Haduk, esclavo de altos nobles |
(En egipcio, Señor
del Junco Impetuoso de Nehebkau).
Neb-Nesut nació cómo
Haduk, noveno hijo de los siervos de un alto noble. Su destino parecía heredado
del de sus padres y todos sus antepasados antes que él, servir como esclavo a
una de las más importantes familias de Tebas. Sin embargo, pronto destacó por
una excepcional belleza y gracia para las artes, parecía bendecido por Hathor,
o así lo creyó su señor, por lo que fue instruido por los tutores de su amo.
Los años pasaron, más
indulgentemente con Haduk que con otros plebeyos, su excepcional belleza y sus
dotes artísticas crecieron a la par que su engreimiento y vanidad. Era capaz de
engatusar tanto a plebeyos cómo a nobles, trabajar menos y obtener lo que
desease sin esfuerzo ni trabajo era un juego de niños para él.
Escarceos con las
hijas de la nobleza o, incluso alguna princesa egipcia, no pasaban de ser
arriesgados entretenimientos de los que siempre salía indemne. Cuando no podía
escabullirse sin ser visto, o su encanto no era suficiente, una convincente
excusa hacía el trabajo.
Fue en aquella época
de juventud, cuando sin saberlo Hapu empezaba a observar a Haduk, siempre
escondido entre las sombras ocultando su verdadero aspecto de horrible
monstruo.
Hasta que se acabo la
suerte, o quizás fuese el destino, una de sus distracciones, una mujer, le obsequió
con una pequeña joya, que desgraciadamente Haduk no tuvo el buen juicio de
dejar guardada. Una cosa era frecuentar las estancias de los privilegiados y
otra creerse uno de ellos, luciendo joyas que no podría haber conseguido ni en
diez vidas. Haduk tanto se había acostumbrado a la vida “fácil” que no le
correspondía, que ni se dio cuenta y por una vez, contó la verdad. Pero un
regalo tal no se hacía por simple admiración. Las implicaciones eran tan
catastróficas, que de confirmarse les depararían funestos destinos a ambos.
Haduk parecía no entender cuál era el problema, la hija del Sumo Sacerdote de
Osiris, que fue la que le había dado la joya, comprendió al instante que sólo
haba una salida, al menos para ella, y clamó que la joya le había sido robada
sin ella percatarse…
El castigo para tal
ofensa contra alguien del más alto círculo, cercano al faraón, era terrible
aunque comparado con las torturas que habrían conllevado el verdadero delito,
era hasta “compasivo”.
Su delito fue
castigado con el destierro a Tharu. De pasar de tenerlo todo a ser arrojado a
una ciudad cárcel de violentos deshechos de la sociedad. Tharu era un pozo de
desesperación, plagado de criminales. Sin ninguna habilidad útil para
sobrevivir en una ciudad de delincuentes, el hambre y la desesperación le
convirtieron en una sombra. Las palizas para robarle lo poco que hubiera podido
encontrar, o por cómo única válvula de escape de otros en su misma situación le
hicieron darse cuenta, de que cuando eres incapaz de defenderte lo mejor es que
nadie repare en ti. Haduk pasó de iluminar las estancias donde entraba,
convirtiéndose en el centro de atención, a algo tan insignificante que no
merecía la pena ni siquiera molestarse en notar el bulto oscuro contra la
pared.
Hapu el Nosferatu,
seguía observando a Haduk, sabía que nada malo podría ocurrirle, el era
especial.
Aunque empezara cómo
reflejo de cuán desesperado se sentía, pronto las punzadas del hambre y los
abusos de otros más fuertes le hicieron apreciar su habilidad para esconderse y
pasar desapercibido. No sólo llevaba algo a su estómago, también le permitía no
ser visto mientras se fijaba en los demás habitantes de la ciudad y en lo que
podían enseñarle. Quizás su anterior vida no podría volver pero, al menos, el
desconsuelo con la tripa llena era menor.
Y como en su anterior
vida, pronto se envalentonó con su habilidad para permanecer impune. Primero se
hizo con un cuchillo con el que cortarle los bolsillos a otros, y no mucho
después, con la daga de uno de los guardias, que no tardo en clavar entre las
costillas de los que le habían maltratado.
A medida que su
habilidad aumentaba volvió su despreocupación hacia las consecuencias de sus
actos, aunque algunas noches notaba un picor en la nuca que le hacía volverse
de repente, daga en mano, para encontrarse mirando a la vacía oscuridad. Había
llamado la atención de un antiguo Seguidor de Set, de paso entre Egipto y
Jerusalén, la ciudad de Tharu era un terreno de caza ideal, donde alimentarse y
llenarse el estomago de sangre con los olvidados a quien nadie echaría de
menos, antes del peligroso viaje por el desierto. Admirando la desesperación
humana, algo muy Setita.
Pero si las
habilidades de Haduk habían despertado el interés del vástago, su vanidad
despertó su ira. Haduk había conseguido hacerse con bastante cobre y algo de
plata y oro, lo suficiente para fundirlo y obtener una delgada lamina de metal
que moldeó como si de una máscara faraónica se tratara, convirtiendo su
manchada faz humana en una bella artesanía que recordaba a vidas anteriores,
más afortunadas.
Nehebkau Neb-Nesut, Seguidor de Set |
Hapu presenció el
abrazo de Haduk, todo estaba sucediendo en el orden que debía y el Nosferatu no
podía sentirse más agraciado.
Despertó a la noche
siguiente, consciente de que algo había pasado. El mundo no parecía igual,
sabía que era de noche pero las sombras no eran tas oscuras. Sentía un hambre
mayor que cuando fue abandonado a su suerte en la ciudad. A pesar de
atiborrarse la horrible sed no era saciada…
Haduk sobrevivió al
cambio por pura suerte, un sexto sentido que le hizo alejarse del mortal sol.
Había sido abandonado a su suerte por el Setita que prosiguió su camino
creyendo que el neonato acabaría pagando por sus pecados convertido en una pira
humeante.
Pero Tharu era un
terreno de caza excelente no sólo para los vástagos de paso, Nehebkau, otro
Setita, tenía su refugio cerca de la ciudad y tardo poco en reconocer el caos
que se estaba produciendo en la ciudad, antes de que los humanos atasen cabos,
intervino para encontrarse con un neonato prometedor neonato abandonado que
parecía no ser consciente de lo que era. Haduk no iba a ser un Caitiff.
Nehebkau, chiquillo
de Set, uno de los más devotos entre sus seguidores, observo con su media
sonrisa reptiliana al joven vástago, varias ideas cruzaron fugazmente su mente,
pero cómo si el propio dios Set le hablase un pensamiento se fijó en su cabeza.
Algo que su maestro profetizó y encajaba exactamente con la descripción de lo
que le había ocurrido a Haduk. “Un esclavo de faraón, será traicionado por su
corazón y por culpa de la joya será desterrado a la ciudad amurallada llena de
crimen, odio y asesinos. Allí, pasará inadvertido cual sombra y resurgirá de
sus cenizas alzándose entre el populacho con su máscara confeccionada con tres
metales cobre, plata y oro.
Cuando Nehebkau
preguntó a Haduk de que estaba hecha su máscara y este le dijo que de cobre,
plata y oro, todo encajó a la perfección: Haduk era el Agente de la Profecía
que Set había anunciado.
Haduk fue acogido por
su poderoso benefactor, aleccionado cómo otros Seguidores de Set en el templo
de Nehebkau, dónde demostró ser un fiel y devoto neonato.
Por fin pareció
encontrar el lugar al que estaba destinado a pertenecer. Se sentía a gusto y en
total sintonía con la filosofía de los Seguidores, ojala hubiese llamado la
atención de Nehebkau antes de su llegada a Tharu.
Pronto se ganó el
favor de su señor, y el respeto de otros Seguidores que empezaron a llamarlo
Nesut (Junco) por su procedencia del Alto Egipto, a lo que añadieron Neb
(Señor), cuando Nehebkau le encomendó tareas más importantes.
Por fin, Haduk-Nesut,
encontraba el reconocimiento y la autoridad a las que estaba predestinado. Su
nueva vida conllevaba poderes reservados a los dioses.
El Demonio Nehebkau |
Su mentor le reveló el
verdadero significado de su nuevo nombre. Nehebkau era como se llamaba a un
Demonio-serpiente pitón de dos cabezas, que puede aparecer dotado de miembros
humanos. Los textos lo mencionan como “indestructible”, inmune a cualquier
clase de ataque y capaz de sanar a todos aquellos que hubieran sido picados por
un animal venenoso. Su nombre significa “Aquel que une los ka, fuerza vital.
Llevaba los títulos
de “El que Engancha a los Espíritus” y “Otorgador de Dignidades”. Es el
protector de la realeza e imprescindible en los ritos de coronación,
encargándose de anunciar a los dioses la toma de poderes de un nuevo monarca.
También recibía y daba comida a los difuntos y en especial al rey, acompañado
de Selkis, la Diosa de los escorpiones y la magia, qué simbolizaba el calor
abrasador del sol.
El día de su
liberación fue llamado a la presencia de Nehebkau, su destino profetizado
estaba en Jerusalén, aunque el motivo para presentarse seria cómo parte de la
ayuda prometida por Alara, el Faraón Matusalén. Fue otorgado con esclavos y
liberado con el nombre de su Mentor Nehebkau y añadido el suyo propio
Neb-Nesut, dejando el de Haduk como parte de su pasado, necesario para llegar
hasta este lugar.
Con su séquito,
oculto e inmóvil, Hapu seguía los pasos del Agente de la Profecía…
Hapu, Nosferatu |