Nehebkau Neb-Nesut, Seguidor de Set (377 a. C.)

Haduk, esclavo de altos nobles
Nehebkau Neb-Nesut

(En egipcio, Señor del Junco Impetuoso de Nehebkau).

 

Neb-Nesut nació cómo Haduk, noveno hijo de los siervos de un alto noble. Su destino parecía heredado del de sus padres y todos sus antepasados antes que él, servir como esclavo a una de las más importantes familias de Tebas. Sin embargo, pronto destacó por una excepcional belleza y gracia para las artes, parecía bendecido por Hathor, o así lo creyó su señor, por lo que fue instruido por los tutores de su amo.

Los años pasaron, más indulgentemente con Haduk que con otros plebeyos, su excepcional belleza y sus dotes artísticas crecieron a la par que su engreimiento y vanidad. Era capaz de engatusar tanto a plebeyos cómo a nobles, trabajar menos y obtener lo que desease sin esfuerzo ni trabajo era un juego de niños para él.

Escarceos con las hijas de la nobleza o, incluso alguna princesa egipcia, no pasaban de ser arriesgados entretenimientos de los que siempre salía indemne. Cuando no podía escabullirse sin ser visto, o su encanto no era suficiente, una convincente excusa hacía el trabajo.

Fue en aquella época de juventud, cuando sin saberlo Hapu empezaba a observar a Haduk, siempre escondido entre las sombras ocultando su verdadero aspecto de horrible monstruo.

Hasta que se acabo la suerte, o quizás fuese el destino, una de sus distracciones, una mujer, le obsequió con una pequeña joya, que desgraciadamente Haduk no tuvo el buen juicio de dejar guardada. Una cosa era frecuentar las estancias de los privilegiados y otra creerse uno de ellos, luciendo joyas que no podría haber conseguido ni en diez vidas. Haduk tanto se había acostumbrado a la vida “fácil” que no le correspondía, que ni se dio cuenta y por una vez, contó la verdad. Pero un regalo tal no se hacía por simple admiración. Las implicaciones eran tan catastróficas, que de confirmarse les depararían funestos destinos a ambos. Haduk parecía no entender cuál era el problema, la hija del Sumo Sacerdote de Osiris, que fue la que le había dado la joya, comprendió al instante que sólo haba una salida, al menos para ella, y clamó que la joya le había sido robada sin ella percatarse…

El castigo para tal ofensa contra alguien del más alto círculo, cercano al faraón, era terrible aunque comparado con las torturas que habrían conllevado el verdadero delito, era hasta “compasivo”.

Su delito fue castigado con el destierro a Tharu. De pasar de tenerlo todo a ser arrojado a una ciudad cárcel de violentos deshechos de la sociedad. Tharu era un pozo de desesperación, plagado de criminales. Sin ninguna habilidad útil para sobrevivir en una ciudad de delincuentes, el hambre y la desesperación le convirtieron en una sombra. Las palizas para robarle lo poco que hubiera podido encontrar, o por cómo única válvula de escape de otros en su misma situación le hicieron darse cuenta, de que cuando eres incapaz de defenderte lo mejor es que nadie repare en ti. Haduk pasó de iluminar las estancias donde entraba, convirtiéndose en el centro de atención, a algo tan insignificante que no merecía la pena ni siquiera molestarse en notar el bulto oscuro contra la pared.

Hapu el Nosferatu, seguía observando a Haduk, sabía que nada malo podría ocurrirle, el era especial.

Aunque empezara cómo reflejo de cuán desesperado se sentía, pronto las punzadas del hambre y los abusos de otros más fuertes le hicieron apreciar su habilidad para esconderse y pasar desapercibido. No sólo llevaba algo a su estómago, también le permitía no ser visto mientras se fijaba en los demás habitantes de la ciudad y en lo que podían enseñarle. Quizás su anterior vida no podría volver pero, al menos, el desconsuelo con la tripa llena era menor.

Y como en su anterior vida, pronto se envalentonó con su habilidad para permanecer impune. Primero se hizo con un cuchillo con el que cortarle los bolsillos a otros, y no mucho después, con la daga de uno de los guardias, que no tardo en clavar entre las costillas de los que le habían maltratado.

A medida que su habilidad aumentaba volvió su despreocupación hacia las consecuencias de sus actos, aunque algunas noches notaba un picor en la nuca que le hacía volverse de repente, daga en mano, para encontrarse mirando a la vacía oscuridad. Había llamado la atención de un antiguo Seguidor de Set, de paso entre Egipto y Jerusalén, la ciudad de Tharu era un terreno de caza ideal, donde alimentarse y llenarse el estomago de sangre con los olvidados a quien nadie echaría de menos, antes del peligroso viaje por el desierto. Admirando la desesperación humana, algo muy Setita.

Pero si las habilidades de Haduk habían despertado el interés del vástago, su vanidad despertó su ira. Haduk había conseguido hacerse con bastante cobre y algo de plata y oro, lo suficiente para fundirlo y obtener una delgada lamina de metal que moldeó como si de una máscara faraónica se tratara, convirtiendo su manchada faz humana en una bella artesanía que recordaba a vidas anteriores, más afortunadas.

Nehebkau Neb-Nesut, Seguidor de Set

Haduk sintió como si un millón de alfileres se le clavasen en el cuello, y esta vez la oscuridad tras él no estaba vacía, se encontró cara a cara con la muerte. La figura se abalanzó sobre él, soltando espumarajos por la boca, Haduk sintió un gran dolor y luego un liquido caliente bajando por su garganta…

Hapu presenció el abrazo de Haduk, todo estaba sucediendo en el orden que debía y el Nosferatu no podía sentirse más agraciado.

Despertó a la noche siguiente, consciente de que algo había pasado. El mundo no parecía igual, sabía que era de noche pero las sombras no eran tas oscuras. Sentía un hambre mayor que cuando fue abandonado a su suerte en la ciudad. A pesar de atiborrarse la horrible sed no era saciada…

Haduk sobrevivió al cambio por pura suerte, un sexto sentido que le hizo alejarse del mortal sol. Había sido abandonado a su suerte por el Setita que prosiguió su camino creyendo que el neonato acabaría pagando por sus pecados convertido en una pira humeante.

Pero Tharu era un terreno de caza excelente no sólo para los vástagos de paso, Nehebkau, otro Setita, tenía su refugio cerca de la ciudad y tardo poco en reconocer el caos que se estaba produciendo en la ciudad, antes de que los humanos atasen cabos, intervino para encontrarse con un neonato prometedor neonato abandonado que parecía no ser consciente de lo que era. Haduk no iba a ser un Caitiff.

Nehebkau, chiquillo de Set, uno de los más devotos entre sus seguidores, observo con su media sonrisa reptiliana al joven vástago, varias ideas cruzaron fugazmente su mente, pero cómo si el propio dios Set le hablase un pensamiento se fijó en su cabeza. Algo que su maestro profetizó y encajaba exactamente con la descripción de lo que le había ocurrido a Haduk. “Un esclavo de faraón, será traicionado por su corazón y por culpa de la joya será desterrado a la ciudad amurallada llena de crimen, odio y asesinos. Allí, pasará inadvertido cual sombra y resurgirá de sus cenizas alzándose entre el populacho con su máscara confeccionada con tres metales cobre, plata y oro.

Cuando Nehebkau preguntó a Haduk de que estaba hecha su máscara y este le dijo que de cobre, plata y oro, todo encajó a la perfección: Haduk era el Agente de la Profecía que Set había anunciado.

Haduk fue acogido por su poderoso benefactor, aleccionado cómo otros Seguidores de Set en el templo de Nehebkau, dónde demostró ser un fiel y devoto neonato.

Por fin pareció encontrar el lugar al que estaba destinado a pertenecer. Se sentía a gusto y en total sintonía con la filosofía de los Seguidores, ojala hubiese llamado la atención de Nehebkau antes de su llegada a Tharu.

Pronto se ganó el favor de su señor, y el respeto de otros Seguidores que empezaron a llamarlo Nesut (Junco) por su procedencia del Alto Egipto, a lo que añadieron Neb (Señor), cuando Nehebkau le encomendó tareas más importantes.

Por fin, Haduk-Nesut, encontraba el reconocimiento y la autoridad a las que estaba predestinado. Su nueva vida conllevaba poderes reservados a los dioses.

El Demonio Nehebkau

Su mentor le reveló el verdadero significado de su nuevo nombre. Nehebkau era como se llamaba a un Demonio-serpiente pitón de dos cabezas, que puede aparecer dotado de miembros humanos. Los textos lo mencionan como “indestructible”, inmune a cualquier clase de ataque y capaz de sanar a todos aquellos que hubieran sido picados por un animal venenoso. Su nombre significa “Aquel que une los ka, fuerza vital.

Llevaba los títulos de “El que Engancha a los Espíritus” y “Otorgador de Dignidades”. Es el protector de la realeza e imprescindible en los ritos de coronación, encargándose de anunciar a los dioses la toma de poderes de un nuevo monarca. También recibía y daba comida a los difuntos y en especial al rey, acompañado de Selkis, la Diosa de los escorpiones y la magia, qué simbolizaba el calor abrasador del sol.

El día de su liberación fue llamado a la presencia de Nehebkau, su destino profetizado estaba en Jerusalén, aunque el motivo para presentarse seria cómo parte de la ayuda prometida por Alara, el Faraón Matusalén. Fue otorgado con esclavos y liberado con el nombre de su Mentor Nehebkau y añadido el suyo propio Neb-Nesut, dejando el de Haduk como parte de su pasado, necesario para llegar hasta este lugar.

Con su séquito, oculto e inmóvil, Hapu seguía los pasos del Agente de la Profecía…

 

Hapu, Nosferatu