Mudji decide abandonar la
coronación de Tiro. Anat ha intentado convencerle muy insistentemente, en vano,
de que asistiera a una reunión secreta que era la verdadera razón de su
invitación.
El príncipe Assamita de
Jerusalén acaba de usar su Disciplina de Extinción para matar al rey Evágoras
que agoniza en brazos de Adón, el nuevo príncipe de Tiro. La corte de Mudji se
queda para ver qué es eso tan importante que Anat tiene que contarles.
Mientras se dirige a las
caballerizas a por un camello, Mudji piensa:
No en vano había saludado
a todo Vástago conocido y desconocido, presentándose dándole la mano, por si
debía utilizar su mortal poder y decidía en algún momento de la coronación,
desangrar a alguno de los pobres incautos que había tocado; Usaría la llamada
de Dagon con ellos si fuera necesario…
Y efectivamente lo empleo
poco antes de abandonar la celebración. El príncipe de Jerusalén decidió matar
a Evágoras para aprovechar la puerta que abrió Assur y así intentar desactivar
la Caza de Sangre contra Desdémona y Amal.
Pero cuando los Assamita
asistieron al rey y Assur le dio sangre, Mudji se bloqueó. Pensó que este gesto
gustaría a los Assamita pero al parecer, no estaban de acuerdo en que se
actuara de una forma tan poco honorable y deshonrosa para quién había
demostrado ser un digno rival, liberando Chipre y Tiro con una astucia y
efectividad inusitada.
Mudji pensaba que con este
movimiento, en vez de atacar Chipre que era lo que le pedían los Assamita, su
pago estaba cumplido. Pero no fue así, las cosas no serian tan sencillas.
Solo sabían que Mudji
estaba asesinando al rey, los Assamita y
la corte del propio príncipe, ya que él mismo se lo contó. Los demás en la
coronación no sabían quien estaba intentando matar a Evágoras.
La verdad es que Mudji no
tenía especial interés en matar al rey Evágoras, pero decidió hacerlo como una
táctica extrema. Pero como al hacerlo no gustó a los Assamita, pues Mudji se
quedó ganas es de rajar a Bicor, embajador de Alamut.
El orden cronológico de
los hechos fue el siguiente:
Mudji charla con el rey
Evágoras a solas y se presenta dándole la mano. Activa su poder de Extinción:
La llamada de Dagon. Un terrible poder que permite a Mudji ahogar a su víctima
en su propia sangre.
Los Assamita se reúnen a
solas con Mudji y su corte declaran la Caza de Sangre a Desdémona y Amal, y le lanzan
el ultimátum a Mudji.
Mudji se concentra y
activa la segunda parte de la llamada de Dagon,
destruyendo los capilares de Evágoras e inundando sus pulmones con
sangre, lo que comienza a provocar la asfixia del rey. La sangre daña su sistema
desde dentro mientras inunda su cuerpo, hasta que el rey se derrumbo entre
estertores agónicos.
Evágoras se debate entre
la vida y la muerte retorciéndose en el suelo, ante el estupor de los
presentes, Evágoras comienza a ahogarse y a escupir sangre. Ya en el suelo, se convulsiona entre violentas
sacudidas, su cuerpo lucha por vivir.
Entonces es cuando Mudji
se lo dice a los Assamita y estos se apresuran a ayudarle, dándole Assur de su sangre
de Matusalén. El subidón de adrenalina en el rey lo despierta, cómo la
electricidad de un rayo lo hace con un cadáver. Sus ojos inyectados en sangre y
le dan un aspecto fantasmagórico que asusta a los presentes pero poco después entre
estertores agónicos, se derrumba en brazos de Adón, El Príncipe de Tiro, que
intenta reanimarlo sin éxito.
Entonces es cuando Mudji
decide irse tras discutir con Anat, lo hace sabiendo que su corte se queda en
la coronación, aún no saben nada de la muerte del héroe de Salamina, rey de
Chipre y Tiro, solo saben que Mudji les dijo que intentaba matarlo.
Justo en el instante en el
que Mudji abandona la coronación, Evágoras yace en abrazos de Adón, ante la
atónita corte que revolucionada busca un culpable de haber envenenado al rey.
Evágoras I, Rey de Chipre y Tiro, Ghoul de Adón |
Mudji tiene intención de
dirigirse a Jerusalén. Sin esperar a ver qué ocurrirá.
Samas, el Ventrue
comerciante de Jerusalén, también se ha ido antes y a Mudji le parece bien ir
con él. Samas no sabe nada de lo ocurrido con el rey y está muy enfadado por lo
ocurrido en la coronación.
Mudji no esperaba cambiar
una ciudad aliada dirigida por una Matusalén, por una dirigida por un tendero
llamado Adón.
Ya fuera de palacio, Mudji
busca a alguien del entorno de Desdémona y se encuentra con una de sus
guerreras. La pide que le transmita un mensaje a la ghoul de la Brujah para que
le llegue a Desdémona: “Que le hagan
llegar una invitación a Jerusalén al Regente de Cartago”
Mudji piensa en ofrecerle a Samas ser príncipe de Tiro,
llevándose a Orión de consejero. Aunque el Assamita pines que una cosa es perder
a Anat de aliada y otra es ganársela de enemiga…
Siempre se va a ganar un
enemigo, piensa Mudji, Anat o Assur, esperaba que fuese Alara, el Setita. Al
menos así, respeta la memoria de Innominat y actúa directamente contra los
Assamita, aunque éstos ya le han dejado claro qué sí que va contra ellos y que debe
corregir su dirección.
A pesar de que Mudji tiene
una opinión negativa sobre Bicor, Bicor es un embajador, un mero comunicador,
no da opiniones personales. Diplomático del más alto nivel, representante
oficial entre Alamut en Persia y los demás reinos. Embajador acreditado por el
Consejo de Alamut y reconocido en el extranjero como máximo representante del
Nido de Águilas.
Mudji piensa en el Espectro, un soldado que nunca ha jugado contra Alamut y puede que esté aliado con Bicor…
El príncipe está molesto por no poder interactuar con el gobernador Bagohi y ahora Bicor con sus exigencias… ¿No estarán filtrando información para que a Alamut llegue lo que les interesa sobre Mudji?
Una cosa quedó vigente: Durante
la coronación, el clan Assamita estaba unido a excepción de Mudji. A su manera, el clan le ha tendido la mano a Mudji,
este también a su manera, les respondió, atentando contra Evagoras, enemigo
persa.
Mudji no lleva nada bien
que le digan lo que debe hacer en su ciudad. El príncipe de la capital de Yehud
es un juez, su única preocupación es Jerusalén y después Alamut, pero no por
miedo, si no por mejorar. Si para eso hay que sacudir el árbol y reventar unas
cuantas manzanas podridas...
Por eso ayudaba a Anat y porque era aliada de Innominat. Pero
que lo diga Alamut no significa que Mudji crea que la orden sea legítima. El
orden que entiende Mudji es el que le enseño su mentor, no el de Alamut. Mudji
cree en un orden muy rígido: El de Innominat.
Cedió poder al Consejo
porque así lo dispuso Innominat. Pero eso de ser príncipe y que le den órdenes
en su ciudad... Alamut se está ganando un enemigo. Si no lo ven, piensa Mudji,
es que Bicor es un diplomático pésimo o tiene algo personal contra él. Siempre
le ha caído mal, fue verle en la coronación y tener ganas de matarlo.
Pero si esto acaba en
enfrentamiento, eso no será bueno para Jerusalén ni para los persas, ni para
los Assamita…
Mudji sigue cavilando… le
han pedido que recupere una satrapía mortal pero le impiden controlar el
gobierno mortal de Jerusalén. Al Assamita le parece que se está buscando su
odio eterno. ¡Ya puestos le podían haber pedido que conquiste Cartago y Atenas,
con 4 camellos y 8 leprosos! ¡Que la final es sobre lo que le dejan influir en
su ciudad!
Sabe lo que Alamut quiere
y lo que podría hacer, incluso sin ir directamente contra Anat. Pero a Mudji le
parece que por un lado le exigen ser y tener el poder de un príncipe y por otro
lado, solo le dejan sentarse a la mesa de los niños. Si no le dan el poder que
reclama no le pueden pedir lo que le están pidiendo, piensa el Assamita muy
molesto.
Mudji solo entiende que
está recibiendo a diestro y siniestro y se le acabó la paciencia: va a empezar
a devolver los golpes.
Seguro que Adón y los
suyos, ahora están investigando quien ha podido ser en asesino del rey.
Evágoras había sido un regalo de Anat, que lo cedió a Adón como ghoul, ya que
hasta ahora era suyo… esto es un problema añadido ya que no cree que Anat esté
muy contenta tras la muerte de su juguete el rey Evágoras.
La marcha de Samas
Mudji se encuentra en el
establo, preparando uno de los camellos para irse hacia Jerusalén. Encuentra un rastro de un camello
y cuatro caballos que acaban de abandonar
el lugar. Puede ver a lo lejos, como los guardias reales abren las puertas de
la muralla de palacio y un grupo de jinetes escoltan un camello con haima. Se
van raudos y veloces, sin esperar al amanecer. Era Samas y sus mercenarios. No
ha esperado ni un instante para marcharse de Tiro.
El Ventrue, recién
ascendido a Ancillae por Mudji, se siente encolerizado y frustrado, en tal
grado que quiere regresar a Jerusalén a digerir el injusto ascenso de su rival
de clan, Adón.
Mudji tenía pensado ir con
él, pero antes de marcharse tiene que hacer un movimiento diplomático. Está
pensando en ofrecerle una alianza a Ahirom, Regente cartaginés. Se le ha
ocurrido que quizás pueda acceder a permitir a Noa viajar a Jerusalén, en
calidad e embajadora de Cartago. Mudji piensa que sería una buena chiquilla
suya, nunca le ha gustado la idea de que los Ravnos sean el clan más numeroso
de Jerusalén y bella ghoul parece una gran cortesana.
Noa, ghoul del Regente de Cartago |
Mudji busca al Regente de
Cartago en los aposentos de invitados de palacio y se encuentra con su ghoul Noa, que le lleva
servicialmente hasta su señor.
Por el camino Mudji
entabla comunicación con Noa:
–Pensaba que ya os habríais marchado… –dice Mudji
para romper el hielo.
–Fletar un barco a Cartago requiere de su tiempo –responde Noa–
está ya todo casi listo, saldremos a lo sumo mañana a primera hora del
anochecer.
–Amal me ha hablado de sus visiones de Oráculo –confiesa Mudji ante la misteriosa y bella mujer– en ellas apareces tu. Habla a menudo de ti y
de tu abrazo para formar parte de sus hijos de Faruk… ¿Qué opinas tú de todo
eso?
–Me siento honrada. –Responde Noa muy sincera– A pesar de haberme criado entre lujo, en
una familia noble, nunca me he sentido querida ni apreciada. Solo vilmente utilizada
constantemente. Mi familia jamás me quiso y me crie muy sola, únicamente con el
consuelo de la servidumbre.
Acepto con gusto la llamada de Amal Faruk, alguien que
me ha abierto los brazos y ofrecido una familia y un objetivo honesto y
beneficioso para todos.
Mudji sorprendido por la
respuesta, ve en Noa los atributos necesarios para crear descendencia
vampírica…
–Pero no parece que los Brujah vayan a dejarte marchar
tan fácilmente… –puntualiza Mudji– ¿te encuentras bien con ellos?
–Sí, me siento arropada y aceptada en cierto modo –responde Noa–
pero no me gusta estar continuamente en juegos políticos. No estoy cómoda.
–Pues ve acostumbrándote, eso es lo que te espera en
tu no vida, seas Brujah o Ravnos –Alerta
Mudji– sigue haciéndolo así de bien y
tendrás tu recompensa.
Cuando llegan, Noa abre la
puerta de una gran habitación donde está Ahirom, pensativo y dando vueltas. La
ghoul se despide con un gesto de cabeza y Mudji le corresponde igualmente. Ambos
gobernantes de la noche se quedan solos y el Assamita cierra la puerta mirando
al Regente Brujah.
Ahirom, Regente de Cartago, Brujah |
–Parece mentira que intercambie una probable aliada, Anat, por un Ventrue desconocido. –Dice Mudji– Anat acaba de regalar Tiro a los ambiciosos Ventrue…
–Eso mismo pienso yo –dice Ahirom muy enfadado y conteniendo la bestia– Cartago rompe lazos con Tiro por culpa de
la estupidez de Anat.
–Ha sido un largo y peligroso viaje para volver a
Jerusalén con tan solo una patada en la entrepierna… –dice Mudji–
quiero que seamos aliados y Cartago y Jerusalén tiendan puentes para ayudarse
mutuamente. Es sabido que no tengo buenas relaciones con Persépolis y Jerusalén
siempre está bajo la mirada atenta de Alamut…
–La única opción que tienes para que Cartago se alíe a
Jerusalén es que nos apoyéis incondicionalmente ante un posible ataque de
Persia. –Propone el Brujah sin paños
calientes– ¿Estáis dispuesto a
enfrentaros a Persia cara a cara en la batalla?
–A Persia si, a los Assamita no. –Puntualiza Mudji.
–Es lo mismo –dice
Ahirom– El imperio Persa esta bajo la
atenta mirada del clan Assamita, igual que antes de él lo estuvieron los
asirios y los babilonios después de ellos. Assamitas y persas en la actualidad son
lo mismo. Si te metes con unos, lo haces con los otros.
–Puedo comprometerme a golpear a los persas mortales,
pero no puedo hacerlo contra mi clan. –Explica
Mudji– Puedo ofrecerte tumbar posibles
conjuras persas contra Cartago o incluso ofrecer Jerusalén como un enclave
seguro para tus Brujah.
–Entonces no podemos ser aliados. –Concluye el Brujah–
Seremos contactos pues. Nos ayudaremos puntualmente y si tu rascas mi espalda
yo rascaré la tuya pero sin mayor compromiso…
–Pensaba que tendría que preocuparme de los Setitas de
Alara y estoy más pendiente de los de mi propio clan o de los Brujah griegos de
Anat… –dice Mudji– me parece bien, seremos contactos.
–Creo que Egipto tuvo su momento. Pero cada una de las
cuatro veces que Egipto se ha liberado de los persas lo ha hecho a costa de
mucha sangre Setita. Igual que cada una de las veces que los persas han
conquistado Egipto, los Assamita en la sombra han masacrado Setitas objetando
que esa tierra es suya por derecho de conquista. Mientras que los Seguidores de
Set han muerto al sol como serpientes al fuego empujados por las espadas curvas
de los Assamita persas defendiendo que la tierra del Nilo siempre les ha
pertenecido por derecho.
No creo que Alara sea peligroso. Su tiempo ya pasó. Un
Matusalén es tan poderoso como lo sea su imperio y Egipto hace tiempo que dejo
de ser una amenaza seria.
Me fio menos de los Assamita aqueménidas y sus ansias
de expansión y conquista de todo reino conocido...
–Debes saber que yo sigo siendo fiel al clan Assamita,
al menos a la facción que defiende los valores originales que nos enseño Haquim
e Innominat me inculco. –Responde
Mudji.
–Debo decirte Mudji que juegas con fuego –dice Ahiroum– Si
fueras uno de mis Brujah ya te hubiera matado por infiel. No podría permitir
que uno de mis príncipes de confianza ayudase al enemigo a luchar contra los
intereses del clan, que es lo que hiciste a sabiendas en Chipre.
Alago tu valentía y creo que tienes verdadero fuego Brujah
en tu interior. Estoy convencido de que en tu caso los Assamita se equivocaron
al abrazarte. Si mi clan te hubiera conocido cuando solo eras un sanguinario
camellero…
–Solo hago lo mejor para Jerusalén. –responde Mudji–
y mi clan no me ha ayudado en mi ciudad, así que yo tampoco lo haré.
–Por lo que sé, protegen con celo el gobierno humano
de Bagohi… ¿no es cierto? –pregunta
el Brujah.
–Sí. A costa de no dejarme actuar. –Responde Mudji molesto.
–Si muero, lo hare defendiendo Jerusalén. –Concluye Mudji.
–Me gustaría preguntarte por Arang –cambia de tema el Assamita.
–Arang. Un Vástago excelente. No entiendo como sigue
siendo un neonato sin liberar por su Sire. Supongo que serán excentricidades de
Ravnos… –Dice Ahirom– Es un fiel soldado y nos es de mucha
utilidad. Actualmente está buscando a nuestro príncipe desaparecido en Egipto.
Fue allí en busca de una alianza estratégica con los egipcios y hay rumores de
que los Setitas lo han matado por entrar sin permiso en sus sagradas tierras. También
dicen que pueden haberlo asesinado los Assamita, por miedo a una alianza de los
Brujah cartagineses con los Setitas egipcios…
–Me siento orgulloso de Arang, Vástago de mi corte… –continua Mudji–
En cuanto a Noa, quería ofrecerte que viniera conmigo a Jerusalén y que fuera nombrada
embajadora de Cartago en Yehud, residiendo con nosotros. Me gustaría ofrecerte
llevármela conmigo.
–No puedo hacerlo. Me es muy útil. Pero si puede ser
nuestro enlace y siempre que desee contactar contigo lo haga por medio de Noa
¿te parece? –ofrece el Regente
cartaginés.
–Perfecto. –Responde
Mudji mientras se acerca y le ofrece el brazo al Brujah.
–Buenas noches Mudji. Espero que sigamos en contacto
realmente. –Dice Ahiroum agarrando el
brazo del Assamita como muestra de cercanía.
Mudji se despide de
Ahiroum y también de Noa, que le da recuerdos para Amal Faruk.
Fauces entre dunas
Mudji se dirige al establo
donde elige al mejor camello. El Assamita lo tranquiliza mientras se abre una
herida en la muñeca y sangra en la boca del animal, que bebe de su Vitae
adquiriendo una fuerza y energía fuera de lo habitual. Mudji fue camellero en
su vida humana, sabe como tratar a estas bestias.
El príncipe Assamita galopa
con soltura sobre el animal, que corre más raudo que nunca. Después de cruzar
en barca a tierra firme desde la isla de Tiro, el desierto se abre paso y el
Assamita dirige al camello hacia Jerusalén, con la intención de interceptar por
el camino la caravana de Samas que partió hace unas horas.
El frio cortante de la
noche y las interminables dunas de arena, son bañadas por la luz de una hermosa
luna llena que observa curiosa a Mudji. El paisaje es un sueño hecho realidad,
si no fuera por lo que el Assamita se encuentra en lo más profundo de un
estrecho desfiladero.
Mudji se encuentra con los
restos desperdigados de los cuatro mercenarios que protegían a Samas. Han sido
descuartizados y esparcidos por la arena y las rocas de forma bestial. Hay
cabezas cercenadas, torsos desgarrados y miembros amputados de cuajo, todo
bañado en charcos de sangre seca que adornan el silencioso cañón.
Un poco más adelante,
sobre el cadáver de su camello destripado,
descansan los pedazos del Ventrue, que ha sido horriblemente asesinado y
descuartizado.
Mudji desenfunda su
sagrado y mortal falx, su espada corta curva, reliquia perteneciente a uno de
los guardias del rey David. El Assamita desmonta del camello y empela sangre
para aumentar la resistencia de su piel, volviéndola casi como la piedra.
De pronto ante Mudji, una
bestia lunar, cómo los llamaba Caín. Es un hombre lobo con el aspecto del Dios
Anubis. Un enorme chacal negro que camina erguido sobre las dos patas traseras
y viste con ropajes claramente egipcios. Sus tremendas fauces babean sin cesar
y sus garras afiladas como cuchillas desean el contacto con el solitario y
temeroso vampiro.
Al instante ambos seres
sobrenaturales están luchando a muerte. El combate es encarnizado. Garrazos y
mordiscos por parte del salvaje lupino y tajos y espadazos, propinados con
destreza, por Mudji el guerrero Assamita.
Los cortes y zarpazos
salpican sangre que cae sobre la helada arena, envolviendo la Vitae con miles
de milimétricas perlas del desierto. La lucha cuerpo a cuerpo es salvaje y
sucede con celeridad en escasos segundos. Mudji prepara un golpe mortal para el
cual debe recibir otro del lupino, pero la bestia lunar desgarra el interior
del Assamita con un zarpazo bajo, que se introduce por el vientre de Mudji y
acaba saliendo por su cuello, dejando al Assamita casi partido en dos.
Es Mudji quien
contraataca, también de abajo a arriba, clavando su espada desde el estomago y
sacándola por el hombro, desgarrando hueso, musculo y entrañas. Ambos se
encuentran al borde de la muerte y la victoria podría decantarse por cualquiera
de los dos.
Ambos luchadores se
preparan para atacar al contrario, empleando tácticas diferentes:
El lupino, a punto de
expirar su último suspiro, mira la luna llena y con un aullido, que rasga el
cielo, pide ayuda a Selene, su diosa nocturna. La luna baña su cuerpo con su
luz sanadora y el Garou sana milagrosamente parte de sus heridas, entrando a
continuación en una rabia incontrolable que canalizará contra el siervo del
Wyrm, con el que debe acabar.
Mudji, al borde de la
muerte definitiva, decide dejar que la bestia posea su cuerpo, entrando en
frenesí, para así no sufrir dolor y perder emplear la máxima eficacia y
mortalidad en sus golpes. A cambio, el Assamita renuncia a su libre albedrio y
a pensar sus acciones, durante lo que quede de lucha. Ahora será la bestia la que
controle sus movimientos y decida, por instinto, lo que Mudji debe hacer para
sobrevivir, acertado o no.
Mudji enseña sus colmillos
de vampiro mientras se alza sin dolor alguno. Deja caer su espada abalanzándose
frenético sobre el lupino, su intención es morder y desgarrar al gran depredador
hasta acabar con él. Con tan mala pata que no llega del todo al enorme animal y
queda expuesto ante sus mortales, afiladas y ensangrentadas garras.
El Hombre lobo, mal herido
y rabioso, toma impulso y con un golpe desgarrador, introduce su zarpa derecha en
el pecho de Mudji, que atraviesa al Assamita matándolo en el acto.
Lo último que ve Mudji son
los ojos rabiosos de su asesino, que cae arrodillado ante el cuerpo del
vampiro. El cadáver de Mudji se deshace rápidamente hasta convertirse en un
montón de huesos putrefactos, cubiertos con sus ropajes ensangrentados.
El Garou arrodillado sobre
la arena, eleva sus fauces y lleno de gloria dedica su sangriento sacrificio a
Selene, la diosa luna, que lo observa con orgullo y benevolencia.
Ante la salvaje muerte de
Mudji, Jerusalén acaba de quedarse sin príncipe, pero al menos el Assamita ha
muerto luchando como lo que en realidad era: un guerrero. Innominat se sentiría
orgulloso, sentado sobre el asiento del Consejo que Mudji liberó para él.
El hombre lobo entierra los restos de sus víctimas en las frías arenas del desierto. Así no alertarán a más no muertos inoportunos pudiendo atacarles sorpresivamente.
Garous de Anubis |