia, Grecia. Los Brujah están tras ella. Dicen que tú estás detrás de todo. El nuevo embajador parece estar investigando el asunto.

–No estoy detrás de ninguna rebelión y por supuesto no he provocado nada –responde Innominat.

–El Consejo de Alamut se llevó una bofetada por tu parte al desvelar al traidor…–recuerda Mudji.

–No lo entiendo –dice Innominat–  ¿Quién te ha dado tal información?; ¿El Espectro?, ¿Davar? Dudo que haya sido Davar. ¿me acerco?

–Por honor a Alamut la misión del Espectro es vigilarte –dice Mudji– No concibo que la fidelidad hacia tu persona sea algo diferente que la afinidad por el clan. Para mi es lo mismo, pero para otros, son cosas diferentes.   

–Siempre he hecho lo mejor para el clan y para Haquim –asegura Innominat.  

–Esas han sido mis palabras al Espectro –dice Mudji– te pido por favor que no se lo digas a él. Le podrías crear un problema con Alamut, por mi culpa.

–Quizás tenga que ir de nuevo a Alamut…–dice Innominat–  me prestaría con gusto para que los hechiceros de mi casta vieran en mí mis verdaderas intenciones. Me siento solo ante el clan. Defiendo al Imperio Persa por secundar a Alamut.

–Política –dice Mudji– Tienes un simpatizante entre los hechiceros, allá en Alamut. Nergüi, un Maestro Hechicero. Él me ayudó en secreto a desenmascarar al traidor del Consejo.    

–Le agradecí a Nergüi su apoyo –dice Innominat. 

–Esto es sin duda una estrategia de Enki para poner a todo nuestro clan en tu contra. –Dice Mudji– Tengo claro que es una trampa de tu hermano. Ha movido ficha de nuevo.

–¿Puedes avisar de esto a Davar? –pregunta Innominat.

–Lo haré –responde Mudji haciendo un ademan de sumisión hacia su Señor.


Orión, Toreador griego
La presentación de Nerea
Orión, el Toreador griego, pidió permiso a Innominat para organizar reuniones periódicas de vampiros. Prometió tener ojo y no invitar a enemigos ante la advertencia del Príncipe de que las fiestas en Jerusalén siempre acaban con muertes.

El Toreador tiene además una razón para organizar el evento, la presentación de su nueva Ghoul, Nerea. Invita a todos los vampiros, ghoules y rebaño de Jerusalén. Será una desenfadada reunión en la terraza ajardinada de su hogar, donde habrá música, buena Vitae y charla agradable.

La fiesta transcurre en una modesta villa cercana al Templo, donde los esclavos de Orión de encargan de que sus invitados tengan todo lo necesario. El jardín e encuentra habilitado para la recepción y un esclavo toca el laúd mientras las bellas esclavas sirven Vitae o vino dependiendo de la condición del invitado.

En la reunión están presentes y son recibidos por Orión y Nerea:

El Príncipe Innominat que llega junto a su ghoul Nasim. Su mirada está cansada y parece abstraído, como en otro lugar. El Toreador le agradece su hospitalidad y le honra con su presencia. El Matusalén Assamita pide a Nasim que vigile el exterior para que nadie les moleste durante el evento.

Amal, el mujeriego Ravnos, que queda prendado de Nerea en el mismo momento en que la ve, deslumbrante y soberbia; en exceso para ser humana. Amal ya tiene un objetivo en la fiesta, conquistar y encamar a la ghoul de Orión.

Oded, el Toreador se presenta a Orón. Viene con su ghoul Melkart “el cojo”, que haciendo honor a su renombre tiene una pata de palo en lugar de pie derecho. El Toreador se queda hipnotizado al ver a Nerea, que le sonríe picara. A penas puede hacer nada que no sea mirar a la bellísima humana.

Meir llega solo, como suele ser común en él. Su aura de santidad es palpable y calmado y serio se presenta a los asistentes.

El misterioso Espectro llega y tras los saludos de rigor al anfitrión y al Príncipe se queda en un discreto segundo plano sin hablar con nadie.

Ephraim, el Nosferatu chiquillo de Kothar, se muestra tal cual es, un horripilante leproso que da grima solo con verlo. Sus harapos arrastran porquería de la calle mientras el feo ser se disculpa por ello dejando un intenso hedor a enfermedad tras de sí.

Mudji llega tarde, viene de dar caza a un indeseable criminal que acababa de matar. Con él ha saciado su hambre no humana y tras presentarse se acerca a su contacto Ephraim para hablar con él. Charlan sobre Alamut, sobre Innominat y sobre Kothar, su Sire.

Orión habla con Innominat sobre la guerra. El Toreador cree que es la salida cobarde a los problemas de la política. Ephraim el Nosferatu, se suma tímidamente a la conversación y aporta algo muy simple pero muy certero:

–Si hay guerra habrá muertes y si no la hay puede que nadie tenga que morir.

Innominat cree que debe haber guerras para imponer la justicia y cuando esto se eleva a territorio de Vampiros, los humanos suelen ser los que más pierden. Según su opinión todas los enfrentamientos vienen por diferencias entre Vampiros. Si dejasen a un lado estas diferencias no habría guerras. Orión le pone en la tesitura de si sería capaz de negociar para terminar con la guerra e Innominat cree que a veces no es posible negociar, pensando concretamente en su hermano Enki. Ambos vampiros discuten sobre el tema e Innominat decide abandonar la ceremonia, no cree tener nada que aportar en este momento y prefiere centrarse en sus rituales, es su forma de abstraerse de la realidad.

Durante un momento, Amal, entra en trance y percibe con su visión de Oráculo como Enki,
Bodega de Hyrum, Tiro
al igual que ellos, degusta sangre de vampiro, en copa de cristal. Se encuentra en la bodega Hyrum, anterior Príncipe de Tiro. Bebe compulsivamente y saborea toda la Vitae que puede sin tener en cuenta los vínculos de sangre que le puedan encadenar. El Ravnos ve como selecciona sangre que no se bebe él, como quien recolecta frutos maduros, parece que es para invitar a los suyos. Quizás sea para que adquieran la posibilidad de desarrollar poder o disciplinas concretas. Cuando sale del trance, todo sigue igual en la fiesta y para su gozo, Nerea le mira pícaramente.

Ambos Toreadores, Oded y Orión, hablan sobre la agricultura de Jerusalén y también a cerca del nuevo interés de Oded por avivar el comercio de la capital de la satrapía de Yehud. Orión guarda respeto ante Oded, ya que éste es el Primogénito del clan, nombrado en su día y secundado por el gobierno actual de Innominat.

También hablan de Nerea y se percibe que Orión está claramente enamorado de la humana, ahora ghoul suya. La conversación se encauza hasta llegar al pasado de Orión en Esparta, donde cuenta como de joven fue un soldado en tiempos de guerra y tras una vida de violencia extrema, tras su madurez, llegó a ganarse un retiro de paz y enseñanza de sabiduría. Vida con la que comulga ahora mismo, por eso no se encuentra en Esparta, ya que están tremendamente obsesionados por la guerra y la pureza de la sangre.


Nerea, ghoul de Orión
La caza de Amal
Hay dos presentes en la fiesta para los que la ceremonia necesita algo más de acción: Amal y Nerea.

El juego inicial de miradas pasa a las palabras y tras dejar clara la atracción animal del Ravnos hacia las hembras humanas; Nerea nerviosa y excitada se deja llevar por el zalamero Amal que encandila a la bella ghoul hasta que se encuentra con ella en una estancia oscura, lejos del bullicio de la fiesta.

Para el Ravnos es una interesante y prohibida conquista, pero para la humana es una aventura amorosa de magnitudes épicas. Pasan de los besos ardientes a las caricias subidas de tono y acaban haciendo salvajemente el amor en el frío suelo de mármol blanco de la villa de su Señor Orión. 

Orión ha empezado a sospechar cuando Nerea aparece risueña con un recipiente de vino de la bodega. El Toreador vuelve a tranquilizarse al verla y se olvida de sus dudas cuando la ghoul le sonríe y le lanza un beso que va directo al cuitado corazón del sabio espartano.

Amal muy satisfecho e imaginativo crea una ilusión muy peculiar: una bandeja de plata que lleva uno de los guapos sirvientes. Sobre ella una copa por vampiro, y en el interior de cada copa un liquido cristalino con matices arco iris que se mueven solos.

El Ravnos coge una de ellas y propone un brindis por todos los presentes. Orión, Mudji y Meir cogen una de las copas y los cuatro beben del fantástico brebaje. El sabor es el placer destilado en estado puro. Simplemente el sentimiento de éxtasis, parecido al que sienten cuando beben sangre de un ser vivo pero diferente. Orión, especialmente, alucina con el sabor de la feérica bebida.

Tras este manjar de dioses la celebración toca a su fin. ¡Sin muertes!... y los presentes se despiden hasta la próxima. Ha sido una agradable velada donde ha habido buena conversación, excelente música y los que han querido han degustado el placer…
 

Cyprium,
librero salamino
El ciego de Salamina
Ya en la noche siguiente, Cyprium, el librero anciano salamino, contacta con Meir. Le escribe una carta dictada a su nieto y ayudante, al que enseñó a escribir antes de quedarse ciego.

Desea mantener correspondencia periódica con Meir, cree que ambos pueden ayudarse a distancia, intercambiando escritos y saber.

Por supuesto esto es una grata sorpresa para el Capadocio y le escribe agradeciéndole su carta y aceptando el intercambio de sabiduría entre Salamina y Jerusalén.


Ahirom, buscador de Cartago
El buscador de Cartago
Ahirom, Brujah de Cartago al que denominan el Buscador, viene a Jerusalén y se encuentra con Innominat. Quiere soluciones, castigos y compensaciones. A su vera se encuentra Noa, silenciosa y observadora.

En Tiro se ha enterado de la verdad. El ghoul de Amal fue quien mató a su hermano. El Ravnos es su actual responsable y le ha engañado diciéndole que había sido Enki, y cuando sucedió ni siquiera era Príncipe de Tiro. Esta información se la ha dado el propio Enki, pero le es irrelevante, él quiere que Amal pague por romper su palabra.

Debe regresar a Cartago con la cabeza del asesino de su hermano. No puede hacerlo con las manos vacías. Solo pide que se haga justicia. Quiere un castigo para el Ravnos mentiroso y pide como pago la cabeza del asesino de su hermano.

Por supuesto Noa no dejará de ser su ghoul, no después de esta ofensa. Nadie se burla de un Brujah cartaginés.

No quiero más engaños –asegura Ahirom muy enfadado– no me fiaré de nada de lo que vea y oiga ante el mentiroso Ravnos. No me engañará más con su Quimerismo. Sus ilusiones no me apartarán de conseguir mi venganza.

Amal es Ancillae de Jerusalén y tú, Innominat, eres su Príncipe y como tal eres responsable de sus actos. ¡No me ha engañado un Ravnos nómada, si no un Ancillae de tu gobierno! 

–Esto puede desembocar en una catástrofe diplomática entre Cartago y Jerusalén. Soy el lugarteniente del Príncipe de Cartago y en su ausencia tengo la potestad de declarar una guerra si me dan razones suficientes para ello.

Nadie engaña a un Brujah cartaginés y queda impune. Príncipe Innominat, esto está en tus manos. Y espero que tu juicio esté a la altura…

–Yo Innominat, te presento mis más sinceras disculpas. –dice el Príncipe– Te ofrezco salir fuera y hablar del asunto en un tono más desenfadado.

El Brujah se niega pidiendo, casi exigiendo, un juicio contra el mentiroso Ravnos. Innominat le pide que se tranquilice y le dice que todo se aclarará.

–Amal, de buena fe, me contó lo ocurrido y me dijo toda la verdad. –explica Innominat– tuvo miedo. Esa fue la causa de sus mentiras. Temió por su vida. Sé que mi enemigo Enki no es culpable de la muerte de tu hermano. Fue la salida más rápida que se le ocurrió a Amal en ese momento. Debes entenderlo, en tu ira podías haberlo matado.

–Lamento la muerte de tu hermano –continua Innominat–  pero su fallecimiento fue culpa de un cazador al que Amal apadrinó para que dejara de matar vampiros.

–Amal es un cobarde culpable de engañarme enviándome a Tiro, ante tu enemigo Enki –dice Ahirom.

Enki es un infernalista –acusa Innominat.

–¿Amal será castigado? –pregunta el Brujah sin entrar en las acusaciones entre enemigos.

–Así será –responde Innominat muy sereno mientras Noa calma a su señor con su lenguaje no verbal.


Inscripción incisa del Segundo Templo
El juicio contra Amal
Nasim busca para Innominat a Amal y le ordena presentarse ante él de inmediato. Así lo hace y cuando el Ravnos entra en el salón del trono, la mirada de odio de Ahirom hace que Amal se dé cuenta de que el Brujah está auto-controlándose para no abalanzarse sobre él.

Amal mira a Noa y sonríe ligeramente. La mujer está muy seria y no solo no le corresponde a su gesto si no que baja la mirada. Hay mucha tensión en el ambiente e Innominat en su trono evalúa el caso en silencio para dictar una sentencia justa que contente a todos.

Noa es el calmante que Ahirom necesita en este instante para no saltar a por Amal.

–¿Ves lo que han generado tus mentiras? ­–pregunta Innominat a Amal Ahirom es el segundo al mando de Cartago y lo enviaste a matar a Enki. No tiene razón de ser…

–¡Me mentiste! –grita el Brujah a Amal– Tus engaños me llevaron ante Enki y podían haberme matado, pero también a tu querida Noa…

–No quisiste venir a Jerusalén –dice Amal–después de destrozar esa estancia en Tiro, ¿crees que me iba a fiar de decirte la verdad? Soy un Ravnos ¿Qué esperabas de mi?  

Ambos vampiros se enzarzan en una estéril discusión que va subiendo de tono.

–Perdiste la carta que te di. En ella dejaba todo debidamente explicado. –dice Innominat.

–No me arrepiento de nada de lo que hice –dice Amal orgulloso.

–Innominat, ¿puedes terminar con esta farsa por favor? –pide el Brujah al Príncipe.

Innominat levanta las manos pidiendo silencio y ambos vampiros le hacen caso.

–Amal, por tus presentes errores –sentencia el Príncipe– Como castigo quedas despojado de toda tu posición en Jerusalén. Ya no eres Ancillae.

–¿De acuerdo? –pregunta Innominat a Ahirom

–De acuerdo –responde Ahirom relativamente satisfecho.

Acto seguido el Brujah y su ghoul se despiden y se van. Noa antes de irse, mira a Amal con un atisbo de esperanza en sus ojos, como diciendo “este no es el  momento, pero llegará”. Esto deja al Ravnos más tranquilo cuando ve partir a su deseada “hija”.

Cuando ambos se han ido Amal se sincera con Innominat:

–Te pido perdón, Innominat. Reconozco que igual se me fue un poco de las manos enviándole a la boca del lobo. Aunque seguramente que esta situación no le ha gustado nada a tu hermano y enemigo Enki. Eso es bueno para nosotros, que sepa que también movemos ficha…

El Príncipe recibe la disculpa con agrado y le despide de su dominio, quedándose de nuevo solo y cansado, se siente muy cansado…


Noa, segunda hija de Faruk
Noa la prudente
Poco antes del amanecer, Noa se las arregla para encontrarse a solas con Amal. Su mera presencia calma al Ravnos y ambos se miran a los ojos con sinceridad.

–Solo puedo aconsejarte prudencia Amal dice Noa igual ahora no es el momento, pero todo se andará, si el destino es que estemos juntos, seguro que sucederá. No quiero que dañes a Ahirom, te lo pedí y lo reitero. Si lo haces yo misma no querré formar parte de algo que se sustenta sobre asesinatos de inocentes.

–Tengo algo que decirte sobre mi hermano mayor Arang –continua Noa mientras Amal escucha atentamente– tampoco debes precipitarte. El Destino jugará sus cartas igualmente. Debes fiarte de tu Príncipe Innominat, sabe lo que hace.

–Sabré cómo ganarme la libertad y volver a Jerusalén a tu lado –dice Noa con lágrimas en los ojos–  Arang necesita tu apoyo más que yo. Estoy bien, de verdad. Estaré mejor preparada más adelante. Esta será mi prueba para ganarme ser una hija tuya. Haz que Arang vuelva Padre, seguro que lo conseguirás.

–Será más pronto que tarde –dice Amal triste pero orgulloso– he visto a tu siguiente hermano, al tercero. Su nombre es Dante.

En los labios de Noa se dibuja una sonrisa. Noa abraza a Amal y el Ravnos le da un beso en la boca que pilla desprevenida a la mujer, aunque no le desagrada el afectuoso y sensual gesto.

–Buen viaje hija, hasta la vista –se despide Amal mientras Noa se aleja melancólica pero feliz. Tiene una familia que la espera, aquí en Jerusalén.


Escudo del Clan Assamita
Secreto Assamita
Bicor, el embajador, se encuentra en secreto con El Espectro y con Mudji. Requiere información sobre lo que les pidió y les dice que mañana se reunirán los cuatro Assamitas en el palacete de Innominat.

–No hay ninguna conspiración por parte de Innominat –dice Mudji– como ya te dije la otra vez. El Príncipe no tiene ningún interés en la rebelión de Macedonia. Nunca iría contra los intereses del clan. Es una locura. No miente, nunca lo ha hecho.

–¿Estás seguro de lo que dices? –pregunta Bicor– puede que ni tú, ni él mismo tengáis toda la información necesaria para dicha afirmación.

–Doy mi palabra y pongo mi vida a disposición del clan si me equivoco –dice Mudji muy serio.

–Lamento escuchar eso –dice el embajador bajando la mirada, afectado por algo que ha descubierto.


Estimel, pirata Brujah
Cabeza de turco
Innominat, Oded, Meir y Amal debaten sobre la posibilidad de que el Toreador envíe uno de sus contactos a Tiro para conseguir información del enemigo. Amal a su vez informa de las últimas visiones de Oráculo que ha tenido. De nuevo pueden ser de un presente en otro lugar, de un futuro cercano o de uno lejano.

Bicor se presenta ante Innominat. Hay presiones desde Alamut por saber la verdad y actuar en consecuencia. El embajador Persa, ha conseguido que Enki dé caza a Estimel, el Brujah pirata enemigo de Innominat. Responsable de las muertes del Príncipe y de la embajadora Assamita.

Bicor viene acompañado de dos tuaregs vestidos de negro a su espalda. Ambos fuertemente armados, parecen asesinos de primera línea. Los tuaregs dejan frente al Príncipe un ataúd cerrado.

Con Bicor viene Mudji que se posiciona leal junto a su Príncipe Innominat, y el Espectro que lo hace frente al Príncipe, junto al embajador.

Bicor sabe que el asesinato de la embajadora Kayhana fue una venganza de Estimel por enviarle para ser juzgado por Ventrue Cartagineses, Innominat estaba con ella en ese momento. Tiene dudas sobre las razones que le impulsaron a matar al Príncipe de Tiro, y dispone del cuerpo empalado del Brujah para interrogarlo antes de juzgarlo. Los tuaregs abren el ataúd y los presentes ven al pirata Brujah inmovilizado por una estaca que atraviesa su corazón.

Bicor ofrece al Brujah empalado al Príncipe. Innominat al ver el cuerpo de Estimel informa al embajador de que va a hacer un ritual para que este mentiroso diga la verdad y solamente la verdad.

El Matusalén tapia por dentro las puertas de entrada al salón del trono. Lo hace con maderas, clavos y martillo conseguidos por Nasim. Las posiciona en forma de cruz y sobre ellas espolvorea hueso triturado mientras conjura viejas palabras en sumerio.

–Ya no se puede mentir en esta habitación –dice Innominat tras unos minutos de ritual.

Meir sabe que Innominat está realizando hechicería Assamita. El Capadocio ha leído sobre este ritual en concreto.

Amal intenta decir mal su nombre para probar la hechicería de Innominat y no es capaz más que de decir su verdadero nombre, Amal Faruk. No puede articular mentira aunque la piense.

Innominat hace un gesto y Meir desempala a Estimel. En ese instante sus ojos se vuelven de color blanco, han dado vuelta a sus cuencas y comienza a salir sangre roja por su nariz, oídos y boca. Meir, antorcha en mano lo rocía con el fuego purificador y Estimel se descompone quemándose para terminar siendo un montón de cenizas humeantes.

Meir ya ha visto este tipo de protección maligna. Lo hacen para no poder sacar información de los caídos. El Capadocio reza un salmo a Yahvé.

Oded espera que se enfríen y toca los ropajes de Estimel. Con su Psicometría ve como Bicor y sus dos matones persiguen, acorralan y empalan al Brujah.

Puede ser un cabeza de turco de Enki, pero de nuevo no disponen de pruebas, ya que no es más que polvo.

–Si quieres puedes preguntarme lo que quieras. Estoy obligado a decir la verdad –le dice Innominat al embajador, que le mira muy pensativo.

–Tenía penado que fuera mañana, pero creo que podría ser hoy mismo –responde Bicor– Deberíamos quedarnos los cuatro Assamitas y el Senescal Meir.

Innominat pide al resto de vampiros que salgan y recompone el ritual para que su efecto perdure.


Bicor, Embajador persa de Alamut
El juicio de Innominat
Innominat ocupa el trono de Príncipe de Jerusalén. A su lado derecho Meir, el sacerdote Capadocio, con su semblante cadavérico pero santo al mismo tiempo. Al otro lado Mudji siempre fiel a su mentor.

Frente a ellos el Espectro a un lado de la sala y ante Innominat Bicor, embajador de Alamut, escoltado por sus dos imponentes guardaespaldas armados con grandes y bellas cimitarras de Damasco.

Bicor muy serio, mira a Mudji con cierta pena, mientras éste desenfunda su hoja y se arrodilla con la misma sobre sus manos expuestas cara arriba. El embajador pregunta a Innominat por el asesinato del Rey de Macedonia.

El Príncipe narra cómo en su viaje con la anterior embajadora Kayhana, llegaron hasta Chipre, allí se separó de la embajadora y tuvo un encuentro con la Matusalén Brujah Anat. Tras éste la Brujah pidió que Innominat asesinara al Rey de Macedonia como muestra de buena fe ante su petición de ayuda. Tras evaluar que no influyera negativamente al  Imperio Persa ni al clan Assamita, Kayhana se ofreció a hacer el trabajo sucio y asesinó limpiamente al Rey de Macedonia.

Bicor cuenta que a raíz de ese asesinato, el maestro del Rey subió al trono y rompió las buenas relaciones que el anterior Rey tenía con Persia, comenzando una rebelión contra el Imperio Persa, alentando a la unión de los estados Griegos y a la helenización del mundo conocido. Y todo comenzó con el asesinato perpetrado por Innominat.

–¿No crees que deberíamos haber sabido este movimiento? –pregunta el embajador– Tú, que eres el defensor de la verdad. Matas a traición a un Rey Macedonio y sin decir nada al clan. Acabas con un griego aliado de Persia. Ahora el nuevo Rey se plantea la rebelión y la helenización aunando Grecia contra Persia.

–Esto ha desembocado en una situación de inestabilidad ocasionada solamente por ti –continua Bicor– Si el imperio persa cae por esto y los griegos llegan a Alamut, puedes ser el culpable de la extinción del clan. Por suerte ya estamos tomando cartas en el asunto y no llegarán tan lejos… esperamos. Debes ser castigado por esta afrenta.

–Innominat, ¿Asumes tu error? –pregunta inquisitivamente el embajador.

–Si –responde con rabia el Príncipe.

–¿Asumes tu castigo? –pregunta de nuevo Bicor.

–Si –responde Innominat.

–Innominat, por el poder que Alamut me ha otorgado –sentencia el embajador– eres destituido del puesto de Príncipe de Jerusalén hasta nueva orden.

Bicor le acerca una carta con el sello de Alamut que el Príncipe recoge y abre:


Innominat de Mesopotamia, de la casta hechicera del clan Assamita.

Queda destituido de la posición de Príncipe, asumiendo su Senescal Meir, las funciones de gobierno de la noche, como nuevo Príncipe de Jerusalén. 

El Consejo de Alamut



–Tu Senescal Meir será el nuevo Príncipe de Jerusalén hasta que el asunto de Macedonia se solucione –dicta Bicor arrodillándose ante el Capadocio como muestra de respeto.

–Dios te salve, Meir, Príncipe de Jerusalén –dice el embajador con voz firme que retumba en las paredes del salón del trono.   

Meir se encuentra anonadado e incomodo a partes iguales, nunca ha perseguido las posiciones de poder, son algo que le han venido dado más por su antigüedad y su sabiduría que por su interés.

–He unido mi destino al de Innominat y así seguirá mientras él lo desee –dice el Capadocio mirando al abatido Matusalén.  

–¿Recuerdas tu promesa? –pregunta Bicor mirando a Mudji.

–Como te dije, mi no vida está a disposición del clan –dice Mudji decidido incluso a morir por su fidelidad a Innominat.

El embajador mira al suelo y vuelve a mirarle a los ojos perdonándole la vida, ya que finalmente se ha declarado a Innominat culpable por transgredir los intereses del clan con su asesinato al Rey de Macedonia. Acontecimiento que le guste o no ha desembocado en una peligrosísima situación poniendo al Matusalén contra las cuerdas.

Bicor y sus guardaespaldas abandonan la estancia y se van de Jerusalén.

Meir, Mudji y el Espectro se quedan ante Innominat que se encuentra hastiado y abatido.

–Con vuestro permiso, me voy a dormir –dice Innominat con idea de caer en un largo letargo y dejar todo esto atrás...

–Ve a descansar si lo deseas –dice Meir– Has tenido una pesada carga a tus espaldas gobernando Jerusalén…


390 a.C.
El extenuado Innominat
El Matusalén destronado se encuentra muy cansado de todo. Meir como muestra de respeto y para dejarle claro que desearía seguir contando con él en su gobierno le ofrece a Innominat ser su Senescal. El niño sumerio lo rechaza.

Amal y Oded vuelven a entrar en el salón del trono y los demás les cuentan lo ocurrido mientras el Espectro se va sin hacer mucho ruido.

Entre todos intentan animar a Innominat y convencerle de que no se vaya al letargo, ya que tiene mucho que ofrecer. Por no decir que Enki sería el ganador indiscutible de la partida.

Amal pregunta a todos por qué no Meir le cede el poder a Innominat y todo continua como hasta ahora. Al menos puede hacerlo de puertas para adentro. De cara al exterior el Capadocio seguirá siendo el Príncipe.

–Esto ha sido un movimiento maestro de tu hermano Enki, ¿Qué vas a hacer?… ¿nada?... yo te diré lo que deberías hacer… ¡RESPONDE! –dice el Ravnos dirigiéndose a Innominat.

–Ya no soy el Príncipe –responde Innominat desganado.

–Si te metes en sopor, ganará Enki –dice Meir

–¡Hagamos algo! –dice Amal muy enérgicamente –vayamos a matar a Enki, aprovechemos este movimiento para atacar…no ha cambiado nada para nosotros.

–He sido humillado por mi clan –dice Innominat con un suave hilo de voz– Acepto mi castigo.

–El Príncipe sigues siendo tú. ¡Olvida a Alamut! –reprende el Ravnos al Matusalén.

La intensa noche comienza a llegar a su fin y cada mochuelo se va a su olivo.


Dante, tercer hijo de Faruk
El primer chiquillo de Amal
Cuando Amal se retira para dormir en una taberna cualquiera, tras tomar las medidas de seguridad de cada noche el Ravnos se percata de que hay alguien más con él en la habitación. ¡Es Dante! el tercero de sus hijos, el mismo al que vio en su visión de Oráculo. Se encuentra ante él y su semblante es ligeramente pálido.

–Sire, aquí estoy– Dante se arrodilla ante un atónito Amal.

El neonato cuenta que fue abrazado en una bodega por Enki, el Príncipe de Tiro. Previamente trabajó para él de carcelero. Tras esto le recompensó con la vida eterna, le explicó quien era su verdadero “padre” y le liberó. Le dijo que su Sire, del que había surgido la sangre que le dio la no vida, le esperaba en Jerusalén.

Dante no tiene pensamientos negativos sobre Enki, ha sido amable y cordial con él. No ha sido maltratado por Enki, todo lo contrario, le salvó de morir, le dio empleo de carcelero y le abrazó indicando su camino sin ordenarle nada ni maltratarle. Dijo que Amal sabría apreciar su regalo.

–Disponía de tu Vitae y prefirió abrazarme con tu sangre, Vitae de Ravnos. –dice Dante– Me dijo que lo hizo porque sabía que iba a ser lo mejor para todos.

Amal no da crédito y comienza a pensar que quizás Enki no sea tan malvado como lo pintan por estos lares. Continúan hablando del enemigo de Innominat.

Dante no cree que Enki sea malvado, simplemente tiene una forma peculiar y no convencional de hacer las cosas. El Chiquillo de Amal cree que Enki es un Príncipe imponente y poderoso al que le debe todo. No le gustaría hacerle daño, no tiene razón alguna para hacerlo. Él pondría en duda todo lo que no ha visto con sus ojos y Enki para él ha sido alguien al que debe agradecer la inmortalidad.

Amal no sabe cómo gestionar este regalo del destino y comienza a pensar que pueda ser una trampa de Enki, pero no puede dejar de escuchar a su nuevo chiquillo.

Dante le habla de Arang, el primogénito de Faruk. Estaba encerrado en una celda, junto a Donna y Umaskal, vivió allí una temporada, fue cuando lo conoció.

–Creo que debe labrarse su propio destino –dice Dante con una tremenda familiaridad, ya que se encuentra vinculado a Amal, como todo chiquillo con su Sire cada uno de nosotros debemos hacerlo, la vida no es un camino de rosas y ese es su infierno personal. Si es apto para la inmortalidad saldrá con vida, si no, no debía ser.

–Padre, preséntame ante el Príncipe de Jerusalén –le pide Dante a Amal.

–Te presentaré gustosamente –le dice Amal con los ojos enjuagados en lágrimas sangre mientras le da un abrazo a su nuevo chiquillo.

Sinceramente este acto de Enki deja completamente descolocado a Amal. Ahora mismo no cree que atacarle sea la mejor opción. Al menos consigue que el Ravnos le dé al enemigo de Innominat el beneficio de la duda y genera peligrosas dudas en él.


Jerusalén
La presentación de Dante
Meir se encuentra en la torre de la Torá Negra explicándole a su ghoul Admiel la nueva situación. El bibliotecario se siente orgulloso de su Señor Capadocio y de que ahora sea la máxima autoridad en Jerusalén.  Meir le responde con su frase favorita: “Yahvé proveerá”.

Amal y Dante se presentan ante Meir, que a primera vista piensa que el Ravnos ha aprovechado la inestable situación política para abrazar a un humano. Pero nada más lejos de la verdad.

–Meir, tengo que presentarte a mi primer chiquillo. Dante –dice Amal orgulloso mientras su chiquillo se arrodilla ante el nuevo Príncipe.

El Ravnos le cuenta la inverosímil historia mientras el neonato arrodillado espera la bendición de Meir.

Tanto Amal como Meir sondean el aura del recién llegado Dante y todo parece en orden, nada fuera de lo común. Y esto escama a Meir. ¿Será otra estratagema de Enki? ¿un caballo de Trolla?

–Así que eres padre por error –le dice Meir a Amal.

–Eso parece –responde Amal– por cierto, Dante ha visto a nuestros ghoules ya abrazados como chiquillos de Enki. Arang, Donna y Umaskal, los tres. Después de esto hablaría con Enki, no parece tan maligno como parecía.

–Padre…–interrumpe Dante– Enki e Innominat son enemigos, no deseo que vayas a Tiro y seas dañado por su entrenamiento continuo. Puede dañarte sólo para hacer daño a su hermano.

–Innominat seguramente se haya ido a dormir por un largo tiempo –dice Meir.

–¿Y si yo creo una ilusión de normalidad aquí en Jerusalén y con el subterfugio vamos a Tiro y vemos como está el panorama? –pregunta Amal a Meir.

–Por lo que más queráis –pide Dante– os ruego que no hagáis daño a Enki, le debo todo…

Amal tranquiliza a su chiquillo Dante y tras la presentación le enseña la ciudad de Jerusalén, empezando por sus tabernas.


Nergüi, maestro hechicero de Alamut
El hechicero
Innominat ya pensando en su retirada, se encuentra en su refugio, bajo la fría arena y sobre el campamento de su amplio rebaño.

De pronto es arrastrado de forma sorpresiva, al mundo astral. Desde el que ve la ciudad de Jerusalén mientras abandona su cuerpo. Su espíritu, atado con un cordón de plata a su cadáver. Se eleva por encima de las nubes más altas del cielo y aparece en un frío desierto con arenas azules turquesa.

El cielo es blanco con puntos negros que “brillan” como estrellas pero en negativo. El Matusalén se encuentra rodeado de pequeños charcos de agua plateada semejante al mercurio líquido. Su cuerpo es etéreo y está flotando a un metro del fantástico desierto.

Frente a él, un anciano con rasgos nororientales. Podría ser de origen mongol y por sus vestimentas parece un hechicero o un chaman de algún tipo.

–Mi nombre es Nergüi, maestro hechicero de Alamut. Vengo para darte mi apoyo y para decirte que a pesar de lo ocurrido sigues teniendo seguidores y simpatizantes en el Nido de Águilas. Por eso estoy yo aquí.

 –Estoy aquí para ayudarte de la única forma que puedo hacerlo sin crear más discordia en el clan de la que ya hay. Si llega el momento del enfrentamiento, lo más seguro es que Enki haya amañado el combate, de alguna forma, tu y yo sabemos que es su forma de actuar.

–Usa esto si quieres equilibrar la balanza –le da una piedrita pulida marrón con vetas, es Ágata coralina, muchas veces utilizada para hacer amuletos y joyas por su belleza– El nombre "ágata" proviene del río Achates, al sur de la isla de Sicilia, donde se dice que se encontró la primera de estas piedras… Con este talismán tendrás las mismas oportunidades de ganar que él, no es mucho, pero al menos él no tendrá ventaja.

Talismán de Ágata coralina
–Ahora la ventaja la puedes tener tu, si te armas debidamente. Utilizando este amuleto el combate será en la penumbra y todos los presentes en un radio de una estancia grande viajarán contigo y serán proyecciones astrales de su cuerpo, que estará abandonado y a merced del ganador. En el mundo de los muertos solo dañarán los objetos mágicos o reliquias. Tan solo se podrán utilizar algunas disciplinas psíquicas, aquellas que no interfieran al mundo de la piel.

–Se reducirá todo a quien sea el ganador de un duelo singular en el que los atributos mentales y sociales serán sustituidos por los físicos y la fuerza de voluntad será vuestra salud. El  vencedor será aquel que corte al otro el tenue hilo de plata que le ata a su cuerpo. El perdedor perderá su conciencia en la penumbra para siempre dejando su cadáver vacío en un sopor infinito a merced de los que regresen al mundo de la piel.

–La piedra solo tiene una carga y durará una hora, tras la cual todo volverá a la normalidad, a excepción de los que hayan cortado su hilo de plata, que nunca jamás despertarán. Regresareis al reino de la piel, en el que habitualmente vivimos y todo seguirá su curso, sea cual fuere que debiera ser. 

–Ahora mismo esto no está sucediendo. Este es un plano diferente a la realidad, Enki no lo puede rastrear, ni escuchar, no en tan poco tiempo. No sabe nada de esto. En el momento que lo nombres o hables de ello en el mundo real, puede escucharlo y ya no estarás en ventaja. Es opción tuya usarlo o no. Para hacerlo solo debes concentrarte en la piedra, bañarla en tu sangre y apretarla con fuerza con tu mano derecha arrojándola después.

–Te deseo suerte Innominat. Recuerda que si ganas estarás legitimado para volver  a ser Príncipe de Jerusalén, tendrás los apoyos necesarios desde Alamut, yo moveré hilos entre la casta hechicera para que el Consejo apoye tu regreso al trono, ya que te pertenece por derecho propio. Esto solo será una pesadilla de la que al fin despertarás…

–Sabes que no puedo atacar Tiro ¿verdad? –pregunta Innominat.

–Ya no eres el Príncipe de Jerusalén –responde Nergüi.

–En cuanto al asunto de Macedonia. –dice Innominat– Kayhana no merece esa macula, su honor debe ser limpiado.

–Hay esperanza Innominat –dice Nergüi– Mata a Enki y los que te apoyamos moveremos ficha para que todo regrese a su lugar, de donde nunca debió moverse.

–¿Tengo tu palabra? –pregunta Innominat.

–La tienes, si no, no estaría aquí –responde el hechicero.

–Sé listo Innominat –dice Nergüi– deja que Enki se confíe, que crea que te ha ganado. Que baje la guardia. Que piense que has caído en su trampa…

Innominat sonríe y le da la mano semitransparente al hechicero de Alamut. Tras lo cual reemprenden sus raudos viajes de retorno a sus cuerpos, despertando Innominat allí donde se había desvanecido.

Ahora todo ha cambiado e Innominat aprieta la piedra de Ágata con fuerza y se duerme soñando con su venganza.


Mapa con las provincias
(satrapías) del Imperio aqueménida
La invitación
Innominat reúne a sus vampiros de confianza, Mudji, Meir, Amal y Oded. Se ha alimentado tanto de su rebaño que sus mejillas están sonrojadas y su aspecto es perfectamente humano.

Recuerda como todos poseen armas especiales que infringen daños agravados para los vampiros y pregunta si tienen una para él. Oded le da una de las dos dagas serpenteantes que tiene e Innominat les dice que va a ir a Tiro por Enki, quien quiera puede seguirle. Todos deciden apoyar al Matusalén e ir con él a Tiro.

Amal le cuenta orgulloso a Innominat lo de su chiquillo Dante y también que ya es oficial
Ahinadab,
espía Nosferatu
que los tres ghoules que robó Enki son sus chiquillos. 

Meir, el Príncipe de Jerusalén, se encuentra con Ephraim el Nosferatu y le comunica que se ausentará de la ciudad pidiéndole que esté al tanto de si llegan vampiros a la ciudad y en ese caso que los tenga vigilados.

De pronto Ahinadab, Nosferatu de Tiro, sospechoso de espiar en Jerusalén durante el corto periodo que  pasó aquí, se presenta ante Meir arropado por la ciudad de Tiro y su Príncipe Enki que da sus saludos, agacha la cabeza y le entrega una carta con el sello de la satrapía de Phoenicia.




Querido Gobernante de la pequeña Jerusalén:


Por la presente, tengo el placer invitarle a vos y a sus acompañantes a mi corte, para que presencien un acontecimiento digno.

Espero confirmación de quienes vengan.



Enki, Dios de los ríos y las aguas subterráneas


Meir lee la carta y despide al Nosferatu que espera la contestación de quienes asistirán a la ceremonia. El Príncipe Capadocio le dice que irán todos los presentes excepto Ephraim, también confirma la asistencia de Anat y quizás de Orión.

Innominat le pregunta si fue él quien secuestró a los ghoules a lo que el Nosferatu no contesta nada, como si no hubiera oído al Matusalén y desaparece literalmente ante sus ojos.

Ephraim asustado se va tras él. Todos los presentes comienzan a hablar sobre la invitación y de la amplia posibilidad de que sea una trampa.

Innominat le dice a Meir que Anat no debería ir, no le da explicaciones de porque, pero el Príncipe quiere invitarla de todos modos e intentará pedírselo en persona.


Mapa de Fenicia
Preparando el viaje
Amal aprovecha para irse de putas, puede que esta sea la última vez, así que disfruta de los placeres de la carne mientras se alimenta de ellas para viajar con el estomago bien lleno de sangre.

Meir aprovecha para buscar a Anat por Jerusalén y sus inmediaciones pero sin la ayuda de Innominat no es capaz de encontrarla.

Tras esta infértil búsqueda el Príncipe Meir se encuentra con Orión y tras invitarle a Tiro y rechazarlo, por sugerencia del Toreador le deja de Regente de Jerusalén, será ayudado por Ephraim.

Antes de tomar esta decisión Meir ha escudriñado el aura de Orión asegurándose que es una buena persona sin macula en su halo.

Orión le pregunta a Meir el por qué de su viaje diplomático a Tiro, baluarte de Enki, enemigo de Innominat. El Capadocio le explica que ellos mismos harán de cebo y podrán comprobar si el tratado de paz es real o solo una pantomima.

El Toreador le ofrece la posibilidad de que nunca regresen y Meir le dice que en ese caso espera que Yahvé guíe sus pasos como Príncipe. El Capadocio le cuenta que ha mancillado la inocencia de su doncella ghoul, Donna, abrazándola en contra de su voluntad.

Orión le pregunta a Meir si ha pensado en el camino de la paz y Meir le dice con gran pesar que estaría dispuesto a sacrificar a Donna por el fin de las hostilidades.

Meir se retira para escribir una carta a Alamut:


A los ancianos de Alamut.

Soy Meir, Príncipe de la noche de Jerusalén. Por la presente os informo de haber recibido una invitación de Enki, príncipe de Tiro, en donde se me invita a mí y a mis allegados a asistir a una reunión.

Voy a Tiro con toda la voluntad de respetar el tratado de las satrapías firmadas por Enki, Innominat y vosotros, Alamut.

Dejo constancia de este acto y espero que el clan de los guerreros cumpla su palabra y que si Enki rompe el tratado o toma cualquier acción en contra de Jerusalén y sus gentes, acaben con su existencia y honren su palabra.


Atentamente:

Meir, del clan Capadocio,
chiquillo de Abraham


 
Ephraim, Nosferatu
Tras escribir la carta, el Príncipe Meir reúne a todos sus vampiros de confianza. Les comunica que solamente irán invitados con él aquellos que prometan no atacar primero una vez se encuentren en Tiro en presencia de Enki.

Amal y Oded aceptan sus condiciones. Mudji enmudece condicionado por la respuesta de su mentor Innominat y el Matusalén tras mucho pensarlo y meditarlo decide aceptar solamente si Enki no provoca primero. Deja claro que al menor intento por su hermano de burla o humillación lo matará o morirá en el intento.

Amal pide por favor que si hay lucha no dañen a Arang, quiere dar una oportunidad a su ghoul, el primogénito de los hijos de Faruk.  El Ravnos decide dejar a Dante en Jerusalén y le pide que le desee suerte en recuperar a su hermano Arang. Ambos Ravnos se abrazan y se pierden de vista… quizás para siempre.

Meir pide al Espectro que en su ausencia, viajará a Tiro, apoye al Regente Orión y que haga llegar la carta que le da a Alamut.

–Tu decisión te honra Meir –dice el Espectro.

–Los Capadocios siempre nos sacrificamos por un bien mayor –dice Meir– si no volvemos encárgate de que lo recuerde Alamut.

–Así será –dice el Espectro antes de despedirse.


Anat, Matusalén Brujah
Deuda entre Matusalenes
Antes de partir, Innominat tiene un encuentro secreto con Anat. Sabe que tiene muchas ganas de ir con él a guerrear a Tiro, pero debe hacer algo más importante para él:

–Debes solucionar mi problema con Macedonia –pide Innominat a Anat– Debes dejar mi nombre limpio y en lo alto y demostrar que nada de esto es una conspiración.

–Para mí es un esfuerzo doble –dice Anat– sabias que quería ir a  reventar cabezas infernalistas a Tiro… y por otra parte el asunto de Macedonia tiene que ver con mis propios intereses de unificación de Grecia, helenización del mundo y principio del fin del imperio Persa. Pero lo haré, te di mi palabra de que te ayudaría. Estamos en paz después de esto.

La imponente Anat, arrodillada ante Innominat extiende el brazo hacia el niño que le da su pequeña extremidad como muestra
Melkart,
mercader fenicio
de cierre de trato entre Matusalenes.

Innominat decide no decirle nada a Davar, prefiere enfrentarse a su enemigo él y los suyos. No quiere meter en esto a su aliado Assamita.  

Todos los vampiros se reúnen en una caravana liderada por Melkart, el mercader fenicio ghoul de Oded. En ella viajan de forma segura y rápida hasta Tiro, ciudad del Príncipe Enki de Mesopotamia.




Ciudad de Tiro
El banquete de Enki
Ya en el palacio real de Tiro, escoltados por Ahinadab, el Nosferatu, se encuentran en un imponente banquete. En el comedor hay una larga mesa donde exquisitas piezas de cubertería y brillantes copas de cristal pulido descansan sobre un mantel rojo sangre.

La iluminación parece salir de las paredes de piedra, de algún modo mágico. El lugar es agradable y huele a jazmín. Los sirvientes se encargan de coger los enseres de los invitados y de servirles Vitae o cualquier petición que tengan para hacerles.

El comedor está adornado con bellas estatuas griegas de varios dioses helenos, entre los que está presidiendo Zeus, también llamado Baal en otras culturas más antiguas, Dios muy venerado en Cartago.

Enki, encapuchado y siempre ocultando su cara, preside la mesa. A su lado derecho se encuentra Ahinadab, el Nosferatu y al izquierdo Adon, el comerciante Ventrue.

–Bienvenidos a Tiro. Os ruego disfrutéis de la Vitae de vampiros difuntos, a los que no podréis vincularos. Es un placer para mí tener a mi hermano y a su corte como invitados –la voz rota de Enki le ofrece a Innominat sentarse al otro lado de la larga mesa.

El Príncipe de Tiro se comporta de forma muy amable y el ambiente parece extrañamente tranquilo, como si sobrenaturalmente, la bestia interior de cada uno de los vampiros presentes estuviera ligeramente adormecida.
 
Enki, Príncipe de Tiro

Criados sirven la Vitae y Enki brinda por el reencuentro entre hermanos y por una larga y duradera paz entre satrapías.

–¿Te preguntarás como me enteré de tu asesinato del Rey de Macedonia? –pregunta Enki a Innominat– Los espíritus de los Vástagos no suelen quedarse entre dos mundos, raro es cuando lo hacen, nadie sabe donde van, pero he conseguido hacer un ritual para atarlos durante un tiempo. Tuve la suerte de poder charlar con Kayhana, la anterior embajadora. Me costó mucho pero al final me dio la información que necesitaba, justo antes de absorber su esencia. Tranquilos ya estaba muerta, no transgredí ninguna tradición, el culpable de su asesinato ya ha pagado su crimen.

Adon, comerciante Ventrue
–La embajadora era tu pequeño cachorro blanco ¿lo recuerdas? –se incorpora Enki y dice susurrando– El perro chillo y lloró hasta que su lengua se volvió morada y sus ojos empalidecieron sin vida… igual que los de tu embajadora. –El hermano de Innominat se ríe a carcajadas.  

–No te reías tanto cuando de niño eras tú el que llorabas por los pasillos de palacio…–dice Innominat controlando su ira y tratando de responder a la provocación de Enki.

–… le hice llegar esa información al embajador –continua Enki obviando las palabras de su hermano–  Lo de la destitución fue idea suya. Como dijo Mudji supongo que a los asesinos no les gustó que movieras el avispero en Alamut. Muchas cosas cambiaron desde entonces y les hiciste trabajar de nuevo, eso no es nada popular entre antiguos apoltronados.

–Bien, después de los entrantes –dice Enki– creo que ya estáis preparados para los tres platos principales. Os presento a mis tres chiquillos: Arang, Donna y Umaskal.

Meir y Amal deben luchar contra sus sentimientos para calmar a sus bestias interiores, ya que desean venganza por este atroz acto de Enki. Innominat no siente nada por Umaskal, solamente era un peón para él, pero le cuesta sentirse distante al volver a verle. Mudji escupe sangre en su copa preparando una de sus disciplinas para el combate.

Los tres chiquillos, “familiares” de nuestros personajes, aparecen con un semblante mortecino y serio. Parece que les hubieran arrancado su humanidad, como así fue, y se hubieran llevado su alma en el proceso.

Son tres cuerpos huecos que caminan mirando a sus antiguos Señores, sin ningún tipo de sentimiento.

Arang y Donna se sientan ante Amal y Meir, sus antiguos Señores, y Umaskal lo hace a lado de Innominat. Los tres les miran fijamente sin mediar palabra.

Meir y Amal, muy incómodos e impotentes, sienten una ira contenida y una tensión apaciguada que contrasta brutalmente en la escena actual.

Comienza la música de trovadores aderezado con danzas de exóticas bailarinas. Las copas se llenan solas, de modo mágico, con sangre de vampiro de la bodega de Hyrum, el anterior Príncipe de Tiro.

Meir comienza a rezar mentalmente para que Yahvé apacigüe su ira. Sin duda alguna esto es una prueba suya y el Capadocio mantiene la vacía mirada de Donna, ahora sin alma, sin humanidad, sin inocencia. Su aura sigue siendo blanca como la luz divina y eso le hace tener un atisbo de esperanza. También ve en sus colores de halo su confusión, esto puede ser la grieta de la coraza que Enki le ha puesto en contra de su voluntad…

Mudji alerta con una mano en la copa de sangre y la otra en la empuñadura de su hoja.

Amal intenta invocar su fantástica espada, "Espantosa cuchilla de los Demonios", pero… ¡maldición! Las Disciplinas vampíricas no funcionan en este lugar. Ya empiezan las jugarretas de Enki…

Oded bebe sangre expectante, él no tiene nada personal que perder, excepto su no vida.

–¿Si te pregunto algo? –cuestiona Innominat a Enki– podrás decirme la verdad por una vez en tu vida. Por los viejos tiempos…

–Ahora mismo…–responde Enki– estoy haciendo muchas cosas que nunca hubiera hecho…

–Esto se va a solucionar con una batalla campal o será algo entre tú y yo? –pregunta Innominat.

–Puedo responderte…–dice Enki levantándose y acercándose lentamente a su hermano, cómo una serpiente se acerca a su presa.

Enki se posiciona entre Innominat y Umaskal y le pide a éste último que le deje sentarse a lado de su hermano. El chiquillo de Enki se levanta y éste se sienta silenciosamente y comienza a hablar:

–Bien hermano, tenemos varias opciones ante nosotros y como postre te daré a elegir:

–Podemos dejar nuestras hostilidades aquí y ser unos cordiales vecinos de satrapía, y dejar el pasado atrás, sin haceros más daño. No olvides que mis acciones sólo son la respuesta a las tuyas, en algún momento del pasado, de nuestra larga vida. Supongo que esta opción no te gustará a ti ni a los tuyos, habéis venido aquí por sangre.

–También podemos jugarnos todo a una carta, un duelo entre hermanos. El que gane, se queda con todo. Se me ocurren varias formas de solucionarlo…

–Duelo con espadas. A primera sangre, sopor o quedar incapacitado. O duelo de Amaranto mutuo. El más rápido diaboliza al otro. Previo duelo de miradas, es un clásico, claro está.

–¿Tienes algo pensado?, seguro que si… sorpréndeme hermanito… –tienta Enki a su hermano.

–Si has aceptado batirte en duelo conmigo, es porque tienes alguna trampa preparada. Eres un mentiroso…–dice Innominat desafiante.

–Yo no te he insultado hermano…–responde Enki.

Innominat señala a Umaskal, de pie tras Enki, y ríe sarcásticamente.

–¿A caso no es eso un insulto? –pregunta Innominat.

–¡No te vayas por las ramas Innominat! ¡elige! –ordena Enki perdiendo la paciencia.

Innominat se raja disimuladamente la mano derecha con una de sus largas uñas y aprieta su puño sangrante contra el amuleto de ágata.

–¿ prefieres que todos luchemos o solamente tú y yo? –pregunta Innominat.

–Bailemos todos juntos, ¿Por qué no?… –responde sarcásticamente Enki.

Innominat arroja al suelo la pequeña piedra ensangrentada que tiene en la mano y de pronto toda la realidad parece deshilacharse. Los vampiros presentes salen repentinamente de sus cuerpos. Se encuentran en forma espiritual atados a sus cuerpos únicamente por un fino hilo de plata.


Donna, Doncella de Meir
Batalla en la penumbra
Todos flotan en el aire, a unos metros de la mesa del comedor, junto a las lámparas de araña del techo. Se encuentran en el “plano astral”, un reflejo de la Umbra, mundo de los muertos, también llamado Penumbra. Todo ha sido proyectado astralmente y es un oscuro reflejo del mundo mortal.

Los vástagos son ahora proyecciones psíquicas de ellos mismos. Sus sentidos se encuentran fuera de su cascarón físico. Han salido de su cuerpo como entidades de pensamiento puro.

En este estado las formas astrales de los vampiros son inmunes al daño físico y a la fatiga y flotan en el aire; mientras las formas materiales de los Vástagos presentes quedan en un estado aletargado mientras sus “yos” astrales están activos. En este estado ninguno será consciente de lo que le suceda a su cuerpo hasta que regrese a él.

En la Penumbra, dos formas astrales se pueden encontrar y relacionarse como si fueran sólidas. Pueden hablar, tocarse e incluso pelear. Al carecer de cuerpo físico, los espíritus de los presentes poseen rasgos mentales y sociales en vez de los físicos de sus cuerpos.

Debido a la ausencia de forma material el único modo de dañar a una entidad psíquica es cortar su cordón de plata. Este efímero hilo de plata conecta la psique de cada vampiro con su morada. Si se llegara a cortar, la conciencia quedaría atrapada en el plano astral, el reino de los fantasmas, los espíritus y las sombras. Sufriendo para siempre una terrorífica eternidad hasta que su cuerpo fuera destruido, en el mejor de los casos.

Todas las proyecciones astrales de los presentes comienzan a luchar en dos bandos. Cada vampiro intenta cortar el cordón de plata del rival para así poder vencerle. No todos los Vástagos saben esta información pero al ver al contrario intentar cortar su hilo con sus colmillos o sus armas mágicas, si las tuvieran, los que no lo sabían intentan hacer lo mismo por mera supervivencia.

Innominat armado con la daga serpenteante de Oded y Enki con un par de hoces aguadañadas. Los hermanos enfrentados luchan a muerte uno contra el otro. Se encaran forcejeando mutuamente e intentando cortar el hilo del otro. pelean en un combate muy igualado y de momento ninguno es capaz de llevar la delantera en la lucha.

Umaskal, guardián de Innominat
Donna frente a Meir se abalanza contra él y muerde su hilo con sus colmillos.  Intenta romperlo con furiosa cólera para vencer al Capadocio. Mientras tanto Meir lejos de defenderse abraza a Donna susurrándola al oído: “tranquila Donna, todo está bien. Hemos venido a salvaros”. Esto petrifica a Donna que comienza a temblar sin saber qué hacer a continuación.

Mudji se da cuenta de que su espada, una reliquia de edades pasadas, permanece en sus manos aun siendo un espíritu y con ella lucha contra Adon, el comerciante Ventrue. Cortándole de un par de tajos su hilo de plata. El Ventrue se aleja desapareciendo en el techo de la estancia como absorbido por una fuerza lejana. Su grito es aterrador y el guerrero Assamita Mudji, busca su siguiente víctima.

Amal sin armas en las manos se encara contra su primogénito Arang que dispone de sus dos filos con los que comienza a cortar el hilo del Ravnos. Amal desesperado no puede con el diestro cazador y que con dos diestros tajos acaba cortando su hilo mientras le dice al oído: “lo siento”. Amal se aleja raudo como engullido por una fuerza sobrenatural y oscura que le hace desaparecer por completo.

Umaskal, de un golpe certero con su espada mágica, corta la mitad del hilo de palta de Mudji que acababa de despachar al Ventrue.

Ahinadab, el espía Nosferatu, se abalanza contra Oded y éste le corta casi todo su hilo de plata con su daga ritual. El Nosferatu le corresponde con un tremendo mordisco a colmillo descubierto en su hilo que le deshilacha parte del mismo.

En plena batalla Meir le dice a Donna que vaya donde Umaskal, su amado, que se aparten y ellos les protegerán. La mujer no puede ignorar al Capadocio, durante décadas ha sido como su padre y temblando le hace caso dirigiéndose hacia Umaskal, que la ve entre la batalla y se apresura a protegerla para que nadie la pueda dañar.

Meir con “Castigo y Justicia” (Su estaca y maza hechas con el bastón de Moisés) en sus manos, reza para sí mismo en voz alta: “Yahvé, es la hora de aplicar tu castigo…”

Umaskal abraza a Donna y en guardia la protege para que nadie pueda cortar su hilo de plata. Mientras Meir acude a ayudar a Oded contra el pérfido Nosferatu.

Mudji carga contra Enki, ayudando a su mentor Innominat, intentará desequilibrar la balanza y vencer a su odioso y maléfico hermano. Mudji corta casi la mitad del hilo de plata de Enki con un solo tajo de la hoja de su reliquia. Innominat le ayuda contra Enki, ni  ambos vampiros pueden contra el infernalista.

Arang, tras dar buena cuenta de su anterior Señor Amal, se dirige firme hacia Meir y le corta parte de su hilo de plata con un calculado golpe de filo mágico. Meir lucha contra Arang diciéndole “por Amal” y se encara defendiéndose del temible guerrero. El Capadocio golpea con su maza el hilo de plata de Arang con tal furia que se lo parte en dos, venciéndole y despojándole de su anclaje. El primogénito desaparece con un grito desgarrador.

Todos luchan por su vida en el plano astral. Es una batalla silenciosa entre espíritus, como si fuera una tormenta de vientos de diferentes temperaturas enfrentados. Mientras en el mundo de la piel sus cuerpos descansan sobre la mesa del comedor del palacio real de Tiro.

Innominat pifia y se enreda con su hilo de plata. Enki riendo nerviosamente aprovecha esta ventaja para cortarle la mitad del hilo de plata, dejándole más cerca de su desvanecimiento total. Lleva mucho tiempo esperando este momento.

Mientras Innominat se desenreda su hilo de plata, Mudji con un diestro golpe corta el hilo restante de Enki y éste grita incrédulo mientras es arrebatado por la nada que le arrastra hasta hacerlo desaparecer.

–Enki ha muerto. Se acabó –dice Innominat con una paz inaudita. Mientras Mudji orgulloso le saluda sonriente con un gesto de cabeza.

Umaskal abraza a Donna y se mantiene al margen de la batalla viendo como Mudji ha vencido a su Sire Enki.

Oded consigue dar un certero tajo con el cual corta lo poco que quedaba del hilo de plata del esquivo Nosferatu Ahinadab, que con cara de incredulidad es absorbido por una fuerza invisible que le hace desvanecerse en un instante.

Umaskal aprieta los dientes y pensando en Enki, se abalanza contra Mudji para vengar a su Sire y Señor, al que está vinculado completamente. Al no estar Enki muerto del todo el vinculo sigue latente y es más fuerte que el amor que siente por Donna, ya que la deja sola y desamparada. Umaskal corta parte del hilo de Mudji y lo hace por la espalda, sin éste percatarse. Mudji se gira y de un rápido corte deja a Umaskal con apenas una pequeña hebra de hilo de plata, a punto de sucumbir a la nada. Mirándole a los ojos le dice: “piensa en Donna” y Umaskal le mantiene la mirada con rabia, acaba de matar a su Sire…

¡Umaskal, por tu bien y el de Donna retírate inmediatamente! –ordena Innominat a su antiguo ghoul con voz intimidante.

Oded se acerca volando a lado de Innominat dando apoyo al Matusalén.

–¡Umaskal, Donna! Ya está todo solucionado. Sentimos el retraso pero ya estamos aquí… –dice Meir levantando los brazos con tono conciliador para calmar los ánimos y evitar que maten a Umaskal.

Innominat mira muy serio a Umaskal y éste baja su espada abatido y con lágrimas de sangre en su espiritual rostro mira a Donna, que está siendo consolada con cariño por Meir. Llorando de rabia y confuso, Umaskal pide clemencia.

Tendrás un juicio justo, tienes mi palabra –dice Innominat.

–Podéis hacer lo que queráis conmigo, pero dejadla a ella, no tiene culpa de nada –pide Umaskal con el corazón en un puño.

Innominat se siente bien por haber acabado con la vida del infernalista de su hermano Enki, enemigo suyo desde que tiene uso de razón. El descanso del Assamita es inaudito. La paz que siente en este momento se funde con el silencio y los sollozos de Donna.

Todos flotan en el aire, son etéreos, espíritus semitransparentes con una ligera luz azulada y fantasmagórica. Todos los enemigos de la corte de Enki han sido vencidos. Adon, Comerciante Ventrue, Ahinadab, el espía Nosferatu y Arang, chiquillo de Enki y antiguo ghoul de Amal.

En el bando de nuestros héroes, Amal ha sido la única baja y el silencio es una muestra de afecto hacia él en este momento.

Donna y Umaskal permanecen abrazados y expectantes sobre su incierto futuro. Todos ellos flotan durante un tiempo esperando hasta que todo vuelva a la normalidad.

–Meir, ¿se podrá despertar a los que han perdido su espíritu una vez regresemos a nuestros cuerpos? –pregunta Innominat al Capadocio.

–Conozco poderes de los Capadocios que pueden buscar esas almas perdidas y hacerlas regresar a sus cuerpos huecos. Puede que mi Sire Abraham, gran maestro de la Disciplina de Mortis, sepa cómo hacerlo –responde Meir.


Regreso al mundo de la piel
Tras una calmada espera todos regresan a sus cuerpos a la velocidad del rayo. Despiertan en el mismo comedor donde se habían desvanecido.

Los cuerpos inertes de los que no han regresado permanecen quietos como cascarones vacios de vida. Adon, Ahinadab, Arang, Amal y Enki son los que siguen inmóviles apoyados sobre la mesa, como si durmieran un sueño eterno tras haber ingerido el veneno de la venganza.

Meir utiliza a “Castigo y Justicia” para empalar a Enki e Innominat aprovecha para tocar su ponzoñosa Vitae y con magia caldea saber todo sobre su sangre.

Enki efectivamente es un Caitiff, su sangre no tenía un clan definido. Es de la misma generación que Innominat, Matusalén de quinta. No ha diabolizado como hubiera cabido de esperar. Y también sabe que no está vinculado por sangre a nadie.

Meir recoge la capucha de la toga de Enki y ve su rostro desfigurado y monstruoso, claro reflejo de su alma. Mientras Mudji sugiere vincularle con sangre y utilizarle como a un esclavo, una marioneta a su merced. Esto sería una humillación mejor que la muerte e incluso podría serles útil.

Innominat comienza a pensar en las posibilidades de que algo se torciera de nuevo con Enki e introduce las manos en el interior de su cuerpo frío y muerto. Lo agarra por las entrañas y con gran furia lo destroza desde dentro partiendo su cuerpo por la mitad y deshaciéndose éste en cenizas. Su túnica negra y sus armas caen al suelo desapareciendo en humo negro.

Innominat recompuesto recoge las cenizas de su hermano y las guarda con un pedazo de su propia túnica, haciendo un hatillo con ellas.

Meir se preocupa por Umaskal y Donna, ambos siguen juntos, abrazados y confundidos. El Capadocio los saca del lugar para que no sean testigos de nada que pueda impresionarles. Al fin y al cabo siguen siendo neonatos vinculados a Enki que acaban de liberarse de sus cadenas emocionales al morir éste.

Innominat toca la sangre del Ventrue y del Nosferatu y descubre que ambos son de séptima generación. Entre Oded y Mudji sacan a Amal a Arang a Adon y a Ahinadab, ahora todos en letargo y sin espíritu.

Todos se dirigen al refugio de Abraham, el prestigioso Sire de Meir, que les acoge bajo su cementerio, en unas criptas llenas de huesos y pergaminos. Si chiquillo le cuenta la situación y lo ocurrido esta noche.
 
Abraham, anciano Sire de Meir


Abraham confirma a Meir que efectivamente puede invocar a los “espíritus” perdidos de los que rompieron sus hilos de plata y en un gesto muy diplomático recomienda tener clemencia con Adon, Ahinadab y Arang. Solamente fueron cortesanos de un tirano llamado Enki. Cree que si les piden que apoyen al nuevo gobierno de Tiro sugerido por Innominat pueden tener mucho más que ganar que si los ajustician.

Su chiquillo Meir le cuenta que ahora, circunstancialmente es Príncipe de Jerusalén, pero que él no lo había buscado. Y que le parece bien no cargar juicios contra la corte de Tiro.

Tras un largo y arduo ritual Abraham despierta a los cuatro que perdieron su hilo de plata. Todos están mareados y confundidos y tardan un tiempo en entender que han vuelto a la no vida tras pensar que habían muerto para siempre.

El Príncipe Meir se dirige a Adon y a Ahinadab y les dice que deben la vida a los vástagos de Jerusalén y como pago deberán tener una vida ordenada. Ambos agradecen su compasión y será tal y como dicta el sabio Príncipe de Jerusalén.

Mudji sugiere al Capadocio vincular a Adon, el Ventrue comerciante, pero Meir declina la idea. Serán libres, han sido salvados para seguir con sus vidas.

Amal y Arang se miran y sin mediar palabra se abrazan emotivamente. Es como si se conciernan de siempre o como si al menos hubieran pasado por un infierno juntos… y así ha sido.

Arang no es chiquillo de Amal, pero ya es un vástago que por supuesto apadrina el Ravnos pidiéndole permiso al Príncipe Meir. Éste se lo da sin pensárselo dos veces.


Sello de Innominat
Jerusalén, el hogar
Todos regresan a Jerusalén y cuando se reúnen en el salón del trono hay dos Assamitas esperándoles. Bicor el embajador y Nergüi, el Maestro hechicero de Alamut.

Ambos dan su beneplácito y apoyo incondicional a Innominat y le devuelven el Principado de Jerusalén recolocando a Meir como Senescal del Matusalén. Por fin el clan apoya a Innominat y las sombras de su pasado se han disipado con la muerte de Enki. Por su parte han investigado a su malvado hermano y han destapado todos los engaños tras los que estaba. Dando por fin la razón a Innominat, Dios de la verdad.

Innominat de nuevo en el Principado, decide absolver a Donna, Umaskal y Arang, por no ser dueños de sus actos y ser manipulados por su difunto hermano para intentar hacerles daño.

Donna será chiquilla de Meir y Arang y Dante chiquillos de Amal. No así Umaskal, que no será acogido por Innominat por ser Caitiff y no Assamita. Umaskal lo acepta sin reprobar la decisión de su antiguo Señor. Sabrá apañárselas solo y podrá estar junto a Donna, para siempre, que es lo que de verdad le importa.

Los presentes hablan de la posibilidad de recomendar a algún vampiro conocido como Príncipe de Tiro, quizás Adon el Ventrue comerciante de aquella ciudad o Anat, tal y como ella misma había sugerido en el pasado.

Innominat recibe noticias de Anat, ha apaciguado las cosas en Macedonia. El Imperio Persa puede estar tranquilo ya que los Griegos siguen más pendientes de sus guerras intestinas que de la imposible unión contra el enemigo común. También ha limpiado el nombre de Innominat por la muerte del Rey de Macedonia tal y como atestigua el embajador de Alamut. El río parece haber vuelto a su cauce.

La Brujah se alegra de que Innominat vuelva a ser Príncipe de Jerusalén y Anat es nombrada Princesa de Tiro por derecho propio. Ella misma ha reclamado el trono y al hacerlo bajo la luz de Innominat los Vástagos de Tiro la han apoyado sin rechistar.

Finalmente todo ha acabado bien. Tras la dificultosa batalla contra el destino parece que se ha deslumbrado la orgullosa victoria y en Jerusalén, la luz ha ganado a las Tinieblas, otra vez…




Epílogo:


Marca de los Hijos de Faruk
Perdido en la Umbra
Más allá del reino material se encuentra otro lugar, un mundo de inmortales lleno de sombras vivas y luz mortecina. Entre calles angostas con construcciones arcaicas y derruidas de lo que debió ser una gran ciudad, yo Amal, huyo por mí no-vida.

Corro asustado, seres que habitan en la oscuridad me persiguen por un entorno silencioso y sepulcral. El miedo me invade y no sé cómo escapar.

Después de horas de angustiosa persecución creo haberles perdido de vista, miro a mi alrededor y todo es tétrico. El color ha huido de estas tierras junto a toda la felicidad que pudiera existir y la frustración me invade. Caigo al suelo de rodillas, sollozando, mientras empiezo a golpearlo hasta que consigo desahogarme. Entonces cierro los ojos y he intento calmarme.

Para cuando me quise dar cuenta ya no me encontraba en aquellas extrañas calles. Empecé a sentir y a escuchar un barullo de murmullos. Cuando abrí los ojos me encontraba en medio de una taberna muy peculiar. Parecía un sueño, un reflejo del mundo real.

Mire a mi alrededor y vi espectros. Estaban sentados en torno a las mesas del comedor, manteniendo conversaciones ininteligibles para mí. Sus rostros no eran visibles, sólo cuando me acercaba a alguno podía atisbar un semblante distinguible.

Deambulé entre las mesas con los murmullos de fondo, hasta que pude otear a alguien que me saludaba desde la barra de la oscura taberna. Me acerqué a él y cuando estaba muy cerca pude ver su rostro.

Taberna de Zikaron,
en algún lugar de la penumbra...
No salía de mi asombro… ¡era Zikaron! el difunto tabernero de Jerusalén, contacto de Mudji.

Me saludó alegremente y me preguntó a ver qué tal me encontraba, yo le conteste asombrado que era el último ser que esperaba encontrarme allí.

–Amal, ¡por el amor de Dios! –dijo Zikaron– ¿te ha comido la lengua el gato?... y dime, ¿Qué tal te encuentras? ¿te sirvo uno de mis bebidas especiales?... ¡Invita la casa!

–Eres realmente tu Zikaron? –pregunto Amal absorto– ¿Eres el Zikaron que conocí en vida?

–Pues claro, ¿quién iba a ser si no? –respondió con otra pregunta Zikaron mientras me servía una copa con un líquido rojizo.

– ¿Que tal estoy?... –dijo Amal– Supongo que bien… ¿estoy muerto Zikaron?

La carcajada de Zikaron resonó en toda la taberna mientras yo intentaba coger el vaso espectral. No podía hacerlo, atravesaba mi mano. Verdaderamente necesitaba un trago…

–Amal, tú ya estabas muerto cuando te conocí –dijo Zikaron– cuando mueras realmente no quedara nada de ti, es la maldición de los nuestros, no hay nada más allá del velo para nosotros. Nuestras almas están tan encadenadas a nuestro cuerpo físico que nos volvemos cenizas con ellos…

–¿Por qué sigo yo aquí si también soy un vampiro? –pregunto Zikaron– no puedo responderte, debería haber seguido mi camino. Supongo que al no ser Vástago más que unas horas mi parte humana pesó más que la no muerta.

–Es irónico, ¿no crees? –dijo Zikaron– robamos la inmortalidad que nos espera más allá del mundo material para tenerla en ese lugar, pero la consecuencia de ello es que realmente nos hacemos mortales para la existencia.

Nuevamente una carcajada ensordece el murmullo de la taberna.

Zikaron, tabernero de la penumbra
–¿Entonces qué hago yo aquí? –preguntó desubicado Amal– No recuerdo bien lo que ocurrió…

Un repentino recuerdo vino a la mente de Amal. Arang cortando su hilo de plata, el cual conectaba con su cuerpo físico.

–Arang… me mato –dijo Amal con pena y la mirada perdida. Una nueva carcajada de Zikaron le hizo volver a la taberna.

–Sigues sin entenderlo Amal –dijo Zikaron– nadie te ha matado, aún. Tu espíritu se ha separado de tu cuerpo físico mediante una poderosa magia y tras la ruptura de tu cordón de plata tu alma a salido despedida a las fauces de la penumbra. Es una putada no te lo voy a negar.

–Por cierto, hay cosas que no cambian –dijo Zikaron consternado– cierro en unos minutos y no puedes quedarte. Tienes que cuidarte de tu destino más allá de mi sancta sanctórum.

–¿Tu sancta sanctórum? ¿A qué te refieres? –preguntó Amal.

Como te he dicho, yo de algún modo, trascendí tras mi muerte y he decido ayudarte. Te busque en cuanto sentí que te encontrabas en este lugar. Viniste a mi taberna por instinto, en el mundo de la piel es un lugar que te ha dado muchas alegrías… ya me entiendes –dijo Zikaron guiñando el ojo a Amal.

–Te estoy dando un poco de descanso y algo de conocimiento, Amal –dijo Zikaron– Es mi regalo por ser tan fiel cliente de mi taberna.

–Gracias, supongo…–dijo Amal confundido.

–También debes saber que Arang, como tú, se encuentra perdido en la penumbra. –Dijo Zikaron– Este lugar es basto como la existencia en si misma pero sus distancias no son tan largas como parecen. Aquí en la penumbra los lazos y vínculos son atajos que te comunican y acortan el trayecto hasta donde deseas ir. Búscale Amal, sé él padre que ansias ser, sé el maestro que estas destinado a ser. Ella también lo desea y te ayudara.

–¿Qué porque soy tan sabio si solamente era un tabernero en el mundo de la piel? –pregunta y responde Zikaron– Sería muy complejo de explicar y se termina el tiempo, pero digamos que ahora dispongo de la memoria de todos mis ancestros, resumiendo mucho.

Cuando quise preguntarle a quién se refería con “Ella”, el lugar se desvaneció y note como algo tiro de mí, el mundo a mí alrededor se movía a una velocidad de vértigo.

Me sentía abrumado por todo lo que estaba ocurriendo. De nuevo, no sabía dónde me encontraba.

Cuando se me pasó el aturdimiento pude visualizar árboles a mí alrededor. Era lo único que había, parecía un denso cenagal, un tenebroso pantano.

Ruidos extraños de cada sombra seguidos de ecos espeluznantes. El miedo volvía a apoderarse de mí. Tomé un paso más ligero, ya que unos amortiguados aullidos de lupinos llegaron a mis oídos. Historias de Garous y de espíritus salvajes aparecieron en mi imaginación.

Cuando quise darme cuenta, escuche música festiva y una tenue luz de una Kumpañía de zíngaros. Me acerque con cuidado, no me fiaba de este lugar. El miedo, la confusión y la desesperación parecían ser las leyes naturales que regían en el mundo de los muertos.

Me escondí tras un mortecino árbol y desde allí pude distinguir un centenar de figuras ensombrecidas que bailaban y cantaban sonidos cacofónicos para mis oídos.

¿No podía ser! ¡Entre ellos había un hombre igual a mí mismo! y se despedía de la Kumpañía, alejándose hacia la oscuridad. Le seguí y vi como mi otro yo estaba cerrando un trato con un gran Demonio que me era asquerosamente familiar. Era el trato que tan deshonrosamente acepte en el pasado.

La tierra y las raíces de la ciénaga le tragaron. Sin pensarlo salí corriendo hacia la Kumpañía pues sabía perfectamente lo que iba a ocurrir y no lo podía permitir, debía evitarlo, esta vez podría hacerlo.

Cuando llegue hasta donde se encontraban acampados el infierno había llegado antes que yo. Como una maldición que se debía cumplir, un mar de tierra se tragó al centenar de zíngaros, hombres mujeres, niños y mayores.

De nuevo había perdido a toda mi familia...

Grite y llore mientras oía la infernal risa de “Adh-Dhubab Zevuhv”, también llamado el Innombrable, el Señor de las moscas o Belcebú.

Mientras seguía inmerso en mi propia desesperación los entes espirituales de toda la Kumpañia comenzaron a emerger de la tierra. Eran todos y cada uno de mis compañeros y familiares.  Todos me miraban con sus mortecinos ojos y al unisonó empezaron a culparme de su desgracia.

Intente excusarme con mi amnesia y me mostré profundamente arrepentido por lo ocurrido. Mi alma estaba quebrada desde ese momento y solamente quería enmendarlo, pero no sabía cómo hacerlo.

La culpa se volvió dolor y en mi cabeza resonaban sus voces una y otra vez. Para no volverme completamente loco perdí la conciencia mientras  escuchaba de fondo la risa del odiado Demonio Adh-Dhubab.

Una tenue luz me despertó. Me encontraba en una gran estancia abovedada y una voz muy familiar me llamaba.

–Amal, despierta… Amal, vuelve no puedes dejar que la culpa te consuma… –decía la voz.

–Amal, es importante que te centres, ¿Sabes quién soy? –preguntó la voz.

–No puedo verte bien…–respondió Amal confundido.

–Mira a tu alrededor, medita y piensa, ¿Dónde te encuentras? –preguntó de nuevo la voz.

Poco a poco las formas del lugar se volvían más tangibles, lo que creía que era una bóveda firme era más bien de tela, como una gran carpa.

–Estoy… estoy… ¿estoy en la tienda de Muraguri? –dijo Amal.

–Bien, ahora mírame y dime, ¿Quién soy? –preguntó la voz.

Intente escudriñar, pero no conseguía discernir con claridad.

–La culpa no te deja ver Amal… –siguió la voz– libérate de la culpa. Tanto mi muerte como la de tus familiares no son pecados tuyos, es parte del camino, es parte de tu destino. Tu no elegiste tus pecados, ni tus defectos Amal. Nada de lo ocurrido es culpa tuya. Solo eres culpable de ser una creación de la existencia, eres culpable de vivir.

–Ten mi regalo de perdón y acepta que el destino es el verdadero culpable ya que él es el que toma el camino, tu solo andas por él. –Dijo la voz.

–¿Muraguri?” –preguntó Amal.

La imagen de mi mentor se volvió clara ante mí.

Muraguri, mentor de Amal
–Si, Amal. Soy yo. –Dijo Muraguri– He venido a rescatarte de ti mismo. La Umbra es un sitio incorpóreo y aquí los pensamientos y sentimientos son los que predominan en este lugar. Tú mismo te estabas encerrando en tu culpa y ello te iba a consumir hasta que desaparecieras de dolor.

–¿Y porque me has salvado? ¿Realmente crees que merezco el perdón Muraguri? –preguntó Amal con ira.

–Porque mereces piedad Amal –dijo Muraguri– ya no eres el mismo que cometió esos errores. Tu viejo yo era egoísta y mezquino. En cambio desde que despertaste solo has buscado como redimirte y ello te honra, te hace merecedor de poder tener otra oportunidad.

–Entonces... ¿ahora que debería hacer? –preguntó Amal.

–Tienes que buscar a Arang y salvarle. El solo ha sido un daño colateral en todo esto y su destino es estar contigo. Ser uno de tus hijos. –aseguró Muraguri Piensa en él… piensa en el vínculo que os une.

Cerré los ojos y me concentre en Arang. En la noche que le encontré, en las cosas que hice para poder conseguir que fuera el primero de mis hijos.

Empecé a escuchar las risas de dos mujeres y cuando abrí los ojos pude ver que estaban jugando a un juego de mesa. Había un hombre fumando en pipa observando con una sonrisa de felicidad. Era una hermosa familia disfrutando de su vida.

De pronto, un ser demoníaco irrumpió en la estancia destrozando la puerta. Las amplias risas de felicidad se transformaron en un instante en ensordecedores gritos de miedo y desolación.

El hombre vociferaba alzando inútilmente un atizador de chimenea como arma contra el aterrador ser. Un golpe seco le dejó inconsciente y a continuación la masacre de la familia tiñó todo de sangre.

Arang arrodillado frente a la dantesca escena, llorando, mientras observaba los acontecimientos sin poder hacer nada, viendo al hombre que era él, tirado en un rincón, con el atizador aún en la mano, mientras los pedazos de su familia adornaban las paredes.

Cuando todo acabó pude comprobar atónito que todo volvía a estar como al principio. Se volvían a escuchar las risas de dos mujeres. Todo iba a volver a repetirse ante los ojos del impotente Arang. Era su infierno personal.

Quise hablar con Arang pero no respondía, así que decidí intentar llevármelo, pero era imposible estaba anclado sobrenaturalmente al lugar .

Tras un par de repeticiones angustiosas de la horripilante escena y de pensarlo, concluí que era mejor intervenir en la escena e intentar cambiar los escabrosos acontecimientos.

Intenté usar mis poderes sin éxito y tras una decena de repeticiones más del horror y de esfuerzos titánicos por mi parte, al final conseguí crear mi daga efímera y entablar un fiero combate con el Demonio. Cuando conseguí neutralizarle creí haber conseguido mi cometido, pero para mi sorpresa… ¡todo empezó de nuevo!... se escuchaban unas risas de dos mujeres.

Tras mucho pensarlo decidí hacer lo mismo que hizo mi maestro Muraguri conmigo, pensé en cambiar su entorno para que fuera algo más relajado, elegí un descampado con una noche estrellada. Y efectivamente allí estábamos los dos.

–Arang, escúchame, Arang, vuelve conmigo –dijo Amal.

–Es culpa mía, no fui capaz de proteger a mi familia. ¡No pude ayudarles! –dijo Arang llorando desesperado.

–Arang, no es culpa tuya. –dijo Amal– Fue todo una trampa, no quisieron matarte para que tu dolor fuera más doloroso que la propia muerte. Solo eres culpable de haber vivido. Eres un buen hombre y eras un buen padre y marido.

–Al igual que tampoco te culpo por haberme cortado el hilo de plata. –prosiguió Amal– No fue culpa tuya. Yo te entrego mi perdón.

–¿hilo de plata? ¿Quién eres? –pregunta confundido Arang.

–Soy Amal Faruk, tu padre. Tienes que librarte de la culpa Arang –dijo Amal– Nadie puede controlar el destino. Deja atrás el dolor y vuelve a mí para regresar al camino.

–¿Amal? pero… pero –titubea Arang y seguidamente ambos cazadores se abrazaron emotivamente.

–Padre lo siento, no sé lo que me paso… –lloraba Arang.

–Yo sí, así que no te angusties. –dijo Amal– Ahora recomponte. Tenemos que buscar la manera de volver a nuestros cuerpos. Por lo que he entendido si nuestros espíritus vagan por estas sendas es porque nuestro cuerpo físico aun existe. Viajemos juntos y busquemos, la esperanza es lo último que se pierde hijo mío.

Nos encaminamos en busca de algo que nos indicara como encontrar nuestros cuerpos. Buscamos orientación para dar el  siguiente paso. No conseguíamos salir del entorno que yo cree para Arang. Un campo interminable de paz y serenidad, hasta donde la vista alcanzaba.

Pasado un largo tiempo, difícil de precisar, llegamos a un tenebroso bosque. Tuve un mal presentimiento y poco después Arang y yo huíamos por nuestra vida. Nos perseguían escondidos entre la maleza. Eran muchos y no podíamos verlos.

Consiguieron rodearnos. Nos acechaban listos para atacarnos cuando un gran silencio se adueño de todo. Sólo veíamos sus ojos amarillos, decenas de ellos.

Cuando se abalanzaron hacia a mí, ni pude verlo, pero Arang fue más rápido y le asesto un poderoso golpe que evito que le hirieran.

Comenzó el combate, espalda con espalda, luchábamos contra algo invisible que no cesaba en su empeño de acabar con nosotros. Golpes y patadas en un continuo ataque sin descanso.

Las heridas eran ya criticas. Habían conseguido inutilizarme un brazo y Arang yacía en el suelo con una pierna mal herida. Ambos sangrábamos por los costados por innumerables garrazos que nos habían asestado esas criaturas ofuscadas.

Cuando la esperanza se nos agotaba como una vela, en su último aliento, los aullidos que antes nos atemorizaban se convirtieron en gritos de dolor y muerte. Aullidos agónicos de bestias seguidos de sonidos de huesos rotos y desgarros musculares.

La tensa calma nos hacía pensar que el depredador que había matado a nuestros atacantes estaba ante nosotros. Pero tampoco podíamos verlo, la oscuridad era demasiado intensa.

Arang y yo, exhaustos, nos apoyábamos mutuamente alzando patéticamente nuestros filos. Éramos un blanco fácil y estábamos mal heridos.

Una araña gigante apareció de entre los árboles, donde debería tener la cabeza tenía el torso humano de una mujer. Era un ser  difícil de asimilar. Se quedo observándonos y nosotros a “ella”.
 
Cob, espíritu tejedor del Destino

–¡Seguidme! ¡ambos! –ordenó la araña con voz de mujer.

Dubitativos decidimos seguirla, no teníamos muchas más opciones.  Tras una larga marcha por el mortecino bosque llegamos a un claro y en ese lugar pudimos apreciar el gran tamaño que el monstruo tenia.

–¿Qué quieres de nosotros? –le preguntó Amal.

–Lo mismo que el destino quiere Amal ­–dijo la araña– al igual que de tu hijo Arang y de los que están por llegar.

–¿Quiénes están por llegar? –preguntó esta vez Arang.

–Tus futuros hermanos, los hijos de tu padre. El principio de una fuerza necesaria para intentar crear un equilibrio –respondió la araña.

De su boca salió una seda plateada que en contacto con nuestras heridas las sanó. Al parecer el daño había sido generado de algún modo en nuestro cuerpo espiritual. Y una vez recuperados del todo, la gran mujer-araña prosiguió:

–Yo soy Cob, espíritu tejedor de la realidad y del propio destino. Yo os he mantenido a salvo y ahora estáis en mi reino.

–¿Tú nos has ayudado? ¿Tú eres quien me enviaba esas imágenes premonitorias? –preguntó Amal.

–Si Amal, pude hacerlo gracias a que Muraguri abrió tu mente para poder ver  –respondió Cob– Pero yo no creo el Destino, ni lo cambio, soy otro mero instrumento más de la existencia. Sólo que de vez en cuando puedo modificar algunas cosas simples, siempre y cuando no rompa las reglas. Ahora mismo os protejo en este plano hasta que consigan haceros regresar a vuestros cuerpos.

–¿y cuál es tu interés en todo esto? –preguntó Arang.

–Yo tejo los posibles destinos –responde Cob– no elijo que hebras son las que permanecerán en el tiempo, la mayoría se rompe en pequeños hilos para no dejar ni rastro de su existencia, pero otras se establecen fuertes hasta ser parte del tapiz de la realidad.

–Sé que vuestros destinos cambiaran las cosas. –dice la gran araña– Intervengo porque me interesa que acabéis con todo el mal posible. El mal que vosotros conocéis como demoníaco o infernal. Rompe mi red destinal y pone en tela de juicio la misma existencia.  

–Mi labor es mantener el mundo de la piel y el mundo espiritual separados entre sí –continua Cob– Cuanto más Wyrm haya en el mundo de la piel más me debilitare, puede que hasta acabe desapareciendo si éste crece demasiado, lo cual provocaría unos acontecimientos cataclismicos. Por eso podéis ayudarme disminuyendo al aumento de corrupción, para así poder mantener el equilibrio entre ambos mundos. ¿lo entendéis ahora?

–¿Y ahora? ¿Qué debemos hacer? –pregunta Arang.

De repente ambos sentimos como si nos golpearan el pecho y nos retorcíamos en el suelo de puro dolor. Sentimos algo parecido a un latido, pero era otro golpe más fuerte aun, retumbaba por toda nuestra caja torácica.

–Bien. Ya era hora. Algo de suerte en vuestro destino –dijo Cob– tenéis mis mayores bendiciones para todos los hijos de Faruk.

Un tercer “latido” golpeó nuestros pechos y ambos acabamos tumbados en el suelo del puro dolor. Un último latido más nos sacó de ese estado haciéndonos sentir como si estuviéramos inmersos en el mar. Después nos sentimos arrastrados por un vórtice de viento, alguien tiraba de nosotros como si quisiera sacarnos de esta realidad.  

Abrí los ojos y sabia que ya no me encontraba en aquel oscuro reino. Desperté y vi a Abraham, el anciano Capadocio, el prestigioso Sire de Meir. Estaba sonriéndome. Mi hijo Arang se encontraba tendido a mi lado despertando también, haciéndonos a la idea de que habíamos regresado del reino espiritual.

Tenía todo mucho más claro. Había sido esclarecedor. Jerusalén era nuestro hogar pero tenemos que buscar al resto de hijos de Faruk, donde sea que se encontrasen. Para así poder ayudar a Cob en su noble cometido.

Partiremos de Jerusalén, sabiendo que nuestro destino y el de mi orden está más allá de estos muros. Lo haremos con la promesa de que volveré para seguir cumpliendo mi cometido en Jerusalén, la ciudad Eterna.